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Piscina ritual
En Jerusalén, narra el Evangelio según san Juan, Jesucristo sanó a un paralítico en una piscina ritual rodeada de cinco pórticos, la
llamada piscina de Betesda. Muchos expertos dudaban de su existencia hasta que una excavación arqueológica descubrió claros
vestigios de la misma bajo las ruinas de estas iglesias seculares.
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Icono ortodoxo
Este icono-joya –llamado encolpión–que porta Teófilo II, patriarca griego ortodoxo de Jerusalén y toda Palestina, venera a la virgen
María y el niño Jesús.
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Hueso de un crucificado
El hallazgo de un hueso del pie de un crucificado encontrado en un panteón familiar podría refutar la tesis de que Jesús, ejecutado
como un criminal, no recibió una sepultura digna. La crucifixión romana tenía muchas variantes.
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El buen samaritano
Durante la Pascua, los samaritanos varones caminan hasta la cumbre del monte Garizim, donde creen qeu se halla el verdadero
templo de Dios (y no en Jerusalén). En la época de Cristo se los tachaba de infieles, pero Jesús, en una de sus parábolas más
famosas, pone al "buen samaritano" como ejemplo de amor al prójimo.
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Piedra de Magdala
Desenterrada en una sinagoga de la ciudad natal de María Magdalena, se cree qeu la piedra de Magdala reproducía el Templo judío
de Jerusalén y podía servir de soporte ceremonial de la Torá. Aquí la vemos fotografiada en los almacenes de los tesoros
nacionales de Israel.
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La piedra de la unción
Un peregrino se arrodilla en la iglesia del Santo Sepulcro ante la Piedra de la Unción, que conmemora el ungimiento de Jesús previo
a su entierro.
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¿Quién fue Jesús en la Historia? En busca del
Jesucristo histórico
El despacho que Eugenio Alliata tiene en Jerusalén es el típico del
arqueólogo que prefiere estar manchándose de tierra a pie de
excavación que estar entre cuatro paredes poniendo orden. En un rincón
cría polvo un equipo informático estropeado. Los informes de excavación
comparten las abarrotadas estanterías con cintas métricas y otros
implementos del oficio.
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Para una arqueóloga reconvertida en periodista como yo, sabedora de
que culturas enteras brillaron y sucumbieron sin dejar tras de sí más que
unos pocos vestigios sobre la Tierra, buscar en un paisaje milenario
evidencias de una sola persona se antoja la crónica de un fracaso
anunciado, como intentar dar caza a un fantasma. Y si ese fantasma es
nada menos que Jesucristo, en quien más de 2.000 millones de
habitantes del planeta ven al mismísimo Hijo de Dios, en fin,
ante tamaña tarea conviene buscar guía divina.
Arqueología cristiana
Y por ese motivo siempre que viajo a Jerusalén recalo una y otra vez en
el monasterio de la Flagelación, donde el padre Alliata nunca deja de
recibirme –a mí y a mis preguntas– con una paciencia infinita. En calidad
de catedrático de arqueología cristiana y director del museo del Studium
Biblicum Franciscanum, forma parte de la misión franciscana que lleva
700 años cuidando y protegiendo los lugares sagrados de Tierra Santa
(y, desde el siglo XIX, excavándolos de acuerdo con los principios
científicos).
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De esas huellas, las más importantes (y puede que también las más
controvertidas) son con diferencia los textos del Nuevo Testamento,
sobre todo los primeros cuatro libros: los Evangelios de Mateo, Marcos,
Lucas y Juan. ¿Pero qué tienen que ver esos textos antiguos, escritos en
la segunda mitad del siglo I, y las tradiciones que inspiraron con la labor
de los arqueólogos?
Uno por uno los autocares aparcan y descargan pasajeros que salen con
los ojos entrecerrados por el fulgor del sol: mujeres indias con saris
multicolores, españoles con el logo de la parroquia estampado en la
mochila, etíopes con túnicas blancas como la nieve y crucifijos de color
añil tatuados en la frente.
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religión cristiana, Constantino– y bajamos a una gruta alumbrada con
lámparas y un nicho revestido de mármol.
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aportado piezas de la época de Cristo, ni tampoco indicios de que los
primeros cristianos considerasen sacro aquel lugar. La primera prueba
evidente de veneración data del siglo III, cuando el teólogo Orígenes de
Alejandría visitó Palestina y dejó escrito: «En Belén se muestra la cueva
en la que nació [Jesús]».
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judaico y más cosmopolita. En 1991 John Dominic Crossan publicó El
Jesús de la historia, un libro que cayó como una bomba. En él
formulaba la teoría de que Jesús era un sabio errante cuyo estilo de vida
contracultural y sus sentencias subversivas presentaban llamativos
paralelismos con la doctrina de los cínicos.
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voz de Dios proclamaba: «Este es mi Hijo muy querido, en quien me
complazco». A raíz de ese encuentro divino, Jesús emprendió una misión
de prédicas y curaciones que comenzó en Galilea y terminó, tres años
después, con su ejecución en Jerusalén.
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Aquella preciada embarcación ocupa hoy un lugar de honor en un museo
del kibutz, cerca del lugar donde fue descubierta. Con unos ocho metros
de eslora y dos de manga, podría dar cabida a 13 hombres, aunque no
hay prueba alguna de que Jesús y sus doce apóstoles navegasen en
aquella nave en concreto. Para ser franca, no es precisamente una
belleza: un esqueleto de tablones parcheados y reparados una y otra
vez, hasta que al final lo desmantelaron y hundieron.
Arqueología cristiana
En 2009, ante el inicio de las obras, un equipo de arqueólogos de la
Autoridad de Antigüedades de Israel se presentó en el lugar para llevar a
cabo la inspección que exige la ley. Tras varias semanas de
calicatas, hallaron para asombro general las ruinas soterradas de
una sinagoga de la época de Jesús. Era la primera estructura de su
género desenterrada en Galilea.
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En cada parada de mi viaje por Galilea, las sutiles huellas de Jesús
parecían algo más definidas, menos borrosas. Pero no llegaron a
dibujarse con nitidez hasta que regresé a Jerusalén. En el Nuevo
Testamento, esta ciudad ancestral es el escenario de muchos de sus
milagros y de sus momentos más dramáticos: la entrada triunfal, la
expulsión de los mercaderes del Templo, las sanaciones de las piscinas
de Betesda y Siloé (ambas localizadas en excavaciones arqueológicas),
sus conflictos con las autoridades religiosas, su última cena pascual, su
agónica plegaria en el huerto de Getsemaní, su juicio y ejecución, su
enterramiento y resurrección.
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supuesta sepultura de Jesús. Ahora, en plena Semana Santa, regreso
para verlo en todo su esplendor, reforzado y limpio de hollín.
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