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Historia[editar]
El apretón de manos es antiguo. Hay ciertos indicios, ya en época prerromana, que así lo
atestiguan. Se trata de las denominadas «teseras de hospitalidad», documento portátil en
bronce o plata del que cada parte comprometida conserva una mitad. Estas teseras tienen
forma figurada (animal: jabalí, delfín, etc., «manos entrelazadas» o formas geométricas). El
texto está escrito en varios casos en lengua celtibérica (Osma, Monreal de
Ariza, Sasamón, Cabeza del Griego, etc.) y otros en lengua latina, y su límite cronológico se
sitúa entre los siglos II a. C.-I d. C.
Los «pactos de hospitalidad» eran una costumbre muy asentada entre los pueblos
indoeuropeos occidentales y en la península ibérica un elemento indígena que pervivió a la
organización romana. Eran acuerdos de amistad, una vinculación especial por la cual los
implicados (individuos o ciudades) se recibían en mutua protección, reconociéndose leyes,
derechos y deberes que se plasman sobre teseras (manos entrelazadas) o cartas tábulas
(tablas de bronce). Hasta entonces los pactos de hospitalidad siempre habían sido verbales,
un rito con presencia de testigos y de los dioses que actuaban como garantes. Las teseras y
kortikas (cortes o cartas) de nuestro legado arqueológico fueron escritas en lengua celtíbera y
alfabeto ibérico (similar al griego) y latino.
El apretón de manos se utilizó en la Edad Media. Los caballeros para saludarse «daban» la
mano contraria al lugar donde llevaba la espada, que solía ir colgada a la izquierda. Al ofrecer
esa mano el contrincante se aseguraba de que este no iba a sacar la espada de repente para
atacarlo.
Desde el siglo XX el apretón de manos occidental es utilizado en todo el mundo, aunque
algunas culturas poseen formas alternativas de saludar, las cuales son preferidas sobre el
apretón.1 Se dice que las sociedades secretas y algunos grupos privados incorporan saludos
de manos únicos.