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La sección anterior trataba del tamaño de los objetos, en particular de la escala nanométrica y
de lo que conocemos sobre átomos y moléculas. Una vez que entendemos la estructura del
átomo, y de su núcleo en particular, podemos estudiar alguno de los aspectos más interesantes
del mismo.
Uno de las mayores campos de estudio de la física nuclear es la radiactividad, un fenómeno
natural de algunos núcleos. La radiactividad está en todas partes a nuestro alrededor: en el
suelo, en el espacio... y hasta en nosotros mismos. Estamos constantemente expuestos a
radiación, no sólo cuando nos hacemos una placa de rayos X. De modo que es vital entender
cómo funciona.
En esta sección describiremos el descubrimiento de la radiactividad, y después veremos qué la
causa, de dónde viene y finalmente cómo interacciona con el mundo que nos rodea.
El descubrimiento de la radiactividad
La radiactividad fue descubierta en 1986 por Henri Becquerel mientras trabajaba con rayos X. En
aquel entonces se pensaba que los materiales que contenían uranio absorbían luz del sol y
emitían rayos X. Becquerel había diseñado un experimento para demostrarlo empleando una
placa fotográfica, ya que se sabía que los rayos X oscurecían este tipo de placas. El día del
experimento el cielo estaba cubierto, así que Becquerel dio por hecho que el experimento había
sido un fracaso. Afortunadamente aún así decidió revelar la placa fotográfica y descubrió que el
compuesto había emitido radiación a pesar de no haber habido sol, refutando su teoría anterior.
Su siguiente tarea fue descubrir si era debido a rayos X o a una forma diferente de radiación.
Para ello puso la fuente de radiación en una cámara de vacío en la presencia de un campo
magnético y una placa fotográfica como se ilustra en el diagrama. Se sabe que los rayos X son
neutros así que no pueden curvarse en un campo magnético. Sin embargo al revelar la placa
fotográfica mostró que la radiación sí que se había curvado por el campo. Al cambiar la fuente
de radiación descubrió que se desviaba en la dirección contraria, o no se desviaba nada,
dependiendo de la fuente. De este modo se demostró que existían tres tipos de radiación
emitida por la materia: con carga eléctrica positiva, negativa y neutra.
Ilustración del experimento de Becquerel con indicación del campo magnético (5), placa
fotográfica (1), colimador (2), elemento radiactivo (3) y la dirección de la bomba (4).
¿Qué es?
Hemos visto que algunos elementos son radiactivos, mientras que otros no lo son. Esto implica
que la radioactividad se genera al nivel atómico, por lo que hay que examinar los átomos, en
concreto los núcleos, para entenderla mejor.
Hay tres tipos de radiación resultantes de los átomos radiactivos: alfa, beta y gamma. Consiste
en la emisión de partículas, o energía, desde el núcleo del átomo cuando el núcleo es inestable.
Podría decirse que es la desintegración de los átomos debido a su inestabilidad.
Entonces, ¿por qué algunos átomos son inestables y otros no?
Esto se aborda en una sección posterior, pero por el momento digamos que se debe al diferente
número de nucleones en el núcleo, y en particular la razón entre protones y neutrones. Los
diferentes tipos de radiación se emiten para distintos tipos de inestabilidad. Por eso diferentes
fuentes emiten radiación diferente.
La inestabilidad no se limita a ciertos núcleos. Los neutrones se desintegran e incluso los
protones se acaban desintegrando, ¡pero al cabo de un tiempo de aproximadamente 1034 años!
De manera que a la escala de la vida humana sobre la Tierra, los protones se consideran
estables.
Ahora que ya tenemos una idea de lo que es la radiación, podemos ver dónde la podemos
encontrar en la práctica.
En la tierra
Se pueden encontrar elementos radioactivos a nuestro alrededor en todas partes en la tierra.
Minerales como el granito contienen algunos compuestos del uranio. En realidad el uranio es tan
abundante en el suelo y en las rocas como otros metales como el estaño, el zinc o el tungsteno.
Sin embargo hay otros compuestos radioactivos que son más comunes, como por ejemplo el
torio, que es aproximadamente tres veces mas abundante que el uranio en la Tierra. En el siglo
XIX, antes de que la iluminación con luz eléctrica dejara obsoleta la iluminación por gas, el óxido
de torio se utilizaba en las lámparas de gas para que éstas brillaran mas intensamente. Puede
que en el siglo XXI el torio se convierta en un posible combustible para las centrales nucleares.
La figura nos presenta la abundancia del uranio en las rocas. Muestra un peso de 10 kg
comparado con tres alambres con un peso combinado de 30 miligramos. Esta es la proporción
de la abundancia del uranio en las rocas en nuestro planeta.
Por este motivo podemos detectar el uranio en las rocas y esta radiación contribuye en una gran
medida a lo que llamamos fondo radioactivo ambiental. Es algo, proveniente del ambiente que
nos rodea, a lo que nos enfrentamos durante toda la duración de nuestras vidas. Nuestros
organismos han desarrollado métodos para poder convivir con la radioactividad ambiental, como
demostraremos más adelante.
La imagen del mapa nos muestra la radiación ambiental de fondo en Europa. La diferencia entre
las distintas áreas proviene principalmente de los diferentes tipos de rocas que componen los
territorios de los distintos países. Por ejemplo en el centro oeste de la Península Ibérica el suelo
contiene principalmente granito, lo que provoca que la radioactividad ambiental en esta región
sea mas elevada que en otras partes de España, donde las rocas mas abundantes están
formadas por caliza y arenisca. Áreas del centro de Francia pueden presentar elevados niveles
de radiación, en este caso proveniente del radón de las rocas. Pero a parte de las rocas, existen
otras fuentes de radiación a las que estamos expuestos.
Del espacio
En la inmensidad del espacio existen fuentes variadas de radiación, que incluyen chorros
superlumínicos (con velocidades aparentes superiores a la de la luz) de radio galaxias, agujeros
negros y hasta los mismos planetas de nuestro sistema solar. Los astrónomos utilizan
telescopios especiales para estudiar estos tipos de radiación que incluyen la radiación gamma y
rayos X. Estas fuentes de radiación emiten en todas direcciones y aunque pueden encontrarse a
distancias de cientos de miles de años-luz, la radiación proveniente de ellas puede alcanzarnos.
Lo que detectamos como fuentes errantes de radiación proveniente del espacio, es conocido
como rayos cósmicos. Se pueden detectar en mayor número a medida que escalamos mayores
alturas. En la cima de una montaña se pueden detectar muchos más que a nivel del mar, ya que
tienen que atravesar menos capas de la atmosfera. Es difícil evitar la radiación cósmica y en
ocasiones son una molestia para los científicos. En ocasiones es necesario medir radioactividad
muy débil. Esto puede ocurrir por ejemplo cuando estamos interesados en medir fuentes gamma
muy débiles, a gran distancia, que emiten muy débilmente en nuestra dirección o incluso cuando
queremos estudiar el fondo de radiación de microondas producido por la expansión del universo.
En la imagen de la derecha se puede ver un detector que está situado a 1,4 km bajo la cima de
la montaña, en Italia (Laboratori Nazionali del Gran Sasso).
En el mar
A medida que los ríos fluyen sobre el suelo y las rocas, arrastran consigo todo tipo de sales
disueltas en el agua. A veces, con el paso del tiempo, el agua se evapora por la acción del sol y
las sales se concentran. Como casi todas las rocas contienen uranio, no es sorprendente que el
mar contenga uranio también. Esto hace al mar algo radioactivo, pero no sólo eso. El mar
también contiene 40K (se pronuncia potasio 40). Esta sustancia es la mas importante entre las
que hacen nuestro cuerpo radioactivo.
En promedio, el agua de mar contiene aproximadamente 3 miligramos de uranio por cada 1000
litros, o sea por metro cúbico de agua. No es mucho, pero se comenta que si el coste de la
extracción del uranio del agua de mar se redujera en un factor 10, entonces la producción de
uranio a partir del mar podría ser rentable. Si las fuentes de uranio actuales se agotan, los
reactores nucleares podrían funcionar con el uranio extraído del agua del mar.
En el aire
El aire que respiramos contiene una pequeña cantidad de una forma radiactiva de carbono
conocida como 14C (que se pronuncia “carbono catorce” y se puede encontrar en algunos libros
escrita como carbono-14). Los átomos de carbono-14 se producen en las interacciones de los
rayos cósmicos en la atmósfera. Los rayos cósmicos son responsables de muchas reacciones
entre las que se pueden incluir la producción de neutrones térmicos. Estos neutrones interactúan
con los átomos de nitrógeno-14 presentes en la atmósfera mediante una reacción nuclear que
produce protones y átomos de carbono-14. Éstos últimos forman moléculas de dióxido de
carbono que son extraídas del aire por las plantas en el proceso de fotosíntesis fabricando
azúcar y celulosa y absorbiendo por tanto carbono-14. Éste pasa entonces a nosotros cuando
comemos plantas o, incluso, animales que las han ingerido previamente. El hecho de que todos
los seres vivos absorban carbono-14 hasta el día de su muerte puede utilizarse para datar los
restos de éstos, enterrados durante cientos o miles de años. Este proceso requiere tener
conocimiento de la vida media de los átomos radiactivos; tema que cubriremos más adelante.
En nosotros
El alimento que ingerimos cada día contiene de dos a tres gramos de potasio. Esto significa que,
por cada kilogramo de peso corporal, aproximadamente ¡50 átomos de potasio se desintegran
cada segundo y emiten partículas radiactivas en nuestro organismo! Recordemos también que
cuando comemos plantas (o animales que las hayan comido) absorbemos carbono-14 que es
también radiactivo. Se pueden encontrar también trazas de otros elementos radiactivos, incluso
uranio. Si, por accidente, en la playa, tragas un poco de agua de mar, habrás tomado una
pequeña cantidad de uranio contenida en esta agua. Hemos discutido ya la producción de
carbono-14 por los rayos cósmicos y su absorción, en primer lugar por las plantas para producir
hidratos de carbono y posteriormente por los animales al ingerir estas plantas y por nosotros
mismos. El carbono-14 entra entonces en la cadena alimentaria y de esa manera todos los seres
vivos están expuestos a él.
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Los Isótopos
Sabemos que los átomos contienen núcleos, formados por protones y neutrones, con electrones
orbitando a su alrededor. También sabemos que los átomos son eléctricamente neutros,
mientras que los iones, que son átomos que han perdido o ganado electrones, están cargados.
La clave para comprender el fenómeno de la radiactividad reside en el concepto de isótopo.
Explicábamos que el carbono-14 es radiactivo, mientras que el carbono más común, el carbono-
12 es estable. ¿Qué es lo que diferencia al carbono-14 del carbono-12? Pues bien, la diferencia
está en sus núcleos. Ambos átomos, tienen el mismo número de protones, y por lo tanto el
mismo número atómico. El número de protones caracteriza los elementos. Si cambiamos el
número de electrones convertimos el átomo en un ión. ¿Pero qué ocurre si cambiamos el
número de neutrones? Decimos que el carbono-14 es un isótopo del carbono-12, siendo la única
diferencia entre ellos que el primero tiene dos neutrones más en su núcleo y por lo tanto, aún
siendo el mismo elemento, tiene una masa mayor. Para cada elemento existen varios isótopos.
Un ejemplo conocido es el deuterio, un isótopo del hidrógeno formado por un protón y un
neutrón. El deuterio se utiliza para hacer agua pesada, utilizada en aplicaciones muy
interesantes entre las que se encuentra la detección de neutrinos o la moderación de neutrones
en reactores nucleares.
Los isótopos inestables se utilizan también en aplicaciones médicas. Su empleo es seguro ya que
en estos casos utilizamos isótopos con una vida corta, lo que quiere decir que transforman
rápidamente en estables. Las sustancias que contienen isótopos inestables no se encuentran de
forma natural en la tierra sino que tienen que producirse artificialmente. Por ejemplo, en los
propios hospitales con máquinas llamadas ciclotrones, que aceleran átomos a mucha velocidad.
Para ello los átomos describen trayectorias circulares en el interior del ciclotrón a través del
empleo de electro imanes. Hay ciclotrones de muchos tamaños en función del uso y del tipo de
isótopo que producen. En estas máquinas, los núcleos estables colisionan con otras partículas
cargadas produciendo así los radioisótopos, término que se utiliza para describir isótopos que
son radiactivos.
Los isótopos más estables de cada elemento son los que aparecen en la tabla periódica, y son
los que se encuentran de forma natural en la tierra, siendo además los isótopos más abundantes
de ese elemento. La abundancia está ligada al concepto de estabilidad; el resto de isótopos
inestables de ese elemento se han desintegrado y transformándose en los isótopos estables del
mismo. Entonces, ¿qué es lo que hace que un isótopo sea más estable que otro?
Estabilidad
Cuando hablábamos de los núcleos decíamos que los nucleones se mantenían cohesionados
debido a la acción de la fuerza fuerte que es capaz de superar la repulsión electrostática entre
protones. En esto reside precisamente la clave para entender la estabilidad nuclear. Tanto los
protones como los neutrones sienten la fuerza fuerte, pero mientras que los protones se repelen
entre ellos, los neutrones, al no estar cargados son insensibles a la repulsión electrostática,
actúan reforzando la cohesión nuclear.
En base a este argumento podríamos pensar que cuantos más neutrones tenga un núcleo mayor
será su estabilidad. Sin embargo esto no es así. Los núcleos son estables únicamente para
determinadas proporciones del número de protones a neutrones que poseen, que pueden oscilar
entre 1 a 1,6. Fuera de este dominio, los núcleos son inestables y se desexcitan. El nitrógeno es
estable cuando la proporción de protones a neutrones es 1, es decir con 7 protones y 7
neutrones, mientras que en el otro extremo de la horquilla se encuentra el plomo, que es estable
cuando la proporción entre el número de protones a neutrones es de 1,54, lo que ocurre con 82
protones y 126 neutrones. La figura siguiente muestra la conocida como región de estabilidad en
función del número de protones y neutrones.
Energía de enlace
El concepto de energía de enlace juega un rol fundamental en la física nuclear. Hay diferentes
tipos de energía de enlace, pero aquí nos centraremos en la energía de enlace nuclear. Se trata
de la cantidad de energía necesaria para conseguir que los nucleones de un núcleo superen la
atracción que experimentan y se separen en nucleones individuales. Otra forma de explicar
porque los núcleos están ligados es porque la energía de enlace de un núcleo es menor que la
suma de sus constituyentes. Energéticamente a los nucleones les resulta más favorable (la
energía asociada es menor) permanecer ligados en un núcleo a existir como especies separadas.
Otro concepto relacionado es el de la energía de enlace por nucleón (que es la energía de enlace
del núcleo normalizada por el número de nucleones que lo constituyen.
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Desintegración alfa
Existe un límite en la masa de los núcleos para el cual la fuerza fuerte ya no es capaz de
mantener ligados más nucleones. El mayor núcleo conocido es el uranio, con un total de 238
nucleones. Este núcleo es muy inestable, se trata de un núcleo radiactivo y que por tanto
experimenta un proceso de desintegración.
En la desintegración alfa el núcleo pierde masa, al emitirse una partícula alfa o núcleo de helio,
ganando por ello en estabilidad. El núcleo emisor pierde cuatro nucleones, dos protones y dos
neutrones. Al perder dos protones, se transmuta en otro elemento. Las partículas alfa que
mencionamos aquí son las mismas que utilizó Rutherford en su experimento de difusión para
demostrar la existencia del núcleo atómico. La desintegración alfa, sólo es posible cuando la
energía de enlace por nucleón no toma su valor mínimo. Esto se cumple estrictamente para
núcleos más pesados que el níquel, aunque la desintegración alfa solo se ha observado para
núcleos mucho más pesados, por encima del telurio. La desintegración alfa puede considerarse
un ejemplo de penetración de barrera cuántica por efecto túnel. El núcleo crea un pozo de
energía potencial, tal y como muestra la figura, que captura la partícula alfa (que existe
previamente en el núcleo). La energía de la partícula tiene que ser superior a la altura del pozo
de potencial para que ésta pueda escapar del núcleo. Según los principios de la mecánica
clásica, la desintegración alfa no tendría lugar ya que las partículas alfa no tienen energía
suficiente para escapar del núcleo. Por el contrario, la mecánica cuántica permite que la partícula
escape de la barrera de potencial por efecto túnel y exista fuera del núcleo, asociando a este
fenómeno una pequeña probabilidad estadística.
Entre las propiedades que nos permiten diferenciar los distintos tipos de radiación ser encuentra
el poder de penetración que esta tiene en diferentes materiales. Las partículas alfa son
relativamente pesadas y poseen una pequeña velocidad. Esto aumenta su probabilidad e
interaccionar con cualquier partícula con la que entren en contacto. Como consecuencia de esta
interacción tan solo pueden avanzar, antes de perder toda su energía, en pocos centímetros de
aire o en una delgada lámina de aluminio.
Entre las fuentes radiactivas alfa más conocidas se encuentra el uranio, que se desintegra
emitiendo una partícula alfa (α) para transmutarse en torio:
238U 234Th
→ +α
Este es el primer paso en la cadena de desintegración del uranio, que recorre muchos elementos
antes de llegar a uno estable. En esta reacción el átomo de helio es en realidad un núcleo de
hélio, o un ión 2+ de helio, ya que ha perdido dos electrones quedando cargado con dos cargas
positivas.