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13/3/2021 La pandemia potencia la brecha en la educación, también en Argentina | Planeta Futuro | EL PAÍS

La pandemia potencia la brecha en la educación, también en


Argentina
Estudiar sin clases presenciales es todo un desafío. El 44% de los alumnos
que asisten a escuelas estatales no cuentan con dispositivos electrónicos para
hacer las tareas. Las organizaciones de la sociedad civil son un respaldo para
muchos estudiantes

Thiago Paraje y su familia. Imagen cedida.

FLORENCIA TUCHIN

Buenos Aires - 6 AGO 2020 - 19:03 BRT

“Muchas veces me amargué durante la cuarentena porque no podía hacer mis tareas”,
expresa María Paz Bassi, una estudiante de 17 años, que vive en San Lorenzo, provincia de
Santa Fe, Argentina. Ella cursa el cuarto año del secundaria en una escuela técnica y la

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razón por la que no puede cumplir con sus deberes escolares es porque no cuenta con una
computadora ni Internet en su casa.

Bassi hizo algunos trabajos prácticos con el celular, pero no le resultó


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sencillo. “A veces, mi mamá me comparte datos móviles de su teléfono
“Los indicadores en
educación y pobreza para conectarme con mis compañeros y consultarles mis dudas a
en México van a ser través de las redes sociales. En algunas oportunidades fui hasta la casa
peores tras la
pandemia”
de mi tía, que ella si tiene WiFi”, relata la adolescente.

La ONU pide reabrir


escuelas para evitar En Argentina, el 16 de marzo se suspendieron las clases presenciales
una “catástrofe
para evitar la expansión de la covid-19. Desde ese día, más de 10
generacional”
millones de estudiantes y casi 900.000 docentes de nivel inicial,
Ecuador: la primaria y secundaria dejaron de encontrarse en las aulas de las
educación online
desde casa es escuelas. El sistema educativo no estaba preparado para enseñar y
imposible e injusta aprender en forma remota. La escuela, sin embargo, no dejó de
funcionar: se recurrió a la modalidad virtual. El problema es que de esta
manera no se pudo garantizar que todos tuvieran los recursos digitales
necesarios y la posibilidad de contar con espacios adecuados para el aprendizaje en el
hogar.

El 18% de los adolescentes entre 13 y 17 años no cuenta con Internet en el hogar y el 37%
no dispone de dispositivos electrónicos para realizar las tareas escolares. Este valor
aumenta al 44% entre quienes asisten a escuelas estatales. La encuesta desarrollada por
Unicef permite advertir que aquellos que no cuentan con estos recursos enfrentan
dificultades mayores para la realización de determinadas tareas escolares, para mantener
el contacto con los docentes, así como también para poder recibir de estas correcciones
sobre sus trabajos.

Los más aventajados de la sociedad tienen clases casi regularmente a través de


plataformas donde se encuentran con sus docentes y compañeros de clase. Otros tratan
de seguir el curso con el apoyo de organizaciones sociales que los acompañan. Un tercer
grupo de niños pasó esta cuarentena sin la posibilidad de recibir su educación en casa.

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“La pandemia nos complica la forma de estudiar. Extraño estar con los profesores y que me
expliquen. En estos meses, nunca me preguntaron cómo iba con las tareas. Trato de
googlear y entender los temas. También le pido ayuda a mi tutora de Cimientos”, cuenta
Bassi.

Desde mediados de marzo, más de 10 millones de estudiantes y casi


900.000 docentes de nivel inicial, primaria y secundaria dejaron de
encontrarse en las aulas

Cimientos es una organización de la sociedad civil que desde hace más de 20 años
implementa programas educativos diseñados para mejorar las condiciones en la que los
jóvenes transitan la escuela secundaria. El director ejecutivo de la organización
Marcelo Miniati resalta la importancia de que los estudiantes cuenten con un referente al
cual acudir en este contexto. Dice: “Muchos padres no pueden acompañarlos y el tutor de
Cimientos termina siendo un soporte para mantener el vínculo con la escuela. Una de las
cosas que más extrañan los chicos es el contacto con el docente”.

A Miniati le preocupa que un grupo grande de jóvenes perdió el contacto con la escuela
porque tienen mayores necesidades en las casas, tienen que hacer changas o hacerse
cargo de tareas del hogar. “Cuando se retomen las clases presenciales, se van a tener que
tomar medidas para que estos chicos vuelvan”, enfatiza el referente de Cimientos.

Petronila Yanayaco vive en el asentamiento informal conocido como el Playón de Chacarita,


en la Ciudad de Buenos Aires. Ella se sienta junto a su hijo Daniel, de 15 años, cuando
estudia, pero ella dice que no puede ayudarlo mucho. Más que nada lo acompaña. “Con los
profesores, él no tiene contacto visual. Le mandan trabajos por mail o por WhatsApp. En
casa no somos maestros. Cuando quedan dudas, lo ayudan mis hijos más grandes por
videollamada. Con francés, lo ayuda una amiga mía. Si no fuera por ese seguimiento
familiar estaría en la nada. Hay otros chicos, que los padres no pueden estar atrás y tienen
que rebuscárselas. Hay jóvenes que no tienen seguimiento escolar ni apoyo
psicopedagógico”.

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Yanayaco cuenta que muchas veces en su barrio no funciona Internet. “Yo pago el servicio,
pero acá la conectividad es precaria”, dice.

POBREZA INFANTIL EN ARGENTINA, ÚLTIMOS DATOS


EFE

Un total de 8,3 millones de niños argentinos vivirán bajo la línea de pobreza a finales de este
año, un 62,9 % del total, como consecuencia del agravamiento de la crisis económica y social
por el coronavirus, según informó este miércoles Unicef. Asimismo, un 18,7% de todos esos
niños y adolescentes acabará el año en condiciones de pobreza extrema, alrededor de 2,4
millones de personas, según los datos de la segunda encuesta nacional elaborada por Unicef
sobre el impacto de la covid-19 en familias con niñas, niños y adolescentes en Argentina.

Los peores efectos se perciben precisamente en las villas o barrios populares, en donde casi la
mitad de los niños, un 49%, vivirá bajo la pobreza extrema a finales del 2020, mientras que un
92% del total lo hará en condiciones de pobreza. Este estudio supone una actualización de las
cifras sobre pobreza infantil que el organismo de Naciones Unidas ya había difundido a finales
del mes de mayo, cuando situó en un 58,6% los niños que acabarían el año en condiciones de
pobreza.

Unicef optó por actualizar estas cifras después de que tanto el Fondo Monetario Internacional
como el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) de Argentina modificaran sus
pronósticos sobre el PIB argentino, el cual caería hasta un 9,9% este año, en lugar del 5,7 %
estimado en mayo.

Desde la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) señalan que el Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires no diseñó un plan para mejorar la conectividad de los niños y niñas.
“Realizamos una demanda judicial porque observamos que en villas y asentamientos
populares no se provee acceso a internet. Las compañías no quieren invertir en proveer ese
servicio y el Gobierno de la Ciudad no genera una política pública de convenio con esas
compañías. Hay cooperativas que proveen acceso a Internet, pero hay problemas porque
no llegan a todo el barrio y es un servicio caro”, dice Francisco Rodríguez Abinal, integrante
del área de Derechos Económicos Sociales y Culturales en ACIJ. 

En la casa de Yanayaco hay una computadora que le prestó su sobrina. “Mi hijo y mi hija,
que está en el primer año de la universidad, la comparten. El preceptor de Daniel, lo

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inscribió en la lista de espera para recibir una computadora, pero hasta ahora no tuvimos
respuesta”, dice la mujer de 54 años.

Para Magdalena Fernández Lemos, directora ejecutiva Enseñá x Argentina, la escuela


siempre trató de equiparar las condiciones de los estudiantes, pero en las casas eso no
sucede. “Hay chicos que tienen que cuidar a los hermanitos, no tienen un lugar para
sentarse a escribir o no tienen alguien que los acompañe. La escolaridad se transformó en
un lujo, en lugar de un derecho”, opina.

Educación, pero también alimentos


En paralelo al acompañamiento de las medidas de continuidad educativa, es importante
fortalecer las estrategias que garanticen la seguridad alimentaria para los chicos y las
chicas más desfavorecidos que reciben sus viandas en las escuelas. Según el informe de
Naciones Unidas, Covid-19 en Argentina: Impacto Socioeconómico y Ambiental, en el país,
el 80% de las escuelas de gestión estatal ofrecen desayuno, almuerzo o refrigerio. En ese
sentido, en el marco de la pandemia, el Ministerio de Educación Nacional y provinciales
tuvieron que adecuar los protocolos para contener a aquellos sectores vulnerables que no
pueden prescindir de su asistencia alimentaria.

En este sentido, Constanza Oxenford directora de la Fundación Germinare dice que el


primer desafío complicado que dimensionó con la pandemia fue ver cómo acercar
alimentos a las familias. “Nosotros trabajamos con familias de bajos recursos, que llegan a
generar los ingresos para sostenerse. Con esta crisis comenzaron a pedir ayuda para
alimentarse. En Argentina, hay una red de asistencialismo enorme, pero ellos no
participaban y ahora muchos tuvieron que participar”, cuenta Oxenford.

Desde Germinare se tomaron diferentes medidas para poder seguir acompañando y


sosteniendo a cada uno de los adolescentes y jóvenes que forman parte de la organización.
Algunos de los beneficiarios no contaban con un dispositivo para poder participar de las
clases, ni tampoco tenían wifi. Por eso, el primer paso fue gestionar computadoras para
algunas casas y acercarse a organizaciones de asistencia social en cada zona. El objetivo
fue ayudar a las familias que se encuentran en una situación más vulnerable a recibir lo que
necesitan para transitar este momento.

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En el nivel universitario, la pandemia también trajo dificultades. Ricardo Maidana tiene 20


años y vive en Pilar, provincia de Buenos Aires, con sus padres y dos hermanos. Él está
cursando el tercer año de la carrera de Administración de empresas. “Cuando nos dijeron
que no íbamos a tener clases presenciales fue rara la sensación. Lo tomé bien al principio,
pero después se volvió cansador y abrumador. En casa, no tengo un lugar específico para
estudiar, pero me arreglo bien. Tuvimos que mejorar el WiFi porque se cortaba y era un
problema para rendir finales”, cuenta Maidana.

La familia Maidana tiene una computadora que comparten los tres hijos y el padre.
Germinare le prestó una más para que puedan estudiar mejor. “Desde los 11 años la
fundación me acompaña”, dice Maidana.

En relación con el desempeño de los estudiantes, Oxenford comenta: “Hay un par de casos
más complicados porque empezaron su primer año en el secundario con mucha
expectativa, tuvieron dos semanas de clases y se terminó el colegio. No llegaron a conocer
a nadie. En esos casos les está costando más. No tienen grupo y les resulta más difícil
sociabilizar”.

Mara Ferreyra empezó la universidad este año. A ella, Germinare también la acompañó
durante la secundaria. La joven de 18 años vive con su mamá y dos hermanos. Ella está
estudiando psicología. “La cuarentena me tiró abajo al principio. Tenía mucha expectativa
de empezar. No pude conocer a los profesores y tuve que conocer a algunos de mis
compañeros por WhatsApp. Armamos un grupo para darnos tips para estudiar. Con el
tiempo, algunas personas empezaron a bajarse del grupo. Al despedirse nos decían que
iban a arrancar el año que viene”, relata Ferreyra.

Antes de la cuarentena, Ferreyra no tenía WiFi en su casa. Dice: “Usaba los datos del celular
para estudiar. Este año, Germinare me puso en contacto con otra fundación que me dio una
beca y así pude contratar el servicio de Internet. También me prestaron una computadora.
Eso me facilitó todo”.

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