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MITOTE, F A N D A N G O

Y M AR!ACHEROS

Alvaro Ochoa Serrano


Segunda edición

EL COLEGIO DE MICHOACAN
EL COLEGIO DE JALISCO
MITOTE, FANDANGO
Y MARIACHEROS
M IT O T E , F A N D A N G O
Y M A R IA C H E R O S

Alvaro Ochoa Serrano

Segunda edición

EL COLEGIO DE MICHOACÁN J.
ALI SC .0
ELCOLECtODE
784.497237 Ochoa Serrano, Álvaro
OCHO-m Mitote, fandango y mariacheros, 2a. edición / Álvaro Ochoa
Serrano.- Zamora, Mich. : El Colegio de Michoacán : El Cole­
gio de Jalisco, 2000.
178 p.: il.; 22 cm.
ISBN 970-679-021-7

1. Música popular (Canciones, etc.) - Michoacán - Historia


2. Mariachi - Historia
1.1.

Primera edición, 1994


O D. R. El Colegio de Michoacán, A. C.

Segunda edición, 2000


O D. R. El Colegio de Michoacán, A. C.
Martínez de Navarrete 505
Fracc. Las Fuentes
59699 Zamora, Michoacán
publica@colmich.edu.mx

O D. R. El Colegio de Jalisco, A. C.
5 de Mayo 321
Zapopan, Jalisco
C. P. 45100

Impreso y hecho en México


m México

ISBN 970-679-021-7 segunda edición


(ISBN 968-6959-05-X primera edición)
ÍNDICE

Por qué tanto mitote 11

Bandas y orquestas: Notas para tocar una tradición musical 15


San Agustín Victoriax? 27

Pequeños zarpazos al arpa grande 31


Ecos de sones tepequenses 40

Valonas y malagueñas de Abajo a Tierra Adentro 49


La valona 71
La valona en Jalisco 72
Malagueñas 73

¿¡Canciones qué componeeer!? 83


Canciones populares Mariano de Jesús Torres 88
Cantares populares diversos 90

Mariache: Concierto de tres mundos 93


Mitote 117
Mariachis de Colima 119
Mariachis 123
El Mariachi de Cocula 123
Mariacheros de La Barca 129
La madre del angelito 130
El Mariache como partícula de identidad en el Norte 133
La tambora 147

Fuentes varias 153

Lista de nombres 163

Lista de lugares 171


A Bernardo Gonzalez Cardenas,
Gerardo Sanchez Díaz y
Guillermo Velazquez
POR QUÉ TANTO MITOTE

Tanto holgorio. Bueno, a un festejo se lleva júbilo, música. Se


festeja la oportunidad para aumentar un tercio de notas y más al
paquete de la primera versión 94. Al ritmo de las circunstancias, se
pretende siquiera dejar apuntado el anuncio: de occidente es el
mariache y de México, los sones.
El libro ha corrido al amparo de la lírica popular, bajo la mirada
histórico-social y cultural. Es preciso decir que la lírica muy holga­
da anduvo de aquí para allá, metida en la tradición oral, en boca de
todo mundo, así como también arropada en crónicas escritas y
cantares; tan traída y llevada por letrados y ágrafos, superviviente
de cambios y alteraciones en el transcurrir de los años.
El presente estudio ofrece, sobre todo, una carga de fuentes
pregonada entre derroteros y caminos de los vetustos obispados de
Michoacán y Nueva Galicia, todavía pasando por tanto pueblo.
Para tal propósito se han retomado momentos de la antigüedad, la
colonia y de la vida nacional con el ojo puesto en Jalmich. Se ha
escogido un paraje del oeste mexicano, ahí mérito donde soplan
aires, corren aguas y vive gente de costumbres semejantes, en un
paisaje a lo largo de la Sierra Madre, del eje volcánico Colimóte,
depresiones y planicies cercanas.
Tiempo atrás, a veces sacando juventud del pasado, el asunto
mariachero rondó familiarmente en la vida y obra de los ya finados
Timoteo Míreles, El Palapo y Simón Jiménez, El Nopalito, y ahora
en el reconocimiento del premio nacional de arte popular, Juan
Reynoso; todos ellos existentes en el umbral de las letras rústicas
y de la microhistoria, atendiendo a que cada vida es una historia y
cada historia, una vida.

11
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Hoy se presenta en otra vuelta para ejecutarse en un convite sin


ta ta chún. Los antecedentes más a la mano de esta obra incompleta
se pueden encontrar en dos artículos de Pe/aciongs, revista de his­
toria y sociedad, uno más de SaMJana Papa/ar, ésta editada por
Arturo Chamorro, ambas publicaciones de El Colegio de Michoacán;
otro par ñguró en Pie/ Tierra del Instituto Michoacano de Cul­
tura y en el Poiefíh c/e/ Aíajeo <f/e/ P.sVaaY; el último salió de entre
Praaieras Pragfnenfa&M de Gail Mummert y en espera del viaje
"Michoacanos in Los Angeles: US-Mexican Transnational Culture
1920-1970."
Antes, faltaría agregar un agradecimiento a Roberto Beristain,
Clotilde Martínez Ibañez y Liborio Villagomez, quienes merecen
crédito -si no en tarjetas, sí en pagarés que se hacen afectuosamen­
te efectivos- en nuestra labor de investigación, sin cuya guía y
pauta, sin la menor duda, sólo habría resultados superficiales en la
consulta a los fondos del Archivo General de la Nación y de la
Biblioteca Nacional.
El título de Mitote, /anJango y man'acñaroj -aparte de los tres
tiempos y compases de rigor- responde además a las vertientes
étnicas de los que estaban, de los que llegaron y de los que fueron
traídos a estos matrios lares; o sea, indios, españoles y africanos, el
trío fundador de distintos colores, gustos y sabores que estableció
nuevas relaciones bajo un cielo profano y religioso, en medio de
fiestas, ferias, cantada y baile.
He aquí entonces un sexteto de artículos y el acompañamiento
visual en tercera que concebidos en el hogar de los Ochoa Santiago
alentó El Colegio de Michoacán y retocó Aurora del Río en el
Centro de Estudios de las Tradiciones; pequeñas artes y demás
refacciones hacen segunda al trajinar del tema. Éste sobrelleva una
tradición musical agustiniana, arpas, orquestas, bandas, valonas,
malagueñas, la alegría de mariache aquende y allende la frontera,
todo el peso en un concierto de tres mundos.
Ahora, la lectora y el lector de seguro pondrán de su parte otra
instrumentación y la cadencia.

12
# Ah !DO CU T)N
GUADALAJARA
T LA Q U ER AQ U E^

MOAMDACAREOi
LA C A LE R A #
PàM nAN L A 8ARC CHUCANDtRO^
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ItZ A R A N ^ ^ 5 A W A W l Z ,,, ^ 1. ^ ^ * - ^/AOREUA^ '
^ Z A (A g !L ^ < ^ ^ r ^ _ y r^ yE
ÍCUARO
TAW6AMOCUARO C O M A N L^^^ ^R Q ^
BANDAS Y ORQUESTAS: NOTAS PARA TOCAR
UNA TRADICIÓN MUSICAL

Hurgando un poco de fuentes históricas se tantea registrar una


tradición musical, inicialmente en las faldas de la sierra, depresión
y costa michoacanas. Ese es el motivo que llevan estas líneas por
rastros, veredas y caminos que siguieron los agustinos en la parte
centro y sur de su provincia llamada San Nicolás de Tolentino. Se
trata de llegar hasta las bandas y orquestas desparramadas en la
Meseta Purhépecha, y a los grupos de música con o sin arpa en la
Tierra Caliente del Balsas, por los actuales Michoacán y Guerrero,
cuya tradición suponemos tampoco sería ajena a la inñuencia
agustiniana.
Antes, diremos que los agustinos arribaron de la vieja España a
la Nueva en 1533. Llegaron en una primera entrega de siete misio­
neros encabezada por fray Francisco de la Cruz quien, para abrir
boca, decidió instalar un convento en la ciudad de México como
punto de partida. Restablecidos en su provincia, ya en el estableci­
do virreinato, miraron el horizonte.
Al querer empezar sus menesteres cristianos entre los nuevos
ñeles, fuera del valle de México, los seguidores de fray Francisco
de la Cruz encontraron ocupada la mesa central por franciscanos
y servido el sureste por dominicos; así que, en una tercera vía,
decidieron marchar rumbo al sur, hasta Tlapa y Chilapa, en donde
hubo predicamentos.
Ya en carrera, el virrey Antonio de Mendoza les pidió a otros
recién llegados -a través del provincial- predicaran por el rumbo
de Michoacán, larga provincia de norte a sur y de mucha concu­
rrencia; se buscaba que la presencia y prédica de ellos sirvieran de

15
MtTOTE, FANDANGO Y MARÍACHEROS

entrada para tentar a! gentío de Tierra Cadente, rincón olvidado


"ora porque no había habido bastantes ministros para corrello todo,
ora porque la tierra es la peor que tiene la Nueva España".
Enterado por el virrey, Juan de Alvarado comunicó entonces al
provincial agustino que él, Alvarado, tenía un pueblo encomenda­
do, Tiripetío, cuyas aldeas llegaban muy cerca de Tierra Caliente.
Le rogaba "que le hiciesen merced de ir a poblar Tiripetío, prome­
tiendo toda ayuda y servicio, y que desde allí podrían entrar y salir
para Tierra Caliente".'
Ante tal petición, del dicho pasaron al hecho. Para allá se enca­
minaron, así nomás como reza el Maracumbé. Y la empresa tam­
bién se extendió a Tacámbaro, encomienda de Cristóbal de Oñate,
segunda puerta de golpe para las dos partes de Tierra Caliente que
llaman haldas de sierra y costa del mar del sur.

toda tierra tan áspera y tan desigual en sus sierras que unas parece se
suben a las nubes y otras buscan el centro de la tierra, y así no es tierra
que se trajina: ni los naturales buscan a los de afuera porque se des­
templan con el frío; ni los de afuera les comunican porque se abrasan
con el calor; y de ambas a dos partes Tacámbaro es la entrada. Echan­
do mano izquierda corre Nuncupétaro hasta Ajuchitlán; y mano dere­
cha comienza por la Aguacana, Tzinagua hasta la Costad

Con todo y ser esa bajada antesala terrible a los ojos de Ba-
salenque a principios del siglo XVII, pese a trabas del terreno, el
trajín se hacía entre arrieros y comerciantes de tierras templadas
(del mismo Tacámbaro, Etúcuaro, Tiripetío, etcétera) en las cerca­
nías.^
Sin embargo, la nueva tarea agustiniana en el purgatorio terre­
nal no implicó el descuido de Tiripetío. Al contrario; en 1537,
cuando los hombres de sayal creyeron que "ya estaban los más [de

!. Diego Basalenque, 1963, pp. 25-30.


2. p. 47.
3. Áivaro Ochoa y Gerardo Sánchez (ed.), 1985, pp. 192-193; Ocu/ar, 1960,
p. 165.

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BA N D A S Y ORQUESTAS

los naturales] catequizados", emprendieron la edificación del pue­


blo y de la iglesia, tirando el nivel, la medida y el hilo. Para )a
maniobra vinieron maestros de México y más religiosos -entre los
cuales destacaba Alonso de la Veracruz- que se encargaron de las
"fábricas espiritual y material", mientras otros andaban todavía en
la brega por Tierra Caliente.
Total, se ordenó el pueblo que no tenía traza; se introdujeron
agua, ganados mayores, menores y menudos, también sembraron
nuevos plantíos; y, desde luego, los agustinos se esmeraron para
que los tiripitenses aprendieran "todos los oficios que son necesa­
rios para vivir en policía", en un mundo más urbano. Cultivaron la
sastrería, la carpintería (por la cercanía de los montes arbolados),
la herrería; en ñn, tras el ejercicio llegaron a ser buenos tintoreros,
pintores, canteros, tejedores, zapateros, cerrajeros, etcétera. Los
que no tiraban a ser oficiales criaban cerdos, otros ovejas; había
quienes trataran en frutas "trayéndolas de acarreto con sus caballos
de otras partes" o quienes amasaran y vendieran pan a los pasaje­
ros en tránsito hacia Pátzcuaro y a Valladolid/
Puede creerse que, tal vez, en este proceso de integración y
desarrollo local inñuyera mucho el antecedente de organización vi­
vido en la era de los cues, trueques, taparrabos, arcos y flechas -a
veces olvidado- y el hecho de que Tiripetío quedase en la pasadera
del camino real de Guatemala y Sinaloa, así como en la puerta de
entrada a las minas de Tierra Caliente y arranque hacia el norte
para las zonas chichimecas. Además, en dicha trama, el convento y
su capilla jugaron un papel importante; precisamente resaltase en
la como

uno de los más principales monasterios que hay en la provincia de


Mechoacán y más curioso en una cosa ha sido estremado y lo es hoy

4. Basalenque, op. ci?., pp. 59-60; Ochoa, op. et'?., p. 193. En 1536 había un agustino en
Santa Fe que impartía lecciones de gramática, enseñaba a leer y escribir a muchos
niños y adiestraba a otros para cantar en los servicios religiosos; Benedict Warren.
1977, p. 72.

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M ITOTE, FANDANGO Y MARÍACHEROS

día [1580], y es en la capilla de música así de voces como de instru­


mentos de chirimías, ñautas, orlos, vihuelas de arco, trompetas; todo
muy amaestradamente, especialmente las chirimías que son las mejo­
res de la Nueva España de indios; hay órganos, y todo esto tocan los
indios los días señalados de fiesta. Es contento ver tocar toda esta
música con muchas danzas de muchachos vestidos de sus libreas al
propósito. Bailan a su modo algunas y otras al modo español que dan
mucho contento.^

Se le consideró modelo de primera; "fábrica tan acertada que la


experiencia ha enseñado lo útil de ella", comentaría el cronista
Matías de Escobar un siglo y fracción después en su Americana
Sobre todo, descollaba el molde por la capilla de música
que no faltaba en sus conventos y visitas.
El reclutamiento de voces se hacía a temprana edad, entre niños
de ocho años poco más o menos; les impartían lectura y escritura,
y de todos aquellos chiquillos "que pintaban en más sonoros tiples,
los dedicaban a cantores", mientras los incapaces de gorgotear pa­
raban en sacristanes y escribanos. A los cantarines les enseñaban
canto llano, figurado y de órgano, arte en el que salían "eminentes
músicos".^
Este oñcio musical, agregado a los otros ya mencionados, tuvo
mucho que ver en la vida de Tiripetío, escuela de todos los oficios
para los demás pueblos de Michoacán, según parecer de Basalenque;
pero de eso, de ser abastecedor de oficiales, "le vino gran parte de
su ruina, por las salidas que hacían a otros pueblos, y no volvían" 7
Baste una muestra de ello. A la vuelta de siglo, solamente queda­
ron en el pueblo citado veinte tributarios en 1630 de los 264 y
medio que habían contado en 1601.^ El problema, de proponerse la
búsqueda, estaría en seguir los pasos a todos los oñciales y músi­
cos emigrados.

5. Ochoa, op. c?'7.


6. Basalenque, op. r;'?., pp. 62-63; Matías Escobar, 1970, p. 119.
7. Basalenque, cp. cíf., p. 60.
H. Ernesto Lemoine, 1993, pp. 36, 42, 70; Æ/ <%¿spo&) ^ 1973, p. 206.

18
BA N D A S Y ORQUESTAS

Porque hablando de salidas, la entrada de los agustinos se alar­


gó -aparte de Tacámbaro y anexas- hacia el suroeste. Más un poco
antes de continuar, reparemos que en Tacámbaro, el encomendero
Oñate, por sugerencia de los religiosos, también había levantado
escuela "donde se enseñaron los cantores, y fue muy linda capilla
de música de instrumentos y de arte de canto de órgano [...]"^
Música y canto que, si no abrigados, seguramente corrieron hacia
toda la Tierra Caliente suresteña.
Valga otro paréntesis. El provincial Juan de Medina Rincón
supo que en Tierra Caliente sus religiosos andaban ligeros de ropa,
casi en cueros, por el calor. Tal situación "desdijo tanto su obser­
vancia" que mejor renunció a tales Doctrinas: las de Pánuco en el
arzobispado de México y todas las tierracalentanas de Michoacán.
Pero luego, ya en el papel de obispo de Valladolid (1574-1588)
recapacitó y restauró "aquella dejación" llegando los agustinos
michoacanos a tener en ese tiempo siete conventos de doctrina,
entre ellos Tzirosto. Con esta ganancia cerramos el paréntesis.
Tzirosto está a la bajada de la sierra, hacia el sur, camino a
Tierra Caliente. Allí hubo convento erigido, con sus consiguientes
visitas de San Juan Parangaricutiro, San Pedro Zacán, San Felipe
de los Herreros, San Francisco Corupo; y, más tarde, Santiago
Tingambato. Todas ellas de buen comercio,

llevando de Tierra Caliente a pueblos de españoles frutas, chancacas y


mieles, porque tienen muchas muías, y de las cosas de sus pueblos que
se beneñcian en ellos, como son pinturas y bateas, embutidos, jarcia;
todas cosas corrientes en pueblo de españoles.

En cuanto a esos tratos y contratos, tanto Zacán, San Juan


Parangaricutiro, San Felipe y Corupo aventajaban a Zirosto. Mas
tejíanse redes para apuntalar. Aunque la arriería y el comercio no

9. Basalenque, op. c/f., p. 85.

19
M lT O TE , FANDANGO Y MARIACHEROS

es el tema centrai a tratar, es innegable que estas actividades sostu­


vieron la buena marcha de la tarea agustina.'°
Parangaricutiro serviría de ejemplo. Para arreglo y adorno del
templo en un solo día se juntaron más de mil cien pesos entre los
arrieros del lugar. Y viendo los demás pueblos y visitas de la
Doctrina de la sierra "la suavidad con que se había hecho aquel
ornamento, me recogieron cinco mil pesos -dice el entonces pro­
vincial Basalenque- para que en sus pueblos se echasen ornamen­
tos, [...] porque toda aquella gente es devota"."
Fray Sebastián de Trasierra, enviado del convento de Jacona,
fue a dar a Zirosto con bastantes compañeros de andanzas religio­
sas. Pronto compuso la Doctrina "al modo en que él se crió y vio
administrar a los primeros Padres". Construyó iglesia de cal y
canto, sin descuidar el detalle del coro, ni el asunto de las fiestas.
Trasierra no batalló mucho en comunicar la versión europea del
arte de Orfeo. Los serranos, de buen oído, no desentonaban. Bien
enseñados, "cantan con destreza y tañen muy bien todos los instru­
mentos". Tras pasar la prueba de solfeo, destacaron los de Paran­
garicutiro y Zacán, "donde hay tanta curiosidad en la música del
coro y doctrina que iguala a la de Tzirosto".
A la par, quizá convenga decir ahora que la consolidación de
Zirosto por un lado, más las prioridades de atención a los pueblos
distantes por otro, dieron origen a los prioratos de Santiago Tin-
gambato, San Felipe de los Herreros, San Juan y San Pedro Zacán.
El primero merece una notita.
Tingambato, en medio de la sierra purhépecha bajando a tierras
calurosas, entre Tacámbaro y Zirosto, se convirtió en enclave im­
portante para la empresa agustina. Tenía asegurado el porvenir.

10. /Z?ñ/., pp. 211-213. Al sur, ya en Tierra Caliente, existía un lugar llamado Choritiro u
Oztiro y su vecindario procedía de Zirosto; Manne/ Conza/ez..., 1877, p. 95.
11. Basalenque, o/?, c/?., p. 264. Si no hubo tanta suntuosidad en la construcción de
templos y conventos tal vez se debió a los frecuentes temblores en la zona, %?ñ/., p.
213.
12. /Z?á/.

20
BANDA S Y ORQUESTAS

Contaba con tierras de la hacienda azucarera de Taretan, más capi­


tal aportado por un Álvaro Pérez, sin faltarle asesoramiento agusti­
no y mano de obra indígena y esclava; era una ñnca bien puesta.

Tiene muy linda iglesia, mucha plata, muy buenos ornamentos de


telas y de sedas; y también le ha cabido a la cabecera [Zirosto] mucha
parte desto y de allí le viene abundantemente el sustento a los religio­
sos de Tingambato, y lo que sobra de ordinario se aplica a las colectas
y necesidades de otros conventos

Además de tal respaldo económico, con centros manufactureros


de instrumentos musicales como Pátzcuaro y Paracho a la mano,
Tingambato y sus visitas de Taretan, San Ángel Zurumucapio y
Ziracuaretiro no permanecieron alejados de la tradición melodiosa
que se viene rastreando. ^
Escobar afirma que el buen ritmo de los conventos se debió en
mucho a la diestra mano del ilustre Alonso de la Veracruz, gober­
nador unos años del obispado michoacano por ausencia del titular
Vasco de Quiroga en ultramar. Veracruz, como director provincial,
había fundado antes monasterio en Valladolid, la cabeza de la pro­
vincia nicolaita tolentina; también, el de Yuririapúndaro, colegio
de ella; el de Cuitzeo, casa capitular; más los de Cupándaro, Charo,
Guango, el de Zirosto con Parangaricutiro, Zacán, San Felipe y los
ya mencionados de Tingambato y Taretan.'^
Sin duda, las notas anteriores nos permiten agregar algunos
datos y números al recuento. Así, en 1590 había cosa de trescientos
frailes de la Orden de san Agustín (OSA) en la Nueva España y
cincuenta conventos, veinte de los cuales todavía al doblar el siglo
XVII aparecían en suelo del amplio obispado michoacano. Cierto

13. pp. 221-222. En 1630 la hacienda tenía dos religiosos, sesenta esclavos, "más
otros sesenta indios y mulatos"; rendía anualmente dos o tres mil arrobas de azúcar;
Æ7 (%¿ypa&?..., p. 209.
14. Basalenque, 0/7. c;7., p. 216; Antonio de Ciudad Real, 1976, H: 76; Ochoa, 1985, p. 118.
15. Escobar, op. ci?., p. 196.

21
M lT O TE , FANDANGO Y MARIACHEROS

que si bien consoiidaban posiciones ya no aumentaron más avan­


ces territoriales.'6
Los hijos de san Agustín, hasta donde pudieron, se dedicaron
entonces a asegurar "las obras emprendidas". Eso no impide hacer
algunas anotaciones; en San Juan Parangaricutiro compraron ór­
gano, bajones y chirimías para amenizar el culto de la iglesia; la
capilla musical de Charo lucía "tanto como la de la Catedral [va­
llisoletana] en lo diestro", o señalar que Tiripetío, debido a la con­
tinua emigración de sus moradores y por la atracción de la vecina
Valladolid, iba cada vez más a menos V
Pese a los avances, dos conflictos de peso contribuirían a bajar
el compás en la marcha agustiniana; por un lado, el pleito intemo
entre peninsulares y criollos por la alternativa en los altos mandos,
y, por otro, el externo con los obispos y otras órdenes en la admi­
nistración de parroquias y diezmos.
Y, por si faltara, vino la secularización de parroquias en manos
de regulares a lo largo del siglo XVIII. Claro, con ella disminuyó la
asistencia de los religiosos augustos entre la grey; pero aun reple­
gados en los conventos, cabe destacar la tradición musical difundi­
da entre la plebe michoacana, tanto instrumental como de canto.
En ese asunto, Escobar tiene otra vez la palabra para retocar que

la misma curiosidad se tenía para que aprendiesen los demás ministri­


les de bajones, órganos, trompetas, flautas y chirimías con los demás
instrumentos de cuerdas como violines, arpas y vihuelas, y fueron y
aún son tan primorosos y diestros que no tienen que envidiar las
mentidas armonías de los Orfeos y Anñones. Para los cantos y músi­
cas Abrían /ag y fofiog MMe-síroy de las
cuales aún hoy [1725] perseveran muchas

i 6. Antonio Rubial García, 1990; Roberto Jaramillo Escutia O.S.A., 1991, E/


pp. 199-218.
17. David Zavala Alfaro, 1974, pp. 33-35; Escobar, o/?, ci;., pp. 119, 413; Lemoine, 1993,
pp. 41, 74, 81 y ss.
18. Escobar, o/x c;7., p. 119, cursivas mías.

22
B A N D A S Y ORQUESTAS

Notorio es el subrayado, sobre la composición o adaptación de


letras, y sobre esa pauta los archivos agustinos de Michoacán, si es
que sobreviven todavía, serían doblemente valiosos tanto por el
repertorio propio como por el prestado o ajeno. Pastorelas, colo­
quios, villancicos entonados en la región también darían pie.'^
A estas alturas del texto, seguramente no faltará quien señale
que los franciscanos también tocaron liras. Ni quien lo discuta;
ni tampoco se pretende desconocer o ignorar que franciscanos y
agustinos supieron aprovechar la inclinación de los michoacanos
por la música y la danza. Es muy sabido que ambas órdenes se
valieron de la danza sincretizada de Moros y Cristianos, Cristianos
y Chichimecas o Moros y Soldados para llevar a cabo sus ñnes
cristianizadores, gracias a la comparsa musical, "pompa y boato
semejante a la de las religiones prehispánicas", en las que había
gran participación general.^
Pero en cuanto a la obra musical, particularmente en el área
señalada al principio de estas notas, los antiguos ermitaños de san
Agustín no cantaron mal; ya por la insistencia notada en el oficio
de Orfeo aplicado a los servicios de la iglesia, ya por la permanen­
cia de esa tradición encontrada, previos antecedentes de músicos,
en los pueblos bajo su batuta.
No obstante, en la segunda mitad del XVIII, durante lo más
granado de la secularización de parroquias y doctrinas, la música
rebasó los límites de la ñesta o función religiosa y se metió al
trañque de las ferias. La famosa feria octubrina de san Lucas en
Zacán sería una muestra ilustrativa del oficio hacia finales de esa
épocas
Precisamente Lejarza escribiría en 1822 que los habitantes de
Zacán "son dedicados a la música y su industria es hacer mantas;
pero tienen cada año una feria en el mes de octubre, que produce

19. El archivo moreliano del conservatorio de las Rosas tiene lo suyo; pero el materia!
musical se conseguía ya elaborado. Gloria Carreño, 1979, pp. 132-134.
20. Arturo Warman, 1972, p. 92; Cari Lumholtz, 1904, II: 369.
21. /n-speccíón OcM¿ar..., p. 95.

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M lT O TE , FANDANGO Y MARIACHEROS

alguna utilidad a su débil comercio".— Noticia que el canónigo


Romero redondea en 1860: dicho pueblo "célebre por la feria que
se hace en él todos los años, tiene regular iglesia, 1,200 habitantes
y algún comercio; sus vecinos son aficionados a la música, al canto
y a la trajinería".-^
Hasta donde se sabe, Zacán, que de tiempo en tiempo mandaba
tandas de gente a las minas de Guanajuato "y otras distantes", tuvo
la primicia de las ferias en el siglo dieciochesco que luego corrie­
ron a otros pueblos de la meseta y periferia, como Peribán; y con
las ferias se produjo el derrame de grupos musicales y más movi­
miento de instrumentos y voces del templo a las plazas, del pueblo
a la iglesia, de lo alto de la sierra a la Tierra Caliente y viceversa.^
En el centro y sur de Michoacán, casi para terminar la centuria
número dieciocho, se recoge la siguiente información: danzan Mo­
ros y Soldados en los pueblos exagustinos de Taretan, Ziracuaretiro,
Zurumucapio y Tingambato, en el exfranciscano de Uruapan y en
el secular de Ario; salen músicos de Tacámbaro que van a tocar a
otras partes y en el templo del lugar tienen coro "decente y capaz"
con órgano de 800 pesos. En el caluroso Churumuco, donde sacan
del suelo diablitos de la cola, realizan la feria de la Concepción; y
en Peribán hubo un trapiche agustino que hizo posible la fundación
de una capellanía en Zirosto. '
No se procura otra cosa sino advertir, de alguna manera, la
sobrevivencia agustiniana en varios de esos lugares, claro, salvo
Uruapan y Ario. Agreguemos que en la parroquia secularizada de
Tingambato el cura se hallaba ausente, mientras en su lugar admi­
nistraba un fraile agustino o que en San Felipe de los Herreros la
gente se quedó acostumbrada a hacer, "más por afecto que devo­
ción, la función de Sr. san Agustín", cada año, el 28 de agosto,

22. Juan José Martínez de Lejarza, 1974, p. 142.


23. José Guadalupe Romero, 1972, p. 96.
24. Gonzalo Aguirre Beltran, 1952, pp. 98, 223; Archivo Histórico del Centro de Estudios
de la Revolución Mexicana "Lázaro Cárdenas", Jiquilpan, Co/. 7o.y¿ Do/oray Ggrc/zz,
leg. 10, caja 3, exp. 64.
25. OcM/n/-..., pp. 101, 103, 105, 107, 111, 151; Æ/ <%¿ypa¿o..., pp. 190, 209.

24
B ANDA S Y ORQUESTAS

animada por el prioste, mayordomo, los capitanes de moros y so)-


dados, "viejos y bailadores".^
También Zirosto andaba a tono. El ya citado Lejarza asienta en
los primeros decenios del siglo XIX que "la industria de sus habi­
tantes, también músicos, es hacer bateas pintadas y su comercio su
expendio, y poca arriería.^ Romero, a su vez, continúa: "la pobla­
ción del casco es de 1,200 habitantes que se mantienen de fabricar
bateas pintadas, de la trajinaría con hatajos y del ejercicio de músi­
cos en toda clase de instrumentos de viento".^
Por lo mismo, creemos que la filiación OSA de las bandas resul­
ta clara, desde aquellas antiguas agrupaciones de atabaleros y
trompeteros que acompañaban las danzas de Moros, las visitas
de provinciales u obispos "con tambores, pífanos y la música de
violines, clarión, tambora, guitarra, bajo y demás" o que daban el
toque a otras festividades religiosas de la Meseta Purhépecha y
confines.^
En cuanto a las mencionadas orquestas no está por demás apun­
tar otra notita de pasada. Antes de la invasión francesa, Guadalupe
Romero consigna para Charo que "las campanas y la [del
lugar] son muy buenas". Seña que, entre instrumentos de cuerdas,
nos recuerda la escuela de canto y música que los agustinos esta­
blecieron en Charo al declinar Tiripetío siendo "una de las más
célebres del obispado". Muy posible que por extensión y difusión
algo de ella quedara en estas tierras.^
Para completar el tema aludido de bandas, orquestas y grupos
de arpa no vamos a la depresión del Tepalcatepec, a donde bajaban
"bandas de músicos tarascos del interior", sino a la Tierra Caliente

26. /M ic c ió n ..., p. 106, noticia de San Felipe en Archivo de la Catedrai, Zamora (ACZ)
& C/iarapan y Anavoj <? $/?. y
1813-1819, f. 17v.
27. Martínez de Lejarza, op. c;'?., p. 142.
28. Romero, 1972, p. 96.
29. Ciudad Real, <%?. c;7., II: 81, 85; ACZ, Pínáf^Mano..., f. 15.
30. Romero, 1972, p. 54, cursivas mías. Romero encontró que los agustinos "crearon gran
número de composiciones que aún [en 1860] se conservan en ios pueblos que goberna­
ban" (j/c), aunque la cita parece copia tomada de Escobar.

25
M tTO TE, EANDANGO Y MAR!ACHEROS

del Baisas, terreno más pisado por ios citados agustinos. Era región
de minas y ganados, con población crioiia, nativa y afronegroide
que disfrutaba su feria churumuqueña en ei XVIII y la no menos
sonada de Coaguayutla en ios meses de agosto y diciembre del
XIX;"" en cuyos bailes o fandangos aparecían los grupos de arpa,
algunos después desarpados y que cambiaron de instrumentación.
Uno de tantos rastros musicales hallados sobre los agustinos
por allá se escucha en las versiones del
éste adaptado por Juan Bartolo Tavira en las postrimerías del XIX:

San Agustín Victorioso,


San Vicente y San Joaquín
hablaron de un herradero.
Les dijo San Agustín:
Mediante Dios, lo primero
tengo pensado una cosa
de hacer un buen herradero,
una fiesta primorosa.^

También sábese de la versión "michoacana", abreviada, que


publicó Alfonso Fabila en en 1933

San Agustín Victorioso


tengo pensado una cosa
mediante Dios lo primero
de hacer un buen herradero
y una fiesta primorosa.^

A tal grado la modiñcación y otros ingredientes, de llegar a


desaparecer san Agustín en una parodia para dejar sólo a los ani­
males en un relajo, conforme comunica Cástulo Benitez de la Paz:

3 !. p. 244. En !os días de feria cambiaban ganados y quesos por jabón, harina,
tabaco, etcétera.
32. Vicente T. Mendoza, 1939, p. 753.
33. p. 761.

26
B A N D A S Y ORQUESTAS

Voy a cantarles, señores,


para divertir un rato
que a un ratón entre unos guajes
se lo iba a chingar un gato [...]^

A modo de partida, quede a otras investigadoras e investigado­


res el afinar con técnicas y métodos más precisos una nueva bús­
queda; aquí únicamente se menearon bibliografías, se esculcaron
documentos de varios archivos y se hicieron algunas anotaciones.

"Cantan con destreza y tañen muy bien los instrumentos"


(Mexican Folkways)

ÁgMgfMi VárfonoM?

San Agustín victorioso,


tengo pensado una cosa,

34. San Lucas, Mich./Ciudad Altamirano, Guerrero, enero de 1980.

27
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

mediante Dios lo primero


de hacer un buen herradero
y una fiesta primorosa...

En lo más alto del viento


voy a hacer mi testamento
señores, de tal manera
para cuando yo me muera
no tengan que averiguar;
todo lo voy a arreglar
porque así debe de ser.

"Mando que todo mi haber


lo partan en tres mitades,
para que hagan caridades
como manda el catecismo.
Para todito el probismo
será la primera parte.
La segunda se reparte
entre parientes y hermanos.
Pagado fue el escribano,
delante de los testigos,
con mis sentidos cabales.
Haciendo partes iguales
y con toda precaución,
para todos mis amigos
es la última donación".
El mundo está satisfecho
de todo mi capital.
Ya vieron todos mis muebles,
los que ya acabo de herrar.
¡Adiós, lindas jovencitas,
cantando les doy el fin,
socorran con un traguito
al que cantó el san Agustín.

Versión publicada por Alfonso Fabila en el t/THvers#/


1933.

28
UJ
o

M lT O TE , FANDANGO Y MARIACHEROS
Y la banda toca y toca. (Special Collections. Charles E. Young Library, UCLA)
PEQUEÑOS ZARPAZOS
AL ARPA GRANDE

Pues bien, no se requiere mucho artificio para hacer válido tal


intento. Sólo se han de arañar textos que, sin la mínima noción de
tarantela musical, quizás tiren a simples tanteos de que aún

suena el arpa vieja,


suena el guitarrón,
el violín se queja,
lo mismo que yo

Queja en cuanto a que se privilegien más los límites políticos pa­


ra abordar el estudio de rasgos culturales por encima de los linderos
histórico-sociales de las regiones más apegadas a una determina­
da tradición. Pongamos por caso ahora, instrumentos de cuerda en
los Bajíos de Zamora o de Morelia, en la región del Balsas lindan­
do con Guerrero, la del arpa grande en la cuenca del Tepalcatepec
que comparte territorio michoacano y parte de los vecinos estados
de Jalisco y Colima; para dichos casos, las costumbres comunes de
allí mismo. Con todo, intentamos un rasgueo espacio temporal que
-como ya se mencionó- parecerá más bien zarpazo al tema.
Sin embargo, quede claro que dicho zarpazo no va más allá del
siglo XIX para acá; éste podría documentarse a lo largo y ancho del
país, pero -a falta de virtuosismo- la atención estará puesta en una
pequeña geografía cultural. Sírvanos entonces el testimonio que,
sobre todo, brindan viajeros extranjeros y escritores nacionales. Un
viajero inglés en 1826 advertía que los campesinos -a diferencia
de los urbanos catrines- tendían más a los festejos, a los fandangos,

31
M tTO T F, FANDANGO Y MAR!ACHEROS

y frecuentemente bailaban durante toda la noche amenizados por


"pequeñas guitarras, violines y arpas de su propia manufactura".*
Otros personajes no quedaban a la zaga en la danza: los arrieros de
las distintas regiones del país quienes en mesones o plazas, "en
fraternal consorcio, echarían sus albures y al son de la guitarra o al
tamborear del arpa, lanzarían a los aires sus hermosas canciones".-
En la cuenca del Cutzamala y el Balsas, en el siglo pasado, en
plena intervención francesa, Vicente Riva Palacio invitaba a un
fandango en el palenque: un músico con arpa y otros con vihuelas
preludiando alegres malagueñas/ mientras su ahijado, Eduardo Ruiz,
se agasajaba en una boda, en la cual sobresalía el arpa grande
como alma de la fiesta/ Bien podría remontarse la VánñáM
Montañas de Ignacio Manuel Altamirano; en ella, Altamirano traía
su natal Tixtla a la memoria "[...] los alegrísimos sones populares
con que los tañedores de arpas, de mandolinas y de ñautas, saluda­
ban el nacimiento del Salvador"/ Como una mención aparte mere­
cen los versos del tixtlense a propósito de "El Atoyac" dedicado a
Vicente Riva Palacio

Mas de repente, blandos empiezan los bordones


Del arpa de la costa con incitante son,
A preludiar distantes la ñor de las canciones,
La dulce que alegra el corazón.
Entonces, de los ÆarnaA la turba placentera
En pos del arpa el bosque comienza a recorrer,
Y todo en breve es ñesta y danza en tu ribera,
Y todo amor y cantos y risas y placer/

1. Lyon, 1984, p. 261.


2. S. Ortiz Vidales, 1929, p. 62.
3. V. Riva Palacio, 1930,1: 79-80.
4. E. Ruiz, 1923.
5. I. M. Altamirano, 1963.
6. Æ7 México, 1869, I: 395-396.

32
PEQUEÑOS ZARPAZOS AL ARPA GRANDE

En ñn, para pisar otro suelo, pondremos una anotación en Zamora


y seguir dos músicas de cuerda ambulantes que durante las ñestas
patrias de 1870 recorrían las calles de la ciudad; otra nota en la
capital del estado, en ese año citado, alude el disfrute de "esas
músicas populares que tanto alegran con el arpa y la jarana, cuyos
jarabes convidaban a zapatear un rato" 7 Por su parte, el moreliano
Mariano de Jesús Torres, el Pingo, asienta en su Diccionario por
entregas que antes de 1905 el arpa era "un instrumento muy acos­
tumbrado en las músicas de cuerda para bailes". Noticias periodís­
ticas de la época confirman los hechos.
Sin embargo, tal instrumento no escapó a la mudanza de gustos.
Torres señalaba que de tiempo atrás se iba eliminando el arpa y
"sus sonidos armoniosos" a cambio de los bandolones que -según
el Pingo-, no producían "el mismo efecto de excitar la alegría".
Igualmente reñere la ventura de un solista ciego en dicha ciudad.
Asegura existió hace muchos años y pulsaba "una grande arpa de
dos órdenes"; le contrataban para que tocara en el templo de las
Monjas Catarinas y también en algunos altares de Dolores. "No se
le veía tocar en los fandangos, tan sólo en los templos".^
Total que, sacra o profanamente, se continúa en el propósito de
ir tras del arpa por valles, balcones, sierras y costa. La feria o ñesta
de Acuitzio en 1876 daría motivo, pie; el Pingo Torres describe en
ella:

varias músicas de guitarras blancas hacen oír jarabes y sones a cuyo


compás bailan en los puestos y en las cantinas los pintos [de Tierra
Caliente], los rancheros y los indígenas.^

Otro tanto acontecía con esa música de cuerdas para entrete­


ner la estancia de forasteros, traficantes, jugadores, licoristas en la
feria de Parangaricutiro hacia finales del cuantitativo siglo décimo-

7. AMZ, Gobernación, 1870, exp. 1, E/ Morelia, 7 noviembre, 1870.


8. M. J. Torres, 1 9 0 5 ,1.
9. M. J. Torres, 1876.

33
M ITOTE, FANDANGO Y MARIACHEROS

nónico, según relata el viajero Carl Lumholtz a su paso por tierra


purépecha.*o
Más tarde y adelante, en el balcón centro sur del estado, José
Rubén Romero, a la sazón hijo del prefecto de Ario en 1905, evocó
en sus que en una de las calles del pueblo

tocaban el arpa grande de Tierra Caliente, que yo me detenía a escu­


char con esa devoción que todos los mexicanos sentimos por la músi­
ca del campo. Encantábame oír el acento quejumbroso de las valonas,
los corridos vivaces acompañados por el típico tamboreo o los sones
traviesos sazonados con la sal de una doble intención

Mi caballo se cansó;
cortaré una vara,
como anoche no cenó
cada rato se me para. ' *

Anteriormente, el lugareño Romero había escrito (consignado


en Carabinas de Palo, 1930) que en el Parían, "el arpa ventruda
de Tierra Caliente, con la quejumbre de sus cuerdas, formaba un
marco de la canción del valonero".^ Asimismo, mucho tiempo
después, en (2 recordaría que en Ario de
Rosales "enseñóse a tamborear el arpa grande".^
Y no era todo. El autor de los acompañando a su padre
en el viaje de supervisión por el distrito, en senda a la costa, cuenta
que antes de llegar al Carrizal de Arteaga subieron "la cañada
portentosa, de tan apretada vegetación, que forma un toldo inacce­
sible a los rayos del sol", y agrega que a la entrada salían gentes a
recibirlos

10. C. Lumholtz, 1904.


11. J. R. Romero, 1960, pp. 45-46.
12. A. Ochoa Serrano, 1990, p. 69.
13. J. R. Romero, 1960, p. 544.

34
PEQUEÑOS ZARPAZOS AL ARPA GRANDE

y de trecho en trecho, tiraban cohetes anunciando a otros grupos nues­


tra llegada. Una música de cuerda se nos unió, dándose tal maña, que
cabalgando no dejaban de tocar, lo mismo el violín que los bajos.

Ya en el pueblo hubo recibimiento con "repiques de campanas.


Lazos de papel de china en las puertas. En la plaza, el alegre
manac/n y en todas partes gentes muy campechanas y muy bue­
nas".^
En 1908, a la sazón creado el distrito de Salazar, el prefecto
Carlos Alien rendía cuenta al gobernador del estado desde el Carrizal
de Arteaga. Informaba sobre asuntos administrativos así como del
carácter y costumbres de la gente. En cuanto a las diversiones de la
población costeña señala

se concretan exclusivamente al fandango, que consiste en tamborear el


arpa y bailar encima de un cajón invertido: los sones peculiares son
C/iac/ia/aca, GaviYanc/Z/a y varios otros [...]^

En la misma zona, Alfredo Ibarra Jr. reñere un pormenor más a


lo dicho por el prefecto Alien

La gente se alegra cuando dos individuos, especie de troveros, impro­


visan coplas sobre temas propuestos en gallarda competencia de lite­
ratura campirana o cuando un bailador deja las tablas para sentarse en
cuclillas y fam&prear arpa llevando con las manos que golpean la
base del instrumento, un ritmo adornado que armoniza maravillosa­
mente con las melodías que hila la suave voz del arpa.^

Mas requiérese detenimiento para ver y oír un cuadro en el


extremo noroeste, en la Ciénega de Chapala. A Sahuayo, el lar
nativo del artista Luis Sahagún Cortés, arriban las arpas de lugares

14. p. 53.
15. p. 54.
16. C. Alien, 1908, /n/b/7?i2.
17. A. Ibarra Jr.,s.f.

35
M ITOTE, FANDANGO Y MARIACHEROS

ignorados. Son cuartetos formados por arpa, guitarrón, violín y


guitarra. Sobresale el arpa... De allí el nombre que los paisanos
prestan al conjunto.

Así se ve Ilegal' al primer grupo de arperos hasta la plaza. Vienen


como siempre, con grandes sombreros de petate o de palma, paliacate
anudado al cuello, camisa y calzón de manta y ceñidor nuevecito a la
cintura [...]
En cuanto llegan a la plaza, la noticia vuela. De la cantina del por­
tal sale un hombre con cara como de sol.
-¡Esos del arpa, vengan pa'cá!
Tocan dos o tres piezas en la cantina y luego el hombre, de seguro
satisfecho de la actuación de los filarmónicos, pide al cantinero dos
botellas de a cuartillo y medio de mezcal de Quitupán.
-¡Vámonos! Ordena lacónicamente y toma la delantera. En pos de
él va el conjunto por calles y calles [...] Se pasea por todo el pueblo,
para que lo vean. Mañana serán los sufrimientos, pero hoy por hoy,
él es él.
Y siguen llegando ¡as arpas y siguen acercándose las grandes fies­
tas que coinciden con las cosechas de maíz y de frijol.

Como sea, la actuación de los arperos se daba entre multitudes,


en ambientes festivos de pueblos, ranchos y rancherías. Sucedía en
Coalcomán, en la plaza de abajo, donde un parroquiano entonado,
a medios chiles, tamborilea el arpa mientras los rancheros de
Maruata hacen bailar sus caballos. También surgían en medio de
las tareas agrícolas en las haciendas de Tierra Caliente, cuando en
vez de buscar descanso, los peones

se dirigían al arpa a cantar, bailar y reanudar la borrachera que habían


interrumpido durante el día, recostándose solamente un par de horas
antes de comenzar, a las cuatro de la mañana del otro día, igual traba­
jo que el anterior, sin demostrar cansancio ni aburrimiento.^

18. J. Gudiño Villanueva, 1975, pp. 124-125.


19. L. Pallares Carrasquedo, 1976, pp. 16-17; E. Cusí, 1969, p. 199.

36
PEQUEÑOS ZARPAZOS AL ARPA GRANDE

Se perdían los arpegios del arpa a través de los planes, resonaba


en barrancas y desfiladeros. Aun en medio de la revolufia, los
filarmónicos aligeraban la vida de las tropas rusticas en tránsito
por Cruz de Caminos, Tacámbaro, San Antonio de las Huertas...

Dos días, tres días de canto y tamboreo que, al fin, los músicos eran
de casa y no había por qué enseñarles la puerta
-'Ora, échenme C/iac/ia/acá, Æ7 C a rrero , Æ7 C/iMpzn.
Las voces roncas, quebradas y tristes no paraban de cantar.
En torno del arpa iban y venían los soldados y las mujeres de los
ranchos vecinos, con sus enaguas amponas como el vuelo de una cam­
pana.^

Tras la aguda calma, pasada la grave tormenta, cabe resaltar la


tarea colectiva de varios interesados en recoger las manifestaciones
de la tradición arpera. Como Higinio Vázquez Santanna desde 1920,
o la brevísima de R. Saavedra en 1925, de visita rápida en tierra de
tarascos. En cambio, destaca, en ese año 25, la tarea del folclorista
Francisco Domínguez en el campo, quien para efectos de estudio
tomó los límites políticos y partió el área michoacana en tres pie­
zas: serrana (región montañosa), lacustre (región del lago de
Pátzcuaro) y abajeña (Tierra Caliente)". En ésta, camino abajo,
Domínguez apuntó:

El "Arpa Grande" es la agrupación musical más importante y típi­


ca de Michoacán. Se compone de un violinero, un arpero, un guitarrero,
un tamboreador y dos cantadores. Existen varias agrupaciones de esta
índole, diseminadas en pueblos y rancherías de Tierra Caliente. Son
muy solicitados para toda clase de festejos. En una "parranda" duran
tocando sin descansar, hasta una semana.
Esta música, de autores anónimos en su mayoría, no ha sido escri­
ta; pasa de padres a hijos por tradición. Está inspirada en tipos (el

20. J. R. Romero, 1960, p. 335. En la fiesta de la santa cruz en San Antonio de las
Huertas, Felipe E. Calvillo contaba de "las músicas del país, en las que figuraba la
armoniosa arpa grande junto a las lúgubres quiringuas"; J. Romero Flores, 1938,
p. 320.

37
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

arriero, el pasajero, la india, el caporal) y animales (el huaco, las


calandrias, la vaquilla, la iguana, etcétera) 3'

Y ya puestos en el camino, andamos; desde el mirador de


Uruapan se podría recalcar la visión de la viajera Marian Storm.

El arpa grande se considera propio de la Tierra Caliente michoacana,


aun cuan vasto y vago sea el término Tierra Caliente. Para ejecutar los
"sones michoacanos" el conjunto de arpa grande se integra por lo
general con un violinista, arpero, guitarrista y tamboreador, con dos
cantadores; pero el que a veces sube a Uruapan no pasa del arpero con
un cargador que le ayuda a llevar el instrumento, un niño que tambo­
rea a dos manos, vigorosamente, la caja de resonancia, quien hace
falsete y lleva el ritmo. Se colocan en una esquina de la plaza y ahí
tocan canciones y sones "abajeños" mientras no dejen de aventarles
"centavitos".
En años pasados, los conjuntos de arpa grande lucían mejores y a
veces se les unían cuatro o cinco "rancheritos" vestidos de charro,
para cantar o tamborear el arpa, la cual, como afirma [Rubén M.]
Campos, "es una orquesta en sí misma". Éste agrega además que la
tradición del arpa grande se ha mantenido en la Tierra Caliente de
Michoacán y Jalisco, y es cierto."^

Ciertamente las últimas palabras nos conducen, sin lugar a du­


das, a retomar la transición del mariache, a partir del grupo de
arpa, puntualmente en el paso decisivo del pueblo al público, del
campo a la ciudad. En eso estaban cuando, justo hacia 1933, el
candidato Cárdenas apareció. Necesitaba ayuda en su campaña,
requería de una música que hiciera llegar su mensaje político y
nacionalista a las masas trabajadoras y campesinas. En el mariache
de Jalmich -orquesta rústica de cuerda sin percusiones- encontró

21. F. Domínguez, 1925; Vicente T. Mendoza dedicaría tiempo a la recolección lírica; al


igual que Alfonso del Río, un ilustre chavindeño avecindado en el Defe. Chavinda,
famoso por el comercio de reatas, no lo era menos por sus arrieros y músicos populares.
22. M. Storm, 1945, trad. Álvaro Ochoa Serrano.

38
PEQUEÑOS ZARPAZOS AL ARPA GRANDE

]a solución. En Jiquilpan, la comitiva echó mano de mariacheros,


de cinco músicos, dos violines, guitarra de golpe, guitarrón y "la
indispensable y estorbosa arpa".^
¿Qué pasó luego con el arpa grande?, cabría preguntar. Ya Juan
de Dios Bojórquez, miembro de la comitiva cardenista, insinúo
claramente: estorbaba. Ahora, gracias a los medios de comunica­
ción y de transporte, parece resurgir de la zona cálida para tomar
otros aires. El traje ajustado de charro en Tierra Caliente iría contra
natura. Sin embargo, el mercado pide desaforadamente disfrazar de
espectáculo la tradición popular. Quizás más que la formalidad
cuente las notas del arpa y el ritmo del son. Al menos ya se anun­
cia el Mariachi de Julio Martínez y su arpa.-** ¿Sonará de nuevo el
son?
Terminado el recorrido, en ruta a los centros rectores conven­
dría un recuento. A simple vista es notoria la tradición del arpa
grande. Tenía presencia mayor en la antigüedad; actualmente me­
nor y casi reducida al plan de Apatzingán, la costa-sierra y vecin­
dades. Aun así, es factible hablar de bastión vivo, pero no de
reducto difunto; punto de partida para volar a Redwood City,
California, por ejemplo. Además, globalización no implica forzo­
samente homogeneidad. Es una buena oportunidad de y para resal­
tar particularidades, mientras haya quien entregue y quien reciba
los bártulos de la tradición.
Eso, sí. Que coman los músicos, se mantengan sus fuentes de
empleo; se despierte el interés en el teleauditorio y radioescuchas
por el son planeco, la valona, el corrido, la canción, mediante
buenos oficios, y el arpa seguramente volverá por sus antiguos
fueros. Sólo falta una mejor nota, un buen tono de política moder­
na, por parte de las instituciones promotoras, alentadoras de la
cultura popular.

23. J. D. Bojórquez, 1933.


24. La Voz ^ Már/ioacan, Morelia, 5 abril, 1985.

39
M lT O TE , FANDANGO Y MARIACHEROS

ECOS DE SONES TEPEQUENSES*

Manan Storm

Cuando el grupo de Santiago [Carrión] baja de San Lorenzo [a


Uruapan], él con su violín de mil batallas, su hermano Antonio,
grandote, con el contrabajo o tololochi y Valerio, el maestro chelista
que a veces trae clarinete, nos interpretan sobre todo sones.
Los sones tarascos son de dos tipos: los alegres, inspirados en
animales, pájaros y peces; y los de música triste, los que llevan
impresiones personales del compositor sobre flores y mujeres. Tres
ejemplos del primero son F/ GáPiYo, F/ y óaFampnfPó';
del segundo: F/pr ^ C<3np/<3, F/pr ¿/p C/iímgMMgá.
El "son tarasco" es famoso, pero hasta donde sabemos nunca se
le ha precisado y deñnido correctamente. Un son no siempre se
canta. Según Santiago, hay mucho más sin letra que con letra. Un
son no siempre tiene que bailarse; como algunos de los que toca
Santiago. Un son de él no es ni "canción" ni "jarabe". Pero no falta
el son que sea "bailable", como el abajeño (música de la Tierra
Caliente o de la costa). Un abajeño es muy alegre y contagioso. Y
mientras los típicos sones tarascos pertenecen a la sierra y al lago,
hay, además, sones de la Tierra Caliente michoacana.
"Los abajeños, dice Santiago, son sones compuestos en la sierra
a semejanza de los de Tierra Caliente, que se tocan con arpa gran­
de". Tal vez eso explique porque no he podido definir lo que es un
"son". Desde luego que un buen músico, escuchando ejemplos de
todas las clases, podría hacerlo.
Es necesario entonces tomar con más tiento las opiniones aun
de aquellos que son admiradores de tal música. Por ejemplo, mu­
chos dirán que JMém CpF>r<3&) es un abajeño puro, pero éste, alegre
y timbrado, que se baila en tarima, procede realmente de Jalisco.

* Fragmento de E/T/'oymg México, s.i., i 945, traducción y notas, salvo indica­


ción, de A. O. Atendiendo a la demarcación que hace Gonzalo Aguirre Beltrán de la
cuenca del Tepalcatepec, 1952, fro&/(?;?7<r/.y de /a Pod/ac/dn //7d;geM<3.

40
PEQUEÑOS ZARPAZOS AL ARPA GRANDE

(aunque et personaje diga que es de Michoacán),' y según los de la


orquesta de Santiago no debería considerársele como "terra-
calenteño".
Tres sones antiguos y auténticos son Eíor <E? CíMME?, (que
significa "Aquí" en michoacano (^¿c) y GmpEí (el pa­
ñuelo blanco, título mitad español, mitad tarasco). Tres de los más
populares podrían ser En Cnmíno, Æ7 AEEáfó), E/ Bnrro. Y
tres abajeños típicos serían E¿? E/ y E/
E/ Gn//Eo es un son alegre de Paracho. La dulce y suave DaEñ
la Dalia, es una "canción" [pirecua] de Ichan, uno de los
once pueblos de La Cañada. C/zncEn es una canción ro­
mántica y apasionada de Cherán. El son tan dispara­
tado y alegre, compuesto magistralmente, trata de un pajarito inso­
lente y atrevido que salta por el pueblo de pared en pared.
Tengo la letra de esos cuatro tesoros tan preciados, gracias a
Santiago, "Cariños", Enrique y Sergio, —con Sergio se hizo casi
todo. Silviano [Rodríguez] ha pintado las acuarelas que ilustran el
y una canción de amor (una rareza) que empieza: Ya
te he dicho que al agua no bajes y si bajas que no sea tan tarde [...]"
Para abundar, tomaré algunas referencias sobre el tema de auto­
res mexicanos. Mendieta en Eo^ simplemente explica
que sones y "cantos" son distintos. Mientras el Dr. Atl afirma, los
sones son para bailar, como el jarabe tapatío". En la nota a los
conciertos de Chávez se cita: "la música del huapango (un baile
festivo de Veracruz) se llama SON". Además: "el género caracterís­
tico del mariachi (grupo musical al que después me referiré) es el
son", que se canta y se baila. Y "prácticamente toda la música
incluida bajo el término general de son muestra un origen espa­
ñol". (Pero si el son es característico del mariachi, representativo,
entre otros, de Jalisco, entonces ¿cómo puede describirse también
la música del huapango veracruzano como son?).

1. Composición fuereña "que pegó", José Zavaía Paz, 1953.

41
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Así, el viejo diccionario nos ofrece una lista de variantes acerca


de las deñniciones de son como "una canción que se baila", proba­
blemente tal como sea en España, aunque no siempre en Michoacán.
En Æ7 y /a ÆMàfca Max/cana, Campos advierte que los
sones generalmente se adaptan para doble bajo, violín, clarinete o
cello "por compositores que nada saben de escritura para cuartetos
y nunca estudiaron armonía ni contrapunto, ni han escuchado mú­
sica de cámara ni las formas clásicas, y no conocen las normas de
composición".^
Estoy segura de que sones y abajeños no son lo mismo, aunque
Campos escriba: "los sones abajeños se ejecutan en arpa grande
[...] los sones abajeños necesitan transcribirlos para dos pianos a
ñn de conservar el movimiento rítmico [de tres cuartos contra dos
cuartos y seis octavos con acordes y arpegiatura] del arpa grande".^
Mientras que, en su N ipona ^ /a Ma-nca M^/ícaaa, el doctor
Miguel Galindo dice: "los sones son una expresión mestiza y per­
tenecen a la época colonial, así como las canciones rancheras.
Éstas también nacieron en los ranchos y pueblitos, al ñnal del siglo
XVI. Los sones bailables son de la costa del Pacífico"^ ¡Tal afir­
mación pondría en duda la tradición de la sierra michoacana!
Igualmente sucede con los jarabes. "El jarabe, continúa el doc­
tor Galindo, es una variante del son. Quizás su origen fue la segui­
dilla española". En tanto, en la nota para el concierto de Chávez
leemos: "El jarabe y el huapango probablemente vinieron de Es­
paña".^ Campos escribe en Æ7 y /a Miísfcá Maxícana:
"Hay dos denominaciones aceptadas: el Jarabe tapatío y el Jarabe
moreliano".6
Nunca he escuchado jarabes cantados. Uno que acostumbraban
tocar en Uruapan se llamaba Afanm&a de fuerte percusión y

2. Rubén M. Campos, 1928, pp. 86-87.


3.
4. Miguel Galindo, 1933, pp. 254-255.
5. Muj/c, notes by Herbert Weinstock for concerts arranged by Carlos
Chavez as part o f the exhibition, Twenty Centuries of MEXICAN ART, The Museum
of Modem Art, New York, mayo, 1940.
6. R. M., Campos, 1928, p. 84.

42
PEQUEÑOS ZARPAZOS AL ARPA GRANDE

timbre [...] Los ejecutantes me dijeron, -"Éste es de la tierra ca­


liente, donde lo bailan en tarima". A propósito, la marimba es un
instrumento extraño en Michoacán. Llegó de África del norte a
América a través de Chiapas, y es aún muy popular en el Istmo de
Tehuantepec.
Yo diría que el jarabe es un baile de pareja: el varón con pres­
tancia, gallardamente viril y elegantemente agresivo; ella recatada,
esquiva y delicada. El "zapateado" se baila al estilo fap íap, a ve­
ces en tarima para acompañar el ritmo del son.
Según los autores citados, los conjuntos que interpretan tal mú­
sica son el Mariachi y el Arpa Grande, pero Santiago y sus acom­
pañantes nunca se denominan de otra manera que no sea el de
"músicos".
Claro que ahora el Mariachi es "personalmente" muy conocido
en los Estados Unidos, y también en muchas partes por la radio. El
doctor Galindo lo describe como "una orquesta campesina", más
sencilla que la orquesta común. En las referidas notas de Chávez se
define así: nombre dado a un conjunto instrumental que se localiza
principalmente en Jalisco. Consta de dos violines, guitarra, guita­
rrón y arpa de cinco octavos (o clarinete y trompeta). La música
característica del Mariachi es el son. Los músicos cantan y bailan,
moviendo los pies y las piernas, sin mover la cabeza.
Pero yo nunca he visto que los mariachis bailen mientras cantan
y tocan7
El arpa grande se considera propia de la Tierra Caliente mi-
choacana, aun cuan vasto y vago sea el término "Tierra Caliente .
Para ejecutar los "sones michoacanos" el conjunto de arpa grande
se integra por lo general con un violinista, arpero, guitarrista y
tamboreador, con dos cantadores; pero el que a veces sube a Uruapan
no pasa del arpero con un cargador que le ayuda a llevar el instru­
mento, y un niño que tamborea a dos manos, duro y vigorosamen-

7. Influenciados por ia cumbia y el estilo de banda, ahora lo hacen.

43
M tTO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

te, la caja de resonancia, quien grita y lleva el ritmo. Se colocan en


un rincón de la plaza y tocan canciones y sones "abajeños" mien­
tras les echen "centavitos".
En años pasados, los conjuntos de arpa grande lucían mejores y
a veces se les pegaban cuatro o cinco "rancheritos", vestidos de
charro, para cantar o tamborear el arpa, la que, como afirma Cam­
pos, "es una orquesta en sí misma". Agrega, además, que la tradi­
ción del arpa grande se ha mantenido en la Tierra Caliente de
Michoacán y Jalisco, y es cierto. Nos gusta mucho. Por eso sali­
mos raudos, veloces y contentos cuando vemos llegar a Uruapan
un grupo de ellos.
Paracho, pueblo de la sierra que eligieron fray Juan de San
Miguel y el obispo Quiroga para ser el centro manufacturero de
instrumentos musicales en Michoacán, aún exporta violines y gui­
tarras; mas debo decir que Santiago y sus músicos prefieren violi­
nes de almacén, aun los más baratos. Antes Paracho producía arpas
también, en los días dorados de la música en Michoacán.
¿Cuándo fue esa época? En los años sesenta del siglo pasado,
un genio musical errante, don Jesús Valerio Sosa, paró en Paracho
y se quedó para enseñar y componer música. Rubén M. Campos en
la introducción de los álbumes Ai'ray Je /a 57erra Je Mic/ioacan y
óonecJo^ de Sosa, escribe:

Hacia 1866 fue la edad de oro de la música serrana de Paracho. La


gente tenía una colección completa de sones y canciones para las
fiestas a lo largo del año -para las de los santos patronos, levanta­
mientos en Navidad, bautizos y bodas. Las mejores canciones y sones
de la sierra se compusieron en Paracho en ese tiempo. Algunas eran
"canciones charaperas", cantadas mientras se tomaba charape, una
bebida favorita de Michoacán.

En el Diccionario Tarasco de Gilberti, cAarapi se deñne como


"vino de miel", pero en la actualidad [1940] se elabora principal­
mente con tres ingredientes de la colonia: piña, originaria de Bra­
sil, muy común cerca de Cuernavaca en los tiempos de Ponce
[1585], azúcar morena y canela.

44
PEQUEÑOS ZARPAZOS AL ARPA GRANDE

Bebida y baile iban juntos en el Michoacán antiguo, como ya he


citado de la en las fiestas mezclaban cacalote [maíz tos­
tado] con miel; se emborrachaban y bailaban la P a ra c a s Vazanga.
Los sones isleños procedían de las islas del lago de Pátzcuaro. La
música michoacana es de tres variedades: de la sierra, del lago y de
la Tierra Caliente, o sea, serrana, lacustre y abajeña. Y cada región
le imprime sus propias características de melodía, ritmo e instru­
mentación.
[Rubén M. Campos] dice: "Aristeo Martínez y Jesús Valerio
Sosa eran compositores nativos de Michoacán. En 1865 produjeron
El /a que es la colección más antigua,
variada, original e ingeniosa de la sierra".
Aparte de componer sones originales, los maestros [Martínez y
Valerio] hacían nuevos arreglos a viejas formas de "danzas". For­
mas o estilos más indígenas que españolas, muy conocidas aquí: el
alabado (religioso), el corrido o bola (humorísticas de alusivo tono
político) y las Pastorelas en tiempo de Navidad. Los cantos breves,
los misterios a Dios, como "primaveras" en flor en una huerta,
durante su prolongado esplendor en Paracho, se adaptaban muy
bien a las antiguas ceremonias de matrimonio,
Nadie que haya vivido en Uruapan puede olvidar la música ni
los rayos de luna a través de las sedosas hojas de los platanares en
las huertas de La Magdalena. Los músicos de la sierra acuden allí,
cuando vienen, aunque les paguen más, allá en el centro. De todas
maneras, los sones tarascos no se oyen igual adentro de las casas.
Recuerdo muy bien una noche en el patio de la casa de Sergio,
entre cafetales y platanares, cuando el violinista y un guitarrista
tocaron debajo de la guía de chayóte [...] Entonaron ¡Qué
&i!, una canción dramática de los desiertos norteños, acerca de un
vaquero que cree se engaña a sí mismo y se ríe cuando la gente le
dice que está embrujado. "Una peineta de oro para mi güera y
también "para mi prieta". Y otra "¡de una bella enloquecedora!
¡Oh, si solamente se muriera, entonces ya no me molestaría! . La
monótona canción de "¡Ay, sí, sí! ¡Ay, no, no!" que termina tan
enfadosa que hasta el cantante olvida porque estaba diciendo sí o

45
MiTOTH. FANDANGO Y MARtACHFHOS

no, y que de todas maneras a nadie le importa. Y la confesión


placentera al modo del famoso "catálogo" del don Juan: "En el
amor soy como la chuparrosa, ando de flor en ñor, y no podría
decirles, después de todo, cual sea la más hermosa".
Luego, en el patio, el de la guitarra bailó jarabes, solo, como si
cortejara a una coqueta imaginaria, mientras tocaba el violinista.
Después todos bailamos, cada quién por su lado, muy contentos.
Para romper el hielo en una fiesta concurrida, siempre pedimos
a los músicos que toquen Todos disfrutamos de
esta vieja ronda familiar, como niños, tal como lo hacemos [en
Estados Unidos] con pero cansa a los músicos y por
eso ellos no hacen caso a una segunda o tercera petición.
es muy divertido. Todos en rueda tararean "¡qué
bonito panadero que ha salido aquí a bailar!" y uno de la ñla se
coloca en medio. Él, como es sabido, busca "una bonita panadera"
que le ayude a hacer el pan, sonriendo la saca de la rueda y bailan
juntos un ratito. Después ella baila sola y busca a otro compañero
que le ayude a trabajar; por supuesto que uno nunca sabe a quien
se escogerá, y así sigue. Muy bonito.
Ocasionalmente oí sólo una vez, y siempre la recordaría, una
canción que nunca he logrado que los músicos toquen de nuevo.
Así se me ha escapado Æ7 un abajeño que va así:

Es un burro consentido;
Come pan y chocolate...

y no hay nada como la "personificación" que hace Santiago del


"son serrano del burro".
Muchas de las danzas más populares de Michoacán son casi de
origen español, tales como la de la Pluma, que se baila con motivo
de la ñesta de la Virgen de la Salud de Pátzcuaro; la de Moros y
Cristianos, el día de la Santa Cruz en Uruapan, la de caballeros con
espuelas.

46
PEQUEÑOS ZARPAZOS AL ARPA GRANDE

47
M ITOTE, FANDANGO Y MARIACHEROS

48
VALONAS Y MALAGUEÑAS
DE ABAJO A TIERRA ADENTRO

Para entrar en materia, vamos a empezar en la hondonada del río


Balsas, más o menos a trescientos metros sobre el nivel del mar, a
la altura del Océano Pacíñco, en una depresión arrejolada por los
paredones montañosos de la Sierra Madre del Sur. La misma situa­
ción geográfica de la hoya plana que hace el Tepalcatepec, añuente
del mentado Balsas, vale; a ella bajaremos también envueltos en
este asunto. Al recorrido daremos una fecha de principio, fines del
siglo XVI, el de la conquista.
Ambos lugares recónditos, a los que después de la conquista
española no iban tan fácilmente gentes de tierra adentro o de tierra
fría; ni de los que procuraban salir los habituados a la Tierra Ca­
liente porque "se destemplaban". Sin embargo, las exigencias del
adelanto económico en la nueva colonia, las tareas de evangeliza-
ción cristiana y de control gubernativo vencieron tales destemplan­
zas. De esa manera, los agustinos llegaron hasta Tlapa, Chilapa
primero; a Huetamo y Pungarabato después, vía Tacámbaro, con
su cruz e inñuencia musical. Además el arriero, un personaje im­
portante en dicho desarrollo, jugaría un papel estelar como agente
viajero, transmisor de letras y tonadas -aparte de cargar las mer­
cancías- de un lado para otro, ya trajinando del Bajío a las tierras
calientes o bajas del Balsas-Tepalcatepec, ya de éstas al centro de
México.
En otra línea, el soldado provincial novohispano del siglo XVIII
o el de la época nacional independiente del XIX tampoco se quedó
a la zaga, en la retaguardia en cuanto a llevar y entonar canciones.

49
M ITOTE, FANDANGO Y MARtACHEROS

Qué decir de ias cárceles, centros de estancia y permanencia no


preciso decir que voluntaria, pero focos de inspiración y pulsación
de lira para sus habitantes.
Una aclaración se impone antes de continuar adelante. No es
ninguna novedad referir que en las cercanías del Balsas y Cutzamala
-entre Guerrero, Michoacán y estado de México- se acostumbran
todavía tocar algunos sones sin letra con tamborita, guitarra y vio­
lín, como no lo será el que estas letras sean sin son ni ton en tomo
a las fuentes de la llamada lírica popular.
Advertidos, remontaremos temporalmente a la centuria XVIII
novohispana, relajada y oprimida para llegar también al Bajío de
arriba, en suelo de Guanajuato, ahí donde entrecruzan varios cami­
nos reales; localizado en el Obispado de Michoacán, ostentábase
un granero de primera, valiosa veta minera y de variedad artesanal
con sus luces ilustradas y oscuridades populares. De tal suerte no
extrañará encontrar una pista decimal.
En el Antiguo Archivo del Obispado de Michoacán (hoy "Ma­
nuel Castañeda Ramírez" ubicado en la Casa Museo de Morelos en
Morelia) existen varios legajos que integran el pequeño ramo de
Inquisición (porque a veces el brazo poderoso de la Iglesia inquiri­
ría asuntos de fe por diferentes modos entre su rebaño). En uno de
esos legajos se halla el expediente formado a Pablo Joseph Loza
"por haber cantado y proferido coplas y dichos heréticos"; proceso
iniciado en León en 1768 y que, seguido hasta 1771, nos remite a
los detalles del juicio.
Según indicios, todo el relajo comenzó en el nombrado Truco,
antecedente del billar, de la calle de Vanegas en la ciudad de
México, sitio en donde un muchacho como de catorce años cantó
esta copla:

Nadie se valga de Dios,


Dios no es bueno para nada,
quien se valiera de Dios
su alma será condenada

50
VALO NAS Y MALAGUEÑAS

misma que le había enseñado antes en la calle "un payo de la villa


de León", quien tras la averiguación previa resultó no ser otro sino
Pablo José Loza.
Uno de los escuchas, un tal Ramón Venavides, ni tardo buscó a
Loza y le hizo ver a éste que la copla era a todas luces herética.
Loza, le dijo "que otras peores tenía en un Cuadernillo". Recon­
viniendo el escucha de qué Dios hablaba en la copla, "le preguntó
el Paio: quántos Dioses hay", y contestó Venavides "que un solo
Dios verdadero"; entonces dijo Loza, "pues ése metiéndolo a la
jácara".
El escandaloso asunto llegó pronto a oídos de la Inquisición y
Loza llamado a rendir cuentas. En su primera comparecencia, éste
declaró no haberla cantado, sino que conversando con dos mance­
bos que corrían por el Truco comenzaron a hablar de versos y
coplas y le pidieron les dijera unos de los que supiera, "que los
querían aprender", y como botón de muestra les soltó este:

Azote, mordaza y freno


tiene nuestra Santa Fe,
para el que dixere, que
renegar de Dios es bueno.

El ejemplo iba con todo y su "trovo en décimas", o sea, des­


glosado en una cuarentena de versos. Habiendo acabado de decirlo,
relató el inquirido por la Inquisición, les platicó a sus primeros
oyentes que en la villa de León vivía un poeta llamado Miguel
Cortés, compositor del cuarteto y las plantas o décimas de "Nadie
se valga de Dios [...]" cuyas coplas había canturreado el mismo
poeta en un fandango, es decir, en un baile, en un festejo. Insistién-
dole los dichos mancebos a que les relatara el trovo de los demás
versos, les respondió Loza "que no sabía más que la planta de el
primero".
Siguiendo el largo proceso en León topamos con Miguel Ga­
llardo, alias Cortés, de 31 años de edad, mulato, de oficio obrajero,
vecino del "barrio de arriba" en dicha villa y presunto autor de las

51
MITOTE, FANDANGO Y MARIACHEROS

mencionadas copias. Interrogado Gallardo, no negó haber cantado


las coplas en un fandango, pero dejó en claro que él no las compu­
so, sino que "cuando el tumulto de Guanaxuato en la revolución de
los Jesuítas el año de sesenta y siete, fueron de esta villa [de León]
las compañías de soldados españoles, mestizos y mulatos, y uno de
éstos llamado Antonio de Castro vecino de esta dicha villa en el
barrio de arriba le trajo la referida copla, que [a su vez] se la dio un
poeta que no sabe quien es, ni como se llama, para que [Gallardo]
la trovara, pues sabía y tenía numen de hacer versos", de cuyo
trovo glosó las décimas del tenor siguiente:

La enmienda y la caridad
es en contra del pecado,
que hoy se halla un condenado;
por no seguir la verdad:
A este mundo bajara,
de el cielo la eterna voz;
que el que en el deleite atroz
no aclamare a su justicia
y en pecado con malicia
^ va/ga ^

Sois estrella esclarecida,


Virgen de la Concepción
tú me otorgues el perdón
pues de Dios fuiste nacida
virgen pura y concebida
te busco por Abogada
y que mi alma sea salvada
en la corte celestial
porque el pecado mortal
no par#

El que en el vicio inclinado


notado de su desgracia
quiere revolver la gracia
con la culpa y el pecado:

52
VALO NAS Y MALAGUEÑAS

Mi Jesús crucificado
a una alma mucho la quiere,
y más si en su gracia muere
alcanza palma y victoria
y tenga cierta la gloria
e/ Je Dios valere.

No hay amor como el divino


que es la gracia singular
y que nos puede librar
de el más infernal camino;
San Joseph sea mi Padrino
y la Virgen mi Abogada,
Señor con fe tan colmada
amante te busco a ti,
y el que no lo hiciere asi
gM conJefiaJa.

Sobra decir que, en un esfuerzo de recurrir al ingenio y a la


memoria, esas cuatro décimas salvaron al acusado Loza de sufrir
graves penas inquisitoriales, hereje sospechoso por enseñar sólo un
pie suelto o planta.'
Por nuestra parte diremos que jácaras y glosas en décimas o
quintillas dobles ya tenían tiempo corriendo en las calles de pue­
blos, villas y ciudades del centro de la Nueva España; sonaban en
fandangos y saraos, en la rusticidad, en la urbanidad de tertulias
ilustradas o exclaustradas de conventos. La Décima Musa, sor Jua­
na Inés de la Cruz hizo gala de ello en el siglo barroco XVII."
El uso decimal era muy comedido ya entrado el siglo XIX. José
Joaquín Fernández de Lizardi ejempliñca en su novela Æ7 PerñyMÍ-
//o Sarmentó con la viejísima y muy conocida copla "Aprended,
ñores de mí/ lo que va de ayer a hoy,/ que ayer maravilla fui/ y hoy

1. Archivo Histórico "Manuel Castañeda Ramirez", leg. 2


2. Sor Juana Inés de la Cruz, 1977, pp. 88-89, 127-133.

53
MITOTE, FANDANGO Y MARIACHEROS

sombra de mí no soy". Misma que, adaptada a ias circunstancias,


aparece por ahí en décimas con pie o planta semejante:

Aprended, hombres de mí;


lo que va de ayer a hoy;
que ayer conde y virrey fui
y hoy ni petatero soy.

Ninguno viva engañado


creyendo que la fortuna
si es próspera, ha de ser una
sin volver su rostro airado.
Vivan todos con cuidado,
cada uno mire por sí
que es la suerte baladí,
y se muda a cada instante:
yo soy un ejemplo andante:
Aom&r&y mí.

Muy bien sé que son quimera:


las fortunas fabulosas,
pero hay épocas dichosas
y llámense como quiera.
Si yo aprovechar supiera
una de éstas, cierto estoy
que no fuera como voy;
pero desprecié la dicha,
y ahora me miro en desdicha:
%Aoy!

Ayer era un caballero


con un porte muy lucido;
y hoy me miro reducido
a unos calzones de cuero.
Ayer tuve harto dinero;
y hoy sin un maravedí,
me lloro, ¡triste de mí!
sintiendo mi presunción

54
VALO NAS Y MALAGUEÑAS

que aunque de imaginación


ayer ccn¿ic y virrey/hi.

En este mundo voltario


fui ayer médico y soldado,
barbero, subdelegado,
sacristán y boticario.
Fui fraile, fui secretario,
y aunque ahora tan pobre estoy,
fui comerciante en convoy,
estudiante y bachiller.
Pero ¡ay de mí, esto fue ayer,
¡y Aoy ni p iafen ? scyP

También en periódicos de Morelia -en medio de las trifulcas de


centralistas y federalistas en 1830, pleitos de religión y fueros en
1833- se difundieron versos decimales, bien sólo diez o en cuaren­
tena con su planta inicial, para los cientos de lectores, sin contar a
lo de segunda mano; ya Li Licor y Los Cc/os, Decimos o sin título
en Lo Bocino Jci PoeMo.

Son en persona Lutero


los que andan en la ensalada;
Duran, Arista, Escalada,
cada uno de ellos Otero.

Así las décimas o glosas decimales corrían "a lo divino y a lo


humano". "Lamentos de un hombre pobre aburrido de su suerte",
"Gran aguacero de pesos que del cielo les va a caer a todos los
arrancados", "Ya no quiero comer pato, deme usted mi sombrerito,
mis calzones y mi gato", "Despedida de las tropas que marchan a
Veracruz", "Cayó Iturbide y Guerrero ¿Cómo no ha de caer Santa

3. José Joaquín Fernández de Lizardi, 1965, p. 369. El caso de Gallardo y el registrado


por Lizardi en 1812 nos trae a la memoria el recuerdo del legendario Negrito Poeta,
aludido algunas veces en E/

55
M tTO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Anna?", "Ya el Anti-Cristo Santa Anna tira patadas de ahogado",


"Mal haya mi borrachera y cuantos borrachos hay", las décimas
a los ocho ahorcados, al pronunciamiento de los niños polquitos, a
los monarquistas y moderados, a los polquitos y soldados de mamá,
y tantas otras más que circularon impresas, habladas y cantadas
entre plebe y soldados a lo largo de ese tiempo nos llevan a las
valonas o balonas, género lírico declamatorio "que engloba la reci­
tación y el canto".
Al parecer, por "hacer una valona", una valedura, un favor, se
pensó que tal palabra vendría de "vale" o "valedor". Según el
Díccío/mn'p el término valona procede del bajo
latín y éste del latín gaZ/Mó*, galo. Vicente T. Mendoza
conjetura que debió de aparecer hacia la segunda mitad del siglo
XVIII con la presencia de los regimientos borbónicos de la Valonia
(sur de Bélgica, norte de Francia) enviados por Carlos III para
reforzar las milicias provinciales de la Nueva España en la tarea
paciñcadora de San Luis Potosí, Guanajuato, Michoacán y otros
puntos hacia 1767.
Sería probablemente entonces cuando en la mochila cultural de
los soldados valones marchó esa forma recitativa musical "a lo
humano" o profano, de aspecto andaluz. Huelga decir que dichos
regimientos estuvieron acantonados, antes de salir de España, en el
sur, en Andalucía y Murcia, de fuerte influencia árabe, de cuyo
ambiente supone Mendoza "tomarían los giros y el carácter que
aún conservan nuestras valonas".^
Quizás con el ¡ay! de entrada, música de acompañamiento y
con marcado tipo acriollado mestizo en el amplio sentido se foijara
en la época independiente; como género tal vez tomó nombre,
fortaleza, variantes y se difundió en el Bajío, en las cercanías del

4. E/ M/c/ioacano E/Er^, Morelia, 12 septiembre, 1830, t. I: 64, pp. 255-256; La Bocáia


rM Morelia, 2 agosto, 1833, t. I: 5, pp. 8-9; y 21 agosto, 1833, t. I: 7, p. 5;
Biblioteca Nacional, M éxico, Colección Lafragua, R/588, 887 LAF; Vicente T.
Mendoza, s.f. "La Valona en México", véase del mismo Mendoza, 1979.

56
VALO NAS Y MALAGUEÑAS

norte y en lejanías del sur. Cierta y claramente se alude en "Soy


mexicano" del poeta veracruzano Manuel Carpió (1791-1860)

Tengo además de mi labranza un techo


de adobe y carrizal junto al barbecho
donde suelo olvidar penas y hastío.
Y es mi gloria después del jaripeo
lucir a mi ranchera en el jaleo
y entonar las valonas del Bajío.

El guanajua Rubén M. Campos (1874-1945) coloca a Æ7 Aíoscp,


aun cuando no cuadre bien por falta de un verso, como un ejemplo
evidente de "walona del Bajío":

No te prodigues en dar
porque aquí, como en Cuquío,
se acostumbra reservar
tú lo tuyo y yo lo mío.
Trigueña, venme a rascar,
me picó un mosco en el río,
y vamos a disfrutar
yo lo tuyo y tú lo mío
¡Cómo en CuquíoP

Mas en el andar de la centuria XIX notamos el nombre en los


apuntes de un viajero francés de paso por territorio de Colima en
1857

Hay que ver a los niños, a los hombres, treparse a las palmeras; se
suben corriendo, y desde lo alto de la copa [...] hacen oír esos cantos
quejumbrosos que se conocen en la región con el nombre de valonas.^

5. Mendoza, La Valona... El poema en V<3/¿yco Guadalajara, lo. noviembre, 1924,


año VI, núm. 12. Hay un rancho llamado "las Valonas" en el municipio de Apaseo el
Alto, Guanajuato; Æ7 /wo-sro en Rubén M. Campos, 1928, p. 318.
6. Mathieu de Fossey, 1857, p. 56.

57
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Ya más adelante, en el centro político del país, encontramos


una de 34 quintillas "dedicadas a los foráneos que llegan a la
capital de la República mexicana", salida de la imprenta de Vanegas
Arroyo. Y una referencia más, con santo y seña, descorrida en el
óeganJo Via/c Je 5an PaMo ¿2 Mexico de Emilio Torres, precisa­
mente en la plática de Pedro y Pablo:

Pedro: Espérame voy pa' dentro


A pedirle al Rey Salmista
Un ratito su instrumento
Para cantar dos balonas
Que le pinten bien mi afecto
Al valeroso Camacho...
Espérame voy y vuelvo^

Como quiera, la valona de indiscutible marca decimal todavía


sobrevive y se entona en el norte de Guanajuato, sur de San Luis
Potosí, en el valle de Apatzingán, Michoacán, y colindancias. Ba­
jemos entonces al Tepalcatepec. Ahí, al parecer, no brillaron mu­
cho las luces de la ilustración novohispana; habitó más la oscuri­
dad del relajo de sus gentes; lugar de vida muy apegada a la natura,
algo dejado de la mano de Dios y de sus ministros que no tanto del
ejército provincial borbónico de pardos y pintos, sobre todo para
sofocar tumultos como el de Apatzingán en 1767; soldados que,
entre deberes castrenses de rigor y cantos, se mantuvieron acanto­
nados en esos lares varios años.^
Feliz Ramos 1. Duarte encontró en Michoacán hacia el ñnal
del XIX que valona escuetamente se relacionaba con gameiia, del
griego gamciio^, nupcial (Diccionario Je Mc/icanióTnoj, México,

7. Emilio Torres, 1896, "Valona dedicada a los foráneos que llegan a la capital de la
República Mexicana", Archivo General de la Nación, Fondo Felipe Teixidor, núm. ftx
0649.
8. Biblioteca Nacional, México, Fondo de Origen, Ms. 1031; Felipe Castro Gutiérrez,
1990; Ocn/ar, 1960.

58
VALO NAS Y MALAGUEÑAS

1895).^ Mientras en Jalisco, sobre todo en el sur del mismo y


Colima, la valona, literariamente se consideraba "el panegírico in­
genuo y hasta candoroso, de algún ilustre personaje", recitado y
cantado en un fandango o mariache. En esta ocasión, festiva, los
bailadores descansaban y el músico del arpa "bajándose el sombre­
ro y tapándose la cara con su frazada", empezaba a entonar entre
dientes la valona:

Ya viene Goya Barajas,


ramilletito de azahar,
que cuando sale a pasear
hasta los campos trascienden...

Pero cualquiera que fuera el asunto de la letra, alabanza o críti­


ca, generalmente se ceñía a formas métricas precisas.

Comienza un cuarteto o estrofa a la que llaman "la planta", en la que


se expresan pensamientos que se desarrollan en el curso de la canción
de tal manera, que cada una de las estrofas siguientes termina, sucesi­
vamente, con cada uno de los versos del cuarteto.

Aquí surge la huella del zéjel moro, árabe, que se refleja tam­
bién en las formas ordinarias de las malagueñas y canciones. La
valona, para el colimense Miguel Galindo, parece un tejido enma­
rañado "de canto y de lamentos".'o Una de tantas se dejó mirar en
las páginas criticonas del periódico tapatío PáHáJer# en 1893
cuando "el gran Corconcho", para señalar defectos de la policía,

9. El Diccionario & AaioriJoJc^ de Aniceto de Pages, 1868?, consigna gomcZ/a, del


griego gamciioj, nupcial; quiere decir "arco que se forma en cada extremo del yugo
que se pone a los bueyes, muías, etcétera para tirar del carro o del arado"; también de
camciia, que signiñca "vasija grande, por lo común de madera que sirve para dar de
comer y beber a los animales, para fregar, lavar y otros usos".
10. Miguel Galindo, 1933, pp. 246-247, "Zéjel", estrofa popular de la lírica arábigo-
española; R. Menéndez Pidal, 1943; Ana María Trujillo, 1940.

59
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

preparó la séptima, "y después de la obligada sinfonía, se descolgó


con la siguiente balona":

¡Ay! ¡ay! ¡ay!...


Le dijo el sapo a la rana,
No le metas a la copa
Que si don Lucio te topa
Vas a la c/uMc/n mañana,
Y luego de pura gana
Nomás por odio e inquina
Si el te agarra
A pesar de tu querella,
Aunque eres rana doncella,
Te llevan por clandestina.
¡Ay! ¡ay! ¡ay!..."

Aunque pendiente de aclaraciones pertinentes, por la variedad


de formas, estilos y usos, el ejemplo jalisciense no deja tampoco
de aludirse. José Sobreyra Ortiz realza la utilización quejumbroso
de ella en "Bajo-relieve criollo"

Es un bajo-relieve de luz y gallardía


ya guerrillero púgil o ya galán rendido
ante la huraña virgen a quien ha prometido
amor, en una débil valona tapatía.'^

En Michoacán, en la cuenca del Tepalcatepec, entre otros in­


quisitivos investigadores, Thomas Stanford ha incursionado desde
hace muchos años en la búsqueda valonera; brega en la que encon­
tró algunas valonas como Rsíoy <3/ M/%2 mgraf#, Ofro rafíf#
MPTTidy o Lo-y fíra&tra?.

11. /Man P a n a r r a , Guadalajara, 26 noviembre, 1893, XIX, 2,603. En otro caso, La


pifara... alguien "improvisó una valona en honor de X, cantada, por más señas, en el
tonito de la Mama Car/ofa", t'&áí, 30 noviembre, 1893, p. 4.
12. José Sobreyra Ortiz, 1919.

60
VALO NAS Y MALAGUEÑAS

Ay, que destino tan cabrón


tienen los tiradores,
ay, no alcanzan para cotón
para calzones.

Ay, cargan petardos y balas


de pólvora su buen frasco
ay, cuando vienen de tirar
vienen a dar que es un asco.
Estudiando para contar,
ay, diciendo yaca/dn,
se la medí al corazón-,
ay, dejan sangre, también pelos,
luego se van por los perros,
Jegfmo tan ca&rdn.

Ay, cuando llegan a tirar


los más se les van heridos,
ay, cuando se les hayan perdido
ya no les sirve ni el cuero.
Reciben gran desconsuelo
ay, como de los mejores,
se tomó por esos soles,
ay, por no haber sido jaarm
señores, pues ese ñn
f/TYi&tr&y, etc., etc.*3

La instrumentación varía. A veces arpa sola, otras generalmente


arpa, violines y guitarras acompañan el recitativo decimal de esta
vieja trova. El arpa, escribe don Vicente, "lleva la parte principal y
da carácter a esta composición; los violines ejecutan la sinfonía y
los interludios. Las guitarras refuerzan el ritmo y la armonía por
medio de acordes rasgueados".^

13. Thomas Stanford, 1963.


14. Mendoza, op.

61
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Baste decir que ai ñnal, a la valona, en el estilo planeco y


tepequense de Apatzingán que bien toca personajes, hace crítica
social, trata desdenes amorosos, habla de contrabando, narcotráñ-
co, etcétera, se le agrega una "despedida" y se remata con ritmo de
son.

Todos echan despedidas,


pero no como la mía;
ay, antes de que yo naciera
me conocía.

Por otra parte, no es nuestra intención escudriñar la época


dieciochesca en la cálida y relajienta región apatzinganeña, en el
trajín de milites, arrieros; pero tentados por el chamuco no está
por demás echar un vistazo a las ideas, a las actitudes aún percibi­
das -no forzosamente en décimas- en las estrofas supervivientes
de los jarabes planéeos.

Un soldado en una esquina


triste le hablaba a su cabo...

Vaya un pedazo del son de La Ga/Lna rescatado por Raúl G.


Guerrero, en los Ora.

La gallina baja y el gallo sube; (bis)


la agarra de la cresta y la sacude; (bis)
mira cómo le hace.

La gallina se echa y en la basura;(bis)


debajo de la cama del señor cura; (bis)
mira cómo le hace...^

15. Ignacio M. del Castillo y Raúl G. Guerrero, 1946. En Guía Genera/ ¿e 7ra&a/o, 1939,
se decía: "El ritmo de la wa/ona y la ñuidez de la melodía italiana se agregan fácilmente
al temperamento de los tarascos", p. 3

62
VALO NAS Y MALAGUEÑAS

Va otro en el mismo tono, en la cercana región, un fragmento


del Vaguai Z?/<2H<r<3.y, junto a un convento

Me enamoré de una monja


por ver si me hacía santito;
la pobre se condenó
y a mi me faltó tantito...

Y ya que en el camino andamos, volvamos la vista a la vecina


cuenca del Balsas. Tomemos allá para hablar de la malagueña, ese
"aire popular propio y característico de la provincia de Málaga con
que se cantan coplas de cuatro versos octosílabos".^
En la depresión del Balsas se deslizan entre redobles del gusto y
del son, en el fandango, las malagueñas de Tierra Caliente, "in­
dias", "remas" y expresiones tales como prenda de mi alma, bien
de mi vida, tirana, morenita mía, ave María [...]"^
Y si de filiaciones trátanse, la malagueña, igual que la petenera
gaditana, al parecer provienen de la lírica popular arábigo-españo­
la; ambas muestran esa marcadísima inñuencia árabe que del sur
de España, de la provincia andaluza, trajeron los pobladores que
sentaron casa en las hondonadas calurosas del Balsas después de la
conquista.
En cuanto al tema tratado, Mariano de Jesús Torres (Morelia
1838-1921) aportó saberes. Gracias a que juntó en su biblioteca
particular un abundante surtido "de compilaciones con el nombre
de cancioneros" aprovechó de ellos los cantares más escogidos
tanto para recrear como para ilustrar a los lectores de Æ7
publicación que él editaba; así que al dar a conocer
"las canciones de nuestro pueblo, muy conveniente es -dice- dar a
saber de dónde tomaron origen". Y nos remite al canto "de los
hijos de Málaga".

16. Aniceto de Pages, D/cctcnano...


17. Marco Antonio Bernal, s.f.
18. Mariano de J. Torres, 1900.

63
MITOTE, FANDANGO Y MARIACHEROS

La obra del benemérito Pingo Torres incluye una lista de mala­


gueñas, cantares populares diversos y, por si fuera poco, una "his­
toria de la música en Michoacán" en un solo volumen del citado
Odean. Claro, como urbanita letrado, prefería música que él llamó
"de estrado", la estudiada, la de nota. Sin embargo, hizo campo en
su amplio repertorio a la letra de quince canciones populares, de
siete surianas, seis histórico-políticas, cuatro "leperocráticas", tres
rancheras, tres tarascas, dos charaperas, una "humorística" y una
carcelera.'9
Parte de la vida del Pingo Torres corrió en el agitado tiempo de
los pleitos civiles armados y de la intervención francesa. Durante
esta invasión, la Tierra Caliente del Balsas fue área de resistencia y
de donde partieron luego las ofensivas republicanas, las gestas
chinacas. Precisamente el licenciado Mariano de Jesús plasma can­
tares surianos e histórico políticos, de "música y letra anónimas",
en el espacio popular de su Odean. Evidentemente, habrá que ima­
ginar la música en ellos porque no figuran pautas ni siquiera puntitos
de referencia.
También el licenciado Eduardo Ruiz (1839-1902) en su N ipo­
na de /a Gaerra de /nfervencían en MícAaacan o en Gn íddía <3
fravás- de /a gaerra, con otras preocupaciones, pasó por alto las
notaciones musicales de algunos fragmentos de canciones que re­
fiere. Sucede igual con Manuel Barbosa (1820-1906) en Apanfeg
para /a Ñ iparía de Míe/zaaean y con Jacobo Dalevuelta (seudóni­
mo de Femando Ramírez de Aguilar) en Mea/a^y Ramera...

Una mujer angustiada


Llora por su prisionero:
¡Qué le vuelvan a su hachero
El de blusa colorada!^

19.
20. Eduardo Ruiz, 1940, p. 248.

64
VALO NAS Y MALAGUEÑAS

Úrsula, ¿qué andas haciendo


por la calle real borracha?
Si quieres tener dinero
Vámonos con los de la hachad

...Y dicen que dicen


que Miramón es el diablo...
y dicen que dicen
que's el m&ymo Lucifer.
Y anda y dile a ese valiente
que yo soy su tata del
y que si es el mesm# diablo,
yo seré su San Miguel.^

No quiero ser maderero


de la Sierra de Sinciro,
ni tampoco carretero
del rancho de Tunguitiro.^

Muchachas del Curindal,


Esas del Curindalillo,
Que dice Pedro Pascual
Que..."4

Yo no soy de aquí
Soy de Miramar
Se acaba el imperio
Llorar y llorar.^

Con todo, las letras recolectadas por el Pingo Torres o las que
anduvieron de aquí para allá en boca de soldados, presos, ameros y
cantadores itinerantes no quedaron como simple herencia, sino como

21. p. 459.
22. Jacobo Dalevuelta, 1929, p. 5.
23. Manuel Barbosa, 1905, p. 134
24. Eduardo Ruiz, 1940, p. 692.
25. Æ/ R/fa Rea/, 1° agosto, 1 8 6 6 ,1: 3.

65
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

recurso artístico capaz de servir para nuevas creaciones".^ Díganlo


si no las malagueñas y peteneras que dieron pie o planta a infini­
dad de canciones populares, sones, décimas glosadas, valonas,
huapangos, etcétera.

Málaga tiene la fama


del vino y del aguardiente;
de las mujeres bonitas
y de los hombres valientes.

Marinero, sube al palo,


y dile a la madre mía
si se recuerda de un hijo
que por los mares tenía.

Palmero, sube a la palma


y dile a la palmenta
que la mancha de "la mora"
con otra mancha se quita.

Palmero, sube a la palma,


y dile a la palmenta,
que de la fruta más buena
le llene su canastita.

Palmero, sube a la palma;


sube a la palma, palmero,
y de la fruta más buena
que haga su carga el arriero.^

Arbolito te secaste
teniendo el agua en el pie,
en el tronco la firmeza
y en la ramita el querer.

26. Angelina Muñiz, 1961, p, 152.


27. Mariano de J. Torres, 1900.

66
VALO NAS Y MALAGUEÑAS

El capiro se secó
teniendo el agua en el pie.
Así se seca mi amor
cuando con otro te ve.^

Ya el capire se secó
teniendo la agua en el pie,
las hojas tienen razón,
pero el capire ¿por q u é ? ^

Para salir de Tierra Caliente, antes del tendido de vías férreas y


de las carreteras serpentinas, seguramente era más fácil seguir el
ñlo de las depresiones. De tal manera que con el repertorio lírico
citado a cuestas, "algunas claves necesarias para descifrar los pro­
cesos histórico-literarios e incluso el trasfondo psicológico y las
actitudes vitales de un pueblo",3° nos vamos con el capire o capiro
por la sierra costa. Qué nos cuesta decir:

Estando en San Juan Capire


le dije a una capireña:
cuando mi escrito termine
no me hagas ninguna seña.

28. Jacobo Checinsky, 1961, p. 137 y nota.


29. Mariano de J. Torres, 1900.
30. Jacobo Checinsky, p. 113.

67
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Cuenca del Balsas.


(Enrique Cárdenas de la Peña, M/c/ioacán, porc/dn sMrayfí?)

68
VALO NAS Y MALAGUEÑAS

Cuenca de Tepalcatepec, grupo de arpa grande.


(Fotografía de Arturo Chamorro)

Corridos que corren en voces.


(Mexican

69
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

El benemérito Pingo Torres


(Iconografía del Colegio de San Nicolás)

70
VALO NAS Y MALAGUEÑAS

LA VALONA

Miguel Galindo

La "valona" parece ser el remedo del modo quejumbroso con que


los indios hablan o cantan su propio idioma. De allí que al unirse
colonos y primitivos en los idilios campestres a que dio lugar la
convivencia del trabajo, se unieron dos tristezas en la descenden­
cia, de donde la expresión artística de ésta no es otra cosa que la
prolongación ancestral de elementos mezclados y fundidos en el
crisol del mestizaje.
Por otra parte, la valona tiene reminiscencias de canto litúrgico;
no tiene ritmo simétrico, no despierta pasiones sensuales, es emi­
nentemente espiritual, tiene mucho la elevación del alma hacia el
infinito en su modo de ser y de cantarse aunque la letra que acom­
paña a la indolente y lamentable melodía es casi siempre profana;
con alguna frecuencia, la valona literariamente considerada es el
panegírico ingenuo y hasta candoroso de algún ilustre personaje;
pero cualquiera que sea el asunto de la letra, aquella tiene formas
métricas precisas. Comienza un cuarteto o estrofa a que llaman "la
planta", en la que se expresan pensamientos que se desarrollan en
el curso de la canción de tal manera, que cada una de las estrofas
siguientes termina, sucesivamente, con cada uno de los versos del
cuarteto. Aparece la índole del zéjel moro que veremos recejarse
en las formas ordinarias de las canciones, pero en la valona con
mayor precisión literaria, aunque la mayor extensión de las compo­
siciones haga romper siempre y por completo el molde binario
para desenvolverse el estribillo en tantas estrofas como versos tie­
ne aquél. En cambio, si la forma literaria toma mayor desarrollo
sin cambiar su tipo peculiar, la música lo restringe, y en vez de ser
dos partes distintas, aunque semejantes, sólo aparece una sola y

* Mociones <r/e #¿yfono Je /o AÍMSi'co Mc/icono, pp. 246-247.

71
M tTO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

monótona melodía que en su desarrollo es constantemente inte­


rrumpida por prolongados calderones. La valona nos parece un
tejido inextricable de canto y de lamentos.

L A VALONA EN JALISCO

Vicente T. Mendoza*

En el concepto de don Manuel M. Ponce el género valona estaba


destinado a describir asuntos trágicos: crímenes, fusilamientos, co­
sas extremadamente patéticas. Pero a decir verdad, la manera de
ser cantada la valona en Jalisco nos indica su verdadero papel:
pues es costumbre intercalarla entre los números del Jarabe Tapatío
y tiene por misión declarar -en medio de la alegría desbordante de
la fiesta- las intenciones del que la da, ya sea para felicitar por su
cumpleaños a una dama, a un amigo o bien para hacer formalmen­
te una declaración de amor, reclamación por celos, desconñanza,
provocación o burla para un rival. Todo es característico en esta
pieza: el principio, el medio y el final; pues comienza con un trozo
instrumental que en Jalisco le llaman sinfonía, en seguida se escu­
cha un ¡Ay! agudo y desgarrado que indica a los circunstantes que
algo solemne se va a declarar. El baile se suspende y una voz
poderosa de varón entona la copla en la que se contiene la noticia.
Como ésta va a ser glosada en décimas o cualquier otra especie
de estrofas, se le llama El auditorio presta la mayor aten­
ción, pues estos versos tienen la solemnidad de un juramento cuya
infracción suele costar la vida. Vienen en seguida las glo­
sando la planta. En ellas los trovadores hacen gala de sus faculta­
des de improvisación. Entre la segunda y tercera décimas, suelen
los cantadores de Jalisco intercalar otra estrofa que condensa el
pensamiento expuesto en la planta conocida con el nombre de

* Ln w?/o/?a Máx/co, Suplemento, gracias a Heriberto Moreno García.

72
VALO NAS Y MALAGUHÑAS

(3rr^7<?/, quizá porque musicaimente establece un hondo contraste


con la anterior que es fuertemente declamado y modal, pues resulta
bellamente rítmico y melódico. Siguen las dos décimas que com­
pletan la g/p-ya y termina el canto con una nueva copla llamada
despedida en la cual se menciona el nombre de la persona a quien
se dedica la valona y la ñesta. El lector puede imaginar la impor­
tancia, trascendencia y consecuencias que trae consigo el entonar
una valona.

M ALAGUEÑAS

Rafael Guerrero'

Así se titula el canto de los hijos de Málaga. Las malagueñas son


una canción breve pero sentimental e inspiradísima, hasta el punto
de haber roto los límites de la provincia, para ser del dominio
público y del agrado de todo el mundo.
La malagueña, como dicen muy bien sus apasionados, no se
canta sino se llora, porque es un quejido prolongado que arranca
del alma del que canta.
Son innumerables los giros y las tonadas que tiene este canto
popular: puede decirse que hay tantos estilos como "cantaores",
pero las que más han llamado la atención son las creadas por el
célebre Juan Breba que han corrido todo el mundo.
No hay extranjero que al llegar a esta tierra privilegiada [del sur
de España] no ansíe conocer este canto "jondo" como llaman los
andaluces y que, en efecto, lo es así, porque arranca del fondo del
alma y parece que entre las notas de la melodía arroja el "cantaor"
pedazos de entrañas.

* Mariano de Jesús Torres, E/ OJeón Mc/ioacano, Moretia, Imp. del redactor, 1900.

73
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

He aquí algunos ejemplos de las que, a nuestro juicio, merecen


ser conocidos.

Tú, misionero de Dios,


si por el mundo la encuentras,
dile que yo la perdono,
pero que no quiero verla.

Manojito de alfileres
me parecen tus pestañas,
y cada vez que me miras
me los clavas en el alma.

Mira como corre el agua


por debajo de la cima...
así corre por tu cara
la gracia de Dios, chiquilla.

Si quieres que yo te quiera


ha de ser con condición
que lo tuyo ha ser mío
y lo mío, tuyo no.

La Virgen de las Angustias


que está puesta en la carrera.
Esa señora me mate
si no te quiero de veras.

Dentro de una calavera


dejó la nieve un espejo,
y en ël, a la media noche,
se contemplaba un lucero.

Son tus ojos dos delitos,


negros como las tinieblas,
y tienes para ocultarlos
bosques de pestañas negras.

74
VALO NAS Y MALAGUEÑAS

En el coche de los muertos


ayer pasó por aquí;
llevaba una mano fuera,
por eso la conocí.

¡Qué lástima será ver


la prenda que un hombre estima
en manos de otro "gaché"
por ser un hombre "gallina"!

El canario y la mujer
no se deben dejar solos;
al canario, por el gato,
y a la mujer por el novio.

Dame un pea-Hfo de pan


con tu boca,
me servirá de Mi/M,
que me estoy volviendo loca.

Malas punaM,? te peguen


en mitad del corazón;
que lo que has hecho conmigo,
no tiene perdón de Dios.

Cuando yo me esté muriendo


siéntate a mi cabecera,
y ñja en mí tu mirada,
que puede ser que no muera.

Mas vale querer a un perro


que querer a una mujer;
el perro es agradecido
y la mujer no lo es.

Yo pegaré un cañonazo
y arriaré mi bandera

75
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

y haré que se pare el sol


en medio de su carrera.

Hasta los pinos del campo


nacen con su condición;
de los unos, hacen santos
y de los otros, carbón.

Porque a mi madre ofendieron


la afrenta lavé con sangre
y el juez me mandó a presidio
y es que el juez no tenia madre.

Piensan los enamorados,


piensan, y no piensan bien;
piensan que nadie los mira
y todo el mundo los ve.

Llorando por ti en la playa,


mi llanto en la mar cayó,
y como era tan amargo,
el agua fuera lo echó.

No se lo que tienen, madre,


las flores del camposanto,
que cuando las mueve el viento
parece que están llorando.

Por ti perdí mi alegría


por ti perdí mi reposo,
y ahora que me ves
te vas, serrana, con otro.

Reconozco que tu padre


mucho ruido en vida dio,
y nadie puede dudarlo
sabiendo que era tambor.

76
VALO NAS Y MALAGUEÑAS

Anda ve y dile a tu madre


que machaca en hierro frío,
que tiene que ser su yerno
el que tiene aborrecido.

Las doce en el reloj daban


cuando mi padre espiró,
mi madre triste lloraba
al ver que se le acabó
el árbol que la guardaba.

Adiós, Málaga la bella,


tierra donde yo nací;
para todos fuiste madre
y madrastra para mí.

Yo me arrime a un pino verde


por ver si me consolaba
y como el pino era verde,
de verme llorar, lloraba.

En tus ojos hay un cielo,


en tu boca un paraíso,
un jardín en tus mejillas
y en tu pecho un cocodrilo.

Marinero, sube al palo


y dile a la madre mía
si se recuerda de un hijo
que por los mares tenía.

Cada vez que considero


que me tengo que morir,
tiendo mi capa en el suelo
y me harto de dormir.

Los amigos no me quieren,


las mujeres me desprecian.

77
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

¿Si no fuera por el vino,


qué sería de mí en la tierra?

Qué lastima de mi hermano


que se lo Heve la Reina,
pudiéndoselo llevar
una carita morena.

Lo moreno lo hizo Dios,


lo blanco lo hizo un platero
por eso niña del alma
me muero por lo moreno.

€ien años después de muerto


y por gusanos comido
habrás de haHar en mis huesos
señal de haberte querido.

Una mujer fue la causa


de mi perdición primera:
¡no hay perdición en el mundo
que por mujeres no venga!

Dos besos tengo en el alma


que no se apartan de mí:
el último de mi madre
y el primero que te di.

Me quisiste y bien te quise,


me olvidaste y te olvidé:
¿para qué dices ahora
malas puñalás te den?

En la tumba de una madre


no hay una flor que se seque,
mientras que exista un buen hijo
que con su llanto la riegue.

78
VALO NAS Y MALAGUEÑAS

Cada vez que tengo pena


se las cuento a mi guitarro,
que son las penas más chicas
cuando se dicen cantando.

Sobre la tumba de un muerto


no olvidarme me juraste...
si me olvidas, no te acerques
a la tumba de mi madre.

Cuando sepa que te has muerto


pondré un rosal en tu fosa
para que yo pueda verte
hecha manojos de rosas.

Pensando darlo en tu boca,


he dado en el aire un beso,
y el beso ha culebreado
como una chispa de fuego.

En el albur de mi amor
nosotros somos las cartas;
tú eres el albur, yo el gallo,
y tu madre la contraria.

Vístete, madre, de luto


y que doblen las campanas,
que estoy muriendo de amores
por una mala gitana.

En el cementerio entré
buscándola como un loco
y me respondió la muerte:
esa niña quiere a otro.

Que las estrellas del cielo


se cayeron a millares

79
M ITOTE, FANDANGO Y MARIACHEROS

si yo dejo de quererte
para darle gusto a nadie.

Cada vez que paso y miro


la puerta del camposanto,
le digo a mi cuerpecito:
aquí encontrarás descanso.

Yo te quiero más que a Dios


más que a la tierra y al cielo,
más que a mi padre y mi madre
quererte más ya no puedo.

Tienes cuerpo de marquesa


cintura de catalana;
cincuenta leguas de aquí,
tiene tu hermosura fama.

Tres cosas tiene Granada


que no las tiene Madrid,
el Zacatín y la Alhambra
y la fuente del Genii.

Desde que entro por tu calle


te vengo llamando reina
y traigo pa' coronarte
palmas lirios y azucenas.

Cuando eche mi pecho ñores


sólo una cosa te pido;
que las pongas en el pecho
donde no pude estar vivo.

Málaga tiene la fama


del vino y del aguardiente;
de las mujeres bonitas
y de los hombres valientes.

80
VALO NAS Y MALAGUEÑAS

Es a veces el amor,
como el suplicio de Tántalo,
se muere de sed rabiosa
teniendo el agua en los labios.

La fuente engendra el arroyo,


el arroyo, engendra el río,
el río el mar proceloso,
y el trato, engendra cariño.

Una pena quita pena,


un dolor quita dolor,
un clavo saca a otro clavo
pero amor no quita amor.

A un baile fuimos los dos,


tú gozaste, yo llore:
es natural, tú soñabas;
yo en el baile desperté.

En las alas de las aves


son las plumas muy ligeras,
y en manos del ignorante,
lo mismo que el plomo pesan.

El amor que me tuviste,


fue como función de pólvora;
fuego, ruido, luz: después...
cenizas, silencio y sombras.

Que tu pasión es sincera


me repiten sin cesar,
y por eso no te quiero,
pues "sin cera" no arderás.

Luchando con los franceses


he matado a más de cien,
sólo que me acordaba
que tú quieres a un francés.

81
¿¡CANCIONES QUE COMPONEEER!!!?

Ese pregón se escuchó a propósito de emprender la hechura de un


Cancionera AíicAoacano (de 1830 a 1940) en el Centro de Estu­
dios de ias Tradiciones de El Colegio de Michoacán. A partir de
ahí aparecieron inquietudes en tomo a plantear los derechos de au­
tor, es decir, lograr un catálogo e inventario de la lírica regional, al
menos en esa dimensión, para intentar luego - a través de trabajos
regionales semejantes- un mejor registro del patrimonio popular
mexicano.
Una cosa es que el pueblo haga suyo los cantos, canciones, so­
nes y corridos populares, los adopte y adapte, quite, ponga, cam­
bie; otra es que hagan de las suyas los compositores para el público
y las grabaciones comerciales -éstas si bien sirven para difundir,
también acortan las distintas versiones populares debido al peso
económico-, incluyendo en esta tarea de camino real a los arre-
glistas, "directores artísticos" y demás fauna espectacular.
Mediante la aproximación a dos ejemplos muy conocidos de la
lírica popular, mediando notas y aportación de datos, llanamente se
intenta por ahora poner sobre la mesa de averiguaciones previas,
elementos para seguir sin oñcio los arreglos a obras del campo
popular, más de las veces asaltos en despoblado, a tras mano. Sin
tomar parecer, varios de los llamados compositores se adueñaron y
pusieron registro ilegítimamente a canciones, corridos y sones que
pertenecen a todos.
Casos han aparecido a la luz pública como E/ Barzón, de padre
desconocido y bien mostrenco. Vicente T. Mendoza recogió un
vestigio procedente de San Pedro Piedra Gorda, Zacatecas, de acuer-

83
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

do con la información proporcionada por Pantaleón Cardona en


1948, quien dice haberla oído hacia 1878.

...Parece que voy llegando


a los cuernos de los Reyes,
comiendo naranjas dulces
y deshojando magueyes.

En los pueblos del Rincón

se me reventó el barzón,
y siempre la yunta andando.'

Seguramente la anterior, si fuera la primicia, propició 189 ver­


sos octosílabos (sin contar seis del estribillo repetidos en tres oca­
siones) en el ejemplo de Aguascalientes. Letra y música de Miguel
Muñiz. Escrito en Viudas de Oriente (actualmente Villa Juárez),
municipio de Asientos.- Se advierten "de oquis" y "pechera" en Æ7
Æarzdrz, pantalón de pechera que bien puede denotar influencia de
la vestimenta ferrocarrilera y ambas, tal vez, la alusión a una expe­
riencia migratoria: Orkie, oqui, trabajador agrícola del medio oeste
norteamericano. Los autores del capítulo Aguascalientes incluido
en el Di'cci'pnan'o citan la fuente de Luis Marmolejo Espinoza
<7^ /<2 77M(3 Ag7Y27i(3 ^72 AgM(3^C(3/2^72^, Torreón, 1976.
Una versión arreglada en 79 versos por Los Folkloristas llegó a
ellos a través del grupo Tupac Amaru en "un viejo disco que circu­
ló en una convención agrarista que tuvo lugar en Aguascalientes en
el año de 1939, editado -según dice el sello—por el Departamento
Autónomo de Prensa y Publicidad" [DAPP] y en el mismo se acre­
dita el corrido a Miguel Nuñez (sic), ejidatario de Viudas de Orien­
te (Æ7 G322C26)7227Y7 P<3/?M/(32*), Amparo Ochoa con la colaboración

1. Vicente T. Mendoza, 1952, p. 87. Mendoza señala con asterisco Rincón, dando a
entender San Francisco del Rincón, Guanajuato.
2. D/cc/aaaWa //¿sTá/rca y R/agrá/i'ca <3<? /a Aí^/cana, 1990, t. I.

84
¿¡CANCIO NES QUE COMPONEEERÜ!?

de! grupo los Folkloristas, notas de Rubén Ortiz, México, Discos


Pueblo DP 1006), "El Barzón" Canción-corrido, oriundo del estado
de Aguascalientes, Época Agrarista, En la cubierta del disco no se
proporcionan más detalles.
En otro disco de larga duración, éste de Luis Pérez Meza y
gr<3M<3^ la autoría de "El Barzón" (ranchera) se atribu­
ye a Miguel Muñoz (sic), México, Falcon Records Serie 3000,
FLP-3036. En cambio, "El Barzón" en el Cancionero Popn/ar Mexi­
cano, selección, recopilación y textos de Mario Kuri-Aldana y Vi­
cente Mendoza Martínez,^ se indica simplemente (D.P.) Aunque
por encima pueblo y público se parecen, en el fondo significan
distinto.
Æ7 5anz y ia Pa/ma viene a continuación. Si bien dicha canción
nació bajo el cielo de España, ésta se acunó en tierras del nopal y
de la tuna; tanto así que parece de cuño mexicano.^ Porque han de
saber que la cuna no es donde nace, sino donde se mece la criatura.
Este cantar sí tuvo papá conocido. Trátase de José Selgas y Carrasco,
un murciano nacido en Lorca (1822), muerto en Madrid en 1882, y
quien la escribió antes de los sesenta a su estilo, "adelantándose a
los poetas modernistas en poner su alma en la Naturaleza y hallarla
en ella [...]"^
Selgas y Carrasco era conocido en México. P7
GMar&i, una de tantas obras, era muy leída en el país. El Pensa­
miento Católico de Michoacán le editó í/n ro-síro y Mn
en Morelia, Tipografía de la Viuda e Hijos de Ignacio
Arango en 1877. Otros periódicos de la mencionada entidad, ix?
í/md/i M¿c/3oac<3/?<2 (7 de abril de 1881) publicó muestras de su
poesía, tal como se hizo en Por
su parte, Mariano de Jesús Torres dio a conocer la trova hacia
1900 en E/ OáMn Morelia, Imprenta del redactor. Y

3. México, 1990, vol. 1, pp. 418-420.


4. Suplemento Æ7 (//av^rga/, México, 9 de marzo de 1997.
5. Eac/c/op^áf/a í/nit^r-ya/ //aJirafa España Ca/pe, 1927, t. LIV.
6. México, 20 juiio, 1903, t. III, núm. 134.

85
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

cuidó de anotar muy claramente: Letra de José Selgas y Carrasco,


música anónima. Ésta corría familiarmente a lo largo del Pacíñco.
Aquí va sin petición del respetable:

Ya rompe la aurora la niebla ligera,


¡qué hermoso es el campo, que hermosa es la luz!
¡qué hermosa es la dicha del alma que espera:
dulce compañera
qué hermosa eres tú!

La palma y el sauce se mecen en calma,


las ondas se tiñen de nácar y azul,
¡qué hermoso es el río y el sauce y la palma:
alma de mi alma,
qué hermosa eres tú!

Ya ocultan las ñores sus cálices rejos,


inundan los cielos torrentes de luz;
busquemos la sombra, si el sol te da enojos,
la luz de mis ojos,
mi vida, eres tú!

¡Ay ya se levanta del valle sombrío


la tarde vestida de blanco y azul,
¡qué triste está el cielo y el monte y el río!
dulce dueño mío
¡qué triste estás tú!

Como se podrá advertir, cualquier semejanza sería mera coinci­


dencia con la letra de Luis Pérez Meza. Ya hemos escuchado anti­
quísimas canciones coloniales en escritos como "Subí a la sala del
crimen, le pregunté al presidente [de la real Audiencia] que si es
delito [...]" en La cama ^ cuya vieja letra y melodía origi­
nal no es de Cuco Sánchez, pero éste reconoce que él arregló una

86
¿¡C ANCIO NES QUE COMPONEEERÜ!?

parte y le completó versos que el director de cine Roberto Gavaldón


recordaba haber oído a un trabajador 7
Larga sería la lista y el tiempo breve. A veces es sólo cuestión
de título. Baste mencionar la canción planeca, de la cuenca del
Tepalcatepec, "Pero María" que pasa completita a "Pero Lupita"
(Manuel Alcaraz-Pepe Martínez CEFUMA/SACM) La Fiesta dci
Maríac/a Vargas Je 7ecah'Jan, Cuarta Generación, producción y
dirección, Rubén Fuentes, arreglos y dirección, Pepe Martínez.
Cuántas piezas han corrido la suerte última -el trañque especta­
cular, el negocio para el público- en el occidente de la patria. Bien
decía Teodoro Torres desde 1929: "Las más populares de ellas
-esas que sufrieron la 'estilización' que las echó a perder y han
dado nombre a muchos compositores, que no son sino malos copis­
tas- vivieron mucho tiempo ocultas en la ranchería, en la montaña
hasta que algún afortunado las sacó a la publicidad".^
Esperemos sentados a que la novísima ley de derechos de autor
en México proteja la autoría lírica perteneciente al dominio popu­
lar que no al del entretenimiento público; en fin, simplemente se
pretende que lo del agua, vuelva al agua. Abogamos, sin la inter­
mediación del diablo, porque los derechos de canciones populares
y sones regresen luego al disfrute de todos y no de unos cuantos.
Sería conveniente que, a partir de la ley, se piense más en el
sostén de la tradición musical popular, siempre y cuando haya
quien entregue y quien reciba el encargo. Eso sí; una vez aceptada
la carga que primero coman los músicos populares, se mantenga el
sustento para ellos; también, se despierte el interés en el teleauditorio
y radioescuchas por dicha tradición. Sólo faltaría una mejor nota,
un buen tono de política moderna por parte de las instituciones
promotoras, alentadoras de la cultura populará

7. Yolanda Moreno Rivas, 1989, p. 224.


8. Rapsodas y Cancioneros, Rev¿yfa Je Reveías, México, 9 de junio de 1929, núm. 997.
9. Alvaro Ochoa Serrano, "Pequeños zarpazos al arpa grande" en este volumen.

87
M ITOTE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Justo que si ios medios han propiciado tai situación anómala,


sea en ios medios donde se insista en ei rescate y la restitución de
la tradición popular. Por lo pronto, agradezco la atención a la pre­
sente para expresar también: Compositor mexicano, a la luz del
día, pensamiento en mano, di NO a la piratería.

CANCIONES POPULARES

Mariano de Jesús Torres*

Átame con un cabello


ailí a ios pies de tu cama;
si ei cabelio se revienta,
seguro está que me vaya.

Ai alborear ia mañana,
corté una ñor azulita;
no me pongas imposibles,
quien bien quiere, facilita.

Si sales a tu ventana,
no te vuelvas a meter;
si te saies, es la aurora;
si te entras, anochecer.

Por esta calle derecha


tengo una piedra redonda:
donde escondí a mi chinita
cuando me encontró la ronda.

Amadriles, amadriles,
poderoso rey de copas:

* Tomado de Æ7 Mc/ioacano, Morelia, Imp. del redactor, 1900.

88
¿¡C ANCIO NES QUE COMPONEEERÜ!?

¿cómo ha de haber hombres buenos


si las mujeres son locas?

Si la vieres, le dirás:
y si no la vieres, dile:
que no paso por su puerta
pues temo que me fusile.

¿Ya no le dije que no?


¿que tiene que andar volteando?
¡Vaya a que lo
que se anda

Un pajaro muy alegre


dijo, cantando, a una ñor:
si en ti hiciera mi nidito,
¡que lindo seña el amor!

Es muy ingrata mi dicha,


que la cara no me da;
¡ay qué suerte tan chaparra!
¿hasta cuándo crecerá?

Sale el sol y las estrellas;


sale el lucero y la luna;
tan sólo salir no quiere
la ingrata de mi fortuna.

En este mundo traidor


en tratándose de amores,
unos tienen su Consuelo,
sólo yo tengo Dolores.

No te entiendo, vida mía,


pues si de amor te hablo yo;
tus ojos dicen que sí
pero tu boca que no.

89
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Andándome yo paseando
le dije a una chaparrita:
estoy que me vuelvo loco
al mirarla tan bonita.

¡Qué bonito es ser borracho


con vino de las botellas,
pues veo que las casas bailan,
y que yo bailo con ellas!

CANTARES POPULARES DIVERSOS

Me enamoré de una monja


por tener amor bendito;
la monja se condenó
y a mí me faltó poquito;
¡ay! qué susto tenía yo
sentado en un rinconcito.

Esta guitarra es de yíerro


las clavijas de nogal,
sólo las cuerdas le faltan
para empezar a llorar.

Palmero, sube a la palma


y dile a la palmerita,
que la mancha de "la mora"
con otra mancha se quita.

Entré al jardín y corté


una nácar amapola,
y entre las hojas hallé
al TMáisfr# de la tambora
¡malhaya si no lloré
de verlo tan hecho bola!

90
¿¡C ANCIO NES QUE COMPONEEERÜ!?

En una cama de amor,


de celos caí dormido,
y me recetó el ¿foíor
cataplasmas del olvido,
cáusticos de nuevo amor,
pero seguido, seguido.

Si porque me /yrc&e,
y a otro vífa? con caudal,
mira bien con te metes
no se te vaya a "arrancar",
que hemos visto iglesias
más ese jacal.

Si pasares por el puente


no bebas agua del río,
ni dejes amor pendiente
como el mío.

Ya se acabaron los toros,


¿en que nos divertiremos?
nos iremos a pasear
con todos los mantranceros,
hasta llegar donde dice:
"Cantón de los Mosqueteros".*"

Ya no vivo en la casita
donde M,st¿ me conoció:
ya vivo a la vueltecita
donde me caMyacio.

10. Tienda de comercio en 1861 en Morelia.

91
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

¡Qué hermosa es la dicha del alma que espera!..

92
MARIACHE: CONCIERTO
DE TRES MUNDOS

Aquí se intenta entonar al vuelo, en un solo de tres notas desafina­


das, un canto a la tradición campesina y popular del occidente
mexicano, ésta resultante del concierto cultural de los que ya esta­
ban en el mentado occidente, de los que llegaron y de los que
fueron traídos; entiéndase una triada de nativas y nativos, europeas
y europeos, africanas y africanos. Se les verá actuar envueltos en
modos y estilos combinados, en proporciones étnicas diversas,
en un jirón terrenal de los primeros moradores. Esta amplia tradi­
ción -con las mudanzas de rigor- se manifestaría ya recortada
hacia 1940 en el conjunto musical de mariacheros.
A lo largo del presente ensayo pasea el autóctono y precolonial
Mitote, vuelto luego /bu&mgo a la hora del encuentro árabe-
afroibérico en la Nueva España y mariache en la vida nacional
independiente, cuyo tono mayor se escuchó durante el sexenio de
Lázaro Cárdenas (1934-1940). Puesto en escaparate, dentro del
TLC, en el tianguis del libre comercio, se le convertiría después
sólo como grupo en estereotipo al través de los mays mgífia.
Dicho muy de pasada el preludio anterior, sin muchas tablas en
la tarima, valga empezar entonces con el

MrroTE

equiparable más que menos al argito antillano descrito por el cro­


nista Fernández de Oviedo como "una buena e gentil manera de
memorar las cosas pasadas e antiguas en cantares e bailes". Y
agregaba: "En tanto que duran estos cantares e los contrapeses o

93
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

bailes a! son de atambores, andan otros indios e indias dando de


beber a los que danzan, sin separar alguno al beber, sino meneando
siempre los pies e tragando lo que les dan".*
Como fuera, ya en las viejas provincias de Michoacán y Jalisco
se hablaba de en las crónicas. Noticias de esta manera de
manifestar corporalidad y música, de esta peculiar forma de histo­
riar, encontramos en Tacámbaro, cuando sus habitantes recibieron
a los agustinos en 1538 "con grande alegría y con demostraciones
de bailes y mitotes a su usanza"; en Huainamota-Jala, en cambio,
los chichimecas quemaron el convento franciscano en 1585 y de
los cálices de plata que en él había "hicieron zarcillos, penachos y
medallas para sus mitotes y bailes". Mitote quiere decir "baile", en
náhuatl, remate de las fiestas; simplemente mitotes o bailes genti­
les con o sin borracheras, al son de "atabales, bocinas, cometas y
caracoles", en donde los participantes "recontaban guerras, victo­
rias, hazañas y cosas semejantes".^
Ejemplos del rumbo occidental figuran estos dos; uno de la
franja del actual Nayarit y otro de Michoacán, el primero va en
esta imagen:

Junto al músico se sentaba el maestro cantor, que había de dar el


punto; y uno y otro tenían sus ayudantes para sustituirles así que se
fatigasen. Ponían allí cerca una batea llena de peyote que es una raíz
diabólica, que molida bebían para no descaecer al quebranto de tan
larga función. La que principiaba, formando un círculo de hombres y
mujeres, cuantos podían ocupar el espacio de tierra que habían barri­
do a este ñn. Uno tras otro iban bailando o dando zapateadas teniendo
en medio al músico y al maestro de capilla, a quien invitaban, cantan­
do en el mismo descompasado tono que les daba. Danzaban desde las

!. Gonzalo Fernández de Oviedo, 1950, p. 132.


2. Antonio de Ciudad Real, 1976, II: 109, 120, 152; Alonso de la Rea, 1882, p. 227;
foA /tnfígMOj, 5acn/?c¿a.$ e /Ja/afn aj Je /ay /nJ/ay Je /a Nueva España..., t. L ili de la
Colección de Documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organi­
zación de las antiguas posesiones españolas de América y Oceania, 42 vols. Madrid,
i 864-!884.

94
MARIACHE: CONCIERTO DE TRES MUNDOS

cinco de la tarde hasta las siete de la mañana, sin parar ni salir dei
círculo [...p

El segundo se cuenta en la /Mac/dn de las ceremonias y ritos y


población y gobernación de los indios de la provincia de Mechoacan:

Llegada la fiesta entraban luego unos que bailaban en el patio que


estaba cercado de tablas y empezaron a cantar [...] y empezaron a
bailar asidos de las manos, mujeres y hombres [...] pusiéronse todos
en orden para bailar; y guiaba la danza un señor de ellos, y seguíale
otro señor de los más principales. Y todos tenían guirnaldas de trébol
en las cabezas. Tomaron todos un brebaje o bebida llamado puzcua.^

Todo ello viene a colación, a cuento, porque "ningún linaje de


hombres que vivan en común -escribió Joseph de Acosta-, se ha
descubierto que no tenga modo de entretenimiento y recreación,
con juegos o bailes o ejercicios de gusto".^ Tan así que ni la con­
quista, el primer encontronazo hispano, acabó con tal diversión
mitotera. Lo cierto es que, pese a los pesares, siguieron los bailes
en el ambiente. El nombre era lo de menos. El citado Acosta asien­
ta que en Perú "llamaban estos bailes, comúnmente Taqui; en otras
provincias de indios se llamaban areytos"; en tierras de México,
mitotes.
En cuerpo y alma, los religiosos europeos emprendieron la tarea
de conquista espiritual por suelos de Jalmich con cruces y advo­
caciones cristianas. Si bien procuraron evitar en un principio a los
conquistados "semejantes danzas", terminaron aceptando que éstos
danzaran y bailaran "a su modo [...] por ser mucha parte de ellas
pura recreación".
También, sincretismo de por medio, los frailes probaron poner­
les "las cosas de nuestra santa fe en su modo de canto"; por otro

3. José Ortega, 1887, p. 26.


4. Jerónimo de Alcalá, 1980.
5. Joseph de Acosta, 1963, p. 134.

95
M ITOTE, FANDANGO Y MARIACHEROS

lado, lograron que los evangelizados en la nueva religión acomo­


daran en su lengua o habla "composiciones y tonadas", aparte de
introducir instrumentación de cuerdas (arpas, vihuelas, violines,
etcétera), nuevos alientos y la danza de Moros y Cristianos que
adoptaría variantes regionales/
Pasada la fase de la conquista militar y empezada la traída de
esclavas y esclavos, más que el todavía ignorado XVII, el siglo
XVIII novohispano ofrece más fuentes para una visión mejor de las
cosas. Legataria del barroco, esa decimoctava centuria presentaba
en términos generales una vida mágica en el campo, en suburbios
de villas y ciudades, un cierto optimismo económico de que presu­
mir y una tendencia al aumento de pobladores en toda la colonia.
Sin duda, pasaría como siglo de grandes contrastes, de pocas luces
en las altas esferas sociales y de oscuridad en la plebe, ésta sumisa
"al imperio de una tradición mágico-religiosa heredada de las vie­
jas culturas indígenas, de los numerosos esclavos negros y de los
primeros colonos y conquistadores españoles"/
Es más, se puede apreciar como centuria contrastante de moder­
nidad y tradición, de relajamiento y opresión de costumbres; cuan­
do se combatió en vano el consumo y tráfico del espirituoso y
popular chinguirito; época en la que, sobre rutas arrieras y gracias
a la abundancia de bienes económicos, surgieron las ferias -como
la de Zacán, en jurisdicción michoacana-, en las que el comercio
rebasó los linderos de la ñesta o función religiosa.

Sin privilegio conocido hasta ahora [1789], y por una corrupción se


hace aquí [en Zacán] el día de san Lucas [18 de octubre], en el que le
precede y sigue una que Maman feria, reducida a la venta de algunos
efectos de la tierra, y principalmente a convocar los hombres más
perdidos de la provincia y comarca, quienes a pesar de las providen­
cias del subdelegado, se embriagan, juegan juegos prohibidos, se hie­
ren y matan [.../

6. pp. 134-135.
7. Luis González, 1952.
8. Ocn/ar en Mic/ioacd/i, 1960, p. 95.

96
MARIACHE: CONCIERTO DE TRES MUNDOS

Y aunque el mandamás real de la provincia ordenara suspender


ese "escandaloso y nocivo mercado", no desapareció ni disminuyó;
por el contrario, a petición popular, las ferias sustentadas en la vida
y el mundo cultural campesino y plebeyo aumentaron y surgieron
en otros lados. La feria con su jugada se extendía; mientras, sona­
ban "los sonecitos de la tierra" y el villancico, tonada o tonadilla
-por contraste de la racionalidad que exigía la ilustración de la
época- se proscribía de la iglesia y derivaba afuera en canto po­
pular.
Entre claroscuros, aparecía nada menos que otro vobablo en el
temporal. Tendría mucho pegue el

FANDANGO

que por la proliferación de las castas viene en auxilio del festejo,


haciendo segunda al mitote indígena, aquélla manera de baile que
comparó Fernández de Oviedo, con "los cantares e danzas de los
labradores [hispanos]". Según noticias tempranas, hacia 1691 se le
encontraba ya en el Caribe.
El Diccionario Je AnforiJoJe,? consigna el fandango como "baile
introducido [a España] por los que han estado en los Reinos de las
Indias". Acaso provenga de una voz cautiva, del bantu yhnJongn,
caos, y la cercana fanda "convite", pues que "por ampliación se
toma por cualquier función de banquete, festejo u holgura a que
concurren muchas personas". También se incorporó a la lengua y
costumbre de Michoacán como "Phandánguita", fiesta de boda,
baile de tarima. Y, si se le busca, mas bien pueda venir de él la se­
guidilla, que no a la inversa.^

9. D /ccíonano ^ 1732, t. III, en Dámaso Alonso (coord.) D/cc/ona/iD


cnh'co ef/mo/dg/co íVMTí7/6rno 2 /zA/pd/izco por Joan Corominas, Madrid, edit. Gredos,
1980. El caso michoacano en Higinio Vázquez Santana, 1934, p. 145. "Fandanguita",
fiesta de matrimonio, Alfredo Ibarra Jr., s.f. p. 151. adomo de los que
hacen fiestas titulares en los pueblos; regalo de bodas; Pablo Velázquez, 1978.

97
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

De ahí que ligero y colado a la fiesta, sin mayor dificultad, el


fandango se integrara "en el equipaje cultural de los colonos y
conquistadores, andaluces en su mayoría, provenientes de los gru­
pos más iletrados y tradicionalistas del viejo mundo". Bailó de ida
y vuelta con sus derivados y variantes: rondeña, malagueña, gran­
dma, murciana, y yhnJózngo quedó "como nombre genérico de toda
ñesta en que se bailara".

Soy fandanguero sin tambora


Y borrachito perdido...

Sin embargo, la aparición de variedad, ritmos y letras en los


fandangos (valonas, intermedios de jarabes, el chuchumbé, maria-
cumbé, etcétera) empezó a ser mal vista -como forma de resisten­
cia de la plebe al peso de la modernidad borbónica- por parte de
las autoridades virreinales. El toque afro era notorio en esos bai­
les, a los que no bajaban de

lascivos y llenos de abominación, indignos de nombrarse entre los


christianos, que por sus canciones, gestos, movimientos, horas, luga­
res y ocasiones en que se exercen y frecuentan son positivamente
contrarios a la profesión del christianismo.^

Las coplas del jarabe gatuno (se bailaba maullando e imitando


los movimientos felinos) reflejaban ese sentir de protesta en contra
del y de las luces elitistas.

Venga ya, Juana, comadre,


déjese de misticismos;
bailaremos el jarabe
y perderemos el juicio
no hay nada que a mi me cuadre
como este zangolotito.

10. María del Carmen Velâzquez, t. 6: 28.

98
M ARIACHE: CONCIERTO DE TRES MUNDOS

Amar con pena y resabio


es el mayor sacrificio.
Vale más tonto y no sabio
que amante pero sin juicio,
para no sentir agravio
ni agradecer beneñcio.

Por qué no, ante la imposibilidad de recorrer palmo a palmo la


extensa costa sierra neogallega y michoacana, de Sinaloa al oeste
de Guerrero -entre zarabanda, zamba y jarabe-, parar un poco en
la Tierra Caliente jalmichiana. El paraje se escoge, particularmente
como punto de referencia y no más, en la depresión y cercanía
de la cuenca de Tepalcatepec, zona "fragosa, de impenetrables
arcabucos", apartada y hundida entre laberintos montañosos. La
surca el río que le dio nombre con sus afluentes, yendo desde las
rayas de la sierra del Tigre en Mazamitla, Jalisco, hasta desembo­
car en el río de las Balsas, cerca de Churumuco, en el Infiernillo,
Michoacán.
Ganó fama de tierra infernal y maligna -con todo y sus impli­
caciones- para la vida humana, pero "benigna" para animales y
ñora. Faja de asentamientos desparramados y algo alejados de los
centros provinciales de gobierno, con habitadores poco respetuo­
sos de la línea de color y uno que otro "renuente y rebelde" para
cumplir con los preceptos religiosos."
Acahuato, Alima, Apatzingán, Contla, Jilotlán, Parácuaro, Pin-
zándaro, San Juan Andacutiro o de los Plátanos, Santa Ana Amatlán,
Tacirán, Tecalitlán, Tepalcatepec, Tetlama, Tomatlán y Xalpa -p a­
ra mencionar a los principales pueblos- componían la extendida
parroquia a mediados del dieciocho. Sus ranchos dependientes,
jacales, chozas y casuchas daban cabida a gran cantidad de criollos
prietitos (casi imposible de distinguirse "por la mucha mezcla que

11. /fMpecc/ÓM OcM/ar... Archivo Histórico "Manuel Castañeda" (AHMC) Moreiia,


Casa de Morelos, Paáfronay, leg. 266 "Tepalcatepec", a. 1758.

99
M lT O TE , FANDANGO Y MARIACHEROS

se experimenta"), muiatos, castas y pocos naturales nahuahabiantes,


amén de los vivientes en haciendas arroceras, anderas y maiceras o
en huertas y "varias rancherías abultadas de cría de ganado".'-
Saivo chinos o filipinos en el valle de Alima; a lo mejor Coahuayana
mestizaba, pero en cambio Coalcomán, los cercanos puestos, ran­
chos, haciendas y pueblos de Colima mantenían en su haber una
población de mayoría indígena al final de! tan mentado siglo XVIII.
Dicha cuenca se comunicaba tierra adentro, de alguna manera,
gracias a los oñcios de arrieros criollos, mestizos y mulatos proce­
dentes de Cotija, Purépero, Zapotlán y Tecalitlán. Y aunque fuera
de esta ruta, más cercano, Cocula en ese tiempo ejemplificaba muy
claramente el convivio y contacto de las tres vertientes étnicas:
siete españoles europeos, dos mil 580 españoles criollos, dos mi­
llares 398 indios, dos mil 837 mulatos y 706 de otras castas.
En fin, mestizos, pardos y pintos pintaban esos sitios "de mala
reputación" -según la óptica oficial y eclesiástica. Aquí, en Jalmich,
"donde fue tierra de indios en la antigüedad" quedaba el mitote,
por el abuso y con el correr del tiempo, envuelto más en chisme,
pequeño escándalo, "alboroto, bulla, pendencia, melindre y aspa­
viento", sobreviviendo en pequeña fiesta casera,'** acaso en fan-
danguito con tambora y jarabes, en el que se oye mentar "negra,
prieta, china, morena" y sus diminutivos negrita, prietita, chinita,
morenita; tal vez alguna "trigueña", "india" e indita.
Además de lo subido de color, la gente negroide inñuyó en otra
modalidad del fandango: a la arábiga tarima española, vía huapango
del Pánuco, si es que no hubo antes rastros polinésicos en la propia

12. OcM/ar... pp. 116-141, Joseph Antonio Villaseñor y Sánchez, 1748, II: 88-
92. AHMC, Aegoc/o.s- leg. 70a. 1684, Santa Ana Amatlán; El Colegio de
Michoacán; Fondo Especial, Archivo Francisco Alvarado Contreras, exp. Acahuato
1607, "Negros cimarrones" cerca de Tepalcatepec.
13. AHMC, leg. 2 carp. 4 Coahuayana; leg. 319 carp. 2 Coalcomán, leg. 477 y
707; leg. 277 carp. 9 Caxitlan; leg. 319 carp. 6 Tecoman; leg. 266 carp. 9 Ixtlahuacan;
leg. 319 carp. 6 y leg. 418 bis Colima. El dato de Cocula en José Menéndez Valdés,
1980, p. 102.
14. Cecilio A. Robelo, 1911, p. 303.

100
MARIACHE: CONCIERTO DE TRES MUNDOS

Tierra Caliente de Jalmich, "la colocan sobre una excavación que


cierra bien para darle la sonoridad de un tambor"

sobre gigantescas ollas


que se colocan debajo,
han de aumentar el ruido
de los recios zapateados

A falta de tarima o de tablado a J el afromestizo voltea la


artesa (cajón cuadrilongo, comedero para ganado), sobre ella baila
y si es que no olvida el meneadito, tamborea el arpa de paso.'^
Pretextos sobraban para armar barullo, a pie o a lomo de caba­
llo bailador, aun en los velorios. A una boda, cumpleaños, santo,
bautizo, herradero no faltaba el fandango ni dejan de asistir músi­
cos campesinos para amenizar el ambiente por gusto, bebida y
comida a cambio, y no tanto por paga: ésta, la paga cobraría im­
porte en la especialización del oficio o "destino" durante la multi­
plicación de las ferias, desde las primerizas de Zacán, Peribán y
Churumuco hasta las trashumantes de otros pueblos michoacanos y
de Jalisco desde la primera mitad del siglo XIX.
En el transcurso, ya libres de la España, la negritud se diluía en
más mezcla. Entonces el Estado e Iglesia de la nueva nación sólo
harían distingos a partir de indios y mexicanos, o entre indios y
"no indios"; la segunda, la Iglesia, bajo el cielo azul intensificaba
otra vez el culto mañano en el país, cuando por el occidente resue­
na el

M ARIACHE

semejante o igual a fandango, baile, tañma, música y grupo musi­


cal. El testimonio en papel más añejo hasta ahora corresponde a

15. Vicente Riva Palacio, 1930, I: 78-80; Ezio Cusi, 1969, p. 199. En la Huasteca, fandan­
go también fue sinónimo de huapango, baile de tarima; José de J. Núñez y Domínguez
1932, vol. VII, núm. 4.

101
M lT O TE , FANDANGO Y MARIACHEROS

1838. La Estadística General del Departamento de Jalisco de ese


período muestra el rancho Mariachi en una de sus fojas, relativa al
distrito y partido de Tepic. En el mismo rumbo, en el documento
de Rosamorada, Nayarit, que el clérigo escribía al obispo de Gua­
dalajara en mayo de 1852 se lee, entre otros asuntos, que por esos
puntos los fandangos generalmente se llamaban "mariachis"."'
En la consulta obligada al mexicanista Diccionario ofc Me/'i-
coMMnro^, en éste el mexicubano Feliz Ramos 1. Duarte en 1895
deñnía Morioc/tc como "fandango, baile de la gente del pueblo",
sentido sin ocultar género, rumbo, línea y parentesco cercanos en
el mismo Diccionario con nritoic.* "fandango, baile popular, diver­
sión".'''
En la misma danza, saliendo a ñote, para el nayarita Pedro
Castillo Romero tal palabra deriva de la lengua pinutl sobre el
signo de "tarima, entablado, estrado o suelo movible". Para el uso
y de allá mismo, parte el ejemplo en Paiyq/cy de Occidente de
Enrique Barrios, en Santiago lxcuintla:

entre una y otra tienda hay un mariache. Es ésta una tarima donde
toda la noche y aun de día se bailan alegres jarabes al son de arpa, o
de violín y vihuela, o de violín, redoblante [de caja alargada], platillos
y tambor en cuarteto aturdidor.^

Por el sur del occidente, en Coalcomán, Michoacán, en octubre


de 1874 paseó jolgorioso el término cuando la gente del pueblo se
presentó en las casas consistoriales para festejar el onomástica o
santo del prefecto "con su mariachi, música sencilla y encantadora,
propia de nuestra costa". Y acompañamos la nota con un cuadro
posterior, en el mismo lugar, por la Plaza de Abajo:

16. Estadística en Biblioteca Nacional, Fondo Reservado, ms. 1127, f. 135v; Jean Meyer,
1984, pp. 256-261; Documento del Archivo del Arzobispado de Guadalajara.
17. Feliz Ramos I. Duarte, 1895.
18. Pedro Castillo Romero, 1973, p. 182; Enrique Barrios de los Ríos, 1908, pp. 43-44,
también p. 52. Sobre el "pinutl" véase Ignacio Guzmán Betancourt, 1992, núm. 9.

102
MARIACHE: CONCIERTO DE TRES MUNDOS

el conjunto del arpa está actuando y uno de los parroquianos con dos
buenas dosis de canela, tamborilea el arpa, con mucho ritmo y fuerza,
mientras los rancheros de Maruata, de barba luenga y magníficas bo­
tas "federicas" hacen bailar primorosamente sus finos caballos.

En relación con el conjunto, otra acepción en idéntica algarabía


se encontró a la mano en el atrio de Tlalchapa, Guerrero, un tres de
mayo, día de la santa cruz, de 1859: "Las músicas, o como allá se
dice el Mariache compuestas de arpas grandes, violines y tambora
tocaban sin descansar
En cambio, el estudioso Ignacio Dávila Garibi en sus "Datos
acerca del idioma coca y de su posible influencia en el lenguaje
folklórico de Jalisco" asegura, sin más fundamento a la mano que
el matriotismo:

con este vocablo [mariachi] que tiene todo el aspecto de coca se


designa una música típica, bulliciosa y alegre [...] Data de tiempo
inmemorial y tuvo su cuna en Cocula, Zacoalco y otras poblaciones
jaliscienses que en lo antiguo formaron parte de la nación coca.

Para redondear lo dicho, Dávila Garibi recurrió a la memoria de


los viejos y sacó a luz de las letras la redondilla del coculense
Agustín Pacheco; a juzgar por testimonios, a simple vista bajada
del cerro a tamborazos, la letrilla se versó en plena intervención
gálica:

dicen que por el Naguanchi


no puede pasar ni un güero
porque le arrancan el cuero
pa' la caja del mariachi 3^

19. E/ Progray¿yf<3, Morelia, 23 de noviembre de 1874, año IV, núm. 363. Gentileza de
Gerardo Sánchez Díaz; Lauro Pallares Carrasquedo, 1976, pp. 16-17.
20. /gnacío Agujar, Zamora, s.f., p. 126.
21. /HV&sTigacíOM&y EmgMÍjfícaj, Órgano del Instituto Mexicano de Investigaciones Lin­
güísticas, México, septiembre-diciembre, 1935, t. III: 5 y 6. Agrega una variante:

103
M lT O TE , FANDANGO Y MARIACHEROS

Cierto, habrá que reconsiderar. Todos ios vestigios anteriores,


dei Nayar a Guerrero, aparecieron en la franja occidental, en donde
se habló o se hablaba náhuatl y sus variantes todavía a mediados
del siglo XIX. Unas de las huellas más tempranos se hallaron en
cercanía con la Iglesia de alguna manera, la institución que intensi­
ficaba en ese tiempo el culto a la advocación mariana, el dogma de
la Inmaculada."
Dándose aliento en jalmiche y Colima, manác/ze quizás pudiera
proceder de M aná más el vocativo náhuatl Como fuera, aún a
principios de 1900, mariache seguía rifando como baile o fandango
acompañado de cuerdas, percusiones de tambora o instrumentos de
viento. Para casi una mayoría, el gusto se rompía en géneros. En
tanto, para otros, terminaba en tragedias.
Manifestando disgusto por los efectos resultantes, el gobierno
de Michoacán advertía a los prefectos subalternos que

en algunos pueblos de poca importancia, haciendas y ranchos del


Estado, especialmente en los de tierra caliente [durante los rodeos y
herraderos] se verifican bailes que denominan y en otros
lugares a los que generalmente concurren personas de cos­
tumbres que nada tienen de morigeradas.

Si bien el gobierno disponía que ninguna autoridad permitiera


"esas reuniones escandalosas, sea cual fuere el nombre que se les
dé y el motivo con que pretendan organizarse", el rebelde respon­
de. Pues no se podía desterrar el atractivo del baile así porque sí.

Vengan jijos de un tacuachi


quero destripar un güero
que se me acabado el cuero
de la caja del mariachi
Francisco J. Santamaría, 1978, p. 697, advierte "una traslación de sentido en el
mejicanismo, porque originariamente significó el tambor, instrumento esencial en la
música de tales artistas".
22. "Mariáchiles" es vr. g;*., el nombre familiar de María de los Á n geles R ^onales", Æ/
Morelia, 26 de noviembre, 1908, véase también in o n a s Stanford.
p. 20.

104
MARIACHE! CONCIERTO DE TRES MUNDOS

Es más, algunos dueños y arrendatarios de fincas rústicas pidieron


al gobierno tuviera a bien reconsiderar tal disposición ya que afec­
taba "una costumbre muy arraigada" en el campo, comprome­
tiéndose los solicitantes a "guardar el orden, no vender bebidas
embriagantes, ni permitir armas sin licencia respectiva".^
Por otra parte, lejos de resistirse a la inñuencia de esta cultura,
la aristocracia rural agregó a su repertorio musical las manifesta­
ciones campesinas. Pero en esta expresión se descartaba a la gente
"catrina" de la ciudad que desde los balcones se tapaba los oídos
para no escuchar los tamborazos. Hacia enero de 1888, en Guada­
lajara "los días de función en Apolo, molesta la empresa de ese
teatro a los vecinos, con hacer que todo el día toque en la calle un
miserable y ridículo mariache, y la tambora se oye a 100 varas a la
redonda [...]"
Y aunque la música de mariache no era aceptada del todo en
un principio, llegó después a entrar por la puerta hasta las salas y
salones elegantes, editada principalmente para piano, pianoforte
y salterio, cobijada bajo el sagrado manto de los llamados "aires
nacionales" que volaban desde años atrás.
En 1895, dentro de los vientos de otra reelección y para darse
un aire nacionalista, la administración modemizadora de Porfirio
Díaz se ocupó de recoger música "de carácter popular" en los es­
tados de la república para formar colecciones impresas de "Aires
Nacionales". Sabemos que en ese año el presidente municipal de
Chavinda, Michoacán, remitió al prefecto de Zamora, y éste al
gobernador, un cuaderno con tres sones anónimos, "cuyos aires
son de origen de la sierra del sur del estado".^
También otra presencia del mariache, los ejecutantes -como
orquesta rústica- en la capital del país data de comienzos de siglo.

23. Amador Coromina, 1903, t. XXXVI: 84-85, 419-420.


24. Archivo Municipal de Zamora (AMZ), Fcwienfo, 1895, exp. 7, 31. Los tamborazos ja-
liscienses en Æ7 Guadalajara, 10-1-1888, t. V, núm. !. Gracias a la referencia
de Ramón Mata Torres.

105
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Rafael Méndez Moreno escribe que en septiembre de 1905, el


administrador de una hacienda coculense, por instrucciones del
propietario, "llevó a Guadalajara [¿Chapala?] y de allí a Mexico el
mariachi de Justo Villa, a tocar tanto en el onomástica del presi­
dente Díaz como en las ñestas patrias de aquel año".^
No obstante, mediando el centenario de 1910, contento y des­
contento chocaron e hicieron pum. Tras el crac del porfiriato, un
tamborazo de mariache, música "de amor y guerra", nos sirve para
avanzar el paso metidos en el movimiento maderista, después en la
rebelión antihuertista y facciosa, trastocadores de trastos y valores
culturales. En medio de la tempestad rebelde o de la aparente cal­
ma, la bulla del baile no es ajena a casos mariacheros.
Por ejemplo, el encargado del orden de la hacienda de la Rinco­
nada, rendía la novedad de un difunto en la noche del 22 de enero
de 1917 "en un mariachi que hubo en aquel lugar sin permiso de la
presidencia de Zamora, [Michoacán]". Además, otro empleado de
una hacienda en los conñnes de Jalmich en 1914 -entre una escena
de Æc&gh'dn, drama revolucionario en tres actos- se encontraba en
apuros porque ahí "hubo mariachi" y, embelesado por el ambiente
festivo, olvidó los encargos del dueño?*'
Para ese entonces, sobre todo ya en los veinte, la nueva onda
nacionalista del régimen llamado de la revolución, indigenismo
incluido por supuesto, permeaba el ambiente y había sentado sus
reales. En 1925 y hacia el sur del occidente, vamos en pos de
"típicos mariaches" de nuevo, esta vez a Uruapan; allí, como en
todo Michoacán y sus aledaños "el sentimiento musical está muy
desarrollado, donde todos los indígenas cantan o chicotean las gui­
tarras y el espíritu de las canciones varía".

25. Rafael Hermes, 1982, p. 117. Desde principios del siglo, Porfirio Díaz acostumbraba
descansar en Chapala, cada año, por el mes de marzo; Luis González, 1979, pp. 139-
140; AMZ, 1910, leg. 1, exp. 80. Otro ejemplo, éste de 1907 en México,
véase V. Morales, 1908, pp. 117-118. Otro ejemplo, éste de 1907 en M éxico, véase V.
Morales. 1908, pp. 117-118.
26. AMZ, t/MáT/cm 1917, exp. 4; Rafael C. Haro, 1938, p. 12. Premiado en 1925 por la
"Sociedad de Comediógrafos y Dramaturgos Mexicanos".

106
MARIACHE! CONCIERTO DE TRES MUNDOS

También dirigimos nuestra atención a Coiima para escuchar


"los mariachis de los indios". José G. Montes de Oca, henchido de
localismo matrio, resalta a los mariacheros colimotes,

más vernáculos que los de Cocula, que han modernizado los grupos
musicales e introducido en sus instrumentos una madera -e l clarine­
te-; más valiosos que los de la sierra del Tigre, los cuales vienen de
sus caseríos a decir "corridos" a los veraneantes de Chapala; más
interesantes que los de Aguascalientes, Guadalajara y otras ciudades
del interior, donde hay ferias y holgorios populares.

A esos mariacheros, andantes de la "Ceca a la Meca", en los


mercados, cantinas de las zonas alegres, rojas o de tolerancia,
Agustín Yáñez llamó "callejeros".^
Los mariaches de Colima, según parecer de Montes de Oca,
podían considerarse como "algo más representativo del alma abori­
gen en el folklore nacional" -de los que ya estaban-; en resumen,
para él los mejores provenían de Cihuatlán ("lugar de mujeres" en
mexicano, en náhuatl).^
Otro colimense al desquite, Miguel Galindo, sin aludir al mitote
recuerda que por ese rumbo se daba "el nombre de fandango, ya no
a la pieza o baile que llevaba su ritmo, sino a la orquesta [campesi­
na] misma, a la que después se llamó mariachi, y aun a la misma
ejecución o reunión en que se ejecutaba", allá por la costa del
Pacífico.^ -Vamos al fandango, como decimos "vamos al baile".
Paradójicamente, dentro de esta nueva oleada nacionalista y
desde la ciudad, sobre todo desde la capital mexicana a la que
fueron a sentar plaza los mariacheros de Cocula, Jalmich y alrede­
dores se empiezan a usar términos extraños a finales de esos vein­
te. A partir de ahí pegó, como afirmaban los urbanitas ilustrados

27. Rafael Saavedra, 1925; José G. Montes de Oca "Mariachis de Colima", Æ/


México, 3 de septiembre de 1925; Agustín Yáñez, 1987, p. 52.
28. Montes de Oca, cp. c¿?.
29. Miguel Galindo, 1933.

107
MU'OTH. t-ANDANGO Y MARtAGHHROS

"en un alarde de erudición vernácuitt", que mariache ocurría de!


francés.

Alguna lengua francesa durante la intervención le dio este nombre


a la pequeña orquesta indígena que recorre los pueblos
ribereños de los grandes lagos de la altiplanicie (Pátzcuaro y Chapala)
festejando matrimonios, con "sones" y "jarabes", al monótono compás
del arpa grande.^

Jacobo Dalevuelta le preguntó a un mariachero en la ciudad


—¿Por qué se llaman ustedes "mariachi"? Y moviendo sus ojos,
sonriendo por lo desconcertante de la pregunta, él respondió:
—Pues no lo sabemos; pero somos los "mariachi". En distinta
manera, sin meterse a filologías ni a semánticas, los políticos del
occidente, diputados federales o funcionarios en la ciudad de los
palacios, "tal vez nostálgicos de la ensoñadora hermosura de su
región" auspiciaron y fortalecieron la presencia mariachera.^'
Más allá del disfrute personal, Lázaro Cárdenas en su adminis­
tración presidencial (de 1934 a 1940) buscó "la unificación de las
masas bajo el liderazgo del Estado", echando mano de "expresio­
nes artísticas que sugirieran un retorno a las raíces de la mexica-
neidad". Desde su campaña electoral, el general Cárdenas necesitó,
entre otras ayudas, de un grupo musical de cuna popular "que se
acoplara al gusto de las mayorías, para reforzar su mensaje a las
clases trabajadoras y campesinas. En el mariache -[como conjunto
de cuerda, sin percusiones]- encontró la solución, llegando éste a
ser la característica dominante de su empresa política".^

Cuando estés en el poder


en nombre de tu bondad,

30. Higinio Vázquez Santana, 1931, p. 39; Bernardo Ortiz de Montellano, 1931, t. I: 1.
31. Jacobo Dalevuelta (seudónimo, Fernando Ramírez de Aguilar), Eyfa/Mp<3.y ¿/e M ánco,
México, s.e., 1930, pp. 183-185.
32. Guías Voluntarios de la Sociedad de Amigos del Museo Regional de Guadalajara,
1983.

108
MARIACHE! CONCIERTO DE TRES MUNDOS

te acuerdas de este mariache


cuando te vino a cantar.

Además, quién ignora que Cárdenas mismo, un afromestizo-


crioiio, procedía de un punto enclavado en ei bastión del mariache,
entre el área sur de Guadalajara corriendo a la costa de Colima y
Tierra Caliente de Michoacán. Juan de Dios Bojorquez nos pasa al
costo que en Jiquilpan, el michoacano, durante la campaña presi­
dencial, disfrutó de un conjunto de mariache, mínimo "de cinco
músicos: dos violines, dos guitarrones y la indispensable y estorbosa
arpa".''
De esta manera, ligada a esa empresa cardenista, el mariache
terminó imponiéndose como prototipo de grupo musical o "peque­
ña orquesta" de factura nacional, reforzado en el gusto popular por
las fonolas, radios y cine, entre otros medios. Empezó a destacar
en éstos la variedad, sobre todo más el de cuerdas y trompeta que
no tanto el de arpa grande ni el de tambora. Es más, en los comien­
zos de los cuarenta Antonio Gomezanda pretendió llevarlo en traje
ranchero a las alturas, en tres actos, a la ópera.^
Hasta ahí, antes de entrar en grande el negocio del espectáculo,
esa suerte corrió la tradición mitotera y de fandango, mestiza, hija
de tres mundos, pegada a la vida y diversión campesinas.

33. Álvaro Ochoa, 1997; Djed Borquez (Juan de Dios Bojorquez), 1933, p. 19.
34. Antonio Gomezanda, 1943.

109
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Mitote... "memorar las cosas pasadas e antiguas en cantares e bailes".

110
M ARIACHE: CONCIERTO DE TRES MUNDOS
Fandangos o mariaches lo mismo da. (Mural de Alfredo Zalee en el Palacio de Gobierno, Morelia)
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

+DI&THITO D € .ZAMORA. +
^ BE L # ^ E E ^ E ^ # . ^
.Pecz-efo/v# & /

DE ZAMORA.

En pueblos, haciendas y ranchos...


(Archivo Municipal de Zamora, "Arturo Rodríguez Zetina")

112
M ARIACHE: CONCIERTO DE TRES MUNDOS

Mariache en barro jalmichiano.


(Foto Jorge Durand)

Mosaico mariachero.
(Foto Rolando Sandoval)

113
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Coalcomán. Un recreo en la cristera, 1927.


(Archivo Bernardo González Cárdenas)

Coalcomán, Mariache en familia.


(Archivo Gerardo Sánchez Díaz)

114
M ARIACHE! CONCIERTO DE TRES MUNDOS

"Qué vivan los agraristas!..


(Juan de Dios Bojórquez, Lázaro Cárá^naj, 1933)

El sentimiento musical está muy desarrollado en Uruapan.


(R. Saavedra, "En tierra de tarascos", 1925)

115
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Sindicato Unico d^ Rii túnítos. Trovadores y Martatheros

')C. NAVAC-IT. MBXtCO.

^**'*v.
O f i c i o Núm

(Archivo Municipal de Zamora "Arturo Rodríguez Zetina")

(Biblioteca del Congreso, Washington)

116
MARIACHE! CONCIERTO DE TRES MUNDOS

MITOTE*

Marian Storm

La frase más elocuente de quienes han escrito sobre la música


mexicana es de fray Juan de Torquemada en su
M<3: "los viejos se meneaban enfrente de los instrumentos, bailando
y cantando". Cuando empecé a frecuentar las fiestas tuve esa vi­
sión y me impresionó mucho. Fiestas michoacanas, más para adul­
tos que para jóvenes, ¡cuánto las disfruté! Pero nadie debe ignorar
que toda danza, dependiendo del lugar y de la ocasión, tiene un
trasfondo religioso. Siempre hay algo de ritual. "En todas las ciu­
dades -escribe el padre Durán- había escuelas de baile junto a los
templos". Las danzas se ofrecen ahora a los santos como antes se
ofrecían a los dioses.
Sin embargo, la efervescencia altera el decoro en cualquier épo­
ca. Leemos en la edición moreliana de la /Macídn Míc/ioacdn
(1903) que [los antiguos] "en sus fiestas mezclaban maíz tostado
con miel, se emborrachaban y bailaban la Paracata Vazanga". Tam­
bién se advierte en la Décá&ió* de Herrera: "los primeros españoles
que llegaron a la corte de Tzintzuntzan fueron recibidos con una
fiesta que duró toda la noche con cantos tan terribles que parecían
salidos del infiemo".
El baile de Michoacán es alegre, pero discreto; más bien, vigo­
roso, de fuerte zapateado que se ejecuta en parejas, de frente, o en
ñla. Como sea, los pies se mantienen en el suelo, el cuerpo casi
inmóvil y la cara sin mostrar gesto alguno. Parece tan fácil, que
hasta se siente uno como tonto al principio, si baila solo. Los pri­
meros pasos tienen su encanto. En una fiesta, un par de mujeres o
de hombres mayores siempre empiezan el baile, cara a cara, des­
plazándose despacio, toda la noche, aun si nadie se incorpora a

Fragmento de Ea/aymg t/raapaa, 1945, México, s.i. traducción y notas, salvo indica­
ción, de A.O.S.

117
M lT O TE , FANDANGO Y MAR1ACHEROS

eHos. Tan embebidos en el ritmo, parece como si estuvieran en


meditación mientras bailan.
La Æg/acmn reñere que los antiguos tarascos usaban cascabeles
con ñgura de tortugas en las piernas para danzar. Ahora muchos de
esos adornos se pueden admirar en los museos. Se cuenta que "el
Cazonci tenía diputados que le proveían de plumas, atambores y
atabales para sus bailes". El doctor León, citando a Mendieta en
7br<3.s'co.s, escribe: "Los tarascos bailaban enfrente de sus cues.
Sus danzas eran eminentemente religiosas, y hombres y mujeres
tomaban parte en ellas".
Por otro lado, Herrera en su Décá&M escribe que las danzas
festivas de Tlaxcala se llamaban "mitotes". Para mí esta palabra
azteca, tan alegre, significará siempre el canto matinal de los pája­
ros porque a la hora del desayuno Elenita me decía, con brazos y
mirada hacia arriba, cómo los pájaros desde muy temprano habían
empezado su holgorio, "¡un mitote, encantados de la vida!".'
¿Qué instrumentos, aparte del oboe primitivo o chirimía, acom­
pañaban las danzas anteriores a las hispánicas? En la nota in­
troductoria de los conciertos de [Carlos] Chávez en Nueva York se
hace alusión al caracol: "un instrumento musical antiquísimo. Con
éste los nativos descubrieron la escala de la 'harmonía natural', de
la cual obtuvieron su escala pentatónica sin semitonos. Todos los
instrumentos aztecas usaron la escala pentatónica".^
Varios de mis familiares en Dutchess County aún conservan
caracoles en sus casas. Solían usarse para llamar a los hombres a
comer, especialmente durante la temporada de ensilar. Uno de es­
tos aparece en un viejo ejemplar que hiela la sangre del lector en el
cuento 7%g iíé/V <¿/ íVís/?-/o/;-ií'/'.y/; de [James Fenimore] Cooper.
Pero ni en casa ni en México he encontrado a alguien capaz de
soplar fuerte, mucho menos que sepa tocar uno de ellos.

1. En español, en el original.
2. McA/ca;? Mícnc, notes by Herbert Weinstock for concerts arranged by Carlos Chavez
as part of the exhibition: Twenty Centuries of MEXICAN ART, The Museum of Mo­
dern Art, New York, mayo, 1940.

118
M ARIACHE! CONCIERTO DE TRES MUNDOS

El doctor Miguel Galindo enlista el azteca hecho


de un tronco hueco de madera, vertical, y el fqponacMí, un "tam­
bor" más pequeño y horizontal.^ En cambio, Campos llama
en azteca y en michoacano a este tambor.
"Los teponoztlis fueron los precursores de las marimbas y xilófo­
nos", dice. (La marimba es africana y no hay duda de que tambores
semejantes a los teponaztlis, como Robelo los describe, se encon­
traban y se encuentran en África).
"La gente de Michoacán, agrega el doctor Galindo, poseía una
variedad de ocarinas y silbatos, como también de conchas y so­
najas". Don Eduardo Ruiz refiere que dichos silbatos imitaban
sonidos de animales. En las fiestas de los barrios de Uruapan los
danzantes usan sonajas hechas con caparazón de armadillo.
En la época prehispánica de Michoacán, la música era tan im­
portante al grado de que muchos músicos eran sacrificados para
acompañar al Cazonci cuando éste moría.^ Hoy, al menos, no es
indispensable, para ganar el sustento en esta vida.

MARIACHIS DE COLIMA*

José G. Montes de Oca

Lo que deleita al viajero, y lo entusiasma, y lo lleva a la admira­


ción, son los típicos e inconfundibles "mariachis". Oyéndolos,
pásmase el espíritu. No se sabe que elogiar más si la variedad de
los sones, o la originalidad de las melodías, o la combinación de la
letra y la música, o la habilidad de los ejecutantes. ¡Ah, qué bueno
es estar en Colima para saborear, en la paz de sus crepúsculos

3. Miguel Galindo, 1933, N ip on a /a MíÍMca M a ca n o , Colima, Tip. de El Dragón.


4. Je M/c/ioacdn; Beaumont, II: 56. N. de M. S.
* Æ/ México, septiembre de 1925.

119
M lTOTH, FANDANGO Y MARtACHEROS

encantadores, la alegría desbordante o la tristeza honda que dan al


alma los "mariachis" de los indios!
Más vernáculos que los de Cocula, del estado de Jalisco, que
han modernizado los grupos musicales e introducido en sus instru­
mentos una madera -el clarinete-; más valioso que los de la sierra
del Tigre, los cuales vienen de sus caseríos a decir "corridos" a los
veraneantes de Chapala; más interesantes, que los de Aguascalien-
tes, Guadalajara y otras ciudades del interior, donde hay ferias y
holgorios populares, los mariachis de Colima pueden considerarse
como algo más representativo del alma aborigen en el folclore
nacional. Estos rápsodas se posesionan de los "puestos" del Jardín
Nuñez, durante las tradicionales fiestas de Todos los Santos y allí,
día a día, sin descanso, sin fatiga, dejan que su inspiración avasa­
lle las almas.
Los mejores "mariachis" son los de Cihuatlán -"lugar de muje­
res", en mexicano-, un pueblecillo silencioso como una monja,
escondido cual moneda de un avaro, pobre como un mendigo, feo
cual un pecado mortal. Habitan los nativos de corazón sencillo que
aún conservan retazos de bellezas espirituales y espejismos de un
arte melancólicamente dulce, carente de pompas culturales.
Estos grupos de músicos se componen de cuatro individuos,
que tocan arpa de treinta y dos cuerdas, guitarrón, panzudo como
tortuga, y dos violines. Los instrumentos son de madera corriente y
fabricados en el país. Tienen sonoridad, especialmente el guitarrón,
que suena como contrabajo y se escucha a larga distancia. Su voz
es indicadora de donde hay "fandango".
Los músicos visten pobremente. No saben nada de tecnicismo
de arte, ni se dan cuenta de la admiración que producen los sones
que ejecutan. Su vida la pasan en fiestas y verbenas de los pueblos
del estado de Colima. Por tradición poseen las melodías, y es tal la
ñdelidad con que las repiten, que nunca se equivocan, no obstante
la variedad de ellas. Para producirlas, el jefe del grupo inicia los
primeros compases en su instrumento, a ñn de precisar el son que
van a llevar a los espectadores, que siempre los rodean: mujeres
con niños en los brazos, mozos y hombres del pueblo humilde, y

120
MARtACHE! CONCIERTO DE TRES MUNDOS

uno que otro "catrín" que gusta de tan origina! música. ¡Y con qué
entusiasmo la escucha el auditorio! A veces surgen parejas que
bailan los sones con su característica forma: "de punta y talón".
Entonces, el regocijo aumenta, brillan los ojos, sonríen las bocas y
las manos se juntan para aplaudir. Con frases amables se anima a
los bailadores, y éstos avivan los rítmicos movimientos, llenos de
satisfacción.
Pero, ¿qué son estos típicos "sones"? ¡Ah! Difícilmente se pue­
de dar una explicación de ellos no siendo músico. Los "sones" para
mí, expresan en forma melódica las emociones todas del alma
rudimentaria de los indígenas y mestizos. Son una sucesión de
melodías con períodos que semejan lamentos unas y desbordante
alegría otras. No hay ninguna idea musical definida; no se desa­
rrolla ningún tema. Las melodías se encadenan bellamente y de
pronto se cortan con las voces de los músicos que cantan una
cuarteta. Luego vuelven los instrumentos a entonar los requiebros
del amor, los madrigales del enamorado, sus decepciones, sus tris­
tezas; la fealdad de la iguana; la vaquilla pinta; el pájaro cardenal;
los queleles, etcétera y el prodigio de los enlaces melódicos parece
que nunca termina, que se alarga como un rayo de luna y que al
tocar las cuerdas afinadas del sentimiento, produce las más encon­
tradas impresiones. Mas cuando el espíritu hállase perdido en el
dédalo de las melodías, lanzan un lamento breve los violines y se
acaba el "son".
Los indígenas sienten los "sones" y saborean íntimamente sus
encantos y éstos en la parte propiamente musical, la más inte­
resante, la más sugestiva, provocan cierto desdén por la poesía.
Sin embargo, para que el lector se forme un concepto cabal de la
letra de los sones, transcnbole varios fragmentos poéticos que he
oído, introducidos en aquellos y que se cantan en los sones de /<r/
vÍM&i, del amorcífo, del de Emííi'a, de /a y
del

Cada vez que me emborracho


en el puesto de la viuda

121
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

no quiere darme una copa


para curarme la cruda.

Amorcito consentido,
nada más vine a saber
si te encuentras disgustado
por lo que enantes pasó.
De eso ya no hagas recuerdo;
disgustos no quiero yo.

Con un beso te saludo


y con otro te digo adiós.
¿Que no recuerdas que fuimos
prietitos del mismo arroz?

Puse mi amor en el viento,


y el aire se lo llevó:
un bien con un mal se paga,
como a mí me sucedió.

Oyes Emilia del alma,


tú eres mi único querer,
eres jazmín matizado
cortado al amanecer.

El quelele se murió,
ahi tiene usted nomás;
ya lo llevan a enterrar
y los queleles chiquitos,
quer, quer, quer, quer, quer, quer,
ahi tiene usted nomás,
ya se cansan de llorar.

Entre las composiciones poéticas de los sones está la siguiente,


que es verdaderamente ingeniosa:

Del cielo cayó una yedra


y en el viento se enredó;

122
MARIACHE: CONCIERTO DE TRES MUNDOS

dime como está tu enredo


para no enredarme yo.

Los críticos hallarán, con justicia, pobrísimos e incorrectos los


versos de los troveros indígenas; pero, qué ingenuidad, cuán es­
pontáneos y qué color hay en ellos. Y si se escuchan con los ma­
tices de la música, en el ambiente de Colima, surge deleitoso el
perfume de las almas que nos dan partículas de su arte sencillo con
los recuerdos de la tradición y la tristeza de todos sus dolores y de
todas sus miserias.

M ARIACHIS

Miguel Galindo

...el arpa y la guitarra son instrumentos que llevan en sí una peque­


ña orquesta, ya porque unidos forman la base de mayores orquestas
típicas que se adaptan perfectamente a las primeras expresiones de
las emociones de júbilo y de triunfo, confusas todavía, del alma
iberoamericana: los sones. Esas orquestas, llamadas "mariachis"
en el sur de Jalisco, se forman generalmente de una arpa grande,
guitarra, guitarrón y violines...

"El Alma de la Raza", Boiedn de /a Sociedad Mexicana de Geografía y


Estadística. México, 1928, t. XII.

EL MARIACHI DE CoCULA*

Jacobo Dalevuelta

Acaban de llegar de Tierra Caliente los clásicos "mariachi", tapatíos,


con la maletilla de viaje repleta de "sones", "corridos", "zapa-

* Jacobo Dalevuelta, de México, México, s. e., 1930.

123
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

teados" y todo lo más bello que pudieron recoger de su campos


encantadores para exhibirlo en la metrópoli encanallado por des­
gracia, con mil estilizaciones, llamadas artísticas y lo que es peor,
llamadas mexicanas.
Yo guardo aún vivísima la impresión de hace algunos años,
cuando oí por primera vez a los "mariachi" que se presentaron aquí
en el extinto Casino de los Periodistas. Los "tocadores" y "canta­
dores" y las bailadoras, que llevaban en sus fisonomías los ñnos
rasgos de las mujeres gitanas, colmaron de emoción a sus oyentes.
No he vuelto a ver, desde entonces, a otras bailadoras "marcarse"
como aquéllas, las brillantes ñguras del Jarabe Tapatío. Ninguna
artista del teatro vernáculo, de esas que veíamos pasar, todavía
hace poco tiempo por nuestros foros, llegó a aprender el secreto de
la gracia incomparable con que las rancheritas auténticas se arran­
caban sobre la tarima, para el zapateado clásico del jarabe o del
"palomo". Las que se han titulado maestras en la coreografía na­
cional, no podrían figurar -y en esto no exagero un ápice- ni como
las últimas aprendices del secreto que sólo conocen las bailadoras
jaliscienses de las tierras que acaban en las arenas ardientes de la
costa.
Desgraciadamente, el "mariachi" entonces no pudo llenar la
complicada exigencia del público iniciado ya en el espectáculo
sensual y apócrifamente llamado mexicano. Entonces el "maria­
chi convenció a unos cuantos devotos sinceros del verdadero arte
nacional, que no acepta canallerías. Tal vez se hayan ido de aquí
tristones esos maravillosos artistas glebeños, para refugiarse en
la serenidad de sus pueblos; en la tranquilidad de sus bohíos y en la
vida amorosa del interior de sus jacales de paja gris, que va tona-
lizando en color de oro, el sol tropical.

Han trne/fo /os poefas campesinos

Acaban de volver a nuestros lares los poetas campesinos. No vie­


nen por fortuna a llamar de puerta en puerta, en los teatros y
salones, para pedir un lugar donde acomodarse. Algunos diputa-

124
MARIACHE: CONCIERTO DE TRES MUNDOS

dos jaliscienses tuvieron la buena idea (alguna idea buena habían


de tener los diputados), de traer a sus poetas y compositores para
que toquen y canten. Esos diputados, tal vez nostálgicos de la en­
soñadora hermosura de su región, tratan de consolarse oyendo,
siquiera, la hermosa canción coculeña, en las ñestas y en los saraos
en que, por regla general, pasan la vida...
Tuve la fortuna de asistir a la primera audición que dieron el
domingo por la tarde los seis interesantes cantores populares. Lo
primero que se nota en ellos es la tranquilidad, compañera de su
vida alejada de la ciudad. Con un acierto encomiable, se olvidaron
de trajearse para la metrópoli. Vienen tal y como viven en su
Cocula ardiente, limpios de ropa abrillantada por el almidón y
aromada con retama. Sus pies aprisionados por los toscos "hua-
rachis" nacionales y su cabeza cubierta con el sombrerillo alado,
de petate. Uno solo de ellos, parece un iniciado en la civilización.
Viste pantalones y lleva calzado.
Estos músicos tienen cinco instrumentos de cuerda y un clari­
nete. Y de las guitarras pringosas, el bandolón y los violines armo­
nizados con el mayor encanto, arrancan las melodías lugareñas,
suaves, emotivas y originales, inspiradas hasta conmover. Esos
"mariachi" recogen por donde pasan, la música de los bosques,
el canto de los pájaros libres y todos los estupendos ruidos armó­
nicos de la naturaleza y que nosotros estamos condenados a no
escuchar, y los devuelven en canciones y "corridos" de clasicismo
insuperable.
No sé que será más bello, si las palabras o la música. Pero
cuando se oye una y otra formando la canción, y a la queja salida
del pecho se une la queja rasgueda en la guitarra, la emoción es tan
completa que conmueve.

&^c;7/rAS cantadora

Estuve platicando con ellos un rato. Capitanean al grupo, Concep­


ción Andrade, mago de un guitarrón que apenas aguanta, y Salva­
dor Flores, tocador de vihuela. Andrade y Flores son los poetas y

125
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

los compositores. Su inspiración inagotable los habría llevado a la


inmortalidad en otro país que no fuera el nuestro. Pero ellos, como
sus compañeros Pablo Gómez (clarinete), Casimiro Contreras, An­
tonio Partida (violines) y Agapito Ibarra (séptima) están conformes
con su suerte. Les ha bastado recorrer, de la serranía a la costa, de
un confín a otro confín, su tierra querida -la encantadora Jalisco-,
bajo la admiración popular, sincera y ferviente, de esa gente de
campo que trabaja todos los días, desde que Dios echa la luz hasta
que la quita, y que por la noche se adormece con el canto del
jilguero que saluda la noche o con la ternura de una melodía,
acompañada por la "séptima", la vihuela y el guitarrón. Están con­
formes con los aplausos cálidos que han escuchado en las ferias, y
estoy seguro de que ahora viven tristes porque se les tiene en
Guadalajara como exponentes del arte popular de su región.
—¿Por qué se llaman ustedes "mariachi"? le pregunté a Flores.
Y moviendo sus ojos, casi apagados por la acción de la viruela,
sonriendo por lo desconcertante de la pregunta, me respondió:
—Pues no lo sabemos; pero somos los "mariachi".
Alguna persona, en un alarde de erudición vernácula, explicó:
"El nombre de 'mariachi' a estos cantadores, tiene por origen el
vocablo francés manage. Estos artistas acostumbran tocar desde
tiempos muy remotos en todos los casamientos y cuando la inter­
vención, los soldados franceses y los belgas les llamaron ?narñ3gas.
Después se corrompió el vocablo hasta nuestros días". Yo dejo al
autor de esta versión la responsabilidad del caso.

í o j " .w a as " V "co/'r;'¡?a.s' "

—¿Y quién compone los corridos?


—Nosotros— contestaron; —nosotros hacemos todo.
¡Para qué preguntarles más, si con sus canciones habrían de
contarme las más bellas historias de la vida de sus pueblos eterna­
mente aromados por los encinares de los bosques!
Guardé silencio para escucharlos.

126
MARIACHE: CONCIERTO DE TRES MUNDOS

Traen a la memoria sones y corridos por centenares. ¡Ah! Cuán­


tas de esas ingenuas y encantadoras producciones las he oído,
encanalladas y servilmente aderezadas con ropajes de metrópoli,
entre las colecciones de los autores (!) que en nuestro mediocre
medio vernáculo gozan de prestigio! Pero hay diferencia entre unos
y otros. El "mariachi" reúne todo: originalidad, expresión, arte y
hermosura. Y no necesita vestirse de seda ni calzarse en los gran­
des almacenes de la rúa vanidosa por donde cruzan los elegantes.
Durante la audición que dieron en la ñesta, cantaron sones de
diversa índole; pero todos alegres. Parece que gozaran con la her­
mosura del parque sanangelino donde estaban.
Entre las canciones que les oí, anoté las siguientes:
rpg, Æ7 Tigre, Æ7 CMar, y Ta Em a/aJa. Esta última canción fue la
que llenó mis exigencias. Es única, incomparablemente bella; des­
criptiva a ratos. Es un canto salvaje, propio para cantarlo bajo un
sol tropical y frente al campo en ñoración y en el centro de una
dehesa, donde el toro salvaje "hiciera estremecer con su bramido"
todo el contomo de montañas.
Y las palabras son tan vivas y tan expresivas que presentan el
cuadro tan real y tan verdadero, que ningún pintor hasta hoy ha
producido algo semejante.
Estimulan los cantadores al zagal vaquero, diciéndole:

es vergüenza entre vaqueros


el que el animal se vaya...

Y claro está que esta "valona" tiene que encontrarse una mujer.
Los cantadores dicen:

Muchachos enamorados
tengan piedad de sus cueros,
porque en la Hacienda de Lima
están entre otros, los "meros".

127
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Después cantaron Æ7 Este "son" es enteramente distinto.


Un poco subido de color, el "mariachi" puso en él toda la ingenua
picardía campesina. Hablan de la decadencia y dicen así:

Pobrecito del chilero,


ya se cansa de llorar,
porque ya se está cayendo
la punta de su chilar.
Para que no se le caiga,
para que no se le caiga,
¡se lo voy a apuntalar!

Y cosa rara. En esa audición oí un canto propio para mujer


enamorada. No es común la canción campesina que hable de la
mujer, sólo se habla de los sufrimientos amorosos de los hombres.
El forma parte del corrido llamado Zi/mufeco. Escuchadle:

Zihuateco de mi vida,
dime quién te bautizó,
Zihuateco de mi vida,
pa' que te recuerde yo.

Y este otro:

Arriba de Zihuatlán
le nombran Agua Escondida,
donde se van a bailar
donde se van a bailar
Zihuatecas de mi vida. ¡Ay!

Estos versos no los desdeñaría la canción istmeña en su incom­


parable 7!on<3/fec<3.

í p g c o M p íe tg m ds*

Aparte de los anteriores, recogí otros incomparables por su senci­


llez y su significado. En la canción de PanaJeroj, tiene estos:

128
MARIACHE: CONCIERTO DE TRES MUNDOS

Me dijo la muy ingrata:


-S i me compra la semita
yo se la daré barata;
pero con la condición
de que no me alce la pata.

En la canción de Æ7 ÁgMa&tr, pintan a maravilla esta escena:

Allí viene el aguador


llamando de puerta en puerta:
-Señorita, ¿Fecho el viaje?
-N o, señor; hasta la vuelta.
-Mire, si viene y no me halla
ahi me lo deja en la puerta.

Y como cumbre, va éste, que encierra un encantador


poema de reclamo de ternuras:

Señorita, señorita,
ojitos de papel verde,
le canto este "frijolito"
para que de mí se acuerde.

MARIACHEROS DE L A BARCA

Francisco Rojas González

La orquesta, un pintoresco mariachi, deleitaba a la concurrencia


[en un puesto] con sus sones regionales, picarescos y sinfónicos.
Lo componían un guitarrista ciego, envuelto en rojo cobertor y con
el sombrero guaymeño echado sobre la frente; un violinista alto y
hercúleo como esclavo nubio, y cuyo guaje estaba remendado con
una tapa de caja de puros; el ronco guitarrón era pulsado por un
mozo de escaso y crespo bigote. Y un arpista, cuya cara hacía

129
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

recordar, por la inmovilidad, a la esñnge taciturna, completaba el


cuarteto.

"El último charro", /?etv'.s'/a Je RevMfíM, México, 5 de febrero de 1928.

LA MADRE DEL ANGELITO*

Ramón Rubín

La noche sorprendió al duelo silencioso y ensimismado.

Dos o tres horas después, el alcohol ingerido junto con el café


"para dominar el sueño", despertó los instintos de algunos hom­
bres. Y fue don José el síndico municipal, el primero en disponer
que, dos horas por su cuenta, se trajese a los músicos de El Otate y
diese comienzo la ñesta.

Antes de la medianoche ya había baile.

Como la choza no tenía capacidad alguna y apenas cabían adentro


con muchos trabajos las ocho o diez ancianas que rezaban por el
muerto, la danza tuvo que llevarse afuera, en el campito pelón que
había frente a la puerta, y a la torpe luz de una luna lívida y mor­
disqueada. Las guitarras y violines preludiaron su actuación con
las notas jubilosas de un mariache, y protegidas por la penumbra,
las parejas encontraron buena ocasión de bailar muy renegadas y
amorosas. Pronto estuvo congregada allí toda la juventud de El
^azahuate y no pocas de sus gentes mayores.

Mexicano, 1942, t. I.
MARIACHE: CONCIERTO DE TRES MUNDOS

Se arrancaban sobre la tarima...


(Mexican Folkways)

13!
E L MARIACHE COMO PARTICULA DE IDENTIDAD

EL MARIACHE COMO PARTÍCULA DE IDENTIDAD


EN EL NORTE'

Esta es ta brevísima historia de quienes emigraron a California a


través de una frontera hecha pedazos llevando consigo, de la mis­
ma manera, una señal inconfundible de su matria. Signos, símbolos
y objetos acompañan el tránsito del matriota migrante y en deter­
minado momento les recuerdan su identidad. En un mundo globa-
lizado, la matria sigue presente en las relaciones de amistad, lazos
familiares, en la nostalgia por el paisaje, el sonido y la música del
terruño.
A Perogrullo no estaría de más contarle particularidades de cómo
se ha llegado a que "el grupo más grande de mariacheros fuera de
México" viva en California y que la mayoría de ellos habite "el
pequeño paraíso cultural" de Boyle Heights, en el este de Los
Ángeles, precisamente entre la avenida Boyle y la calle Primerar
Y, otra particularidad más, decir cómo se advierte la identificación
de mexicanos envuelta en la diversión, gracias al sonido musical
común.
Para saber qué se toca en tomo al tema anunciado se le remite a
la tradición -tomando en cuenta que ésta viene desde ayer hasta
hoy en tanto haya quien entregue y quien reciba los bártulos cultu­
rales- para destacar en ella el ritmo, sabor y color del fandango, el
baile colectivo que abarca música y participantes. Hacía más o
menos 1930, el sucesor de éste, el mariache -alentado por el Esta-

1. Aquí se empleará fnanac/ie, según las fuentes más antiguas.


2. Don Terry, 1997.

133
M ITO TE, FANDANGO Y MAR1ACHEROS

do, difundido en ios medios-, terminó bailando ai son que ie tocara


ei negocio dei espectácuio. Como fuera, gracias a ese canal el ma­
riache llegó a más audiencia y sentó puesto en la plaza del gusto
popular; circunstancia y condición que le brindaron culturalmente
significado.
Mas que poner énfasis en la estructura del mariache, en este
particular espécimen de cultura popular (entendiendo por ésta el
montón de signos y símbolos elaborados, aceptados y compartidos
"por un significativo número de gente"), se ocurre ahora a la sim­
ple función espectacular que lisa y llanamente anuncia: por sus
frutos y alcances le conocerán.^ En esa línea se contará el proceso
divulgador y ruta de difusión; máxime, dejar constancia del esce­
nario, los actos, los actores en la popularización mariachera, así
como su expansión en territorio mexicano, entrada y penetración al
suroeste de los Estados Unidos, sobre todo en el sur de California.
Las fuentes de información en pos del mariache varían; van
desde las de primera mano hasta las de segunda. Discos, periódi­
cos, tesis, impresos, libros y artículos, además de la conversa con
memoriosos, igual iletrados que sabedores del alfabeto, surten no­
tas para la armonía del tema, aquí y allá, puestos en contra punto.
Por ejemplo, un par de braceros y un académico de la UCLA conta­
ron sus vivencias frente a la música popular; se confrontaron las
carteleras de variedades, las novedades discográficas y las noticias
de los teatros angelinos.

/nicia^ inAa^píYa^

El mariache bailó como par y consecuente del fandango (palabra


ésta que vino de África y anduvo entre el &anfn, caos y el mandin­
ga, convite). Vale la pena aclarar que Candanga y manacAe en la
primera mitad del siglo pasado, frecuentáronse como palabras ge­
melas en baile, relajo, diversión. Ambas se hacían acompañar de

3. Harold E. Hinds, Jr. )990, voi. 9; Bronisiaw Malinowski, 1970, p. 171.

134
E L MARIACHE COMO PARTÍCULA DE IDENTIDAD

música variada que, entre intérpretes, implicaba el uso de instru­


mentos de cuerda, percusiones de tambora o chirimbolos de alien­
to. Históricamente se sabe que tal expresión musical campesina no
era grata a los oídos refinados; ni lo eran a la vista catrina la
orquestación e indumentaria de los ejecutantes. En Guadalajara,
Jalisco, hacia 1888, los vecinos ponían el grito en el cielo porque
una empresa de teatro trashumante les molestaba con tamborazos
de mariache/
Tampoco las porfíricas autoridades modemizadoras miraban con
buenos ojos las diversiones y los bailongos rústicos. Tan es así
que, a principios de siglo, el gobierno michoacano insistía en pro­
hibir los bailes "que denominan manácAay y en otros lugares
en pueblos chicos, en haciendas y ranchos/ Sobra decir
que las secuelas del mariache o fandango, por el consumo de cha­
rape, chinguirito, tepache, charanda, refino, aguardiente, mezcal o
tequila en él, muchas veces paraban en situaciones trágicas. No
obstante, un tamborazo de mariache, "música de amor y guerra",
sirvió para danzar en la gran rebelión mexicana, expulsora de
migrantes, trastomadora de trastos y de valores. Mas calmada la
tempestad, migrantes y políticos del occidente recurrirían a la año­
ranza campirana para auspiciar la presencia mariachera en las
ciudades ojerosas y pintadas/
La música de mariache arribó a tierras del sur califomiano con
las y los migrantes del centro y occidente de México, cantando de
dolor (cuando llorar no se podía). Alimentó emocionalmente la
vida de ellos y ellas e iba muy adentro de su providencia cultural
como elemento de identidad. Materialmente contribuyeron la gui­
tarra, el fonógrafo y, por consiguiente, los discos de 78 rpm graba­
dos antes de los veinte en el noreste de E. U. (grabaciones literal y
prácticamente de campo realizadas por técnicos de la casa RCA
Victor o de la Columbia). El pago en abonos o en facilidades

4. Álvaro Ochoa Serrano, 1997; Æ/ Guadalajara, 10 enero, 1888, V: 1.


5. Véase mariache: Concierto de tres mundos, en este volumen.
6.

135
MITOTE, FANDANGO Y MARIACHEROS

permitía la compra de fonógrafos, integrándose éstos en el mobi­


liario de las casas mexicanas en poblaciones del sur de Estados
Unidos. En cambio, en la campiña mexicana resultaba imposible
adquirirlos por la enorme distancia a la ciudad, la escasez de recur­
sos y falta de crédito. Sin embargo, varios de los repatriados por la
crisis de 1929, y de los braceros en los cuarenta y cincuenta se
encargaron de traer tales aparatos a México; igualmente cargaron
con las novedades discográficas, entonces en tirajes muy cortos. A
su vez, los migrantes, ya de ida o de vuelta, trasladaron canciones
y corridos en cancioneros o en hojas sueltas.^
En el otro lado, la lírica mariachera se mantuvo en cancioneros
impresos, la música en discos de 78 rpm tocados en victrolas;
también, en las orquestas típicas y los grupos musicales que ame­
nizaban los salones de baile. Después irían los propios músicos
mariacheros en un modelo estándar adaptado al espectáculo del
cine, de la radio y la televisión. En gira por Los Ángeles estuvo
Silvestre Vargas y su grupo en 1940; luego Los Reyes de Chapala
durante una temporada. Los ejecutores de música mariachera de
tiempo completo figurarían después.^ Los sitios más a la mano
para el abasto de mariacheros se encontraban en el extinto puerto
de Ocotlán, en el centro turístico de Chapala, en la antigua plaza
Carrillo de Morelia, en el Parián de Tlaquepaque, en el mercado de
San Juan de Dios en Guadalajara y en las cantinas de Garibaldi, en
la ciudad de México.^

L n j cpMáfíc/pM&y

para el traslado de la música de mariache hacia el Norte se dieron


en un país que al ñnal del sexenio cardenista en 1940 contenía en

7. Los Ángeles, Cal., septiembre, 1926; University o f California, Berkeley.


Bancroft Library. Gamio and Taylor Collections. También información de entrevistas
a Guillermo Hernández, director del Chicano Studies Research Center de UCLA, Los
Ángeles, Cal., mayo, 1997, y al bracero José Serrano, Briseñas, Mich., junio, 1997.
8. Philip Sonnichsen, ¿1985? ms.
9. Salvador Novo, 1933, A. Ochoa Serrano, 1997.

136
E L MARIACHE COMO PARTÍCULA DE IDENTIDAD

su haber más de 19 millones y medio de mexicanos, cifra que


aumentaba en 1950 a 25 millones 791 mil pobladores, de los cua­
les 28.9% se decía urbano (vivientes en núcleos de diez mil gentes
o más) mientras que 71.1% llevaba una vida rural. En 1960, de los
casi 35 millones de censados sólo 65.5 por ciento se mantenía en
el campo y 37.5% se daba ínfulas citadinas. En el decenio 1970
disminuía la población rural incluso a quedar en 54.7% de los 48
millones y pico de los conacionales que emprenderían luego el
camino hasta la capital, a servir al patrón urbano o hacia las cabe­
ceras estatales que también mandaban llamar, mientras que otros
continuaban rumbo al Norte

...voy a darle vuelta al mundo


al derecho y al revés.

Para 1970, los ocupantes de localidades mayores de diez mi­


llares representaba 45.3 por ciento en los mencionados espacios
urbanos o en viaje para tomar esa condición. De ahí que en un
desarrollo centralizado se favoreciera más en los cincuenta la ten­
dencia atrayentemente concentradora y muy evidente que la socie­
dad mexicana creciera más en las cabezas y se urbanizara también
a costa de incorporar manos y brazos de los ranchos y pueblos.'"
En cuanto a los números indicadores de la gente activa en la
vida económica del país iban así: las actividades primarias en 1950
ocupaban a 4 millones 823,901 campesinos, casi la quinta parte del
total (18.7% de 25 millones); en 1960 crecían a seis millones 143
mil entre los 35 millones, pero que para 1970, cuando se contabili­
zaba un conjunto de 48 millones, bajaba el número a cinco millo­
nes, 103 millares y 517 debido a la falta de alicientes retenedores,
a la tentación urbana, a la oferta migratoria, la ilusión del Norte.
En esa mecánica, la industria transformadora y de la construcción,
la prestación de servicios en centros mayores, atraían a 224,512

t0. Instituto Nacionat de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), )985,1.

137
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

sujetos en 1950; aumentando la atracción a casi el doble en 1960;


para el año 70 eran 571 mil los colocados en fábricas, talleres, ofi­
cinas o sirviendo en casas de pudientes y en la construcción; segu­
ramente prófugos del campo algunos y algunas, mientras que otros,
tentados desde antes, tiraban más a los "iunaites" pese a la termi­
nación del programa bracero. Éstos iban del rusticado mexicano a
trabajar en el campo o en las ciudades de USA."

se convertirían en consuelo de los que sufren, adoración de la


gente conglomerada. Sobresalía la antigua ciudad de los palacios
con vecindades de quinto patio, tertulias y pachangas "en case
Julia"; las ciudades del occidente, modestas, recatadas, a las que
les sonaba la música por dentro, se llenarían de más gente en el
desplazamiento rustico que igualmente partía del rancho grande
atraído por el encanto de la metrópoli durante el llamado desarrollo
estabilizador.
En cambio, quienes no encontraban la dicha en la promesa
paternalista oñcial y se sentían inestables durante ese crecimiento
tiraron al Norte. Tras del lamento

Yo ya me cansé, mi mawm
de vivir tan desdichado,
por qué no vendemos todo
para irnos al otro lado."

En el flujo, reflujo y en cifras redondas, fa metrópoli de México


en 1950 con tres millones 137 mil quinientos noventa y nueve
capitalinos casi doblaba su población de 1940. En tanto, en diez
años postreros llegaba a cinco millones y en 1970 a una multitud

n.
12. / M ., Hermanas Padilla "Los que vuelven" en .Signan /aj ranc/ienfaj, vol. 2, Discos
Guía DGC 7012.

138
E L MARIACHE COMO PARTÍCULA DE IDENTIDAD

de ocho millones setecientos mil. Tampoco Guadalajara se queda­


ba atrás; de 440 mil quinientos llaneros en 1950 la Perla de Occi­
dente creció a tener 851,155 tapatíos en el año sesenta y al millón
491 mil en el setenta. Morelia, en cambio, no se estiraba gran cosa
en 1950 con apenas 63 mil 245 almas, y conservaba la figura
canteada en rosa durante los siguientes dos decenios con cien mil
ochocientos en 1960 y ciento sesenta y un mil en el transcurrir del
segundo.^
En tanto allende la raya fronteriza, gracias al acelere industrial
y al incremento del comercio, el atractivo Los Ángeles en 1940
contaba millón y medio de gentes en origen, descendencia y predo­
minantemente estadounidenses, mexicanas, canadienses, inglesas,
alemanas y japonesas. Se convertía, al amparo de un arquetipo
moderno y rodeado de comodidades, en la cuarta metrópoli más
poblada de los Estados Unidos en los cincuenta. Ésta llegaba a ser
la primera ciudad más numerosa de "mexicanos de afuera",
revitalizada por migrantes del centro y occidente mexicanos.'^
Con todo, a los escapes del trabajo rutinario en Los Ángeles,
California, USA, se ofrecían distracciones en salones de baile, salas
de cine, teatros, cantinas, bares para la chamba y la diversión de la
gente allende y aquende.

í<3 pop

requería de equipo y corriente alterna. En Los Ángeles, la Compa­


ñía Southern California Edison iluminaba viviendas y alumbraría a
las luminarias del espectáculo. En la República mexicana, antes de
la nacionalización en 1960, la Compañía Mexicana de Luz y Fuer­
za Motriz, la Eléctrica Chapala, Eléctrica Morelia e Hidroeléctrica
Occidental hacían que las capitales del centro y poniente tuvieran
energía todo el día, al tiempo que localidades de diez mil habitan-

13. INEGI, o/?, ct'f.


14. United States Directories, 1941, United States, Boreau of the Census,
1940, 1950, California.

139
MITOTE, FANDANGO Y MAR!ACHEROS

tes y hasta de menor cantidad irradiaban luces en la noche. Con la


fuerza eléctrica se encendían los aparatos necesarios para traba­
jar, informar y divertir; prendían teatros, salas de cine, estaciones
radiodifusoras, radios, estaciones televisoras, televisiones y otros
enseres en la casa.^
Sobre todo, radios y teles complementaban el paisaje hogareño
de la gran familia mexicana. Valdría mencionar los utensilios traí­
dos por los braceros entre 1942 y 1964: fonógrafos de cuerda o
victrolas, radio victrolas, radios de corriente alterna y de baterías,
tocadiscos, discos. Es más, en 1944 la firma RCA puso tienda cen­
tral en la ciudad de México y, después, agencias en Guadalajara
y Morelia (entre otros lugares) para vender y arreglar radio recep­
tores y, más tarde, televisores. De los 42,000 televisores existentes
en México en 1950, diez mil eran importados. Aun cuando no hay
datos en los censos de 1950 y 1960, por lo menos se sabe que en el
país se produjeron con el sello "Hecho en México" 186,975 teles
blanco y negro en 1965 y otras tantas 373,897 -más del doble- en
1970 para la demanda.^
Para entonces la caja audiovisual de TV, como Adelita, era tan
popular entre los hogares mexicanos de Los Ángeles como en las
casas citadinas y pueblerinas de México. En 1965 la urbe califor-
niana contaba con KMEX-TV, el canal 34 que trasmitía en español.
La señal de éste tocaba completamente los condados de Los Án­
geles y Orange, la parte occidental de los de San Bernardino y
Riverside, más el oriente del condado de Ventura. La programa­
ción de "Noches Tapatías" o las telenovelas, algunas de tema cam­
pesino por ejemplo, llegaban a los ojos, oídos, cerebros y corazón
de la teleaudiencia angelinaV

15. Manuel López Gallo, 1975; Comisión Federal de Electricidad, 1968.


16. INEGI, o/?. cá.; Referencia RCA, en Cancionero Sarape Marica/, M éxico octubre,
1967, Información de Ma. Socorro Morales, comerciante de discos, Zamora, Mich.,
enero, 1994.
17. James Alfred Lane, 1966.

140
E L MARtACHE COMO PARTÍCULA DE tDENT!DAD

con variedad de escenarios, luces, cámaras, micrófonos y acción.


La ilusión no sólo de vivir sino de sobresalir en las grandes locali­
dades para algunos personajes del campo tuvo que ver en el des­
lumbramiento. Si bien desde los treinta había músicos de mariache
establecidos en la capital mexicana, otros callejeros, conjuntos sin
tambora y con frecuencia desarpados, deambulaban en ferias pue­
blerinas y de barrio. Los músicos buscaban generalmente un rin­
cón cerca de las fondas chiquitas que parecían restaurantes o en
las zonas alegres, rojas o de tolerancia, según sintieran o vieran las
buenas conciencias de La Barca, Guadalajara, Jiquilpan, Morelia,
Ocotlán, Sahuayo, Tamazula, Tanhuato, Uruapan, Zamora, Zapotlán,
sólo por nombrar lugares del oeste. A esta lista de oportunidades
laborales se sumarían después cantinas, restaurantes y teatros de
Los Ángeles.'^
Para ese tiempo, se suaviza la música rusticana mediante arre­
glos urbanos a sones, canciones rancheras, corridos y huapangos.
Ante la creciente demanda del público, boleristas de la capital
-quiénes convencidos, contagiados o presionados- empiezan a can­
tar al estilo "ranchero" con el acompañamiento mariachero o de
mariachi, sin que faltara una que otra nota desafinada.
En el concierto campo-ciudad hubo desconcierto. La asociación
de charros protesta desde la urbe por el uso "indebido" del traje en
los mariacheros que no en las orquestas típicas; pero pasada la
tormenta, el atuendo de la élite ranchera o de charro, sarape y
sombrero vestirían al mariachero (nombre que el sindicato nayarita
de filarmónicos usó para ponerle a la altura de oñcios y ocupacio­
nes, plomero, carpintero, restaurantero, ingeniero). Por otro lado,
los músicos de pauta metropolitana entonaron quejas notorias
porque la música "ranchera" alentada por la radio, el cine, la tele­
visión y los teatros de revista aumentaba "inconteniblemente". Era

18. A. Ochoa Serrano, 1997.

141
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

ciertamente vieja y rica ia tradición de música popular, reconocían


los quejosos, pero "la monstruosa proliferación moderna sólo se
explica condicionada como está en el mundo actual por la publi­
cidad [...]"'"
Sin embargo, se aclara el panorama. No todo estaba perdido en
ese mar de presentaciones y grabaciones consagradas a cultivar
"un sentimentalismo lloroso" o a exaltar "jactancias de /nacAi.s-
mo"; a veces se dejaban oír "melodías y ritmos de lánguida o agre­
siva belleza" que con el transcurso del tiempo la plebe después de
paladear a su gusto conservaría, ya en los diigtianigj memoriosos,
en discos o en cancioneros. El cancionero provenía de vieja tradi­
ción.-"

Mexican CM/io.s y CMrioMS

despertados por la imagen mariachera, ya elaborada en cerámica,


filigrana, plástico, acetato, cartón y papel que encuentra salida en
obras artesanales y en serie de autores nacionales y estadouniden­
ses, en las grabaciones y portadas de los discos, en la presencia
misma de grupos "folclóricos", en los cancioneros de Mauricio
Calderón en Los Angeles, en el recuerdo dejado por las orquestas
típicas mexicanas en tierras del tío Sam interpretando "huapan­
gos, sones, valonas del Bajío y de Michoacán". Además, respal­
dados en propaganda y publicidad, los /cc.s.s media modelan el
símbolo del mariache a partir del patrón alteño, charro parrandero
y jugador, cantador allá en el rancho grande. En tanto, Chapala,
Guadalajara, Morelia, Tlaquepaque y Uruapan se llevan las palmas
en cuanto a la aparición espectacular de grupos, fuera de la ciudad
de México.^'

19. Pewbra Aíax/c(2H<3 óe Cn/fnra, México, nov.-dic., 1956, núm. 8: 58-59.


20. /óió., A los cancioneros de Vanegas arroyo y Eduardo Guerrero seguiría el Cancione­
ro Picor y luego el Cancionero óe/ Ra/io (éste registrado el 22 abril, 1955).
21. Pa Opinión, Los Ángeles, 1930-1940; Vicente T. Mendoza, 1939 y 1974; Frances
Toor, 1939.

142
E L MARIACHE COMO PARTÍCULA DE IDENTIDAD

Y al propagarse la curiosidad, el interés por conocer la tradición


mariachera, vinieron estadounidenses con grabadoras y cámaras
fotográficas para reunir testimonios. Así, Eskin anduvo con su
aparato en la plaza Garibaldi, Apatzingán y Erongarícuaro reco­
giendo "the street music"; Hellmer, quien dejó honda huella en el
medio, emprendió su tarea antes de 1956; en tanto que en 1960 los
esposos Bogert grababan también m óffM en Chapala, la antiquísi­
ma Meca de mariacheros.^
En el centro y en el oeste de Michoacán mismo antes de 1960
era muy frecuente ver a mariacheros en cantinas pueblerinas de
medio pelo; se podía escuchar a otros a través de la radio en Gua­
dalajara, Morelia, Uruapan y Zamora. La XEW, la Voz de América
Latina desde México, promovió a cantantes en busca de fama po­
pular y mariacheros de acompañamiento. En cinco radiodifusoras
del sur de California se trasmitía en esa época música mexicana; a
la vez en La Tormenta, cantina de Lalo Guerrero en el Este de Los
Ángeles, se reunían locutores para hacer concursos de aficionados
y, también, para difundir desde allí programas de música popular
mexicana.^

sobre una mesa servida, abierta la puerta del mercado, las empre­
sas del espectáculo se sirvieron con la cuchara grande. Se intensifi­
ca la readaptación de instrumentos y vestimenta. Al mariachero
(ahora bautizado por los medios "mariachi") en la medida que se
urbaniza, las compañías del j/iow le quitan la apariencia
silvestre para hacerlo más presentable a semejanza de las antiguas

22. Sam Eskin, 1954, Mariachi Mas/c o f M ^íco, Cook Records, LP 5014; M. García
Flores, 1990, núm. 102-103; notes of Charles and Martha Bogert, 1960, Mar/ac-/?/
AgMí/o-y ¿/e C/iapa/a, Folkways Records LP FW 8870.
23. R evira M c/toacán, Morelia, enero 1954, I: 3; La Op/món, Los Ángeles, mayo, 1940,
anuncios de KFOX, KFVD, KMTR, KGFT, KGER; información de Salvador Serrano,
residente en dicha ciudad desde 1958.

143
M fTO TE, FANDANGO Y MARtACHEROS

orquestas típicas o dei charro trovador. A petición del público tien­


den a desaparecer paulatinamente jarabes y varios sones; acaso se
oyen arreglos (ajustes y abreviaciones debido al peso económico).
Las nuevas grabaciones iban y venían por las fronteras tocando
sentimientos a su paso. Asimismo, a partir de muestras esporádicas
de grupos o de solistas, el occidente mexicano comenzó a exportar
mariacheros a California.^
Entre quienes fueron para quedarse en el sur de California me­
recen caso especial las michoacanas Hermanas Padilla. Provenían
de la tradición pueblerina de cantoras foijadas en el seno de fa­
milias acostumbradas a cantar y pulsar instrumentos de cuerda.
Nacidas en Tanhuato, Margarita y María Padilla partieron a Los
Ángeles durante la rebelión cristera en 1929. Steven Loza asienta
que ambas hermanas empezaron su carrera artística

cantando en eventos de beneficencia para las iglesias de la localidad


en los años treinta. Llamaron la atención y tuvieron un reconocimien­
to formal cuando ganaron el primer lugar en un concurso de aficiona­
dos llevado a cabo en el Parque de Pico Rivera, en un suburbio del
Este de Los Ángeles. Muy pronto hicieron su aparición en el progra­
ma radiofónico angelino de Ramón B. Arnaiz. Durante el Programa
Bracero en los cuarenta, el consulado mexicano, con el ñn de brindar
alegría a los trabajadores, pidió a las Padilla que cantaran en los cam­
pos agrícolas.^

El público mexicano siguió escuchando los discos de las Padilla,


en ambos lados, muchos años después. El jalisciense Nati Cano,
también, cuenta su experiencia campera en Los Ángeles:

Vine desde Guadalajara [en 1957], con las ilusiones, mi sueño, de


mejorar mi manera de vivir. Pasé por Mexicali, trabajé con el mariachi

24. Steven R. Pearlman, 1984, vol. I, y su disertación, 1988, pp. 63, 225.
25. Severo Mirón, 1982, 7an/iMafo. Morelia, s.e., p. 35; La Opía/áa, sección
de espectáculos 1940 a 1950. Sobre tradición cantoras véase Isaac Gallegos, 1984,
pp. 115-116; Mano T. García, 1994, p. 187, nota de las Padilla en Steven J. Loza, 1993,
p. 58.

144
E L MARIACHE COMO PARTÍCULA DE IDENTIDAD

Chapala ahí, y de ahí fuimos contratados a venir aquí a trabajar en Los


Ángeles, en una cantina.^

Luego de la tarea alentadora emprendida por el Estado mexica­


no en las temporadas nacionalistas de los veinte y treinta, la radio,
el cine y la televisión pusieron su parte, aquí y allende. Una de
tanta películas exhibidas en Los Ángeles en 1940 "La Tierra del
Mariachi", ofrecía lucir "legítimas canciones regionales, mucha
música y mujeres bonitas". Además hicieron su aparición las mo­
dalidades de las "caravanas artísticas" en teatros, salas de cine,
plazas de toros, en lugares aquende y más allá de la frontera. Por
ejemplo, Felipe y Rosa, las ya mencionadas Hermanas Padilla,
Ricardo Fierro, Adelina García, David Duval, Trío Durango, Trío
Calaveras, Lalo Guerrero, Dueto Azul de las Hermanas Mendo­
za, Quinteto los Tequileros, Mariachi México y otros participaban
en los teatros angelinos California, Azteca, Mason y Maya en los
cuarenta y cincuenta. Más tarde, varios de ellos, incluyendo a la
Rosa Michoacana, Mariachi los Reyes de Chapala y Mariachi Los
Camperos actuaban en el Teatro Million Dollar. También jamaicas
o kermeses en las iglesias, festivales escolares, concursos de afi­
cionados y ferias, las "variedades" en palenques en México, contri­
buyeron a vigorizar en ambos lados la tradición musical tantas
veces mencionada.^
En los setenta, las Jilguerillas de Numarán continuaron la tra­
yectoria de las Hermanas Padilla de cantar en los campos agrícolas
de California y de amenizar las fiestas mexicanas. Además, la
población mexicana en Los Ángeles alentó sus propias orquestas
"Típicas" mientras grupos como el Mariachi San Juan, Los Cam­
peros y Los Galleros surgían en el nuevo hogar. Otros grupos
como el Mariachi Jalisco, Mariachi de la Ciudad del Niño, Mariachi

26. A. Mejía Rentas, 1993.


27. La Opinión, Los Ángeles, sección de espectáculos 1930, 1940 y 1950.

145
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

de Chuy López y el Mariachi Imperial de Gabriel Leyva iban y


venían.-s
Así continuaba otra tanda, función o ciclo de la tradición
mariachera en su versión citadina, música arreglada y un modelo
acondicionado, marca XEW Fuentes-Vargas consistente de cuatro
violines, guitarrón, arpa casi ornamental, vihuela, guitarra sexta,
trompetas, y todos los músicos uniformemente trajeados "de la
cabeza a los pies".-'' Es el modelo versátil, asociado al estereotipo
mexicano, ahora conocido en casa, difundido en varias partes de
Estados Unidos y del mundo globalizado.
En fin, el mariache -sólo en su dimensión de grupo musical con
sus variantes, altos y bajos- se ha convertido en un elemento im­
portante de identidad mexicana allende la frontera, en el sur del
norte, maniñesta en la privacidad del hogar, en la convivencia con
otros en ñesta de bodas y quinceañeras, en espacios públicos (par­
ticularmente durante el 5 de mayo, 16 de septiembre y el domingo
de noviembre dedicado a Santa Cecilia en Boyle Heights). Todavía
la generación sesentona del padre de Linda Ronstadt tararea can­
ciones que interpretaron Lucha Reyes, Pedro Infante, Jorge Negrete,
los Záizar o José Alfredo. Maniñesta la pertenencia a una cultura
popular común; es, sobre todo, una forma de expresar el contacto,
conecte y sintonía con el terruño, el paisaje de la región, con el
maído lar.
La integración de madacheras al "destino", la película Manac/n
del cineasta chicano Robert Rodnguez, los festivales anuales de
madache en la Plaza Madachi, el proyecto de Museo de la Can­
ción Mexicana o del Madachi en East Los Ángeles^" reflejan acaso
esa tradición campesina del occidente mexicano, cuya resonancia
mueve las ñbras más sensibles de las identidades matdas y patria,
ésta rostro colectivo de ésas, en las mexicanas, mexicanos y mexi-
codescendientes del sur y vanas partes del vecino país del norte.

28.
29. S. R. Pearlman, 1988, pp. 61-62.
30. Le; Opm/d/?, Los Ángeles, 6 junio, 1997, espectáculos. José Hernández, entre otros,
promueve el mencionado museo.

146
E L MARIACHE COMO PARTÍCULA DE IDENTIDAD

L A TAMBORA

Enrique Perez Arce


Por los arroyos del rancho
entre mucho sombrero ancho
y entre mucha yegua mora,
¡la "palomilla" de Pancho
trae de "gallo" la tambora!

La "tambora" en esta tierra


es la banda primitiva;
es la música nativa
que el alma del pueblo encierra
¡Música de amor y guerra
de una raza pensativa!

La tambora canta amores,


y esperanzas y dolores;
y en noches de luna y vino,
con un "aire" campesino
va requiriendo los ojos
negros, los labios rojos,
y las trenzas enñoradas
que han sido botín de enojos
y varoniles arrojos
¡resueltos a puñaladas!

Entre el misterio de la hora


¡suena y suena la tambora!
Si la llevan a las citas
de las muchachas bonitas
en albas tibias y bellas,
a la luz de las estrellas
preludia "las mañanitas";
si el galán es desdeñado
por tahúr y enamorado,
entonces suele tocar
un quejumbroso cantar:
"Yo soy el abandonado"...

147
M ITOTE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Y en época de elecciones,
en las "manifestaciones"
del triunfo o de la derrota,
entre gritos y ovaciones,
balazos y maldiciones
toca "la mamá Carlota"...

Tambora agreste y ranchera,


mexicana y soldadera,
que por montes y por llanos
convoca a los mexicanos
¡a defender su bandera!
Aspera, pero marcial,
es su recia vibración
eco grave y musical
del estruendo del cañón
que retumba en nuestras dianas
¡y en nuestro himno nacional!

Ella y las revoluciones


en belicosas acciones
de villas y de ciudades,
saludando libertades
siempre unieron sus canciones.
El cuartel, el campamento
y el pueblo con ansia viva
sienten y aman la nativa,
estruendoso y primitiva
¡música de viento!

3 diciembre, 1922, XTTE 656.

148
E L MARIACHE COMO PARTÍCULA DE IDENTIDAD

La tambora en mariache.
(Dr. Atl. Arte Popular, 1921)

149
150

En cada hogar mexicano


El gabinete
debe haber un grafófono

C olu m b ia

M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS


^5 5 .^
E L " C O L U M B tA " E Et TIPO PíüEEnO OEt APAHHO MEMUtiOSO, t)Hf)l)0 Y EttCAXtr

A G EN TE S GENERALES: CIA. FONOGRAFICA c^HEXICANA, S. A.

Fonógrafo Columbia
E L MARIACHE COMO PARTICULA DE IDENTIDAD

Mariachi Pulido
(Archivo Bernardo González Cárdenas)

Mariachi Vargas
(Archivo Bernardo González Cárdenas)

151
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

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LISTA DE NOMBRES

A
Acosta, Joseph de 95
Agustín, san 22, 23
Alcaraz, Manuel 87
Allen Carlos 35
Altamirano, Ignacio Manuel 32
Alvarado, Juan de, virrey 16
Andrade, Concepción 125
Amaiz, Ramón B. 144

B
Barbosa, Manuel 64
Barrios, Enrique 102
Basalenque 16, 20
Benitez de la Paz, Cástulo 26
Beristain, Roberto 12
Bogert 143
Bojorquez, Juan de Dios 39, 109
Breba, Juan 73

C
Calderón, Mauricio 142
Campos, Rubén M. 38,42,44, 57,119
Cano, Nati 144
Cárdenas, Lázaro 38, 93, 108, 109
Cardona, Pantaleón 84
M tTOTE, E A N D A NG O Y M ARIA CH ERO S

Carlos HI 56
Carpió, Manuel 57
Carrión, Santiago 40, 43, 46
Castillo Romero, Pedro 102
Castro, Antonio de 52
Contreras, Casimiro 126
Cooper, James Fenimore 118
Cruz, Francisco de la, fray 15
Cruz, Juana Inés de la 53

CH
Chamorro, Arturo 12
Chávez, Carlos 41, 42, 118

D
Daievuelta Jacobo (seudónimo de Femando Ramírez) 64, 108
Dávila Garibi, Ignacio 103
Díaz, Porfirio, presidente 105, 106
Domínguez, Francisco 37
Dr. Atl 41
DuetoAzul 145
Duran, padre ! 17
Duvai, David 145

E
Elenita i 18
Escobar, Matías de 18, 21, 22
Eskin 143

F
Fabila, Alfonso 26
Felipe y Rosa 145
Fernández de Lizardi, José Joaquín 53
Fernández de Oviedo 93, 97
Fierro, Ricardo 145

164
ÍNDICES

Flores, Salvador 125, 126


Fuentes, Rubén 87

G
Galindo, Miguel, doctor 42, 43, 59, 107, 119
Gallardo, Miguel (alias Cortés) 51,52
García, Adelina 145
Gavaldón, Roberto 87
Gilberti 44
Gómez, Pablo 126
Gomezanda, Antonio 109
Guerrero, Vicente 55
Guerrero, Lalo 145
Guerrero, Raúl G. 62

H
Hellmer 143
Hermanas Mendoza 145
Hermanas Padilla 145
Herrera 117

1
Ibarra Jr., Alfredo 35
Ibarra, Agapito 126
Infante, Pedro 146
Iturbide 55

J
Jilguerillas de Numarán 145
Jiménez, Simón 11
José Alfredo 146
Kuri-Aldana, Mario 85

165
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

L
Lejarza 23, 25
León, doctor 118
Los Camperos 145
Los Folkloristas 84
Los Galleros 145
Los Záizar 146
Loza, Pablo José (Pablo Joseph Loza) 50, 51, 53
Loza, Steven 144
Lumholtz, Cari 34

M
Mariachi de Chuy López 145
Mariachi de la Ciudad del Niño 145
Mariachi Imperial de Gabriel Leyva 146
Mariachi Jalisco 145
Mariachi Los Camperos 145
Mariachi los Reyes de Chapala 145
Mariachi México 145
Mariachi San Juan 145
Marmolejo Espinoza, Luis 84
Martínez Ibañez, Clotilde 12
Martínez, Aristeo 45
Martínez, Julio 39
Martínez, Pepe 87
Medina Rincón, Juan de 19
Méndez Moreno, Rafael 106
Mendieta 41, 118
Mendoza Martínez, Vicente 85
Mendoza, Antonio de, virrey 15
Mendoza, Vicente T. 56, 83
Muñiz, Miguel 84
Muñoz, Miguel 85
Míreles, Timoteo 11

166
ÍNDICES

Montes de Oca, José G. 107


Mummert, Gail 12

N
Negrete, Jorge 146
Nuñez, Miguel 84

O
Ochoa, Santiago 12
Ochoa, Amparo 84
Oñate, Cristóbal de 16, 19
Ortiz, Rubén 85

P
Pacheco, Agustín 103
Padilla, Margarita 144
Padilla, María 144
Partida, Antonio 126
Pérez Meza, Luis 85, 86
Pérez, Álvaro 21
Ponce 44
Ponce, Manuel M. 72

Q
Quinteto los Tequileros 145
Quiroga, Vasco de, obispo 21, 44

R
Ramos 1. Duarte Feliz 58, 102
Reyes, Lucha 146
Riva Palacio, Vicente 32
Robelo 119
Rodríguez, Robert 146
Rodríguez, Silviano 41

167
M ITOTE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Romero 24, 25
Romero, Guadalupe 25
Romero, José Rubén 34
Ronstadt, Linda 146
Rosa Michoacana 145
Ruiz, Eduardo 32, 64, 119

S
Saavedra, R. 37
Sahagún Cortés, Luis 35
San Miguel, Juan de, fray 44
Sánchez, Cuco 86
Selgas y Carrasco, José 85, 86
Sobreyra Ortiz, José 60
Stanford, Thomas 60
Storm, Marian 38

T
Tavira, Juan Bartolo 26
Torquemada, Juan de, fray 117
Torres, Emilio 58
Torres, Mariano de Jesús 33, 63, 64, 85
Torres, Pingo 64, 65
Torres, Teodoro 87
Trasierra, Sebastián de, fray 20
Trío Calaveras 145
Trío Durango 145
Tupac Amaru 84

V
Valerio Sosa, Jesús 44, 45
Vanegas Arroyo 58
Vargas, Silvestre 136
Vázquez Santanna, Higinio 37
Venavides, Ramón 51

168
ÍNDiCES

Veracruz, Alonso de la 17,21


Villagomez, Liborio 12

Y
Yáñez, Agustín 107

169
LISTA DE LUGARES

A
Acahuato 99
À fric a 4 3 ,119,134
Aguacana 16
Aguascalientes 84, 107, 120
Aguascalientes, estado 85
Ajuchitlán 16
Alima 99
Alima, valle 100
Améñca 43
Andalucía 56
Apatzingán 58, 62, 99, 143
Apatzingán, vaile 58
Año 24
Año de Rosales 34
Asientos 84

B
Bajío 49, 50,142
Balsas 1 5 ,26,31 ,5 0 ,6 4
Balsas, cuenca 63
Balsas, ño 49, 99
Bélgica, sur de 56
Boyle Heights 146

171
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

C
California 39, 133, 134, 143, 144, 145
Caribe 97
Carrizal de Arteaga 34, 35
Ciénega de Chapala 35
Cihuatlán 107, 120
Coaguayutla 26
Coahuayana 100
Coalcomán 36, 100, 102
Cocula 100,107,120,123
Colima 57, 59, 100, 104, 107, 109, 119,120,123
Colima, estado 31
Colimóte, eje volcánico 11
Condado de Ventura 140
Contla 99
Cotija 100
Cruz de Caminos 37
Cuernavaca 44
Cuitzeo 21
Cupándaro 21
Cutzamala 50
Cutzamala, cuenca 32

CH
Chapala 106,107,108,120,142,143,145
Charo 21,22,25
Chavinda 105
Cherán 41
Chiapas 43
Chilapa 15, 49
Churumuco 24, 99, 101

D
Dutchess County 118

172
ÍNDICES

E
El Bajío 56
El Cazahuate 130
El Otate 130
Erongarícuaro 143
España 15, 42, 56, 85, 97, 101
España, sur de 63, 73
Estados Unidos 134, 135, 136, 138,139,146
Etúcuaro 16

F
Francia, norte de 56

G
Guadalajara 102, 105, 106,107,109,120, 126, 135,136,139, 140,
141,142, 143,144
Guanajuato (Guanaxuato) 24, 50, 52, 56
Guanajuato, norte de 58
Guango 21
Guatemala 17
Guerrero 15, 31, 50, 99, 104

H
Huainamota-Jala 94
Huetamo 49

1
Ichan 41
Inñemillo 99

J
Jacona 20
Jalisco 38,44, 59, 72, 94, 99,102,126,135
Jalisco, estado 31, 120

173
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Jalisco, sur de 123


Jalmich 38, 95, 100, 106, 107
Jilotlán 99
Jiquilpan 39, 109, 141
Justo Villa 106

L
La Barca 129, 141
La Cañada 41
La Magdalena 45
León 50
Lorca 85
Los Ángeles 136, 139, 140, 141, 142,143, 144,145

M
Madrid 85
Málaga, provincia 63
Maruata 36, 103
Mazamitla 99
Meseta Purhépecha 15, 25
Mexicali 144
México 17, 19, 49, 85, 87, 95, 106, 118, 133, 135, 136, 138, 140,
143,145
México, estado 50
México, valle 15
México, ciudad 15, 50, 136, 140, 142
Michoacán (Mechoacan) 11, 15, 18, 19, 23, 24, 37, 38, 41, 42, 43,
44, 45, 50, 56, 58, 60, 64, 94, 97, 99, 102, 105, 106, 109, 117,
119,142
Morelia 50, 55, 63, 85, 136, 139, 140, 141, 142, 143
Morelia, Bajío 31
Motines del Oro 62
Murcia 56

174
ÍNDICES

N
Nayarit 94, 102
Nueva España 16,18, 21, 53, 56, 93
Nueva Galicia 11
Nueva York 118
Nuncupétaro 16

O
Océano Pacíñco 49
Ocotlán 141
Ocotlán, puerto 136
Orange 140

P
Pacíñco 86
Pacíñco, costa 42, 107
Panuco 100
Paracho 21, 44
Parácuaro 99
Parangaricutiro 20, 21, 33
Pátzcuaro, lago 17, 21, 37, 45, 108
Peribán 24, 101
Perú 95
Pinzándaro 99
Pungarabato 49
Purépero 100

Q
Quitupán 36

R
Redwood City 39
República mexicana 139
Rinconada 106

175
MlTOTE. FANDANGO Y MAR1ACHEROS

Riverside 140
Rosamorada 102

S
Sahuayo 35,141
San Ángel Zurumucapio 21
San Antonio de las Huertas 37
San Bernardino 140
San Felipe 19,20,21
San Francisco Compo 19
San Juan Andacutiro (los Plátanos) 99
San Juan Parangaricutiro 19, 22
San Juan Zacán 20
San Lorenzo 40
San Luis Potosí 56
San Luis Potosí, sur de 58
San Nicolás de Tolentino 15
San Pedro Piedra Gorda 83
San Pedro Zacán 19, 20
Santa Ana Amatlán 99
Santiago lxcuintla 102
Santiago Tingambato 19
Sierra Madre del Sur 11,49
Sinaloa 17, 99

T
Tacámbaro 16, 19, 24, 37, 94
Tacirán 99
Tamazula 141
Tanhuato 141, 144
Taretan 21, 24
Tecalitlán 99, 100
Tehuantepec, istmo 43
Tepalcatepec 25, 49, 58, 99
Tepalcatepec, cuenca 31, 60, 87, 99

176
ÍNDICES

Tepic 102
Tetlama 99
Tierra Caliente 15, 16, 17, 19, 25, 34, 36, 37, 63, 64, 67, 101, 109,
123
Tigre, sierra del 99, 107, 120
Tingambato 20, 21, 24
Tiripetío 16, 17, 18, 22, 25
Tlapa 15,49
Tlaquepaque 136,142
Tlaxcala 118
Tomatlán 99
Torreón 84
Tzinagua 16
Tzintzuntzan 117
Tzirosto 19

U
Uruapan 24, 38, 40 ,4 2 ,4 3 ,4 4 ,4 5 ,4 6 ,1 0 6 ,1 1 9 ,1 4 1 , 142,143

V
Valladolid 17, 19, 22
Valonia 56
Veracruz 41, 55
Villa de León 51
Viudas de Oriente (actualmente Villa Juárez) 84

X
Xalpa 99

Y
Yuririapúndaro 21

Z
Zacán 20, 21, 23, 24, 96, 101
Zacatecas 83

177
M ITO TE, FANDANGO Y MARIACHEROS

Zamora 33, 105, 106, 141, 143


Zamora, Bajío 31
Zapotlán 100, 141
Ziracuaretiro 21, 24
Zirosto 20,21,24,25
Zurumucapio 24

178
de Álvaro Ochoa,
se terminó de imprimir en el mes de junio del 2000
en los talleres de
Gráfica Nueva, S. A. de C. V.
La edición consta de 1000 ejemplares.
Coordinación:
Patricia Delgado González
Corrección:
Leticia Martínez
Composición tipográñca:
Rosa María Manzo Mora
Adaptación de mapa y viñetas
de Valentín Juárez
Portada:
Miguel Ángel López
A partir de la triada y /77^/7^r/7^/w, ahora este
libro crece a sexteto con la incorporación de tres artículos más
que enriquecen la información sobre el tema. Senas reflexiones
van enmarcadas por fuentes documentales. El autor nos lleva a
deambular entre diversas regiones, personajes, eventos sociales,
migraciones, medios, instrumentos y agrupaciones musicales del
Occidente con un lenguaje lúdico. entretejiendo símbolos numé­
ricos.
Este trabajo es un claro ejemplo de las aportaciones que brinda
la microhistoria al conocimiento de las tradiciones musicales. La
nueva edición amplía su contribución al entendimiento de una de
las caras que integran el poliedro de nuestra identidad.
Álvaro Ochoa Serrano (Jiquilpan, 194S) es doctor en historia
por la Universidad de California, en Los Ángeles. Además, es
profesor-investigador en el Centro de Estudios de las Tradiciones
de El Colegio de Michoacán y forma parte del Sistema Nacional de
Investigadores.

Juan Guillermo Contreras Anas

E! COLEGIO DE M IC H O A C Á N

COLECCiÓN ENSAYOS

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