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Una moneda de ¡Ay!

Tenía un caballero un criado nuevo, un mozo llamado Pedro que


parecía un poco tonto. Para burlarse de él, le dio dos monedas y le dijo:
- Pedro, vete al mercado y cómprame una moneda de uvas y otra de ¡ay!

El pobre mozo compró las uvas, pero cada vez que pedía una moneda
de ¡ay! todos se reían y mofaban de él.

Al darse cuenta de la burla de su amo, puso las uvas en el fondo de una


bolsa y sobre las uvas un manojo de ortigas.

Cuando regresó a su casa, le dijo su amo: - ¿Lo traes todo?


Contestó el mozo: - Sí, señor, está todo en la bolsa.
El caballero extrañado metió rápidamente la mano y al tocar las ortigas,
exclamó: - ¡Ay!
A lo que dijo el mozo: - Debajo están las uvas, señor.

Una moneda de ¡Ay! 4

Tenía un caballero un criado nuevo, un mozo llamado Pedro que 15


parecía un poco tonto. Para burlarse de él, le dio dos monedas y le dijo: 30
- Pedro, vete al mercado y cómprame una moneda de uvas y otra de ¡ay! 45

El pobre mozo compró las uvas, pero cada vez que pedía una moneda 58
de ¡ay! todos se reían y mofaban de él. 67

Al darse cuenta de la burla de su amo, puso las uvas en el fondo de una 84


bolsa y sobre las uvas un manojo de ortigas. 93

Cuando regresó a su casa, le dijo su amo: - ¿Lo traes todo? 106


Contestó el mozo: - Sí, señor, está todo en la bolsa. 117
El caballero extrañado metió rápidamente la mano y al tocar las ortigas, 129
exclamó: - ¡Ay! 131
A lo que dijo el mozo: - Debajo están las uvas, señor. 143

La Caldera y la Berza
Un hidalgo recién llegado de América contaba un día a varios de sus
vecinos las cosas que había visto en aquella parte del mundo. Hablaba
así:
- Una vez vi una berza tan grande que daba sombra a trescientos
hombres a caballo.

A lo que contestó uno de los vecinos:


- No me parece tan grande, porque yo no hace mucho vi en un lugar de
Vizcaya fabricar una caldera entre doscientos hombres y había tanta
distancia de uno a otro que los martillazos que daba uno no los oía el de
al lado.

Se maravilló mucho el hidalgo y preguntó:


- ¿Y para qué querían esa caldera?

- ¡Para cocer la berza que acabáis de decir!

La Caldera y la Berza 5

Un hidalgo recién llegado de América contaba un día a varios de sus 18


vecinos las cosas que había visto en aquella parte del mundo. Hablaba 30
así: 31
- Una vez vi una berza tan grande que daba sombra a trescientos 44
hombres a caballo. 47

A lo que contestó uno de los vecinos: 55


- No me parece tan grande, porque yo no hace mucho vi en un lugar de 71
Vizcaya fabricar una caldera entre doscientos hombres y había tanta 81
distancia de uno a otro que los martillazos que daba uno no los oía el de 97
al lado. 99

Se maravilló mucho el hidalgo y preguntó: 106


- ¿Y para qué querían esa caldera? 113

- ¡Para cocer la berza que acabáis de decir! 124

La Karaba
Había en la feria de Mairena un cobertizo formado con esteras viejas de
esparto; la puerta tapada con no muy limpia cortina, y sobre la puerta
un rótulo que decía con letras muy gordas:

LA KARABA SE VE POR CUATRO CUARTOS

Atraídos por la curiosidad, y pensando que iban a ver un animal


rarísimo, traído del centro del África o de regiones o climas más remotos,
hombres, mujeres y niños acudían a la tienda, pagaban la entrada a un
gitano y entraban a ver la Karaba.

- ¿Qué diantre de Karaba es esta? -dijo enojado un campesino.

- Esta es una mula muy estropeada y muy vieja.

- Pues por eso es la Karaba, -dijo el gitano- porque araba y ya no ara.

La Karaba 2

Había en la feria de Mairena un cobertizo formado con esteras viejas de 15


esparto; la puerta tapada con no muy limpia cortina, y sobre la puerta 28
un rótulo que decía con letras muy gordas: 36

LA KARABA SE VE POR CUATRO CUARTOS 43

Atraídos por la curiosidad, y pensando que iban a ver un animal 55


rarísimo, traído del centro del África o de regiones o climas más remotos, 68
hombres, mujeres y niños acudían a la tienda, pagaban la entrada a un 81
gitano y entraban a ver la Karaba.

- ¿Qué diantre de Karaba es esta? -dijo enojado un campesino. 92

- Esta es una mula muy estropeada y muy vieja. 102

- Pues por eso es la Karaba, -dijo el gitano- porque araba y ya no ara. 118

El Honrado Leñador

Un día, un pobre leñador que regresaba a su casa después de una dura


jornada de trabajo. Al cruzar un puente sobre el río, se le cayó el hacha al
agua. Entonces empezó a lamentarse tristemente:
-¿Cómo me ganaré el sustento ahora?

Al instante, una bella ninfa aparecía sobre las aguas y dijo al leñador:
- Espera, buen hombre: traeré tu hacha.

Se hundió en la corriente y poco después reaparecía con un hacha de oro.


El leñador dijo que aquella no era la suya. Por segunda vez se sumergió
la ninfa, para reaparecer después con otra hacha de plata.
- Tampoco es la mía -dijo el afligido leñador.

Por tercera vez la ninfa buscó bajo el agua. Al reaparecer, llevaba en sus
manos un hacha de hierro: -¡Oh, gracias, gracias! ¡Esa es la mía!

Entonces la ninfa, por su honradez le regalo las otras dos.

El Honrado Leñador 3

Un día, un pobre leñador que regresaba a su casa después de una dura 17


jornada de trabajo. Al cruzar un puente sobre el río, se le cayó el hacha al 33
agua. Entonces empezó a lamentarse tristemente: 39
-¿Cómo me ganaré el sustento ahora? 45

Al instante, una bella ninfa aparecía sobre las aguas y dijo al leñador: 58
- Espera, buen hombre: traeré tu hacha. 65

Se hundió en la corriente y poco después reaparecía con un hacha de oro. 79


El leñador dijo que aquella no era la suya. Por segunda vez se sumergió 93
la ninfa, para reaparecer después con otra hacha de plata. 103
- Tampoco es la mía -dijo el afligido leñador. 112

Por tercera vez la ninfa buscó bajo el agua. Al reaparecer, llevaba en sus 126
manos un hacha de hierro: -¡Oh, gracias, gracias! ¡Esa es la mía! 138

Entonces la ninfa, por su honradez le regalo las otras dos. 149

Los Duendes Holgazanes

Érase unos duende que vivían en un linda casita en un bosque, pero eran
tan holgazanes que no se ocupaban de limpiarla. Un día la Reina de las
hadas les dijo:
-Voy a mandaros a la Bruja Gruñona para que cuide de vuestra casa.

Y llegó la Bruja Gruñona montada en su escoba, llevaba seis pares de


gafas para ver mejor las motas de polvo y empezó a escobazos con todos.
todos. Los duendes aburridos de tener que limpiar fueron a ver a un
mago amigo para que les transformase en pájaros.

Y así, batiendo sus alas, se fueron muy lejos. Los duendes pasaron
hambre y frío y sin casa donde cobijarse, recordaban con pena su
acogedora morada del bosque. Bien castigados estaban por su
holgazanería, jamás volvieron a disfrutar de su casita del bosque que fue
habitada por otros duendecillos más obedientes y trabajadores.

Los Duendes Holgazanes 3

Érase unos duende que vivían en un linda casita en un bosque, pero eran 17
tan holgazanes que no se ocupaban de limpiarla. Un día la Reina de las 31
hadas les dijo: 34
-Voy a mandaros a la Bruja Gruñona para que cuide de vuestra casa. 47

Y llegó la Bruja Gruñona montada en su escoba, llevaba seis pares de 60


gafas para ver mejor las motas de polvo y empezó a escobazos con todos. 74
todos. Los duendes aburridos de tener que limpiar fueron a ver a un 87
mago amigo para que les transformase en pájaros. 95

Y así, batiendo sus alas, se fueron muy lejos. Los duendes pasaron 107
hambre y frío y sin casa donde cobijarse, recordaban con pena su 119
acogedora morada del bosque. Bien castigados estaban por su 128
holgazanería, jamás volvieron a disfrutar de su casita del bosque que fue 140
habitada por otros duendes más obedientes y trabajadores. 148

La Leyenda del Unicornio

Hace muchísimo tiempo atrás, en otras épocas muy remotas, salvajes y


fantásticas criaturas vivían y andaban libres por ahí. La más hermosa de
todas ellas era el Unicornio, una criatura de color blanco, con cuerpo de
caballo, barba de chivo, patas de antílope y un cuerno en la frente.

El Unicornio era perseguido por sus mágicos poderes curativos y de


juventud eterna de éste último. Pero esta criatura no era fácil de atrapar,
era muy rápida y ágil.

Los Unicornios, solo se acercaba a las inocentes doncellas, de corazón


puro. De esta manera al estar distraídos eran atrapados por ambiciosos
cazadores que les cortaban los cuernos.

Así fueron desapareciendo y extinguiéndose todos los unicornios,


siendo hoy tan sólo una hermosa y recordada leyenda.

La Leyenda del Unicornio 4

Hace muchísimo tiempo atrás, en otras épocas muy remotas, salvajes y 15


fantásticas criaturas vivían y andaban libres por ahí. La más hermosa de 27
todas ellas era el Unicornio, una criatura de color blanco, con cuerpo de 40
caballo, barba de chivo, patas de antílope y un cuerno en la frente. 53

El Unicornio era perseguido por sus mágicos poderes curativos y de 64


juventud eterna de éste último. Pero esta criatura no era fácil de atrapar, 77
era muy rápida y ágil. 82

Los Unicornios, solo se acercaba a las inocentes doncellas, de corazón 93


puro. De esta manera al estar distraídos eran atrapados por ambiciosos 10
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cazadores que les cortaban los cuernos. 11
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Así fueron desapareciendo y extinguiéndose todos los unicornios, 11


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siendo hoy tan sólo una hermosa y recordada leyenda. 12
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El Murciélago

El murciélago era la más fea de todas las criaturas. Un día, acosado por
el frío, subió al cielo y le pidió plumas al creador. Él le dijo que bajara a
la tierra y suplicara en su nombre una pluma a todas las aves.

Así lo hizo el murciélago, recurriendo a las aves de más vistoso plumaje.


Obtuvo hermosas plumas y orgulloso, volaba sobre el cielo de la mañana.
Las otras aves frenaban el vuelo para admirarlo, ahora era la encarnación
de la belleza.

El murciélago olvidó su origen y ahora alardeaba de su belleza. Los


pájaros molestos, fueron al cielo a comunicarle al creador de los
del murciélago. El creador, mando a llamar al murciélago, y le hizo
agitar las alas hasta que otra vez quedo desnudo, se dice que todo un
día llovieron plumas del cielo.

Desde entonces sólo vuela en los atardeceres en rápidos giros, cazando


plumas imaginarias y no se detiene para que nadie advierta su fealdad.

El Murciélago 2

El murciélago era la más fea de todas las criaturas. Un día, acosado por 16
el frío, subió al cielo y le pidió plumas al creador. Él le dijo que bajara a 33
la tierra y suplicara en su nombre una pluma a todas las aves. 46

Así lo hizo el murciélago, recurriendo a las aves de más vistoso plumaje. 59


Obtuvo hermosas plumas y orgulloso, volaba sobre el cielo de la mañana. 71
Las otras aves frenaban el vuelo para admirarlo, ahora era la encarnación 83
de la belleza. 86

El murciélago olvidó su origen y ahora alardeaba de su belleza. Los 98


pájaros molestos, fueron al cielo a comunicarle al creador de los 10
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del murciélago. El creador, mando a llamar al murciélago, y le hizo 12
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agitar las alas hasta que otra vez quedo desnudo, se dice que todo un 13
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día llovieron plumas del cielo. 14
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Desde entonces sólo vuela en los atardeceres en rápidos giros, cazando 15


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plumas imaginarias y no se detiene para que nadie advierta su fealdad. 16
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El Ciervo Engreído

Èrase una vez un ciervo muy engreído, cada vez que se detenía a beber en
el río contemplaba su reflejo y admiraba su belleza. Tenía las piernas
largas y ligeras, pero él solía decir que preferiría romperse una pierna
antes de privarse de un solo vástago de su magnífica cornamenta.

Un día, mientras pastaba tranquilamente, escuchó un disparo en la lejanía


y ladridos de perros, eran cazadores. Comenzó a correr, pero difícilmente
podría escapar de su persecución. De repente, sus cuernos se
engancharon en una de las ramas más bajas, intentó soltarse sacudiendo
La cabeza, pero sus cuernos fueron aprisionados firmemente en la rama.
Los perros estaban ahora muy cerca.

Antes de que llegara su fin, el ciervo aún tuvo tiempo de pensar, en lo


engreído que había sido al despreciar sus piernas y en que su cornamenta
lo había traicionado.

El Ciervo Engreído 3

Èrase una vez un ciervo muy engreído, cada vez que se detenía a beber en 18
el río contemplaba su reflejo y admiraba su belleza. Tenía las piernas 30
largas y ligeras, pero él solía decir que preferiría romperse una pierna 42
antes de privarse de un solo vástago de su magnífica cornamenta. 53

Un día, mientras pastaba tranquilamente, escuchó un disparo en la lejanía 64


y ladridos de perros, eran cazadores. Comenzó a correr, pero difícilmente 75
podría escapar de su persecución. De repente, sus cuernos se 85
engancharon en una de las ramas más bajas, intentó soltarse sacudiendo 96
La cabeza, pero sus cuernos fueron aprisionados firmemente en la rama. 10
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Los perros estaban ahora muy cerca. 11
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Antes de que llegara su fin, el ciervo aún tuvo tiempo de pensar, en lo 12


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engreído que había sido al despreciar sus piernas y en que su cornamenta 14
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lo había traicionado. 14
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El Burro Flautista

Esta fabulilla, salga bien o mal, me ha ocurrido ahora por casualidad.


Cerca de unos prados que hay en mi lugar, pasaba un borrico por
casualidad. Una flauta en ellos halló, que un zagal se dejó olvidada por
casualidad. Acercóse a olerla el dicho animal y dio un resoplido por
casualidad.

En la flauta el aire se hubo de colar, y sonó la flauta por casualidad.


«¡Oh!», dijo el borrico. «¡Qué bien sé tocar! ¡Y dirán que es mala la
música asnal!» Sin reglas del arte borriquitos hay que una vez aciertan
por casualidad.

El Burro Flautista 3

Esta fabulilla, salga bien o mal, me ha ocurrido ahora por casualidad. 15


Cerca de unos prados que hay en mi lugar, pasaba un borrico por 28
casualidad. Una flauta en ellos halló, que un zagal se dejó olvidada por 41
casualidad. Acercóse a olerla el dicho animal y dio un resoplido por 53
casualidad. 54

En la flauta el aire se hubo de colar, y sonó la flauta por casualidad. 69


«¡Oh!», dijo el borrico. «¡Qué bien sé tocar! ¡Y dirán que es mala la 73
música asnal!» Sin reglas del arte borriquitos hay que una vez aciertan 85
por casualidad. 87
La Culebra y el Hombre.

Un hombre, pasando por un monte, encontró una culebra que


ciertos pastores habían atado al tronco de un árbol, y,
compadeciéndose de ella, la soltó y calentó. Recobrada su fuerza y
libertad, la culebra se volvió contra el hombre y se enroscó
fuertemente en su cuello.

El hombre, sorprendido, le dijo: - ¿Qué haces? ¿Por qué me pagas


tan mal? Y ella respondió: - No hago sino obedecer las leyes de mi
instinto. Entretanto pasó una raposa, a la que los litigantes eligieron
por juez de la contienda. - Mal podría juzgar - exclamó la zorra -, lo
que mis ojos no vieron desde el comienzo. Hay que reconstruir los
hechos. Entonces el hombre ató a la serpiente, y la zorra, después de
comprobar lo sucedido, pronunció su fallo. - Ahora tú -
dirigiéndose al hombre, le dijo -: no te dejes llevar por corazonadas,
y tú - añadió, dirigiéndose a la serpiente -, si puedes escapar, vete.

La Culebra y el Hombre. 5

Un hombre, pasando por un monte, encontró una culebra que 15


ciertos pastores habían atado al tronco de un árbol, y, 25
compadeciéndose de ella, la soltó y calentó. Recobrada su fuerza y 36
libertad, la culebra se volvió contra el hombre y se enroscó 47
fuertemente en su cuello. 51

El hombre, sorprendido, le dijo: - ¿Qué haces? ¿Por qué me pagas 63


tan mal? Y ella respondió: - No hago sino obedecer las leyes de mi 77
instinto. Entretanto pasó una raposa, a la que los litigantes eligieron 88
por juez de la contienda. - Mal podría juzgar - exclamó la zorra -, lo 10
3
que mis ojos no vieron desde el comienzo. Hay que reconstruir los 11
5
hechos. Entonces el hombre ató a la serpiente, y la zorra, después de 12
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comprobar lo sucedido, pronunció su fallo. - Ahora tú - 13
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dirigiéndose al hombre, le dijo -: no te dejes llevar por corazonadas, 15
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y tú - añadió, dirigiéndose a la serpiente -, si puedes escapar, vete. 16
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