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EL CUERPO ENTRE LAS CUATRO PAREDES

Sofía Ormazábal Lally

1. Acerca de la naturaleza humana y la pandemia

¿Existe una naturaleza del ser humano? Esta pregunta es constantemente abarcada por
estudiosos, los cuales responderían con un número de hipótesis distintas. No obstante, existe una
noción en particular que se aproxima a la idea de la existencia de un alma o esencia, asociada a
algo etéreo e intangible. Aunque frecuentemente esta concepción sea objeto de burla es, a mí
parecer, la concepción más acertada cuando se le piensa desde el punto de vista de la
sensibilidad. Antes de continuar desarrollando mi idea, siento necesario aclarar que bajo ningún
punto de vista estoy intentando entrar en una discusión para afirmar o negar la ​existencia de un
alma, sino más bien reflexionar acerca de aquel fenómeno intangible esencial para el ser
humano, su importancia vital y sus manifestaciones estéticas en las condiciones particulares de
confinamiento que estamos viviendo actualmente, producto de la pandemia actual del virus
Covid-19.

La idea de un alma correspondiente a algo intangible podría conectarla con la noción de


que no podemos concebir la vida sino sensible y es a través de esta sensibilidad el cómo
podemos vivir. (Coccia, 2011) No solo somos seres racionales, sino que también somos sensibles
por naturaleza (yo me atrevo a decir que somos más sensibles que racionales, pero esa es solo mi
opinión). Continuando, para poder desarrollar una narrativa de vida necesitamos
indiscutiblemente la sensibilidad, puesto que accedemos a recuerdos del pasado o ideas del
futuro a través de la imaginación sensible. (Coccia, 2011) Y no solo eso; para nosotros y para el
resto somos una apariencia sensible, emitiendo constantemente olores, sonidos, colores, texturas,
luces, etc. (Coccia, 2011) A fin de cuentas, necesitamos de lo sensible tanto como necesitamos
alimento. (Coccia, 2011)

Habiendo dicho esto, me referiré al fenómeno de la pandemia. A nivel global y en


diferentes medidas hemos pasado a un estado de confinamiento y cuarentena, producto del virus
Covid-19, aquello incluye a mi ciudad y es desde este contexto en el que escribo esto.
Es por ello que actualmente estamos accediendo al mundo exterior principalmente a
través de la imaginación sensible, más que a través de los sentidos propiamente tal. (Coccia,
2011) Si cierro los ojos casi puedo escuchar el ruido de las avenidas principales y los vendedores
ambulantes, percibir el olor de las estaciones de metro o sentir en mis dedos la textura de las
rejas que tienen algunas casas, cuando camino con mi mano estirada para darle pequeños golpes.
Es, a través de esta imaginación que puedo acceder a la vida sensible y a su mundo.

La pandemia claramente ha traído consigo problemas mucho mayores que el


cuestionamiento por su estética, y no quiero continuar con lo que tengo que decir sin antes
reconocer la severidad de la actual crisis sanitaria y la angustia, hambre, inseguridad y
desesperación que ha traído a tantas personas. Desde este punto de vista tengo una suerte divina
por poder reflexionar acerca de los efectos estéticos que ha traído consigo esta nueva y
desoladora realidad.

Habiendo dicho eso, hay una pregunta que ha estado dando vueltas en mi cabeza casi sin
darme cuenta, como un gotero que no cesa y no sé de dónde viene pero a ratos, cuando todo está
quieto, lo escucho y no puedo simplemente ignorarlo.

Entre el sonido incesante de aquellas gotas caer hay una cuestión que, silenciosamente,
ha llegado para aterrarme. ¿En qué mundo estamos viviendo? ¿Podemos encontrar - o fundar -
un nuevo mundo sensible? ¿Cómo creamos esto desde el encierro?

En la soledad y el encierro, generar un nuevo mundo es una revolución estética. Ya no


vivimos dentro de los mismos parámetros que los de hace un par de años. Sin ir más lejos, hace
un año no nos encontrábamos en situación de confinamiento por una pandemia global. Otro
ejemplo que refleja mi punto es, lo que a mí parecer, fue una explosión de símbolos estéticos,
producto del estallido social del 18 de octubre del 2019, principalmente en forma de
intervenciones urbanas. Esto asumió un rol esencial para dar vida al movimiento, reflejado en la
materialización de fenómenos como el empapelado de las ciudades con el famoso ​Matapacos u
ojos, simbolizando la brutalidad policiaca y militar.

Ojos bordados en representación de los/as víctimas de la brutalidad policiaca y militar


en el estallido social de octubre de 2019

2. El reflejo del encierro en el cuerpo, la materia y el espacio

Hay una cuestión en particular que hace de la exploración de ideas que pretendo realizar
un tanto más compleja: Las preguntas que rondan la estética del encierro o del contagio no
pueden ser articuladas en gran profundidad dentro de teorías ya existentes de la estética, puesto
que el encierro por una pandemia global es una situación inédita para nuestro mundo y que lleva
apenas unos meses, haciendo que recién podamos comenzar a ver ciertos patrones de fenómenos
estéticos producto del encierro. De todos modos, intentaré realizar reflexiones con lo que tengo a
mi disposición.

Hay un fenómeno artístico en el que me gustaría enfocarme que, si bien no es un objeto


en sí que designe un significado específico, sí representa con claridad los gérmenes de una
posible estética del encierro y la enfermedad, reflejando en definitiva la necesidad que tenemos
dentro de nuestra naturaleza humana de entrar en contacto con nuestra sensibilidad innata, que
hace que nuestro mundo pueda seguir girando (en un sentido figurativo del habla).

Me ha llamado la atención este fenómeno que se ha vuelto viral (chiste intencionado)


dentro de la virtualidad y que, en mi opinión, ha sido posible únicamente por el confinamiento, la
pandemia y la necesidad natural de la sensibilidad corpórea, y que consiste en crear un registro
fotográfico usando únicamente el cuerpo y artículos del hogar para imitar una pintura.

Al respecto de esto me interesa hablar, en primer lugar, acerca de la corporalidad y, en


segundo lugar, de los materiales con los que esta interactúa y se moldea, más que del fenómeno
fotográfico en sí, puesto que lo que me llama la atención es la expresividad y la toma de
conciencia respecto del cuerpo y sus sutilezas, en tanto una especie de performance que refleja
una necesidad de la corporalidad por encarnarse sensiblemente, aún en un mundo o realidad
incierta y desconocida, donde el contagio, la enfermedad y la muerte están presentes en todo
nuestro alrededor y que se reflejan en esta expresión corpórea.

Selección de “Recrea tu obra”. Museo Baburizza, Junio 2020

2.1 El cuerpo

En primer lugar, considero necesario señalar que la performance es un tipo de arte


principalmente contextual, por lo que va cambiando en sus formas, habitando diferentes
espacios, expresiones corpóreas e integrando en ocasiones otras artes. (Muñoz, 2016) Esta
noción adquiere una especial importancia en la situación actual, como mencionaré a
continuación.
La performance en tanto género, permite explorar diferentes definiciones del cuerpo, a la
vez que otorga una libertad de integración de distintos materiales de distintas formas, en relación
con el cuerpo mencionado. En este sentido, en la performance el cuerpo se convierte en una
suerte de motor de la producción artística, deviniendo así, sujeto y objeto de arte
simultáneamente. (Muñoz, 2016)

Es así como la persona debe explorar su propia corporalidad, siendo esta el soporte de la
obra, adquiriendo la característica de “materia prima” con la cual el individuo experimentará,
cuestionará y transformará. De esta manera, el cuerpo deviene herramienta y producto al mismo
tiempo. (Muñoz, 2016) Al intentar imitar una obra pictórica es necesario volverse consciente de
la propia corporalidad, examinando su forma, expresión, gestualidad, movimiento y como
consecuencia, emociones asociadas, para poder usarlo como herramienta para producir la
recreación. (Muñoz, 2016) En palabras de Muñoz (2016) el cuerpo, entonces, se transforma en
una especie de laboratorio sin restricciones y que forma parte de la obra, siendo activa dentro de
ella. (Muñoz, 2016) En suma, es completamente necesario reconocer la sensibilidad corpórea.
Para lograr esta conciencia, posiblemente se debe hacer uso del espejo en algún momento, donde
uno/a, a través de la interacción con un reflejo de una imagen sin conciencia, se vuelve a
descubrir en tanto fenómeno puramente sensible. (Coccia, 2011)

Para agregar a esto, Muñoz (2016) afirma que la conciencia del cuerpo es fundamental
para captar el momento en su plenitud y la percepción sensorial del entorno.

2.2 El espacio y la materia

La persona que desea encarnar un determinado cuadro pictórico debe buscar un lugar, el
cual concibe en tanto elemento constitutivo de su performance. (Muñoz, 2016) Este punto es
interesante, puesto que en el encierro el lugar de posibles espacios performativos se encuentra
reducida dentro de cuatro paredes determinadas: el hogar, sin la posibilidad de explorar lugares
fuera de este. Esto genera una obligación para el/la sujeto/a de repensar o resignificar un lugar
para poder convertirlo en un espacio para la manifestación artística. Así, las cuatro paredes
cotidianas del hogar se vuelven objeto de apreciación estética.

Como mencioné anteriormente, la performance destaca la importancia del cuerpo y las


acciones que este realiza como factores esenciales en la interacción de la persona con el mundo.
(Muñoz, 2016) Pero en el caso de la recreación de obras desde el confinamiento y la soledad
dentro de un único lugar determinado, está la existencia de otro elemento necesario para este acto
performático de recreación de obras: Los materiales utilizados. Generalmente - como ya
mencioné - estos son artículos cotidianos que se encuentran dentro del hogar, tales como
manteles o utensilios de cocina. Menciono estos elementos específicos, que ordinariamente no
consideraría un elemento a necesariamente resaltar, porque en la performance las mediaciones
materiales trascienden su naturaleza inerte, cobrando vida para determinar y poner de manifiesto
la imagen del mundo. Usando exclusivamente objetos cotidianos que se pueden encontrar dentro
del lugar donde se está viviendo el encierro, estos van construyendo los significados de este
mundo pandémico, llegando a ocupar el centro de la nueva escena de la realidad en pandemia y
encierro como consecuencia. (Muñoz, 2016) Al mismo tiempo, el cuerpo y los materiales con los
que este interactúa y se moldea, generan y reafirman este discurso construido a través de la
experiencia de la vida en relación con la enfermedad y el confinamiento. (Muñoz, 2016)

De este modo, esta manifestación artística de corte performático se instala para comunicar
con el cuerpo, el espacio resignificado y los objetos cotidianos el reflejo de la realidad en la que
nos encontramos insertos/as. A la vez, uno/a, en tanto manifestación artística es parte
fundamental de esta realidad, deviniendo casi una extensión de ella. (Muñoz, 2016)

Selección de “Recrea tu obra”. Museo Baburizza, Junio 2020

3. Pequeñas reflexiones acerca de la naturaleza humana

Para finalizar este corto ensayo, he de comentar unas cuantas reflexiones que me han
surgido en el análisis de la recreación de pinturas dentro de este contexto.

Es ciertamente interesante cómo quedan expuestas aquellas cosas que nos hacen
“nosotros” como especie humana, estando todo lo que consideraríamos como “vida normal”
puesta en una pausa indeterminada, donde posiblemente no haya un “retorno a la normalidad”.
Pienso que estando en nuestros hogares, ya sea con nuestras familias o en soledad, nos
encontramos con nosotros/as mismos/as de formas que posiblemente no habíamos podido
anteriormente. creo que esto puede responder al hecho de que nos encontramos en nuestra
intimidad, permitiendo reconocernos como seres sensible, cosa que no hemos podido explorar
detenidamente estando envueltos en el mundo acelerado, sobreestimulado y sobrepoblado.
Ahora que tenemos este tiempo en nuestras manos, nos encontramos con esta
oportunidad de encuentro íntimo que nos da el espacio para experimentar con nuestros cuerpos,
espacios, objetos e ideas, dejando que podamos responder a esta necesidad de la sensibilidad,
cotidianamente ignorada. Con esto no intento decir que el mundo no siga estando enfocado hacia
la acelerada producción, pero definitivamente sí intento decir que desde el encierro podemos
evitar encontrarnos cara a cara con estos agentes que corrompen o, por lo bajo, transforman la
relación que construimos con nosotros/as mismos/as.

Volviendo a la pregunta inicial ¿Existe una naturaleza humana? Debo comentar que, con
toda sinceridad no lo sé, pero sí tengo la certeza de que sin duda se debe relacionar con nuestra
capacidad innata de manifestación creativa y sensible, siendo el mismo cuerpo humano una
apariencia de este tipo. La apreciación estética queda expuesta en su función como motor para
poder vivir. Dicho de manera más simple, sin lo sensible no hay vida. ¿Alma? Ni idea, pero de
existir una, no me sorprendería si tuviera relación con nuestra necesidad de todo aquello que
acaricia los sentidos. Como mencioné al comienzo: ​“A fin de cuentas, necesitamos de lo sensible
tanto como necesitamos alimento.”
Referencias bibliográficas

- Coccia, Emanuele (2011) ​La vida sensible.​ Editorial Marea. Buenos Aires, 2011.

- ​ niversidad de Concepción.
Muñoz, Ángela (2016) ​El cuerpo en la performance social. U
2016

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