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VIRTUALIDAD
Marzo 2021.
Método Teológico
INTRODUCCIÓN
El quehacer teológico y eclesial debe ser un tejido de carácter pluralista, complejo y dinámico
que se comprende a sí misma en el contexto socio-cultural de cambio de paradigmas rígidamente
preestablecidos, de problemas de lenguaje y comunicación; de obstáculos y retos inminentes; de
diálogo interdisciplinario; y de métodos y operaciones necesarias ante estos retos, que hacen
necesaria la inclusión y el acercamiento a nuevas herramientas de observación; asimilación y
comunicación para su ejecución y praxis. El quehacer eclesial y teológico actual parte de
experiencias socio-culturales propios de los diversos grupos poblacionales a los cuales va dirigido
este trabajo, inscritos en sus propias realidades, sociopolíticas y socioculturales, con barreras que
van más allá de lo físico y de lo espiritual, entra en juego en este contexto como variable nueva lo
virtual como herramienta de acercamiento; de propagación; de investigación y de comunicación del
mensaje propio de Dios y de las diferentes investigaciones resultantes de este.
Estas experiencias socio-culturales tienen que ver con las reivindicaciones de los derechos de
los diferentes grupos poblacionales que de una u otra forma se han sentido en desventaja ante otros;
primeramente ante la religión y subsecuentemente ante el ejercicio teológico; con el diálogo
intercultural, con las luchas por la justicia social y por mejores condiciones de vida de estos grupos
poblacionales; por un diálogo interdisciplinario serio entre religión y ciencias y por una apertura a
los problemas concretos de la sociedad, entre los cuales cabe mencionar la contingencia generada
por el COVID-19 y la restricción que este ha provocada en el quehacer de la comunidad eclesial y
en el ejercicio teológico.
Ante estas cuestiones se hace necesario plantear una orientación creativa para la labor del quehacer
eclesial y del pensamiento teológico y su enseñanza; una orientación que exige una disposición
nueva por parte del teólogo y del quehacer eclesial en medio de retos y contingencias actuales como
el COVID-19 y la inclusión de la virtualidad como medio o herramienta para la ejecución,
enseñabilidad y como nuevo espacio de reflexión y enseñanza y de esperanza. Según Jaime
Laurence Bonilla Morales “Una de las tareas permanentes de la teología cristiana, es la de dar
razón de la esperanza (1 Pe 3,15) que impulsa o anima a los creyentes a desplegar una respuesta
de fe ante la autorrevelación de Dios en Jesucristo y desde la mediación de su Iglesia.”
QUEHACER ECLESIAL ANTE LA CONTIGENCIA DEL COVID-19
Hace ya casi un año apareció ante los ojos de una sociedad acelerada y desconcertada una rara
enfermedad catalogada por muchos como juicio de Dios; por otros como consecuencia de las
acciones de algunos individuos y por algunos como un arma de reducción de la población mundial.
Si bien actualmente aún desconocemos su origen lo que si hemos experimentado es que este virus y
la subsecuentes enfermedades que produce afectó el panorama global en toda área, social; política;
educativa y en lo que concierne a este ensayo al área eclesial. En un abrir y cerrar de ojos estaban
nuestros claustros de reunión cerrados, nuestros pastores; feligreses y simpatizantes sin saber qué
hacer. Pocos antes se habían atrevido a utilizar algo que estaba tan a la mano y para muchos era
impensable y satanizada, la idea de la virtualidad como medio de trabajo del quehacer eclesial y
teológico del mundo cristiano, estábamos tan acostumbrados a lo presencial; al templo como lugar
de reunión, a ver y estrechar las manos de nuestros hermanos y a tener nuestros templos atiborrados
de feligreses; pero ante esto se hizo necesaria la utilización de la virtualidad como herramienta de
comunicación; de seguimiento, de enseñanza y de retroalimentación de la vida eclesial, si bien hoy
ya la mayoría de templos están abiertos, un reducido número de feligreses aún continua en la
virtualidad y esta se ha convertido en un mecanismo eficaz para la expansión del Evangelio y del
trabajo eclesial, muchos pastores ampliaron su trabajo más allá del claustro de reunión y vieron en
la virtualidad la oportunidad de llegar más personas; personas con paradigmas de asistir a un culto;
de entrar a un templo protestante; con limitaciones de transporte y físicas. Estamos ante cambios
inminentes y el quehacer eclesial y teológico debe estar atento a enfrentare estos retos y a involucrar
las realidades sociales existentes en los mismos.
“El saber cambia el mundo, y nuestro mundo está cambiando con la prontitud de los saberes
nuevos. Por eso, apenas se atine a decir que nuestra época es distinta: hablamos de posmodernidad
en la cultura y de post guerra en la geopolítica. Es como otro big bang. El tiempo ahora es más
corto, el espacio es más pequeño: lo uno se denomina aceleración de la historia, lo otro es la aldea
global. En la sociedad del conocimiento, la ciencia y la tecnología van conquistando los distintos
ámbitos que comprenden la vida. Transformará el modo de pensar, de sentir y de actuar como
aspectos fundamentales de lo cognitivo, lo axiológico y lo motor, dimensiones esenciales del
hombre. En segundo lugar, los oficios de la sociedad del conocimiento tienen un creciente
contenido técnico y cada vez es mayor el número de ocupaciones de alta tecnología. No da lo
mismo manejar un arado que manejar un tractor, una máquina de escribir que un computador, un
bisturí que un rayo láser.” 1.
Cada día las competencias que exige la sociedad son más sofisticadas, pues ya no es suficiente
hablar de una profesión, en lugar de eso el profesional en alguna área debe estar calificado y
equiparado para enfrentar y dar soluciones a retos que presente el contexto actual; a ser capaz de
asumir las realidades sociales y las herramientas que estas ofrezcan, en este ensayo pretendo
entrelazar el quehacer eclesial ante la contingencia del COVID-19 y la virtualidad como
herramienta actual y a la mano de todos para el ejercicio de este, teniendo como modelo teológico
las bases planteadas por Friedrich Schleiermacher.
La experiencia religiosa es ofrecida como solución para una cultura más marcada por los efectos
de la secularización y por eso mismo, su modo de ver, unilateral y unidimensional. No será una
autoridad externa, eclesiástica, bíblica o dogmática la que validará la religión, sino la experiencia
del sujeto. Schleiermacher sitúo la experiencia como punto de partida metodológico de la teología,
asumió un criterio antropológico para hacer teología, el sujeto como centro del conocimiento de
Dios.
Parafraseando a Gabriel García Márquez “Creemos que las condiciones están dadas como
nunca para el cambio social y que la educación será su órgano maestro. Una educación desde la
cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar, quiénes
somos en una sociedad que se quiere a sí misma. Que canalice hacia la vida la inmensa energía
creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia, y nos abra la
segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano
Buendía. Por el país próspero que soñamos al alcance de los niños.”
Otro aspecto que enfatizó la obra Schleiermacher fue el ejercicio de reconciliar fe y ciencia y
teología y filosofía, ante la problemática planteada estos intentos de relacionar polos a simple vista
tan opuestos resulta en lugar de contraproducente saludable. Planteamientos como: ¿Qué dice la
religión a través de fe de la problemática global? Y ¿Qué fundamentos epistemológicos propios de
la filosofía pueden ser empleados para el ejercicio teológico y eclesial en medio de la contingencia
planteada? Podrían resultar beneficiosos para el quehacer eclesial tomados del modelo propuesto de
Schleiermacher.