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V.

La organización de las comunidades


judías. La aljama: economía y sociedad

Aljama es una palabra de origen árabe que designa un ¶¶ El gobierno de la comunidad judía
«ayuntamiento» o «reunión de personas». Esta palabra fue en Al-Ándalus y en los Territorios
Cristianos
adoptada por los reinos cristianos para designar a las juderías y
¶¶ Características generales de
morerías dentro de asentamientos cristianos, cuyos habitantes la economía en las juderías
mantenían cierta autonomía política. Las comunidades peninsulares durante la Edad
judías en las ciudades de Al-Ándalus también conservaron Media
cierta autonomía política basada en la organización social ¶¶ Referencia bibliográfica
¶¶ Material complementario
tradicional de la kahila. Los habitantes de las aljamas no eran
un grupo homogéneo, y reproducían sociales y relaciones de
poder similares a las de sus vecinos no-judíos. Aunque las
juderías experimentaron diversidad interna en cuanto al tipo
de actividades económicas realizadas por sus habitantes, en
general, la presencia de las juderías jugó varios papeles clave
en las economías de Al-Ándalus y en la de los Territorios
Cristianos a lo largo de la Edad Media.

1. EL GOBIERNO DE LA COMUNIDAD JUDÍA EN


AL-ÁNDALUS Y EN LOS TERRITORIOS CRISTIANOS

Las comunidades judías en la península ibérica recibieron varios nombres


a lo largo de la edad media. En los territorios que acabarían conformando
la Corona de Castilla, las comunidades judías eran conocidas como Alja-
mas —palabra de origen árabe que hacía referencia a un «ayuntamiento» o
«reunión de personas»— dado que sus miembros formaban una comunidad
política paralela, e interrelacionada, a la comunidad política de los concejos
y ayuntamientos cristianos. Con el tiempo, las aljamas pasaron también a
ser conocidas como «juderías» en castellano y «judiarias» en portugués.
En la Corona de Aragón, especialmente en las áreas catalanohablantes, las
aljamas judías eran conocidas como calls. La etimología de la palabra call
es compleja, dado que tradicionalmente se había asociado con la palabra
hebrea kahal, «asamblea religiosa o congregación», pero estudios a finales
de los años 80 pusieron en evidencia que en los textos catalanes escritos en
caracteres hebreos, los autores hacían una distinción entre la zona geográfica
en la que vivían los judíos, «call», y la congregación o sinagoga «kahal». Al-
gunos autores especulan que la palabra call en la Corona de Aragón pudiera
derivar del latín callis, «camino estrecho», lo que significaría que al menos
en las áreas catalanohablantes se hacía una distinción entre la aljama como
comunidad política y el call como zona geográfica de la ciudad en la que
vivían los judíos.
Lo habitual a lo largo de la Edad Media fue que los habitantes judíos de
una ciudad no estuvieran restringidos a residir en barrios o zonas particula-
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res, tanto en las áreas cristianas como en Al-Ándalus. Aunque la población Puerta de la Sangre (Sagunto, siglo
judía también se extendía al ámbito rural, tanto las actividades económicas XIV e. c.). Esta puerta es el último
como las relaciones sociales dentro de las comunidades judías —importan- vestigio del barrio en el que los
cia del acceso a la ley hebrea, acceso a apoyo y caridad, participación en judíos de Sagunto empezaron a
prácticas comunitarias, etc.— incentivaron la concentración de población autosegregarse por su propia seguridad
judía en comunidades urbanas. Tanto en las comunidades rurales como en a partir de 1231 e. c. | Caminos de
las comunidades urbanas, los individuos judíos se organizaban bajo tres Sefarad. Red de Juderías de España
estructuras paralelas de poder:

1. 1. Kahal (comunidad religiosa)

Los individuos judíos formaban parte de una comunidad religiosa dividida


entre la congregación local, y la pertenencia a una comunidad más amplia
que alimentaba su jurisprudencia con las recomendaciones de las principales
escuelas talmúdicas de Mesopotamia. Dado que la legalidad, la práctica reli-
giosa diaria y la pertenencia social estaban ligadas íntimamente, la relación
de los individuos con el kahal era muy importante. El kahal era liderado
por un Rabino, que era encargado de interpretar la Torá y la legislación
derivada de ella en todo tipo de asuntos, desde restricciones alimentarias
hasta derecho familiar; las funciones del rabino fueron expandiéndose para
asumir nuevas funciones ofrecer consejo a la congregación, mediar en favor
de miembros necesitados de la comunidad, interactuar con representantes
de otras congregaciones religiosas o ayudar a las familias para organizar
contratos de matrimonio. La presencia del rabino no era obligatoria en la
dirección del rezo, durante las ceremonias matrimoniales ni durante otros
eventos destacados, sin embargo, muchas comunidades preferían contar
con su presencia.
En lugares donde la comunidad era considerablemente grande, existía la
posibilidad de contar con múltiples rabinos —organizados jerárquicamente—
para poder atender las dudas legales y las necesidades espirituales de la
comunidad religiosa. Los reinos cristianos tendieron a buscar figuras de
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referencia dentro de las comunidades judías para poder estructurar las


relaciones entre la corona y las aljamas, para ello, llegaron a inventarse la
figura del «Gran Rabino». Dependiendo del reino y del momento histórico,
este cargo externo recibió múltiples nombres —rabino mayor de la corte en
Castilla y en Aragón, rabino-chefe o arrabi-môr en Portugal, rabí major en
las áreas catalanohablantes, etc. Dependiendo de la época, este cargo podía
ser elegido por la propia comunidad o también impuesto desde la corona, y
servía para que tanto la corte como las jerarquías eclesiásticas tuvieran un
interlocutor homologable a sus propias estructuras organizativas.

1. 2. Kehila (comunidad política)

La kehila era la estructura política paralela al kahal, en la que las estructuras


de poder y las decisiones estaban basadas en rasgos sociales —reconocimiento,
estatus político, capacidad económica, etc. Como en todas las sociedades
medievales, las prácticas sociales y la cosmovisión de los miembros de la
kehila estaba fuertemente influenciada por su visión religiosa; sin embargo,
resultar electo a la asamblea de notables de la comunidad —cuyos cargos
eran renovados periódicamente— no presuponía ninguna autoridad religiosa
frente a otros miembros de la comunidad.
La kehila era la estructura de gobierno autónomo de las aljamas judías.
En el centro de la estructura de poder se encontraba el representante prin-
cipal de la comunidad, que era elegido periódicamente por otros miembros
de la asamblea de notables para dirigir la aljama como un «primero entre
iguales» en representación del consejo. El consejo, cuya función era princi-
palmente ejecutiva, tenía también la obligación de seleccionar y contratar a
un rabino para administrar justicia y apoyar la atención de las necesidades
espirituales de la comunidad. Dado que la asamblea de notables estaba
compuesta por hombres influyentes de la comunidad, en ocasiones se daba
el caso de que los rabinos que ellos mismo habían contratado podían entrar
en conflicto con miembros de la asamblea si estos abusaban de su posición
respecto a otros miembros de la comunidad, o si el rabino era percibido
como excesivamente duro en sus juicios. Si la confrontación no podía ser
evitada, la postura que tomase la comunidad en general determinaba si se
producía un cambio en el consejo de notables o si el rabino era despedido
—y se buscaba otro rabino para reemplazarle. Los rabinos podían contratar
a algunos hombres para asistirles en sus tareas, y también para actuar como
ejecutores de las sentencias rabínicas sobre miembros de la comunidad. Las
aljamas judías tenían un alto grado de autonomía legal, y las penas rabínicas
podían incluir sentencias tan graves como el pago de multas, mutilaciones,
exilio o incluso la pena de muerte.
Las mujeres y otros miembros de la comunidad estaban incluidos en la vida
de la kehila a través de su participación en comités y negocios dirigidos por la
comunidad. Los comités, habitualmente dirigidos por mujeres, trabajaban en
áreas temáticas para dar servicio a la comunidad, incluyendo temas variados
como organizar servicios de educación, recolectar y distribuir caridad, dar
apoyo a huérfanos y mujeres sin familia, organizar los servicios funerarios,
etc. Para ello, cada comité elaboraba un presupuesto en coordinación con
el representante principal, que era aprobado por la asamblea de notables, y
cuyos fondos eran recaudados entre los miembros de la comunidad según la
asignación de «capacidad individual para aportar» decidida por la asamblea.
Este impuesto comunitario era independiente de cualquier otro impuesto
que la administración musulmana o el poder real hubieran impuesto a estos
individuos, y podía ser recaudado de forma coercitiva si se daba la necesidad.
A excepción de aquellos miembros de la aljama en situación de indigencia, la
única forma de evitar el pago de este impuesto comunitario era convertirse
a otra religión y abandonar la comunidad —con todo el perjuicio social y
personal que esto conllevaba.
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En ocasiones, la administración musulmana o las coronas cristianas Lápida de Yehudá Bar Akón (Córdoba,
podían negociar la concesión de monopolios con las asambleas de notables. siglo IX e.c.). Los comités que
Por ejemplo, el monopolio sobre la recolección de ciertos impuestos, el mo- gestionaban los cementerios y los
nopolio sobre la venta de alcohol a miembros de la aljama, o un canon sobre rituales asociados con la muerte
la venta de ciertos productos. A cambio de estas concesiones, las aljamas estaban habitualmente dirigidos e
pagaban cantidades anuales por adelantado y se comprometían a prestar integrados por mujeres. | Caminos de
ciertos servicios a la administración de la ciudad o del reino. La asamblea de Sefarad. Red de Juderías de España
notables, a través de sus miembros, elegía la mejor manera de gestionar la
actividad económica —fijar precios, emplear a miembros de la comunidad,
contratar a terceros, etc.— y los beneficios revertían tanto en los gestores
como en las arcas de la aljama.

1. 3. Relación con el gobierno cristiano o musulmán. Encaje con el resto


de la comunidad

Las aljamas judías no eran entidades socialmente aisladas del resto de ha-
bitantes que conformaban el reino o la ciudad. Si bien algunos miembros
de la comunidad, como las mujeres y los jóvenes, tenían limitaciones a la
hora de moverse libremente o mantener contacto con otras personas fuera
del ámbito familiar, lo cierto es que la reiterada legislación antijudía a me-
diados y finales de la Edad Media indica que el contacto comercial, afectivo
—y en ocasiones familiar— entre la aljama y el resto de la comunidad llegó a
resultar bastante estrecho. Es por este motivo también que los episodios de
ruptura de la convivencia y de persecución podían llegar a ser tan virulentos
y causar daños profundos a la vida de las ciudades en la península. Gene-
ralmente, el liderazgo de las alijamos judías prefería alinearse con quienes
detentaban el poder para garantizar la mayor estabilidad posible, dado que
la estabilidad era un prerrequisito para que la comunidad pudiera practicar
su vida religiosa e implementar su jurisdicción con naturalidad.
A diferencia de otros territorios, donde las alijamos judías mantenían una
relación bilateral de subordinación con otra comunidad religiosa mayoritaria
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—como los reinos cristianos en el centro de Europa, o los emiratos musul-


manes en el Magreb— en la península ibérica estas siempre convivieron con
otra «comunidad religiosa minoritaria» de similar tamaño. Esta circunstancia
provocó una relación triangular, en la que las aljamas judías podían situarse
como puentes de encuentro entre las comunidades cristianas y musulmanas
en tiempos de paz, o fortalecer a la comunidad mayoritaria frente a los retos
de la otra sociedad minoritaria en tiempos de inestabilidad política.
En Al-Ándalus, entre los siglos VIII y XI, las aljamas judías se convirtie-
ron en centros de producción económica y de producción de mano de obra
cualificada para la administración Omeya en todos los ámbitos, desde la
medicina y la producción cultural hasta la diplomacia y la dirección de los
ejércitos. La explosión económica y cultural de las comunidades judías en
Al-Ándalus acrecentó el poder y la influencia de la dinastía Omeya, y alimentó
numerosas contribuciones en el ámbito económico y del conocimiento que
fueron irradiadas al resto de Europa y del Mediterráneo. La situación polí-
tica y social de las aljamas judías en Al-Ándalus empeoró con la llegada de
las invasiones de imperios norteafricanos cuya tolerancia hacia los judíos
peninsulares era menor.
En los reinos cristianos, las aljamas judías contribuyeron generalmente a
reforzar el papel de las monarquías, ayudaron a proveer las cortes cristianas
de conocimiento especializado —como traductores y médicos— y reforzaron
la capacidad comercial de sus ciudades.

2. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA ECONOMÍA EN


LAS JUDERÍAS PENINSULARES DURANTE LA EDAD MEDIA

Individualmente, los habitantes de las juderías podían ejercer diferentes


actividades económicas con la misma libertad que sus vecinos cristianos
y musulmanes. Durante la Edad Media, la vida individual y las actividades
económicas estaban fuertemente vinculadas a las decisiones y los ritmos
de la comunidad. Las actividades económicas también estaban vinculadas
a los privilegios y las limitaciones que el sistema político asignaba a nivel
familiar y comunitario. Ejemplos de estos privilegios y limitaciones eran el
cobro de cánones por el uso de infraestructuras, las exenciones fiscales o
los monopolios totales y parciales a la hora de intercambiar ciertos servicios
y productos.
Teniendo en cuenta este contexto, las evidencias documentales y ar-
queológicas apuntan a que las comunidades judías en la Edad Media aún
participaban de la producción agrícola, pero las diferentes legislaciones
anti-judías durante la época visigoda y la tendencia hacia la vida urbana
influenciaron que estas no se especializaran en adquirir y explotar grandes
propiedades agrícolas. La presencia de braceros y labradores judíos está bien
documentada, así como la presencia de artesanos judíos especializados en
la producción de herramientas agrícolas y la existencia de pequeños pres-
tamistas que contribuían a garantizar la subsistencia de las comunidades
agrícolas cristianas y judías durante los periodos entre cosechas.
El acceso al crédito por parte de los individuos en la península ibérica
durante la Edad Media era muy limitado tanto por motivos legales como por
motivos económicos. Desde el punto de vista legal, tanto las administraciones
cristianas como las musulmanas codificaron legalmente una interpretación
restrictiva de la prohibición bíblica sobre no prestar dinero con interés a
miembros de la comunidad religiosa, extendiendo la prohibición a personas
fuera de la comunidad religiosa. Las comunidades judías generalmente se
adhirieron a la interpretación original, prestando sin intereses a personas
e iniciativas dentro de la comunidad, pero reservándose la posibilidad de
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prestar con intereses a cristianos y musulmanes. Desde el punto de vista


económico, el coste de ofrecer préstamos sin ningún interés y con muy
pocas garantías legales de recolectar el préstamo limitaba severamente el
acceso de individuos y comunidades a crédito, lo que a su vez limitaba su
capacidad para comerciar e invertir en su producción. El papel asignado a
algunas aljamas judías como prestamistas por parte de las autoridades no
fue siempre voluntario, y la escasez de crédito y de garantías motivó las altas
tasas de interés —que alimentaban resentimiento entre los prestatarios. La
venta de monopolios y tareas administrativas, especialmente en los reinos
cristianos, contribuyó también a que algunas familias se especializasen en
tareas como la recaudación de impuestos o la venta de productos cuya venta
requería de privilegios reales. A su vez, la competencia por la explotación
de privilegios fue un motivo de competición y entre las élites municipales
y cortesanas.
Debido al enfoque práctico de la vida religiosa judía, la importancia social
que los miembros de la comunidad judía otorgaban a la interpretación de las
leyes, y el contacto que los kahal mantenían con otras comunidades a lo largo
del mediterráneo y con las escuelas rabínicas de Mesopotamia —principal-
mente las escuelas de Pumbedita y Sura— las aljamas judías se convirtieron
en productoras de expertos especialistas tales como médicos, juristas, grandes
comerciantes, profesores y traductores. En las aljamas podían encontrarse
también artesanos dedicados a producir productos no relacionados con la
agricultura, como productos químicos, telas u objetos de metal. Era habitual
que las aljamas judías contasen con sus propios mataderos y carniceros para
garantizar el cumplimiento de las restricciones alimentarias.
El comercio de esclavos para la realización de tareas especializadas y la
explotación sexual fue una importante actividad económica en Al-Ándalus
y en los reinos cristianos. Algunos comerciantes judíos participaron de esta
actividad junto con sus vecinos cristianos y musulmanes.

3. REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

• Enciclopedia de la Historia y Cultura del pueblo judío. Editorial Carta,


Jerusalén.
• Jaime Barylko, La Vida Judía. Editorial Milá
• José Hinojosa Montalvo, La sociedad y la economía de los judíos en Cas-
tilla y en la Corona de Aragón durante la Baja Edad Media, Instituto de
Estudios Riojanos, 1992
• Jorge Maíz Chacón, Los judíos de Baleares en la Baja Edad Media: economía
y política. Netbiblo, 2010.

4. MATERIAL COMPLEMENTARIO

• Las Aljamas Judías en la España Medieval (Yoel Benhabib)


• Xalom! Los judíos de Vasconia (EITB)
• Documental Red de Juderías de España

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