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PROGRAMA PRESIDENCIAL PARA LA DEFENSA DE LA LIBERTAD

PERSONAL - Ámbito / DELITO DE SECUESTRO - Deber de Denunciar /


DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO - Aplicación / CONVENCIÓN DE
GINEBRA - Aplicación

El programa Presidencial para la Defensa de la Libertad Personal sí tiene


competencia para adelantar actividades de difusión del Derecho Internacional
Humanitario, para obtener su cumplimiento en las materias de su competencia;
también para intervenir con fines humanitarios en la solución negociada de
secuestros, según los términos del Protocolo II de la Convención de Ginebra de
1949, ello con el propósito de proteger los derechos fundamentales a la vida y la
libertad individual de la víctima. No existe respaldo jurídico expreso para retardar
o dilatar el cumplimiento del deber de denunciar la comisión del delito de
secuestro a la autoridad judicial. No obstante, tanto la denuncia como el
suministro de las informaciones acerca de las diligencias realizadas para el
rescate con vida de los secuestrados, están amparados en favor del Programa
Presidencial para la Defensa de la Libertad Personal, con el fin de asegurar la
integridad de las personas sometidas al plagio. Por tanto, si la vida del
secuestrado peligra con la intervención de otras autoridades, la oportunidad a
cargo del Programa Presidencial para formular la denuncia o hacer reportes
puede ser aplazada por tiempo prudencial de acuerdo con las circunstancias. Por
ello el ordenamiento legal tiene previstos mecanismos de coordinación
interinstitucional, dirigidos por el Programa Presidencial, del cual está instituido
para dar prioridad a las acciones de rescate y respeto de la vida del secuestrado.
La ley no prevé pronunciamientos previos del Programa Presidencial sobre
intervención de terceros particulares en la solución negociada de un secuestro.
Sin embargo, resulta pertinente que la actuación de los particulares en la
liberación de un secuestrado sea informada al Programa Presidencial con el
objeto de que pueda prestarles el apoyo necesario conforme a sus funciones;
además, para coordinar las actuaciones con el objeto de que puedan encauzarse
hacia los fines humanitarios que las inspiran.
NOTA DE RELATORIA: Se reiteran las sentencias C - 542 de 1993; C - 574 de
1992 y C - 225 de 1995 de la H. Corte Constitucional. Autorizada su publicación
el 25 de agosto de 1998.

CONSEJO DE ESTADO

SALA DE CONSULTA Y SERVICIO CIVIL

Consejero ponente: LUIS CAMILO OSORIO ISAZA

Santa fe de Bogotá, D.C., trece de agosto de mil novecientos noventa y


ocho.

Radicación número: 1119

Actor: DIRECTOR DEPARTAMENTO ADMINISTRATIVO PRESIDENCIA DE LA


REPUBLICA.

Referencia: Delito de secuestro. Solución negociada. Facultades del director


del “Programa Presidencial para la Defensa de la Libertad Personal”;
difusión y aplicación del Derecho Internacional Humanitario.
El señor Director del Departamento Administrativo de la Presidencia de la
República, previo señalamiento de los antecedentes normativos del tema, formula
a la Sala consulta que se concreta en las siguientes preguntas:

“1.De acuerdo con la normatividad legal, ¿tiene competencia el


Programa Presidencial para la defensa de la Libertad Personal,
para realizar actividades de difusión del Derecho Internacional
Humanitario, y de intervención en la solución negociada de un
secuestro, con la exclusiva finalidad de proteger los derechos
fundamentales a la vida y a la libertad individual de la víctima?

“2.Cuando a juicio de la Dirección del Programa Presidencial para la


Defensa de la Libertad Personal, existan serios motivos o indicios
que lleven a colegir fundadamente que la entrega de información a
las autoridades, incluida la instauración de denuncia acerca del
delito atentatorio de la libertad personal, pondría en inminente
peligro la vida del plagiado, ¿ podría dilatarse o retardarse el
momento en que se realice el correspondiente reporte a la
autoridad judicial competente hasta que desaparezcan los motivos
del riesgo?

“3.El Programa Presidencial para la Defensa de la Libertad Personal


debe pronunciarse previamente sobre la intervención de terceros
particulares en la solución negociada de la liberación de un
secuestrado o víctima de atentado contra la libertad individual,
con el fin de obtener seguridad respecto de su intención
humanitaria, para así precaver los abusos y fines innobles que
pudieran socavar los mandatos constitucionales y legales?”

La Sala considera:

Principios constitucionales sobre el derecho a la vida y a la libertad


personal.

Es valor consustancial al Estado Social de Derecho la protección y defensa


de la vida y la libertad personal y constituye razón de ser de las instituciones
políticas democráticas; por ello los Estados contemporáneos tienen como objeto
asegurar la vida, la convivencia y la libertad a los integrantes de su comunidad,
y el cumplimiento se funda en el respeto a la dignidad humana, el trabajo, la
solidaridad de las personas y la prevalencia del interés general (Preámbulo y art.
1º de la Constitución Política).

Uno de los fines del Estado es asegurar la efectividad de los principios, los
derechos y deberes garantizados en la Constitución; por ello la Carta determina
que “las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las
personas residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias y demás
derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales
del Estado y de los particulares” ( art. 2º de la C.P.).

El Estado reconoce, sin discriminación alguna, “ la primacía de los


derechos inalienables de la persona y ampara a la familia como institución básica
de la sociedad” (art. 5º); tanto los derechos de la persona humana como los de la
familia se expresan en primer lugar con la preservación de la vida y de la libertad.

Y el artículo 11 superior es enfático: “el derecho a la vida es inviolable”; y el


siguiente agrega: “nadie será sometido a desaparición forzada, a torturas ni a
tratos o penas crueles inhumanos o degradantes” conductas comprendidas en los
actos de secuestro y la extorsión (art. 12).

Como consecuencia del postulado: “toda persona es libre”, los colombianos


tienen derecho a circular sin limitaciones por el territorio nacional, a entrar y salir
de él, a permanecer y residenciarse en el sitio que escojan (arts. 24 y 28).

De otra parte debe tenerse en cuenta que a todos los colombianos como
miembros de la comunidad, les corresponde cumplir deberes como personas y
como ciudadanos pertenecientes a la organización social.

La Carta Política ordena:

“Artículo 95

Son deberes de la persona y del ciudadano:


(. . .)
2 Obrar conforme al principio de solidaridad social, respondiendo con
acciones humanitarias ante situaciones que pongan en peligro la vida
o la salud de las personas”.

Lo anterior tiene connotación en particular respecto a la actuación de las


personas que no están investidas de la potestad de servidores públicos.
También debe tenerse en cuenta el texto superior sobre declaraciones o
información a que está obligada toda persona con las excepciones que a
continuación se señalan:

“Artículo 33.

Nadie podrá ser obligado a declarar contra sí mismo o contra su


cónyuge , compañero permanente o pariente dentro del cuarto grado
de consanguinidad, segundo de afinidad o primero civil”.

Finalmente la Constitución Política le da especial valor a los tratados y


convenios internacionales, en particular los que reconocen los derechos
humanos, así:

“Artículo 93.

Los tratados y convenios internacionales ratificados por el Congreso,


que reconocen los derechos humanos y que prohiben su limitación
en los estados de excepción, prevalecen en el orden interno. Los
derechos y deberes consagrados en esta Carta, se interpretarán de
conformidad con los tratados internacionales sobre derechos
humanos ratificados por Colombia”.

El delito de secuestro

Los derechos de las personas son vulnerados de manera grave con el


delito del secuestro simple o extorsivo, identificado en sus dos modalidades como
la conducta mediante la cual se sustrae y oculta a una persona contra su voluntad
con el propósito de exigir por su libertad un provecho o cualquier utilidad, o para
que se haga u omita algo, o con fines publicitarios o de carácter político, o con
propósitos distintos a estos.
El régimen de protección de derechos y libertades de la persona se ve
afectado con el secuestro toda vez que se pone en peligro la vida de la víctima y
en imposibilidad de ejercer su libertad personal, valores superiores garantizados
en los artículos 11, 12 y 13 de la Constitución Política, y se violan además otros
derechos fundamentales que permiten calificarlo de delito atroz y de lesa
humanidad; entre ellos están la que se genera en contra de la familia (art. 42), el
derecho a la seguridad (art. 21), a la dignidad humana y a no ser sometido a
tratos crueles, inhumanos o degradantes (art. 12), el derecho a la intimidad
personal y familiar ( art. 15), el derecho al libre desarrollo de la personalidad (art.
16), el derecho a la circulación libre o de locomoción y movimiento ( art. 24) e
incluso el derecho a la paz ( art. 22) y al trabajo (art. 25).

El delito de secuestro ha cobrado en el país magnitud alarmante


especialmente en los últimos años como lo demuestran las estadísticas: 1.378
casos de secuestro en 1994; en 1995, 1.060; en 1996 1.043; en 1997, 1.443 y a
mayo de 1998, 476 casos (estadísticas Programa Presidencial).

Ante la gravedad del delito de secuestro, en ningún caso su autor o


copartícipe puede beneficiarse con amnistías o indultos o sus consecuentes de
cesación de procedimiento o auto inhibitorio, ni podrá considerarse esta conducta
como conexa con el delito político, dada su condición de atroz (arts. 14, ley 40-93)

Por la incidencia del delito de secuestro el legislador ha previsto normas


tendientes a erradicarlo y a conjurar su impacto social, económico y político, para
lo cual ha expedido las leyes 40 de 1993 y 282 de 1996; con ellas no solamente
se provee sobre su investigación y sanción penal sino que se crean mecanismos
institucionales especializados de lucha en su contra entre los cuales se fortalecen
los establecidos con tal fin a cargo del Gobierno.

La jurisprudencia constitucional ha tenido ocasión de analizar el alcance de


la ley 40 de 1993, frente a la protección del derecho a la vida y a la libertad
personal y la función de las autoridades y los particulares en su defensa, según
pronunciamientos entre los que se resaltan los siguientes apartes:
“ Si la protección de una persona en sus derechos fundamentales,
entre ellos la vida y la libertad, es la razón de ser de las autoridades,
que son la manifestación viva del Estado, no cabe duda de que la
organización social es un medio al servicio de la persona, como se
ha dicho. Y de que la protección del individuo es el primer deber
social del Estado.

Esta protección de las personas se hace más exigente cuando


éstas padecen la amenaza o la acción de los delincuentes. En
estas circunstancias, todos los recursos del Estado tienen que
ponerse al servicio de su misión fundamental.

(. . .)

En principio, y por definición, la protección de la persona es un deber


de las autoridades, la justificación de su existencia. El individuo tiene
el derecho a exigir que ese deber se cumpla.

Pero cuando la violencia generalizada, el uso de la fuerza contra el


derecho, rebasa la capacidad de las autoridades, el individuo, puesto
por los criminales en el riesgo inminente de perder la vida, y
habiendo perdido ya, así sea temporalmente, la libertad, tiene el
derecho a defenderse: hace uso de los medios a su alcance para
proteger su vida y recobrar la libertad, ante la omisión de las
autoridades, cualquiera que sea la causa de esa omisión.”
( Sentencia C - 542-93 Corte Constitucional) (Resalta la Sala con
negrilla)..

Programa Presidencial para la Defensa de la Libertad Personal

El decreto 1465 de 1995 creó y situó en el Departamento Administrativo de


la Presidencia de la República, esto es, al más alto nivel gubernamental, el
“Programa Presidencial para la Defensa de la Libertad Personal” el cual forma
parte de la organización institucional al servicio del Jefe de Estado, quien
también ostenta la condición de Jefe del Gobierno y suprema autoridad
administrativa.

El Programa Presidencial desarrolla sus funciones en el marco de la ley y


tiene previsto un “comité consultivo” para formular recomendaciones al director
del programa.

Debe tenerse presente que el ejercicio de funciones tiene lugar en el


ámbito de competencias del Presidente de la República, toda vez que éste
simboliza la unidad nacional y se encuentra obligado a garantizar los derechos
y libertades de todos los colombianos, conforme lo prevé el artículo 188 de la
Constitución Política; esta competencia establece diferencia con la asignación de
competencias a los organismos de investigación y de persecución del delito a
cargo de la Fiscalía General de la Nación y demás autoridades judiciales, las
cuales principalmente están orientadas a la acusación y determinación de
responsabilidades por la comisión de delitos.

El decreto 1465 fue modificado y adicionado por los decretos 1653 de 1995
y 67 de 1996. Este último amplió las funciones del director del programa
presidencial para la lucha contra el secuestro y demás delitos atentatorios contra
la libertad personal, con el fin de que pueda cumplir también los compromisos
derivados de los acuerdos internacionales de Colombia, según el siguiente texto:

“adelantar las gestiones que el gobierno considere pertinentes para


ejecutar las acciones que se derivan del contenido del protocolo II
adicional a la Convención de Ginebra de 1949, sobre la
humanización del conflicto armado, con el propósito de obtener
resultados oportunos y benéficos en la protección de la población civil
no combatiente, víctima del conflicto armado y en especial, en todo lo
relacionado con los delitos que atenten contra la libertad personal. En
desarrollo de esta función el director del programa presidencial para
la lucha contra el delito del secuestro y demás delitos atentatorios
contra la libertad personal, éste asesorará al Presidente de la
República en la formulación de políticas, en la elaboración de normas
y en la celebración de acuerdos sobre las operaciones realizadas en
las diferentes zonas del territorio nacional que resulten conducentes
a la protección humanitaria, preservar las garantías fundamentales
de las personas privadas de la libertad, y a la protección y asistencia
de los heridos y enfermos, así como al desempeño de las funciones
del personal sanitario y religioso.”

Esta atribución complementa y autoriza al Programa Presidencial para


adelantar labores tendientes a proteger el derecho a la vida y la libertad personal,
a la dignidad y al ejercicio del principio de solidaridad, en el contexto del derecho
internacional humanitario (Protocolo II), que permite la mediación y búsqueda de
acuerdos con miras a la protección de los derechos mencionados.
Aquéllas funciones humanitarias, excluyen el aprovechamiento ilícito de las
circunstancias del secuestro, situaciones que son sancionadas penalmente.

Algunas de las funciones que aparecían en las disposiciones de los


decretos mencionados fueron incorporadas a la ley 282 de 1996 y con ello
cobraron jerarquía legislativa, debiendo resaltarse la aplicación directa del
derecho internacional humanitario en nuestro ordenamiento interno. Con todo el
Protocolo II adicional a los acuerdos de Ginebra, fué aprobado por la 171 de
1994; esta disposición fue declarada exequible por la Corte Constitucional con los
siguientes argumentos:

“La Corte precisa, sin embargo, que el hecho de que el Protocolo II,
como instrumento convencional, sólo entre en vigor y adquiera
obligatoriedad internacional por el Presidente de la República, según
lo señala el artículo 23 del propio Protocolo, no implica, en manera
alguna, que las partes en el conflicto armado colombiano puedan
jurídicamente ignorar sus obligaciones humanitarias, puesto que,
como lo señala el artículo 214, numeral 2º de la Carta, en Colombia
“en todo caso se respetarán las reglas del derecho internacional
humanitario”. Y eso significa que, como esta Corporación ya lo
señaló en la sentencia C-574-92 y lo reiterado en esta sentencia, “las
reglas del derecho internacional humanitario son hoy -por voluntad
expresa del Constituyente- normas obligatorias per se sin ratificación
alguna o sin expedición de norma reglamentaria” (Sentencia C-225-
95)

En la ley 282 de 1996 se crea el “Consejo Nacional de Lucha contra el


Secuestro y demás atentados contra la libertad personal”, CONASE, como
órgano asesor consultivo y de coordinación en la lucha contra los delitos
atentatorios de la libertad individual; así mismo organizó el “Fondo para al
Defensa de la Libertad Personal”.

El Consejo está integrado de la siguiente manera:

-un oficial superior del Ejercito Nacional y uno de la Policía Nacional, designados
por el Ministro de Defensa;
-un delegado personal del director del DAS;
-un delegado personal del Procurador General de la Nación;
-un delegado personal del Fiscal General de la Nación;
-un delegado personal del Presidente de la República, que cumple las funciones
de director del programa presidencial para la defensa de la libertad personal,
quien lo presidirá.

Dicho Comité constituye dentro del contexto de la colaboración armónica


de los diferentes órganos del Estado para la realización de sus fines (art. 113 de
la C.P.) el mecanismo principal de coordinación interinstitucional dada su
integración plural, no sólo gubernamental, al cual el legislador atribuye el
carácter de “órgano asesor, consultivo y de coordinación” especialmente en la
lucha contra los delitos que impiden la libertad individual, en especial el secuestro
y la extorsión, de tal modo que los requerimientos de coordinación tienen este
escenario especial para acordar la actuación conjunta; incluso frente a los
instrumentos de búsqueda de la convivencia previstos en la ley 418 de 1997.

De otro lado debe destacarse que la Fiscalía General de la Nación cuenta


con especiales funciones frente al secuestro como las previstas en el artículo 22
de la ley 40 de 1993, y también existen privilegios para quien ha auxiliado a los
investigadores y las autoridades judiciales, haciéndose acreedor a los beneficios
del programa especial de colaboración con la justicia (art. 38, ibídem).

Función de diferente alcance es la asignada al programa presidencial de


lucha contra el secuestro por el artículo 6º del decreto 1465 de 1995 ya referido e
incorporado por la ley 282 de 1996, así:

“Artículo 2º.

cumplir las funciones de unidad coordinadora de las políticas que en


materia de inteligencia, adelanten los diversos organismos
gubernamentales en relación con el delito de secuestro”.

Dicha ley 282 de 1996 determina el complejo funcional del programa


presidencial para la defensa de la libertad personal, asignando funciones a su
director, sin perjuicio de las conferidas por otras normas, para ser cumplidas en
coordinación y con la asesoría del CONASE, entre las cuales debe destacarse
las de:
-trazar políticas que sirvan de guía para la realización de las acciones
conducentes al pronto rescate de las víctimas y a la captura de los
responsables de los atentados contra la libertad personal;

-impartir pautas de organización, administración, financiación y operación


para lograr la eficacia de las labores de inteligencia y operaciones que
realicen los grupos y unidades, así como formular instrucciones para hacer
efectiva la cooperación con las investigaciones a cargo de la Fiscalía
General de la Nación (art. 3º).

En relación con la obligación de formular a la autoridad judicial la denuncia


por el delito de secuestro y poner en conocimiento de su comisión, la ley 282 no
prevé norma especial sobre el particular, de tal manera que el precepto contenido
en el artículo 25 del Código de Procedimiento Penal debe analizarse para verificar
la oportunidad en la actuación; lo anterior, sin perjuicio de la obligación de
reportar a la autoridad judicial al director del Programa Presidencial los casos que
le hayan sido denunciados para efectos de registro de personas secuestradas, sin
perjuicio de que otras autoridades o particulares puedan hacer el reporte.

Sobre la obligación de denuncia se ha expresado la jurisprudencia de la


Corte Constitucional, en los siguientes términos:

“ El artículo 33 estipula una facultad eximente del deber de declarar


en contra, pero en ningún caso de dar aviso a las autoridades de la
comisión de un hecho delictivo del cual se tenga conocimiento, que
es una obligación general que no admite excepciones. La obligación
de dar aviso, por tanto, comporta el acto de notificar el hecho
delictivo, como un deber mínimo exigible a todos los asociados, sin
distingo, de solidaridad, conforme a lo dispuesto en el artículo 95,
numeral 2o. de la Constitución, y de colaboración con las
autoridades, tal como lo preceptúa el artículo 95,numeral 7o. de la
Constitución. Toda persona debe colaborar con el buen
funcionamiento de la administración de justicia.

El fin que se persigue con ello es el de que las autoridades puedan


cumplir cabalmente con su deber constitucional de proteger a todas
las personas residentes en Colombia en su vida, honra, bienes,
creencias y demás derechos y libertades, tal como lo preceptúa el
artículo 2o. de la Carta Política. Mal puede presumirse la ineficiencia
del Estado para perseguir el delito y proteger a los asociados, si se le
niegan, por parte de éstos, instrumentos idóneos para que cumpla
con estas obligaciones, como lo es el deber elemental de informar a
las autoridades sobre la comisión de un delito. Tal presunción
conduciría forzosamente a prácticas reñidas con los más elementales
principios del Estado de Derecho, como son las de justicia privada,
con lo cual cabría hablar del imperio de la "ley de la selva", es decir,
de un retroceso a épocas de barbarie ya superadas por la
civilización.

Este es el sentido que el artículo 95 numeral 7o. superior conlleva


como deber irrenunciable, al señalar que toda persona debe
colaborar con el buen funcionamiento de la administración de justicia,
principio que también tiene desarrollo legal en el artículo 25 del
Código de Procedimiento Penal, que establece el deber de denunciar
a las autoridades los hechos punibles de cuya comisión se tenga
conocimiento y que deban investigarse de oficio. Ello es apenas
obvio, ya que, como se ha dicho, se trata de la obligación, no de
declarar contra sí mismo, sino del acto de denunciar el hecho
punible.

En virtud de lo anterior, la omisión de dar aviso implica el


incumplimiento del deber de colaborar con el buen funcionamiento de
la justicia e impide la consecución del bien común, el cual es debido
a la sociedad por ser la realización del interés general prevalente. El
bien común es inherente a la justicia: a la justicia legal, porque ese
bien está mandado por la Constitución y la Ley, y a la justicia
retributiva ya que también se considera con respecto al interés del
prójimo, que requiere de la protección de las autoridades y de la
sociedad. Así pues, de la misma manera como la justicia es una
virtud social, la omisión, en este caso, es un atentado contra la
sociedad y el individuo, ya que consiste en la privación del
conocimiento debido a las autoridades, para que éstas cumplan con
su deber irrenunciable e incondicional de protección.
En conclusión, el fin que busca, la norma acusada el de que se
garantice la protección del Estado a toda persona que ve
conculcados sus derechos, y se encuentre en situación tan
singularmente grave como es la que se deriva del delito atroz del
secuestro, a fin de que ese deber esencial de protección pueda
hacerse efectivo, no sólo en defensa de la víctima sino de la
sociedad toda”. ( Sentencia C- 69-94).

Lo anterior y el texto mismo de la ley (artículo 25 del Código de


Procedimiento Penal), permiten concluir que no existe excepción al deber de la
denuncia; no obstante, debe observarse cómo el Programa Presidencial dispone
de facultades para coordinar las acciones u operativos de las distintas
entidades, de tal manera que, ante la existencia de riesgos para la vida o la
libertad de las personas, tenga cabida dentro de este contexto la actuación de
dicho Programa Presidencial con fines humanitarios y de defensa de tales
derechos, el cual tiene como objetivo principal la preservación de la vida y la
liberación de las personas secuestradas.
Existe en consecuencia una doble función del Estado frente al delito del
secuestro:

-la de la protección de los derechos a la vida y a la libertad personal


principalmente afectados con tal delito, función esta última que coexiste y
concurre con la persecución y castigo del delito, y que es la razón de la
organización institucional, la cual debe privilegiarse, en armonía con el derecho
internacional humanitario, y de otra parte,

-la persecución de los responsables de conductas lesivas para los derechos de


las personas y de la sociedad, o sea la investigación, acusación y juzgamiento.

Estima la Sala conforme al artículo 93 superior, que la materia de derechos


humanos y de los deberes contenida en los tratados y convenciones
internacionales, señala el criterio guía de su interpretación e ilustra al Programa
Presidencial; y en el presente caso es el derecho internacional humanitario que
debe aplicar en el cumplimiento de sus funciones.

En cuanto a la obligación de los particulares que intervienen en la solución


negociada para la liberación de secuestrados de obtener pronunciamiento previo
del Programa Presidencial, con el fin de asegurarse dicho Programa respecto de
la intención humanitaria que inspira su actuación, tampoco existe una disposición
expresa que así lo contemple. Sin embargo en el contexto de las
responsabilidades que comprometen la acción del Programa Presidencial, es
entendido que le asiste a dicho Programa la coordinación de todas las
actuaciones que tengan el propósito de la preservación de la vida de las víctimas
y de las acciones para su rescate y en consecuencia, puede el Programa
Presidencial exigir a terceros que intervengan, el suministro de la información
necesaria para el cumplimiento de estos propósitos, e incluso, estaría la autoridad
responsable de esta actuaciones en capacidad de impedir la intervención de
terceros que no esté ajustada a los principios del derecho humanitario y a las
razones que excluyen el aprovechamiento ilícito.

La Sala responde:
1.El programa Presidencial para la Defensa de la Libertad Personal sí tiene
competencia para adelantar actividades de difusión del Derecho Internacional
Humanitario, para obtener su cumplimiento en las materias de su competencia;
también para intervenir con fines humanitarios en la solución negociada de
secuestros, según los términos del Protocolo II de la Convención de Ginebra de
1949, ello con el propósito de proteger los derechos fundamentales a la vida y la
libertad individual de la víctima.

2.No existe respaldo jurídico expreso para retardar o dilatar el cumplimiento del
deber de denunciar la comisión del delito de secuestro a la autoridad judicial.
No obstante, tanto la denuncia como el suministro de las informaciones acerca
de las diligencias realizadas para el rescate con vida de los secuestrados, están
amparados en favor del Programa Presidencial para la Defensa de la Libertad
Personal, con el fin de asegurar la integridad de las personas sometidas al
plagio.

Por tanto, si la vida del secuestrado peligra con la intervención de otras


autoridades, la oportunidad a cargo del Programa Presidencial para formular la
denuncia o hacer reportes puede ser aplazada por tiempo prudencial de acuerdo
con las circunstancias.
Por ello el ordenamiento legal tiene previstos mecanismos de coordinación
interinstitucional, dirigidos por el Programa Presidencial, el cual está instituido
para dar prioridad a las acciones de rescate y respeto de la vida del
secuestrado.

3.La ley no prevé pronunciamientos previos del Programa Presidencial sobre la


intervención de terceros particulares en la solución negociada de un secuestro.
Sin embargo, resulta pertinente que la actuación de los particulares en la
liberación de un secuestrado sea informada al Programa Presidencial con el
objeto de que pueda prestarles el apoyo necesario conforme a sus funciones;
además, para coordinar las actuaciones con el objeto de que puedan
encauzarse hacia los fines humanitarios que las inspiran.

Transcríbase al señor Director del Departamento Administrativo de la


Presidencia de la República. Igualmente envíese copia a la Secretaría Jurídica de
la Presidencia de la República.
AUGUSTO TREJOS JARAMILLO JAVIER HENAO HIDRON
Presidente de la Sala

CESAR HOYOS SALAZAR LUIS CAMILO OSORIO ISAZA

ELIZABETH CASTRO REYES


Secretaria de la Sala

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