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Saraceni, Gina

Escribir hacia atrás : herencia, lengua, memoria - 1a ed.


- Rosario : Beatriz Viterbo Editora, 2008.

240 p. ; 20x14 cm.

ISBN 978-950-845-214-6

1. Teoría Literaria. I. Título


A mis padres
CDD 801
A mi sobrino Rocco

Biblioteca: E n s a yo s c r í t i co s
Ilustración de tapa: Daniel García

Primera edición: 2008


© Gina Saraceni
© Beatriz Viterbo Editora
www.beatrizviterbo.com.ar
info@beatrizviterbo.com.ar

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Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723

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Agradecimientos

A Graciela Montaldo, directora de mi Tesis Doctoral, por


haberme acompañado desde el inicio hasta el final de este
trabajo; por la pertinencia de sus comentarios; por su apoyo
y estímulo en todo momento, mi agradecimiento infinito.
A Carmen Vincenti, Rafael Castillo Zapata y Luis Miguel
Isava, figuras fundamentales a lo largo de estos años, por el
aprendizaje adquirido en sus cursos y seminarios.
A la interlocución con los colegas y amigos Alicia Ríos, Jor-
ge Romero, Beatriz González Stephan, Raquel Rivas, Iraida
Cacique, Luis Duno, Josefina Berrizbeitia, Eleonora Cróquer,
Nathalie Bouzaglo, Eva Klein, Mónica Marinone, Álvaro Egar
Contreras, Sergio Chejfec, Fabio Morábito, Carole Saturno,
Miguel Amat, Filippa, Alessandro y Erdmute Carlini.
Al DAAD/Fonacit por haberme otorgado una beca de in-
vestigación que me permitió trabajar en la Biblioteca del
Instituto Iberoamericano de Berlín.
Mi agradecimiento también a mi familia, mis estudiantes
y mis amigos que me alentaron en todo momento a lo largo
de esta investigación.

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El mandato

Mientras registraba en el escaparate,


escuchaba el mandato. Estaba
dentro de las cajas, en esas cosas
que los viejos guardan,
en papeles, en fotografías. Entonces
no podía entender lo que se me ordenaba
pero no te hubiese traicionado jamás.

Tú me escogiste para hablar por


nuestros muertos,
los que nacieron a destiempo, sin ánimo
para acusar los golpes.

En su desbarajuste,
ellos me recuerdan a los potrillos
que había en la hacienda, aquella exhalación
de pieles y estaturas,
tan hermosos, dentro del potrero, cuando

de un lado al otro, en sus carreras,

ya eran recuerdos.

Yolanda Pantin

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I. Escribir hacia atrás

El que escribe sólo puede hablar


de su padre o de sus padres y de sus
abuelos, de sus parentescos y genealogías.

Ricardo Piglia

1. El regreso de los fantasmas

En la La herencia de Eszter (2000) del escritor húngaro


Sandor Marai, hay una escena donde la protagonista mira la
foto de la hermana muerta y observa: “sólo me quedó un pai-
saje desolado y devastado allí donde antes habían estado mis
relaciones familiares. Acerqué su foto a mis ojos miopes y la
observé con suma atención. ‘¡Qué fuerza tienen los muerto!’,
pensé, impotente. En aquel instante, Vilma estaba otra vez
viva, recobraba esa nueva vida, misteriosa, que suelen ad-
quirir los muertos para intervenir en nuestra existencia; los
muertos a quienes creemos acabados, desaparecidos, enterra-
dos bajo tierra descompuestos. Sin embargo, un día reapare-
cen y actúan de nuevo” (106).
Esta escena sugiere la idea del pasado como herencia con
la que es necesario confrontarse y ante la que hay que res-
ponder; también como voz que viene de a t rá s para irrumpir
y desajustar el presente de los vivos y mostrar que “no se
hereda nunca sin confrontarse con algo del espectro” (Derri-
da, 1995: 35) y que “el muerto puede ser más poderoso que el
vivo” (Íd.: 62).

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Este trabajo se propone reflexionar sobre la figura del he- nica, de aparición intempestiva que desajusta y desarticula
redero en un conjunto de obras latinoamericanas publicadas la contemporaneidad mostrando su deuda con el pasado, su
entre 1980 y los últimos años – Lenta biografía (1990a) del actualidad inactual.
argentino Sergio Chejfec (1954); Diálogo en los patios rojos Se trata de pensar el pasado como proceso que se realiza
(1994) y Si hubiéramos vivido aquí (1998) del argentino Ro- en el presente y tiene lugar en el momento de su rememora-
berto Raschella (1930); los poemarios Lotes baldíos (1984), ción; como experiencia actual de aquello que ya no está; el
D e l un e s, todo el año (1991), Alguien de lava (2004) y algu- pasado como relación entre “lo memorizado y su lugar de
nos relatos de La lenta furia (1989) y de B e r lí n t a m b i é n s e emergencia” (Didi-Huberman, 1997:116). Lo que nos lleva a
olvida (2004) del mexicano Fabio Morábito (1955); El día más plantear el pasado como disolución y promesa: disolución
blanco (2000) del chileno Raúl Zurita (1950); E n e s t a d o d e porque su manifestación es residual dado que existe como
memoria (1990) y algunos ensayos de La letra de lo mínimo resto de lo perdido, y promesa porque está disponible para
(1994) y Narrar después (2004) de la argentina Tununa Mer- ser leído desde el presente y mediante nuevas coordenadas
cado (1939)– a partir de dos preocupaciones centrales: la pri- de interpretación que revelan formas inéditas de entender-
mera relacionada con la idea de herencia como deuda que el lo. De aquí que Benjamin hable de “legibilidad póstuma” del
heredero contrae con sus antecesores, es decir, como una for- pasado, de “posterior clarividencia” y del futuro como tiempo
ma de con-vivencia con los espectros del pasado que sobre- que permite que el pasado reaparezca y a la vez aparecezca
viven en el presente y como un modo de asumir una responsa- por primera vez para reclamar sus deudas con el presente
bilidad frente a un mandato que se hereda; la segunda, vincu- (cfr. 1997). Dado que: “El por-venir y el pasado sólo pueden
lada con la idea de la herencia no como apropiación mecánica ser de los fantasmas” (Derrida 1995: 50).
de un bien que se adquiere a través de un testamento o de la Según la etimología latina, la palabra herencia (h a e r e n -
transmisión sino como proceso de lectura e interpretación de tia, n.pl. del participio de h a e r e r e) significa: “estar adheri-
un legado. do” (DRAE),1 es decir, estar arraigado, tener un espacio sim-
Lo que me interesa proponer es cómo el sujeto se inscribe bólico de pertenencia relacionado con la transmisión –por
en una genealogía y cómo esa inscripción implica –en mu- parte de padres, ancestros, comunidad o cultura– de un con-
chos casos– el cuestionamiento de la idea misma de genealo- junto de bienes, valores, tradiciones, recuerdos que inscri-
gía y la revisión de la función que la memoria tiene en el ben al sujeto que los recibe en una tradición conectándolo
proceso de “adquisición” de un apellido y una procedencia. con “las voces que llegan de atrás” . Podemos hablar de “un
En este sentido, se trata de reflexionar sobre la relación que s t oc k de sentidos, emociones, fantasmas, secretos y lealtades
los vivos tienen con los muertos a partir de la idea derridia- que preceden al individuo, con el cual tendrá que refundar-
na del espectro como presencia de lo ausente, como reapari- se para encontrar entre esos materiales –con ellos o contra
ción de algo que dejó de estar pero que sigue estando, como ellos– su propio proyecto, su lugar en el mundo” (Makovski,
algo que ya fue y todavía no es: suerte de presencia anacró- 2002: 154).

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Para Vincent de Gaulejac, “cada individuo es depositario geneidad de lo que imaginábamos conforme a sí mismo” (28-
de la totalidad o de una parte de la memoria familiar a par- 29). La naturaleza de la herencia implica reconocer el origen
tir de lo que ha visto, escuchado, vivido, y de lo que le fue no como instancia permanente y lineal o como fuente o prin-
transmitido a partir de objetos, testimonio o relatos. La he- cipio donde algo comienza, sino, por el contrario, como algo
rencia familiar condiciona, de manera consciente o incons- abierto y e n -e l - t i e m p o cuyo devenir imprevisto revela una
ciente, las orientaciones, las elecciones, las inclinaciones” (en “novedad siempre inconclusa” (Didi-Huberman, 1997: 11) que
Makovski, 2002: 154). restituye en la medida en que transforma, que “conserva lo
Concebida en estos términos, la herencia es una forma de que ha sucedido en su propia dispersión”. Un origen que se
memoria que conecta el pasado con el presente al establecer articula a partir de fallas, “puntos de ausencia”, errores, hun-
una continuidad entre las generaciones y al otorgarle al he- dimientos, desviaciones, accidentes, que borran toda posibili-
redero un relato identitario a través del cual inscribirse en dad de una verdad del origen y de la herencia o de pensar el
una genealogía. De aquí la importancia de destacar el víncu- origen y la herencia como verdades solemnes (“Hay que reir-
lo entre memoria individual y memoria colectiva constitui- se de las solemnidades del origen” dice Foucault, 2000: 20).
das ambas por tradiciones, saberes, lugares, fechas, rituales, Esta concepción del origen y de la herencia impone la ne-
relatos, afectos que un colectivo (nación, familia, religión, cesidad de asumir su naturaleza precaria, los “bajos fondos”
cultura, comunidad, grupo) comparte; un conjunto de repre- y las líneas de fuga que los atraviesan, los “saltos” que inte-
sentaciones y prácticas que los sujetos heredan del pasado y rrumpen el “continuum” de la historia con H mayúscula que
reactualizan en el presente (cfr. Halbwachs, 2000; Fabietti, tiene la finalidad de “recoger, en una totalidad bien cerrada
Matera, 1999). Es en el cruce entre recuerdo personal y co- sobre sí misma, la diversidad” de los acontecimientos
lectivo, entre la dimensión privada e íntima de la memoria y (Foucault, 2000: 43). En este sentido, para Foucault es nece-
dimensión pública y social donde las identidades se arman y saria una “mirada disociante” dispuesta a leer en el cuerpo
desarman, negocian sus relatos y revelan sus fisuras para de la historia sus desarticulaciones y “síncopes”:
asumirse como un n o s o t r o s problemático.
Pero ¿cómo se hereda, cómo se transmite y se adquiere una Hay que fragmentar lo que permitía el juego consolador de los
herencia, cómo se lee el árbol genealógico que se hereda? reconocimientos y de los relatos totalizadores. La historia será más
Cabe destacar, siguiendo los planteamientos de Michel “efectiva” en la medida en que introduzca lo discontinuo en nues-
Foucault en Nietzsche, la genealogía, la historia (2000), que tro mismo ser. Divida nuestros sentimientos; dramatice nues-
tros instintos; multiplique nuestro cuerpo y lo oponga a sí mis-
la herencia no es una “adquisición, un haber que se acumule
mo. No deje nada sobre sí que tenga la estabilidad tranquiliza-
y se solidifique” (28), un legado pleno y sin fisuras que se
dora de la vida de la naturaleza, ni se deje llevar por ninguna
adquiere para siempre a través de la transmisión, sino, por el muda obstinación hacia un final milenario. Socave aquello so-
contrario, un bien que “fragmenta lo que se pensaba unido”, bre lo que se la quiere hacer reposar, y se ensañe contra su
que “agita lo que se percibía inmóvil”, que “muestra la hetero- pretendida continuidad. (Íd.: 47) 2

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Según este planteo, el árbol genealógico, como modelo de que recibe para revelar una verdad, sino más bien, para “ple-
evolución y descendencia, no está al reparo de “deformacio- garlo a una nueva voluntad”, imponerle otra dirección, “ha-
nes anárquicas, raíces aéreas y tallos subterráneos” que abor- cerlo entrar en otro juego”, pescar sus faltas, pescarlo en
tan el deseo de orden y organización que caracteriza todo falta para reescribirlo desde la infidelidad como “la mejor
sistema arborescente (Deleuze y Guattari, 1994: 25): “Los manera de ser fiel a una herencia, –herencia del nombre en
esquemas de evolución ya no obedecerían únicamente a mo- primer lugar” (1994: 29).
delos de descendiencia arborescente que van del menos dife- Para Jacques Derrida en E s p ec t r o s d e M a r x se trata de
renciado al más diferenciado, sino también a un rizoma que asumir que:
actúa inmediatamente en lo heterogéneo y que salta de una
a otra” (Íd.: 16).3 Un herencia nunca se reúne, no es nunca una consigo mis-
Hay que pensar, entonces, no en términos de genealogía ma. Su presunta unidad, si existe, solo puede consistir en la in-
sino de antigenealogía en el sentido de que “el devenir fami- yunción de reafirmar eligiendo. Es preciso quiere decir es preci-
liar a lo largo de los siglos ha demostrado estar más próximo so filtrar, cribar, criticar, hay que escoger entre los varios posi-
bles que habitan la misma inyunción. Y habitan contradictoria-
a los antagonismos que a los acuerdos incondicionales”, lo
mente en torno a un secreto. Si la legibilidad de un legado fuera
que significa asumir la ruptura como “signo de la perpetua-
dada, natural, transparente, unívoca, si no apelara y al mismo
ción de los linajes y descendencias” (Amado y Domínguez, tiempo desafiara a la interpretación, aquel nunca podría ser he-
2004: 20): “Más que de nuestras enfermedades hereditarias redado (…) Se hereda siempre de un secreto que dice: léeme
o que tienen su propia descendencia, evolucionamos y mori- ¿serás capaz de ello? (1995: 30)
mos de nuestras gripes polimórficas y rizomáticas” (Delezue
y Guattari, 1994: 16). El heredero es entonces quien, al heredar, está llamado
Si asumimos la herencia no como un patrimonio de bie- a interpretar un secreto que le otorga un saber precario e
nes incuestionables y definitivos sino como legado amena- incompleto que señala el quiebre que constituye su genea-
zado por la dispersión y la pérdida, en constante tensión logía y la disolución inherente a todo árbol genealógico; un
entre acumulación y desperdicio, cabe preguntarse acerca saber que fracasa en la medida en que no acumula conoci-
del papel que desempeña el heredero en el proceso mismo mientos sino que, al adquirirlos los pone bajo sospecha (“el
de heredar. saber no está hecho para comprender, está hecho para zan-
Inscribirse en una herencia –cultural, familiar, afectiva, jar”, Foucault, 2000: 47) adquiriendo la certeza de la impo-
simbólica– no es un proceso mecánico que ocurre sin la par- sibilidad de poseer un bien como totalidad inquebrantable
ticipación del individuo sino, por el contrario, exige una cons- sino como promesa que se renueva a través de su incumpli-
trucción, un trabajo crítico de elaboración, adecuación y ac- miento.
tualización de la herencia recibida.4 Un heredero frágil que sabe que la herencia transmitida
Enfrentarse con el mandato del pasado significa ocupar el no reestablece una continuidad con el pasado ni tampoco una
lugar del intérprete que no busca leer literalmente el texto memoria lineal, exacta y continua de su pertenencia y que

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asume el fracaso de la interpretación crítica como un valor memoria al señalar que la lengua es el lugar de la interpreta-
positivo, como ganancia que le permite posicionarse ante sí ción del pasado donde la “imagen producida” y la “imagen
mismo como sujeto en deuda con los que estuvieron antes comprendida” tienen lugar a través de una escritura “figura-
porque “no hay nombre propio sin herencia, sin deuda, sin tiva”, “portadora y productora de imágenes” (Didi-Huberman,
huella que nos expropia todo el tiempo de ese nombre que 1997: 121).
debería designarnos solo a nosotros” (Derrida, 1998: 61). La interpretación histórica reproduce y a la vez produce
Mirar hacia atrás es enfrentar el espectro que nos inter- el pasado porque es simultáneamente “imagen de memoria y
pela a través de su mandato, es interpretar las huellas y ves- crítica a la vez, imagen de una novedad radical que reinven-
tigios del pasado como una manera de responder a la pre- ta lo originario” (Íd.: 119); una imagen donde el “Antaño” y el
gunta sobre el yo y a la pregunta sobre el otro cuya memoria “Ahora” se encuentran “en un relámpago para formar una
me es legada y confiada para que la haga sobrevivir a través constelación” que desgarra el pasado revelando su carácter
de mí y de mi duelo por el ausente (Íd.). inédito, abierto y novedoso (Benjamin en Didi-Huberman,
Si la reflexión sobre la memoria como herencia revela la 1997: 120).
deuda que los vivos tienen con los muertos y la necesidad de Desde una perspectiva distinta, Roland Barthes y Paul
ser responsables del “pasado que no termina de pasar”, tam- Ricoeur hablan también del carácter configurador de la na-
bién señala los defectos y los ruidos de la transmisión (cfr. rración y de cómo la identidad es una construcción discursi-
de Gaulejac en Makoski, 2002: 154-155); es decir, el hecho va, un relato que pone en escena la temporalidad de una vida
de que no siempre es posible transmitir un legado y que la y que está poblado de voces, silencios, recuerdos de otros,
transmisión revela zonas de la memoria que no se pueden “tramas de genealogías y generaciones” que le otorgan al
representar ni decir –traumas, secretos, pérdidas, rupturas, sujeto un saber y una imagen de sí mismo (Arfuch, 2002b:
sufrimientos–, que se transmiten de manera desviada y opa- 22-23). En este sentido, la memoria y la identidad se pueden
ca, o que no se transmiten por el exceso de real que los cons- pensar como efectos textuales y narrativos, construcciones
tituyen o por alguna estrategia política o de otro tipo que discursivas sometidas al imperativo del saber y del poder o,
impide la transmisión y el recuerdo. en muchos casos, a contracorriente de éstos, los cual nos obli-
En este sentido, resulta indispensable detenerse en la for- ga a leerlos bajo tachadura desde la sospecha de que la re-
ma en cómo se enuncia la memoria, en su carácter narrati- presentación no siempre es capaz de narrar lo “real” de la
vo, tomar en cuenta la mediación de la lengua en la articu- experiencia y que en la resistencia al sentido y en la desar-
lación del pasado porque es allí, en los silencios y en los olvi- madura de los significados se entreven otras posibilidades
dos, en los saltos y los balbuceos del relato donde es posible de articular la memoria y de transmitir o interpretar una
reconocer y elaborar otras versiones del pasado.5 herencia (cfr. Avelar, 2000; Richard, 1994).
Walter Benjamin en su teoría del conocimiento histórico
destaca la importancia del lenguaje en la producción de la

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2. Legados de la memoria morialista hay coincidencias” (Íd.), porque el consumo com-
pulsivo del tiempo genera un vacío de presente que se inten-
Tienen que ser posible, en esta isla de tiempo ta llenar a través de la “recuperación de memorias cultura-
en la que vivimos, las voces que llegan desde
atrás; nadie carece de responsabilidad y la res- les, la construcción de identidades perdidas o imaginadas, la
ponsabilidad no se ejerce sólo sobre las accio- narración de versiones y lecturas del pasado” (Íd.: 97), como
nes futuras. Somos tan responsables del pasa- también el trabajo con la memoria de hechos más o menos
do como del futuro.
recientes que adquieren significación en la medida en que
Beatriz Sarlo envejecen.
Desde una perspectiva parecida a la de Sarlo, Andreas
El fragmento arriba mencionado de Escenas de la vida Huyssen destaca que “uno de los fenómenos culturales y po-
postmoderna (1994) puede leerse como una advertencia so- líticos más sorprendentes de los últimos años es el surgi-
bre la importancia que tiene el diálogo entre prospección y miento de la memoria como preocupación central de la cul-
retrospección en el espacio cultural contemporáneo aparen- tura y la política actual” (2002: 13), en abierto contraste,
temente desinteresado en la memoria y sordo a su llamado. según el autor, con la tendencia a “privilegiar el futuro” y a
Ante la aceleración que define la forma actual de concebir concebir el presente a partir de categorías como “espacio, ma-
y manejar el tiempo; frente a la sustitución compulsiva de pas, geografías, fronteras (…) migraciones, desplazamientos
objetos, imágenes, modas, cuyo valor de uso es cada vez más y diásporas” (Íd.), que muestran el carácter móvil y desterri-
breve; ante la “simplificación” de las relaciones afectivas y torializado de la morada globalizada y del pensamiento post-
los vínculos de pertenencia (entre otros rasgos de la “isla en moderno que se adecúa a los rápidos desplazamientos del
que vivimos”), Sarlo plantea la importancia de escuchar las paisaje actual (cfr. Chambers, 1995).
v oce s q u e ll e g a n d e s d e a t r á s para asumir la deuda que el La contradicción entre sustitución y conservación del pa-
presente tiene con el pasado. sado y la simultaneidad de vivir “en un mundo sin memoria y
En un libro posterior, Tiempo presente. Notas sobre el cam- en un mundo sin olvido” (Baudrillard, 1993: 113) como marca
bio de una cultura (2001), esta preocupación por el estatuto definitoria de los tiempos recientes, ha sido motivo de reflexión
actual de la memoria adquiere una mayor elaboración a par- por parte de numerosos especialistas de la contemporaneidad
tir del reconocimiento, por parte de la autora, de una contra- que, desde disciplinas distintas, han revisado la articulación
dicción implícita en la época contemporánea “entre un tiem- pasado-presente y las prácticas de experimentar el pasado lle-
po acelerado que impide el transcurrir del presente, y una vadas a cabo por sujetos y comunidades de nuestra época.6
memoria que busca dar solidez a ese presente fulminante Esta aproximación crítica al pasado que sospecha de las
que desaparece comiéndose a sí mismo” (Sarlo, 2001: 98). Para verdades incuestionables, “del curso homogéneo de la histo-
Sarlo esto explicaría que, más allá de su incompatibilidad ria” (Benjamin, 1989:190), de los silencios cómplices de la
aparente, “entre la aceleración del tiempo y la vocación me- “barbarie”, se relaciona con el debilitamiento del pensamien-

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to logocéntrico, insuficiente para explicar la heterogeneidad constitutiva de la memoria entendida no como espacio ce-
del presente e inadecuado para dar cuenta de “otras” versio- rrado e inmutable donde se guardan las experiencias del
nes de la historia y de “otros” sujetos y memorias. pasado como si fueran piezas de museo, sino como un proce-
Varios especialistas hablan del vínculo existente entre la so en-el-tiempo que se redefine desde y a través del presen-
obsesión por la memoria histórica y la fragmentación de la te, abierto a nuevas lecturas e interpretaciones capaces de
condición contemporánea señalando algunas causas del cre- revelar otras concepciones del pasado y nuevas posibilida-
ciente interés por el pasado: la simultaneidad de tiempos y des de imaginar el futuro.
espacios, el fin de los metarrelatos, la apertura de las fronte- Se trata de una concepción rizomática de la memoria se-
ras con la consiguiente desterritorialización de la morada gún lo plantean Deleuze y Guattari, es decir, de una “memo-
por los flujos migratorios y los desplazamientos de bienes ria corta” en el sentido de una memoria que “no está de modo
simbólicos; el quiebre de los grandes sistemas ideológicos; alguno sometida a una ley de contigüidad o de inmediatez a
los movimientos de reivindicación de subjetividades exclui- su objeto, puede ser a distancia, manifestarse tiempo des-
das y marginadas; la globalización del Holocausto y su trans- pués, pero siempre en condiciones de discontinuidad, de rup-
formación en “t r o p o s universal del trauma histórico” (Huys- tura de multiplicidad” (2004: 21); una memoria errática, des-
sen, 2002: 17);7 las políticas de la memoria llevadas a cabo membrada, impredecible, que “incluye el olvido como proce-
por sectores de la sociedad chilena, argentina, uruguaya para so” y que actúa a contratiempo de “la memoria larga” intere-
contrarrestar los “olvidos convenientes” impuestos por los sada en reproducir las líneas maestras de la genealogía, su
regímenes postdictatoriales; la proliferación de conmemora- continuidad y “coherencia”.
ciones, aniversarios y lugares de memoria como parte de po-
líticas nacionales que tienden a la mitificación del pasado;
la vasta bibliografía psicoanalítica sobre el tema del trauma 3. Transmisiones y herencias
y de la culpa; el auge del testimonio, las memorias, la auto-
biografía; el interés de los historiadores por el tema de la A partir de este marco teórico relacionado con el proble-
memoria; la nuevas tecnologías de la memoria que almace- ma de la herencia y de la memoria me interesa revisar cómo
nan el pasado convirtiéndolo en un producto de consumo la literatura latinoamericana y específicamente las obras de
vaciado de todo contenido experiencial; la espectaculariza- Chejfec, Zurita, Morábito, Mercado y Raschella responden
ción y mercantilización del pasado a través de sitios de in- al debate sobre la problemática de la transmisión y reescri-
ternet, películas, documentales, modas retro, “parques jurá- tura de una herencia y sobre las modalidades de represen-
sicos” (Íd.: 25-29).8 tar el pasado. Más específicamente, cómo éstas ponen en es-
Estos factores, entre otros, explicarían la contradicción cena la inscripción del pasado en el presente a través del
señalada por Sarlo, Huyssen y Baudrillard entre mirada re- legado familiar, cultural y afectivo en obras representativas
trospectiva y prospectiva en el escenario contemporáneo a de distintas formas de mirar hacia atrás: mirar el origen, la
partir del hecho de que la tensión entre recuerdo y olvido es infancia, la genealogía, el trauma de la pérdida (por violen-

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cia, exilio, migración), según la idea de la literatura como mino medio (...) que es el que funciona allí como criterio uni-
gesto retrospectivo y prospectivo a la vez que, al recuperar ficador” (1990: 15). Se trata de una poética que busca sacar
lo ausente, lo constituye por primera vez para mostrar su al lenguaje de sus funciones más instrumentales y pragmá-
pérdida y la imposibilidad de su restitución. ticas, que “sospecha de las convenciones de la cultura de
No se trata de relatos que, a la manera de la memoria y masas y mantiene una firme confianza en los poderes de la
de la ficción histórica, apuestan por la recuperación de los literatura para desautomatizar la percepción entumecida y
hechos en su exactitud documental y cronológica, sino más desatendida propia de la experiencia moderna” (Avelar, 2001:
bien, de textos que vuelven hacia atrás para mostrar el con- 252). Esta concepción de la literatura como ejercicio de sus-
tenido afectivo, emocional y subjetivo implicado en la expe- tracción de la hegemonía del lenguaje que para Tabarosky
riencia del pasado y para expresar cómo los procedimientos es el rasgo caracterizador de lo que él denomina “literatura
estéticos y literarios que se utilizan para referirse a esa ex- de izquierda” (César Aira, Sergio Chejfec, Fogwill, Héctor
periencia tienen su propio lenguaje capaz de construir una Libertella, Sergio Bizzio son autores representativos de esta
perspectiva crítica y política sobre lo ocurrido y proponer tendencia), se emparenta con el concepto de “literatura me-
otros contenidos respecto a los que la historia oficial pone a nor” de Deleuze y Guattari referido a una literatura que tra-
circular. Concebido en estos términos, el trabajo con la me- za en la lengua mayor una lengua menor, “un devenir-otro
moria es a la vez ejercicio de creación estética que muestra de la lengua”, una especie de lengua extranjera que escapa
el carácter disponible del pasado y ejercicio de responsabili- del sistema dominante no por ser otra lengua o una jerga o
dad ético-política frente a la deuda que tenemos con la he- un habla regional recuperada, sino por hacer el intento de
rencia que recibimos. devenir-otra de sí misma a través de lineas de fuga del len-
De aquí que sea posible afiliar el corpus elegido con algu- guaje que subvierten el orden del lenguaje hegemónico (De-
nas estéticas latinoamericanas de fin de siglo que cuestio- lueze, 1997: 16-17). 9
nan los alcances de la representación y dudan de la cons- De lo anterior se desprende la dimensión política de este
trucción de relatos totalizadores y lineales; estéticas que tipo de literatura que usa la lengua para desmontar las ins-
apuestan por un trabajo con el lenguaje según la concepción tituciones del poder –la literatura, la historia, el estado, el
barthesiana de la literatura como práctica que revoluciona mercado– y elaborar (contra)relatos que “hacen ver” otras
el lenguaje, que le hace trampas a la lengua con el fin de verdades a partir de un uso “revolucionario” de la lengua
“escuchar la lengua fuera del poder” (Tabarovsky, 2004: 16). porque, como sostiene Piglia,“la literatura actúa sobre un
Ricardo Piglia en un intento por definir las estrategias de estado del lenguaje. (…). Por eso si en la literatura hay una
ficción de la novela actual menciona la “poética negativa” política, se juega ahí” (2001: 37).
que rechaza “lo que podrían ser los lenguajes estereotipados Otra literatura que se emparenta con el corpus propuesto
que circulan en la cultura de masas”, “un tipo de ruptura con por afinidades políticas y estilísticas es la postdictatorial cuyo
lo que son las lenguas normalizadas, los lenguajes conven- referente traumático se expresa a través de discursos que
cionales, que trabajan con una suerte de media (…), un tér- problematizan la relación entre experiencia y representación,

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de “ficciones interrogativas de lo real y autoconscientes de Cabe destacar que este rasgo de autorreflexividad y auto-
los medios y las formas de su interrogación” que ponen en cuestionamiento no es exclusivo de la literatura postdictato-
escena la “dificultad de hablar en una sociedad opaca” (Sar- rial sino también de otras literaturas como la que propongo
lo, 1987: 41-42) y que apelan al recurso de la alusión, la ale- analizar en este trabajo; una literatura que, como la “litera-
goría, la metáfora, la elipsis, la figuración, el fragmento, la tura de izquierda” propuesta por Tabarosky, no tiene lugar
desarticulación del sentido, la mezcla de registros discursi- sino en el espacio de su destitución, “fuera del mercado, fue-
vos –la teoría, el autoanálisis, la autoficción, el poema, la ra de la academia, en otro mundo, en el mundo del buceo del
memoria, la autobiografía– para mostrar la dificultad de nom- lenguaje” que instituye una “comunidad inoperante” (Taba-
brar ciertos referentes sociales y políticos relacionados con rosky, 2004: 17) que se hace en la medida en que se desha-
experiencias de violencia y represión y la dificultad de re- ce, que se articula desde la indeterminación y la duda, desde
presentarlas. el fracaso y la “interrupción” como instancias de cierta posi-
Nelly Richard habla de una “nueva escena de la escritu- tividad crítica que sospecha de la plenitud y apela a un sa-
ra” cuando se refiere a la aparición en la literatura y el arte ber de lo disuelto, “de lo carbonizado” (Moreiras, 1999: 395).
del Chile postdictatorial de una propuesta estética que sos- En el corpus propuesto v o l v e r h a c i a a t r á s significa re-
pecha de “la monumentalidad heroica de las Verdades” (1994: gresar a algo ausente que dejó de estar como si la pérdida
27), que abre discontinuidades en la continuidad de la histo- necesitara de ese regreso, de ese avanzar retrocediendo para
ria y lee el pasado y el presente a “trasluz”, “mirando al ses- poder constituirse y como si la escritura fuera el medio para
go” los restos de esa “catástrofe del sentido” que significó la realizar ese desplazamiento y mostrar que la única “vuel-
experiencia de la represión en los países del Cono Sur (pen- ta” es el regreso de lo perdido en su cualidad de perdido,
semos en escritores como Diamela Eltit, Raúl Zurita, Euge- según la idea de la memoria como “una puesta en juego (…)
nia Brito, Carmen Berenguere, Gonzalo Muñoz, por mencio- de la pérdida” que “siempre vuelve, nos vuelve” (Didi-Hu-
nar algunos).10 berman, 1997: 76) y que, al volver, se convierte en “una se-
Para Idelber Avelar esta literatura pone en escena “el gunda adquisición –esta vez toda interior– y mucho más
devenir-ruina” de lo que antes de la dictadura había sido “una intensa” (Rilke en Agamben, 2000: 21). De aquí que la pér-
totalidad orgánica” y utiliza la alegoría para hablar del due- dida como vínculo con lo ausente sea un lazo que une y se-
lo que la violencia causa en los lazos sociales y afectivos, en para, que paradójicamente restituye lo perdido a través de
las genealogías y sensibilidades. Pero este ejercicio alegóri- su destitución.
co de des-nombrar los referentes para mostrar su descompo- La idea del pasado como temporalidad “en proceso” de
sición y su desplazamiento hacia un régimen postsignifican- construcción constituye un rasgo de las obras que nos inte-
te, habla también de “la derrota constitutiva de la producti- resan. Emigrantes, hijos de emigrantes, exilados, víctimas
vidad de lo literario” que constituye el fundamento de la es- del holocausto y de las dictaduras del Cono Sur protagoni-
critura literaria postdictatorial (Avelar, 2000: 27/34). zan los relatos y poemas de Morábito, Chejfec, Zurita, Mer-

28 29
cado, Raschella, sujetos descolocados por la pérdida, el dolor, sentido (también como dirección) para identificarse y definirse. Las
el exilio, la migración, que usan la escritura para volver hacia diferentes temporalidades del pasado, y sus sujetos, se acumulan
atrás y ensayar algún anclaje para sus biografías extravia- en un presente cuya única dirección es hacia atrás, hacia la fun-
das; sujetos que conocen el pasado a través del relato que dación. Todo se remite a lo anterior en cadenas familiares y genea-
arman sobre él y mediante la reescritura del legado que re- lógicas, y creo que este es uno de los modos de imaginar, simboli-
zar y pensar dominantes en Argentina en el 2000. (Íd.: 109)
ciben de los mayores. De aquí que escribir hacia atrás sea
una forma de decir nosotros apelando a la memoria de otros
Ludmer destaca otro aspecto de esta literatura que me
–padre, madre, abuelos, comunidad de pertenencia (judíos
interesa mencionar por su relación con el corpus que pro-
emigrados a Argentina, exilados argentinos en México, in-
pongo leer en este trabajo: me refiero a la relevancia que
migrantes italianos en México, Chile y Argentina)–, ponién-
en ella tiene el sujeto-familia 11 como figura que pone en
dose en su lugar, escribiendo en su nombre para interpelar
contacto el pasado y el futuro y articula la sucesión y la
una herencia, hacerse cargo de su deuda, interpretar la ge-
continuidad de ciertas subjetividades emparentadas (Lud-
nealogía desde sus nudos más conflictivos e indecifrables.
mer, 2002: 110-111). La familia como zona de negociación e
Pero no se trata de volver hacia atrás con la ilusión de
intercambio donde los sujetos juegan sus identidades y
recuperar el origen como instancia permanente y segura, ni
memorias, máquina que une a sus miembros en una suce-
como fuente o principio donde todo comienza sino, por el con-
sión pero también los separa y distancia en la medida en
trario, como algo en-el-tiempo que “hace resurgir los cuerpos
que muestra sus desvíos.
olvidados”, los silencios y los quiebres, los nudos irresueltos
En esta misma línea, Ana Amado y Nora Domínguez, en
y que en su devenir imprevisto y accidental revela una “no-
el libro Lazos de familia. Herencias, cuerpos, ficciones (2004)
vedad siempre inconclusa” (Didi-Huberman, 1997: 11).
plantean la importancia que ha tenido, en las ficciones fun-
Josefina Ludmer, en un artículo sobre la cultura y litera-
dadoras de Occidente, la familia concebida como “esa com-
tura argentina del 2000, destaca la importancia que en la
pleja zona de los vínculos humanos donde la ligadura de los
actualidad se le atribuye a la “relación genealógica y fami-
afectos se hace institución” (13) y reflexionan acerca de su
liar” a causa de las desapariciones y pérdidas producidas por
(re)emergencia en los inicios del siglo XXI como un síntoma
la dictadura, y observa que las ficciones actuales “cuentan
de los cambios que se han producido en el sistema de suje-
esta investigación hacia atrás para encontrar la verdad y la
ción más tradicional .12 De aquí la necesidad de pensar la fa-
identidad” (2002: 101):
milia desde la doble articulación “de enlace y separación, de
atadura y corte, de identidad y diferencia” (14) lo que exige
La fundación es un sitio y un corte temporal que abre un ciclo y
define en el pasado, el presente. Es un modo de pensar el presente asumir el carácter problemático de la herencia, del afecto, de
en relación con un momento fundador: un modo de pensar “hacia los procesos de transmisión.13
atrás”. Un acontecimiento del pasado funda el presente y lo deter- En este sentido, la historia que arman los textos que nos
mina; el presente se vuelve sin cesar a ese pasado donde está el ocupan es la historia de cómo se heredan y asumen los lega-

30 31
dos –el legado que los padres y abuelos transmiten a los hijos En estas obras, la necesidad económica, la guerra, la per-
y nietos (Raschella, Zurita), el legado indecible por el trauma secución política, obligan a los personajes a dejar su lugar
que lo atraviesa (Chejfec), el legado que la escritura constru- de origen y buscar un arraigo en otros continentes y países
ye a través de la lengua y la pérdida (Morábito, Mercado), el cuya diferencia cultural, social, geográfica, lingüística, pro-
legado de la literatura como ausencia de legado–; de cómo duce alteraciones y cambios en sus identidades y lenguas. El
escribir en el nombre del otro es inscribirse en una genealo- contacto con la alteridad, la adaptación/inadaptación a un
gía que se sabe en falta y que, al revelar esa falta, muestra la nuevo mapa de referencias, la pérdida de los afectos, la espe-
falta de relato como también el relato de una falta, de la falta ranza del regreso y/o su fracaso, hacen que los personajes
constitutiva de la identidad y de la literatura. pongan en perspectiva el pasado y lo reescriban a partir de
Si la genealogía es un movimiento errático e impredecible su condición extranjera.
atravesado por líneas de fuga que zanjan toda idea de progre- Se trata de aprender a contar-se de otra manera, desde
sión temporal; si el origen y el pasado son el resultado del una zona de la lengua donde la lengua madre y la lengua ad-
encuentro entre lo que sobrevive del pasado y las condiciones quirida conforman otra lengua, la lengua de la memoria que
presentes de su hallazgo, entonces también el saber que se se nombra desde un entre-lugar, un estar-entre-lenguas don-
obtiene escribiendo hacia atrás es un saber de la precariedad de el guión “no pacifica ni apacigua nada” sino que desdibuja
y de la falta, de la interrupción y la incompletitud; un saber- las fronteras de las lenguas para mostrar que no hay propie-
haber inapropiable que se obtiene en el momento mismo en dad de la lengua ni tampoco “‘un estar en casa’ en la lengua”,
que se asume su imposibilidad o su falta. De aquí que el here- sino su desmembramiento y diseminación, su tensión y nego-
dero que (re)escribe su pasado adquiere una herencia “inope- ciación que constituyen lo que se tiene en tanto falta y priva-
rante” y precaria, la herencia de lo que siempre está por-venir ción de lengua (cfr. Derrida, 1997b).15 En este sentido, las
porque nunca estuvo y nunca estará, la herencia como una obras reflexionan sobre el estatuto de la lengua y se interro-
forma de interpelación que reclama una lectura del secreto gan sobre la lengua literaria como la posibilidad de poner en
que atraviesa toda genealogía y que interpela al heredero para escena la crisis de la lengua que escribe su propia imposibili-
poner a prueba su capacidad hermenéutica, su disposición a dad y que, al escribirse, asume críticamente su derrota.
asumir la responsabilidad que el mandato reclama. Así como el origen y la genealogía se constituyen a partir
Otro rasgo común de las obras elegidas es que tematizan de un juego de diferencias y diferimientos, también el arrai-
la crisis actual de la morada14 a través de relatos donde el go es una categoría en-construcción al igual que la casa de
desplazamiento de los personajes, sus migraciones, diáspo- los poemas de Morábito que siempre se está haciendo o la
ras y exilios (de Italia a México –Morábito–, de Italia a Chile casa-imposible de los relatos de Mercado.
–Zurita–, de Polonia a Argentina –Chejfec–, de Argentina a Jacques Derrida, en el libro autobiográfico El monolingüis-
Francia y a México y nuevamente a Argentina –Mercado–) mo del otro (1997b), plantea que “habitar” es “un valor bas-
constituyen un motivo para problematizar el carácter “natu- tante descaminante (déroutante) y equívoco: nunca se habita
ral” y definitivo de la pertenencia. lo que se suele llamar habitar. No hay hábitat posible sin la

32 33
diferencia de este exilio y esta nostalgia” (82). Se trata enton- La escritura es lo que la herencia desencadena como un
ces de deconstruir el concepto de casa entendido en términos modo de avanzar regresando para cuestionar el proceso mis-
de estabilidad y permanenecia y revelar las fisuras que lo mo de la transmisión y asunción de un legado. El caso de los
habitan, las líneas de fuga que cuestionan su ser-para-siem- textos de Raschella y Zurita se trata de una escritura que
pre, su concepción de lugar al que se puede volver. Porque hay abre la posibilidad de una utopía que restituye y reestablece
un devenir-intemperie de la morada que fisura sus cimientos los vínculos y los afectos; en el caso de Lenta biografía de
y separa sus paredes, que expropia de lo propio imposibilitan- Chejfec y de las obras de Mercado y Morábito la escritura de
do el habitar y el regreso a la casa del origen. las propias genealogías revela el fracaso implícito en todo
Para Idelber Avelar la escena contemporánea revela una proyecto de recuperación del pasado además del carácter ten-
“crisis epocal” de la morada: tativo y precario de toda aproximación a la memoria.

... si la misma naturaleza del habitar es, para tomar la reflexión


heiddegeriana, un “estar junto a las cosas”, una preservación que 4. Inventario personal
“protege cada cosa en su esencia”, la ruptura de esa armonía con
las cosas disuelve la fundación misma de la morada. La ausencia La elección de un corpus es una propuesta de lectura don-
de una casa aparece por lo tanto, no como un estado temporario en de los textos seleccionados son casos representativos de una
que el sujeto se encontraría divorciado de una morada aún recono-
hipótesis que el investigador elabora sobre determinados
cible en algún otro sitio; se trata más bien de una ruptura del prin-
problemas teóricos y/o culturales.
cipio mismo de la morada, operativa no sólo en el presente sino
retrospectivamente (…) y prolécticamente (…). (2000: 301) 16
Esta investigación nace de un doble interés: interés por
las propuestas literarias latinoamericanas de las últimas tres
En este orden de ideas, en las obras propuestas, la casa décadas e interés por ciertas ficciones de familia marcadas
de la memoria y la memoria de la casa son la promesa que la por la herencia del desarraigo y el exilio, con la finalidad de
escritura intenta cumplir aunque ese cumplimiento es tam- revisar los alcances de la escritura para representar el pasa-
bién restitución de algo que no existió y que se añora a pesar do y su legado o más precisamente para analizar cómo la
de no haberlo tenido: el regreso a un lugar de origen que literatura responde a la pregunta sobre la transmisión de
nunca estuvo y que la escritura desplaza en la medida en una herencia.
que lo escribe. Lugar por-venir donde las expectativas in- La búsqueda del corpus permitió delimitar el tipo de lite-
cumplidas y los proyectos irrealizados son también memoria ratura que me interesaba trabajar; una literatura descolo-
que se hereda y reactualiza a través del gesto de escribir cada respecto de los imperativos del mercado global; en diá-
hacia atrás: un desplazamiento que no busca llegar sino de- logo –conciliador o polémico– con problemas y lecturas deba-
venir, que no intenta restituir sino aproximarse a ese relato tidos en el medio académico; que asume un compromiso polí-
que siempre va a faltar. tico a través del trabajo con la lengua; que se muestra atenta

34 35
y vigilante frente a la institución literaria y a otras institu- Notas
ciones de poder; que se enuncia a través de géneros canóni-
cos como la novela, la poesía, la memoria para cuestionar su
rigidez discursiva a través de lo que Moreiras llama la “traza
1
Otros significados de la palabra heredar que me interesa des-
teórica” y para sugerir cómo el espacio de la ficción puede tacar son: “Rasgo o rasgos morales, científicos, ideológicos, etc., que,
leerse como espacio de producción teórica; que reflexiona so- habiendo caracterizado a alguien, continúan advirtiéndose en sus
descendientes o continuadores”// “Rasgos o circunstancias de ín-
bre sí misma al poner en escena su proceso, sus límites y su
dole cultural, social, económica, etc. que influyen en un momento
derrota; que reivindica la importancia de los lazos afectivos –
histórico procedentes de otros momentos anteriores”// “Conjunto
la familia, la amistad, el compromiso político– en la doble de caracteres que los seres vivos reciben de sus progenitores”
dimensión de vínculos de sujeción y atadura y de separación (DRAE).
y corte, para señalar la responsabilidad que tiene el sujeto en 2
Para Foucault: “Seguir el hilo complejo de la procedencia
su relación con el otro y frente a su demanda; finalmente una es, al contrario, conservar lo que ha sucedido en su propia dis-
literatura que, a través de sus autores divididos entre-len- persión: localizar los accidentes, las mínimas desviaciones –o
guas-países-culturas-tradiciones, sugiere la necesidad de re- al contrario, los giros completos–, los errores, las faltas de apre-
visar el concepto de “literatura nacional” insuficiente para ciación, los malos cálculos que han dado nacimiento a lo que
contener la pluralidad y heterogeneidad de voces que la con- existe y es válido para nosotros; es descubrir que en la raíz de
forman desde posiciones excéntricas. lo que conocemos y de lo que somos no hay ni el ser ni la ver-
Quiero mencionar una última razón que justifica este tra- dad, sino la exterioridad del accidente (…). La búsqueda de la
procedencia no fundamenta, al contrario, agita lo que se perci-
bajo, la menos académica, la más personal, relacionada con
bía inmóvil, fragmenta lo que se pensaba unido; muestra la he-
mi condición de hija de inmigrantes que llegaron a Venezue-
terogeneidad de lo que imaginábamos conforme a sí mismo (…)”
la en los años 50.
(2000: 27-29). Para Benjamin: “El origen (…) no tiene (…) nada
A lo largo de mi infancia y juventud me parecía que la divi- que ver con la génesis de las cosas. El origen no designa el
sión que constituía mi identidad era una condición desafortu- devenir de lo que ha nacido, sino ciertamente de lo que está
nada que esperaba resolver con la elección de Venezuela o Ita- naciendo en el devenir y en la declinación. El origen es un re-
lia como lugares de residencia permanente. Los años me hicie- molino en el río del devenir y arrastra en su ritmo la materia
ron entender que la pertenencia no se elige ni se resuelve de lo que está apareciendo (…) El origen (…) por una parte exi-
eligiendo un país sino que es un devenir imprevisto cuyo rasgo ge ser reconocido como una restauración, una restitución, por
más propio es su indefinición y su reescritura. la otra como algo que por eso mismo está inconcluso, siempre
Este trabajo constituye una aproximarme al relato del ori- abierto (…). Por consiguiente, el origen no emerge de los he-
gen que siempre está en otra parte y que hay que seguir inte- chos comprobados, sino que se refiere a su prehistoria y su pos-
rrogando. thistoria” (1972: 44). Jacques Derrida en la conferencia “Cual,
cual. Las fuentes de Valery” (1971) plantea una idea interesan-
te sobre la fuente que me parece productiva para pensar el ori-

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gen y la herencia. Al referirse a la obra de Valery dice: “¿Qué debe 5
Hayden White es uno de los iniciadores del enfoque narrati-
ser un texto si puede, de sí mismo de alguna manera, volverse para vista de la historia según el cual: “la obra histórica es una estruc-
brillar una vez más, después de un eclipse, con una luz diferente, tura verbal en forma de discurso en prosa... Las historias (y tam-
en un tiempo que ya no es el de su fuente productiva (…), repetir bién las filosofías de la historia) combinan ciertos ‘datos’ conceptos
luego una vez más este resurgimiento después de varias muertes, teóricos para ‘explicar’ esos datos, y una estructura narrativa para
entre otras, la del autor, y el simulacro de una múltiple extinción? presentarlos como la representación de conjuntos de acontecimien-
Valéry se interesaba también de ese poder de regeneración. (…) la tos que supuestamente ocurrieron en tiempos pasados. Yo sosten-
posibilidad para un texto de conceder(se) varios tiempos y varias go que además tienen un contenido estructural profundo que es
vías” (1994: 318). en general de naturaleza poética y lingüística” (1992: 9). Sobre el
3
Cabe destacar que para Deleuze y Guattari el sistema arbo- debate entre enfoque cognotivista y narrativista en los estudios
rescente y el rizomático no son excluyentes: “Se trata de demos- de la Historia cfr. Juan Carlos Bermejo “Explicar y narrar: la his-
trar que los rizomas también tienen su propio despotismo, su pro- toria como problema” en Manuel Cruz: Hacia dónde va el pasado ,
pia jerarquía... que son más duros todavía… puesto que no hay 2002, pp. 53-72; de Certeau: La escritura de la historia, 1985; Ar-
dualismo, de aquí y allá… de lo bueno y lo malo… En los rizomas thur Danto: Historia y narración , 1989.
hay nudos de arborescencia y en las raíces brotes rizomáticos… Lo 6
Otras publicaciones sobre la memoria y en la contemporanei-
fundamental es que el árbol-raíz y el rizoma-canal no se oponen dad, cfr.: Beatriz Sarlo: Tiempo pasado. Cultura de la memoria y
como dos modelos: uno actúa como modelo y calco trascendente g i r o s u b j e t i v o, 2005; Paul Ricoeur: La lectura del tiempo pasado:
incluso si engendra sus propias fugas; el otro actúa como un proce- memoria y olvido, 1998 y La memoria, la storia, l’oblio, 2002; Jan
so inmanente que destruye el modelo y esboza un mapa, incluso si Assman: La memoria culturale , 1997; Maurice Halbwachs: L a m e-
constituye sus propias jerarquías, incluso si suscita un canal des- moria coletiva , 1996; Andreas Huyssen: En busca del futuro per-
pótico” (1994: 24-25). dido, 2002; Jean Baudrillard: La ilusión del fin. La huelga de los
4
Fina Birulés destaca la dimensión pragmática de la relación a co n t ec i m i e n t o s, 1993; Tzvetan Todorov: Los abusos de la memo-
con el pasado en el sentido de que es necesaria una apropiación ria , 2000; Fabietti y Matera: M e m o r i a e i d e n t i t á, 1999; Yerushal-
del legado recibido por parte del heredero para que se produzca la mi y otros: Usos del olvido, 1989; Paolo Rossi: Il passato, la memo-
transmisión: “Al construir nuevas narraciones de lo acontecido, al ria, l’oblio, 1991; Eviatar Zerubel: M a pp e d e l t e m p o. M e m o r i a co-
hacer el gesto de recordar lo olvidado o no transmitido, emerge la ll e tt i v a e co s t r u z i o n e s oc i a l e d e l p a ss a t o , 2004; Svetlana Boym:
propia identidad, pero en nuestras sociedades postradicionales, es T h e f u t u r e of n o s t a l g i a , 2001; Manuel Cruz (compilador): Hacia
decir sin el peso ni la guía de la tradición, las diversas, llamémos- d ó nd e v a e l p a s a d o . E l p o r v e n i r d e l a m e m o r i a e n e l m und o
las, tradiciones culturales que exigen respeto y que se perfilan como co n t e m p o r á n eo , 2002; Nicolás Rosa: E l a r t e d e l o l v i d o y t r e s
dotadoras o subvertidoras de identidades sólo pueden ser conti- e n s a yo s s o b r e m u j e r e s , 2004; Bergero y Reati: Memoria colecti-
nuadas a través de un modo reflexivo de apropiación, esto es, hay va y políticas del olvido. Argentina y Uruguay, 1970-1990 , 1997;
que hacer el gesto de tratar de salvar e interpretar huellas del Nelly Richard (editora): P o lí t i c a s y e s t é t i c a s d e l a m e m o r i a, 2000;
pasado. Vivimos en un orden social en cuyo seno los nexos sociales Bal, Crewe y Spitzer: A c t s of m e m o r y c u l t u r a l r ec a ll i n t h e p r e-
tienen que h a ce r s e sin que puedan mecánicamente heredarse” s e n t, 1999; Jacques Derrida: Memorias para Paul de Man, 1998;
(2002: 145). Marc Augé: Las formas del olvido, 1998 y R o v i n e e m a ce r i e . I l

38 39
s e n s o d e l t e m p o, 2004; Paolo Virno: I l R i co r d o d e l P r e s e n t e. Saggio fragio de un vapor que supuestamente no podía hundirse, hecho
sul Tempo Storico, 1999. que marcó el fin de una época dorada” (2002: 19); habla de La vita
7
Huyssen destaca una consecuencia importante del uso globa- é b e ll a como la transformación del trauma histórico en “cuento de
lizado del Holocausto: “Es precisamente el surgimiento del Holo- hadas” (Íd.: 25) y de La lista de Schindler como “trivialización co-
causto como t r o p o s universal lo que permite que la memoria del mercial” de ese mismo referente. Para Huyssen “fenómenos como
Holocausto se aboque a situaciones específicamente locales, le- La lista de Schindler y el archivo visual de Spielberg con testimo-
janas en términos históricos y diferentes en términos políticos nios de sobrevivientes del Holocausto nos obligan a pensar en con-
respecto del acontecimiento original. En el movimiento trans- junto la memoria traumática y la del entretenimiento, en la medi-
nacional de los discursos de la memoria, el Holocausto pierde da en que ocupan el mismo espacio público, en lugar de tomarlas
su calidad de índice del acontecimiento histórico específico y como manifestaciones que se excluyen mutuamente. Las cuestio-
comienza a funcionar como una metáfora de otras historias trau- nes centrales de la cultura contemporánea se ubican precisamen-
máticas y de su memoria (…). Mientras la comparación con el te en el umbral entre la memoria del trauma y los medios comer-
Holocausto puede activar en términos retóricos determinados ciales” (26). En este mismo orden de ideas, es importante destacar,
discursos sobre la memoria traumática, también puede servir la reflexión que desde América Latina ha hecho Nelly Richard so-
como recuerdo encubridor o bien bloquear simplemente la re- bre “las tecnologías de la desmemoria que, diariamente sumergen
flexión sobre historias locales específicas” (2002: 18-19). la conflictividad de lo social en la masa festiva de lo publicitario y
8
El problema de la mercantilización de la memoria a través del mediático” (2000: 10). La función de la televisión en los primeros
despliegue mediático y de la apertura de los circuitos de circula- años de la transición chilena, lo que Claudia Feld denomina “el ra-
ción de la cultura ha ocupado la atención de muchos especialistas. ting de la memoria” es una de las tantas manifestaciones del carác-
Baudrillard, por ejemplo, habla del “baile de fósiles” que habita el ter contradictorio que existe entre la reproducción mediática de las
paisaje de la postmodernidad y observa: “La extracción de vesti- memorias (crónicas sensacionalistas, reality show, documentales, el
gios se ha convertido en una empresa se carácter industrial. (…) testimonial industry) y el efecto encubridor o anestésico que causa
La paleontología progresa al mismo ritmo de las tecnologías de en el público porque, si por un lado, la televisión otorga visibilidad a
punta. Yacimientos, vestigios, utensilios, esqueletos: todo un filón los culpables y promete revelar “toda la verdad”, el recurso de “la
de signos milenarios rescatados del olvido (…) pero todo lo que se verdad exhibitiva-visual y emocional” reduce el compromiso y res-
descubre es aniquilado. Los fósiles salen de su inmemorialidad, ponsabilidad frente a la problemática en cuestión (Feld en Richard,
por lo tanto de la memoria secreta de los hombres, para ser inme- 2000: 82) (cfr. Makosvski, 2002: 149). Importante también es la re-
diatamente sepultados en su memoria artificial” (1993: 113-114). flexión de Idelber Avelar sobre la relación entre memoria y merca-
Baste pensar, a este propósito, en el éxito de películas como do cuando destaca que “la memoria del mercado pretende pensar el
Jurassic Park (1993) de Steven Spielberg y en el consumo com- pasado como una operación sustitutiva sin restos”. Pero “al producir
pulsivo del objeto-dinosaurio puesto a circular por el mercado y lo nuevo y desechar lo viejo, el mercado también crea un ejército de
la moda (sobre la relación entre original y reproducción cfr. el restos que apuntan hacia el pasado y exigen restitución. La mer-
artículo “Postbenjaminianas” de Beatriz Sarlo en el libro S i e t e cancía anacrónica, desechada, reciclada o museizada, encuentra su
e n s a yo s s o b r e W a l t e r B e n j a m i n , 2000). Por su parte, Huyssen sobrevida en cuanto ruina” (Avelar, 2000: 14). Otro libro que revisa
explica el éxito internacional de la película Titanic , mezcla de el estatuto de la memoria y nostalgia en la contemporaneidad es el
“entretenimiento y trauma” como “la obsesión mundial por el nau- de Svetlana Boym: The future of nostalgia, 2001.

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9
Deleuze y Guattari en Kafka, por una literatura menor (1978), siello, 2001; Reati y Bergero, 1997; Vezzetti, 1994,1996; Brito, 1994;
establecen tres rasgos de esta literatura: “la desterritorialización Amado, 2004; Piglia, 2001; Balderston, comp., 1987).
de la lengua, la articulación de lo individual a lo inmediatamente 11
Para los fines de esta investigación, voy a utilizar el término
político, el dispositivo colectivo de enunciación. Lo que equivale a familia para referirme tanto al vínculo genealógico que une a suje-
decir que ‘menor’ no califica ya a ciertas literaturas, sino las con- tos que pertenecen a la misma sangre como a otro tipo de vínculo
diciones revolucionarias de cualquier literatura en el seno de la tales como las alianzas políticas, afectivas, simbólicas que unen a
llamada mayor (o establecida)” (1978: 31). Para Deleuze y Guatta- sujetos en comunidades. Sobre la familia como “máquina de pro-
ri, no hay “enunciación individualizada” porque el campo políti- ducción de afectos y renovación de historia”, cfr. Ana Amado y
co ha contaminado cualquier enunciado; de allí que “la literatu- Nora Domínguez, L a z o s d e f a m ili a . H e r e n c i a s , c u e r p o s , f i cc i o-
ra es la encargada de este papel y de esta función de enuncia- n e s (2004).
ción colectiva e incluso revolucionaria” (Íd.: 30). 12
Elizabeth Roudinesco en el libro L a f a m ili a e n d e s o r d e n
10
A partir de los años de la transición democrática, países como (2003) analiza los cambios de la institución familiar a lo largo
Argentina, Uruguay, Chile y Brasil iniciaron un balance crítico de de la historia (la figura del padre como dios soberano y su de-
los años de la dictadura con la finalidad de mostrar la relación gradación por la irrupción de lo femenino, la aparición de mino-
abierta entre pasado y futuro y la necesidad de reaccionar en con- rías homosexuales que más que impugnar el modelo familiar se
tra de las “tecnologías de la desmemoria” y los olvidos convenien- someten a él) y los nuevos desórdenes que afectan a esta insti-
tes impuestos por el régimen dictatorial y los gobiernos democrá- tución.
ticos. La crítica (pensemos en nombres como los de Nelly Richard, 13
De Gaulejac habla de tres funciones de la memoria familiar:
Idelber Avelar, Alberto Moreiras, Beatriz Sarlo, Hugo Vezzetti, Ri- “1) la función de transmisión que permite situar la historia de un
cardo Piglia, Sandra Lorenzano, Ana Amado, entre otros) y la fic- individuo en un lugar genealógico y simbólico; 2) la función de re-
ción, así como manifestaciones de protesta colectiva (pensemos en miniscencia que permite un ir y venir entre el presente y el pasado
el caso de Las Madres de Plaza de Mayo) se han ocupado de inte- para luchar contra la angustia del tiempo, y que elabora una nove-
rrogar el pasado traumático y las consecuencias que la represión la familiar que mezcla lo real y lo fantasmático, los hechos y las
ha causado en la sociedad con la finalidad de conmemorar a los invenciones y 3) la función reflexiva que se orienta hacia una eva-
desaparecidos y seguir dialogando con sus espectros; representar luación crítica: antes que transmitir y revivir se trata de un regre-
la “catástrofe del sentido” que la experiencia del mal causó en las so al pasado para evaluarlo, para producir sentido sobre lo ocurri-
identidades familiares y colectivas. En Chile surge lo que Nelly do” (Makosvski, 2002: 154).
Richard llama la “estética de trasluz” representada por los inte- 14
Sobre la inestabilidad de la morada contemporánea cfr.: Ian
grantes del grupo CADA (Colectivo de Acciones de Arte) fundado Chambers: Migración, cultura, identidad (1995). Quizás el concep-
en 1979 e integrado por Diamela Eltit, Raúl Zurita, Fernando Bal- to más utilizado por los teóricos para describir el cambio que se ha
cells, Lotty Rosenfeld, Juan Castillo, Paz Arrázuriz, Claudia Do- producido en la relación del sujeto con el espacio es el de desterri-
noso, Gonzalo Díaz que propone pensar la memoria como zona de torialización. Gilles Deleuze y Féliz Guattari fueron los primeros
enunciación política y levantar la sospecha del espectador/lector que lo introdujeron para referirse a los efectos psicoculturales del
contra “el falso supuesto de la inocencia de las formas”. (Sobre la capitalismo (véase el Anti-Edipo , M il m e s e t a s y otras obras); ade-
reflexión posdictatorial, cfr. Richard, 1994, 2000; Richard y Mo- más, en toda su obra, el término aparece como una categoría de
reiras, 2001; Avelar, 2000; Moreiras, 1999; Lorenzano, 2001; Ma- análisis que permite explicar el proceso de cambio y transforma-

42 43
ción al que están sometidos el pensamiento, el sujeto, la escritura,
entre otros. Al no haber un centro articulador del sentido, un eje
que organiza el mundo, lo que importa es la relación de contacto y
contagio, de avecinamiento y devenir entre cosas: “En una socie-
dad lo primero son las líneas, los movimientos de fuga que, lejos de
suponer una huida fuera de lo social, lejos de ser utópicos o incluso
… cambia de sombra para obligarme a padecer
ideológicos, son constitutivos del campo social, puesto que trazan una herencia a la que sólo se pertenece a ratos
su pendiente y sus fronteras, es decir, todo el devenir. (...). Nosotros con el cuerpo a cuestas
decimos (...) que en una sociedad todo huye, y que una sociedad se intentando siempre un segundo desvelo.
define (...) en primer lugar por sus máximas de desterritorializa-
Jacqueline Goldberg
ción, por sus flujos de desterritorialización. Las grandes aventu-
ras geográficas de la historia son líneas de fuga, es decir, largas
marchas a pie, a caballo o en barco (...). La creación siempre se
produce sobre una línea de fuga, y no porque se fantasee o se sue-
ñe, sino por el contrario, porque uno traza sobre ella algo real y
construye un plano de consistencia” (1997: 153-154). Desde una
perspectiva distinta relacionada con el escenario postmoderno la-
tinoamericano, Néstor García Canclini usa el término desterrito-
rialización para enfatizar “la pérdida de la relación ‘natural’ de la
cultura con los territorios geográficos y sociales” (1989: 288).
15
Jacques Derrida en el libro El monolingüismo del otro, la pró-
t e s i s d e l o r i g e n (1997b) se refiere a su condición franco-maghre-
bí y específicamente a la opresión lingüística que el francés ejer-
ció sobre el árabe y a la expropiación colonial de un idioma por
otro a partir de una situación de dominación. Dentro de este
marco elabora una reflexión en torno a la contradicción exis-
tente entre el hecho de ser monolingüe y el hecho de que es
imposible “hablar una lengua que no es la propia” (18) para
mostrar la imposibilidad de un monolingüismo absoluto.
16
Cabe destacar que en el pasaje citado de Alegorías de la de-
rr o t a Idelber Avelar se refiere específicamente a E n e s t a d o d e m e-
moria de Tununa Mercado. Utilizo esta reflexión para referirme a
todo el corpus por su pertinencia y agudeza en señalar aspectos
centrales de la crisis de la morada y de la manera como ésta se
representa en el corpus aquí analizado.

44 45
II. El frágil heredero.
El fracaso de la transmisión en
Lenta biografía de Sergio Chejfec

1. Literatura y porvenir

La literatura es un trabajo con


la restricción: se avanza a partir
de lo que no se puede hacer.

Ricardo Piglia

En una conferencia que dictó en La Habana en el 2000,


titulada: Tres propuestas para el próximo milenio (y cinco
dificultades) (2001), Ricardo Piglia se preguntaba acerca de
la literatura del futuro y del futuro de la literatura a partir
de la idea de Italo Calvino de que la literatura hace posible
“una mejor percepción de la realidad, una mejor experiencia
del lenguaje” (2001: 11). Su preocupación estaba relacionada
con la función de la literatura en el porvenir y, más específi-
camente, con la posibilidad de la literatura –o de cierta lite-
ratura ajena a la lógica del mercado y del consenso– de pos-
tular e imaginar la realidad desde un lugar lateral respecto
de “las tradiciones centrales”, “mirando al sesgo” esas mis-
mas tradiciones (2001: 13). Esta literatura, según Piglia, tra-
baja con la alusión y con el sobreentendido, con la elipsis y la
condensación, procedimientos literarios que, desde su pers-
pectiva, “podrían persistir en el futuro” porque articulan la
relación entre literatura y política o, más precisamente, en-
tre el “escritor que busca descubrir una verdad borrada y el
Estado que esconde y entierra” (21). De aquí que, para Pi-
glia, la primera propuesta para la literatura del porvenir esté

46 47
relacionada con la elaboración de “relatos alternativos, en mostrar la imposibilidad de la escritura de restituir la totali-
tensión con ese relato que construye el Estado” y que nos dad de la experiencia. Una literatura que “apunta a la tra-
permitan entender “la forma en que se construyen y actúan ma para narrar su descomposición, para poner el sentido en
las narraciones que viene del poder” (22). suspenso; apunta al lenguaje para perforarlo, para buscar
El caso de Argentina o de otros países del Cono sur que ese afuera –el afuera del lenguaje– que nunca llega, que siem-
vivieron bajo regímenes dictatoriales, proporciona un ejem- pre se posterga, se disgrega...” (Tabarosky, 2004: 15).2 Una
plo de esta tensión entre la versión oficial de la historia1 y literatura que reflexiona sobre la disolución inherente al ejer-
los “contra-relatos” que la literatura pone a circular basados cicio literario y que cuestiona la relación entre lenguaje, ex-
en “pequeñas historias, ficciones anónimas... testimonios...” periencia y política utilizando la sospecha, la duda, la ironía
(25) que postulan “otra” forma de contar la represión basada como modos de posicionamiento crítico ante los referentes a
en la sospecha, la incertidumbre, la disidencia, el equívoco, los que se alude. 3
la ambigüedad. Beatriz Sarlo dice de Sergio Chejfec:
A la “noción de límite” se refería Piglia en la conferencia
apenas mencionada cuando hablaba de la segunda condición Leyendo sus novelas estamos en una situación de inseguridad
de la literatura futura, es decir, la puesta en cuestión de la continua pero atenuada: las palabras a veces no parecen responder
insuficiencia del lenguaje para representar la verdad: del todo a lo que se acostumbra, a veces desvían hacia un lado “inco-
rrecto”, o buscan extenderse hasta ocupar el lugar de otras pala-
La experiencia del horror puro de la represión clandestina es bras. Escribe como si mirara el lenguaje de reojo no por desconfian-
una experiencia que a menudo parece estar más allá de las pala- za (eso sería un lugar común) sino como si no tuviera recuerdos del
bras, quizá define nuestro uso del lenguaje y nuestra relación con la lenguaje, como si ese instrumento fuera algo que conoce perfecta-
memoria y por lo tanto nuestra relación con el futuro y el sentido. A mente, pero que al mismo tiempo, le resulta territorio extraño del
un punto extremo, un lugar –digamos– al que parece imposible acer- que tiene que apropiarse. Sería equivocado pensar que su relación
carse. Como si el lenguaje tuviera un borde, como si el lenguaje fue- es insegura; se trata más bien de una perspectiva en diagonal sobre
ra un territorio con una frontera, después del cual está el desierto un espacio que habitualmente miramos de frente. Al escribir reco-
infinito y el silencio. ¿Cómo narrar el horror? ¿Cómo transmitir la rre sendas laterales y caminos desviados. (2004: 146-147)
experiencia del horror y o sólo informar sobre él? (31)
En relación a estas cosideraciones de Sarlo, llama la aten-
Quisiera partir de las reflexiones anteriores para acer- ción un ensayo de Chejfec titulado: “La dispersión. La litera-
carme a la obra del escritor argentino Sergio Chejfec (1956) tura del futuro como contiguidad” (1996), en el que elabora
como ejemplo de esta “literatura del futuro” según los térmi- algunas hipótesis sobre la “literatura del futuro” que antici-
nos de Piglia. Una literatura que aborda la realidad de for- pan las consideraciones de Piglia antes mencionadas y, que
ma oblicua e incierta para proponer un relato que cuestiona además, constituyen una suerte de declaración indirecta de
los límites de la representación y del lenguaje, además de su concepción de lo literario y de su proyecto estético:

48 49
...la verdadera literatura del futuro sería aquella donde se repre- 104); intenta mostrar los límites de las “versiones integrado-
sentara el acercamiento; una literatura dedicada, con un apremio, ras de la historia” y la necesidad de acercarse a la realidad de
al trabajo de inclinación hacia lo contiguo: hacia una geografía lo forma contigua, lateral, tentativa.
suficientemente separada como para ser distinta y lo convenien- Lo que le interesa rastrear en sus obras son los contornos,
temente próxima como para significar variación, prefiguración, “los devenires”, los alrededores de la experiencia; esas zonas
anticipación, del propio lugar. Un leve pero categórico descentra-
donde la realidad manifiesta su indeterminación e incerti-
miento que desprecie la lejanía exotista y al mismo tiempo eluda
dumbre y donde las cosas muestran el agotamiento que las
las amenazas de identificación lineal; o sea, la descripción y el re-
lato de lo lateral y lo descentrado, la dispersión. La narrativa como
constituye. Territorios a la espera de que algo se interrumpa
culto periférico. (2005: 32-33) o reestablezca, pasajes donde la vida está a punto de desva-
necerse y disgregarse, lugares de la falta y la incompletitud
Los rasgos de esta literatura –alusión, inseguridad, inde- donde se desplazan personajes-fantasmas, sujetos “disminui-
cisión, balbuceo, lateralidad, contigüidad– además de defi- dos”, atrapados en una suerte de lugar “extranjero” que les
nir la obra de Chejfec son compartidos por varios escritores impide pertenecer o regresar.
argentinos de los años 80 y 90 –pienso en Juan José Saer, De toda la obra de Chejfec, me interesa revisar su prime-
Ricardo Piglia, Alan Pauls, Matilde Sánchez, César Aira, Fow- ra novela, Lenta biografía (1990), publicada en los años pos-
gill, entre otros– que proponen una estética disidente, en teriores a la caída de la dictadura, por la relación que plan-
contra de la dictadura militar y la represión, que experimenta tea entre identidad y herencia, o más precisamente, por la
nuevos caminos de escritura y presenta una lectura alterna reflexión que sugiere acerca del carácter inapropiable de todo
de la realidad y de la memoria a partir del cuestionamiento legado que, al no poderse transmitir, señala la necesidad de
de la misma práctica literaria. hacerse cargo de ese secreto que el reto de la interpretación
Desde sus primeras novelas, Lenta biografía y Moral (1990), posterga difiriendo, de este modo, su apropiación.
pasando por El aire (1992), el cuento “El extranjero” (1993), El Se trata de un texto que propone una reflexión sobre el
llamado de la especie (1997), Cinco (1998), Los planetas (1999), origen, la descendencia, la infancia, la familia pero a la vez
Boca de lobo (2000), el poemario Gallos y huesos (2003), hasta es un libro que habla sobre la identidad que provee el apelli-
Los incompletos (2004), Chejfec ha elaborado una literatura do. En este sentido, se puede leer como un relato autobiográ-
que aborda la realidad por “deslizamiento”, a través de digre- fico donde Chejfec se pregunta por el propio nombre, por la
siones, divagaciones, especulaciones paradójicas y arbitrarias relación entre “individuo y apellido” y por la continuidad del
que muestran los caminos erráticos y arbitrarios de cualquier apellido a lo largo de las generaciones.
articulación de sentido. Su pregunta se relaciona con los al- En un ensayo titulado “Lengua simple, nombre” (2002), el
cances de la literatura y con la capacidad del lenguaje de re- autor parte de la constatación de que “todo relato acerca del
presentar el mundo; en este sentido, su obra pone “en primer propio nombre es autobiográfico” (2005: 197) y traza una
plano los procedimientos de representación y los materiales breve historia de Lenta biografía elaborando s u lectura e
representados en tanto emblemas de significado” (Chejfec, 2005: interpretación de la novela:

50 51
Unos siete meses después de publicada mi primera novela, en el de contar, como compensación de un vacío que se convierte
año 90, mi padre murió. Había arribado al país siendo adulto, y des- en tema del relato: un relato sobre la falta y sobre el relato
de otras lenguas y con una preparación inadecuada para lo que se- que falta, alegoría de la interrupción de la historia familiar
ría su vida, él hablaba, y especialmente leía, con dificultad. Aquella a causa de la pérdida y de la impotencia de testimoniar so-
novela estuvo enteramente inspirada en mi padre, fue un modo de bre este trauma.
fabular unas preguntas personales y familiares que dejaba sin res-
El gesto autobiográfico “desposee y desfigura en la misma
puesta… Mi padre siempre había dicho, seguramente como una for-
medida en que restaura” dice Paul de Man (1991: 118). En
ma de esconder sus vicisitudes europeas, que con su historia perso-
nal podía escribirse un libro entero. Era una especie de leit-motiv,
Lenta biografía este juego de desfiguración y restauración,
quería decir que las desgracias de su pasado eran tantas que podía traición y fidelidad a un nombre propio que no se posee, plan-
resultar edificante (en el sentido de instructivo) conocerlas en deta- tea el carácter tentativo y aproximado de todo relato sobre
lle. De esa historia casi no hablaba, cuando o hacía era para reite- el pasado y la memoria.
rar las generalidades conocidas… De un tiempo para acá también Cabe destacar la complementariedad temática entre L e n -
he pensado que con ese libro le di una forma concreta a la vida de mi ta biografía y Los planetas (2000), novela autobiográfica que
padre. Una forma que él no esperaba, no conoció, probablemente no explora el “exceso de ausencia” que la muerte de un amigo
hubiese entendido… Esa trama de palabras representada en el li- causa en la vida del narrador. Historia de una amistad inte-
bro significó asignarle un nombre, hacerlo visible y al mismo tiem- rrumpida por la dictadura que secuestra y desaparece a M
po cristalizarlo. Probablemente yo había escrito sobre él porque, di- (Miguel) dejando a S (Sergio) a la espera de un “después”
gamos, no quise escribir sobre mí. Había rescatado un ser anónimo,
que no restituye el cuerpo que falta sino que renueva su au-
tomaba prestada su vida para escribir sobre ella, y al hacerlo, me
sencia y su pérdida.
daba vida a mí mismo. Me pregunto entonces si en parte no le habrá
Aquí también, como en la otra novela, la escritura es el
dado muerte ese libro, adelantándose a su recuerdo, haciéndolo de-
cir (a él mismo y a su memoria) cosas que no le eran propias… En proyecto que el narrador emprende para enfrentar el duelo
lugar de escribir sobre mi nombre, escribí sobre él como si no lo como un modo de responder a la pregunta sobre la identi-
tuviera; al hacerlo le endilgué uno que no era el propio ni el mío, dad como un juego de “intermitencias” que no culmina en
sino otro abierto por el libro. (197-199) plenitud sino en carencias y deudas que establecemos con
el otro. Por otra parte, el relato que se escribe es además un
La novela propone la idea de la escritura biográfica como modo de mostrar cómo la aproximación al pasado es una con-
una forma de autobiografía: el narrador escribe “en nombre” jetura que abre líneas imprevistas que modifican y alteran
del padre, relata su vida para hablar de sí mismo y de su el mapa de la memoria lo que desestabiliza las versiones ofi-
identidad como devenir y deriva de la historia paterna. La ciales de la historia y muestra la dimensión política de lo
paradoja consiste en que la biografía que desea escribir –la literario.
del padre– está destinada al fracaso porque faltan los conte-
nidos para componerla. Ante esta carencia, la escritura fun-
ciona como “suplemento” de la memoria que el padre no pue-

52 53
2. El legado inaccesible Como en toda historia sobre represión y violencia, el des-
aparecido y el sobreviviente son las figuras con las que, de
…los legados son siempre imprecisos. algún modo, hay que hacer cuentas para retomar el hilo de
Sergio Chejfec una genealogía interrumpida e imaginar posibles versiones
del pasado. Ambas categorías apuntan a un estado de sus-
Según el Talmud cada judío, en cualquier tiem- pensión irresoluble: la primera porque se constituye a partir
po y en cualquier lugar tiene que contarle a
sus hijos la historia del exilio y del éxodo como de la duda acerca de dónde está y qué le ocurrió al desapare-
si hubiesen sido escritas para su generación. cido, “muerto sin cuerpo” que dejó de estar doblemente: por-
que está ausente y porque falta la evidencia de su muerte, es
Meghnagi
decir, el cuerpo (Déotte, 2000: 94); el segundo, porque vive
un duelo al que le falta el cuerpo que se llora dado que el
cadáver necesita del “anclaje en un lugar para su puesta en
Primo Levi, en el libro S i e s t o e s un h o m b r e –testimonio
memoria”: “no hay duelo posible sin que el sufrimiento pue-
de su experiencia en los campos de exterminio nazis–, se pre-
da anclarse en un lugar y en relatos. Los muertos siguen per-
gunta cómo puede vivir un hombre al que le han quitado su
manentemente ausentes” (Íd.: 95); pero a la vez, esta ausen-
casa, sus costumbres, sus afectos, su tierra: “será un hombre
cia del cuerpo muerto es también una forma de presencia in-
vacío” responde, “reducido al sufrimiento y necesidad, que
tempestiva que ocupa y perturba el presente del supervivien-
habrá olvidado su dignidad, la capacidad de discernir, por-
te impidiéndole “enterrar” tanto al muerto como al cuerpo.
que a menudo sucede que quien perdió todo se pierde a sí
“El superviviente tiene la vocación de la memoria, no pue-
mismo” (1989: 23, traducción mía).
de no recordar” dice Agamben (2000: 26) y con esto se refiere
El énfasis que Levi pone en las consecuencias que el mal
no sólo a la imposibilidad del sobreviviente de clausurar el
produce en los sobrevivientes de catástrofes psicológicas y
pasado por su carga traumática, sino también a la responsa-
sociales, es decir, la imposibilidad de articular un relato so-
bilidad del sobreviviente de testimoniar en nombre de aque-
bre el pasado traumático y su incapacidad de re-insertarse
llos que no sobrevivieron. Pero este testimonio, si por una
en la vida cotidiana sin sucumbir de manera inevitable y
parte intenta suplir el silencio del ausente y hacerse cargo
permanente a ese núcleo reprimido, constituye un rasgo cen-
de su memoria, por otro, es insuficiente para dar cuenta de
tral de Lenta biografía.
lo ocurrido, está constituido por una laguna, “algo que es in-
Es la historia de un sobreviviente del extermino nazi que
testimoniable” (Íd.: 34) que “pone en tela de juicio el propio
abandona Europa para emigrar a Argentina donde intenta
sentido del testimonio y, por ello mismo, la identidad y credi-
comenzar una nueva vida, pero también es el relato alegóri-
bilidad de los testigos” (33).5
co sobre la intraducibilidad de la experiencia del horror –
El protagonista de Lenta biografía6 es el padre del narra-
nazismo/dictadura militar argentina– y sobre la imposibili-
dor, sobreviviente del exterminio nazi, que huye de su país
dad de clausurar y transmitir el pasado.4
de origen –Polonia– y emigra a la Argentina con la esperan-

54 55
za de “inaugurar” una vida, de radicarse en otra tierra como adiós y con lo que hemos de confrontarnos de forma obliga-
si el pasado fuera una página en blanco cuando en realidad da” (2000: 84).
“esto no era más que un sutil y tímido consuelo” (LB: 79). En este sentido, el padre es el responsable de mantener
La llegada y adaptación al nuevo país, en lugar de afian- viva la memoria de su familia y el modo de cumplir con esta
zar la esperanza de clausurar el pasado y/o de superarlo, lo responsabilidad es a través de un avecinamiento constante a
que hace es potenciarlo, traerlo de vuelta al presente, con- sus fantasmas: estar “entre” los espectros de los tíos y los
vertirlo en fantasma amenazante que revolotea en su coti- hermanos implica su propio devenir-espectro, su estar en el
dianidad perturbando cualquier posibilidad de arraigo. Al presente como fantasma de sí mismo, ocupando la frontera
haber perdido sus coordenadas biográficas –familia, afectos, entre la vida y la muerte, ausente y presente a la vez, cada
pueblo de origen– el único lugar que el padre reconoce como vez más delgado de presencia, mirando hacia atrás en todos
propio es su memoria paralizada por el exceso de pérdidas los actos de su cotidianidad: “Sutil pretérito de las cosas muer-
allí guardadas. A pesar de su aparente frialdad y desapego tas. Siguen vivas, continuando, en la memoria de uno y sin
frente a su pasado, no logra separarse de su vida europea embargo ya no son… Sutiles pretéritos que ya no son y si-
porque hacerlo significaría asumir “el enterramiento” –“en guen siendo” (25).
su consciencia y en sus sentimientos” (Íd.: 55)– de sus pa- Esta indecidibilidad del espectro como “presencia-no-pre-
dres, hermanos, tíos asesinados por el nazismo, lo que impli- sente” es lo que determina su resistencia y permanencia; ese
caría, en consecuencia, separarse de su recuerdo y “liberar- “estar sin estar” hace que el muerto sea “más poderoso que
se” de la culpa de haberles sobrevivido: el vivo” y pueda trastocar el presente reclamando un recono-
cimiento, recordando la deuda que éste tiene con sus ante-
Él se enteró... de cierta fractura brutal y compulsiva: sus fami- pasados. Se trata de asumir que nuestro “ser” es “heredado”
liares habían desaparecido –literalmente– del mapa, con lo cual como plantea Derrida y que lo que somos es “primero que
obturaron los recuerdos de ellos en mi padre. Su conciencia, en el nada herencia” de la que debemos dar testimonio porque “he-
momento de enterarse de la tragedia... ocluyó seguramente el uni- redamos justamente lo que nos permite testimoniar” (1994:
verso lineal de su memoria y se vio compelido a continuar siempre 73) aunque, aquí, como veremos, se trata de un anti-testi-
acompañado de fragmentos o muñones de recuerdos: mientras va-
monio, es decir, de un testimonio sobre la imposibilidad de
deara el océano y mientras –por siempre– viviera. (58)
testimoniar que se enuncia a través de la resistencia o impo-
tencia ante la palabra y que se manifiesta en forma de silen-
Al ser el “único depositario de lo que habían sido sus fa-
cio, secreto, enigma que nunca se revela.
miliares ya desaparecidos del mapa” (45), representa la tumba
Lo que llama la atención de este personaje que vive “en
que éstos nunca tuvieron, la cripta que preserva del olvido
estado de memoria” es que no habla: es un testigo que no
sus cuerpos desaparecidos. Lo que queda de la familia es su
testimonia como si estuviera consciente de la insuficiencia
persona como resto de lo desaparecido, un resto “impractica-
de su relato, de la impotencia del lenguaje de nombrar una
ble” como diría Giorgio Agamben, al “que no podemos decir

56 57
experiencia; punto de interrupción que lo separa del resto de supongo que tuvo que haberse forjado para así soportar las
la familia convirtiéndolo en el único sobreviviente de la mis- catástrofes que le habían sobrevenido” (107).
ma. Su historia es incomunicable, no tiene lengua para ser La figura paterna encarna una contradicción en el sentido
contada, tampoco relato que pueda restituir una trama ten- que, en la misma medida en que no puede hablar de su pasa-
tativa del pasado: solo el silencio tenaz que insinúa, tanto la do, manifiesta una voluntad explícita de transmitir un legado
imposibilidad de simbolizar el trauma inscrito en su cuerpo y a su “descendencia”, una enseñanza “dirigida a su genealogía”
en su memoria, como la imposibilidad de hablar “en nombre” (137) y para ello utiliza “una didáctica particular” basada pa-
de sus padres y tíos muertos por el nazismo, de testimoniar radójicamente en la indiferencia, el silencio, la resistencia, el
“por delegación” (Levi): secreto, la insinuación, estrategias que muestran la presen-
cia de algo “no dicho”, algo que falta y que es el lugar donde
Mi padre siempre se comportó como si ignorara sus recuerdos se cifra el sentido del aprendizaje, el sentido que hay que
y su pasado europeo... A pesar de la cotidiana desatención que él apre(he)nder que es el sentido de la falta: “en el pasado euro-
prodigaba a los recuerdos, desatención que se materializaba en peo de mi padre había algo secreto dirigido a que nosotros
sus silencios y ocultamientos, en la empecinada decisión de no aprendiéramos algo… algo que no se revela pero que quiere
referir nada definitivo acerca suyo que se relacionara con su vida ser ejemplificador” (138).
anterior a la llegada a la Argentina, nosotros sabíamos certera-
La lengua que el padre habla –el idisch– no es la lengua
mente que todo aquel pasado le preocupaba y que de algún modo
de sus hijos –el español–, lo que complica aún más la posibi-
continuaba presente en su conciencia y pensamiento: mi madre
nos decía que todas las noches soñaba pesadillas relacionadas
lidad de articular un relato sobre su pasado, no sólo por la
con las circunstancias que había padecido en Europa. Soñaba con insuficiencia del lenguaje para representar experiencias trau-
sus hermanos y padres, con amigos y acontecimientos en gene- máticas –propias y ajenas– y prestar testimonio de las mis-
ral, con casas, paisajes, árboles y caminos, con fuego, humo y ex- mas, sino también porque es “otro” idioma el que habla, len-
plosiones, como así también con trenes abarrotados de personas gua de un extranjero que pertenece a “otro” orden cultural.7
delgadas y silenciosas, con personas subiendo interrumpidamen- El idisch –idioma “tan parecido a la masticación” (27)–
te a esos trenes, con vidrios rotos y saqueos, supusimos siempre. constituye la marca de una suerte de “minoridad” del padre
(LB: 108) respecto del nuevo espacio de adopción que habita con des-
acomodo como si estuviera fuera de lugar en la geografía
Sólo sus gestos, sueños, miradas, rituales cotidianos su- argentina y en la lengua española, a pesar de ser éstos la
gieren –a la mirada del hijo-narrador– conexiones y enlaces patria y la lengua de sus hijos:8
con un pasado de violencia que ha generado un corte y un
quiebre psíquico en el padre: “No es que mi padre se acerca- Mi padre, con su voz pausada y grave, como si se sintiera per-
ra a esos recuerdos como si fuese otro, sino que recordarlos manentemente incómodo con el idioma que estaba obligado a utili-
era un cotidiano reconocimiento de separación y cesura indi- zar desde que llegó a la Argentina desde su pasado europeo, pro-
vidual. El sentimiento de extranjería imprescindible que nunciaba –pronuncia– palabras con reserva y como si caminara a

58 59
tientas. Encubriendo –temerosamente– el terror que le sugería la En primer lugar, el hijo de Lenta biografía hereda una me-
posibilidad de que por ellas quedara descubierto algo de lo que él moria colectiva –la de la persecución y exterminio nazi, y la
estaba decidido a ocultar... Retozaba entonces –sin exagerar– den- de historia de la diáspora judía– que es marca de un desam-
tro del reducido cerco de palabras que le permitían comunicarse y paro identitario y de un desarraigo que caracteriza a muchos
encubrir cosas harto dolorosas –pienso según él– para ser trans- hijos de emigrantes que heredan un pasado que no vivieron
mitidas. (55)
pero que los hace huérfanos –al igual que los padres– de una
pertenencia.
Esta minoridad cultural, lingüística, geográfica constitu-
El narrador-hijo desea saber quién es, cuál es su origen,
ye “su lengua verdadera”, una suerte de patria “auténtica”,
de dónde viene, cómo ha llegado a ser lo que es y elige la
impermeable a la amenaza y contaminación del nuevo lugar
escritura para llevar a cabo esa exploración. Desde el inicio
que se vislumbra cuando canta canciones en idisch, lee el
de la novela declara su deseo de “escribir o intentar escribir
periódico D i p r e ss e,9 aspira el rapé, juega al ajedrez con el
lo que se llama, por lo general, ‘mi vida’” (15), lo que implica
hijo repitiendo la palabra “jaque” de forma obsesiva, celebra
necesariamente la interpelación de la historia del padre a
el ritual de la pascua judía, observa los zapatos nuevos de
pesar de que éste no le proporciona los contenidos necesa-
los hijos como una forma de “asomarse” a su pasado europeo
rios para llevar a cabo su proyecto. Para hablar de sí, para
donde había sido zapatero e inducir a su familia a “asomar-
otorgarse un nombre y una identidad necesita ingresar al
se” “a las costuras de sus recuerdos” (23).
archivo paterno y buscar allí su procedencia aunque la me-
Esta patria “verdadera” representa una “línea de fuga” de
moria del padre sea un espacio inaccesible para él.
una cotidianidad que le resulta ajena y constituye un modo
“El afán autobiográfico” es el factor que desencadena el
de “continuar” su pasado que, a pesar de su carga traumáti-
relato no sólo porque el hijo quiere escribir “su vida”, sino
ca y dolorosa, es el único lugar donde sobreviven los afectos
porque el padre también desea hacerlo aunque no tiene la
desaparecidos.
lengua ni la paciencia para lograrlo:

Aquel día… mi padre me dijo que él quería escribir la historia


3. En nombre del padre de su vida; e incluso: que él podía escribirla en idisch y yo después
Quizás en el interior del mal traducirla u ocuparme de que lo hicieran. Me dijo que no tendría
exista la necesidad de completar palabras en castellano para “poner” todo lo que tenía por contar…
las historias pendientes. En seguida abandonó su idea: me dijo, con otras palabras, que para
comenzar como correspondería por su nacimiento e infancia debía
Sergio Chejfec
remitirse a sus padres, y luego también a sus abuelos –a las vidas
de todos ellos–, y que aquella empresa era de lo más trabajosa y
¿Cuál es entonces la herencia que el padre le transmite al pesada; que él carecía de la suficiente “paciencia” para hacerlo.
hijo si se trata de una herencia inarticulable en un relato? Esta excusa de la paciencia resultó sin duda una salida elegante:

60 61
mi padre aparentaba de este modo ser consciente de sus limitacio- dre ostentaba eran mi ignorancia. Mi padre reprodujo... en mí... la
nes y al mismo tiempo dejaba expuesto su honesto afán auto- fractura que se le había gestado en relación con su pasado sólo
biográfico… que mi padre hubiese encontrado la excusa de la pa- que lanzada y extendida hacia el futuro. Con mi engendramiento
ciencia me indicaba que incluso antes de abordar en serio su deci- decidió inevitable y quizá también involuntariamente que una par-
sión autobiográfica, él ya poseía oculta una idea del final, de la te suya se preocupara por sus recuerdos y otra intentara doblegar-
culminación de aquella escritura imaginaria; y en tal caso ¿qué los, al ignorarlos y desatenderlos... (108)
podía significar terminar para mi padre? ¿En qué lugar de su con-
ciencia o sentimientos acababa lo referible de su vida? (16-17) Al faltar el relato, el narrador no se rinde ante la empre-
sa de escribir la historia del padre porque sabe que la opaci-
Ante la renuncia-impotencia del padre a poner por escri- dad con que se manifiesta su memoria no implica un vacío
to su vida, el hijo se hace cargo de escribir s u relato –suyo y de contenidos sino, por el contrario, un exceso de sentido di-
del padre– y desde niño se dedica a descifrar los indicios que fícilmente articulable en una sintaxis lineal y diáfana de la
captura diariamente en los gestos y en el rostro del padre historia.
como una forma de imaginar una memoria que éste nunca le No se trata además de restituir el pasado a través de una
transmite. escritura que recupere los referentes de manera precisa y
El suyo es un ejercicio especulativo para “suponer” e “ima- coherente, sino de explorar las zonas de la cotidianidad pa-
ginar” “un pasado que no me pertenecía directamente” (18); terna donde ese pasado se insinúa de forma lateral para ela-
para “pensar la familia que mi padre no tenía” (19): “Cómo borar una interpretación tentativa de lo que pudo haber sido
serán –habrán sido– mis tíos?… Esas preguntas eran, ahora su vida. Esa incapacidad de articular el lenguaje, esa impo-
pienso, una manera sutil de imaginar: yo imaginaba cara, sibilidad de repetir el pasado, son constitutivas del legado
gestos, ojos… Suponía las caras de mis tíos como variaciones que el padre le transmite al hijo sin hablar: la inapropiabili-
de la suya” (19). dad del legado como lo único que se puede heredar. “Si la
El hijo, a modo de investigador-detective, descifra indi- legibilidad de un legado fuera dada, natural, transparente,
cios, sigue pistas, captura señales, elabora suposiciones, es- unívoca, si no apelara y al mismo tiempo desafiara a la in-
clarece hipótesis, plantea versiones, examina detalles, explora terpretación, aquel nunca podría ser heredado (…)” observa
rastros, como si el pasado paterno se hiciera legible solo por Derrida: “Se hereda siempre de un secreto que dice: léeme
insinuación y desvío:10 serás capaz de ello?” (1995: 30).
El hijo se atreve a interpretar el secreto, a hacerlo ha-
Siempre fue ésta una confrontación silenciosa que tuvimos mi blar: nunca está seguro del resultado obtenido porque reco-
padre y yo; y todos los episodios de mi vida quizá no hayan sido noce la arbitrariedad de su lectura: sabe que la voluntad in-
otra cosa que diferentes estadios y aspectos de ella. Queriendo sa- terpretativa que guía su escritura responde a una pregunta
ber más acerca de mí, de mi origen y pasado, tuve que preocu-
por el sentido del pasado, por la búsqueda de lo que se escon-
parme desde un principio por tratar de esclarecer el suyo; su
de en él (“El pasado parece algo oculto que precisa ser reve-
pasado era el mío, y la virtualidad e incertidumbre que mi pa-

62 63
lado; es un paisaje escondido, pero ordenado dentro de ten- del presente los acontecimientos penosos del pasado con el
siones, y sin embargo no nos conformamos a obedecer a ese fin de ‘trepanar’ (...) sus cabezas en busca de alguna certeza
orden”, Chejfec, 2005b: mimeo), por asumir que la memoria que les permita renovar la desgracia” (155). En esas reunio-
es dispersa e imprevista y que, como tal, se la puede escribir nes dominicales los amigos hablan “asuntos referentes a sus
sólo de manera tentativa e imprecisa. pasados europeos” (27): “se trataba (...), por ejemplo, de re-
Esta proposición de la novela sobre el carácter abierto y construir vidas de personas lejanas y muertas (...) a partir
arbitrario del pasado se pone de manifiesto, no sólo a través de chismes, de recuerdos de infancia descoloridos, de ejerci-
del relato que el hijo intenta escribir sobre el pasado pater- cios de la imaginación levemente alcoholizados” (Íd.).
no, sino también mediante la historia del fugitivo que los Hay una historia que todos desean contar pero que na-
amigos del padre elaboran en las reuniones dominicales. die conoce; ante la falta de datos y referencias acerca de la
Se trata de un grupo de “parientes, paisanos, conocidos, misma lo que hacen es ensayar versiones posibles e imagi-
parientes de parientes, amigos de Europa, amigos de la Ar- narias acerca de la vida de un joven fugitivo que regresa a
gentina” (LB: 86) que visita su casa los domingos para tomar la casa paterna para buscar un refugio de la persecución
vodka y conversar sobre un pasado común: “El interés no era nazista. 11
de tipo histórico, ni tampoco nada equiparable a lo informa- Así como el narrador quiere contar una historia que igno-
tivo: el afán de hablar, de escuchar y de sentarse unidos com- ra y para ello la supone e imagina, de la misma manera, el
partiendo una misma sustancia pegajosa y relativamente grupo de amigos elabora versiones hipotéticas sobre el des-
maleable” (Íd.: 30). enlace de la vida del perseguido a partir de suposiciones ar-
Al igual que el padre, estos “amputados históricos” y “ex- bitrarias e infundadas. En los dos casos, el relato es tentati-
pulsados del pasado” son sobrevivientes de la misma catás- vo, precario, incompleto, fragmentario, accidental. Nada de
trofe psicológica y afectiva: juntos conforman una comuni- él es comprobable: sólo hipótesis que se conectan para mos-
dad imaginaria que les otorga un espacio de reconocimiento trar que “una historia no era unívoca ni definitiva” (81) y que
frente a la pérdida de lugar, lengua, familia que los marca a es imposible restituir la totalidad del pasado: “Sabemos todo
todos por igual; la “confraternidad referencial” de sus histo- y no sabemos nada al mismo tiempo; quizá podremos suponer
rias funciona como espacio de resonancia que les permite otra cosa, pero nunca sabremos todo” (102).
sentir que algo de sus vidas pasadas sobrevive y se recupera En este sentido ambas historias –la del padre y la del fu-
cuando se reúnen alrededor de la mesa dominical. gitivo– sirven para contar otro relato: el relato sobre la pre-
Lo que llama la atención de su relación con el pasado es cariedad e imprecisión del ejercicio literario, sobre el fraca-
que, en la misma medida en que reconocen que éste los des- so constitutivo de la escritura como proyecto restitutivo de la
apropia de toda pertenencia –afectiva, geográfica, cultural–, experiencia.
también les otorga una pertenencia al unirlos en esa especie La estructura misma de la novela que alterna indiscrimi-
de patria afectiva donde renuevan la memoria común: “per- nadamente la historia del padre con la del fugitivo, las supo-
sonas (...) que siempre habrán de superponer a los hechos siciones del narrador, las de los amigos, las del fugitivo cuan-

64 65
do está en el sótano, sugieren la virtualidad inherente a todo inútil, todo esto es inútil: no nos atrevemos a reconocer que
acercamiento a la realidad y a la memoria: “No hay (...) abso- estamos hablando de nosotros mismos; damos vueltas alre-
lutamente lugar para poseer algún cúmulo de seguridades, dedor de ideas, de cómo habríamos haber vivido y muerto
excepto la de nuestra propia virtualidad” (31). nosotros, cada uno de los que estamos aquí” (104).
De aquí que la novela pueda leerse como una larga y com- Esta intercambiabilidad de los pasados respectivos es una
pleja hipótesis –sobre el pasado del padre, sobre el pasado constatación más de la relación ambigua entre verdad y men-
común, sobre la muerte del fugitivo– donde las diferentes tira, entre lo “propio” y “lo ajeno”. En este sentido la novela
especulaciones que se enuncian son recursos para mostrar muestra la sospecha ante las reconstrucciones lineales del
que lo narrado hubiera podido contarse de otro modo y que pasado, de los relatos que pretenden ser fieles a los hechos y
esa precariedad e indefinición es constitutiva de todo inten- a la verdad (“las reconstrucciones cinematógráficas son una
to de representación. El pasado no escapa a esta ley y su mera ilusión”, “¿hasta cuándo vamos a soportar que la foto-
forma responde a cómo es imaginado y pensado en un mo- grafía, y con ella las películas, se sigan erigiendo como espe-
mento determinado; al ser recordado se reformula, se “con- jo de lo que sucede en nuestras cabezas, en nuestros cuerpos
temporaniza” mediante la “manipulación verbal” que lo hace cuando recordamos…?”, 90-91) y muestra la necesidad de
legible adaptándolo a las condiciones de lectura de quien lo “mirar al sesgo” la memoria y relatarla desde la sospecha, el
explora y a la contingencia histórica del momento. equívoco, la ambigüedad, como sugiere Piglia cuando habla
Los personajes de la novela no hacen otra cosa sino recor- de la literatura del futuro.
dar: “imaginan” e inventan recuerdos, se preguntan sobre la La escritura cumple aquí la función de herencia. Escribir
arbitrariedad que los constituye, la “sorpresa” que generan, “en nombre del padre” es, paradójicamente, un acto de tran-
conversan sobre la “permanente recurrencia del pasado por simisión, el otorgamiento de un “don”: devolverle al padre –
medio de imágenes tan nítidas como fugaces” (44); se inte- huérfano de sus coordenadas afectivas– una historia tenta-
rrogan sobre: “¿qué quiere decir precisamente reconstruir tiva, si bien la historia que se escribe es el relato de la impo-
recuerdos?” a partir del hecho de que: “los recuerdos se suce- sibilidad misma de contar esa historia, es decir, el relato de
den, amontonan, superponen, aunque no se confunden: ter- una falta que se puede nombrar sólo a través del silencio
minan... siendo una especie de dilatada y trabajosa monoto- que la constituye.
nía que nos satura y a la que alimentamos con fatalidad y Lo que hace el narrador-heredero es “inventar” una he-
desapercimiento” (37). rencia a partir de la insinuación paterna de querer transmi-
Además llama la atención que ninguno de ellos recuerda tir un legado; los gestos del padre le proporcionan pistas para
“su” pasado sino el pasado de “otro” –el hijo el del padre, el armar una trama tentativa que subvierte la “otra” trama –la
padre y los amigos el del fugitivo– como si la aproximación a del padre– que permanece secreta con el fin de “hacerla en-
la memoria propia y familiar fuera posible sólo de manera trar en otro juego”, “imponerle otra dirección”, disociar su
lateral y diferida, poniéndose en el lugar del “otro”, imagi- aparente linealidad y restituirla “en su propia dispersión”
nando ser “otro”, apropiándose del pasado del otro: “todo es (Foucault, 2000: 27).

66 67
El hijo le devuelve al padre su pasado al proporcionarle ca para subvertir el relato cerrado del Estado –sobre el holo-
un relato que habla de una genealogía interrumpida, que, a causto, sobre la dictadura– y manifestar el carácter póstumo
través de la suposición, nombra una experiencia para él in- y tentativo del pasado, su desplazamiento hacia otro lugar
traducible. del lenguaje que es una forma en “...que se muestra y se hace
Heredar para restituir es el gesto del narrador hacia el ver la experiencia del límite” (Piglia, 2001: 33).
padre, pero esta restitución destituye tanto al progenitor El libro que el narrador escribe enuncia el testamento del
“haciéndole decir (a él mismo y su memoria) cosas que no le libro mismo al declarar la impotencia de la literatura frente
eran propias” (Chejfec, 2005a: 199), como al hijo que, en su a la representación de la experiencia, sus límites y bordes
intento de inscribirse en el nombre paterno, lo que obtiene pero también su postergación y diferimiento, su aproxima-
es aproximarse erráticamente a la historia familiar que va ción indetenible a ese relato que siempre va a faltar.
desdibujando su intento de apropiarse de la identidad de su “No hay lugar” es la certeza que la novela propone: es la
apellido: certeza del padre que perdió todas sus coordenadas de refe-
rencia –familiares, geográficas, lingüísticas, memoriales–, es
No hice otra cosa a lo largo de estas páginas que hablar de mí, la certeza de sus amigos como colectivo que busca preservar
y sin embargo todas esas palabras dejaron de referirme, dejaron una isla de pertenencia a través de las reuniones dominicales;
de estar superpuestas en mi conciencia para refractar algo que no es la certeza del narrador cuyo intento de restituir el pasado
soy yo exactamente: aquella secuencia de vicisitudes y sentimien- paterno muestra la imposibilidad de cualquier apropiación de
tos que recuerdo no como si fuesen de otro sino... sino con ese vér- un legado; es la certeza del lenguaje y de la literatura que al
tigo levemente inadecuado que nos nace cuando al pensar en noso-
escribirse, constatan su propia derrota e indeterminación.
tros mismos nos desavenimos –de un modo brusco y constante–
Ante la constatación de la imposibilidad de cualquier apro-
con la realidad. (158-159)
piación o restitución –herencia, memoria, pasado–, la ima-
gen final de la novela donde el narrador alude a la parábola
El libro que el narrador-hijo escribe relata el fracaso de la
del cabrito, introduce un desvío que sugiere otra lectura de
escritura en su intento de recomponer una historia que se
la falta de lugar –del origen, la identidad, la memoria– que
puede sólo suponer a través del acercamiento “contiguo” a
la novela construye: la idea de la literatura como espacio de
los síntomas del pasado; pero la puesta en escena de esta
r e p e t i c i ó n y reescritura, donde volver sobre lo mismo impli-
derrota constituye un modo de sospechar del lenguaje y de
ca variación y diferimiento, como relato “donde todo cambia-
las versiones oficiales de la historia y proponer un contra-
ba –cambia– mientras al mismo tiempo se repite, donde cada
rrelato que proponga otros modos de representar la violen-
presente sucesivo era la condensación del pasado y donde la
cia del pasado.
mención –la narración– de cada suceso implicaba al mismo
De aquí que pueda pensarse Lenta biografía como una
tiempo la modificación de la historia” (162). 12
novela que apela a la representación del espacio privado y
de la afectividad familiar como gesto de intervención políti-

68 69
Notas de toda convención, incluidas las propias. No busca inaugurar un
nuevo paradigma, sino poner en cuestión la idea misma de para-
digma, la idea misma de orden literario, de cualquier orden… Ese
1
Piglia cuando habla del relato que el Estado construye duran- lugar en el que se escribe y se inscribe la literatura de izquierda,
te la dictadura lo denomina “relato quirúrgico”, “un relato que tra- ese otro lugar que no es la academia ni el mercado, no existe. O
baja sobre los cuerpos. Los militares manejaban una metáfora mejor dicho: existe, pero no es visible ni nunca lo será. Instalado
médica para definir su función. Ocultaban todo lo que estaba suce- en la pura negatividad, la visibilidad es su atributo ausente. Fue-
diendo obviamente pero, al mismo tiempo, lo decían enmascarado, ra del mercado, lejos de la academia, en otro mundo, en el mundo
con un relato sobre la cura y la enfermedad. Hablaban de la Ar- del buceo del lenguaje, en su balbuceo, se instituye una comuni-
gentina como una suerte de cuerpo enfermo, que tenía un tumor, dad imaginaria, una comunidad negativa, la comunidad inoperante
una suerte de cáncer que proliferaba, que era la subversión, y la de la literatura… una comunidad en la que el inacabamiento es
función de los militares era operar, ellos funcionaban de un modo su principio pero tomado como término activo, designando no la
aséptico, como médicos más allá del bien y del mal, obedeciendo a insuficiencia o la falta, sino el tránsito ininterrumpido de las rup-
las necesidades de la ciencia que exige desgarrar y mutilar para turas singulares. En esta línea, cada escritor inaugura una comu-
salvar. Definían la represión con una metáfora narrativa, asocia- nidad. Pero este gesto inaugural no funda nada, no conlleva nin-
da con la ciencia, con el ascetismo de la ciencia, pero a la vez alu- gún establecimiento, no administra ningún intercambio; ninguna
dían a la sala de operaciones, con cuerpos desnudos, cuerpos en- historia de la comunidad se engendra allí. Se inaugura como inte-
sangrentados, mutilados. Todo lo que estaba en secreto aparecía, rrupción. Pero al mismo tiempo la interrupción compromete a no
en ese relato, desplazado, dicho de otra manera. Había ahí, como anular su gesto, a recomenzarlo otra vez” (15-19). Tabarosky ana-
en todo relato, dos historias, una intriga doble, por un lado el in- liza en el libro a Libertella, Aira, Fowgill, Perlongher, Lamborghi-
tento de hacer ver que la Argentina era una sociedad enferma y ni, Chejfec, Bizzio, Guebel.
que los militares venían desde afuera, eran los técnicos que esta-
3
En una reciente entrevista, Chejfec dice sobre la relación en-
ban allí para curar, y por otro lado, la idea de que era necesario tre literatura y política: “Si la literatura tiene alguna posibilidad
una operación dolorosa, sin anestesia…Y ese discurso era propuesto de acercarse a lo social, a lo político, a lo histórico, esa posibili-
como una suerte de versión ficcional que el Estado enunciaba, por- dad pasa por evitar la referencia directa y en cambio elaborar los
que decía la verdad de lo que estaban haciendo, pero de un modo a significados de lo social de manera metafórica. Creo que la lite-
la vez encubierto y alegórico” (Piglia, 2001: 23-24). Sobre la narra- ratura debería apuntar a intervenir en la conciencia ideológica o
tiva postdictatorial son importantes los estudios de Beatriz Sarlo, lingüística de la comunidad más que en su conciencia política”
Sandra Lorenzano, Nelly Richard, Idelber Avelar, Alberto Morei- (Izur, 2005: 57).
ras, Diamela Eltit, Mabel Moraña, Hugo Vezzetti, entre otros (cfr.
4
Giorgio Agamben, en la Advertencia que abre su libro El ar-
bibliografía). ch i v o y l e t e s t i g o, observa: “Desde el punto de vista del historiador,
2
Damian Tabarosky en su libro L ite ratu ra d e iz q u ie rd a (2004) conocemos hasta en los detalles mínimos, lo que sucedía en Aus-
define este tipo de literatura del siguiente modo: “Mientras que el chwitz durante la fase final del exterminio, la forma en que los
mercado y la academia escriben a favor de sus convenciones, la deportados eran conducidos a las cámaras de gas por una escua-
literatura que me interesa – la literatura de izquierda – sospecha dra integrada por sus propios compañeros… que se ocupaba des-

70 71
pués de sacar de allí los cadáveres, de lavarlos, de recuperar los 9
Se trata de un periódico en idisch que todavía se publica que,
dientes de oro y el cabello de sus cuerpos, antes de introducirlos según el narrador, constituía “un cable fino” que lo reconectaba
por último en los hornos crematorios. Y a pesar de todos estos mis- con su pasado. “Eran sus letras, abigarradas e inversas, en donde
mos sucesos que podemos escribir y ordenar temporalmente con mi padre depositaba –por así decir– sus ojos y no los levantaba
precisión, siguen siendo particularmente opacos en cuanto inten- hasta que no las hubiese leído todas. Yo lo miraba leer (...) y sospe-
tamos comprenderlos verdaderamente… Aquí no se trata, como es chaba que acompañado por esa forma de lectura invertida (...) era
obvio, de la dificultad que nos asalta cada vez que tratamos de una manera de estar en realidad desandando su pasado” (LB: 37).
comunicar a los demás nuestras experiencias más íntimas. Esa 10
Sobre el “paradigma indiciario” ha reflexionado Carlo Ginz-
divergencia pertenece a la estructura misma del testimonio. Por burg en M i t o s, e m b l e m a s, indicios. Morfología e historia (1999);
una parte, lo que tuvo lugar en los campos les parece a los supervi- también Freud trabaja la escena analítica como espacio de inter-
vientes lo único verdadero y, como tal, absolutamente inolvidable; pretación de síntomas e indicios.
por otra, esta verdad es, en la misma medida, inimaginable, es de- 11
La historia del fugitivo tiene dos versiones que hacen refe-
cir, irreductible a los elementos reales que la constituyen… una rencia directa a la violencia; ambas tienen un punto en común pero
realidad que excede necesariamente los elementos factuales: ésta se diferencian en el desenlace. La primera “supone” la llegada del
es la aporía de Auschwitz” (2000: 8-9). joven fugitivo a la casa paterna, devastada por la violencia y el
5
Levi dice que “los testigos, por definición, son quienes han so- mal: allí encuentra el piso lleno de excrementos, el vaso pascual
brevivido y todos han disfrutado, pues, en alguna medida, de un tirado en el piso, la hermana embarazada y exhausta tratando de
privilegio… El destino del prisionero común no lo ha contado na- remediar esa violación y el padre asesinado por la brutalidad de
die, porque, para él, era materialmente imposible sobrevivir…” (en los verdugos. Frente a esta escena de desolación y luto los herma-
Agamben, 2000: 33). nos se abrazan, se despiden del padre y el fugitivo dice: “Me voy, no
6
Todas las referencias a Lenta biografía se harán utilizando sé si vuelvo”. La segunda versión plantea la llegada del fugitivo a
las iniciales LB. la casa y su “cautiverio voluntario” en el sótano de la casa donde
7
Chejfec, en su reciente libro de ensayos E l pun to vac ilan te. se esconde de sus perseguidores. Ambas versiones tienen un ca-
Literatura, ideas y mundo privado (2005), reflexiona sobre las tra- rácter inconcluso en el sentido de que son hipótesis elaboradas por
diciones extranjeras que constituyen la literatura latinoamerica- los amigos del padre y por él mismo en las reuniones del domingo
na en los textos: “Marcas en el laberinto. Literatura judía y terri- relacionadas con la necesidad de preguntarse acerca de qué se pien-
torios” y “La tradición de la angustia”. sa cuando uno está por morir como una forma de imaginar los últi-
8
Sobre el tema del idioma del padre Chejfec ha reflexionado en mos momentos de vida de sus familiares y amigos.
un ensayo titulado: “Lengua simple, nombre” donde observa: “Ya 12
Mónica Szumurk en el artículo “Voces y susurros en la
dije que mi padre hablaba mal, o sea, que tenía dificultades con el literatura de la postdictadura argentina: Reina Roffé y Sergio
español. También es cierto que hablaba muy poco. La lengua sim- Chejfec” (2005) trabaja con la parábola del cabrito y con otras
ple, escasa y mal pronunciada lo alejaba de su familia, porque te- referencias a la cultura judía que aparecen en Lenta biografía.
niendo el lugar de la autoridad, pero expresándose mal, reflejaba
todo el tiempo una inadecuación fatal, porque al mismo tiempo
demostraba tener una lengua más verdadera” (2005: 199).

72 73
III. Los fantasmas del afecto en
El día más blanco, de Raúl Zurita

1. Vínculos y afectos

Llegado un momento somos más nuestros


muertos que nuestros vivos. Con cada ser ama-
do que muere nosotros mismos morimos un
poco, es cierto; pero también es cierto que ellos
comienzan a vivir en nosotros de un modo en
que jamás hicieron en vida (supongo que ha de
ser porque no podemos defendernos de su au-
sencia como lo hacíamos de su presencia).

Eduardo Cohen

Jacques Derrida en Memorias para Paul de Man (1998),


elabora una reflexión sobre el sentido de la memoria y sobre
el futuro de aquello que nos es legado, a partir de la pregun-
ta acerca de qué significa hablar “en memoria de”. Según su
reflexión, se trata de afirmar una fidelidad al ausente, una
suerte de “devoción” a su recuerdo por el hecho de que ya no
está. Es decir, que el “ser en nosotros del otro” es posible sólo
a partir de su muerte en el sentido de que la condición nece-
saria para que el otro exista “dentro de mí o dentro de noso-
tros” es que se produzca su muerte. “Todo se me confía a mí;
todo se lega o se da a nosotros y ante todo a lo que llamo
memoria” (43), dice Derrida; se trata del otro que está “fuera
de mí/dentro de mí” 1 y que puede hablar solo porque ya ha-

74 75
bló: “no se puede hacer hablar al otro sin que el otro haya y a “unión fulminante de lo que ha sido con lo actual” en una
hablado, sin esa huella de habla que viene del otro” (47), 2 así “constelación” imprevista hecha de recuerdos inconexos que
como el espectro del otro “vuelve” porque ya no está, se ma- articulan un nuevo tramado de la historia producto no sólo
nifiesta porque dejó de existir. del objeto recuperado sino también del momento de la reme-
Este otro que está e n -co n nosotros en cuanto objeto perdi- moración.4
do, como bien inapropiable que se adquiere a partir de su Como el inconsciente que, a partir de un estímulo impre-
destitución, muestra la dimensión póstuma de la memoria visto, recupera las trazas que en un momento dado lo mar-
que necesita del por- v e n i r para constituirse y desde allí vol- caron para leerlas y otorgarles un sentido; como la memoria
ver hacia atrás. proustiana que activa su máquina de asociaciones a través
Estas reflexiones sobre “los otros que nos viven” y sobre de un olor que estimula el regreso de lo que parecía perdido,
la memoria que los vivos guardan de sus antecesores consti- en El día más blanco el pasado es un producto de la escritu-
tuye un modo para acceder a la novela El día más blanco ra: es el resultado de la voluntad del narrador de escribir la
(1999) del escritor chileno Raúl Zurita (1951).3 “Leer de nue- historia familiar para reescribir-se y otorgarse una identi-
vo” el pasado, hacerse cargo de su herencia como una forma dad, así como es el relato de cómo ese pasado no es previo a
de darle continuidad al mandato que los antepasados nos la escritura, no existe como un hecho inmutable y clausura-
dejan, es la propuesta de este relato. De aquí que la pregun- do, no está antes de ser evocado y escrito, sino que va siendo
ta sobre el afecto, sobre la dimensión irreparable de la pér- y se va haciendo (legible) en la medida en que el sujeto lo
dida, sobre “la superioridad de lo perdido” (DMB: 97) y sobre escribe.
cómo sobre-vivir a la muerte de los seres queridos constitu- La novela puede compararse con aquellos cuadros de Marc
ye una preocupación central de esta obra, así como la idea de Chagall en los que se observa la convivencia de seres imagi-
la literatura como espacio que restituye lo perdido en su di- narios que flotan a la espera de que algún acontecimiento
mensión residual y fantasmática, lo que muestra la relación imprevisto los haga rozar y entrar en contacto. Pareciera que
problemática entre experiencia y representación. nada sucediera, pero de pronto, algo mínimo acontece que
Se trata de una historia autobiográfica sobre la pérdida modifica la disposición de los elementos y el sentido que és-
de la infancia y de la inocencia, de los seres queridos y de los tos tenían antes de la colisión.
sentimientos, que también puede leerse como novela de Algo parecido ocurre en la novela de Zurita. Aquí nunca
aprendizaje existencial, político, literario, sexual. Desde el se sabe dónde comienza la realidad y dónde termina el sue-
presente que es el presente de la escritura, un narrador-Zu- ño; dónde termina un recuerdo y dónde comienza una pesa-
rita rememora su infancia y adolescencia a partir del recuerdo dilla, quiénes son los vivos y quiénes los muertos, si los he-
de las figuras más importantes de su vida: la abuela, la ma- chos están ocurriendo en el presente, si ya acontecieron en
dre, el padre, la hermana, los amigos más cercanos. El pasa- el pasado o si pertenecen a un único tiempo suspendido don-
do se arma de manera errática, sin plan previo, a partir de la de “el Antaño” y el “Ahora” conviven. Se trata de un cruce de

76 77
planos temporales donde la infancia, la juventud, la madurez como una ficción de acontecimientos reales, como un “ser de
se mezclan y confunden a través de la escritura que, desde el lenguaje… que hace que el sujeto narrado sea un sujeto fic-
presente, las convoca para traerlas de vuelta y disponerlas ticio en tanto que narrado… pues no existe nunca adecua-
en una nueva trama producto de la distancia en que se en- ción entre el autor, el narrador y el personaje…” (en Arfuch,
cuentra el narrador respecto de esas etapas de su vida, así 2002: 44). Se trata entonces de un relato sobre cómo la escri-
como de la relación afectiva y emocional que tiene con sus tura autoficcional produce un “efecto-sujeto”, una primera
recuerdos. persona producto de la fabulación-des-figuración inherente
De aquí que la novela proponga la idea de una memoria a todo relato autobiográfico.5
que no existe sin el sujeto que la rememora, memoria que A partir de lo destacado, lo que me interesa analizar son
aunque es archivo de hechos ocurridos, deja de significar si dos aspectos que muestran las modalidades de construcción
alguien no la explora: “En realidad los recuerdos están allí, del pasado y de la memoria que el narrador realiza para au-
igual que piedras, y somos nosotros los que nos acercamos a toconstruirse en el texto.
ellos o no, los que aparecemos o desaparecemos de sus caras, Por un lado, me propongo analizar cómo la novela proble-
de sus cuerpos, perdiéndonos en un bordado difuso como las matiza la relación palabra-experiencia a partir de la inte-
estelas que dejan los automóviles en la niebla” (DMB: 16). rrogación sobre cómo traducir acontecimientos que no tie-
A través de un lenguaje lírico, hecho de imágenes nítidas, nen acceso al lenguaje o que son resistentes a ser nombra-
de descripciones pormenorizadas de objetos, casas, olores, dos. Más específicamente, se trata de una pregunta por la
fotografías, personas que, más allá de su aparente precisión representación del afecto que para el narrador es una forma
no dejan de ser meras “apariciones” y “fulguraciones”, el na- de autonombrarse: su yo es el resultado de las alianzas con
rrador construye el mapa de su memoria realizando un viaje los otros, de los lazos que lo unen a los demás que aquí son
hacia los territorios de su pasado donde recupera su voz de los fantasmas familiares que vuelven para ser interpelados.
niño, su mirada de adolescente, la rabia y el dolor acumula- La novela propone la idea de que, partiendo de la inade-
dos durante la dictadura, para contar-se su propia historia cuación implícita en todo intento de (auto)representación, lo
pero desde la orilla del presente, desde el “otro” que es a la verdaderamente importante a la hora de narrar la experien-
hora de escribir. cia afectiva, no es la exactitud con que los hechos son evoca-
Su memoria, en la medida en que recupera hechos y sen- dos, sino la precariedad misma de la enunciación como una
timientos vinculados a la esfera de lo familiar e íntimo, tam- forma de fidelidad a los sentimientos allí implicados que no
bién rescata acontecimientos políticos ocurridos en Chile pueden ajustarse a la camisa de fuerza del sentido.
entre el 50 y el 80 que marcaron su aprendizaje ideológico, Por otro, partiendo de la idea de “rostridad” de Deleuze y
sus pasiones políticas, la experiencia traumática de la re- Guattari, me interesa revisar la función que tiene el “rostro”
presión. en el relato: el rostro de quien recuerda y de quien es recor-
En este sentido podemos hablar de El día más blanco como dado, el rostro como “norma” que se hereda para adecuarse a
una autoficción en los términos de Régine Robine, es decir, ella y el rostro como la transgresión de esa misma norma; el

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rostro como nombre propio, como aquello que, al acogernos Para el narrador que escribe sobre sí mismo, decir “yo” es
también nos exilia, como la morada que habitamos sin po- apostar por la existencia de “otras vidas”, confiar en que esos
seerla por la inconformidad que la constituye. “otros” que no están y “nos viven”, están en-con nosotros a
Se trata de analizar la dimensión espectral de la novela, pesar de su ausencia, o quizás, sobre todo, a causa de ella,
la relación pérdida-fantasma –pérdida de la abuela, pérdida según lo planteado por Cohen en el epígrafe que abre este
del padre, pérdida de la infancia– que el narrador represen- capítulo:
ta en el texto a través de la interpelación de los ausentes
como modo de autorrepresentarse. Los que no están reapa- Me apena que todos sean aire. Me apena que se hayan ido
recen como sombras y voces que irrumpen en el presente tan pronto... Mi madre me habló una vez de una de las herma-
para dislocarlo, para introducir en él la sombra de lo “inac- nas. Se llamaba Yolanda y era la menor... Fue la hermana que
tual” y abrir el tiempo de la culpa, de la deuda, del homena- tu papá más quiso... Después me he visto inventándole un ros-
je, de la resignación, de la reescritura. tro que se aleja como si también formara parte de un tiempo
extraviado donde trato de pesquisar mis propios rasgos, el men-
La novela confía en el después de la pérdida, una “sobrevi-
tón hundido que disimulo tras la barba, el cuello largo, una
da” que permite una recuperación de los ausentes a partir de
desproporción entre el tamaño de la cabeza y el de los hombros
los “matices”, los olores, los paisajes que restituyen la imagen que también es un poco de mi madre. Es un universo de caras
de lo perdido: “Los seres que quisimos están entretejidos en que se me pegan, que se acumulan detrás de mi piel y una de
esos matices: más que lo rotundo de los rasgos son ciertos esas caras ha de ser la de Raúl Zurita Inostroza, otra más leja-
ángulos del rostro, apenas un sesgo o un detalle de su sonrisa na ha de ser la de mi abuela paterna. También en alguna parte
que se nos aparece de pronto hasta que todo vuelve a disol- estará la cara de la hermana preferida, de Yolanda. Todas esas
verse en lo insondable” (DMB: 15-16). Lo que dejó de estar muertes prematuras de dieciocho, de quince, de veinte años,
retorna, irrumpe en la historia del narrador y en su escritura estarán grabadas en una parte de mí como un mensaje, como
que es también el relato de la convivencia con esas sombras un mandato para que sobreviva. Miro el movimiento de mis
“anacrónicas” que lo interpelan porque “cuando uno habla y dedos escribiendo y siento la extrañeza de esas muertes cerca-
nombra no es sólo el individuo el que habla, sino todos aqué- nas, de esos cartílagos, de una mano más pequeña que la mía y
que es como imagino la mano de mi padre. Van quedando así
llos que lo han precedido” (Zurita en Epple, 1994: 878).
los últimos rastros: mi madre, mi hermana, la tía Tulia y su
Escribir involucra entonces la herencia que uno trae a
esposo que ya no despertará. (141)
cuestas según la idea sugerida por el narrador que: “…cada
experiencia de percibir y hablar es la puesta en evidencia de
El ausente representa la deuda de la que hay que hacer-
las infinitas miradas y los infinitos cuerpos que han visto
se cargo y de la que hay que ser responsable. La escritura es
antes que yo y que han hablado antes que yo, y a quienes con
el camino para responder a este “mandato” que es un llama-
cada una de nuestras palabras y nuestros gestos les damos
do al reconocimiento de los seres perdidos. Se trata de una
la posibilidad de una nueva vida” (Íd.).
forma de prolongar la vida de los ausentes demorando su

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pérdida, “…como si todas las novelas no fueran sino formas inesperados e impredecibles que la misma escritura produce
de seguir mirando a quienes alguna vez tuvimos cerca, a quie- en su proceso.
nes pudieron respirar con nosotros” (109). Esta exploración del pasado, este mirar hacia atrás que
Frente al deterioro y desgaste que toda experiencia impli- es también un escribir hacia atrás , sirve no sólo para anali-
ca, el relato apuesta por lo que perdura a través de la escri- zar la propia historia sino también para procesar la expe-
tura como un gesto de restitución y continuación de lo perdi- riencia de la pérdida, como si se tratara de elaborar un duelo
do, como ejercicio de corrección del pasado, como confianza a través del ejercicio literario que muestra los límites de la
en la promesa inherente a toda experiencia que impide ce- representación ante la aprehensión de la experiencia, como
rrarse en torno de sí misma. sugiere el epígrafe de Magritte que abre el libro: “Ceci n’est
pas une pipe”.6
En una entrevista, el autor se refiere a la cuestión de los
2. El “purgatorio del lenguaje” límites del lenguaje cuando observa:

Según los planteamientos anteriores, El día más blanco ...hay experiencias que nunca van a acceder al lenguaje, a consti-
es una novela autobiográfica donde el sujeto que dice yo re- tuirse como palabras. Que nunca van a poder contarse… Hay, por
cuerda su pasado y lo escribe. Se trata de la puesta en esce- así decirlo, un horizonte soñado, in-narrable, in-descriptible, al que
na del acto de recordar por parte del narrador que es tam- pienso que apunta finalmente toda literatura, pero también exce-
bién el protagonista de los hechos que recuerda, su propio de a las posibilidades de la lengua. Eso es lo que podríamos llamar
“el paraíso de toda literatura posible”. Tal como aquello que no se
fantasma-niño. En este sentido, el texto se puede leer como
puede decir, que no se alcanza a sacar más que como un nudo en la
una suerte de indagación teórica acerca de las modalidades
garganta, es lo que podríamos llamar “el infierno de toda literatu-
de representación del pasado y la memoria. ra”. Y a nosotros nos toca transitar, siguiendo la metáfora, por esta
La única acción que ocurre en la novela es la escritura especie de “purgatorio” de las palabras, el purgatorio del lenguaje.
porque los episodios narrados y las experiencias contadas (en Epple, 1994: 874-875)
son el efecto que ésta produce, es decir, su relato. De aquí
que el texto no represente sólo la evocación de un tiempo La novela es un viaje por ese purgatorio del lenguaje don-
perdido y el legado de un “rostro” por parte del narrador, de el sujeto asume que lo único que puede hacer para rees-
sino las modalidades de construcción del pasado, su anclaje cribir su historia es nombrar “con el lenguaje de este mundo
necesario en el futuro para hacerse legible e interpretable. aquello que ya no pertenece a este mundo” (DMB: 874). Es
Pero se trata de un relato que recupera episodios del pasado necesario aceptar la inadecuación de la palabra, su distan-
para reimaginarios, modificarlos, interrumpirlos, corregirlos cia respecto de la cosa nombrada, para desde allí, desde la
con la finalidad de insertarlos en un nuevo tramado que se impotencia misma de decir, buscar tentativamente un aveci-
desplaza de forma tentativa y que está sujeto a encuentros namiento con la memoria familiar: “…hablamos de mundos

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inabordables: el apellido ‘Inostroza’ la palabra ‘magnolio’, la tentar acercarme a las cosas cuando ya están del otro lado”
frase ‘mi hermana menor’, no pueden ser asidas sino en la (187), lo que significa también, leerlas de forma retrospectiva
huida tal como huye la plataforma del cielo mientras ascen- desde el presente que determina lo que fue, que lee el pasado
demos” (21); “¿Sobrevive alguna cosa o sólo es real el río in- desde las condiciones de lectura del presente.
acabable, el río de las palabras que he robado? ¿Existe algo En su reflexión acerca de las formas de construcción del
tras la palabra “beso”, la palabra “hálito”, la palabra “dul- pasado a través de la escritura, el narrador hace énfasis en la
ce”? (...) entiendo que de todo lo que podría decirse apenas dimensión improvisa e imprevista del recuerdo sobre la que el
somos dueños de algunos retazos, de unos pocos girones in- individuo no tiene control; esto se observa, tanto cuando el
completos de los que también nos vamos desprendiendo…” protagonista descubre que, “repentinamente”, “sin proponér-
(150-151). selo”, aparece algún espectro de la infancia o del pasado re-
Se trata de asumir que la posesión de un legado pasa por ciente con solo mirar el Cerro Purgatorio o el Cajón del Maipo,
la aceptación de su carácter inapropiable lo que no significa como también cuando surgen recuerdos de los que no tiene
la cancelación de su dimensión simbólica que sigue produ- memoria, que por su densidad psíquica fueron reprimidos en
ciendo efectos en el tiempo, sino que la permanencia de este algún rincón de su inconsciente. Me refiero a la representa-
bien que la escritura revitaliza en el momento en que reme- ción de “traumas” vividos en la infancia o durante la dictadura
mora está cifrada en la imposibilidad misma de su apropia- que surgen en la conciencia del narrador a partir del proceso
ción y representación: de escritura que tiene aquí una función analítica 7 en el senti-
do de que sirve para acceder a lo que el sujeto no puede reco-
Escribo esto y es como si las palabras fuesen sólo las pequeñas nocer de sí mismo, ese “no saber”, ese algo “sin decir” que no
anclas de un barco que flota en un mar violento y negro. Escucho y se puede integrar al universo simbólico (Zizek, 2000: 77-78). 8
el sonido de lo que digo se desvanece entre las corrientes del río En ambos casos la novela muestra –según sugerí al princi-
que está frente a mí y al que sin embargo jamás podré acceder; la pio– cómo la operación de recordar implica la relación entre
memoria, el recuerdo, lo inasible (lo que decía mi madre, mi abue- “lo memorizado y su lugar de emergencia” (Didi-Huberman,
la, mi hermana, son parte de lo inasible). Cierro los ojos y están
1997:117) y cómo entonces “el acto mismo del recuerdo es
allí el olor del jazmín y la calle, el patio del colegio de Padre Ma-
formador –y por tanto– deformador de eso que recupera para
riano, las caras de los seres amados, los miro pero no puedo alcan-
zarlos como esos barcos que naufragan mirando la costa. (78)
la atención del presente” (Castillo Zapata, 2000: 75).
La herencia que se cree poseer por haberla recibido de los
El narrador sabe que para escribir su pasado es necesario antecesores es la herencia que se obtiene escribiendo, es el
enfrentar la derrota que implica la imposibilidad de recupe- efecto que los espectros producen al ser convocados por el
rarlo a través del relato. Pero la escritura misma muestra que sujeto que escribe; es el legado que se escribe a sí mismo en
no se trata de restituir el pasado tal cual sucedió, sino por el la medida en que se asume como objeto perdido que está con-
contrario, de asumir el duelo como parte necesaria de la pose- e n el narrador como gesto de escritura y como posibilidad de
sión del pasado porque lo único que podemos hacer “…es in- reescritura y corrección del pasado.

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3. El “semblante más amado” ne, ...una relación indecidible entre espíritu y carne que con-
tamina, a su vez, a estos dos polos. Presupone en tal sentido,
El rostro es la parte del cuerpo más expuesta a la mirada una forma disminuida de la encarnación” (1996: 129). De lo
del otro; a través del rostro miramos, somos mirados y nos anterior se desprende que el fantasma es una figura de la
miramos a nosotros mismos, lo que implica, en los tres ca- ausencia, una “aparición” de lo ausente; en este sentido, su
sos, la construcción de imágenes de un yo y de un otro. El existencia está hecha de inexistencia, de un cuerpo que dejó
rostro es también una exteriorización del “nombre propio” de estar pero que sigue estando como espíritu que tiene la
porque cada rostro tiene un nombre que lo señala, lo que apariencia de ese cuerpo, los rasgo de una carnalidad perdi-
implica que el sujeto se define a partir de un rostro y de un da que lo hace reconocible “puesto que el pasaje a través de
nombre que lo posiciona ante la realidad y frente a los de- la carne es crucial si vamos a tener espectro” (Íd.: 125). Pero
más sujetos. esta “apariencia de carne”, este “retorno del cuerpo” es una
El día más blanco narra la historia de un rostro y de un “visibilidad invisible”, “un cuerpo más abstracto que nunca”
nombre; hay un narrador que para “saber” su nombre y cons- porque es a la vez espíritu, así como, el espíritu es una invi-
truir su rostro necesita interpelar y ser interpelado por los sibilidad visible que se manifiesta a través del regreso del
rostros amados y perdidos a lo largo de su vida. El vínculo cuerpo, de su encarnación en él (202).
con el ausente, el diálogo con su sombra son los motivos cen- En segundo lugar, Derrida plantea que el fantasma, cuando
trales de la novela. No hay búsqueda fuera del territorio del aparece, interrumpe-irrumpe la continuidad del presente,
pasado, fuera de esa geografía espectral donde los rostros “desincroniza el tiempo” al introducir un elemento anacróni-
han perdido toda materialidad y se han convertido en puras co e intempestivo en su continuidad. Lo que trae como con-
fantasmagorías que, al irrumpir en el presente, restituyen secuencia la “dislocación” del presente por un resto del pasa-
la imagen de lo ausente, de lo que puede “regresar” porque do con el que aquél está en deuda, frente al que tiene que
dejó de estar. asumir una responsabilidad. De lo que se desprende, según
Jacques Derrida en E s p ec t r o s d e M a r x (1995), habla de Laclau, “…que la dislocación corrompe la identidad consigo
una “lógica del espectro” que traigo a colación por la relación mismo de todo presente”, es decir, que “nos encontramos con
que guarda con algunos aspectos de la novela que quiero un anacronismo constitutivo que está en la raíz de toda iden-
destacar más adelante. tidad” (126) y que necesita del por-venir, de la posteridad
En primer lugar, para Derrida el fantasma es “…una cier- para poder constituirse en cuanto tal.
ta ‘cosa’ que resulta difícil de nombrar: ni alma ni cuerpo y a Estos dos aspectos característicos del espectro –su natu-
la vez el uno y el otro. Porque son la carne y la fenomenali- raleza indecidible entre cuerpo y espíritu, y la dislocación
dad quienes dan al espíritu su aparición espectral… Hay algo que su aparición causa en el presente– permiten abordar las
desaparecido, ausente en la aparición como reaparición del primeras páginas de la novela de Zurita donde aparece un
ausente (1995: 25). Se trata, siguiendo la lectura de Ernesto sujeto tendido en el desierto con los brazos abiertos como si
Laclau del libro derridiano de que la espectralidad “presupo- estuviera crucificado:

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Se había recostado boca arriba, con los brazos abiertos, sobre la que escribe la novela; suerte de sujeto desdoblado que a la
larga llanura de sal, y si alguien, en ese momento lo hubiese visto, vez está caído-agonizante-crucificado y salvado-liberado-re-
habría recordado la forma de una cruz… Extendido sobre esa se- sucitado: ambos comparten el “olor pretérito” de un pasado
quedad tórrida, sus ojos semicerrados alcanzaban a adivinar la común poblado por los mismos rostros que, al regresar, brin-
encandilante claridad del cielo… De esa manera, como en un sue- dan la oportunidad de ser escuchados de otro modo, desde la
ño que lo fuese arrastrando, se le venían encima las caras que al-
rememoración del presente que reescribe y corrige la sin-
guna vez sintió cerca porque intuía… que en la forma de esos fare-
taxis precaria del ayer.9
llones estaba más presente el torbellino de los rasgos humanos
que en los vestigios siempre relativos de la vida. Esas dos soleda-
En la escena mencionada están los espectros más impor-
des entonces, la del hombre y la del desierto se estrellaban como tantes de la novela; se trata de los integrantes de la familia
dos bloques dejando apenas un mínimo resquicio entre ellos, una del narrador, además del fantasma de sí mismo cuando niño.
línea casi inexistente de aire para la existencia de los otros. El que Pero la figura que sobresale por encima de las demás es la de
escribe conoció a esos otros. Los vio asomarse en el pequeño ante- la abuela Veli.10 Su rostro funda la identidad del narrador, cons-
jardín de una casa con un magnolio joven y luego la pureza de esos tituye para él el principio de toda relación con el mundo, la
cuatro rostros (una abuela con niño de corta edad aferrado a su norma que fija el orden de las cosas, la ley que establece los
falda, una madre a la que llamó Ana, una hermana menor a la que límites que no se pueden transgredir, el ser más amado.
llamó Ana María) que se alejaban en un enjambre de sucesos y En términos deleuzianos podría decirse que la abuela
tiempos donde tal vez lo único permanente era la necesidad nunca funciona para el nieto como una máquina de “rostridad”
colmada de una estación de jazmines, de una primavera incontra-
entendiendo por rostridad una suerte de principio de in-
rrestable y definitiva. También vio la fotografía enmarcada en metal
dividuación, el conjunto de códigos y normas que sujetan
donde un hombre vestido con esmero sostiene en los brazos a su
a un individuo a un marco de contención que no tolera ras-
hijo de meses y lo mira… Es la misma granulosidad del desierto,
del salar redondo e inmenso. Tendido sobre él, la enceguecedora gos que se aparten de “las unidades de rostros elementa-
superficie le rememora el olor del océano, ese olor pretérito que les”: “Los rostros, no son, en principio individuales, defi-
una vez lo copó todo. (…) A lo lejos, apenas audible, le pareció oír el nen zonas de frecuencia o de probabilidad, delimitan un
sonido de unas trompetas y recordó entonces que aunque la ele- campo que neutraliza de antemano las expresiones y co-
gancia lo hacía ver mayor, en la fotografía tenía a lo sumo veinti- nexiones rebeldes a las significancias dominantes” (Deleu-
nueve, treinta años. Ahora agrapado a la tierra con los brazos abier- ze y Guattari: 1994: 174).
tos, como si el planeta entero fuera su crucifijo, le había parecido La abuela encarna el principio de autoridad que juzga y
que esa cara lloraba sobre la suya y le habló. Era un grito a las censura las acciones de los integrantes de la familia, deter-
nubes, al aire, largo, como un río de piedras. (DMB: 13-14) minar si se ajustan o no a las leyes de su credo; ella encarna
el “nombre del Padre” como modelo que hay que imitar y como
Esta primera escena plantea la presencia en el texto de límite que hay que transgredir, sobre todo para la identidad
dos sujetos: el que se encuentra tendido en el desierto y el del nieto marcada por la orfandad paterna.

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Originaria de Génova e hija de una familia apoderada que del peor castigo que le puede tocar a los pecadores (“Veli es
en los años 30 había perdido su fortuna, Josefina Pessolo de católica, apostólica, romana”, 46), su rostridad es casi una mue-
Bernardis, llamada por los amigos Pepita, Veli por los nietos, ca de esa voluntad de poder y de control que ejerce sobre los
había llegado a Chile en los anos 40 y “siempre consideró este otros. Hay en ella una suerte de descontrol que la vuelve vul-
país una miseria, nunca volvió a ver el suyo y en sus últimos nerable y frágil, víctima de sus pasiones y nostalgias:
años se consumió arrasada por una nostalgia incolmable”
(DMB: 34). Su vida está atravesada por el fantasma de Italia: Sus ataques de compasión, como sus dolores, carecen de reglas
sus lenguas son el italiano y el dialecto “zezeide”; sus lectu- fijas, son bruscos e impredecibles. De pronto se le llenan los ojos
ras: la Divina Commedia y los poemas de Leopardi; sus pasio- de lágrimas. Mezquin, dice primero, pobrecito, y luego comienza a
nes: el arte italiano, la Cavalleria Rusticana, el mar de Géno- mirar al que está adelante como si quisiera ir más allá de su car-
va. En las tardes le gustaba encender la radio y poner el pro- ne, entregarse, darse entera. Puede ser con alguien a quien hasta
hace unos minutos no había notado: un niño callejero, un depen-
grama italiano para escuchar “sus canciones” y acompañaba
diente de almacén o una amiga de mi madre. Es una fuerza, un
“las letras con una voz entrecortada y aguda y me dice que
impulso súbito que la hace oscilar entre la misericordia y el des-
las escuche” (130); también amaba recitar poemas en voz alta precio como si el único mundo que conociera fuese uno donde los
como si estuviera actuando en un escenario, “…con suspenso, contrastes son insalvables. (60-61)
gesticulando, alargándose en las escenas que la exaltan como
si se las estuviera contando a sí misma” (61). Su rostridad es contradictoria y ambigua: por un lado es
Se trata de un personaje teatral, dramático que transmite autoritaria e intolerante, rígida e implacable, fanática y re-
un saber y una herencia al nieto que transforma ese aprendi- accionaria, por el otro, es nostálgica, sensible, rebelde, apa-
zaje en un principio de vida con el que se va a enfrentar al sionada, generosa, delirante. El rostro de la ley todo el tiem-
mundo. Pero esta transmisión está permanentemente me- po se transgrede a sí mismo, se desarraiga de sus límites
diatizada por citas literarias porque para la abuela la litera- como si no se hallara en ese territorio de la contención y del
tura constituye el único lenguaje capaz de desbordar las fron- orden asumido tras las necesidades padecidas después de
teras idiomáticas y proporcionar ejemplos para comprender haber emigrado. Pero no se trata sólo de una desrostrifica-
las contradicciones, los errores, los sentimientos humanos. ción causada por la imposibilidad de dominar una sensibili-
Más que en la experiencia tangible de las cosas ella cree en dad cautiva de sí misma y de sus nostalgias, sino también de
las ficciones, en el poder de la palabra literaria que posibili- una “desorganización” del rostro, de una fuga de los rasgos
ta la existencia de una realidad “otra” más cercana a su nos- soberanos,11 por una neuralgia en el nervio trigémino que la
talgias y anhelos. abuela padece:
Si bien la abuela ejerce un principio de autoridad sobre los
familiares –hija y nietos– que viven bajo su mismo techo y a …sus dolores han recrudecido con la dureza del invierno. Comien-
los que amenaza apelando al Infierno dantesco como ejemplo zan con un rictus en la mejilla izquierda. A veces irrumpen mien-

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tras nos está conversando… Su dolor es un ser, un ser concreto 4. Rostro-monstruo
que tiene un cuerpo y un alma y al que no hay manera dejar con-
tento… Sus dedos se van crispando en silencio hasta que grita …es la demencia de hacerse pedazos
que nos vayamos y luego nos vuelve a llamar para apretarnos por apenas un minuto de felicidad.
contra sí como si eso la aliviara, como si fuésemos también parte
Raúl Zurita
de sus espasmos, de sus movimientos reflejos. Con los años se sa-
cará todos los dientes por temor a las convulsiones. Su cara se le
Así como para el narrador la figura de la abuela constitu-
va hundiendo en la línea de la boca, chupando hacia adentro has-
ye el fantasma que aglutina y ordena la sintaxis de su infan-
ta no dejarle labios sino la resistencia de los dos pómulos, de la
nariz que cada vez se inclina más hacia abajo, la pera saliente y cia, el rostro que le permite verse, saber quién es y acceder a
terrible. (87) la genealogía familiar, la figura que necesita (auto)interpelar
para escribir la historia de su pasado es la de su fantasma
Un rostro que deviene “hacia el terreno de lo asignifican- niño. En este ejercicio de autofiguración hay dos imágenes
te, de lo asubjetivo y de lo sin rostro” (Deleuze y Guattari, que predominan: la del niño obediente-ingenuo y la del niño
1994:191); una pérdida del rostro que convierte al rostro en rebelde que, como veremos, contienen la imagen de Raúl adulto
una mueca de arrugas y flacidez donde el equilibrio de los que es también la del narrador que escribe.
rasgos es sustituido por la desproporción y la caricatura; Hay una escena de la novela que puede leerse como una
donde el sentido y la contención ceden el lugar a la locura suerte de autorretrato del niño en sus primeros años de vida;
que llega en los últimos días de vida de Veli, cuando cree se trata de un episodio ocurrido cuando tenía ocho años en
estar en Rapallo (DMB: 94), se le olvida “por completo el cas- un centro de aguas termales donde había ido a pasar unas
tellano” y habla “sólo en la lengua de sus remotos tiempos vacaciones con la madre. Allí en “la cabina de los hombres”,
felices: el z e n e i z e, el genovés” (62).12 el niño-Raúl descubre su cuerpo:
Se trata de una desrostrificación como fuga hacia el ros-
tro del pasado, como retorno a la patria y a la lengua, como Pongo mi mano sobre mi pecho y reparo una vez más en el hue-
huida a un espacio “propio” donde emigrar por última vez so salido. Es el esternón y tiene algo de gallina. Trato de ocultar-
lo... Percibo mi estrechez de hombros y comprendo de golpe lo que
en un intento de hacer una tumba con los restos que la nos-
nunca cambiará, lo inmodificable, lo que no cambiará ni con la
talgia restituye. Rostro que huye de sí mismo para hallar
muerte. Cargo con ese hueso salido y con esas espaldas como quien
otro orden del sentido, para hacer del balbuceo el espacio carga con una verdad más insobornable y honda que la vida mis-
del regreso. ma, que los estragos del tiempo. Cada vez que me desnudo frente a
otro siento que debo adelantarme a su constatación y termino por
hacer de ello una de las formas de disimulo. Por supuesto he perci-
bido mi vejez, el desgarro de lo que cede, la calvicie, el dolor de mis
várices, pero nunca he podido sentir mi cuerpo como el de un adul-

92 93
to. Él está atado a mi niñez. Es el mismo cuerpo de niño que se como la textura misma de su muerte y de esas muertes múl-
agota, que se rompe, que se deteriora, pero que sigue siendo el mis- tiples...” (137).
mo cuerpo de niño. Es la misma fragilidad, la misma pequeñez de De aquí que la escritura del pasado familiar sea también,
hombros, el mismo hueso lanzado afuera como el espolón de una para el hijo que escribe, el intento de darle un rostro y un
infancia incancelable (93-94). cuerpo a quien nunca los tuvo porque nunca estuvo; de de-
volverle al padre la posibilidad de vivir la paternidad perdi-
El recuerdo de su cuerpo en la época de la niñez se mezcla da y de darse la posibilidad de vivir la experiencia de tener
en la escritura con la reflexión sobre su cuerpo adulto: ambos un padre: “Todos decían que papá era esto o esto otro… He
cuerpos, a pesar de sus respectivas diferencias, están marca- comprendido tarde que era esa palabra la que me lo hacía
dos por la misma deformidad física que es un rasgo heredado incorpóreo. Qué es papá. Nada, un golpe de aire en cada una
del padre. El cuerpo del narrador, como el rostro enfermo de de las dos sílabas que explotan: pa-pá” (141).
Veli, tiene una zona vulnerable, frágil, incorregible, que repre- Además del esternón salido, la otra herencia que al na-
senta simbólicamente las enfermedades y muertes sucesivas rrador le queda del padre es un carrito lechero que éste le
de la rama paterna de la familia y que él tiene inscritas en su regala recién nacido; 14 una foto pegada en la pared que lo
cuerpo.13 Mirarse frente al espejo significa mirarse desde la interpela “con una expresión triste, de enojo y reproche”
minusvalía que marca su familia y su propia anatomía; asumir cuando la abuela lo obliga a ir “a ver al papá” como una
la falta como lugar de enunciación, como herencia recibida que forma de castigar sus faltas y pedir perdón (19); la tumba
se adquiere asumiéndose en falta, asumiendo que hasta en el que certifica su muerte; el nombre, Raúl Zurita cuya omo-
cuerpo es visible el cuerpo que falta, el cuerpo del padre que nimia con el nombre del hijo hace que éste dude acerca de
se cifra en la deformidad del “hueso salido” del hijo que está la existencia de otro que tenga su mismo nombre si no fue-
allí para repetir el cuerpo defectuoso del “genitore” que es ra por el segundo apellido –Inostroza– que le permite dife-
también el cuerpo de una paternidad incumplida. renciarlo de sí.
Del padre se sabe lo que la familia cuenta de él. Su exis- Como la deformidad física alojada en el cuerpo del hijo,
tencia depende del relato de los parientes y amigos: “era un del mismo modo el nombre del padre nombra al hijo a la vez
hombre bueno pero enfermo, un malatto ” que antes de morir que se nombra a sí mismo como si el espectro paterno estu-
“ya había estado cinco años en un hospital para enfermos de viera instalado a tal punto en la identidad del hijo que para
pulmón” (60). A diferencia de los otros personajes que devie- éste no fuera posible reconocerlo como otro de sí sino como
nen-fantasmas en el futuro de la escritura y de la rememo- una parte de sí –la más vulnerable– a pesar de no haberlo
ración, el padre no existe fuera de la dimensión de la espec- conocido nunca. Es la herencia del nombre que no se puede
tralidad: siempre es un fantasma, un “vapor”, un alma, una habitar a pesar de la mismidad fonética de los nombres en
calavera blanca que “regresaba desde un lugar donde sólo cuestión –Raúl Zurita–; es la historia del nombre que al nom-
existían tumbas” (69) porque “…lo único que puedo tocar de brarlo nombra también la historia de una genealogía trunca
mi padre y todo lo que se asocia a él es tan leve e incorpóreo que lo desampara y deja huérfano.

94 95
Si por un lado, la historia que el narrador relata revela la mí y a mi hermana, separados. Esa separación me aterra más que
experiencia del vacío de paternidad que marca su infancia, cualquier cosa en el mundo. Sus taquicardias continúan y el aho-
por el otro, el relato que se escribe se articula en torno a go de las pesadillas en la noche hacen que al otro día me abrace a
una figura que compensa esa falta y que, contrariamente al ella como si el gesto pudiese retenerla, fijarla en mí para siem-
padre que es solo un nombre o una foto, es un cuerpo que pre. (46)
satura la vida del niño. Se trata de la abuela Veli que re-
presenta para él el eje de organización del mundo. Ella lo Para el narrador, la separación de los seres queridos es
protege, lo “mima hasta el hartazgo”, le habla en italiano, inaceptable por su dimensión definitiva, por la clausura que
lo castiga, lo juzga, absorbiendo en su ejercicio autoritario implica, por el punto de “no retorno” que establece. Esta obse-
también el rol de madre que queda atenuado y disminuido sión por la muerte lo hace ir todos los días a la iglesia –se-
frente a tal voluntad de poder. En este sentido, la figura de gún el mandato de Veli– “para pedir por cosas imposibles y
referencia para el nieto es una suerte de divinidad (“ella perdidas” (47) y a desear una muerte simultánea a la de sus
era mi Dios”) con la que establece una alianza amorosa: lo familiares, incluyendo la propia, para evitar el dolor que la
que ella dice y hace, desde sus “versiones” del Inferno dan- muerte de cada uno generaría en los otros.
tesco hasta su religiosidad fanática y sus opiniones políti- El rechazo del protagonista por todo aquello que puede
cas, son para él verdades incuestionables.15 La abuela le amenazar sus certezas y sus afectos se observa también en
transmite su amor por el arte y la literatura, por Tarzán y su propensión a establecer alianzas con los débiles y los des-
Superman, por los árboles en flor durante la primavera; su validos, en su afán de buscar la justicia y la protección de
desarraigo y nostalgia por Italia que le dan al nieto la ilu- “los héroes desdichados” (109), aquellas figuras que encar-
sión de pertenecer al mundo de sus ancestros más lejanos. nan la “magnitud absoluta de la pérdida” y que, como “buen
Devenir-abuela, ponerse en su lugar, representa para el cristiano” que es, lo conmueven y generan su compasión:16 la
narrador una forma de amparo y protección ante la amena- abuela Veli en los momentos de sufrimiento por la neuralgia
za de la enfermedad y muerte como marcas del cuerpo fami- o de nostalgia por el desarraigo, la hermana cuya “delgadez
liar, una reacción ante el trauma de la muerte prematura irritante” la condenaba a una orfandad sin reparo;17 la ami-
del padre que lo lleva a aferrarse a lo que está vivo, a ese ga de su madre, Beatriz, víctima de una relación con un “mas-
“rostro adorado” del que se siente una continuación y que no calzone!” que la maltrataba físicamente; el amigo Roberto,
tolera perder (“La idea de su muerte me es intolerable”, 33). hijo de un hombre borracho que para el narrador represen-
ta “el heroismo del tristeza” (105); la prostituta Nieves que
La helada de la mañana nos recorta como hojas y los seres lo conmueve por su herida en el brazo que él acaricia “sin
que caminan protegiéndose de las ráfagas de la llovizna me de- repugnancia”; el protagonista de la película La Strada que
vuelven a las imágenes de esos espectros empujados por el torbe- llora en la orilla de la playa la muerte de una trompetista.
llino que no cesa, que no cesará nunca y que en distintas horas y Comprender la pérdida, reflexionar sobre lo que queda
días habrá de llevarse también a nuestra abuela y a mi madre, a cuando alguien muere o se separa de nosotros, sobre cómo se

96 97
enfrenta y se procesa ese “después”, es la pregunta que atra- Desde la perspectiva psicoanalítica, podría decirse que lo
viesa la novela. “Hoy ya no está” es una forma de decir: “¿Qué que ocurre es un proceso de individuación en el que el ado-
significa en realidad eso? ¿Dónde no está?”; se trata de “cons- lescente que está creciendo, necesita desprenderse de la ley
tatar la superioridad de lo perdido” (97) al que podemos vol- “paterna” –en este caso de la ley de la abuela– y buscar una
ver sólo a través de la memoria y de la escritura de esa me- autonomía que le permita actuar desde su proprio deseo y
moria que es además escritura de duelo, en duelo: poder de decisión (Jelin, 1998: 24).
Su afiliación al comunismo, su participación fervorosa en
Pero esas caras no están. No están las flores del jazmín que mi las huelgas, el apoyo a la candidatura de Salvador Allende, su
abuela amaba, las que he visto después son otras. No está esa cara amistad con jóvenes de izquierda, lo alejan para siempre del
concreta que yo veía, el entrecerrarse de sus párpados bajo el sol, credo de Veli, mujer de derecha que admiraba a Mussolini y
el timbre de su voz que cada vez más va adquiriendo la levedad del consideraba “‘i rossi’ un pericolo” que había que combatir: “Han
aire. Pienso en el olor de los jazmines y me llama la atención la
comenzado los primeros enfrentamientos con mi abuela. Le
imperturbable consistencia de su irrealidad. Al frente, las monta-
discuto todo lo que afirma y me complazco en decirle que
ñas del Cajón del Maipo siguen proyectando su aura azul y lumi-
nosa, un aura que se decanta sobre el cielo y que repite sus formas.
todos mis amigos son comunistas” (127); “Sin saberlo, ha co-
Las veo y siento que es un modo de perdurar, de ser recordadas por menzado para mí la edad de la sangre. Es la irrupción de una
alguien. (99) crueldad fija e inmutable” (143-144). En esta etapa ocurren
también hechos que lo colocan “fuera de la ley”: el robo, el
Si por una fase de su infancia, el niño-Raúl se identifica consumo de bebidas alcohólicas, la ida a los prostíbulos, los
con la “rostridad” de la abuela a un punto tal que ésta funcio- golpes en la calle, una especie de viaje al Infierno que la abuela
na como forma de sujeción de sus deseos e instintos; si hasta no puede tolerar ni admitir y que el joven obediente vive con
la adolescencia el narrador responde con obediencia y respe- culpa y remordimiento como si se tratara de un “anima pra-
to, con veneración y admiración a cualquier imperativo de Veli, va” que hay que castigar por los pecados que comete.
este gesto de plegarse a su voluntad y asumir sus credos llega El proceso de desrostrificación del nieto implica asumir la
a quebrarse. La alianza abuela-nieto se rompe: el devenir-abue- pérdida del valor simbólico de la rostridad de la abuela, sig-
la del nieto busca una línea donde fugarse, abre un camino nifica aceptar su insuficiencia e insignificancia ante el nuevo
imprevisto que lo aleja de ese rostro sin posibilidad de retor- orden de “rasgos” que empieza a construir con sus gestos y
no. Irrumpe la duda ante las leyes que hasta ese momento elecciones. Esto se observa en una escena que marca el final
habían definido sus decisiones y conductas: “No sé quién soy” de la alianza, la ruptura del pacto. Raúl acaba de regresar de
(121) es el primer síntoma de un rostro que empieza a desros- una huelga y Veli le ordena que la siga hasta el cementerio:
trificarse, a salirse de los rasgos heredados para buscar esca-
pe y transgredir los pactos que hasta ese entonces se habían Como siempre compra afuera algunos ramos de claveles y sin
creído voluntarios y propios. decir palabras entramos. (...) Caminamos sin hablar hasta que da-

98 99
mos con la puerta del nocherío y subimos por la escalera de fierro El narrador, desde el silencio, es más contundente en su dé-
que nos llevan donde están mi padre y mi abuelo… me dice que me bil respuesta –llorar– porque asume que se trata de una des-
arrodille. Le obedezco, pero ella vuelve a ponerse de pie y mirándo- pedida, que lo que está enterrando es la devoción por esa
me me dice: tú estás peor, vas derecho allí si es que no estás ya palabra que hasta hace poco nombraba el mundo, su mundo.
allí. Toma me repite, mientras me empieza a pasar los claveles que Lo que se inaugura con esta ruptura es la desrostrifica-
le han sobrado, éstos los compré para ti porque estás más muerto
ción progresiva del niño, su devenir-peste (“Siento que tam-
que esos dos... Mientras vuelvo a dejar las flores en las dos lápidas
bién estoy trayendo la peste y que no puedo hacer ninguna
comienzo a llorar. Lloro por ella y por mí. Por ella porque ya no
creo en las cosas que ella me afirmaba, no creo que mi padre se
cosa para evitarlo”, 110), su desterritorialización del “peso
sonría o se enoje contemplándome desde una fotografía y su tum- de ese ojo” que censura su conducta por introducir una som-
ba es sólo un cuadrado de piedra. Por mí, porque era tan bella la bra amenazante en el recinto doméstico, no sólo por sus op-
muchedumbre en el parque, los gritos, las caras entremezclándose ciones políticas y su militancia, sino también por haberse
con los tonos del pasto. La miro y veo su furia, su cara enojada y autoagredido ante ella: “¡Ay u t o, Ay u t o!… Escucho el grito y
digo en silencio que ella fue mi Dios, pero que ya no podré sino es como si la piel se me condensara en un punto que es el
hacerla sufrir. Las cuencas de sus mejillas chupadas hundiéndose- límite del dolor… Al ver su pavor comienzo a hundirme el
le por entre los costados de la boca me hacen sentir el impulso de filo en el hombro haciéndolo deshacer mientras escucho en
besarla, de abrazarme a sus rodillas, pero temo su rechazo y me sordina mi propia respiración y el eco de su voz pidiendo
seco los ojos en silencio. (...) Se vuelve a arrodillar y hace la señal auxilio” (179); “Me vi amenazándola, luego volví a escuchar
de la cruz, reza un rato en murmullo, luego, como cerrando un ri-
la agudeza de sus gritos y el insoportable sufrimiento me
tual, toca ambas lápidas con la yema de los dedos. El gesto me
llevó a herirme” (182). 18
indica que ha terminado. La tarde se ha venido encima y el hori-
Gesto de autoinmolación y sacrificio por no saber contro-
zonte esta enrojeciendo. Siento el peso de ese ojo sobre mí y veo
más adelante la cabeza blanca de mi abuela que se dirige a la sali- lar la culpa de su propio devenir-peste ante la mirada de la
da... Sus palabras no tienen tiempo e imagino una tumba con mi ley que juzga su gesto como falta; gesto de delirio ante la
nombre entre las otras y miles de banderas ondeando como los impotencia de no poder ajustarse a la rostridad de la abuela
claveles sobre el cielo. (128-129) y ante la necesidad de inventar “un uso nuevo” del rostro
más cercano a su deseo. Gesto que anticipa un sucesivo de-
Escena de despedida donde el cementerio y las tumbas venir del rostro, una sucesiva desrostrificación de estos ras-
del abuelo y del padre enmarcan la muerte simbólica tanto gos en fuga que ocurrirá durante la dictadura cuando Zurita
del nieto –para la abuela– como de la abuela –para el nieto– decide quemarse el rostro como forma de resistencia ante la
. Se trata de asumir la muerte del otro: Veli lo hace pronun- represión: “Tengo la cara de un monstruo. Quedaré marca-
ciando en voz alta su sentencia y depositando en ella el peso do para siempre y dejo que el fierro se ponga rojo en el fuego
de un castigo merecido por el nieto por haber transgredido del calefón. Tengo la cara de un monstruo, me repito mien-
su ley, como si confiara, a partir de este gesto, en la posibili- tras m e q u e m o l a m e j ill a . La cara del jorobado de Notre
dad de un aprendizaje, de una emnienda de la desobediencia. Dame” (114; el subrayado es mío).19

100 101
Escena de desfiguración reescrita en algunos poemarios bre que muere en el desierto, (“un testigo yacente e inabor-
de Zurita en la que el rostro se vuelve herida, quemadura, dable”, 209), se reencuentra con los parientes fallecidos y
carne viva, subversión del orden establecido; el rostro se sale entre ellos reconoce “el semblante adorado” de la abuela que
de sus límites, no se ajusta a nada, se escapa de sí (“...si el le tiende las manos y lo abraza como en los mejores tiempos
hombre tiene un destino, ese sería el de escapar al rostro”, de la infancia, y al padre que lo levanta del piso para car-
Deleuze y Guattari, 1994:176), deviene herida abierta que garlo sobre sus hombros y danzar con él como nunca pudo
“balbucea” y grita, que aprende a hablar de otro modo, que hacer en vida.
asoma la promesa de otro rostro, de otra posibilidad de res- Escena de recuperación y reencuentro, homenaje a los
ponder a la “catástrofe del sentido” que la dictadura causó fantasmas que “nos viven”, a la herencia que nos constituye
en la psique de los sujetos. 20 y nos s u j e t a: momento de inscripción en una genealogía que
Rostro-cicatriz que abre y no cierra, que crea y no destru- implica la apuesta por “una vida que perdurara más allá de
ye, que des-figura y se desfigura 21 para re-configurarse a la muerte absoluta” (DMB: 196) a través de la escritura y
través del gesto literario como una forma de transgredir los del espacio por venir de la memoria incumplida.
códigos que reprimen el lenguaje y proponer otro orden del
sentido capaz de desestabilizar el rostro de la represión.
Rostro-monstruo que se reescribe después de la caída y
de la “crucifixión”, que “resucita” como el hombre tendido en
el desierto que al final de la novela retoma su camino, “como
un pobre resucitado… sin estruendo, simplemente como al-
guien que se levanta” (211).22
En este sentido, El día más blanco propone la idea de la
escritura como un modo de corregir el pasado, de imaginarlo
de otra manera, de recrearlo desde el presente de la reme-
moración con el fin de establecer otro orden de la significa-
ción. También la idea de la estética como el lugar donde el
relato histórico se rearticula en “versiones siempre expues-
tas al corte divisorio y a la fuerza de la irrupción de nuevas
contingencias” (Richard, 2000: 9).
Al final de la novela se realiza la utopía de la restitución
del padre, de la reconciliación con la abuela y de la resurrec-
ción del narrador; la utopía del reencuentro con los difuntos
de la familia a través de la contrucción de una fiesta imagi-
naria donde el narrador es “el niño de corta edad” y el hom-

102 103
Notas tícula e r –marca de un estado naciente o de una llegada a la meta–
con la idea de lo i nn e r, vale decir, lo interior, el adentro profundo.
Deducía de ello (de una manera muy freudiana, por lo demás) una
concepción de la memoria como actividad de excavación arqueoló-
1
Cfr. Sigmund Freud: “Duelo y melancolía”; Abraham y Torok: gica, en que el lugar de los objetos descubiertos nos habla tanto
Il Verbario dell’Uomo dei Lupi; Idelber Avelar: Alegorías de la como los objetos mismos, y como la operación de exhumar ( ausgra-
d e rr o t a . b e n ) algo o alguien durante mucho tiempo tendido en la tierra
2
Observa Derrida: “El ‘mí’ o el ‘nosotros’ del que hablamos sur- dentro de una tumba (Grab)… ¿No es la tarea misma del historia-
gen y están delimitados tal como lo están sólo a través de esta ex- dor…? En efecto ¿el historiador no es quien exhuma cosas pasa-
periencia del otro, y del otro en cuanto otro que puede morir, de- das, obras muertas, mundos extinguidos? Pero no hace solo eso,
jando en mí o en nosotros esta memoria del otro... la posibilidad de desde luego; o mejor, no lo hace ‘así’… Puesto que el acto de desen-
la muerte del otro e n c u a n t o mía o nuestra in-forma toda relación terrar un torso modifica la tierra misma, el suelo sedimentado –
hacia el otro y la finitud de la memoria” (1998: 44). donde yacen los vestigios. El acto conmemorativo en general, el
3
En este trabajo voy a limitar mi análisis a la única novela acto histórico en particular, plantean fundamentalmente, por lo
escrita por Zurita por la relación que guarda con las otras obras tanto, una cuestión crítica, la cuestión entre lo memorizado y su
analizadas en esta investigación. Voy a dejar por fuera su obra lugar de emergencia” (1997: 115-117).
poética mucho más reconocida: P u r g a t o r i o (1979), A n t e p a r a í s o 5
Uso el término des-figuración según la acepción de Paul de
(1982), Cantor a su amor desaparecido (1985), El amor de Chile Man: “La autobiografía sería entonces una construcción discursi-
(1987), La vida nueva (1994), Poe m a s m ili t a n t e s (2000). va que nos permite acceder al yo pero que en la medida en que
Todas las veces que me voy a referir a El día más blanco voy a figura a ese yo lo desfigura” (en Ramírez, 1995: 204).
utilizar la siguientes iniciales: DMB. 6
cfr. Michelle Foucault: E s t o n o e s un p i p a . E n s ayo s o b r e M a -
Cabe destacar la importancia de Raúl Zurita en la escena poé- g r i tt e. Anagrama, Barcelona, 1981.
tica chilena de los años 80. Integrante del grupo Colectivo de Ac- 7
Sobre la relación entre escritura y la elaboración del duelo son
ciones de Arte CADA, formado a finales de los 70 por la escritora fundamentales los libros de Idelber Avelar y Alberto Moreiras: A l e-
Diamela Eltit, los artistas plásticos Lotty Rosenfeld y Juan Casti- gorías de la derrota: la ficción postdictatorial y el trabajo del duelo
llo y el sociólogo Fernando Balcell con la finalidad de intervenir (2000); Tercer espacio: Literatura y duelo en América Latina (1999),
artísticamente la ciudad de Santiago como forma de oposición al respectivamente.
régimen de Pinochet y al arte tradicional. 8
Sobre el inconsciente observa Zizek: “...el inconsciente debe
4
Didi-Huberman en la lectura que hace de los planteamien- concebirse como una entidad positiva que sólo conserva su consis-
tos de Walter Benjamin sobre el pasado observa: “Walter Ben- tencia sobre la base de un cierto no saber; su condición ontológica
jamin comprendía la memoria no como la posesión de lo reme- positiva es que algo debe quedar sin simbolizar, algo no debe ser
morado –un t e n e r , una colección de cosas pasada– sino como puesto en palabras. Ésta es también la definición más elemental
una aproximación siempre dialéctica a la relación de las cosas de síntoma: una cierta formación que sólo existe porque el su-
pasadas con su lugar, es decir como la aproximación a su t e n e r jeto ignora alguna verdad fundamental sobre sí mismo; en cuanto
lugar. Con la descomposición de la palabra alemana que signifi- el significado de esta verdad se integra en el universo simbólico de
ca recuerdo, E rinn erun g, Benjamin dialectizaba entonces la par- ese sujeto el síntoma se disuelve” (2000:78).

104 105
9
En una entrevista Zurita habla del año 75 como particular- tonces no paraba de caminar, giraba y giraba por los corredores
mente represivo en Chile: “se habían roto los espacios públicos, buscando algo que nunca pudimos entender qué era, para quedar-
todas las instancias de concertación o diálogo. Yo estaba absoluta- se de golpe inmóvil, con los ojos clavados mirando hacia el frente
mente solo, atravesando por un período extremadamente difícil, y como si se hubiese acordado de algo. El hijo de mi hermana, su
en un momento tuve la curiosa intuición de que la única forma bisnieto menor, la tomaba entonces de la mano y con suavidad la
posible de vida que se me ofrecía era intentar releer mi propia llevaba de regreso a su pieza. Desde hace tiempo se le habían ter-
experiencia. (...) corregir imaginariamente mi propia existencia” minado los dolores de la cara, pero una constante presión en el
(en Epple, 1994: 872). estómago le hacían inclinarse para adelante. De pronto comenza-
10
En varias entrevistas Zurita ha declarado la importancia que ba a golpearse y una y otra vez la cabeza como si se preguntara a
tuvo la abuela en su vida: “Mi abuela que era italiana, me contaba sí misma p e r ch é” (DMB, 183-184).
cuando niño escenas de la Divina Commedia, sobre todo del Infer- 13
La historia familiar paterna está marcada por la muerte pre-
no. Conviví con esos relatos desde la infancia. Después me he ido matura de muchos de sus miembros en los años bisiestos. Es el
dando cuenta que toda la fascinación que he tenido por ese libro no caso, por ejemplo, de las hermanas y hermanos del padre del na-
es de tipo intelectual sino que es una relación emotiva. Cada vez rrador.
que me doy cuenta que he apelado a ese libro es porque vuelvo a 14
Hay un pasaje de la novela donde el narrador recupera o
nombrar a mi abuela. Y aún más: es como dejarla a ella que cree recuperar la imagen del padre vivo: “Acabo de decir que no
hable” (en Epple, 1994: 874). tengo recuerdos de mi padre, no sé si es del todo cierto. En una
11
Para Deleuze y Guattari la desrostrificación sucede cuan- imagen yo estaba en una cama y me acababan de entregar un
do “los rasgos de rostridad” se sustraen “finalmente a la organi- pequeño lechero. Al pie me están mirando mi abuela, mi madre,
zación del rostro, ya no se dejen englobar por el rostro” (1994: su padre y mi padre: Raúl Inostroza. Ese segundo apellido hace
176). Un ejemplo de esto son los tics: “La organización del ros- que su nombre no sea igual al mío y esa abrupta diferencia me
tro es muy sólida. Se puede decir que el rostro incluye en su emociona como si fuera algo de él que se desprende para que lo
rectángulo o en su círculo todo un conjunto de rasgos, rasgos vea, para que me dé cuenta de que no soy yo... Quiero creer que lo
de rostridad que van a englobar y poner al servicio de la signi- vi… Yo aún no caminaba, lo sé porque el juguete se me escapa y
ficancia y de la subjetivación. ¿Qué es un tic? Es precisamente, no lo alcanzo” (17).
la lucha siempre reanudada entre un rasgo de rostridad que 15
En una entrevista, Zurita menciona a Huidobro, Neruda, Pa-
intenta escapar a la organización soberana del rostro y el pro- blo de Rocka, Gabriela Mistral, Nicanor Parra como sus lecturas
pio rostro que se cierra de nuevo sobre ese rasgo, lo recupera, más importantes: “Ellos me han aportado mucho, pero mi única
le bloquea su líneas de fuga, le reimpone su organización” (191). herencia es la de mi abuela italiana … se sabía Dante de memoria
Otros ejemplos son la locura y la esquizofrenia que implican “la y me lo leía para satisfacer su nostalgia. Es la persona que más he
pérdida del rostro, de su propio rostro y el de los demás, el amado en mi vida. Escribir para mí es una forma de hacerle un
sentido del paisaje y el sentido del lenguaje y de las significa- homenaje, de traerla de nuevo al mundo. Murió el 26 de marzo de
ciones dominantes” (192). 1986” (en Neusradt, 2000: 88-89; el énfasis es mío).
12
Observa el narrador: “Dije también que en sus últimos años 16
Cabe destacar la dimensión cristiana de la obra de Zurita. La
mi abuela olvidó el castellano y sólo hablaba en genovés. Para en- recurrencia del autor a referencias bíblicas y a la Divina Comme-

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dia configuran una obra que se articula en torno al esquema cris- 19
Dice Zurita en una entrevista: “A partir de un hecho comple-
tiano de la caída por el pecado y de la resurrección, del cuerpo tamente atroz y absolutamente solitario, cuando me quemé la cara
que se sacrifica y se inmola en nombre de un proyecto que busca (me imagino como una forma de exorcizar la tentación del suici-
desestabilizar el orden imperante con la finalidad de sugerir otro dio), descubrí la necesidad de re-crearme y comunicarme con otros...
orden de las cosas, otros procedimientos políticos y éticos basa- Esa quemada en la cara podía leerse no como un gesto de autoanu-
dos en la solidaridad humana y el amor, como se observa en sus lación, sino como el primer chillido de la guagua. Pensé que ese
obras más importantes P u r g a t o r i o y A n t e p a r a í s o . Cabe destacar era el inicio de un itinerario que debería concluir con el vislumbre
que en Zurita la “resurrección” entendida como “redención” es lo de la posibilidad de ser feliz” (en Epple, 1994: 874). Durante la
que se alcanza a través del trabajo estético como un modo de asu- época de la dictadura, Zurita realizó acciones en protesta del or-
mir una posición marginal frente al orden hegemónico, “como es- den imperante que provocaron gran polémica: quemarse el rostro
pacio posible para la restauración de una experiencia de vida más con ácido, masturbación en público e intento de cegarse. En 1982
libre dentro del restringido espacio dejado por el régimen” (Brito, escribió en poema La vida nueva en el cielo de New York.: “…desde
1994: 83). Dice Zurita: “...cada uno de nosotros ha tenido su Pa- los tiempos más inmemoriales todas las comunidades han dirigido
raíso, ha enfrentado su Mar Rojo, ha cruzado el Desierto, ha lle- sus miradas hacia el cielo porque han creído que allí se encuen-
gado a la Tierra Prometida, la ha perdido y la ha vuelto a buscar” tran las señas de sus destinos. Pensé entonces que sería bello ocu-
(Zurita en Epple, 1994: 74). par ese mismo cielo como una gran página donde todos pudiesen
17
Durante la novela el narrador menciona a menudo la prefe- escribir sus destinos. Lo hice en New York… en castellano por ser
rencia que su madre tenía por él: “Mi madre me ama por sobre mi lengua, pero sobre todo como un homenaje a las minorías, a los
todo a mí. Lo sé, y sus besos y sus abrazos repentinos me cargan segregados (una de esas frases decía: ‘Mi Dios es ghetto’; otra ‘Mi
con un peso que no quiero soportar. Intuyo en su amor algo as- Dios es chicano’). Fue un momento en que también quise cegarme
fixiante, una descarga y la tristeza de una vida que no ha querido. arrojándome amoníaco en los ojos… Siempre supe que por hermo-
Mi hermana tenía un mes cuando murió mi padre. Nació mientras so que fuera el poema escrito en el cielo era aún más real, más
él agonizaba, mientras mi madre se volvía loca de dolor. Llegaré a fuerte, si su autor no lo podía ver, sólo imaginárselo. Intenté cegar-
entenderlo, pero su preferencia no me glorifica, no me ensalza y me para siempre y para bien o para mal no fue así, a las doce
sólo comprendo que no es justo. Quiero que quiera más a mi her- horas estaba viendo de nuevo y no fue aliviante sino terrrible” (en
mana que a mí. Quero que quiera más a esa delgadez irritante, a Neustadt, 2000: 90). Se trata para Zurita de “la vida como obra de
esas piernas flacas hasta la extenuación” (54). arte”, de la “inseparabilidad del arte y la vida, en lo que sigo cre-
18
En la novela, el narrador recupera esta escena traumática yendo como el único sueño, como la única meta que merece en el
del día que visita a su madre después de la muerte de la abuela: arte ser considerada” (Íd.: 79).
“Expulsé todo aquello y creí haberlo olvidado. Sin embargo, cuan- 20
Observa Diamela Eltit sobre la “ruptura de los límites” y “el
do el 28 de marzo de 1986…vi a mi madre de luto abriéndome la ensachamiento de las fronteras” como actividades constitutivas del
puerta del departamento, fue el primer recuerdo de ella que me sujeto: “Pasar fronteras, recusar límites representa tanto un sue-
vino encima: su pequeño cuerpo al costado de mi cama… Entendí ño de insurrección y rebeldía, como una forma de resurrección,
que esa escena en el comedor era definitiva, que nunca se borraría quiero decir, la paradoja purificadora del sujeto individual en con-
y desde ese mismo momento comencé a fabricar la costra” (181- frontación con el imperativo a ser, a existir en el interior de una
182). comunidad a costa de opresiones y represiones que lo disminuyen

108 109
por la detención de sus impulsos. El sujeto, desde siempre histórico, sonido casi inaudible... se parece el ahogo de alguien que trata de
cargado de responsabilidades heredadas, héroe de las convenciones contener la risa para ir creciendo hasta transformarse en un gor-
sociales o víctima de su desarraigo activo, se inscribe positiva o ne- goteo inconexo del que se distinguen a duras penas las sílabas, el
gativamente en su historia social, ya sea en el anonimato seriado desesperado intento de formar palabras. Finalmente un grito ...Iia-
del acatamiento o bien en la fila de los “casos” que con mayor o me- aabbb –Iiiiaaaabbb... Sigo los movimientos de esa mandíbula que
nor énfasis ejemplifican la caída de una norma, empujados hacia cuelga... Quiero entender lo que esos labios intentan decir. La em-
un abismo siempre amenazador, siempre extremo. Naufragio no pecinada luminosidad de las lámparas rebota en los altos muros
exento de solemnidad social, ritualizado por la carga negativa que de la iglesia otorgándoles un colorido ceniciento como si fuesen los
conmueve a un colectivo al punto de hacer estallar una vertiente acantilados de un desierto donde la multitud se ha reunido a con-
inesperada como es la admiración por la naturaleza transgresora templar el Calvario. Es un largo lamento de oraciones inarticula-
del sujeto, o bien la compasión cristiana de un pecado capital que das, de ruegos y voces llorosas que se amontonan al pie del crucifi-
requiere perdón colectivo para ser inscrito doblemente como pecado jo donde cuelga el niño que expira... La tormenta se ha desatado
e institucionalizado como falta” (Eltit, 2000: 53). con furia y las ráfagas de lluvia sólo dejan ver la silueta de las dos
21
Dicen Deleuze y Guattari de la desrostrificación: “...Sólo en el que permanecen inmóviles aguardando debajo del crucifijo. Espe-
seno del rostro, del fondo de su agujero negro y sobre su pared blan- ran juntas con una calma que sólo puede pertenecerle a aquello
ca, podremos liberar los rasgos de rostridad como pájaros” (1994: 193). que está fuera del río de las palabras, fuera del río del escarnio y
También añaden que el riesgo de la desrostrificación en la vida real de la muerte. Ana, mi madre, apoya con levedad sus manos sobre
es caer en la locura: “¿Acaso es un azar que el esquizofrénico pier- los hombros de su hija Ana María y ambas miran ese pedazo de
da al mismo tiempo el sentido del rostro, de su propio rostro y el de crucificado, ese cuerpo blanco, esa cara simple que pende. Como si
los demás, el sentido del paisaje y el sentido del lenguaje y de las fuera un espíritu encarnado siento en mí su descenso desde la cruz
significaciones dominantes?” (Íd.: 192). y siento el deseo inembargable de llorar, de llorar por todo lo que
22
Al final de la novela hay una escena importante donde se re- yo mismo he despreciado y mis propias babas ruedan como peñas
presentan los tópicos de la muerte y resurrección de Cristo. En de sal deshaciéndose en los hirvientes granos de arena. Siento en
la iglesia de Perpetuo Socorro, el narrador se reúne con la madre y los brazos de mi madre y de mi hermana que me bajan y me reco-
la hermana en ocasión de una misa vespertina de difuntos en ho- gen envolviéndome y en un sueño me recogen entonces el grito
nor del padre y de la abuela –fallecida el 26 de marzo de 1986–. que no alcanzaba a comprender porque era el grito de todas las
Durante la misa ocurre una suerte de redención. Se trata de una piedras, de todas las espinas que se nos clavan, de cada lanza que
escena de identificación entre el narrador con el Cristo colgado en se nos hundió en el costado esperando respuesta. Por qué –repito–
la pared de la iglesia y con un niño retrasado que participa en la y es mi cuerpo que cae sobre los agudos peñascos. Pe r ch é, p e r ch é...
misa: “La línea que dibujan los brazos infantiles extendidos en la abro los ojos y veo a mi hermana que regresa de la comunión con
cruz tiene la suave curvatura de una sonrisa y un viento seco y la cabeza inclinada... Me despido de ambas y me alejo con prisa
caluroso golpea los manteles del altar. Poco a poco el aire decanta mientras que arriba el cielo, ese cielo lustroso y puro, se va cur-
los olores pastosos del incienso mientras arriba los mechones de vando hasta unirse con mi cuerpo tendido boca arriba sobre el to-
pelo del pequeño crucificado han comenzado a sacudirse como si rrente de piedras del desierto. Al frente la blancura de la sal me
en la agonía estuviese tratando de alzar la cara. Al principio es un vuelve a recordar los jazmines muertos” (202).

110 111
IV. La Historia nómada:
intemperies de la lengua
y de la identidad en la obra de
Fabio Morábito

De padre a hijo la vida se acumula


y la sangre que dimos se devuelve
y nos recorre el estremecimiento.

Eugenio Montejo

1. Pertenencia y morada

Simón Weil afirmaba que “echar raíces quizá sea la nece-


sidad más importante e ignorada del alma”, “la más difícil
de definir”:

Un ser humano tiene una raíz en virtud de su participación


activa y natural en la existencia de una colectividad que conserva
vivos ciertos tesoros del pasado y ciertos presentimientos de futu-
ro. Participación natural, esto es, inducida automáticamente por
el lugar, el nacimiento, la profesión, el entorno. El ser humano tie-
ne necesidad de echar múltiples raíces, de recibir la totalidad de
su vida moral, intelectual y espiritual en los medios de que forma
parte naturalmente. (1996: 51)

Esta pertenencia “natural” del sujeto a una morada –país,


memoria, lengua– que le otorga una identidad y un relato
sobre sí mismo es lo que el pensamiento posmoderno, la ex-
periencia poscolonial y las prácticas de la globalización han
cuestionado al mostrar cómo el arraigo no es una condición
natural y definitiva, sino, por el contrario, un proceso en per-
manente construcción.

112 113
Si bien hay diferencias importantes entre la movilidad de torios originarios” y “la cultura se convierte en un proceso
bienes simbólicos que caracteriza la globalización y las mi- de ensamblado multinacional que cualquier ciudadano de
graciones forzadas a causa de motivos políticos, guerras, pri- cualquier país, religión o ideología puede leer y usar” (16).
vaciones económicas, necesidades laborales, el paisaje contem- Según lo anterior podemos afirmar que los lugares de la
poráneo se articula alrededor de la figura del tránsito como contemporaneidad “son cada vez más ‘fantasmagóricos’”, 1 en
movimiento que desdibuja las identidades, los mapas de per- el sentido de que hay una tendencia a emancipar al indivi-
tenencia, la concepción de la morada: “El hogar es aquel sitio duo, al mercado, a la cultura de su relación con el espacio y a
que promueve varias perspectivas cambiantes, un sitio donde imponer un poder siempre más extraterritorial e “incorpó-
uno descubre nuevas maneras de ver la realidad y las fronte- reo” que debilita el arraigo afectivo y simbólico en relación
ras de la ‘diferencia’” (Hooks en Masiello, 2001: 94, nota 53). con el lugar donde el individuo vive y se desempeña (Tomlin-
Según lo plantea Iain Chambers en su libro Migración, cul- son, 2001: 136). Esto produce un cambio en la manera de
tura, identidad (1995), se trata de concebir la morada “como concebir las identidades que se organizan cada vez más “por
un hábitat móvil, como una forma de vivir el tiempo y el espa- la participación en comunidades transnacionales o desterri-
cio no como estructuras fijas y cerradas, sino como fuentes torializadas de consumidores” y siempre menos alrededor de
que incitan a una apertura crítica (…) de nuestro sentido de “lealtades locales y nacionales” (García Canclini, 1995: 24).
la identidad, del lugar y de la pertenencia” (18). De aquí que, Zygmunt Bauman reflexiona ampliamente sobre las con-
en la actualidad, la movilidad y el desarraigo constituyan for- secuencias que tiene en la actualidad la desterritorializa-
mas de habitar y de estar en el mundo que muestran en qué ción a nivel social e individual. En varios de sus libros insis-
medida la oposición entre el “aquí-allá”, el lugar de partida y te en el desarraigo contemporáneo relacionado con el hecho
el de llegada, son “una construcción cultural y una consecuen- de que estamos permanentemente “dislocados” porque no per-
cia de pensar en términos de entidades fijas definidas en for- tenecemos del todo a ninguno de los grupos en los que esta-
mas de oposición” (Carter en Chambers, 1995: 71). mos insertos; esto tiene como consecuencia que algunos “mó-
Néstor García Canclini usa el término de desterritoriali- dulos” de nuestra personalidad no puedan ser absorbidos o
zación para describir el proceso de redefinición contemporá- acogidos por ningún grupo, lo que problematiza la noción de
nea de las culturas y ciudadanías basado en “la pérdida de la pertenencia y arraigo en relación con nuestras actividades y
relación ‘natural’ de la cultura con los territorios geográficos relaciones cotidianas. De allí que el autor concluya que “las
y sociales” (1990: 288). Para el autor, la globalización “supo- únicas casas que muchos hombres y mujeres posmodernos
ne una interacción funcional de actividades económicas y cul- conocen, se parecen cada vez más a los hoteles: lugares de
turales dispersas, bienes y servicios generados por un siste- estadías breves/temporales, estadías que nadie espera que
ma con muchos centros, en el que importa más la velocidad duren para siempre” (1999: 162-163; la traducción es mía).
para recorrer el mundo que las posiciones geográficas desde Si por un lado, hay una tendencia en los teóricos a insistir
las cuales se actúa” (1996: 11). En este nuevo diseño del mun- sobre el hecho de que la tecnología y la economía globalizada
do, “los objetos pierden la relación de fidelidad con los terri- han diluido las fronteras espaciales generando como conse-

114 115
cuencia la necesidad de revisar la distinción entre “interior” propias se rearticulan con las tradiciones y culturas de los
y “exterior”, “dentro” y “fuera”, “lejos” y “cerca”, no hay que lugares donde se emigra formando nuevos mapas identita-
creer en la desaparición de las diferencias sino en su multi- rios en los que la tensión entre lo nomádico y lo sedentario
plicación dado que la desterritorialización genera efectos revela la necesidad de plantear formas de pensamiento cons-
desiguales, diferenciados y diferenciadores. Con palabras de cientes de la contradicción que constituye la identidad como
Bauman, podemos decir que “la movilidad se ha convertido subjetividad en proceso y movimiento.
en el factor estratificador más poderoso y codiciado de todos;
aquél a partir del cual se construyen y reconstruyen diaria-
mente las nuevas jerarquías sociales, políticas, económicas y 2. Geografías errantes
culturales de alcance mundial” (16). 2 Es decir, que la deste-
rritorialización genera efectos distintos dependiendo de dón- Roland Barthes en El grado cero de la escritura (1973),
de y sobre quién actúe porque se trata de un movimiento habla de “una obstinada remanencia” que cada escritura con-
que, al des-colocar la cultura y sus bienes de su espacio na- voca, de una “memoria segunda que se prolonga en las signi-
tural-nacional, los re-coloca y reterritorializa creando signi- ficaciones nuevas”, de “un pasado en suspensión” que siem-
ficados y prácticas nuevas que cambian según los agentes y pre reaparece (25). A partir de esta huella que fija la memo-
las políticas implicados en el proceso. ria de un pasado que sobrevive a su desgaste, se puede afir-
Para John Tomlinson, uno de los costos de la desterrito- mar, según el semiólogo francés, que: “Cada hombre es pri-
rialización tiene que ver con “las debilidades existenciales sionero de su lengua, (...) la primera palabra lo señala, lo
que salen a la luz cuando nuestra vida se abre al mundo y sitúa enteramente y lo muestra con toda su historia” (82).
nuestro sentido de casa segura y delimitada –literalmente y Uno de los escritores latinoamericanos que ha puesto en
metafóricamente– se ve amenazado” (2001: 175; la traduc- el centro de su reflexión poética el problema de la pertenen-
ción es mía). Según el autor, esta crisis de la morada se com- cia y la morada es el mexicano Fabio Morábito. Nacido en
pensa a través de la reterritorialización, como se puede ob- Alejandría (Egipto, 1955), de padres italianos, vivió hasta
servar en la necesidad de re-construir una “casa” cultural, los catorce años en Milán y después emigró con la familia a
una nueva identidad personal y colectiva por parte de aque- Ciudad de México, donde reside actualmente.3 Este despla-
llas comunidades diaspóricas que fundan “patrias imagina- zamiento geográfico por tres continentes, esta pertenencia a
rias” sobre los restos de las patrias perdidas (Íd.). A partir de varias lenguas y culturas conforma su identidad biográfica y
lo anterior, el autor insiste en que la relación existente entre literaria que se articula a partir de una constante reflexión
cultura y lugar nunca se rompe del todo, lo que significa que sobre el desarraigo de la lengua madre y la “naturalidad” de
la “localidad” sigue existiendo, trasterritorializada, en el in- la lengua de adopción, asimilada y asumida como una se-
terior de un espacio cultural más complejo hecho de “redes gunda piel, tal como se observa en los poemarios L o t e s b a l -
cada vez más vastas y complejas de negociación e interac- díos (1984), De lunes, todo el año (1992), la plaquette El bus-
ción culturales” (Chambers, 1995: 108) donde las herencias cador de sombra (1997)4 y Alguien de lava (2003).

116 117
Su poesía puede leerse como relato de una travesía geo- La poesía de Morábito si bien describe el viaje geográfico
gráfica y lingüística como también un recorrido por los espa- del poeta y se detiene a nombrar las ciudades que constitu-
cios más predecibles de la cotidianidad. En la tensión entre yen la biografía del sujeto, lo que hace es armar un mapa
movimiento y quietud, “entre la tendencia de huir y la de que diluye los referentes para mostrar en qué medida esos
afincarse” (Cruz, 2000: 1), el autor encuentra un lugar de lugares son el producto del recorrido que el sujeto poético
pertenencia desde donde mirar el pasado y escribir el relato hace cuando se desplaza; no existen sino a partir del trayec-
de su historia porque, según lo expresa en el libro L o s p a s t o- to que las atraviesa, de la intensidad afectiva que los recorre
r e s s i n o v e j a s (1995): “Nadie puede viajar sin detenerse nun- según la idea de que “los viajes no se distinguen ni por la
ca. Porque es en las detenciones donde el hombre adquiere cualidad objetiva de los lugares ni por la cantidad mesura-
conciencia de su origen, de sus antepasados, de su lengua y ble del movimiento… sino por el modo de especialización,
de su muerte” (24). Pero para detenerse hay que estar en por el modo de estar en el espacio, de relacionarse con el
movimiento; para saber lo que significa la permanencia es espacio (Deleuze y Guattari, 1994: 490). 6
necesario haberse desplazado y conocer la amenaza que esto En la poesía de Morábito, “escribir hacia atrás” significa
significa para la identidad de un sujeto. escribir la memoria de un viaje que se retoma y reescribe en
Los cuatro poemarios de Morábito arman la historia de la medida en que es escrito desde la posteridad necesaria para
esta travesía discursiva y autorreferencial que, a través de que el pasado sea legible. Relato de una vida marcada por el
idas y venidas por Alejandría, Italia y Ciudad de México, re- descentramiento y la excentricidad que colocan al yo poético
flexiona sobre el extravío que toda migración supone, sobre fuera de lugar, porque aquí la pertenencia a un espacio –geo-
el deterioro de los lazos familiares cuando hay un océano gráfico, lingüístico, cultural– es provisional y precaria.
que separa “la sangre”, sobre las implicaciones que tienen Desde su nacimiento el sujeto está afuera, “lejos de su
las mudanzas en la identidad de los que migran, mostrando patria” como si la patria fuera lo que está por venir, lo que
en qué medida la pérdida puede llegar a ser una condición existe como herencia inapropiable:
positiva y vital para el poeta y su escritura.5 Me refiero al
hecho de que se trata de pensar el desarraigo como condi- Yo nací lejos
ción que obliga al sujeto a posicionarse críticamente frente a de mi patria, en una
la realidad que habita y a pensar la pertenencia en términos ciudad fundada
de desplazamiento y no de permanencia. En este sentido, el en las afueras de África.
viaje como elemento estructurador de la biografía del sujeto
(...)
poético proporciona la conciencia de la transitoriedad de las
cosas, de su indetenible movimiento, lo que implica estar en
Yo nací en un combate
la realidad como quien está a punto de mudarse porque cono- de lenguas y de orígenes
ce la precariedad que alberga en cada morada, la grieta que (...)
cada muro contiene.

118 119
tal vez por eso un algo tierra de beduinos que cada día se hace más irreal pero que a la
de irrealidad me nutre, vez, es todavía posible porque se ha perdido.
de eterna despedida, La natalidad africana que el poeta reconoce como “el tra-
y la ironía no basta yecto más humano de la carne” (LB: 17), como el territorio
más vulnerable de su existencia (“Todo lo árabe me pone
–ni el buen humor ni el arte–
pensativo”), dialoga constantemente con otra casa de la me-
para dejar de ser
moria que además es la patria que el sujeto reconoce como
alguien que en todas partes
se siente un extranjero.
propia: Italia, como lugar de origen, como lengua madre, como
(“El último de la tribu”, LB: 15) espacio fundacional de los afectos y de la familia pero tam-
bién como pérdida y despedida que se anuncia con la carta
El referente aquí es Alejandría, ciudad del placer y de la del padre que inicia el “viaje sin regreso”:
tentación, del comercio y del intercambio, ciudad puerto, ciu-
No sé si era feliz
dad “indecisa” y “paciente” (16), la ciudad “más prostituida, /
o desdichado,
más circular, / más envidiada” (BS: 23), que “de tanto ensuciar-
pero absorbí
se / y gastarse por siglos / se ha vuelto extrañamente / pura y
ese verano que fue el último
casi mística” (LB: 16). El poeta la evoca desde la orilla de otra como un resumen
geografía que la vuelve inalcanzable, desde otro tiempo que ha de mi infancia,
diluido su cuerpo, dejando de él apenas el nombre y unas fotos como la cifra de una edad
“que cada tanto miro”. Ya no es posible volver atrás, hacer el cerrada de portazo,
“peregrinaje límpido” hacia el origen; “jamás he de volver a ver- y en eso tuve suerte:
la”, dice el yo, “porque mi edad, mis versos (...) / se han hecho de poder decir se terminó,
esta lejanía” (BS: 23), de manera que sólo la distancia le puede aquí se corta una madeja,
restituir la ciudad natal porque es “esta lejanía” la que funda la reunir en un lugar
identidad del poeta y su nombre propio, no la certeza de volver toda una época,
ni tampoco de pertenecer, sino por el contrario, la consciencia es enterrar de veras algo,
tener conciencia
de que se habita la propia historia como extranjeros.
de lo que es estar vivo,
La pérdida de Alejandría, su lento desvanecimiento, no de-
(...)
penden sólo del “último de la tribu” que se ha marchado para (“Luna llena”, LTA: 56)
no volver, sino de toda la tribu, de los parientes que “no quieren
recordar[la]” y ya no usan el árabe “en muchas expresiones de Abandonar la patria es enterrar un pedazo de la propia
júbilo y de broma”, de “la muerte de unos cuantos”, de “la lejanía historia, es asumir la necesidad de cortar con el pasado para
de otros”, así como del “frío de la vejez” y de la “dura indiferen- intentar un nuevo arraigo lo que implica perder la lengua ca-
cia” (LB: 18), que han contribuido a apartar de “la sangre” esa

120 121
paz de nombrar ese trayecto de la vida que se vivió en otro instalaciones del Club Italiano, donde el poeta aprende a
idioma. Con la migración a México, Italia se va desdibujando, hablar español y a despedirse de su origen: “y yo, viendo ese
va perdiendo nitidez y fuerza como la familia que quedó allí y paisaje muerto / (...) / sentí que estaba en México / de veras,
que envejece y muere del otro lado del Atlántico. Italia se con- / que era imposible regresar a Italia” (LTA: 59).
vierte en la imposibilidad de compartir con los parientes leja- Pero Ciudad de México es también el descubrimiento de
nos porque ya no “tenemos nada que decirnos”, pero a la vez la lengua literaria que se construye desde ese “don de len-
es la foto de “nuestros hijos” que viaja de una a otra orilla gua” que el sujeto posee y que le permite estar e n t r e- l e n -
para mostrar la continuidad de la sangre (LTA: 58); es el ita- guas : espacio de una escisión inconciliable, lugar imposible y
liano que “se atrofia y tarda en responder” (LTA: 64) pero tam- a la vez posible y natural para el poeta emigrante que usa la
bién es la música de la mandolina que un mendigo tocaba de- escritura para fundarlo y que encuentra en la escritura una
bajo de “nuestra ventana de persianas verdes” (LB: 54). morada precaria y fiel a la vez: “en la ciudad de México / (...)
Si Egipto se ha diluido, Italia se ha borrado (“Qué enorme yo me arraigué a los libros / y comencé a escribir” (LTA: 45).
goma de borrar / es el océano”, LTA: 58), dejando trazos suel- Cuando el regreso a la patria se cancela porque se emigra a
tos que componen una herencia que está allí para mostrar otro lugar con la intención de establecerse allí, el poeta des-
su precariedad y que se asume como falta y como lo que falta cubre que el arraigo, tantas veces buscado en una geografía
que es la única forma de permanecer. El origen y la lengua y una lengua y asumido en un primer momento como orfan-
del origen son entonces el fantasma que ronda en la vida del dad, es una condición histórica, que está-en-el-tiempo y se
poeta mostrando el estado agónico en que se hallan pero tam- renueva con él. “No saber nada de mí mismo” (LTA: 66), esa
bién la resistencia que toda agonía supone frente a la ame- incertidumbre acerca de quién se es después del haber emi-
naza de la extinción porque “La cosa ausente se torna más grado y haber abandonado la patria, haber perdido afectos y
concreta cuando no la vemos” (Morábito, 2004: 56). recuerdos, en lugar de extraviar al yo poético le proporciona
La tercera etapa del viaje es “l’America”, Ciudad de Méxi- “una actitud vital” (Cruz, 2000: 1), una “condición de luci-
co, el otro lado del océano, la gran metrópoli latinoamerica- dez” que lo orienta en su exploración de la realidad y del
na, “ciudadpenélope” (LB: 65) que deslumbra al italiano re- mundo (cfr. Del Toro, 1992). En este sentido, el poeta, asume
cién llegado por su danza y por su altura (“en cierto días del la extranjería como rasgo de todo hombre común, se “hace a
año / me dan mareos y vértigos, / me vuelve la llanura”, LB: un lado”, elige la orilla, el baldío, el borde, la ventana para
7) por las zonas de contacto que hay entre ella y la lejana mirar desde allí lo que Eugenio Montale llamaba “las formas
Alejandría; por su pasado de pirámides y de lava, y por su / de la vida que se agrieta” (Montale, 2006: 75), “el punto
tráfico que “amalgama / y nos libera” (LTA: 75); por las mar- muerto del mundo, el eslabón faltante / el hilo que, desenro-
chas populares y los milagros que ocurren en las calles (LB: llado, nos entregue / al fin una verdad” (Íd.: 46-47), las fisu-
29). Aquí hay que comenzar de nuevo, desde “abajo”, desde ras y las líneas de fuga donde se revela otro significado de
la “planta baja” que “era el destino / de los inmigrados” (LTA: las cosas, su propia alteridad en la repetición, su impredeci-
53), desde los suburbios de la ciudad7 y el deterioro de las ble discontinuidad. Hurgar por debajo de la corteza de lo

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cotidiano es la tentación de la escritura que, para ser y ha- Walter Benjamin, en un texto sobre la traducción, distingue
cerse, necesita estar “a la escucha como nunca”, “quitarle “lo entendido” del “modo de entender”, recurriendo al ejemplo
costras” a sus versos (BS: 8) y desenredar su “lisura” apa- de las palabras como “brot” y “pain”, que, si bien nombran el
rente que siempre oculta la promesa de un hallazgo. mismo referente –pan– apuntan a distintos “modos de enten-
der” ese referente, según que el hablante sea un alemán o un
francés (1971: 133). Esto significa que la identidad y el imagi-
3. Entre-lenguas nario de un sujeto bilingüe se articulan a partir de “modos de
entender” la realidad relacionados con las lenguas que éste
George Steiner, en D e s p u é s d e B a b e l (1995), al reflexio- habla, lo que complica y a la vez enriquece el proceso mismo
nar sobre su propia condición multilingüe, se pregunta: de nombrar el mundo que estará determinado por un inter-
“¿Cómo vive la traducción una sensibilidad multilingüe, el cambio permanente entre las lenguas implicadas.
paso concreto de una de sus lenguas originales a otra?” (135); Estas consideraciones nos hacen preguntarnos acerca de
“¿En qué lenguaje soy yo, suis-j e, bin ich cuando estoy en mi qué ocurre cuando un escritor abandona la lengua materna
más íntima profundidad? ¿Cuál es la tonalidad del yo?” (136). y adopta otra lengua como en el caso de Morábito, qué pasa
El interrogante acerca del estar-e n t r e-lenguas del sujeto cuando se escribe desde la pertenencia a dos o más lenguas y
migrante constituye un rasgo central de la poesía de Fabio culturas.
Morábito en la que la pregunta por el fantasma de la lengua Elias Canetti, escritor que encarna esta condición multi-
así como la reflexión sobre el bilingüismo y la traducción son cultural tan común de la modernidad y la posmodernidad,
motivos recurrente de reflexión. en su autobiografía intelectual observa que “cada deforma-
El poeta-viajero se siente extranjero frente a la lengua: ción de las palabras me aflige, como si las palabras fueran
no solamente ante la lengua de adopción –el español–, sino criaturas sensibles al dolor”, apuntando al hecho de que la
también ante la lengua madre –el italiano–, que, con el paso memoria tiene una lengua que la nombra, y si el sujeto po-
de los años, se atrofia “como un músculo (...)/por falta de ejer- see más de un arraigo, sus visiones de mundo estarán vincu-
cicio” (LTA: 64) convirtiéndose, en un momento dado, en una ladas, necesariamente, a las lenguas en que vivió una expe-
lengua extranjera que hay que volver a aprender/aprehen- riencia determinada: “Me contaron los cuentos en búlgaro
der desde otro lugar: el lugar de la lengua literaria. pero los conozco en alemán y esta misteriosa transposición
En un ensayo titulado “El escritor en busca de una len- sea quizás la cosa más singular que yo puedo contar de mi
gua” (1993), Morábito dice que “(...) sólo es posible hablar infancia” (1980: 40).
otro idioma convirtiéndose en otro individuo” (24), apuntan- Héctor Bianciotti, otro escritor exilado de la lengua ma-
do al hecho de que la lengua es factor constitutivo de la iden- terna, también se refiere a la Babel del inconsciente de la
tidad del sujeto y que de ella depende su representación del que habla Canetti, cuando afirma que:
mundo.

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…cada lengua nos induce a mentir porque excluye una parte de y estético que elige para despedirse –nunca definitivamente–
nosotros, excluye una parte de los hechos, de nosotros mismos; pero de la lengua madre:9
en la mentira hay una afirmación y es una manera de ser en otro
momento; muchas lenguas que conviven al mismo tiempo nos nie- Traducir poesía fue una forma de “empezar a poner orden en
gan, nos fragmentan, nos diseminan en nosotros mismos. (Bian- mis asuntos”, (...) ya que en la poesía, como en ningún otro lugar,
ciotti en Amati Mehler..., 1990: 247) se compendia la imagen de un idioma y del mundo de ese idioma.
Quien se despide de un mundo, se despedirá por último de su poe-
Esta tensión entre lenguas que se erosionan y contagian sía, porque la poesía es el postrer saludo que puede lanzar una
a través de un endeudamiento recíproco hace que toda tra- cultura a quien la abandona, su mensaje más audible a la mayor
ducción sea imposible o que no pueda haber traducción sin distancia. Y tal vez la poesía surgió así, como un arte del saludo y
traición de la lengua traducida. de la despedida. Aquél que pese a la distancia sigue oyendo las
El cuento “Los Vetriccioli” del libro La lenta furia (1989b), voces de la tierra que dejó, es porque ha afinado su oído como lo
relato de una familia de renombrados traductores dedicados afina el poeta, que es aquel que condensa el lenguaje y lo desfigura
generación tras generación al oficio de traducir, constituye para que alcance su mayor longitud de onda. Pese a todo lo que me
ayudó la traducción para cortar el cordón umbilical con mi idioma
el marco para una reflexión sobre la lengua, en la que el na-
materno, no he salido, ni creo que nunca saldré, de la franja dudo-
rrador niega borgianamente la posibilidad de remontarse a
sa a la que me ha relegado mi bilingüismo. En ella se reúnen y
un original que sobrevive sólo a través de “distintas capas dialogan dos idiomas mermados: el materno, por hallarse en conti-
en un continuo acomodo” (25). Así mismo, se refiere a los nuo proceso de erosión, y el adquirido, porque no logrará jamás
idiomas –vivos y muertos– como restos que “no dejará[n] de hacer desaparecer el fantasma del otro. (1993: 24)
reaflorar aquí y allá, siempre adherido[s] al subconsciente
de la especie” (24), y a la tarea del traductor como “una reha- Morábito traduce para “cortar el cordón umbilical” con las
bilitación lenta y caritativa” de la lengua a la que hay que raíces, para despedirse del origen, para aprender a hablar
“devolver la salud” (28). otro idioma, pero este intento fracasa como el de cualquier
La pasión y la obsesión de los Vetriccioli por traducir, la traducción por ese remanente intraducible que se resiste a
necesidad de vivir inmersos en las lenguas, buscando los orí- toda traducción.
genes de las palabras para rescatar significados olvidados y Hay que asumir entonces ese entre-lugar que conecta y a
nuevas posibilidades de significación, la encontramos tam- la vez separa el italiano y el español: no hay un punto donde
bién en muchos poemas de Morábito, donde el hablante poé- uno termine y el otro comience porque cada uno es intradu-
tico confiesa que su único oficio es traducir (“Yo no tengo cible para el otro pero a la vez está con el otro, existe a partir
oficio/excepto traducir”, LTA: 27), refiriéndose, a esa “sensa- del otro para producir una “lengua desértica de nómada” (LB:
ción de vivir lingüísticamente en estado precario” (1993: 24).8 8) capaz de desplazarse entre lenguas y nombrar el mundo
En este sentido, la “traducción” no es solamente la marca de desde ese “otro (del) lenguaje” que la poesía construye como
su condición bilingüe, sino también un ejercicio profesional lenguaje que potencia el sentido a través de la transgresión

126 127
de los límites mismos del lenguaje y del sentido (cfr. Isava, El poeta manifiesta su perplejidad ante el extravío de la
1999).10 lengua y la necesidad de aprender a hablar nuevamente,
En el poema “Recuento”, el yo poético recuerda las distin- desde un lugar más inestable e incierto, sintomático de la
tas migraciones de su vida desde que vivía “en una ciudad precariedad misma de una lengua que “siempre está de paso”,
sin prados”, hasta el presente en el que se traslada a “la ciu- la única posible para quienes “en todas partes se sienten
dad más grande”, “la urbe que nunca cicatriza” (Ciudad de extranjeros”, “mi lengua / desértica de nómada”, “mi suelo
México). Este recorrido por una geografía memorial le per- verdadero” (LB: 8). Este suelo se confunde con el de la ciu-
mite reflexionar sobre la lengua como metonimia de su iden- dad a la que el poeta “vi[e]ne a dar”, una ciudad “sin afueras,
tidad móvil, como el lugar donde se condensa esa constante / compacta como imán, / vacía como una esponja”, que, como
traducción de uno mismo que está en la base de toda migra- la lengua, se convierte en “otro modo/más suave de mi tacto”
ción y que supone la reformulación de la identidad y del pa- (LB: 23-24), una nueva piel desde donde elaborar un proyec-
sado a partir de la traición del origen como una forma de to de escritura.
serle fiel: En el poema “Ciudad de México”, también encontramos la
relación ciudad-lengua, a través de la cual se muestra cómo
Nos mudamos un día el extrañamiento del yo poético ante la nueva morada se ha
para ir lejos, irse matizado hasta borrar toda referencia al pasado que sobre-
tan lejos como herirse, vive como desplazamiento:

salió de su aturdida Un día mi padre dijo


calma mi lengua torpe, nos vamos, y tú eras
nadó de otra manera, la meta: otra lengua,

¿pero aprendió a nadar, otros amigos. No:


feliz, despreocupada, los amigos de siempre,
o sigue atada al fondo, la lengua, la que hablo.
negándome ebriedad, Me he revuelto en tus aguas
volviéndome un tullido? volcánicas y urbanas
Y si lo soy, pregunto: hasta al fin conocerme,

¿Qué pierdo o qué he ganado y si al hablar cometo


en adhesión al mundo, los errores de todos,
en comprensión humana? me digo: soy de aquí,
(LB: 22) no me ensuciaste en vano.
(LB: 20)

128 129
Si bien es cierto que ahora hay una relación “natural” con nombrar el pasado sin traducirlo. De ahí que se pierda la
la lengua de adopción que hace que el poeta cometa “los erro- naturalidad con la lengua de origen y que la única manera
res de todos” –los que hacen aquellos para quienes ésa es la de sobrevivir a la orfandad que esta pérdida causa sea la de
lengua madre11–, su asimilación, aunque positiva y siempre aceptar el continuo devenir “del idioma de su lengua” que
incompleta, implica, inevitablemente, “ensuciarse”, contami- conduce al “aprendizaje” de la lengua literaria:
nar el italiano que es la matriz de su identidad y que con el
aprendizaje del español se ha mermado como un músculo Hay que voltear atrás
atrofiado por falta de uso: tarde o temprano,
soldarse a algún pasado,
Ahora, pagar todas las deudas
después de casi veinte años –de un solo golpe
lo voy sintiendo: si es posible.
como un músculo que se atrofia Así, si tú te vas,
por falta de ejercicio idioma de mi lengua,
o que ya tarda razón profunda
en responder, de mis torpezas
el italiano y mis hallazgos,
en que nací, lloré, ¿con qué me quedo?,
crecí dentro del mundo ¿con qué palabras
–pero en el que no he amado recordaré mi infancia,
aún–, con qué reconstruiré
se evade de mis manos, el camino y sus enigmas?
ya no se adhiere ¿Cómo completaré mi edad?
a las paredes como antes, (64)
deserta de mis sueños
y de mis gestos, La respuesta a estas preguntas es la lengua literaria, una
se enfría, se suelta a gajos. lengua tercera que no se construye a través de la síntesis o
(LTA: 64) la mezcla del italiano y el español, ni tampoco muestra su
deuda con la lengua materna a través de la referencia cons-
El poeta se encuentra extraviado ante la evidencia de que tante al italiano. Es una lengua en-proceso que a través de
“ese vaso” que siempre vio “lleno, / inextinguible, / plantado la escritura nombra su propia carencia, asume su precarie-
en mí / como un gran árbol, / como una segunda casa / en dad e imprecisión, su condición inacabada porque “quien es-
todas partes, / una certeza, un nudo / que nadie desataría” cribe avanza por una delgada líneas entre cientos de equivo-
(65), se ha desgastado hasta el punto de que ya no puede caciones posibles” y desea “encontrar las palabras del día,

130 131
las que nunca fueron dichas hasta hoy, y que mañana ya se- residualidad de lo que dejó de estar, la carencia de lo que
rán inapropiadas e irrepetibles” (Morábito, 2004: 70): todavía no es; umbral entre promesa y ruina como formas de
lo incompleto y del devenir irremediable de las cosas.
Al fin y al cabo la lengua literaria es una lengua extranjera, la Su mirada presiente la grieta que está por surgir y hace
más extranjera de todas, la más inasible deja, porque no tiene re- cuentas con ella antes de que aparezca; paisajes inacabados
ferentes fijos ni verdades estables. Cuando creemos que la domi- o en ruinas son los lugares donde, paradójicamente, la vida
namos es cuando menos la aprehendemos. En otras palabras, no se manifiesta con mayor vigor al mostrar su devenir inter-
se puede escribir sin una dosis de inexperiencia, de desamparo y mitente e inconcluso que no avanza hacia ningún lugar sino
de niñez; sin una necesidad oculta de perdón. (Morábito, 2004: 78)
hacia su continuo reinicio. En este sentido, el saber que el
poeta adquiere en su recorrido por la realidad no tiene “nin-
guna línea maestra”, ninguna forma de perpetuidad: su úni-
3. El lugar de la grieta
ca certeza es la fuga que recorre el mundo, ese andar itine-
En toda edificación humana
rante que prosigue en la escritura sin posibilidad de deten-
hay lugar para una grieta. ción (“se ha ido la verdad al fondo más / prosaico”, AL: 64).
Esta tensión entre permanencia y evanescencia, arraigo
Fabio Morábito
y desarraigo puede rastrearse en dos metáforas constantes
de la obra de Morábito –poética, narrativa y ensayística–,
Si bien en la poesía de Morábito el desplazamiento geográ-
metáforas que, si bien parecen negarse una a otra, muestran
fico –Alejandría, Milán, Ciudad de México– como marca bio-
una paradoja que caracteriza la identidad del sujeto migran-
gráfica y familiar es un motivo recurrente que el poeta inter-
te, vinculada tanto a su búsqueda de arraigo como a su nece-
pela y reescribe para construir su identidad y memoria, hay
sidad de sentirse “provisional” y “de paso” todo el tiempo y
otra modalidad de desplazamiento en su obra, complementa-
en cualquier lugar.
ria de la primera, reveladora de una forma de habitar y estar
Una de esas metáforas es la de la mudanza, presente en
en la realidad desde la sospecha de toda permanencia.
la poesía de Morábito desde Lotes baldíos, donde aparecen
Me refiero al viaje que el poeta emprende en la cotidia-
textos que reescriben el relato de la vida migrante del poeta,
nidad y en los espacios donde ésta se despliega para buscar,
hasta D e l un e s, todo el año, donde la mudanza adquiere nue-
en la repetición de gestos y rituales diarios, las líneas de
vos matices, porque, además de referirse a los constantes
quiebre, los puntos de fuga, los “cedimentos”, los “desplo-
desplazamientos entre geografías y continentes, es una con-
mes”, los “recodos” que atraviesan la estabilidad y revelan
dición existencial que determina el modo de estar en el mun-
“la oculta levadura”, “el hilo conductor que todo lo sostie-
do del sujeto autoral.
ne” (LB: 38-39).
“A fuerza de mudarme / he aprendido (...) / a respetar las
Lo que el ojo del observador captura no es la plenitud de
huellas / de los viejos inquilinos: / un clavo, una moldura, /
los rituales domésticos y cotidianos, sino por el contrario, la
una pequeña ménsula, / que dejo en su lugar / aunque me

132 133
estorben” (LTA: 16), dice el poeta mostrando su resistencia a 77), “en el verde más oculto” (LTA: 97), detrás del muro y en
la fijación y, sobre todo, su necesidad de explorar los restos los bordes, el asombro que estimula su escritura.
de la mudanza de otros, aquella “historia nómada / anónima, De este modo, el abajo, el atrás, el fondo, son experiencias
sin voces, / carente de escritura / que se desplaza oculta / vitales y existenciales (“Sólo si me sumerjo en algo existo”,
debajo de la otra”, y que hay que escuchar a fondo “ahí donde BS: 18) que, si bien no proporcionan ninguna estabilidad
se encuentra” para que “nos defienda del olvido” (LB: 38-39). (“a veces ya es inútil, / se ha ido la verdad al fondo / más
Si bien el poeta es incapaz de habitar la “nueva casa” sin prosaico”), constituyen la única certeza para el poeta en su
buscar una brecha “por dónde habré de irme” (LTA: 16), tam- viaje en la cotidianidad:
bién reconoce que la misma mudanza contiene el atisbo de
una doble permanencia: por un lado, un clavo que queda col- (...)
gado en la pared y prosigue una historia que queda allí pen- y hay que esperar el día
diente, esperando su devenir en otra historia, “una prosecu- que un leve cedimiento,
ción en otro orden”; y por otro, “algo que se va con uno”, “que un desplome en algún
ya no tiene nada que decir” y que hay que pisar para sentir-
recodo te sorprenda
se vivo (LTA: 36). Aquí el residuo es el lugar donde la vida
y ponga ante tus ojos
manifiesta su resistencia al desgaste, su capacidad de rege-
la oculta levadura,
nerarse justo en la desolación más extrema, en “el lote bal-
dío” donde el poeta descubre que también la basura que nau- el esfuerzo de otros,
fraga en su propio deterioro es capaz de revelar otros senti- el hilo conductor
dos de las cosas (LB: 62-65). que todo lo sostiene (...)
Es en la desolación de estos “paisaje[s] amorfo[s] y sin (“A espaldas de la piedra”, LB: 38)
historia”, periféricos y suburbanos, marinos y agrestes, resi-
duales y decadentes, habitados por perros, ratas, gallinas, Al sujeto poético le gusta mirar: desde su ventana espía
lagartijas, cactus, charcos, por “el santo olor de hierba y de el interior de otras casas, de otras “ventanas encendidas”,
basura”, donde el hablante poético se desplaza a sus anchas los rituales privados de las familias y las parejas; se imagina
y se identifica con “una botella rota” (LB: 12), una lata de las historias de la gente común, “cómo transcurre un cora-
cerveza “huérfana y sola” (LB: 63), “un manojo de algas” que zón ajeno” (AL: 84), las frustraciones, el amor, la conviven-
el mar “cede a la tierra” (LB: 8), una silla de madera a la que cia, el cansancio. Observa a los perros que juegan en los par-
siempre “se le da la espalda” (AL: 63). En estos territorios de ques y a sus dueños frustrados, a los niños que salen del co-
la intemperie, en estos “pedazos de destierro”, el poeta elige legio, a la mujer que toma su café en la ventana, a las tum-
ser “un hombre / un simple hombre” (LTA: 96), que aparta de bas de los difuntos cuyos nombres están “en perpetuo asue-
sí todo deseo de “heroismo”, de ambición épica, para buscar to” (AL: 80). Pero esta obsesión por viajar “muros adentro”
en la “rutina cotidiana”, en “el verde de los hechos” (LTA: (Morábito, 2004: 18), 12 revela la presencia de la muerte en

134 135
todas las cosas, muerte que deja “su gota de precioso antído- de fe o gratitud” (58). Una herencia ésta que, con los años, se
to, / una amargura en el lenguaje / …este silencio inmenso, / convierte en una práctica cotidiana que el poeta lleva a cabo
como morir” (AL: 80-81) y que, como espectro invisible, es- a través de la escritura como una forma de arraigo y de recu-
torba la mirada del poeta que intuye su amenaza pero a la peración –del padre, del pasado, de la memoria– cuando la
vez asume su carácter inevitable. casa muestra su discontinua e inestable permanencia.
Los sujetos que el poeta observa en su excursión por el La segunda metáfora recurrente en la obra de Morábito
“estado bruto” de la realidad, sus cómplices en esta aventura es la de la construcción. Su interés y fascinación por las obras,
por los bordes de la cotidianidad, son los hombres comunes, por los instrumentos que se usan en trabajos de albañilería,
los “escolares”, los verduleros, los obreros, el recolector de carpintería, plomería, e incluso por los obreros que se ocu-
escombros, los surfistas, los boyscouts, el picador de hielo, pan de levantar una edificación o fabricar un objeto, está
los lavacoches, los albañiles, la pareja de enamorados que presente, de forma más o menos explícita, no sólo en su poe-
pasea por el parque al atardecer, los vecinos de arriba y de al sía, sino también en otros libros, como Caja de herramientas
lado. Entre ellos y sus vidas poco extraordinarias, en la re- (1989a), La lenta furia (1989b), Berlí n t a m b i é n se ol vi d a
petición de sus gestos y de sus actos, el escritor intuye la (2004). En el cuento antes mencionado –“Mi padre”–, el na-
posibilidad de “un milagro” capaz de desestabilizar el orden rrador alude a la costumbre paterna de salir a caminar “como
del mundo y de revelar nuevas posibilidades de significación unos botánicos en busca de una planta rara” (1989b: 58) y
capaces de alterar el sentido común, lo que hace común al recorrer “terrenos baldíos” y en construcción:
sentido.
Una vez más, como en el caso de la lengua, es el devenir Era uno de los sitios sagrados de mi padre, quien partía de ahí
indetenible de la realidad y de las cosas la única geografía con el ojo para hallar insensiblemente que todo era lo mismo: tie-
que el poeta puede habitar, siempre fuera de lugar y, por esta rra y polvo en diferentes grados de concreción.
razón, siempre en su lugar. Así, ante un edificio en obra, en lugar de admirar la audacia
Esta necesidad arqueológica de hurgar en los estratos de del concreto, veía las grietas futuras, la demolición, como si cons-
truir fuera un paréntesis o un malentendido. Podía acariciar un
la realidad con el fin de encontrar los puntos donde la red se
tubo o un pedazo de varilla con la misma piedad con que San
rompe, es una herencia que recibe del padre. En el relato
Francisco acariciaba sus pájaros y sus leprosos. Donde otros veían
“Mi padre”, de La lenta furia (1989b), el narrador habla del mera inercia, o sea no veían nada, él veía devoción y esfuerzo; tal
“principio” de su educación, que consistía en salir a pasear vez por eso le interesaban los trasfondos, pues descubría ahí que
con su padre quien “no perdía la oportunidad de indicarme nada se encuentra totalmente abandonado y que en lo más recón-
el trasfondo y las partes ocultas de cada cosa que hallába- dito no falta nunca el mínimo armazón que reanima la masa iner-
mos en el camino” (57). Se trataba, “en medio de tanta super- te. (59)
ficialidad”, de “ver y tocar los armazones de fondo, las verda-
des insustituibles y elementales” (57); “de v e r, tomar acto, El poeta aprende la lección del padre: “entre los pilares y
asentir frente a esas evidencias cristalinas con una especie las vigas de una obra” (60), en una tubería olvidada detrás

136 137
de una pared (LB: 37), en un muro abandonado que insinúa la en la imaginación de los que duermen,
casa que no se hizo (LB: 32) o la casa que está por hacerse que ayude a conciliar su sueño,
(“Yo sé que cada muro / es el comienzo / de una nueva casa”, que sea una casa abierta
LTA: 38), es posible encontrar el verdadero hallazg: el es- a toda profecía.
queleto, “el armazón”, “el hilo conductor que todo lo sostie- (“No tener casa”, LTA: 40-41)
ne” (BS: 18).
La casa que queda por hacer, la única posible es la casa Para el poeta desarraigado de su lengua y de su patria, la
que siempre se está haciendo, la casa que todavía no tiene casa se encuentra en la renovación indetenible de la vida
forma ni orientación, la casa-terreno, la casa “paisaje vir- que constantemente se desgasta y “pierde peso”, mostrando,
gen”, la casa-en-proceso que contiene “otra manera de vivir” de este modo, su resistencia y fortaleza ante el deterioro que
(LTA: 40), la casa que no duele (“Voy a quedarme aquí / des- el tiempo le imprime a las cosas y ante la lejanía y la pérdida
pacio, / (...) hasta saber /dónde ha de doler menos / una casa, de “la sangre” y del origen. “A lo mejor ninguno tiene casa”,
/ dónde es mejor poner / la piedra del comienzo”, LTA: 38), dirá el poeta convencido de que “no hay fronteras / como nos
(“Mejor no tener casa / que estar en ella como un ciego”, 38), enseñan” y que esa intemperie es el lugar de pertenencia, no
la que se fuga siempre de sus muros: sólo de los desterrados, sino de todos los hombres. Este es su
aprendizaje, saber que:
Quiero una casa que no apague
esos vislumbres, …cuando se construye un muro la prudencia aconseja deslizar una
que no oriente hacia ningún grieta para estar seguros de que se caerá tarde o temprano. Es
país feliz, probable que nadie levante un muro si está seguro de que durará
que esté empezando siempre, eternamente… El hombre rehúye en el fono de cualquier forma de
sin ángulos mortales, perpetuidad y aunque una parte de él aspira a la hechura de cosas
sin muros decisivos perdurables otra más profunda le aconseja que no deje ninguna
ni esfuerzos muy profundos huella perenne… el espacio que nos rodea no es sólo el conjunto de
(estoy cansado de heroísmos). volúmenes y las formas que vemos sino igualmente de lo que he-
Quiero una casa mos dejado de ver… Lo difícil es dejar de ver algo que ha desapare-
que se oiga, cido. La desaparición pesa. (2004: 55)
que no haga esquina,
que no haga puntas, Como la casa-intemperie que se erige sobre su inestabili-
que no haga ningún verde dad y cambio, la escritura también es un devenir, una cons-
previsible. trucción-en-construcción que sostiene y transforma la reali-
Quiero una casa que regrese dad porque “tal vez sólo escribiendo /este edificio, que es tan
a la primera piedra cada día, frágil, / no se cae, / tal vez así / toman más consistencia /
que se despoje de sus muros aérea las paredes” (LTA: 18).

138 139
La escritura es el cemento que acerca lo distante, pero es Escribo para no quedar
un cemento flexible y ágil que, si bien une, abre una grieta en medio de mi carne,
para que el sentido de las cosas se escape y encuentre otras para que no me tiente el centro,
posibilidades de significación. Una arquitectura que dibuja para rodear y resistir,
otra perspectiva de las cosas, el baldío inédito donde la ima- escribo para hacerme a un lado,
pero sin alcanzar a desprenderme.
ginación construye su morada para destruirla y volverla a
(“A tientas”, LTA: 81)
imaginar. De ahí que la escritura para Morábito sea un pro-
ceso, nunca un resultado; como el resto de las cosas –la len-
Se trata de un territorio que fija y que desprende; de una
gua, la casa, la identidad–, está atravesada por la grieta de
“detención” necesaria para tomar conciencia de uno mismo,
la inestabilidad que la amenaza y la vuelve provisional e
de la memoria del pasado y del trazo nómada del presente
inacabada lo que impone la necesidad de estar siempre en la
que, como una lagartija inquieta y ágil, escribe sobre los mu-
frontera, entre el silencio y el ruido, en ese lugar donde el
ros las huellas de su paso.
poeta oye lo que escribe “que es el peor ruido” (LTA: 20).
Es la lengua que “guarda las heridas” para hacerlas signi-
En esta orilla donde los opuestos se contienen y necesi-
ficar de otro modo, para potenciar “la memoria segunda” que
tan, se teje y se fabrica la escritura como oficio y edificio que
allí balbucea. Es la herencia que se reescribe y muestra el
exige la lucidez y la entrega del poeta, y como un espacio de
exceso que la constituye.
sujeción que le impide caer en la red tentadora del arraigo:

Cada libro que escribo


me envejece,
me vuelve un descreído.
Escribo en contra
de mis pensamientos
y en contra del ruido
de mis hábitos.
Con cada libro
pago un viaje
que no hice.
En cada página que acabo
cumplo con un acuerdo,
me lavo de mí mismo,
me digo adiós
desde lo más recóndito,
pero sin alcanzar a ir muy lejos.

140 141
Notas franquea. Se viaja por intensidad, y los desplazamientos, las figu-
ras en el espacio, dependen de umbrales intensivos de desterrito-
rialización nómada, (...) de relaciones diferenciales, que fijan al
1
Según Giddens, hoy en día la familiaridad que los individuos mismo tiempo las reterritorializaciones sedentarias y complemen-
tienen hacia los ambientes culturales en los que habitan a diario, tarias” (60).
no está relacionada sólo con el reconocimiento de ciertas particu- 6
Deleuze y Guattari en el libro antes citado hablan de dos tipos
laridades locales, sino, también, con la presencia de fuerzas aje- de espacios: el liso o nómada y el estriado o sedentario. El primero
nas, fuera de contexto, no-lugares que se asumen como si pertene- es abierto, accidental, amorfo, excéntrico, intensivo, “cuerpo sin
cieran “naturalmente” a ese espacio local (en Tomlinson, 2001: 130). órganos”, no está trazado previamente al recorrido, establece co-
Quizás la presencia de sitios de comida de todas partes del mundo nexiones imprevistas; el segundo es cerrado, organizado, delimita-
en un mismo centro comercial, pueda ser un ejemplo al respecto: do, homogéneo, centrado, extensivo. Pero “los dos espacios sólo exis-
“la cocina de todo el mundo reunida en un solo lugar” es uno de los ten de hecho gracias a la combinación entre ambos: el espacio liso
tanto “simulacros” a través de los cuales “experimentamos la geo- no cesa de ser traducido, trasvasado a un espacio estriado; y el
grafía del mundo indirectamente” (146). espacio estriado es constantemente restituido, devuelto a un espa-
2
Para Bauman: “En realidad, entre los mundos sedimentados cio liso” (1994: 484). Un ejemplo de la tensión entre espacio liso y
en ambos polos, en lo alto y en lo bajo de la jerarquía emergente de estriado es la ciudad, espacio estriado por excelencia pero que abre
la movilidad, existen diferencias enormes; al mismo tiempo crece “por todas partes espacio liso, en la tierra y en los demás elemen-
la incomunicación entre ambos. Para el primer mundo, el de los tos… Espacios lisos surgen de la ciudad que ya no son los de la
globalmente móviles, el espacio ha perdido sus cualidades restric- organización mundial, sino los de una respuesta que combina lo
tivas y se atraviesa fácilmente en sus dos versiones, la ‘real’ y la liso y lo agujereado y que se vuelve contra la ciudad: inmensos
‘virtual’. Para el segundo, el de los ‘localmente sujetos’, los que es- suburbios cambiantes, provisionales, de nómadas y trogloditas,
tán impedidos de desplazarse y por ello deben soportar los cam- residuos de metal y de tejido…Una miseria explosiva que la ciu-
bios que sufra la localidad a la cual están atados, el espacio real se dad segrega…” (489-490).
cierra a pasos agigantados” (Bauman, 1999: 116). 7
Morábito relaciona a menudo a los inmigrantes con las perife-
3
Sobre sus orígenes, Morábito dice: “Soy un italiano nacido en rias, con los espacios baldíos. En el poema “Recuento”, dice: “En-
Egipto, algo que siempre me hizo experimentar mi italianidad como tonces comprendí / que a los que emigran, porque / ya han visto
raquítica y dudosa” (1993: 23). demasiado, / lo agreste les da paz, en él se reconocen / por esa
4
Me voy a referir a los textos mencionados con las siguientes droga viven / buscan el mar atrás / de las ciudades, aman / efíme-
siglas: LB, LTA, BS, AL. ros baldíos” (LB: 24).
5
Deleuze y Guattari en M il m e s e t a s (1994) hablan de la migra- 8
Cabe destacar que Morábito ha traducido varios poetas italia-
ción como un sistema rizomático: “La desterritorialización debe ser nos contemporáneos. En 2006 se publicó en la editorial Galaxia
considerada como una fuerza perfectamente positiva, que posee Gutemberg-Círculo de Lectores (España) su traducción de la
sus grados y umbrales (...) y que siempre es relativa, que tiene un poesía completa de Eugenio Montale.
reverso, que tiene una complementaridad en la reterritorializa- 9
Sobre el bilingüismo dice Morábito: “El escritor que se ex-
ción (...). Por ejemplo, las migraciones. (...) todo viaje es intensivo, presa en un idioma que no es el suyo es en cierto modo un muerto
y se hace en umbrales de intensidad en los que evoluciona, o bien viviente; adoptar otra lengua significa otorgarse una vida suple-

142 143
mentaria, renacer en el seno de una nueva expresividad, pero tam- esa corriente, pero no en el centro del río sino en las orillas, sin el
bién enterrar definitivamente otras palabras y otras cadencias” ímpetu del que disfrutan los otros, quienes no están nunca equivo-
(Morábito, 1993: 23). cados como él lo está ni manifiestan jamás ninguna de sus torpe-
10
Luis Miguel Isava, en un artículo titulado “El otro (del) len- zas lingüísticas, aunque muchos de ellos hablen peor, es decir, con
guaje. Wittgenstein y el lenguaje de la poesía I”, propone una menos corrección” (1993: 22). En un libro reciente, B e r lí n t a m b i é n
lectura de la teoría del lenguaje de Wittgenstein para plantear se olvida, Morábito retoma el tema del aprendizaje de una lengua
un paradigma de la poesía contemporánea. Después de analizar extranjera y dice: “En el aprendizaje de una lengua extranjera
dos concepciones de lenguaje: una topológica “en la cual el len- existe siempre un elemento irracional que hace que el aprendiz
guaje se concibe como una especie de espacio limitado”, la otra cultive la ilusión de que a través de esa lengua penetrará en una
económica según la cual “el lenguaje funciona según nociones nueva región del ser. Algunos muestran tal facilidad en hablar otro
de uso e intercambio”, plantea una concepción “extra-vagante” lengua, en comparación con otras personas igual o más inteligen-
del lenguaje que el modelo de uso no puede justificar (1999: 39). tes, que es difícil no suponer que encontraron la mímica profunda,
“Al violar (léase: funcionar fuera de) las reglas de lenguaje co- el barro esencial de ese idioma… aprender una lengua extranjera
mún entramos en una nueva especie de juego-de-lenguaje, el supone rearticular sonidos y conceptos elementales, volver a ser
(otro) del lenguaje, en el cual ya no nos referimos ‘al mundo en niños, quizás para pedir como niños el perdón que no nos atreve-
tanto hablamos de él’, sino a palabras y a sus asociaciones. Al mos a pedir como adultos” (2004: 77-78).
hacer esto estamos creando nuevos contextos de comprensión 12
El libro B erlín tam b ié n se olv id a (2004) tematiza dos cons-
que corren paralelos a los producidos por los criterios de len- tantes en Morábito: por un lado, el viaje por la ciudad y sus paisa-
guaje común pero no les conciernen en absoluto…transgredir jes cotidianos; por el otro, la ciudad como alegoría del carácter in-
los ‘límites del lenguaje’ no lo ‘detiene’ de ninguna manera de- concluso de todo gesto humano. Berlín, dice el autor, es una ciudad
terminable, reconocible, sino sólo que crea un sistema de signi- en obras, “que da la impresión de recomenzar continuamente y los
ficados ‘flotantes’” (56-63). berlineses, en efecto, poco dados a entretenerse en los balcones y
11
Sobre el aprendizaje de un idioma extranjero Morábito obser- en los puentes del río, se arremolinan con gusto para observar cómo
va: “La afirmación de que uno no deja jamás de aprender su len- se levanta un nuevo edificio. (…) Lo que en otras partes es una
gua, aunque es válida para todos, es particularmente verdadera actividad que se trata de ocultar… aquí se vuelve un acontecimiento
para los no naturales de un idioma determinado, que han tenido público… Esas obras se han vuelto el segundo rostros de Berlín y
que aprenderlo conscientemente, a base de esfuerzos, errores, ex- acentúan su carácter inconcluso… de ahí el aire de perpetua in-
trañamiento e incidentes que son difíciles de olvidar, aunque el madurez de esta ciudad, donde se alternan rigidez y anarquía, se-
aprendizaje haya ocurrido en juventud. Quiero decir que sólo los veridad y candor” (Íd.: 28-29).
extranjeros aprenden un idioma, ya que la lengua materna se in-
hala o se absorbe junto con el alimento y los gestos de los padres.
Aun después, conforme el hablante nativo enriquece y corrige
su idioma, lo hace aparentemente sin esfuerzo, como si el idio-
ma lo hiciera por él, arrastrándolo por su corriente que todo lo pule
y lo modifica. También el hablante extranjero se ve arrastrado por

144 145
V. El asedio de la memoria:
hallazgos de la escritura en Tununa Mercado

Es lo inaccesible lo que no puedo


dejar de esperar, lo que no puedo tomar
sino retomar, y no dejar nunca.

Maurice Blanchot

1. Abrir el archivo

En el escenario crítico y literario latinoamericano de las


últimas dos décadas, han aparecido un número significati-
vo de textos que problematizan el estatuto de la memoria
“después” de las dictaduras; textos que se ocupan de revi-
sar las “operaciones de borradura” que los discursos oficia-
les han llevado a cabo sobre la época de la represión para
protegerse de las amenazas de una verdad que consideran
“inconveniente”.
Frente a estas “políticas de la desmemoria” que buscan
neutralizar y contrarrestar toda disidencia a través de la “fór-
mula del consenso” (Richard, 1994: 28), críticos y escritores
como Nelly Richard, Beatriz Sarlo, Idelber Avelar, Alberto
Moreiras, Hugo Vezzetti, Mabel Moraña, Sandra Lorenzano,
Hugo Achugar, Diamela Eltit, Raúl Zurita, Eugenia Brito,
Ricardo Piglia, Sergio Chejfec, Matilde Sánchez, Martín Ko-
han –para mencionar sólo algunos nombres– han reivindica-
do la necesidad de mantener abierto el pasado con la finali-
dad de dar cuenta del estado de desnudez psíquica y afectiva
que viven las víctimas de la represión así como del quiebre

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que la “experiencia del desastre” genera en los sistemas de que atestigua en nombre de otro que ha perdido la lengua
representación de la realidad. para testimoniar y que, desde la precariedad e insuficiencia
Para Alberto Moreiras: de su lengua, lucha para darle voz a esa imposibilidad de
decir, a esa impotencia de construir un relato, a ese aconteci-
De manera en extremo paradójica, en la postdictadura el pen- miento innombrable que cifra la experiencia misma del mal,
samiento es sufriente más que celebratorio. Marcado por la pérdi- cuyo poder “exterminador” radica justamente en su “eman-
da de objeto, piensa desde la depresión o incluso piensa antes que cipación del lenguaje”.1
nada la depresión misma. A medida que el símbolo dictatorial di- De lo anterior se desprende por qué la crítica y la ficción
luye sus aristas y se encripta en la mera administración de la pér- postdictatorial han insistido en centrar sus textos en la re-
dida de sentidos dentro del marco tardocapitalista, la situación de
presentación de esta desarticulación del nexo experiencia-
pérdida simbólica y retraimiento libidinal tiende máximamente a
lenguaje que producen los regímenes represivos y también
incrementarse. La posibilidad extrema es que el impasse libidinal
lleve el duelo a condiciones de melancolía radical.
en la elaboración de “lenguajes que puedan re-significar la
En las postdictaduras contemporáneas, la lucha cultural no es cita histórica de la violencia..., de un modo suficientemente
tanto una lucha entre sentidos ideológicos opuestos como una lu- alegórico para quebrar la sedimentada indiferencia que cons-
cha por el establecimiento o reestablecimiento de la posibilidad truye la borradura mediática de un presente duramente
misma del sentido. (Moreiras en Richard, 1998: 26) empeñado en suprimir todos los códigos de equivalencia sen-
sible entre lo dañado y las redes sociales de traslación del
La cita anterior pone en evidencia una de las consecuen- recuerdo” (Richard, 1998: 15).
cias más dramáticas de la experiencia del terror, es decir, su La argentina Tununa Mercado (Córdoba, 1939) participa
carácter intraducible, su resistencia a la simbolización a cau- de esta actividad crítica y literaria en contra del olvido que
sa de la desarticulación del sentido mismo que se halla en la los gobiernos de la transición democrática han llevado a cabo
base de toda vivencia del mal que además es lo que la hace en el Cono Sur desde la narración de su propia experiencia
increíble para los que no la sufrieron y, por consiguiente, in- de la dictadura y del exilio. Sus libros En estado de memoria
testimoniable e irrepresentable. (1990, 1998), La letra de lo mínimo (1994), La madriguera
Giorgio Agamben, en su libro L o qu e qu ed a de Au sch w i t z. (1997), N a rra r d esp ués (2003)2 exploran la esfera de lo afec-
El arch i v o y e l t e s t i g o (2000), al reflexionar sobre el testimo- tivo, lo íntimo, lo psíquico y sus relaciones con lo político y
nios de los sobrevivientes de los campos de concentración público pero es En estado de memoria la novela que se afilia
como un discurso basado en “la laguna”, observa que la len- de forma más representativa al trabajo de relectura crítica
gua del testimonio “es una lengua que ya no significa, pero de la memoria dictatorial.
que en ese no significar, se adentra en lo sin lengua hasta Se trata de un texto de difícil colocación genérica porque
recoger otra insignificancia, la del testigo integral, la del que oscila entre la autobiografía, la memoria, el ensayo autoana-
no puede prestar testimonio” (39). El testigo es entonces aquél lítico, el testimonio, la ficción. Constituido por un conjunto

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de dieciséis relatos autobiográficos narra las experiencias de sente, pero que a la vez le otorga un espacio desde donde
la autora durante y después del exilio en Francia y México – autoanalizarse y reaprender a relacionarse con el mundo.
durante los años de la dictadura. La narradora es una vícti- En En estado de memoria, el elemento más sintomático de
ma de la represión militar que la condena a vivir 16 años en este quiebre que la dictadura genera entre experiencia y re-
el exilio lo que implica para ella, no sólo “la pérdida perso- presentación es la lengua, una lengua que traduce la “intensi-
nal, de país, de gente, de memoria” (Mercado en: Mora 1992: dad” afectiva, emotiva, memorial implicada en la evocación
78), sino también la pérdida de un espacio simbólico de per- del pasado. Una lengua que busca decir lo indecible a través
tenencia en el que reconocerse y desde el cual establecer un de la puesta en escena de la pérdida de sentido que la expe-
diálogo con el mundo. riencia del terror produce, de esa cicatriz que hay que seguir
El libro más que contar referencialmente los hechos vivi- interrogando con el propósito de mantener vigente la deuda
dos durante el periodo de la represión, trabaja “teóricamen- con el pasado y sus muertos. Una escritura autoanalítica y
te” sobre la noción de duelo como “residuo inasimilable” (cfr. teórica, a través de la cual la narradora se apropia de ese
Moreiras, 1999) que reclama su simbolización y restitución “margen descompensado”, furtivo, “mínimo” que es su lugar
en el presente, a partir de la (auto)representación de un yo existencial para poseer “otro” espacio –textual, discursivo–
desvalido que explora su memoria afectada por las pérdidas desde donde ensayar su identidad precaria y asumir la res-
(de seres queridos, de la casa, de la patria, de la pertenencia) ponsabilidad de sí misma y de sí misma frente al otro que le
e intenta elaborar su duelo a través de la escritura. es próximo (Cróquer, 2000: 17).
Se trata de una mujer frágil, obsesiva, depresiva que ha- Escribir sobre su vida, explorar los “vacíos” de su memo-
bita el presente desde una condición “lateral”, prisionera de ria y los desajustes de su psique, responde no sólo a la nece-
un pasado intempestivo que la condena a un diálogo cons- sidad de construir un lugar desde donde interpelar el pasa-
tante con los espectros de su infancia,3 de la dictadura, del do y procesarlo, sino también a una voluntad de darle voz a
exilio y del post-exilio. Su relato se enuncia después del re- una colectividad desgarrada por las mismas violencias y ci-
greso a la Argentina, cuando ya se ha enfrentado con la de- catrices que ella padece. Su voluntad es oponerse a las im-
cepción de la vuelta por la imposibilidad de habitar los espa- posturas del poder oficial a partir del gesto de abrir los ar-
cios del pasado sin que esto le produzca sentimientos de aje- chivos de la memoria para que la pregunta sobre “¿qué hacer
nidad y extrañamiento. por la vida con la muerte?” (LM: 55) encuentre su respuesta
La narradora no tiene certezas, no reconoce los lugares y justificación:
que le fueron familiares, ha perdido toda naturalidad con la
experiencia social, profesional y cotidiana, se siente extraña Nuestra memoria del terrorismo de Estado sufrió ataques de
en todos los roles que desempeña y en los lugares que ocupa. avaricia y de selectividad. En el primer caso fue ocultamiento, en
Su única pulsión es la de escribir. Decide entonces usar este el segundo un recordar a medias, en ambos el triunfo de una racio-
recuerso para interrogar los fantasmas de su memoria lo que nalización que prescribía la amnesia para lograr un supuesto en-
dificulta sus intentos de reestablecer una relación con el pre- cuentro entre los argentinos. De pronto, en ese universo sobrecar-

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gado de acontecimientos traumáticos pudimos sentir que se sus- “configuración ideal” que es el corpus archivado que “disimu-
traía la noción de espacio, un tiempo y unas circunstancias en las la”, “destruye”, “prohibe” aquello que disocia y separa (cfr.
que esos hechos habían transcurrido. ¿Quiénes eran esos muertos, Derrida, 1997a: 10-11).
esos desaparecidos? ¿Había una forma para reestablecer la condi- Sobre esos “secretos” que ingresan en el archivo para “des-
ciones en las que había vivido y actuado? ¿Se les podía devolver aparecer” como desaparecen los cuerpos de las víctimas de la
una estatura humana real? Me detengo sobre el nombre acertado
dictadura, ahonda su escritura que rehabilita las “zonas ne-
que designa este archivo oral: memoria abierta. La metáfora con-
crosadas y yertas” de la-su experiencia, los residuos que
centra una idea que subyace a toda búsqueda, la de abrir la memo-
ria, la de abrir los archivos de una época o un tiempo, pero implica
quedan del mal y quiebran la identidad.
también un gesto de liberación, como si al abrir, un aire entrara en Una foto, un nombre, un objeto, un gesto, un baúl, una
el recinto cerrado y actuara sobre las zonas necrosadas y yertas y blusa, un paseo, una lectura, experiencias cotidianas e ínti-
las resignificara en una dimensión nueva. Lo que resurge, precisa- mas, rituales privados y personales, arman un discurso de la
mente, es la dimensión soterrada de lo político y, de manera privi- falta, de la palabra que falta pero que habla desde la impo-
legiada, el modo en que esa acción política se inscribía en el día a tencia y la desarticulación, que reclama y muestra su des-
día de protagonistas y testigos. Si algo rescata una historia de vida acuerdo ante el “mal de archivo” y la “desmemoria”.4
es la progresión de un deseo, el que latía en esas víctimas. En sus
palabras e imágenes tal vez podamos redescubrir la potencia de lo
que se ponía en juego para ellos y el modo en que eran entendidas 2. Autofiguraciones
sus convicciones por quienes compartían sus vidas. (ND: 147)
Silvia Molloy dice que “la autobiografía es una manera de
Mercado se suma al proyecto postdictatorial de abrir los
leer tanto como de escribir” (1996: 12). Si bien, como se plan-
archivos de la memoria y releer sus contenidos; su búsqueda,
teó más arriba, el texto de Mercado se enuncia desde diver-
como la de otros escritores y artistas de la postdictadura, es
sos registros y géneros discursivos, pensamos que articula
la de “rehabilitar” el olvido e incorporar “las señales trun-
una suerte de autobiografía o de ficción autobiográfica, en el
cas”, “lo ausentado”, “lo substraído”, “lo que falta y hace fal-
sentido de que, a partir de referencias de experiencias de la
ta”, “las señales de relatos entrecortados y de visiones triza-
vida de la autora –la infancia en Córdoba, la maternidad, el
das, de compresiones dañadas y de vocabularios incomple-
exilio en Besançon (1966-1970) y Ciudad de México (1974-
tos” (Richard, 2000: 11).
1986), el regreso a la Argentina, las inquietudes y preocupa-
En este sentido, le interesan los quiebres que la violencia
ciones literarias y políticas, los amigos, la vida doméstica e
produce en las relaciones afectivas, en los vínculos familia-
intelectual–, construye el relato de un sujeto-Tununa que se
res, en la psique de los sujetos y en sus maneras de repre-
arma a través de autofiguraciones a las que recurre para
sentar la experiencia. Le interesa la pregunta por el archivo
otorgarse una existencia. Relato de un yo que escribe para
como “lugar de autoridad” que custodia documentos a partir
hallar un lugar de inscripción y desde allí reflexionar sobre
de un orden que no admite “secretos” que interrumpan esa
el ejercicio literario como una forma de salvaguardar la me-

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moria personal y colectiva y de realizar un gesto de resisten- hay un pupitre para ella; la niña que descubre el bosque y se
cia política.5 paraliza frente a lo desconocido (ND); la niña que se “sube a
Uno de los aspectos que llama la atención de la obra de un árbol” y desde allí construye su observatorio separado
Mercado es la elaboración de una poética de la escritura que del mundo (M); la estudiante universitaria que no logra en-
la autora construye en sus libros. La reflexión obsesiva por frentar los exámenes y nunca culmina la carrera en Letras;
la letra, por “la letra de lo mínimo” como ejercicio analítico la joven provinciana que de Córdoba se traslada a la capital
del proceso de creación estética e intelectual, en la misma (ND: 214-215); la mujer que no se reconoce en ninguna ropa
medida en que representa la génesis del acto escriturario, y que se viste con prendas usadas o de los muertos; la escri-
también es un discurso de autofiguración, en el sentido de tora que tiene miedo de hablar en público y necesita escribir
que revela la relación de la autora con el “oficio” de escribir, cada línea para controlar la “fobia” que le genera exponerse
sus gustos e inquietudes literarias, sus lecturas. a un público; la exiliada que confía en el Tarot y el Y Ching y,
Si bien se trata de zonas de su obra centradas en la obser- a la vez, lee con sus amigos mexicanos la Fenomenología del
vación pormenorizada de la escritura como fenómeno, a tra- e s p í r i t u de Hegel sin alcanzar “la luz del conocimiento” por
vés de un tono distante y neutral que pareciera borrar cual- una “apropiación intelectual” deficitaria (EM: 91); la Tunu-
quier referencia autobiográfica, es posible reconocer allí la na más cotidiana que no entiende las disposiciones más bá-
construcción de una imagen que apela al yo que escribe, a la sicas del fútbol, “saber, por ejemplo, cuál era el campo del
escritora que piensa sobre su obra y, a partir de ésta, habla enemigo” (ND: 164), son imágenes que construyen un suje-
de sí y se construye como sujeto. to que se siente ajeno en relación con el entorno y que vive
Quiero llamar la atención sobre dos autofiguraciones a afectado por la carencia y la falta de lugar.6 Pareciera tra-
las que Mercado recurre para ponerse en escena: la de la tarse de una suerte de patología de la carencia y el desaco-
niña extraviada y la de la mujer de la “polis”, imágenes que, modo que hace que la “niña” habite la realidad ocupando un
parecen excluyentes pero que constituyen dos caras de una “afuera” ajeno y distante que la separa del mundo y de toda
subjetividad contradictoria y en tensión permanente entre la posibilidad de pertenencia, pero que, a la vez, le permite
“minusvalía” y la torpeza, y el gesto contundente y asertivo. construir un espacio propio desde donde resistir al confor-
La “niña extraviada” es una imagen que aparece por pri- mismo y a los imperativos sociales.
mera vez en En estado de memoria y es retomada en los libros En la última parte del relato “Cuerpo de pobre” de En
sucesivos en distintas versiones. Ser “niña” aquí es una acti- estado de memoria, la narradora recuerda un episodio de su
tud y una forma de verse y posicionarse frente al mundo; sig- infancia sintomático de una psique marcada por una herida
nifica no tener lugar y estar siempre fuera de lugar, desampa- de la cual no logra liberarse ni siquiera a través del juego.
rada, huérfana, extraviada, sin recursos para enfrentarse a Entre los muchos disfraces de carnaval “que cuelgan” de su
los imperativos y las exigencias que la sociedad impone. memoria, recuerda uno de mariposa que se ponía durante
La niña-Tununa que, el primer día de clase, no aparece en las fiestas de primavera y que era “amarillo vaporoso de ho-
ninguna lista y, por puro azar, termina en un aula donde no lanes, listones café que dibujaban el cuerpo de la mariposa y

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unas alas de alambre cubiertas de tul moteado que se pren- taria a ésta, extensión suya, que, a pesar de estar situada en
dían a la espalda del canesú” (EM: 37). Antes de salir al esce- el mismo lugar lateral y tímido, asume una voz pública, se
nario la narradora dice que “la hermana Serafina intentó atreve, se muestra, habla en voz alta para señalar lo que
prender mis alas al vestido con un alfiler de gancho, pero el ocultan los silencios impuestos por el poder, explorar sus cen-
alfiler se deslizó y agarró también, junto a la tela y el tul, mi suras y olvidos.
piel” (37). El resultado de este error fue que “salí a escena Me refiero a la mujer que lucha para “reclamar la polis”,
como atravesada por un puñal, y esa punzante sensación no según palabras de Jean Franco cuando se refiere a la emer-
me ha abandonado” (Íd.). Escena teatral y dramática que gencia de la mujer como protagonista de diferentes movi-
representa un momento fundacional de la vida de la niña mientos populares que surgieron a raíz de los regímenes
porque establece una relación con el mundo “atravesada” por autoritarios de los 70 (cfr. Franco, 1996: 91-116). Una mu-
una lesión que perfora su epidermis psíquica y que implica jer víctima de la represión y del exilio que, desde esta cir-
el rechazo futuro de cualquier tipo de escenario (“Desde aquel cunstancia de indefensión y violación, adquiere “una nueva
día nunca quise estar en ningún escenario”, 37) y que se tra- identidad pública” (Íd.: 100), que la incita al reclamo, a la
ducirá en la tendencia a no pertenecer, a vivir en una suerte desconfianza, a la sospecha, a la resistencia. Mujer que ac-
de exilio, apartada de las instituciones que imponen reglas y túa y escribe como miembro de una comunidad ultrajada por
negociaciones que le resultan inaceptables. la violencia y por solidaridad con los desaparecidos, con las
Sujeto que insiste en su minusvalía y torpeza, en su in- Madres de la Plaza de Mayo, los exiliados políticos, pero tam-
adecuación a cualquier rol y situación social que, además de bién con otro tipo de exilados, las víctimas del holocausto,
ser aspectos estructurales de su personalidad, son también los “sin techo”, los indigentes, los psicóticos. Escribir sobre
formas de posicionarse críticamente ante determinadas pro- ellos significa, para Mercado, inscribirse en una comunidad,
blemáticas que exigen de ella la asunción de una postura. asumirse como plural dado que “los nombres propios no son
Ante la estabilidad y la plenitud, las certezas y el reconoci- nombres de personas, son nombres de pueblos y de tribus…”
miento social, la seguridad y la visibilidad, el sujeto que (Deleuze, 1997: 61).
Mercado construye escoge el rincón y la intemperie; la incer- Lo que intenta la escritora con su relato que conecta e
tidumbre y la duda; el “cuarto propio” desde donde hablar en intersecta voces es un gesto ético y político a la vez: sostener
s u lengua para desmontar y cuestionar los discursos del po- la obligación de estar alerta, de abrir los archivos de la me-
der porque “el discurso forma parte constitutiva de esa tra- moria para desarticular “cualquier designio mortífero en con-
ma de violencia, control y lucha que constituye la práctica tra de seres humanos y estar alerta para romper la inercia
de poder” (Richard, 1994: 11). que lleva a su posible repetición” (ND: 146).
Junto a esta imagen de mujer desorientada e inadaptada, A partir de esta doble autofiguración que constituye un
propensa al error y al extravío, reacia a cualquier forma de sujeto contradictorio y problemático, me interesa analizar la
visibilidad y título, a contracorriente de las práctica hege- articulación niña-mujer-pública en el contexto específico del
mónicas de reconocimiento social, convive otra, complemen- exilio; revisar las formas de autorrepresentación a las que el

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yo recurre en esa coyuntura específica y a la manera en que en el español Ovidio Gondi y en Pedro), la niña desvalida se
su voz, al hablar de su propio proceso de pérdida, construye mira en el espejo de los otros y establece alianzas que le per-
una tercera figura: la de un sujeto plural y colectivo que se miten posicionarse de una manera distinta frente a su pro-
arma en la tensión entre la mujer desvalida y enferma y la pia carencia, es decir, no desde el lugar de la parálisis sino
que lucha para desmontar-desenmascarar las estrategias per- de la acción y la praxis política.
versas del poder. Asumirse como parte de un colectivo implica participar
en los procesos de adaptación –a la cultura, a la lengua, a las
costumbres, a los códigos culturales– que vive la comunidad
3. El fantasma del hogar de argentinos en el exilio, las crisis de identidad que padece
–extravío, desorientación, estancamiento, confusión–, las en-
Edward Said, en un breve ensayo titulado “Recuerdo del fermedades y somatizaciones que lo afectan, la desespera-
invierno”, habla del exilio como “una grieta insalvable” en- ción por vivir en un tiempo detenido que parece no pasar
tre “el yo y su verdadero hogar”; “un estado discontinuo del (“selva sin tiempo”, “paréntesis del no transcurso”, EM: 21),
ser” que lo aleja de sus raíces, de sus afectos, de su patria saturado por la evocación de Argentina, por las noticias te-
comprometiendo su identidad y su sentido de pertenencia rribles que circulan y las “llamadas telefónicas (...) en las
(1984: 3). que se nos decía que habían matado a alguien” (13).7 Tam-
Tomando como punto de partida estas ideas sobre el exi- bién significa la construcción de una suerte de “casa del exi-
lio, propongo abordar En est a d o d e m em ori a como relato so- lio” donde realizar reuniones y actividades políticas que pu-
bre la pérdida de la morada y sobre la imposibilidad del re- dieran controlar la culpa que la lejanía de la patria causa en
greso después de la experiencia del exilio. sus miembros.8
Como vimos anteriormente el yo que se autorrepresenta Pero esta escritura que ahonda en el análisis del aspecto
en los textos es una “niña extraviada” que, desde la infancia, más patológico y emotivo del exilio, también asume una po-
no halla un lugar de pertenencia y ocupa en el mundo y en la sición crítica, a veces hasta irónica, frente a las prácticas
sociedad un lugar apartado: suerte de desarraigo estructu- nostálgicas que los desterrados argentinos llevan a cabo en
ral y voluntario que se agrava con la experiencia del exilio sus años mexicanos, como por ejemplo, el hábito de comer
político en Francia y México y con el regreso a la Argentina. dulce de leche y milanesas, o el de rendirle culto a la bande-
Esta suerte de extranjeridad que caracteriza la vida de la ra argentina.
narradora se convierte en condición compartida durante los Mercado también se detiene a observar otra práctica co-
años mexicanos cuando la pérdida de la morada y el senti- mún entre sus compañeros que consistía en comprar cualquier
miento de exclusión dejan de ser condiciones de su identidad objeto de la artesanía local (mantelitos de Michoacán, vasos
para convertirse en los de una entera comunidad: la de los de vidrio soplado, muebles coloniales) con el fin de decorar sus
exililados argentinos en México. En este escenario habitado apartamentos que terminan siendo todos iguales lo que gene-
por latinoamericanos y europeos fuera-de-lugar (pensemos ra la sensación de estar siempre en la misma casa (25-26):

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Esas casas, en las que muy de cuando en cuando aparecía una “sin retorno” que causa la dictadura, el quiebre afectivo y
pieza legítima, se trasladaron muchas veces tal cual a la Argenti- memorial que no se reestablece con la vuelta porque es en
na, en enormes contenedores o co n t a i n e r s. La misma impronta, ese momento cuando la pérdida se vuelve la única certeza
reconocida en diversos hogares produce un efecto melancólico por- reconocible. Es en el regreso cuando el sujeto se enfrenta
que si marcó una unidad ideológica defensiva en aquellos tiempos con la imposibilidad de reconocer como propios esos espacios
de destierro, en la Argentina no cumple ningún papel distintivo y
que durante toda la vida habían sido “sus” espacios –casa,
más bien produce extrañamiento y nostalgia y uno se siente un
ciudad, calles, lugares de trabajo– y de habitarlos con la na-
poco tonto por creer en esos pequeños rituales de acomodamiento
en el suelo argentino van a salvar del estruendo de la identidad
turalidad de antes.
perdida. Se trata de una experiencia de exclusión que se vuelve
A mí me hace mucha gracia ver cómo ahora hacemos nuestros más dramática en la medida en que produce una sensación
templos, verdaderos altarcitos de muerto mexicanos, con ofrendas, parecida a la que se tenía en el exilio pero que se manifiesta
ollas sin mole, ficción de la harina de nixtamal y de los chiles, y ahora en relación con los sitios que en el pasado habían pro-
comienza a resultarme patética la conversación obligada acerca porcionado un sentido de pertenencia. Los espacios que an-
de dónde se puede conseguir chile y dónde tomatillos y todo el tes eran “propios” –casa, ciudad, calles, lugares de trabajo–,
mundo dice que cilantro sí hay cuando todos, todos sabemos, que a donde antes se circulaba con naturalidad y desenvoltura, se
los argentinos el cilantro les producía náusea… (EM: 26) convierten ahora en territorios desalojados de vida que arro-
jan al sujeto hacia un “afuera” que lo excluye de toda perte-
Aquí la narradora pone en evidencia el drama del extran- nencia y memoria. La fuerza devastadora del mal es capaz
jero que en la misma medida en que se resiste a asumir las de contaminar y destruir, no sólo la vida de miles de perso-
convenciones culturales del nuevo país reforzando sus cos- nas haciéndolas desaparecer y sometiéndolas a las torturas
tumbres –la milanesa y las papas–, a la vez, cuando regresa más crueles, sino también la memoria del pasado que se vuel-
a su patria, no puede sino reproducir esa misma nostalgia ve inaccesible y traumática, así como el lenguaje que no pue-
pero ahora en relación a prácticas y alimentos que nunca de simbolizar la experiencia del trauma.
fueron tomados en cuenta cuando se vivía en el exilio –ají, La ciudad se convierte en un espacio espectral habitado
tortillas–. Pareciera sugerir la idea de una identidad –la pro- por el fantasma de los ausentes, por sus voces y sus lamen-
pia, la de los exilados– que, paradójicamente, necesita de la tos; las casas donde se vivió se vuelven inaccesibles a causa
falta para poder pertenecer, para crearse una ficción de re- del trauma que albergan sus paredes, hecho que imposibili-
greso que posibilite la idea de pertenencia. ta cualquier intento de volverlas a habitar; las calles son
Desde la identificación con el otro (los exilados Ovidio espacios resistentes a toda evocación nostálgica o, por el con-
Gondi y Pedro; las figuras de Trotzsky y Frida Kalo, las ma- trario, lugares saturados por los espectros de aquellos que
dres de los desaparecidos) y desde el distanciamiento crítico “faltan”.
ante las “mitologías” que el destierro produce afuera y den- Regresar se convierte entonces en “un salto en el abismo”
tro del país, la narradora-Mercado representa la experiencia porque el exiliado –Tununa y los que su nombre nombra–

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descubre que “no hay casa… donde meterse” y que “su vida blemática, al respecto, la escena en la que la narradora, a su
afectiva, como la del preso, el enfermo o el alienado, man- regreso, abre los baúles que había dejado en casa de amigos
tendrá sus circuitos lastimados y sus quemaduras no se res- durante el exilio, y sufre pesadillas y vértigos porque:
tañarán con el simple retorno” (EM: 86).
De aquí que la novela de Mercado pueda leerse como un ...el inconsciente trabajó sin parar y cobró forma, si se puede decir-
sondeo que el sujeto de la narración hace en su propio in- se, de una caverna de la especie humana, con fondos y trasfondos
consciente y en el inconsciente colectivo víctima de la dicta- que se hurtaban a la conciencia, jugándole pasadas mortíferas;
dura, a partir de un interrogante: ¿cuándo algo deja de estar presa de los sentimientos más primarios, que son de terror ante lo
dónde se instala? Esta pregunta muestra cómo lo reprimido inesperado y también de terror ante lo vivido, me resistía, sin con-
seguirlo a la imagen que predominaba: una caja abierta que deja
no es lo olvidado o desaparecido, sino lo que está confinado a
ver o salir una realidad pululante. (1998: 87-88)
una suerte de exilio psíquico desde donde reaparece de for-
ma cifrada y diferida bajo el estatuto de trauma. Lo que
Se trata de “signos transeúntes”, “ánimas” (Íd: 63), que se
mostraría que éste no tiene su origen en la experiencia em-
desprenden de la masa del pasado allí custodiada, de ese
pírica que se reprime, sino en su rememoración (“...la memo-
mundo “subliminal” e “intersticial” que es el inconsciente,
ria del trauma es el verdadero trauma, no hay otro proceso
para revelar otro sentido de la historia y desestabilizar el
primario sino la ficción producida retrospectivamente por el
relato que el sujeto intenta escribir sobre su vida (véase “La
secundario”, Avelar, 2000: 53).
especie furtiva”, “Celdillas”, “El muro”). Son revelaciones que
Para representar el funcionamiento del inconsciente y su
ocurren sorpresivamente, provocadas por un sencillo comen-
participación en los procesos de recuperación del pasado y
tario de alguien o por un sabor o una imagen recuperadas
en la formación de síntomas entre los exilados que regresan
imprevistamente; 9 gestos mínimos de algún ser querido que,
al país, Mercado usa las imágenes del depósito y de la ma-
al ser evocados, proporcionan explicaciones y respuestas a
driguera, del baúl y de las carpetas que funcionan como lu-
ciertas obsesiones de la narradora:
gares clandestinos donde se guardan objetos confiando “en
una posteridad en la cual esos escondites enterrados, due-
Esas partículas... eran muertos que entraban por mis ojos y
ños del intersticio y del pliegue, habrían de ser redescubier- salían por mi nuca, arremolinados en las ráfagas de la memoria…
tos por alguien o por mí” (Mercado, 1996: 33). Ninguno se proyectaba en particular ni hacía esfuerzos por insta-
Estos depósitos, amenazantes e impredecibles, se activan, larse en mí de manera predominante; estaban allí a la espera de
desplegando su potencia evocadora, cuando los exilados regre- una suerte de selección de mi conciencia… Y lo que es más extraño
san a su tierra; ante los bloqueos, parálisis, angustias que los todavía en esas figuras suspendidas a mi alcance es que no desple-
atormentan en sus paseos de recuperación del pasado y del gaban sus historias grandilocuentes sino que dejaban sentir, en su
espacio, se hace necesaria la exploración del origen de esos pura singularidad, los ademanes, palabras y actos menores que ha-
síntomas, de alguna escena perdida que permita reconstruir bían tenido alguna significación para mí, los gestos más represen-
la sintaxis de sus memorias fracturadas y dislocadas. Es em- tativos, por así decirlos que los unían a mí… Una vida en la que

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cada segmento está referido a lo que dijo, hizo o señaló alguien,... “El muro”, último relato de En estado de memoria, al reto-
una vida así se convierte en algo religioso: se invoca, se cita, se liga mar los distintos ejes que articulan el libro –la destitución del
o se alude; una se va transportando con todo el mundo a cuestas y si yo, la melancolía del exilio, el desconcierto del regreso, la pará-
no es Mario Usabiaga10 el que se aparece en espíritu... y la persona lisis de la memoria, la revelación del trauma, el extrañamiento
ausente, ánima o no, que alguna vez me hizo indicaciones, sin ha- respecto a la ciudad y sus calles, la evocación de los ausentes, el
bérselo propuesto, me absorbe en un sistema cerrado; me adhiere a
duelo por la pérdida, la solidariedad con un colectivo herido–
la realidad, me amarra con uñas y dientes a sus pequeñas salientes,
muestra en qué medida para la narradora que vuelve del exilio
me condena a ella sin remisión. (1998: 28-31)11
la escritura representa un refugio que la acoge no para abrazar
su orfandad sino para exigirle una actitud crítica y responsable
La memoria funciona a través de esta dinámica imprevista
frente a sí misma y a la experiencia del pasado.
que ilumina las zonas más reprimidas del inconsciente del su-
Las casas físicas, donde pasó años de su vida, la excluyen
jeto: la evocación de gestos y palabras de seres queridos muer-
por la densidad espectral que allí se anida; del mismo modo
tos mantiene la vigencia de sus actos, como una suerte de fi-
los lugares familiares y propios se vuelven ajenos e inhabi-
delidad a sus manías y leyes, una prolongación de su recuerdo
tables. Por el contrario, la casa de la escritura es la única
para resistir a la “insignificancia” que el olvido supone (pense-
que la acoge: allí enfrenta “el muro” del regreso, ese “descen-
mos en “Cuerpo de pobre”). Una memoria que muestra el po-
so a la tierra” que significa “reconocer” lo perdido y empren-
der evocador de lo “mínimo”, su capacidad de traer de vuelta
der el trabajo de duelo que significa aprender a vivir desde
el fantasma del ausente, de adherirlo a la piel del vivo quien se
el despojamiento y la destitución más extremas.
asume como sujeto a partir de la responsabilidad que adquiere
En la medida en que el libro propone la idea de que “No
frente al otro y con el otro y a partir del reconocimiento de la
hay casa donde meterse” (1998: 86), o dado que el mismo
pérdida como un “valor del puro afecto”, –un antivalor según
principio de morada se fractura (Avelar, 2000: 301), tam-
la lógica del mercado global (Avelar, 1997: 25)–, que es el valor
bién muestra cómo esa desnudez de la narradora frente al
que la novela intenta recuperar y legitimar como instancia con-
mundo y a sí misma, frente a la sociedad y las instituciones
titutiva de todo compromiso ético con el otro y como energía
literarias, ese ser y hacer “mínimo”, constituyen una praxis
capaz de recomponer el tapiz del pasado.12
política para encarar el pasado y poner al descubierto los
Frente a esta imposibilidad de pertenecer y habitar, de
“males” del archivo de la nación.
volver a algún lugar, la niña-extraviada, ahora víctima de la
De aquí que la escritura sea una elección de vida, una for-
violencia política que la hace debatir entre la enfermedad y
ma de ser, una praxis, la que el personaje elige para reesta-
la resistencia a la enfermedad, encuentra en la escritura un
blecer el diálogo con el mundo: frente al derroche y la pleni-
lugar que “llena” el vacío causado por la represión a través
tud, las certezas y el reconocimiento social, su elección es
de una suerte de “conquista” simbólica: la del “espacio del
apartarse “de toda expectativa” (1998: 123), reconocerse en
texto, lo único que podía restañar la pérdida personal, del
la precariedad, la vulnerabilidad, la duda que toda experien-
país, de gente, de memoria” (Mercado en Mora, 1992: 78).
cia postdictatorial supone.

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Para la protagonista del texto, enfrentar la diabólica cuca- Notas
racha –último residuo del mal– adherida a la ropa tendida en
el balcón de su casa, “una cucaracha inmensa, una especie de
vampiro lustroso y húmedo que se adhería con fuerza a la 1
Según Alain Brossat: “el testigo de los campos de concentra-
tela, aun cuando yo la sacudía con desesperación” (EM: 122), ción, cultiva, sin claudicación, su estar a contra-tiempo, su lucha
significa encarar ese “afuera” amenazante y hostil que le im- contra la prescripción del acontecimiento innombrable y, sin em-
pide regresar; enfrentar su propio inconsciente perforado por bargo, una carga simbólica tan fuerte...; su lucha contra el sepul-
tamiento del acontecimiento destinado al olvido debido a su carác-
los traumas reprimidos e (re)ingresar, de este modo, a la úni-
ter demoníaco. El testigo introduce una disjunción decisiva en el
ca casa posible después del mal, morada incierta y precaria
curso del tiempo, la que permite salvar aquello sin cuya memoria
que desde su destitución reestablece “ese imposible ‘lleno’ que la historia humana no sería más que una acumulación mecánica
es la sustancia de la pérdida” (Mercado en Pagni, 2001: 149).13 de desastres, de horrores y de validación de la ley del más fuer-
La niña-extraviada regresa del exilio con el rostro lleno te” (2000: 127-128).
de arrugas; como Eva Alexandra Uchmany, sobreviviente de 2
Las referencias a los cuatro libros arriba mencionados se ha-
Auschwitz, que envejeció el día que le cortaron las trenzas rán siguiendo las siguientes siglas: EM (usaré la edición de 1998);
(ND: 138), la confrontación con el espejo del regreso la en- LM, M, ND, respectivamente.
frenta con “el ciclón de los años” (EM: 44): su imagen ha 3
La narradora, al hablar de su infancia, dice que “las trazas de
adquirido “el tono sepia de las viejas fotografías, un rubor su fundación” fueron “guerra de España, guerra mundial, nazis-
ceniciento”, el color del luto. El tiempo ha pasado llevándo- mo, campos de concentración, y también stalinismo, policías secre-
se la niña que era y los seres que amaba. Pero algo ha que- tas, confesiones abyectas, derrotas y esperanzas” (1998: 76). La
“marca siniestra” que estos acontecimientos imprimen –indirecta-
dado de esa experiencia devastadora, algo se ha adquirido
mente– en su psique, se reactualiza a través la experiencia de la
por su causa: la herencia de lo que se debe evitar, de lo que
dictadura.
no puede repetirse, herencia que exige dejar abierto el ar- 4
Dice Mercado: “Piedras que eran de un río llevadas y planta-
chivo para que sus tachaduras hablen: espacio de la interpe- das junto a un río, árboles de un bosque, cementerio de papel, ce-
lación y de la transmisión. menterio de tela bordada, ríos sobre los que se arrojan flores, foto-
grafías que ostentan como medallas en el pecho, son actos necesa-
rios, porque regeneran una cultura y acercan a una verdad que en
principio podría designarse como una verdad de los nombres; no
hay comunidad sin nombre. Lo acallado tiene voces, ruidos, un
murmullo rulfiano que empieza a decir lo que se había confinado a
la ultratumba: esos desaparecidos fueron combatientes, se quisie-
ron dentro de un proyecto y una lucha, su historia tenía una lógica
y esa lógica configura un legado. Los recordatorios son epitafios en
nuestro cementerio, pero lo que llevan escrito son los hechos de un

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tiempo, una escritura que es más documento que monumento, más primitivo herido, incompleto, vacío” (16). Según Kristeva el indivi-
presente que pasado, y, siéndolo, una historia cuya lógica será cada duo que padece este tipo de “debilidad”: “no se considera lesionado,
vez más patente a medida que se escriba” (ND: 114). pero sí afectado por una falta fundamental, por una carencia congé-
Aquí Mercado se refiere a varias prácticas memoriales realiza- nita... su tristeza es la expresión más arcaica de una herida narci-
das para recordar las víctimas de la represión: el monumento con- sista no simbolizable, infalible, tan precoz que no puede atribuírse-
memorativo de siete desaparecidos de Villa María, Córdoba, inau- le a ningún agente exterior (sujeto u objeto). Para este tipo de de-
gurado en febrero de 1993, hecho con siete piedras gigantescas presivo narcisista, en realidad, la tristeza es el único objeto” (Íd.).
sacadas del lecho del río Primero; el bosque “Memoria” sembrado Desde esta fijación arcaica el depresivo posee la impresión de haber
entre Tel Aviv y Jerusalén por La Comisión Israelí de familiares sido desheredado de un bien supremo innombrable, de algo irrepre-
de desaparecidos inaugurado en enero de 1992 siguiendo una vie- sentable, que... ninguna palabra es capaz de significar” (18).
ja tradición judía de grabar un árbol como lápida cuando muere 7
Por otra parte cabe destacar que el texto también se refiere a
un joven: “Nuestros seres queridos son como árboles que fueron las consecuencias de la convivencia entre los latinoamericanos exi-
truncados. Por no tener lápidas, quisimos para ellos un bosque de liados y los mexicanos: “hemos sabido hacer con los mexicanos una
árboles enteros, un bosque rebosante de vida” (ND: 106); la tela globalidad propia, mejor sería decir una humanidad propia, agu-
bordada se refiere a los pañuelos que usaban las Madres de la damente sensible a lo que sucede en nuestros países en el orden de
Plaza de Mayo donde bordaban la historia de sus seres queridos la justicia, los derechos humanos y la libertad” (ND: 136).
desaparecidos (Íd.: 114). 8
Varios textos de En estado de memoria y Narrar después ha-
5
Voy a utilizar el término autobiografía según lo entiende blan de la actividad política que los exilados argentinos desempe-
Paul De Man quien parte de una consideración básica: “esta- ñaron durante sus años en México y de las dos casas donde se re-
mos determinados por la naturaleza misma del lenguaje”, lo unían: la Casa Argentina y la sede de la Comisión Argentina de
que implica la imposibilidad de distinguir entre autobiografía y Solidaridad, CAS (“Orden del día” en EM; “Esa mañana en la que
ficción. La autobiografía sería entonces una construcción dis- creí estar en Asia”, “Historias, memorias” en ND).
cursiva que nos permite acceder al yo pero que en la medida en 9
Sobre la pesadilla del regreso dice la narradora: “Se sale a la ca-
que figura a ese yo lo desfigura. “Esto se da porque… el lengua- lle en estado de memoria ya sea que se la bloquee o se la deje en
je en tanto que figura no es la cosa sino su representación y por libertad de prenderse a los datos de la realidad... hay retornantes que
tanto al figurarlo lo desfigura” (Ramírez, 1995: 205). Para De vuelven al barrio y suspiran, retornantes que reconocen, gozosos,
Man “lo interesante de la autobiografía no es que ofrezca un antiguos lugares en los que su vida transcurrió y quieren hablar a
conocimiento veraz sino que demuestre de manera sorprenden- toda costa de sus sensaciones, retornantes que se quedan paralizados
te la imposibilidad de totalización de todo sistema textual” (De ante un olor o un sabor recuperados y se tienden con la imagen lite-
Man en Ramírez, 1995: 204). raria que ha sabido clasificar esos instantes privilegiados para toda
6
Sobre este tipo de subjetividad fracturada y herida habla Julia eternidad, retornantes que endilgan a los demás su carga memoriosa
Kristeva en el libro: Sol negro. Depresión y melancolía (1991b). La pero que se impacientan cuando uno de sus semejantes quiere hacer
autora, al distinguir diferentes modalidades de depresión, se detie- su propio ejercicio de recuperación” (EM: 86-87).
ne a analizar un tipo de afección que denomina narcisista y que 10
Se trata de un amigo de la narradora que muere durante la
consiste en una forma de tristeza que, “lejos de ser un ataque oculto dictadura y que le enseñó los secretos de cocinar la carne a la plan-
contra un otro imaginado hostil por frustrante” es “la señal de un yo cha sin que perdiera su jugo. Este gesto “menor” funda un lazo

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indestructible entre la mujer y el amigo: a partir de ese momento VI. La lengua privada de Roberto Raschella:
“quedé prendida de él”, “él no se va de mí y el día que sus palabras el desarraigo de la fábula familiar
dejen de resonar en todos los mediodías semejantes a aquél en el
que junto a mí fijó sus leyes, lo habré traicionado en la memoria y,
consecuentemente, me habré dejado ganar por la insignificancia”
(1998: 29).
11
En L a l e t r a d e l o m í n i m o, Mercado compara esas revela-
1. La lengua “miscitada”
ciones de sentido que la memoria es capaz de producir con el
dolor muscular causado por el ejercicio físico: “pensé que los
La casa es mi maestra... y es mi
dolores que naturalmente salen a la superficie al poner el cuer- maestra la lengua que allí se habla.
po en movimiento, eran pequeñas bocas de dolor silenciadas
que sólo estaban esperando que se las dejara gritar, y que de no Roberto Raschella
hacerlo todo ese dolor permanecería oculto, como una ebulli-
ción despojada de sus derechos de salir al aire” (1994: 33). Son muchas y diversas las formas en que la literatura
12
El uso de la estética como una recurso para establecer puede contar la historia de la inmigración. Relatos que bus-
pactos y alienzas con el otro –marginado u olvidado– y como can reconstruir el referente histórico de los procesos inmi-
una práctica de oposición a la cómoda amnesia de los sistemas gratorios ocurridos en América Latina entre el siglo XIX y
hegemónicos nos permite afiliar a Tununa Mercado a otras es- XX; obras que parodian los lenguajes que se infiltran en el
critoras de fin de siglo analizadas por Eleonora Cróquer Pedrón lenguaje dominante a través de la representación de sujetos
en el libro E l g e s t o d e A n t í g o n a o l a e s c r i t u r a co m o r e s p o n s a b i -
extranjeros; textos que aluden de manera tangencial y elusi-
lidad (Clarice Lispector, Diamela Eltit y Carmen Boullosa). En
va al proceso de adaptación y cambio que el contacto entre
este libro Cróquer define la escritura de estas mujeres como
“un espacio de la conmoción y como una evidencia de una cer-
culturas produce, son algunos de los modos que la literatura
canía afectiva, vital, experiencial y no jerarquizada con el otro… utiliza para contar la historia de los inmigrantes y relatar la
La escritura como territorio de experimentación y de estallido, tensión entre lo propio y lo ajeno, lo hegemónico y clandesti-
como territorio que permite dar testimonio no del loco, sino del no que constituye la tradición literaria del continente (Che-
‘yo’ que lo ha reconocido como próximo” (2000: 94). jfec, 2005: 124; Piglia, 2000: 72).1
13
En esta circunstancia, la escritura se revela como una prác- Roberto Raschella (1930),2 en las novelas Diálogo en los
tica capaz de “restituir”, desde la mayor “destitución” (Moreiras, patios rojos (1994), Si hubiéramos vivido aquí (1998) y en el
2000: 396), desde la impotencia misma de traducir la experiencia poemario Tímida hierba de agosto (2001),3 apuesta por la
de la represión, mostrando cómo el duelo es condición de la escri- lengua para contar la historia de la inmigración italiana a la
tura y cómo la escritura es “condición de una virtual resolución Argentina; su elección expresa la necesidad de construir un
–siempre utópica, siempre aplazada... del trabajo postdictato-
lenguaje que represente la zona de conflicto entre el “aquí” y
rial del duelo” (Avelar, 2000: 349).
el “allá” que constituye la identidad y la experiencia del su-
jeto desarraigado. 4

170 171
Beatriz Sarlo, en dos ensayos fundamentales sobre este pueden hablar desde los márgenes cerrados de sus diferen-
escritor (1995, 1998), dice que “Raschella cambia lo que se cias, sino a partir del intercambio que se genera en esa “zona
vino escuchando hasta ahora en la Argentina cada vez que de vecindad” donde entran en contacto para devenir otras de
la ficción tomó las lenguas de los inmigrantes” (1995: 5). Su sí mismas. En ese espacio intermedio de separación y con-
propuesta toma distancia de la tradición del cocoliche, don- tacto, de negación y multiplicación, de negociación y diferen-
de el italiano y el castellano rioplatense se mezclan con el cia, una nueva lengua comienza a hablar, hecha con el rema-
fin de parodiar la jerga inmigratoria tan arraigada en el nente de las otras dos, una lengua “necesaria” que halla, en
imaginario social y cultural argentino.5 También se diferen- la incompletitud del castellano y el dialecto, la posibilidad
cia de “la pretensión realista de novelas que citan la lengua de nombrar una identidad que, al igual que la lengua, tam-
extranjera en bastardilla como si fuera un mal necesario para bién es residual: “De todos modos, me parece que es mejor
construir personajes cuya lengua está fuera de lugar”; “no escribir así, como me hablaba la madre, como se gritaba y se
acepta las políticas de la lengua que indican hasta dónde, murmullaba la paisanada, una lengua miscitada a otra len-
con qué medida, en qué justa proporción puede entrar la len- gua –y algunas perdían la batalla, o todas perdían la pureza,
gua extranjera en la ficción argentina” (Íd.). la virtud de nacimiento” (DPR: 189).
Su proposición es la de crear “un objeto lingüístico raro, En este sentido, la literatura de Raschella, así como la de
mezcla del castellano del Río de la Plata con restos vivos del otros autores bilingües o multilingües, traza dentro de la len-
dialecto calabrés” (1998: 33) capaz de construir una lengua gua, lo que Deleuze llama “una especie de lengua extranjera,
otra que sólo la literatura puede hablar: lengua incompren- que no es otra lengua, (...) sino un devenir-otro de la lengua,
sible, intraducible, imposible porque en ella las lenguas se (...) un delirio que se impone, una línea mágica que se escapa
alternan sin ninguna “hegemonía lingüística” (1995: 6): no del sistema dominante” (1996: 16).7 Este delirio, en la misma
hay lengua mayor ni lengua menor –independientemente del medida en que desterritorializa la lengua obligándola a sa-
predominio del castellano sobre el dialecto calabrés– sino lirse de sus propios surcos (17), también la reterritorializa
“lengua plural” que habla “en el plural de las lenguas” (Íd.: en un nuevo espacio de significación que, en el caso de Ras-
5): “lengua miscitada a otra lengua” como dice el narrador de chella, es el espacio de una simultaneidad imposible que sólo
las novelas, en la que todas las palabras pierden “la pureza, la literatura puede nombrar. Línea inestable e incierta que
la virtud de nacimiento” (DPR: 190). Lengua-entre-lenguas mantiene las diferencias en la medida en que las concilia,
incompleta y carente porque es la falta lo que la hace posi- mezcla verbal, “materia viva”, donde cada palabra está si-
ble; lengua que habla de la con-vivencia cultural y lingüísti- multáneamente fuera de lugar y en su lugar porque así es la
ca que constituye al sujeto emigrante, alegoría expresiva de lengua del sujeto migrante quien se siente “en casa” y “fuera
una condición irresuelta que tiene en la irresolución, la in- de casa” en ambas lenguas. Una “bilengua” que se construye
traducibilidad, la incombinabilidad el atributo más propio.6 en la frontera de las dos lenguas, “en ese cuerpo apasionado
Porque las dos lenguas que se alternan en el relato ya no por su propia ‘división’” (Derrida, 1997b: 20) donde se desdi-

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bujan y diseminan los límites y las diferencias, pero también de los cuales el autor reflexiona sobre su condición de hijo
donde la memoria de cada lengua se refuerza y consolida de inmigrantes, de “emigrado antes de nacer”, para quien
porque, “sólo se puede hablar de una lengua en esa lengua” el desarraigo no es la consecuencia de la ruptura con el
(Íd.: 36).8 lugar natal y el consiguiente proceso de adaptación a un
La lengua “miscitada”, el lenguaje contaminado por el ras- nuevo espacio, sino una condición que se hereda de los
tro del dialecto es el espacio utópico donde cada lengua ha- padres a través del relato que éstos cuentan sobre el “país”
bla su idioma a través de una tercera que es simultánea- de origen.
mente una y otra pero también una nueva lengua que al nom- El suyo es un desarriago de “segunda mano”, que es más
brarlas las hace devenir lengua literaria: el efecto que genera en él la memoria del pasado contada por
los padres que una experiencia vivida directamente, lo que
… aquella barbarie de palabras se elencaba sola, y era como un despierta su necesidad de explorar en la “oscura conciencia”
vicio de abogado defensor, de pastor que recuenta, de tamarro en familiar, en su “fundamento” para armar la genealogía de
la escasez del invierno. Y los elencos se cortejaban en visiones bi- sus raíces.
zarras de caballos malados y muros luminosos, cabezas de márti- Diálogos en los patios rojos y Si hubiéramos vivido aquí
res y húmedas hierbas, fotedores de barbas y lluvias de siroco, que son novelas complementarias en el sentido de que constru-
me daban la idea de cocer todo insieme en minestra, y era la coci-
yen dos espacios –la ciudad de Buenos Aires y el pueblo de
na que aparecía otra vez, las péntolas de fondo raspado, los platos
Calabria– que se implican mutuamente como la lengua que
frantumados como los dientes de Nico, los vasos de culo redondo y
opacos, las cortezas de las zucas hervidas y de las frutas monda-
la novela construye para contar la historia familiar. Si el país
das, las pulpas de las sandías abacinantes, los rápidos fermentos de origen se ha desdibujado por la distancia y el tiempo, el
de la aguja y la falda. Y los nombres acogían a los verbos, y los país de adopción también es un espacio impreciso donde los
verbos colpían en el seño. (DPR: 188-189) personajes se insertan de manera intermitente porque no
logran desprenderse del fantasma de aquél.
La primera novela es el relato que el narrador elabora
2. La “erranza” del origen acerca de las anécdotas y recuerdos que sus padres cuentan
sobre su llegada a la Argentina en las primeras décadas del
Los hijos siempre serán extranjeros... siglo XX. Una sucesión de diálogos entre los miembros de la
Los viajes te signan y ya no se puede reparar. familia (el padre, la madre, el hijo Filippo, el narrador) y los
Roberto Raschella paisanos que visitan su casa (Mimí, Nico, Lucrecia, Rino, Ana)
va revelando la trama de la historia familiar. Se trata de
La pregunta por el origen y por “el principio fundador” voces que hablan del “país”,9 de los parientes que se queda-
atraviesa toda la obra de Roberto Raschella, específica- ron en Italia (la abuela, Vice, Yole, Tere, Nicodemo), de la
mente sus dos novelas y el poemario Tímida hierba de agos- experiencia como inmigrantes en el nuevo continente, del
t o que pueden leerse como textos autobiográficos a través fracaso de los ideales, del dolor y la nostalgia.

174 175
Más que contar anécdotas, lo que estas voces hacen es ela- busca problematizar (Amado y Domínguez, 2004: 13). Se tra-
borar un saber sobre la experiencia del desarraigo, sobre el ta de reescribir el árbol genealógico para ponerlo bajo tacha-
aprendizaje adquirido a partir del abandono de la tierra na- dura, para sospechar de su aparente coherencia y “disipar”
tal. Sus conversaciones van tejiendo una memoria comparti- el origen-raíz con el fin de mostrar “el doble mecanismo de
da que necesita de la palabra oral para ir hacia atrás y bus- enlace y separación, de atadura y corte, de identidad y dife-
car las respuestas para tantos interrogantes no resueltos. rencia que funda lo familiar en tanto proceso” (Íd.: 14).
El narrador –hijo menor de la pareja, nacido en Argenti- En este sentido, el aquí y el allá son espacios complemen-
na–, es el único ajeno al pasado que los demás comparten; su tarios que se incluyen y se excluyen; lugares donde se cifra
actitud es la de escuchar las conversaciones que se cuentan el desvío que tuerce la genealogía y la disocia de su evolu-
en la casa y preguntar detalles y nombres de ese referente ción; espacios de interrupción y quiebre donde el origen re-
ajeno y lejano (“De los paisanos me gustaba conocer la geo- vela su inadecuación a sí mismo, su propio “disparate”
grafía de origen y la explicación de cada nombrecito apicica- (Foucault, 2000: 19).10
do”, DPR: 147) con la finalidad de “transcribir” la historia Según sugieren Amado y Domínguez en su libro Lazos de
familiar a través de un relato capaz de “repetir la historia ya familia (2004): “El devenir familiar a lo largo de los siglos ha
sabida” (Íd.: 105). demostrado estar más cerca de las diferencias que de las co-
Si hubiéramos vivido aquí narra el viaje del narrador adul- incidencias, más próximo a los antagonismos que a los acuer-
to a la aldea de Calabria después de la muerte del padre, dos incondicionales. Antes que una afinidad sentimental ple-
viaje que por lo demás, se anuncia en la novela anterior y na, suele ser la violencia el signo de la perpetuación de los
que responde a su necesidad de confrontarse con ese origen linajes y las sucesiones” (20).
recibido a través de la palabra oral. Visitar el “tronco anti- En las novelas de Raschella lo que se pone en escena son
guo” es una forma de darle rostro y voz a los nombres que los armados y disoluciones de la novela familiar, cómo el
habían poblado su infancia y comparar las versiones de la modelo familiar que somete sus miembros a una ley también
historia escuchadas de boca de los padres con las versiones los induce a la transgresión de esa ley (27). Es entonces la
de los parientes del “paese”. Se trata de un viaje de aprendi- tensión entre fidelidad y traición la que articula el relato
zaje durante el cual el narrador asume que el origen no es que habla de la familia como comunidad conflictiva, como
recuperable porque no está ni aquí ni allá sino en otro lugar, “trama cerrada de rencores y afectos” donde “todos se han
siempre desplazado al que no se puede volver sino a través amado y odiado” según Sarlo en su lectura de estos textos,
de la escritura que lo nombra para mostrar su carácter dis- “todos han abandonado lo que aman y han vuelto a buscarlo”
ponible y abierto a nuevos devenires y significaciones. (1998: 36).
En ambas novelas es el sujeto-familia el eje que organiza La esfera de la intimidad como la que más intrínsecamente
el relato; aquí son los vínculos de sangre, los lazos familia- constituye al sujeto, el mundo de los sentimientos y sus con-
res, “la institución de la familia y sus disfunciones” lo que se tradicciones, el “afecto confuso y violento” (THA: 60), “la infi-

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nita riqueza del mal” (69), son los temas tratados en las obra hijo y pelea con el hermano, (el padre del narrador), los pa-
de Raschella. “Mirarse adentro” es lo que esta escritura su- dres sospechan uno del otro.
giere, un a d ent ro que es también un atrás que contiene la El “infierno” de los afectos es la herencia que los padres le
clave para darle sentido a la “absurda fidelidad” entre el amor transmiten al hijo aunque la distancia del “país” desdibuja
y el odio, a la destrucción que es a la vez “noble y cruel” (59), su violencia y atenúa la pasión por la “razza” y el “sangue” lo
al “rencor…dulce” (23), a “aquel paraíso destruido/en el acto que permite otra mirada sobre la familia y el pueblo natal
de su concepción” (64). Se trata, como declara el autor en que adquieren matices imaginarios como si la casa-real abrie-
una entrevista, de incursionar en “el mundo de los vencidos” ra el paso a la casa-ideal, territorio de la fantasía y la imagi-
para “sentirse parte de eso” a sabiendas del riesgo que im- nación que funda una nueva comprensión del pasado y la
plica la apuesta por el afecto y el amor. memoria.
Sus personajes, como “i vinti” de Giovanni Verga o algu- “El principio de transmisión” es una “condición clave para
nos campesinos de los relatos y poemas de Cesare Pavese, la sucesión genealógica” (Amado y Domínguez, 2004: 36). Ras-
son derrotados por “la espiral de la sangre” que los enfrenta chella hace de este principio el eje articulador del relato so-
unos contra otros en nombre de un deseo de familia que se bre la descendencia familiar, porque en sus novelas “la cues-
traiciona en la medida en que se intenta serle fiel: tión era del origen” (HVA: 108) y no hay acceso a la fábula
familiar por fuera del acto de transmisión del pasado, así
La urgencia de amar como no hay posibilidad de fundar una identidad sino a par-
nos ha vuelto infectos tir del gesto de mirar/escribir hacia atrás.
de un mal casi humano, Aquí “el pasado estudia continuo el presente” (11), como
el mal que es bien, un “principio” que perdura a lo largo de los siglos y condena
como la rosa de venganza a los personajes a volver una y otra vez al territorio de los
en los tumultos
celos, venganzas, “litigios”, separaciones sobre el que está
….
erigida la casa-familia:
cada cosa es lo que es
y no hay escampo. (31)
La familia es un mundo pero el mundo no es familia y la distancia
no es capaz de aminorar el odio, el estúpido odio. (...) Los hechos toda-
Los lazos familiares desembocan en rupturas que desvían
vía ocultos me lastimaban, con la sustancia de los cuerpos duros. De
las ramas del árbol genealógico haciéndolas abortar porque
la memoria a la dispersión había un paso breve (...). ¿Y la familia? La
“no hay escampo” para la familia amenazada por su propio familia se había fundado cuando el siglo iniciaba y después cada uno
devenir. Aquí los Macrí y los Raschella –rama materna y se había alejado, en la pasión de mezclarse o dejarse (...). Todos eran
paterna de la familia– se enemistan por las tierras de la la fabulación, la historia, y una y otra podían reconstruirse como el
Morsiddara; la abuela rechaza a la nuera y es abandonada cuerpo del santo desde su dedo, guardado en una caja, progresando
por el esposo que emigra a Estados Unidos; el tío asesina al por los miembros y llegando a la cabeza. (61-62)

178 179
El origen aquí es territorio de la palabra, fábula que cons- posibilidad de regresar (XVI). Se trata de una nostalgia que
truyen los padres y los amigos inmigrantes cuando hablan se detiene en proyectos no realizados del pasado y en su po-
en dialecto y rememoran el pasado: “Cuéntenme, ustedes son tencial perdido, en sueños de otro lugar y otro tiempo, en
los padres, de ustedes nací, y es bien que me dejen la histo- residuos y fragmentos. Este tipo de nostalgia “no sigue un
ria” (DPR: 29), dice el narrador que desea hallar en sus pa- único relato sino que explora las distintas maneras de habi-
labras un “original”, un principio fundador que contenga la tar muchos lugares al mismo tiempo e imaginar diferentes
totalidad de la historia familiar. zonas temporales” (XVIII). En este sentido es una nostalgia
Pero esta historia construye un relato donde los referen- que arma una suerte de pintura cubista hecha de citas y res-
tes a los que se alude se han desdibujado por el tiempo y la tos que configuran un entramado imprevisto e inesperado
distancia; ya no nombran la aldea italiana sino los efectos del pasado.
que la lejanía produce en el inmigrante. La herencia que los padres transmiten es “reflexiva” en
Svetlana Boym, en el libro E l f u t u r o d e l a n o s t a l g i a los términos planteados por Boym: una herencia abierta e
(2001), plantea que el objeto de la nostalgia (“de n o s t o s re- inédita que añora hacia delante, es decir, que en la misma
greso a casa, y algia –añoranza, anhelo, deseo intenso”) “es medida en que regresa al pasado, hace del pasado un lugar
claramente elusivo”: se trata “del anhelo por un lugar de prospectivo, producto de la actualidad a la que pertenece el
origen que ya no existe o nunca ha existido”. Es “un senti- sujeto de la rememoración.
miento de pérdida y desplazamiento pero también es un ro- “Antonio me miraba” dice la madre en un pasaje de Diálo-
mance con la propia fantasía” hecho que confunde “el lugar go en los patios rojos “y yo no sabía si era a mí que me mira-
de origen real con el imaginario” (XIII); “A primera vista la ba o miraba los castañetos que crecían detrás del Carmen o
nostalgia es el anhelo de un lugar, pero en realidad es la el minúsculo y dorado botoncito que era la cabeza del cotra-
añoranza de un tiempo diferente –el tiempo de nuestra ni- ro en las casas altas del valle” (DPR: 158). Aquí los “castañe-
ñez, el ritmo lento de nuestros sueños” (XV). No se trata sólo tos” y el “cotraro”, más que referentes empíricos de la infan-
de un mirar hacia atrás para rescatar algo que dejó de estar cia paterna en el pueblo, son lo que su pérdida produce en la
–casa, origen, familia– sino también de “una estrategia de memoria del inmigrante: imágenes idealizadas y emotivas
supervivencia, una manera de darle sentido a la imposibili- de un lugar imaginario que existen como resultado de una
dad de regresar al lugar de origen” (Íd.).11 doble pérdida: la de la casa natal –Italia– y la de la nueva
Boym distingue dos tipos de nostalgia: la restaurativa que casa –Argentina– que, como veremos, tampoco se va a po-
apuesta por la restitución e intenta una reconstrucción sin seer sino desde la orfandad y el extravío.
fisuras del origen (ejemplo de ella es la memoria nacional); y El origen que los padres relatan, más que revelar lo que
la reflexiva que se constituye a partir de la ambivalencia y se adquirió a lo largo de la vida, sugiere lo que se dejó de
contradicción de la añoranza entendida como aquello que tener, las expectativas que no se cumplieron con el viaje
persiste a través de la distancia y se activa mediante la im- americano. Añorar el pasado es también revelar la decep-

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ción por no haber alcanzado el futuro que se soñaba y por la primera lluviecita y que hubiera una puerta de cancel entre la
haberse quedado sin la posibilidad misma de aspirar a algo calle y la intimidad, y naranjos y mandarinos y la verdadera ber-
mejor. gamota o la pruna blanca. En suma que el padre no volvería al
Para el padre, comunista militante, enemigo encarnecido país, pero pensaba internarse lejos de la ciudad (…) y ninguno de
del fascismo, encarcelado durante la guerra, aferrado a sus sus intentos se cumpliría, y al final de cuentas siempre resulta in-
sano fracasarse constante en las paredes. (112)
ideales revolucionarios que lo hacen participar en “rivoltas”
y “mitines”, el viaje a América –Filadelfia primero, Buenos
Historia de un fracaso que es también nostalgia de lo que
Aires después–, no implica la concreción del sueño dorado al
nunca se tuvo; historia de un regreso que se cumple a través
que aspiraba la mayoría de los inmigrantes, sino representa
de la fantasía de un huerto donde sembrar lo que queda del
la derrota de ese sueño por la imposibilidad de superar la
pasado: el aprendizaje de una cultura campesina como una
pobreza de una vida de necesidades y sacrificios para man-
forma de fundar una casa-promesa para los hijos que nunca
tener a la familia a través del “mestiere” de la sastrería. Sig-
tuvieron una morada estable y segura.
nifica también continuar una vida errante y “raminga” (“Y
Para la madre, hija de una familia de campesinos acomo-
ramingamos, ramingamos siempre (…) de casa en casa, de
dados, víctima de la suegra que le quita el saludo por haber-
pieza en pieza”, DPR: 158), sin estabilidad ni respaldo para
la separado del hijo,12 América también es una decepción. Su
el futuro (“Mis hijos me reprocharán la falta, porque es cier-
llegada a Argentina es posterior a la del marido y sus expec-
to que no compré aquella casa por cinco mil pesos y tampoco
tativas se frustran desde el principio:
he risparmiado dinero para las malatías de la vejez”, 57),
con la esperanza de volver al país para morir allí (“yo enve-
Estábamos ofesos por el recibimiento. ¿No te sentirías ofesa tú
jezco, me gustaría volver al país”) o de comprar una casa con
si te llamaran muchas veces, y te han llamado con cartas y con el
un huerto para recuperar las viejas tradiciones de la tierra y silencio, te han llamado como llaman los hombres ciertos (...) Te
cultivar la ilusión de un retorno: han llamado, diciéndote que aquí no se conoce nieve ni siroco, y
llegas y encuentras la revolución en el cielo y la tierra, y con el hijo
…el padre (…) ahora pedía con toda su alma el huerto para siem- vas a la media casa que el hombre aparejó, piensas que lo hizo
pre, el ligero retorno a la tierra –porque a la madre le había habla- amorosamente, y encuentras el abandono, las dos piezas cerradas
do también de un lugar de los soburgos, en el camino a las quintas como catacumbas de cristianos perseguidos, y las fotografías de
de los búlgaros, donde las casas tenían cincuenta metros de fondo los honorables deportados por todos lados, y la novedad de un tal
y se podía plantar aquella belleza de pomodoros y zucas, de pata- en cuerpo que parecía un vescovo (...) parecía el último teórico de
tas y lactugas, mejores cuando crecen bajo los ojos propios (...) aho- la revolución... (157)
ra sí compraríamos establecidos como la buena gente que ancora-
ba hasta el último día de vida –y ya no buscaríamos otro ángulo La esperanza de una vida mejor desaparece rápidamente
de luz, otro patio abierto y cerrado a la vez, otro aire para las pie-
frente a una realidad de renuncias y sacrificios, de dificulta-
zas, el cielorraso bien arriba (…) y nada de techos que foraran con

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des y miseria con la amenaza de las persecuciones políticas y navaja y el pulidor, aquello que hiere y corta, aquello que alisa y
de la revolución; con la nostalgia de los padres que “forse embellece... y trabajaron con los instrumentos sobre el cuerpo y la
creían que pronto estaríamos de vuelta” (154). estofa, sobre la piel del hombre. Sobre la tierra y los árboles… y
Al igual que el esposo, la madre también evoca la tierra trajeron a la ciudad el sueño del dorado reino al principio, los ma-
lejana donde le “gustaba mezclar ligero los terrones… y col- yos de danzas y de luces, los capodaños en la familia asentada, el
hijo con patria cierta... Es cierto que la tierra nuestra tiene muy
pir los oliviares” para obtener “algún túmulo de aceite” (11).
molles los pies. Es cierto que aprendimos a temblar con ella... y
El legado campesino constituye la línea de fuga que le per-
muchas veces amanecimos arrampicados a la muerte... Pero si al-
mite “regresar” atrás; a través de las recetas de cocina, las guna vez buscas el Claro y el Tórbido... si eres capaz de llegar has-
tradiciones culinarias, “las nanas de mi (su) lengua” (30) que ta el fondo... encontrarás una gran dureza y... aprenderás tú... a
le canta al hijo, transmite su desarraigo como una forma de cantar altíssimo................... (DPR: 163) 14
recuperación del pasado: “No sabes cuál sería mi gusto que
la historia no se perdiera, y no se perdieran la lengua y el Así como los familiares desean transmitir el pasado, el
país y el cognomen” (167).13 narrador manifiesta a lo largo de la historia “un vicio de sa-
Hay en los padres la voluntad de “predicar” y “transmitir” ber”, de explorar sus raíces por una suerte de mandato al
el relato del origen que no es solamente la actualización de que lo induce la transmisión misma porque de lo que se tra-
sus nostalgias por un lugar al que no pueden regresar, sino ta es de preservar y renovar la herencia.
también la renovación de viejas heridas y rivalidades, secre- Él es “el hijo minoreño” que “se induce a la nostalgia de lo
tos y rencores que los siguen atormentando, a pesar del tiem- que no vivió y quiere vivir” (Íd.: 47) pero, a diferencia de los
po y la distancia. padres y parientes que añoran un país y unos afectos que
Para los protagonistas la “sangre” es el espectro que irrum- perdieron, su añoranza se construye a partir de la fábula de
pe en sus vidas para instalar la deuda del afecto, una pasión la añoranza ajena. “El verdadero punto del origen” para el
primitiva donde el amor y el odio son las caras de la misma hijo que desconoce la tierra italiana es la fábula que sus fa-
moneda, donde cada personaje es a la vez víctima y victima- miliares le cuentan sobre su país natal lo que activa una
rio del otro, sin posibilidad de “escampo”. Pero a pesar de memoria imaginaria que le hace recordar lo que nunca vivió
este estigma familiar que condena a los personajes a vivir y que le permite construir “otro” país, tan irreal como aquél
bajo la amenaza de sus obsesiones y culpas, hay en ellos una al que los padres acuden cuando añoran el pasado, con la
confianza en el heredero, en el “nepote”, de transformar el diferencia de que el suyo es producto de una doble nostalgia:
legado transmitido en “canto altíssimo”: la heredada y la propia por estar excluido de esa parte de la
historia que lo antecede, de esas “vidas anteriores no vividas
La sangre... la sangre siempre ha sido la sangre, querido hijo. por mí” (136).
La sangre que no se mueve en las venas te provoca la muerte... Su infancia y juventud constituyen el tiempo de un apren-
Escapa y vuelve, escapa y vuelve...... Tienes raíces, recuerda. Eres
dizaje, cuando recibe de los padres el conocimiento sobre
nieto de campesinos. Tus padres buscaron la aguja y la lezna, la
“cómo se adquiere un oficio, cuál es la dignidad de las con-

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ductas, cómo se ama a un hombre, cómo se ama a una mujer, en la oscuridad se imbricaban, y parecíamos una sola perso-
como se construye una familia, cómo se hace política” (Sarlo, na, una sola crónica que no había límite” (Íd.).
1995: 6), principios generales de la vida que le otorgan una Es en nombre del padre, de ese “campesino vestido de do-
sabiduría para enfrentar su propio desarraigo: “Cuéntenme... mingo, que lloraba junto a la madre y cortaba el discurso del
Ustedes son los padres, de ustedes nací, y es un bien que me dialecto con palabras desabridas” (129); en nombre de ese
dejen la historia” (DPR: 29). sastre que jugaba a la cartas con los paisanos en las viejas
Aquí el tiempo representado revela la convivencia pro- casas de vecindad argentinas y que había muerto lejos de su
blemática y conflictiva del ayer y del hoy: aquí el presente patria, 16 que el hijo realiza el viaje a Calabria y “regresa” al
“pide el dicho propio del pasado y el pasado... está con noso- origen que es la patria imaginada a través de la memoria
tros como un puño en la cabeza” (109), y la misión del narra- heredada. Cruzar el océano implica realizar “el camino con-
dor es explorar la historia familiar que comienza “cuando la trario a su padre” (193) para buscar el “genitor” allí donde
familia tomó su cognomen y a la primera mujer de la dinas- había nacido (“Al principio buscaba solo padre”, SHVA: 9) y
tía se le ocurrió parir el primer infeliz de dicha dinastía y el juntar las piezas sueltas de la historia familiar.
infeliz tenía tus ojos o mis ojos, tus pasos o mis pasos” (107). Pero el viaje obliga a reescribir la historia porque en la
Una familia divida que el narrador intenta reunir a través aldea italiana la abuela, el tío Antonio,17 Vice, las primas Tere
de la escritura. y Yole, el amigo Testuzza, destejen el relato construido del
Su mirada se detiene sobre cualquier huella que atesti- otro lado del océano aportando nuevas versiones del mismo,
gue el pasado familiar: las fotografías, las recetas de cocina, contradiciendo y cuestionando muchas verdades escuchadas
las “pietanzas” tradicionales, el aceite de oliva que llega del durante la niñez.
“paese”, los recuerdos, las cartas “de oltremar”, los nombres Cada uno de los parientes le cuenta su propia experiencia
de los familiares lejanos que sus padres llevan “en los labios de la familia pero “nadie recuerda del mismo modo” y cada
como si aquí residieran y respiraran sobre la casa” (47), el pariente “defiende su versión de la historia, y el hijo que ha
dialecto que escucha en boca de los padres: “El padre podía vuelto para buscar las pruebas de su propia historia fami-
repetirme ya la balada extravagante y yo me deslumbraría liar, se encuentra, en cambio, con las versiones disparatadas
otra vez con el continuo pueblo” (125). 15 y en desorden” (Sarlo, 1998: 35). En la aldea los nombres que
Su proyecto es el de elaborar un relato que tenga a la vez en la ciudad “eran sólo sonidos” se materializan y encuen-
estatuto de “documento” y de “poesía” (76) y que sea la “trans- tran su referencia:
cripción” de las versiones escuchadas “aquí” y “allá” utilizan-
do una lengua que exprese el entre-lugar identitario del hijo En Buenos Aires, las palabras que nombran la aldea remiten a
de inmigrantes. Una lengua que se enuncia desde la ley del recuerdos de otros hombres y mujeres, más inabordables porque la
padre porque es en su nombre que el hijo emprende la tarea referencia está radicalmente ausente. En la aldea, esas palabras
de renovar el origen y de hacerlo legible: “Nuestras edades deberían enlazarse con las cosas y con las personas. La materia de

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los recuerdos de los otros, de esos recuerdos familiares que son traiciones; individuos vencidos por la “oscura vida”, víctimas
los fantasmas de D i á l o g o s e n l o s p a t i o s r o j o s , estaría en la aldea. de “piedad y destrucción, quietud y demonio, horror y pasión,
Y, si han intervenido la ausencia, la decadencia y la muerte bo- miseria y silencio” (HVA: 199). Aquí la “omertá” es el lazo
rrando las cosas sbre las que se sustentaban los recuerdos aje- primario: “Yo hablo y tú no has escuchado… Tú haces y yo no
nos, permanece, por lo menos, el espacio; las ausencias dejan su he visto”: se trata, como sugiere Sarlo de “la lealtad sobre las
contorno entre las presencias (...). En la aldea, el protagonista no
traiciones… de la ceguera frente a lo evidente” que es tam-
encuentra la trama inconmovible de una comunidad perdida cuyo
bién la norma para vivir en la aldea (1998: 36).
recuerdo había sostenido a quienes la habían dejado para emi-
grar a América. Encuentra, en cambio, la trama de rencores, deu-
Con el viaje cambian las preguntas que el narrador se plan-
das impagas, pequeñas traiciones, deslealtades, enconos sordos, teaba antes de llegar a Italia porque aquí aflora la “trama”
heridas o humillaciones que no se perdonan. La aldea ha perma- más oscura de la historia hecha de “odios envejecidos” que
necido casi igual y, por eso mismo, no es el paraíso perdido de los fracturan y desmembran a la familia. Aquí el protagonista
recuerdos familiares sino un amontonamiento de casas desvenci- asume que el “fundamento” perseguido durante toda su vida
jadas y sórdidas, donde los parientes se encierran para no verse, también es vulnerable a la ley del tiempo y de los hombres.
ni escucharse. (Íd.) Si “había llegado al país para estudiar el orden de la luz,
intimidad del pensamiento de la familia. Para hallar dos o
Aquí el narrador “no podía indagar como hacían los turis- tres gestos definitivos, álgidos y precisos de sentido” (HVA:
tas registrando con las cámaras. Solamente me quedaban mis 56), estando allí, la fábula del origen muestra un quiebre in-
propios oídos y la memoria aguzada en los ejercicios de la esperado que posibilita otra lectura de la descendencia fa-
soledad” (HVA: 44). Su viaje es a la intimidad del hogar fa- miliar.
miliar: viaje hacia adentro como hacia dentro había sido la Ante la derrota que representa asumir la “disfunción”
búsqueda durante la infancia, porque el origen está entre de la familia, la herencia horrible que sus parientes le trans-
las paredes de las casa donde cada “parente” habla con el miten, el narrador duda de sí mismo, de su identidad, de su
“nepote” como si se tratara de una confesión, de la revela- misión en el pueblo: “¿Pero había venido realmente a bus-
ción de un secreto que es oportuno proteger del oído ajeno y car la imagen de mi padre?”, “¿Qué hombre no ha vivido la
de la “cativeria” de la sangre. ilusión de otro mundo?”, “¿Buscaba yo ese otro mundo?”,
El pueblo que el narrador visita se revela como una “cata- “¿Me buscaba a mí mismo en los otros o buscaba otro ser
cumba”: territorio de culpas y muertes porque allí “siempre mío en el deseo de cambiar condición?”, “¿Quién tenía el
había una muerte en el medio... la muerte estúpida… la muer- preciso concepto de lo nuevo y lo viejo, lo idéntico y lo ex-
te acovachada entre las casas de piedra, la muerte grabada traño?” (Íd.: 93). Estas preguntas revelan otro hallazgo so-
en las medallas de familia, la muerte grito de sangre por los bre el origen anhelado, es decir, su carácter inapropiable
caminos, la muerte pensamiento de todos los días” (HVA: 74). porque el “original” perseguido desde la infancia es insi-
Los personajes parecen espectros atormentados por culpas y tuable, no está en ninguna parte sino en la lectura que lo

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transforma y lo abre a nuevos devenires. No se puede en- Esta lección sobre la necesidad de asumir la fractura como
tonces volver a la fuente porque la solución no está en la espacio de positividad el narrador la comparte con el padre
elección del “aquí” o del “allá” sino en asumir ambos espacios muerto cuya sombra lo visita una noche en la casa que había
como síntomas de la imposibilidad de pertenecer que define sido suya antes de emigrar. Su irrupción en el presente del
la identidad del sujeto porque “algo ya estaba desgarrado en- hijo sirve para releer juntos el pasado y hacer un balance de
tre tierra y tierra” (85) y es esa desgarradura el fundamento su vida a través de las “cuestiones” más viejas: la emigra-
del árbol-familia, esa línea de fuga que no contempla líneas ción, el amor, el olvido, la desgracia, la revolución; también
maestras o verdades únicas sino más bien desvíos y recorri- para contarle “la experiencia de mí mismo, vulgar hombre
dos imprevistos. de todo tiempo” (118), sus verdades y secretos, su pasión por
Hay que aceptar que la vida es una cárcel, una “caserma”, el comunismo, su fracaso por no haberle dejado “un techo” y
“de un lado, del otro lado” (37), un “descenso” al infierno de no haber “mantenido” sus estudios (119).
los afectos que fortalece al sujeto a través del dolor y la de- Reencontrarse con el padre en la aldea de origen significa
rrota: “Deberás bajar tantas veces como días tiene la vida” le para el hijo reconocerse en su historia, asumir la herencia
dirá Testuzza al narrador, “porque si bajas aprendes… a pri- recibida no como “juego consolador de reconocimientos” sino
varte cada vez más de las cosas, como si fueses hacia la vejez como fuerza que “divide nuestros sentimientos” (Foucault,
(...). Aprendes a querer otro descenso” (148). 2000: 47), como “inyunción” y “desafío” de interpretación por-
Al finalizar su estadía en el país, el protagonista reconoce que la legibilidad de un legado no es transparente sino
que “el viaje había sido un tránsito en sí mismo” (198) que le enigmática (Derrida, 1995: 30).
permite asumir la fractura como rasgo constitutivo de su “Y me miré a espejo. Ya no era el mismo hombre que había
nombre y de su historia dado que “es posible despertarse uno salido de la casa semiabandonada y abierta a todas las sospe-
y acostarse otro”, ser de aquí y allá al mismo tiempo (66), chas. Algo me había trabajado el rostro, y eran las líneas de
como de aquí y de allá es la lengua que relata el pasado: mi padre que se daban forma en él” (HVA: 113), dice el hijo
lengua plural, atravesada por tensiones irresueltas que no antes de partir. Asumir el rostro paterno significa aceptar que
buscan la conciliación sino la renovación de la historia. la fábula del origen también es errante como errante es la
“Más te vas más te quedas” es el aprendizaje del viaje identidad de la familia; no se trata de resolver el dilema sobre
porque “ningún lugar es definitiva vida”: “si soy de esta tierra o de otra tierra” (113) sino de vivir en el
entre-lugar que el aquí y allá constituyen, aceptar el origen
Era cierto que buscaba una patria, una verdadera patria, una como lugar que se desplaza y se renueva mediante el ejercicio
lengua, una verdadera lengua. Era cierto que buscaba la lengua y de asumirlo que es también un ejercicio hermenéutico.
la patria en el antiguo tronco de familia, y el tronco aparecía des-
pedazado, la melancólica rama materna por un lado, por el otro la
furia del orden paterno. Pero ¿no eran patrias semejantes el país
pequeño y la gran ciudad? (191)

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3. “La luminosa propiedad de fabular” la “transcripión” y de cómo ser fiel a la herencia transmiti-
da: “…sé que, por desgracia, al transcribir, el vicio de la ilus-
… todas estas historias o alusiones de histo- tración me ha tomado la mano… Siempre hay diversidad
rias apenas son suspiros que esperan el orgas-
mo. entre lo que se dice y lo que se escribe. Resulta difícil con-
cluir si es más sincera la penumbra de tu lengua o la clara
Roberto Raschella mano, y si la mano te obedece más que la lengua” (DPR:
189-190).
La obra de Raschella responde a un proyecto de escritura Su extravío consiste en no saber cómo lograr que los he-
que se propone, por un lado, inventar una lengua que expre- chos “racontados” tengan a la vez “firmeza de documento y
se la condición de los inmigrantes y, por otro, reflexionar so- vaguedad de poesía” (76); cómo ser a la vez fieles y traicione-
bre el origen, los lazos familiares, las filiaciones, la descen- ros ante la trama familiar. El narrador está a la espera de
dencia. Pero hay otra pregunta que atraviesa su obra rela- que “algún nombre” le permita ordenar la red de recuerdos
cionada con cómo representar el relato de su lengua y su contradictorios que se suman en su mente desde la infancia.
familia, cómo esa lengua plural va a contar la fábula fami- Se trata de la transcripción de diálogos “antiguos”:
liar, qué tipo de estética es la más adecuada para relatar la
historia de la inmigración: 18 …antiguo era el pensamiento, antigua la forma de expresar. Anti-
guas muchísimas palabras, como una lengua clausurada, como una
Hubiera preferido recibir de la familia la luminosa propiedad lengua de otro mundo… Ellas escapaban, como escapaba la sedali-
de fabular ordenadamente y que las personas racontadas apare- na de manos del padre, y varias agujas se necesitaban para enfi-
cieran con las historias insertadas una dentro de la otra y una larlas, pausados movimientos que ayudaran a aflojar, a elegir los
gran saga del pueblo emigrante tuviera firmeza de documento y casos más intensos o más llanos y al ordenamiento, al crecer o
vaguedad de poesía. Pero no es fácil, no es fácil. (DPR: 76) decrecer la expresión. Muchísimas palabras, miles de palabras en
algún lugar del cerebro, y que al ser proferidas tenían sonidos di-
Desde la infancia, el narrador busca “transcribir” la his- versos… Y había que hilarles una causa común, un íntimo fermen-
toria (“Mi deber era transcribir”, HVA: 149), con la finalidad to que las recorriera por adentro, ensartadas como el padre tam-
de encontrar “la palabra más terrible” (69), la “más deslum- bién ensartaba los botones y con ellos hacía una ristra semejante
brante” (188), la que sea capaz de expresar “todo el funda- a los ajos que vendía Nico, una ristra opaca, luciente, marfilina,
mento” (199), pero enfrentarse a la fábula familiar, viajar en según la calidad y la vejez de los botones y los ajos. Y un día toma-
los territorios de su pasado, significa renunciar a una escri- ría las fórbices con mis manos adelgazadas en el acto de escribir y
empezaría a cortar pacientemente las rebarbas y a serenar las
tura “eficiente” que busca la totalización simbólica de los
arrugas, como en los casimires baratos. Y sería posible agregar un
referentes e intenta “arrojar luz sobre el fundamento prime-
costado y otro costado, colocar las mangas y afinar las costuras,
ro” (Moreiras en Avelar, 2000: 148, nota 23). bajar aquella hombrera que no se ajustaba bien al cuerpo, y que
En D i á l o g o e n l o s p a t i o s r o j o s, hay muchos pasajes que la goba quedara disimulada por el ancho de las espaldas. Así, qui-
representan el conflicto del narrador frente al problema de

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zás me quedaría palabras desnudas y graves, palabras que pare- tierra y sobrevivir. Sólo Testuzza, “el fino zapatero” del pue-
cieran recién venidas a este mundo. (185-186) blo, el amigo entrañable del padre, entiende y comparte la
búsqueda del narrador; su papel es el de reconciliar al prota-
La búsqueda del hijo no es sólo la de la historia familiar gonista “con su proyecto de comprender la aldea y la familia”
sino también la de una poética adecuada para nombrarla, (Sarlo, 1998: 35). Encontrarse con él en la penumbra de su
para escribir hacia atrás, para coser, como lo hacía el padre, “botega” significa, para el joven recién llegado, confrontarse
los distintos cortes de la historia con el hilo más fino capaz con la palabra más sabia, la promesa de la palabra deseada
de revelar la historia en su desnudez y despojo, de recobrar desde la infancia, cuando presentía que su destino iba a ser
el “íntimo fermento” que la recorre “por adentro”, sin conta- contar la historia de “los hijos de la catástrofe” (HVA: 46).
minarla con las torpezas de la “mano” especializada y los “ber- “Su cabeza estaba en el lugar que le toca por hábito a la ca-
nócolos” de la literatura.19 Porque en estas novelas el narra- beza, pero realmente él entero era cabeza”, dice de Testuzza
dor revela su preocupación acerca del riesgo que implica el quien “arrastraba la palabra a las manos y las manos torna-
recurso de una voz distanciada de la oralidad familiar, una ban más enjuta a la palabra y cada palabra se estacaba de
voz letrada que transforme el fermento experiencial que re- las otras y era como un alvéolo fresco en el oído mío” (149).
corre a los personajes en máscara y artificio. Pero el narra- Su voz es “un delirio de significados”; su discurso un desafío
dor sabe que no puede realizar su proyecto sino desde el es- para el joven escritor que no sabe todavía cómo armar las
pacio literario que es el que otorga la posibilidad de cons- voces de la familia y halla en él una voz que lo oriente en su
truir una lengua mediante la que nombrar la intimidad afec- indagación en la palabra y la lengua.
tiva y el “andarivenir” que conforma a la familia. En este
sentido, la historia que se cuenta es también el relato de cómo Tú buscas el fundamento, ¿no es cierto? –le dice Testuzza al
el narrador va asumiendo su “misión” de escritor, cómo va narrador– Tu madre te habló el dialecto... En la escuela tuya,
precisando una poética como si se tratara de un aprendizaje emparaste el castellano... Pero tu mente ¿qué hizo con la confu-
donde el error y el acierto van de la mano.20 sión? ¿Pusiste palabras del dialecto en medio del bello discurso
Si en Diálogo en los patios rojos Raschella se autorrepre- español? ¿Tocaste las entrañas del orden, y en lugar del verbo se
senta como el hijo que desea escribir la saga familiar, en Si te ocurrió implantar un sustantivo, o donde corresponde la o me-
hubiéramos vivido aquí es el escritor que viaja a Italia con un tiste una u, como es nuestra usanza? O has preferido articular el
sonido con el pensamiento en las aguas más inquietas, en el fondo
“tacuino” en el bolsillo para anotar, registrar las confesiones
de ti mismo. Forse es mejor así, forse serás un infierno del vocabu-
de los parientes que no comprenden su afán de quedarse des-
lario... pero no temas el error. (72)
pierto en la noche frente a una hoja de papel esperando la
“llegada” de la palabra.
Testuzza posee la sabiduría para transformar el fracaso
La “letra” separa al “nepote” de sus familiares: él es el
que el conocimiento del origen familiar produce –historia de
“profesor”, el “filósofo” que posee el saber y el conocimiento,
divisiones, odios, traiciones– en experiencia estética y lite-
ellos son la familia “ignorante” adiestrada para trabajar la
raria. Por esta razón, antes de que el narrador abandone del

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país, le entrega “una foja de consejos sobre el bien escribir” no. Creía tener todo el haz en las manos, la vida presente y la
(197) donde enumera los secretos de un oficio difícil e impre- vida pasada... y sólo había juntado algunas hebras” (HVA: 197).
decible que conduce a “soledad extrema”. 21 Estos consejos re- Pero estas hebras del aquí y allá, del pasado y del presente,
velan la derrota de la literatura, su imposibilidad de alcanzar son el lugar a partir del cual fundar el relato; son además la
“la página límpida y feliz”: no prometen ninguna plenitud sino alegoría de la herencia transmitida que también es un objeto
que hablan del estatuto precario de la palabra que expresa “tenue”, un saber deficitario que hay que volver productivo a
sólo su propia destitución y fracaso, su permanente inadecua- través del desafío de la interpretación del secreto (cfr. Derri-
ción e imperfección que imposibilita alcanzar una versión de- da, 1995).
finitiva y satisfactoria de la historia pero también sugiere la “Tirar las sumas” (HVA: 198) no significa rendirse frente
apertura del sentido y su devenir indetenible. Constituyen una a la derrota de la institución familiar y literaria, sino por el
suerte de herencia estética que sirve para transformar la he- contrario, rescatarlas como “instancias afirmativas” que res-
rencia de la sangre en poesía, en escritura “tenue”, que relata tauran la posibilidad de la utopía, de un tiempo nuevo, de
a partir del fragmento, del resto de la experiencia, del secreto renovación y unión a partir de la decadencia de la sangre.
que recorre la fábula del pasado y que no restituye ninguna Lo dice el tío Antonio cuando exclama: “...volveremos a
verdad absoluta ni tampoco la totalidad de la fábula familiar los viejos respetos... alumbraremos los caminos con las fiáco-
(cfr. Moreiras en Avelar, 2000: 148, nota 23): las que le quitamos al santo... Toda cosa, toda cosa será una
misericordia...” (Íd.: 82).
No hay una sola palabra terrible. No hay una palabra sola que También lo escribe el narrador a la madre en una carta
constituya todo el fundamento. Así como toda vuelta, traición o vio- que le envía desde Italia donde le confiesa que: “todavía es
lencia de hombres no tiene explicación en un único hecho, son mu- posible encender algún fuego en la casa nuestra y vivir una
chas las palabras que me llevo del país. Tantas palabras, tantas ob- bella mañana...” (189):
sesiones, ecos de mí mismo y de los otros, una fiebre ésta del cuerpo
y del espíritu. No muerte solamente. Piedad y destrucción, quietud
Y seguiremos celebrando tantas cosas. No habrá padres, de na-
y demonio, horror y pasión, miseria y silencio. Echarse, despreciar,
die se llegará, nadie se lañará de muerte. Las familias estarán
ofrecer. Echarse, litigarse, retirarse. Aceptar, despreciar, ofrecer. O
juntas también, y la antigua división no será una sombra sobre las
acaso la palabra es aquí, mi voz, mi cuerpo, viviendo de igual modo
vidas, como sucedía antes de antes... Fundaremos nuestras casas
en el país, zopicando por los vicos... o en la ciudad. (...) Todo es igual,
sobre bases más duras, viviremos un mundo de paz, la paz de los
todo es la misma crema, como dice Testuzza, de un lado, del otro, de
amores puros y no solitarios. Nadie colpirá a nadie. Dormiremos
oscura vida en oscura vida. Y las palabras no tienen señor, y ahora
un sueño en el diapasón del día bien pasado. Y no sólo el mar será
descansarán en mí como descansaba la aguja en la mesa de trabajo
azul, sino los cuerpos y las nubes, las ventanas, los molinos. Nico-
de mi padre. (Íd.: 199-200)
demo estará en vida, también Vastasu, con los hombros más firmes
que nunca. Antonio de pulmones sanos trabajará las tierras reno-
Al final del viaje, el narrador confiesa que “había ido a vadas... Las puertas... las puertas despalancadas todo el año como
llenar los cántaros y el agua se me había volcado en el cami- ricos pensamientos celestiales... Las murras... las murras repar-

196 197
tiendo el placer de la aventura... El mal... el mal... será un buey Notas
echado de jarretes... (96)

De este modo, después del viaje, el origen deja de ser el 1


Ricardo Piglia, en un ensayo de Fo r m a s b r e v e s, reflexiona so-
principio incuestionable e inamovible que se desea recupe- bre la tradición literaria argentina haciendo referencia al texto de
rar para convertirse en un tiempo por-venir, en la palabra Borges “El escritor argentino y la tradición” y plantea la idea de
que falta y que por eso mismo promete la esperanza de una una “cultura nacional dispersa y fracturada, en tensión con una
comunidad posible para los excluidos de toda pertenencia.22 tradición dominante de alta cultura extranjera”. Más específica-
La escritura funda la utopía que el padre y la familia so- mente, se refiere al “uso” de la herencia cultural por parte de la
literatura, a “los mecanismos de falsificación, la tentación del robo,
ñaron a lo largo de la vida –libertad, amor, pertenencia, fide-
la traducción como plagio, la mezcla, la combinación de registros,
lidad–; desde sus ruinas se reestablece la posibilidad de una
el entrevero de filiaciones” como rasgos constitutivos de la tradi-
conciliación entre las dos ramas de la familia, entre los her- ción argentina (2000: 72-73). En este sentido, se trata de pensar la
manos separados por el rencor y la sospecha, entre el amor y tradición como tensión irresuelta entre tiempos, lenguas y cultu-
el odio, entre el “aquí” y el “allá”, entre el castellano y el ras distintas. Sergio Chejfec, cuando se refiere a la literatura ju-
dialecto. La lengua plural que la literatura habla alcanza la día latinoamericana, también habla de una frontera entre lo se-
plenitud del relato: “Ahora la historia es plena y... es la vo- creto-clandestino y lo hegemónico: “Una circunstancia similar ocu-
luntad de callar que me asila, mientras no aparezca una nue- rriría en América Latina, cuya literatura de mayor complejidad y
va y deslumbrante palabra” (188), pero es una plenitud in- aliento estético no es la inmediatamente emblemática, la que se
conforme y abierta al igual que la herencia que se reescribe identifica con la mirada exterior, sino aquella que tiende a escri-
en la medida en que se asume, que se actualiza porque se birse sobre la frontera borrosa de las tradiciones culturales, con-
vuelve sobre ella dado que lo que se hereda es también la fundiendo las nociones de propio y ajeno” (2005: 124).
2
Nace el 30 de septiembre de 1930 en Buenos Aires, hijo de
conjetura irresuelta que la historia sugiere: el si (hubiéra-
inmigrantes calabreses del pueblo de Mammola. “Mi padre vino
mos vivido aquí) como espacio de suspensión y posibilidad;
varias veces desde la primera preguerra, hasta que, perseguido
como promesa de un desenlace todavía por escribir.
por el fascismo, se quedó aquí para siempre en 1925. Mi madre,
después de muchas dificultades para poder salir de Italia, llegó en
1929. En un viaje anterior, mi padre se había iniciado en el oficio
de sastre. [...] Yo nací en el mes de la revolución del 30. Después
llegaron años duros para la familia, nos mudábamos constante-
mente, siempre a casa con buena luz natural. Era común entonces
ver a un sastre trabajando detrás de una ventana”, relata en la
entrevista con Pablo Ingberg, en La Nación, Buenos Aires, 1999,
en: http://www.audiovideotecaba.gov.ar/areas/comsocial/audiovi-
deoteca/raschellabiblioes.php.

198 199
3
Las referencias a las obras se harán utilizando las siguientes en el proprio lenguaje” (Deleuze y Parnet, 1997: 9) es decir, “ser
abreviaciones: DPR, HVA, THA, respectivamente. bilingües” en una sola lengua para conmover y trastornar la di-
4
Dice el narrador sobre el problema de la representación mensión de la lengua sometida a la norma y a la regla. Para estos
“Ahora pienso: si tuviera que representar estos diálogos (...) autores son “los inmigrantes y sobre todo (...) sus hijos” los más
Preferiría que el actor padre y la actriz madre supieran hablar propensos a desterritorializar la lengua mayor (1978: 33) y utili-
bien la lengua del país primero y la lengua argentina, porque zan, entre otros, el ejemplo de la literatura de Kafka: “la situación
nada hay más ridículo que remedar una lengua sin el dominio de la lengua alemana en Praga, como lengua desecada, mezclada
de sus fuentes” (DPR: 159). con checo o yiddish va a hacer posible una invención de Kafka.
5
Sarlo observa que “el cocoliche literario se apoya en la idea de Puesto que la situación es ésa... habrá que abandonar el sentido,
una lengua inferior que se infiltra, por rebeldía, por necesidad o habrá que subentenderlo, habrá que retener de él sólo un esquele-
por pobreza en la lengua hegemónica” (1998: 34). to o una silueta de papel” (Íd.: 35).
En 1965 Gladys Onega publica La inmigración en la literatura 8
Jacques Derrida en El monoligüismo de otro (1997b), aborda
a r g e n t i n a, primer ensayo sociológico sobre la presencia del inmi- el tema del “nacimiento en cuanto a lengua” desde su condición de
grante en la ficción nacional. Pero desde el siglo XIX, el inmigran- franco-maghrebí, es decir, como hablante de una lengua –la fran-
te, a través de algunos tipos característicos como el gallego, el ju- cesa– que es su única lengua pero a la vez, no es la suya ni tampo-
dío, el italiano, ingresa a la literatura y se convierte en parte fun- co es extranjera; y que además es varias lenguas a la vez. Y es este
damental de la reflexión crítica. Hay un “napolitano” en el Martín interrogante el que nos coloca en el centro del problema que con-
Fi e rr o y muchos inmigrantes italianos pueblan la ficción nacional, siste en la inhabitabilidad de la lengua porque no hay “propiedad
desde En la sangre de Eugenio Cambaceres hasta “el cocoliche” (el natural” de la lengua, por consiguiente: “Ese yo [ j e] se habría for-
italiano que habla una media lengua entre el italiano y el español mado, (...) en el sitio de una situación inhallable, que siempre re-
y es ridiculizado por ello) del teatro argentino. David Viñas ( L i t e- mite a otra parte, a otra cosa, a otra lengua, al otro en general. Se
ratura argentina y realidad política) y Tulio Halperín Donghi (El habría situado en una experiencia insituable de la le n gu a ” (47).
espej o de la historia) tienen abundante material histórico sobre Esto significa que hay una “alienación esencial en la lengua” (82)
los procesos inmigratorios en la cultura y la historia nacional. y que lo único que se puede habitar es justamente lo que no se
6
Sarlo dice que “el castellano es la lengua de base, pero no puede habitar, lo que está siempre desplazado y fuera de lugar
es la lengua cuyas reglas deban obedecerse invariablemente. porque: “No hay hábitat posible sin la diferencia de este exilio y
Es un castellano hospitalario con el calabrés, cuyas reglas no esta nostalgia” (Íd.). Además añade: “Habida cuenta de que los su-
son inferiores a la lengua de base… La relación entre ambas jetos competentes en varias lenguas t i e nd e n a hablar una sola len-
lenguas es igualitaria, como es igualitaria la relación entre gua, allí mismo donde ésta se desmembra, y porque ella no puede
ambas culturas” (1998: 34). sino prometer y prometers e amenazando desmembrarse, una len-
7
Para Deleuze y Guattari la lengua “menor” es aquella que rea- gua no puede por sí misma más que hablar de sí misma” (36).
liza “un tratamiento menor de la lengua standard” (1994: 107), que 9
En las dos novelas, la “ciudad” es Buenos Aires y “el país” (il
“minora” la lengua abriendo en ella una línea de fuga capaz de paese) es el pueblo natal de los padres en Calabria. Dos espacios
liberar su potencia expresiva reprimida por la gramática y la sin- aparentemente antagónicos que terminan por revelar su parecido
taxis. Esto significa “hablar en su propia lengua como un extran- y complementariedad cuando el narrador descubre que el destino del
jero”, “ser como un extranjero en su propia lengua”,“tartamudear hombre es el mismo, independientemente del lugar donde uno viva.

200 201
10
Michel Foucault, en N i e t z s ch e, la genealogía, la historia se pre- esposaron. Tu madre no venía nunca a verme... tu padre me arri-
gunta: “¿Por qué Nietzche genealogista rechaza, al menos en cier- baba la tarde... Se sentía a disagio... preguntaba por los hermanos,
tas ocasiones la búsqueda del origen (Ursprung)? Porque en primer la memoria se le dileguaba. Y yo interpreté que tu padre se había
lugar uno se esfuerza en recoger la esencia exacta de la cosa, su inclinado a la familia nueva, y nos había traicionado, porque ellos
posibilidad más pura, su identidad cuidadosamente replegada so- eran más capacitados, o por lo menos retenían la fama... Así empe-
bre sí misma, su forma inmóvil y anterior a lo que es externo, acci- cé a señalar tanto a tu padre como a tu madre, sin saber si estaba
dental sucesivo. Buscar tal origen es tratar de encontrar ‘lo que ya contra tu padre porque se olvidaba de mí o contra tu madre por-
existía’, el ‘eso mismo’ de una imagen exactamente adecuada a sí que me apartaba del hijo...” (HVA: 184).
misma... Comprometerse a quitar todas las máscaras, para desvelar 13
Este mismo devenir del origen en territorio imaginario e im-
al fin una identidad primera. Ahora bien, si el genealogista se toma predecible también se observa en la comunidad de inmigrantes
la molestia de escuchar la historia más bien que añadir fe a la me- calabreses que se reúne en la casa de los protagonistas para tomar
tafísica, ¿qué descubre? Que detrás de las cosas hay ‘otra cosa bien “el vino egregio que recordaba el vino de Ciró”, comer “los tarallos
distinta’: no su secreto esencial y sin fecha, sino el secreto de que no y las nacátolas recién hechas” (DPR: 35), “los enormes pasteles de
tiene esencia, o de que su esencia fue construida pieza a pieza a harina pura, agua y sal… lamados zípoli” (Id.: 119). Estas escenas
partir de figuras extrañas a ella. ¿La razón? Que ha nacido de una muestran cómo la memoria individual de cada uno se confronta
forma del todo ‘razonable’… De hecho, sólo es la ‘invención de las con la memoria colectiva que los une en una comunidad donde se
clases dirigentes’. Lo que encontramos en el comienzo histórico de llevan a cabo mismo rituales y objetos (fotos, cartas que llegan de
las cosas no es la identidad aún preservada del origen –es su discor- Italia, noticias sobre la guerra, búsqueda de trabajo, recuerdos del
dancia con las cosas–, el disparate” (2000: 17-19). pueblo).
11
Sobre la nostalgia Boym añade: “A diferencia de la melanco- 14
En la primera novela, la madre anticipa el viaje que el hijo
lía que está confinada al plano de la conciencia individual la nos- menor hará al pueblo de Calabria y que constituye la trama de la
talgia se refiere a la relación entre la biografía individual y la bio- segunda novela: “Preparate, hijo, entonces” (DPR: 26). “Viajarás...
grafía de los grupos o naciones, entre la memoria personal y la Harás el camino contrario a tu padre. Conocerás el mar océano,
memoria colectiva” (2001: XVI). que no conoces. Llegarás al puerto de las terrazas que se te vienen
12
Dice la madre sobre la pelea y separación entre ella y la sue- encima. Buscarás el tren entre el Tirreno y la montaña, y ya te
gra: “La casa mía estaba sobre la farmacia, la casa del padre deslumbrarás… Ya verás, ya verás... Tomarás la corriera, llegarás
vecina al Carmen (...) y era un poco más nueva. Y al desposar- al país.
nos fue casa nuestra la casa mía, y forse hicimos mal, porque la –Piensas que está escrito...
madre de tu padre se sintió ofesa, bizarramente ofesa, y nunca –No es el sentido. Me parece tu deseo. Eres tú que lo escribes.
apreció como se debe apreciar a la mujer del hijo” (DPR: 29). Por su Tú te irás, no Filipo” (Íd.: 193).
parte, la abuela dice de la nuera: “Yo herí a tu madre, la herí sin 15
Sobre los hijos de inmigrantes, Svetlana Boym observa: “Los
piedad. ¿Por qué lo hice? Quiero que sepas. Herí a tu madre porque inmigrantes de primera generación no son dados a sentimenta-
me quedaba sola. Tu padre era buen hijo, y estaba voluntario con- lismos y dejan la búsqueda de raíces a sus hijos y nietos, quienes
migo (...) Un día, un día... lo he visto que escribía... y tú también no cargan con el peso de los problemas de adquirir visas y permi-
escriben... Líneas amorosas indirizadas a tu madre... y era mi pro- sos de residencia y pueden preocuparse por reconstruir el origen”
pio esposo que le hablaba a otra mujer... Después de la estación se (2000: 53).

202 203
16
Sobre el tema de la sepultura en tierra extranjera Jacques probables han sido insertados en el romanzo. (...) No he presenta-
Derrida reflexiona en un análisis sobre la muerte de Edipo en do asesinos incursos, amantes plenos, héroes trafelados– y así to-
el libro Sull’ospitalitá (2000: 105-108). das estas historias o alusiones de historias apenas son suspiros
17
El tío Antonio, es el hermano del padre; un emigrante fraca- que esperan el orgasmo. De todos modos, me parece que es mejor
sado sospechoso de haber matado al hijo Nicodemo y a la esposa. escribir así, como me hablaba la madre, como se gritaba y se mur-
Este delito es uno de los misterios de la familia que se insinúa a mullaba la paisanada, una lengua miscitada a otra lengua –y al-
lo largo de ambas novelas. Al final del viaje, el tío Antonio le re- gunas perdían la batalla, o todas perdían la pureza, la virtud de
vela su secreto al sobrino: “¿Quieres conocer cómo ha muerto Ni- nacimiento. Y sé que, por desgracia, al transcribir, el vicio de la
codemo? ¿Quieres saber dónde está su madre? Mi pecho sabe, so- ilustración me ha tomado la mano y el tono de discalia ha sido
lamente mi pecho… Nadie puede decirte. Fue en el Belgio, en el demasiado fuerte en mí. Siempre hay diversidad entre lo que se
periodo de la guerra, cuando la vida no era buena a nada, y la dice y lo que se escribe. Resulta difícil concluir si es más sincera la
muerte acostumbraba a la muerte… Algunos los piensan todavía penumbra de tu lengua o la claro mano, y si la mano te obedece
errantes por el mundo… ¿pero a qué padre no hubiera colpido más que la lengua. También sé que a los “pidojos de la lengua (los
una y otra puerta preguntando por su hijo? Con estos brazos, con pronombres), he sumado sanguisugas y comadrejas (ahora, que, si,
estos brazos… he matado a la madre y he matado al hijo… Les entonces, y). Es que todo relator tiene sus bernócolos, y si no te
risparmié el sufrimiento del mundo… y el sufrimiento de mí… enchampas en los citados pidojos, o sanguisugas o comadrejas, se
¿Por qué, por qué? No me salves, no me salves… pero no me de- te aparecen las estúpidas rimas interiores (...). Y también está el
nuncies… no me odies tampoco… Tú eres mi hijo, tú eres Nicode- vocativo (...). Acaso todos estos asesinos sugieran el relato en el
mo... y me llevas dentro” (HVA: 196). sencillo arco de una noche delante del fuego –el fuego que tanto
18
En una reciente entrevista publicada en P un t o d e v i s t a , Ras- amaba la madre–, el fuego que no es cuestión de ciudad odierna.
chella habla del trabajo con el lenguaje y equipara la escritura a El placer de la palabra oral, escuchada y celebrada en acto, ya está
una labor artesanal: “El punto de comparación se funda en las perdido, están perdidos el placer de intersecar infinitamente, el
modalidades de trabajo: una paciente elaboración de la materia, placer de completar con las manos la buscada y final pobreza de
la conciencia rigurosa de la forma. Raschella reactualiza esa figu- palabra, la ofesa que se entiende y se acepta envuelta en aparien-
ra también por motivos personales, como se observa en sus insis- cia de raconto” (DPR: 189-190).
tentes comparaciones entre el oficio de sastre del padre y el del 20
En una entrevista Raschella dice: “Yo escribo porque (...) siento
escritor: ‘Eso me persigue. De alguna manera es defender las arte- que de alguna manera estoy cumpliendo una misión. A mí me in-
sanías de todos los oficio y por supuesto del escritor. No pertenecer teresa el mundo de los vencidos, no me interesa el punto de vista
a lo que puede llamarse la literatura de mercado, sino apostar a la de los vencedores… Además no es un ‘ir hacia’ sino, de alguna
cosa agregada lentamente. Yo escribo palabra por palabra, línea manera, sentirse parte de eso (...) Además esa intimidad con ese
por línea’” (Aguirre, 2004: 22). mundo creo que está dada fundamentalmente, a través de la len-
19
Las novelas de Raschella están escritas a partir de una vo- gua. Esa es la clave del asunto: no hay literatura sin lengua”.
luntad de reflexionar sobre la literatura y sobre los mecanismos 21
El legado que Testuzza le entrega al narrador dice: “1. Hazte
que la constituyen. El autor, a través del narrador revela sus in- coraje y escribe; 2. Escribe siempre con el lápiz; 3. Si escribes, no
quietudes estéticas, sus preguntas sobre el ejercicio poético: “...siem- hables de mí; 4. Tu lengua será siempre tu enemiga; 5. Los malos
pre fue grande mi pudor de narración. No todos los hechos reales o tiempos te enseñarán a escribir; 6. Cuando escribas no debe ser ni

204 205
de noche ni de día; 7. Cuando escribas, el tiempo no debe tener ni VII. Genealogía de una escritura
límite ni extensión; 8. Cuando escribas no te comas el corazón; 9.
Tampoco escribas concitado mucho tiempo, porque se te quebrará
la voz; 10. Deja siempre un lugar para intersecar; 11. Trata de ex- No pueden las herencias infundirme más que
presar alguna esperanza, pero con pocas líneas; 12. Despoja, des- escozor.
poja, y te quedarán dos palabras, una en cada extremo; 13. Tu buen Jacqueline Goldberg
gusto se verá en la mezcla; 14. Siempre es otro el que escribe; 15.
No te vuelvas hacia atrás al componer; 16. Nunca llores sobre tu
propio libro; 17. Haz la página limpia, y si vienes del abismo, asó-
mate a él; 18. Muerde un punto, un solo punto de tu carne; 19. No
inclines demasiado la cabeza para escribir; 20. Aun las uvas pue-
den ser pisadas limpiamente: interprétame; 21. Escribe, y quema; Todo trabajo de investigación es también la historia de su
22. Siempre estarás en crisis; 23. Si eres poeta verdadero, perderás composición. Durante la escritura de este libro fueron conti-
el tiempo con la gente; 24. Estudia la tradición, y al recordar in- nuos los ajustes entre las preguntas que el corpus demanda-
venta; 25. Debes hacer esto y no otra cosa; 26. Si puedes, llévate la ba y las preocupaciones teóricas que me interesaba indagar,
palabra al lecho, pero no la ames; 27. Y de cada palabra y de cada
entre la hipótesis de partida y los desvíos que dichas hipóte-
mal, surgirás más sereno; 28. Alguien te comprenderá, pero el mun-
sis generaban.
do no cambiará; 29. Cuando termines de escribir, lee: si no te reco-
noces al leer, el escrito es bueno; 30. Expurga, expurga. No des a
El primer abordaje a las obras seleccionadas estuvo rela-
las prensas antes de expurgar” (HVA: 203-204). cionado con el título del libro: escribir hacia atrás. Esta frase
22
Hay que destacar que los textos de Raschella, si bien propo- sugería la idea de una escritura como tensión hacia adelan-
nen una reflexión sobre la identidad desde la perspectiva de las te y hacia atrás, como movimiento prospectivo y retrospecti-
relaciones del sujeto con la familia y las raíces, también muestran vo a la vez, como desplazamiento que al avanzar retrocede
una preocupación por los sujetos del pueblo, por los más vulnera- para darle existencia a lo ausente, a lo que dejó de estar,
bles, por los que eligen “andar siempre por el mundo” en la bús- para constituir el pasado y hacerlo evento.
queda de un lugar de residencia. Sobre su obra, el autor dice que El análisis reveló el carácter problemático de los textos
se trata de “la historia de una familia, en parte la mía propia, abier- en relación con el tema de la memoria y del pasado porque
ta a otra historia, la de todo un pueblo, en el sur de Italia, y segu- no se trata de relatos que se posicionan frente al pasado de
ramente abierta también a una condición, la de los hombres que
forma nostálgica con la finalidad de buscar su restitución y
se ven obligados a emigrar por razones no sólo sociológicas o eco-
restauración, sino más bien de ficciones que muestran cómo
nómicas, es decir, movidos por la inquietud de desengaño conti-
la nostalgia es una instancia de reflexión crítica que activa
nuo. Yo soy hijo de uno de esos hombres” (Rachella en Arfuch, 2002:
222-223). los sentidos dormidos del pasado y los hace hablar, para sos-
pechar de los significados hegemónicos y producir otros a
través del proceso de relectura de lo acontecido y de sus
restos, para imaginar pasados que no pudieron ser y corregir

206 207
e reimaginar los ocurridos, no con la finalidad de recomponer de utopía restitutiva, conciliatoria que, en la medida en que
una linealidad interrumpida, sino más bien para mostrar la se enuncia, asume su imposibilidad pero también muestra el
imposibilidad de su restitución y la necesidad de transfor- carácter especulativo y arbitrario de la memoria.
mar el deseo restitutivo en actitud interpretativa y crítica. En Fabio Morábito, lo que se hereda es el desarraigo –
En la medida en que avanzaba con la investigación, otros cultural, lingüístico, afectivo, estético– como actitud crítica
recorridos de análisis fueron tomando cuerpo y se superpu- frente a toda tentación de permanencia, frente a toda ilu-
sieron al camino “hacia atrás” que había guiado mi explora- sión de construcción estable. La grieta que amenaza el muro,
ción. El problema de la herencia, de su transmisión y asun- el olvido que amenaza la lengua materna son principios pro-
ción por parte de un heredero se convirtió en una pregunta ductivos y lugares de hallazgo para posicionarse frente a la
clave para desmontar los textos. Escribir hacia atrás signifi- realidad y asumir sus fisuras.
caba no solamente una preocupación por el origen y su sen- En Tununa Mercado, la herencia no es un legado que se
tido, sino también un rastreo de los procesos que hacen posi- recibe de los mayores sino es el aprendizaje que otorga la ex-
ble que el atrás siga teniendo efectos en el presente a través periencia de la dictadura y el exilio: la escritura de esa expe-
de su manifestación como deuda que hay que asumir y como riencia como un modo de enfrentar el duelo personal y colecti-
fantasma que nos interpela para recordarnos el legado al que vo y mantener abierto el archivo de la memoria es el mandato
pertenecemos, la genealogía de donde venimos, la responsa- que es necesario asumir.
bilidad que tenemos ante esa pertenencia. En Roberto Raschella, la herencia que el hijo recibe de la
Esta indagación sobre la herencia fue revelando el carác- familia le permite fundar una lengua como alegoría del en-
ter deficitario que la constituye, es decir, la imposibilidad de tre-lugar que constituye la genealogía familiar y su identi-
una apropiación plena de lo que ésta lega dado que esa zona dad: espacio de encuentro y separación que posterga el rela-
intransitable del mandato, ese “secreto” del que habla Derri- to en la medida que lo cuenta y asoma la promesa de una
da cuando se refiere a la herencia, son lo que hace la heren- versión de la historia que muestra la inconformidad de la
cia inagotable: espacio de desafío interpretativo donde se halla escritura ante su propio efecto.
el mayor “bien” de un legado. Se trata entonces, en los distintos casos, de obras que pro-
En Sergio Chejfec, de la herencia que el padre le trans- ponen la idea de la herencia como espacio residual, como bien
mite al hijo sugiere la idea de la literatura como relato que deficitario que plantea el reto hermenéutico de interrogar el
siempre va a faltar y que está en falta como la memoria que secreto del origen que otorga un saber precario que deshere-
el padre tiene de su familia y como el relato que el hijo desea da en la medida en que vincula al hilo impredecible de la
escribir sobre esa memoria faltante por el exceso de real que procedencia.
la atraviesa.
En Raúl Zurita, la herencia que el nieto recibe de la fami- Caracas, mayo 2006
lia es la de la escritura como instancia que permite “conti-
nuar” los afectos y corregir el pasado. Se trata de una suerte

208 209
De todas las obras

De todas las obras, las que prefiero


son las usadas.
Los recipientes de cobre con abolladuras y bordes aplanados,
los cuchillos y tenedores, cuyos mangos de madera
han sido manoseados tantas veces: tales formas
me parecen las más nobles. También las losas en torno a viejas casas,
que han sido pisoteadas tantas veces, desgastadas por el roce
y entre las que crecen manojos de grama, esas
son obras afortunadas, felices.

Circulando en el comercio de muchos


a menudo transformadas, mejoran su forma y se hacen encantadoras
por haber sido manipuladas a menudo.
Incluso los fragmentos de esculturas
con sus manos cortadas, me gustan. También
vivieron para mí. Aunque abandonados, siempre se cargó con ellos.
Aunque derribados, nunca se irguieron a gran altura.
Las edificaciones medio derrumbadas
tienen de nuevo la apariencia de las todavía inconclusas,
las grandemente planeadas: sus hermosas medidas
Título: Ú l t i m a r e s i s t e n c i a i nd í g e n a ya pueden adivinarse; pero requieren
Fotógrafo: Miguel Amat todavía de nuestro entendimiento. Y a la vez
Fecha: 2005 ya sirvieron, de hecho ya han sido superadas. Todo esto
Serie: Paisajes heroicos (2003-07) me hace feliz.
Técnica: Fotografía
Dimensiones: 24 x 20 pulgadas

Bertold Brecht
(traducción Luis Miguel Isava)

210 211
Bibliografía

Fuentes primarias

Chejfec, Sergio. El punto vacilante. Literatura, ideas y mun-


do privado. Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, 2005a.
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Vincenti, Carmen. Una geometría disonante. Imaginarios y
ficciones. Valencia: EXcultura, 2000.

226 227
Índice

I. Escribir hacia atrás


1. El regreso de los fantasmas .. 13
2. Legados de la memoria .. 22
3. Transmisiones y herencias .. 25
4. Inventario personal .. 35
Notas .. 37

II. El frágil heredero.


El fracaso de la transmisión en
Lenta biografía de Sergio Chejfec
1. Literatura y porvenir .. 47
2. El legado inaccesible .. 54
3. En nombre del padre .. 60
Notas .. 70

III. Los fantasmas del afecto en


El día más blanco, de Raúl Zurita
1. Vínculos y afectos .. 75
2. El “purgatorio del lenguaje” .. 82
2. El “semblante más amado” .. 86
3. Rostro-monstruo .. 93
Notas .. 104

IV. La Historia nómada: intemperies


de la lengua y de la identidad
en la obra de Fabio Morábito
1. Pertenencia y morada .. 113
2. Geografías errantes .. 117
2. Entre-lenguas .. 124
3. El lugar de la grieta .. 132
Notas .. 142

228 229
V. El asedio de la memoria:     
hallazgos de la escritura
en Tununa Mercado
1. Abrir el archivo .. 147
  
2. Autofiguraciones .. 153     
3. El fantasma del hogar .. 158  
Notas .. 167      
  
VI. La lengua privada de   
Roberto Raschella: el desarraigo      
de la fàbula familiar    
   
1. La lengua “miscitada” .. 171
    
2. La “erranza” del origen .. 174         
3. “La luminosa propiedad   
de fabular” .. 192     
Notas .. 199        
   
VII. Genealogía de una escritura .. 207   
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Bibliografía .. 213
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230 231
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232 233
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234 235
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  

238 239
Título: Escribir hacia atrás : herencia, lengua, memoria
Autro: Gina Saraceni
Colección: Tesis/ensayo
Formato: 14* 20 cm
240 páginas, binder
Tapa a cuatro colores, sin solapas, Ya está impresa

1000 ejemplares.
papel de 65 grs. boxel

margenes: interior: 20 mm; exterior 14 mm;


superior: 18mm; inferior 25mm

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p 4 estudios culturales
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