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LA ILÍADA COMO OBJETO ESTÉTICO

Sofía Ormazábal Lally

La primera vez que supe de la Ilíada no entendí su motivo de ser; era una historia
completamente ajena y tediosamente larga. Para ser sincera, la odié puesto que no entendía ni
la mitad de lo que ocurría en ella, menos aún por qué era tan importante.

Poco sabía yo en ese entonces que no la estaba entendiendo porque no estaba permitiendo
que su contexto hablara a través de ella. Estaba obstinada en leerla desde este mundo, como
hija (o nieta) de la modernidad, matando todo lo que había permitido a esta historia ser y
tener valor como una forma de enseñanza y, por lo tanto, estética.

Por ello en este ensayo pretendo justificar la Ilíada en tanto objeto estético. Para esto estaré
utilizando el primer canto para demostrar mi punto.

En primer lugar, es necesario aclarar el sesgo epistémico que tenemos al momento de tratar
con ciertos conceptos que serán relevantes en este ensayo, además de contextualizarnos en la
forma de concebir el mundo de la antigua Grecia.

Cuando pensamos en la búsqueda de la realidad por parte del sujeto, Foucault (2001) destaca
dos vías: la filosofía, que “determina los límites del acceso del sujeto a la verdad” (Foucault,
2001) y la espiritualidad o las prácticas que el sujeto realiza sobre sí mismo a modo de
transformarse y acceder a la verdad. (Foucault, 2001) La filosofía se relacionaría más con la
verdad propiamente tal y la espiritualidad con las prácticas sensibles del sujeto. (Foucault,
2001)

Lo que resulta importante destacar de estas nociones es que para el mundo antiguo estas dos
maneras de acceder a la verdad no se diferenciaban. (Foucault, 1982) En otras palabras, la
filosofía y la espiritualidad eran, en esencia, lo mismo: una forma de conocimiento válido que
permite al sujeto acceder a la realidad. (Foucault, 1982)

La noción moderna que separa en dos saberes distintos la filosofía y la espiritualidad


permitió el nacimiento de la estética, relacionada a la espiritualidad y sus operaciones
sensibles. (Shiner, 2004) En este contexto, la estética vuelve a introducir la noción del sujeto
y de la práctica sensible en relación con el ámbito del conocimiento; proponiendo estas
prácticas como una forma de saber. Esta noción de conocimiento entró en tensión con el
marco epistémico moderno, pues se caracterizaba por su afán cientificista y sus ideas de
progreso. (Shiner, 2004)
Es así como la noción de “estética” propiamente tal es un fenómeno de la modernidad y al
hablar de ella, se está hablando desde ese modelo epistémico particular. (Shiner, 2004)

Para el mundo griego la filosofía, conocimiento, espiritualidad y estética eran esencialmente


lo mismo. (Shiner, 2004) Bajo su modelo epistémico la estética sería conocimiento a través
de prácticas sensibles, aunque no existiese el término de “estética” propiamente tal.
(Tatarkiewics, 2002)

Antes de entrar de lleno en lo que respecta La Ilíada de Homero, es necesario que también
explicite las diferencias conceptuales de la noción de “arte”.
Habiendo aclarado que para el mundo griego “estética” es fundamentalmente lo mismo que
“conocimiento”, vale mencionar que una manifestación de esta noción es la inexistencia de la
distinción que hoy tenemos entre “artesanía” y “arte”; para la antigua Grecia no había
diferencias más que técnicas entre un pintor y un zapatero, siendo ambas prácticas
consideradas un conocimiento útil. (Shiner, 2004) Para lo que nosotros se consideraría “bellas
artes” o un objeto a estudiar estéticamente – como estoy por hacerlo en este ensayo – para el
mundo griego era simplemente una necesidad. (Shiner, 2004)

Dicho esto, las manifestaciones artísticas que nosotros dividimos en 6 prácticas (música,
pintura, poesía, teatro, danza y arquitectura) para la antigua Grecia se dividían en 2 grupos:
Por un lado, estaba la “plastikai technai” que se ocupaba de la creación de formas
bidimensionales o tridimensionales en el espacio, es decir, se trataría de la arquitectura, la
escultura y la pintura. (Tatarkiewics, 2002) Por otro lado, estaba la noción de “choreia” que
involucraba la poesía, música y danza. (Tatarkiewics, 2002) esta noción es particularmente
importante para este ensayo, pues es aquí donde se asienta la Ilíada.

La cultura griega era fundamentalmente oral, pues la transmisión de saberes se hacía de esta
manera. (Jaeger, 2001) Ya que la choreia se vincula a la transmisión de conocimientos
(Tatarkiewics, 2002), la poesía de Homero sería, entonces, conocimientos transmitidos a
través de la práctica sensible. En otras palabras, sería una manifestación estética bajo la
conceptualización que he hecho en esta parte introductoria.

Pero ¿qué conocimientos se transmiten?

Primero, tendré que explicar brevemente la “areté” e “hybris”, dos conceptos utilizados en la
antigua Grecia.

La noción de areté, si bien no tiene traducción exacta, puede comparársele con “virtud”,
considerando el sentido del deber como una característica esencial que abarca el ideal hacia el
cual se educaba. (Jaeger, 2001) La areté designa principalmente la superioridad de seres no
humanos, aunque también se pueden considerar la fuerza de los guerreros y su valor heroico.
(Jaeger, 2001) Para Homero, areté tiene un sentido ético general; designa un hombre de
calidad. (Jaeger, 2001) Tanto para Homero como para la nobleza, la negación del honor era la
mayor tragedia humana. (Jaeger, 2001)

La oposición a la noción de areté para el mundo griego es hybris, que se puede definir como
desmesura, es decir, no reconocer los límites de la condición humana. (Varios Autores, 2002)
La virtud está directamente asociada al reconocimiento de este límite marcado por la
mortalidad del hombre y la impotencia frente a la naturaleza. (Varios Autores, 2002)
Reconocer esto es fundamental para la areté e ignorarla significa incurrir en hybris. (Varios
Autores, 2002)

Como ya mencioné, en este ensayo voy a estar hablando acerca del primer canto de la Ilíada,
justificándola como una obra estética. Para ello, exploraré cómo transmite las nociones de
areté e hybris, pilares de la educación griega.

A lo largo de este canto veremos cómo los dioses cumplen un rol principal en lo que respecta
la areté e hybris, inculcando tanto los ideales griegos como las ideas religiosas. En varias
partes de este canto se puede apreciar que, al negarse ante un dios, se está incurriendo en
hybris mientras que obedecerles se defiende la areté.
Un ejemplo de esto es cuando Agamenón roba la hija de Crisas, a quien Apolo cuida.
(Homero, 1996) Cuando él le suplica a Agamenón que le devuelva a su hija, este se niega y lo
amenaza de muerte. (Homero, 1996) Al hacer esto le está faltando el respeto al dios Apolo,
traspasando los límites del hombre e incurriendo en un exceso de corte religioso. Esta
desmesura se vuelve incluso mayor al comparar a Crisas, un anciano que suplica con
Agamenón, un joven fuerte, imponente que amenaza.
Otro momento en que se puede apreciar la influencia de los dioses en la areté es cuando
Aquiles y Agamenón están discutiendo en el ágora. (Homero, 1996) Aquiles pierde su
mesura a tal punto que considera seriamente matar a Agamenón, por lo que aparece Atenea,
quien hace que él se modere, entre nuevamente en equilibrio y respete los límites. (Homero,
1996) En otras palabras, Atenea cumple la función de recordarle su honor que debe defender
y que deja de hacerlo al caer en la soberbia.
Otra situación particular que ocurre en el ágora es cuando Aquiles le otorga la protección de
Zeus a Calcas, antes de revelar el motivo de la cólera de Apolo. (Homero, 1996) Lo que
ocurre al hacer esto es proteger a Calcas de que le lleven la contraria: si se niega al adivino,
se niega a Zeus.

Sin embargo, no es todo únicamente relacionado a las deidades griegas, puesto que aún se
pueden cometer desmesuras sin que estén los dioses invocados.

En el ágora Agamenón accede a devolver la hija de Crises, dado que le otorguen una
recompensa por su actuar y amenaza con quitar la amante de Aquiles. (Homero, 1996)
Aquiles entra en ira por esto, reclama que la peor parte de la guerra se la lleva él y Agamenón
se lleva lo mejor. (Homero, 1996) Aunque él sea un semi-dios, siente que está en una lucha
desigual y desventajada. Asume una actitud infantil y egoísta, la cual es opuesta a la areté
puesto que no hay hombría en ello.

Ambos personajes caen en la soberbia en distintos momentos de la discusión; Agamenón al


decir que no necesitan de Aquiles en la guerra y Aquiles al proclamarse el mejore de los
aqueos y que, sin él, perderán. Ambos personajes se exceden en esta situación, elevando sus
egos y discutiendo por ello.

Se puede argumentar que esta discusión es por la posesión de la mujer, pues esto es lo que
gatilla la discusión y luego es lo que la hace escalar. Sin embargo, si se ve desde la
perspectiva de los ideales de areté e hybris, la discusión parece tener más sentido desde la
perspectiva de la defensa de sus honores, aunque ambos caigan en excesos al intentar hacerlo.

Hacia el final de esta asamblea se levanta un personaje que nos recuerda la areté que se debe
defender. Es un anciano de palabras sabias llamado Néstor que intenta reestablecer el
equilibrio mencionando atributos positivos de los personajes que discuten. (Homero, 1996)
Este personaje recuerda al público los valores del respeto, control y elocuencia, apareciendo
un recordatorio del equilibrio.

Ahora, este ensayo no se trata de demostrar la areté e hybris particularmente en la Ilíada, sino
justificarla como un objeto estético. Pues entonces, ¿Por qué lo estoy destacando?

En primer lugar, en ninguna parte de este canto se hace mención explícita al sistema de
valores griego, sino que simplemente aparecen demostrados en pequeñas y grandes acciones
o comentarios que los reflejan.
En segundo lugar, si no destacara y explicitara ciertos conocimientos transmitidos y que
posiblemente, no se reconocerían puesto que estamos revisitando una obra hecha bajo otro
modelo epistémico que abarca otros ideales y formas de transmitirlos que son distintos a los
que experimentamos hoy en día.

Devolviéndome a mi primer punto de este ensayo, no se puede concebir correctamente la


Ilíada sin ponerse en los zapatos de los griegos de aquellos tiempos. En otras palabras, si no
nos asentamos en su perspectiva para apreciar esta obra, las enseñanzas que hay en ella no
nos llegarían; no las sabríamos reconocer y gran parte de esta obra perdería sentido.
Es el hecho de que esta obra transmite conocimientos de forma sensible lo que la hace ser un
objeto estético que, si bien es un fenómeno propio de la modernidad, no se podría aplicar a la
Ilíada si no la apreciamos desde la postura de la sociedad griega de la época. Si no sabemos
que está transmitiendo conocimientos y qué y cómo está transmitiendo estos conocimientos,
no podríamos reconocer esta obra como un objeto estético. He ahí la importancia de apreciar
las cosas desde la manera en que originalmente fueron intencionadas en orden de poder
apreciarlas bien con nuestros conceptos de hoy en día, sin perder la esencia de las cosas que
fueron.
BIBLIOGRAFÍA

- Foucault, Michel. La hermenéutica del sujeto. Fondo de Cultura Económica. Buenos


Aires, 2001.

- Homero. Ilíada. Editorial Gredos. Madrid, 1996.

- Jaeger, Werner. (1995) Paidea: Los ideales de la cultura griega. Fondo de Cultura
Económica México, 2001.

- Shiner, Larry. (2001) La invención del arte: una historia cultural. Paidós. Barcelona,
2004.

- Tatarkiewics, Wladyslaw (2000) Historia de la estética I. La estética antigua. Akal.


Madrid, 2002.

- Varios Autores. Yambógrafos griegos. Gredos. Madrid, 2002.

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