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Ahora rescatamos su presencia con nostalgia porque fue, como todo poeta, un ser
excepcional, una humanidad rebosante de ternura y bondad. Está lejana mas su ethos
espiritual, su estela astral, su expresión poética, vuelve a nuestra vivencia cotidiana con
mayor afecto y simpatía.
Sabemos por su apretada biografía, que ella misma, con mucho pudor y humildad nos
entregara en la Sociedad de Escritores, que nació en Apote del valle cochabambino. Nos
relató que su infancia transcurrió en la hacienda de Monterredondo en contacto con los
niños del lugar mayoritariamente de extracción indígena campesinos. Sus primeros estudios
los realizó bajo la dirección de su padre dedicado al Magisterio, al Periodismo y a la
Literatura de la década de los 20. Quichuista autodidacta, inspirada en el sacrificado y
laborioso trabajo de los hombres de campo, ganó su primer galardón internacional con su
poema PUREJ KHARI, en 1951.
Motivada por ese premio y la necesidad de seguir expresándose en éste género y el dulce
idioma de nuestros antepasados continuó escribiendo y recibiendo mayores
reconocimientos. Sus poemas fueron publicados en la prensa del país y en varias
antologías nacionales e incluso traducidos al francés. Perteneció al la Unión de Poetas y
Escritores de Cochabamba y a la Academia de la Lengua Quechua de la misma ciudad.
En el pórtico del Panteón de los recuerdos, Blanca, impoluta como su alma, nuestra poeta
valluna tiene grabada una frase significativa en impronta de la expresiva lengua quechua, el
runasimi; como la de nuestra inmortal “Soledad”, doña Adela Zamudio: “Lloradme ausente
pero no perdida”.
Una noche de convocatoria poética, nos entregó la hermosa traducción de uno de los versos
más recitados de los “20 poemas de amor y una canción desesperada” del insigne Pablo
Neruda. Imagino cómo hubiera el poeta degustado cada vocablo en su musicalidad indígena
y en el ritmo perfecto de su armonía intrínseca. Cómo hubieran gozado en pareja con
Matilde, arropados en manta bordada de manos mapuches, frente al mar de Isla Negra,
recibiendo en los rostros el golpe frío del invierno chileno. Ahora, exhumados los restos,
continúan espectando el mar que se rompe en espuma frente a ellos en eterna sinfonía de
identidad y amor. Que reciban en su eternidad este hermoso regalo de Blanquita en versión
natural de nuestra expresiva cultura originaria. No los encontraré en su casa, a los pies del
cerro San Cristóbal; de todas maneras, tendré el honor de entregar personalmente el tesoro,
a la SECH, la Sociedad de Escritores de Chile, y a la Fundación Neruda, esta bella
traducción que constituye un hermoso presente al pueblo hermano en gesto fraternal
americano.
¡Icha munakullanitaj!
“Piedra en la piedra, el hombre, ¿dónde estuvo?; Carbón sobre carbón, el hombre ¿dónde
estuvo? Sangre en la sangre, el hombre, ¿dónde estuvo? ¿Fuiste también, el pedacito roto
de hombre inconcluso, de águila vacía, que por las calles de hoy, que por las hojas del
otoño muerto, va machacando el alma hasta la tumba?... Y ansioso de utopía, de justicia, de
transformación social, pleno de ternura y compromiso le ofrece la mano…”Dame la mano
desde la profundidad de tu dolor diseminado y Sube a nacer conmigo hermano…”
Poema 20, es el Manchay Puito, es el poeta indio que recita su soledad y llora sus endechas
de amor…”Puedo escribir los versos más tristes esta noche… Atini qhelqayta aswan llakiy
jarawikunata kunan tuta…”
¿Cómo será posible adentrarnos en la profundidad del alma humana?, ¿del alma nuestra?
¿de su ethos colectivo?
Blanca hermana, mujer con alas de ángel, ser puro y bueno que me ofreció su sonrisa y su
ternura en un recodo del camino. Te abrazoy te quiero.