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La Universidad.

Una mirada a su historia


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Ma Constanza Jiménez Vargas
Abordar el estudio de la universidad, cualquiera que sea su intencionalidad, bien sea en sus aspectos
académicos o en sus aspectos administrativos, significa recorrer ciertos caminos, que permitan reflexionar
sobre su origen; comprender la universidad que se tiene hoy, requiere que se contextualicen sus
características epistemológicas; en ese orden de ideas, la primera parte de este escrito, propone una
revisión desde una perspectiva histórica, de las diversas tipologías universitarias, asociadas a la concepción
de Estado, como categoría fundamental en el rumbo y evolución de estas instituciones. La segunda parte,
pretende introducir al lector de manera tangencial, en lo que constituye hoy, el discurso de cambio que
requiere dicha institución ante las exigencias de un mundo globalizado. Por último, se exponen las diversas
posturas teóricas, así como los diversos enfoques, con los que se han abordado los análisis sobre la
universidad, principalmente la teoría de las organizaciones.

La historia, no se compone simplemente de una sucesión de hechos, sino que ellos están directamente
relacionados con la visión y concepción del mundo que una generación tiene en cada momento histórico;
en ese sentido, es necesario referirse al contexto en el que surge la institución universitaria, ya que
conociendo su origen puede comprenderse su presente. La historia de las universidades, en términos
generales puede dividirse en tres grandes periodos: la universidad antigua que perdura, con pequeñas
variaciones desde la Edad media hasta finales del siglo XVIII, cuando el espíritu de la ilustración y de la
Revolución Francesa da nacimiento a la universidad moderna; la universidad del Estado –nación liberal, que
ha estado vigente hasta hace muy poco. Contemporáneamente puede decirse que se está viviendo el
nacimiento de un tercer modelo de universidad: la universidad global, la universidad de la sociedad del
conocimiento, marcada por la universalización tanto de sus usuarios, como del ámbito de acción, en
términos de su interacción profunda con el resto de sistemas del mundo.

Universidad Antigua:

A lo largo de la historia, las civilizaciones han provisto, bajo diferentes formas, una Educación Superior a sus
élites dirigentes, trátese de grupos sacerdotales, militares, políticos, técnicos o de funcionarios (Perkin,
1991). La universidad medieval, surge como la reunión de quienes ejercen el oficio de enseñar y estudiar las
artes: letras y humanidades, leyes, medicina y teología inicialmente. Esta conformada por una comunidad de
estudiantes y profesores, que aunque bajo la protección de la iglesia, de los reyes o de las ciudades en las
que están establecidas, tiene un carácter independiente. Desde el principio, su misión ha sido formar al
personal para las posiciones más influyentes y mejor remuneradas, antes que cultivar el puro deseo de
aprender y saber.

Son gobernadas por reglas internas, emanadas de la comunidad académica, protegidas desde el primer
momento por la bula Parens Scientarum del papa Gregorio IX (Van Vught, 1996). A pesar de su
independencia, ya existen Consejos, compuestos por ciudadanos no–académicos que intervienen en los
conflictos entre profesores y estudiantes (Le Goff, 1996). Desde el punto de vista económico son entidades
autónomas que reciben sus fondos de sus propiedades, o de las aportaciones del estudiante. Son
universidades formalmente privadas y de muy pequeño tamaño, a las que asisten lo más privilegiado de la
sociedad para emprender el estudio de las artes liberales, plasmadas en el trívium y el cuatrivium, y en
donde el gobierno es ejercido por los propios miembros de la comunidad que eligen al rector aunque un
Consejo de laicos, ejerce como moderador de sus relaciones con la sociedad.

La etapa formativa de la universidad, muestra una serie de rasgos adicionales de interés actual. Ella adquiere
su autonomía mediante conflictos y negociaciones con el poder religioso y civil. Desde el comienzo, se
establece como una institución internacional, dotando a sus docentes de licencia para enseñar en cualquier
lugar. Los miembros de la academia, “convierten las vestimentas y los atributos de su función en símbolos de

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Licenciada en Ciencias Sociales. Magíster en Educación. Magister en Admón. Pública.
nobleza. La cátedra, que ahora aparece cada vez más frecuentemente coronada por un palio o bóveda de
aspecto señorial, los aísla, los exalta, los magnifica. El anillo de oro y la toca, el birrete, que se les da en el día
del conventos publicus, son cada vez menos insignias de funciones y cada vez más emblemas de prestigio.
Los universitarios llevan un largo hábito talar, el capuchón de marta cebellina, a menudo una gorguera de
armiño y sobre todo esos largos guantes que en la edad media son símbolo de rango social y poder” (Le
2
Goff, 1986) .
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Retomando lo escrito por JJ Brunner (2003) , “se presenta en la universidad un problema típicamente
“moderno”: cómo financiar la actividad docente y costear el estudio de los alumnos. Odofredo, maestro
boloñés, constata que “todos quieren saber, pero ninguno quiere pagar el pecio del saber”; y agrega
Odofredo, “os anuncio que el año próximo dictaré los cursos obligatorios con la conciencia de que siempre he
dado muestras; pero dudo que dicte cursos extraordinarios, pues los estudiantes no son buenos pagadores”
Con todo, se crean durante los siglos XIII al XV unas 80 universidades en Europa, contando a finales de la
edad media con una población de 1000 a 1500 miembros como la universidad de Oxford o la de Praga
(Davies, 1996).

Universidad Moderna:
El modelo de la universidad medieval persiste hasta finales del siglo XVIII sin que se noten cambios
sustanciales; A principios del siglo XIX, la vitalidad intelectual no era la característica relevante de las viejas
universidades. La ilustración, el nacimiento de las academias científicas, la enciclopedia, surgen en Europa al
margen de las universidades que se encontraban demasiado apegadas al Acient Regime. El surgimiento del
Estado nación, a inicios del siglo XIX, supone un profundo cambio en las universidades. La aparición de las
revoluciones liberales mencionadas, trajo consigo una serie de transformaciones con tópicos diversos, y
algunas similitudes, entre las que se encontraron el surgimiento de nuevas competencias educativas, la
fortaleza del Estado-nación y una caída del absolutismo que ya no retomó sus características básicas.

El quiebre del antiguo régimen permitió el ascenso de la clase burguesa. El concepto de “dejar hacer, dejar
pasar”, implicaba un Estado gendarme que debía encargarse de la seguridad exterior, la tranquilidad interior
en lo referido a sus fronteras, y asegurar a sus súbditos el cumplimiento del derecho y un regular
desempeño de la justicia; todo ello, bajo el imperio de un orden normativo común y la concepción del
Estado como un ser supranacional, cuya misión primordial consistía en garantizar la unión de sus ciudadanos
con características de igualdad ante la ley y lengua común en una comunidad nacional.

Con este escenario, fue fácil que el ascenso de la burguesía y el surgimiento de una clase media con rasgos
estamentales, iniciara la discusión sobre dos procesos que demostraban retraso y constituían un obstáculo
para el Estado nación que perseguía a través de los gobiernos liberales, llevar a cabo políticas de rango
integrador. Estos dos procesos se refieren a la educación y a un fuerte avance de la secularización,
disputando ámbitos que antes casi eran del dominio de la iglesia.

Se percibe entonces, el salto cualitativo que se da entre el Estado del antiguo régimen y el Estado Moderno;
el Estado medieval contaba con un modelo educativo basado principalmente en el trabajo forjado por la
iglesia; cimentado en que la educación popular se consideraba como propia de las iglesias o a lo sumo como
una prerrogativa de los gobiernos locales. Así, parecía que el Estado era indiferente en los niveles primarios
de la instrucción y solo operaba con la educación superior, porque la universidad representaba el marco
específico donde los gobiernos reclutaban cuadros dirigentes o el componente básico de la burocracia
estatal.

En todos los países de la Europa continental, el Estado se apropia de universidades que eran formalmente
entidades privadas. En principio, esta apropiación tuvo como objetivo liberar a las universidades de viejas
dependencias y ponerlas al servicio del nuevo Estado liberal y de sus necesidades económicas; aunque el

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Le Goff. J. Los intelectuales de la Edad Media. Editorial Gedisa, 1990
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Brunner. J. Transformaciones de la Universidad. Centro de estudios Manuel Henriquez. Universidad de Chile, 2007
pensamiento de la época hacía hincapié en que el Estado no debía intervenir en la esfera privada de los
hombres, e incluso se debería propender a la desaparición de las organizaciones intermedias; la eliminación
de las asociaciones trae consigo la supresión del ámbito donde se aprenden los oficios y con ello la
culminación de una etapa donde, el maestro era el agente principal.

Al mismo tiempo que el Estado liberal independiza lo público de lo privado, las limitaciones al poder político
implican también, la base del control de los gobernantes sobre los gobernados, y por ende, la instrucción
pasará a ser uno de los imperativos para que las clases populares cuenten con los instrumentos suficientes
para compartir el poder y discutirlo. Una de las primeras consecuencias de la revolución francesa fue la
ruptura del Estado con la Iglesia. Las actividades principales que sufragaba ésta eran la beneficencia y la
educación. Al nacionalizarse sus bienes, la falta de recursos fue evidente y el Estado tuvo que ocuparse de la
enseñanza.

Esta situación, se complementó con el hecho de que la instrucción quedara en manos de laicos, lo que
permitió arribar a la noción propia de la administración francesa del servicio público, donde la educación
cobra un especial impulso y constituye un factor coadyuvante a la integración nacional. Además de
alimentar la concepción de la educación pública, las discusiones pasan por definir el alcance de esta y los
niveles que requieren atención estatal. La concepción del siglo XX será la de entender que para el Estado, es
un deber el aseguramiento de toda la instrucción a sus ciudadanos.

La percepción de la educación como factor de integración nacional, y cohesión social será el eje de las
políticas educacionales del Estado liberal de los siglos XIX y XX; la pluralidad de funciones públicas asignadas
a la educación y la persecución de más de un objetivo para la consolidación del Estado moderno liberal, llevó
a una etapa de diferenciación y separación de la educación del antiguo régimen. En el Estado liberal, el
sistema educativo surge como un conjunto de instituciones diferenciadas, de ámbito nacional bajo la
supervisión del gobierno estatal. Dos tendencias diferentes, dan lugar a dos modelos de universidades: la
alemana y la francesa.

La universidad alemana, fruto del idealismo alemán centra en la investigación el objetivo básico de la
universidad. Las universidades alemanas, entonces, se convierten en centros de desarrollo científico,
controladas por el Estado en todos sus detalles económicos y de funcionamiento, pero con un fuerte
respeto por la libertad académica: La no existencia de títulos oficiales y la escasa relación con las demandas
sociales directas, hacía poco necesaria la coordinación del sistema o el desarrollo de los valores
institucionales. El estatuto del profesor Ordinarius como funcionario público de elevado rango garantiza su
status y su libertad en la búsqueda de conocimiento, mientras que la institución carece de autonomía: La
autonomía tiene carácter individual y está apoyada en la libertad del Ordinarius para organizar su trabajo
fijando objetivos y programas.

El segundo modelo, nace en Francia con el establecimiento de la universidad Napoleónica; en este caso, la
universidad se concibe fundamentalmente como un servicio del Estado para satisfacer las necesidades de
formar servidores para el propio Estado y de promover el desarrollo económico de la sociedad, formando a
las élites imprescindibles. Los académicos son servidores del Estado y forman parte de cuerpos nacionales
de funcionarios. La autonomía institucional es inexistente, ya que los objetivos de las instituciones y los
programas de estudio tienen un carácter nacional. Sin embargo, el poder del profesorado de rango superior,
es relevante dado su carácter de casta nacional de elevado prestigio, lo que le permite influir en la
elaboración de los programas y en la definición de las políticas universitarias.

Un tercer modelo de universidad corresponde al anglosajón, con dos versiones algo diferentes: la británica
y la norteamericana. En el Reino Unido (con solo 6 universidades a principios del siglo XIX), el Estado no
intervino en las universidades, respetando sus características medievales; esto explica que las universidades
públicas británicas, irlandesas y canadienses, sigan siendo jurídicamente privadas. A raíz de la revolución
industrial, que requirió de mayor cantidad de cuadros educados, ciudadanos notables y autoridades
municipales crearon las llamadas universidades cívicas, que se extienden por el reino Unido durante el siglo
XIX. La tradición de las viejas universidades y el proceso e creación de las nuevas universidades, hace que
desde el principio se creen Consejos de gobierno de las universidades, formados por no académicos. Estos
consejos presididos por el Chancellor, nombran al Vice-chancellor, en el que se delegan todas las decisiones
de gestión directa de la institución.

La universidad de Harvard, fue la primera universidad norteamericana; fundada por iniciativa de la


comunidad y tuvo un carácter de independiente bajo los auspicios de un Consejo de Regentes, formado por
miembros de la comunidad no académica. Todas las viejas universidades norteamericanas fueron creadas
bajo este modelo y constituyen hoy, el grupo más selecto de las universidades privadas norteamericanas.
Cuando en el siglo XIX, los gobiernos de los Estados deciden crear universidades, para promover el
desarrollo económico de sus estados, lo hicieron bajo el mismo modelo; para garantizar su independencia
les fueron donados grandes extensiones de terrenos a fin de que tuvieran recursos propios para su
funcionamiento; La propiedad social de la universidad se garantizaba al través de un Consejo de Trastees y
la libertad académica se garantizaba mediante la concesión de un privilegio poco frecuente en aquella
sociedad: el derecho a un puesto de trabajo de por vida. El modelo norteamericano se caracterizó desde su
origen por una mayor apertura a las demandas sociales y por una organización empresarial de las
estructuras internas.

En el modelo anglosajón, el poder radica fundamentalmente en las instituciones como tales. El poder que
los gobiernos ejercen sobre las universidades públicas ha sido tradicionalmente débil dedicándose a su
financiación y a establecer criterios muy generales sobre las políticas del sistema de educación superior. Las
instituciones, ejerciendo su autonomía, deciden sobre los aspectos académicos y administrativos, para lo
que requieren organizarse internamente de un modo gerencial. Son instituciones, donde el liderazgo ha sido
ejercido, y en donde los cargos académicos de cualquier nivel han sido habitualmente nombrados desde
arriba y no elegidos por los académicos.

Por el contrario, en el modelo europeo-continental, el poder del Estado sobre la educación superior, ha sido
tradicionalmente muy grande, controlando las finanzas, los programas docentes, y el nombramiento del
profesorado que tiene la condición de funcionario público; la autonomía universitaria o no ha existido o se
reduce al respeto por la libertad académica. En este sistema, la oligarquía académica posee un gran poder
dentro de la institución y en los círculos gubernamentales, pudiendo diseñar en gran parte las políticas
universitarias.

Hasta avanzado el siglo XX, la universidad mantuvo una suerte de control monopólico sobre el saber
superior y prestó sus servicios sólo a una minoría. En cambio, durante la segunda mitad del mismo siglo, se
produce una verdadera revolución en términos de crecimiento; en América Latina, por ejemplo, los
estudiantes aumentan más de 10 veces hasta aproximarse a la cifra de 9 millones para el año 2000;
adicionalmente se produce una intensa proliferación institucional y gran diversificación de los programas
ofrecidos.

Bibliografía
BRUNNER; J.J. (1990) Educación Superior en América Latina: Cambios y desafíos. Fondo de Cultura
Económica
FREITAG, M (1995) El naufragio de la universidad. Universidad iberoamericana. México
JIMENEZ, C. (2008). Las políticas para la Educación Superior. Colombia 1991- 2005. Tesis de maestría.
LE GOFF. J. Los Intelectuales de la Edad Media. Gedisa Editores, 1990
LUCIO, R. SERRANO, M (1992). La Educación Superior. Tendencias y políticas estatales. Universidad Nacional
de Colombia
NEAVE, G (2001) Educación Superior: historia y política. Estados comparativos sobre la universidad
contemporánea. Gedisa Editores. Barcelona, España

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