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¿Tiembla usted de miedo alguna vez después de leer los pecados que
menciona la Palabra de Dios? ¿Hay transgresiones que hacen que
sienta como si el Padre jamás pudiera aceptarle? Después de todo, el
apóstol Pablo advierte «que los que practican tales cosas no hereda-
rán el reino de Dios» (Gálatas 5.21). ¿Es posible que haya ofendido
a Dios de tal manera que sienta que Él le rechazará para siempre?
Romanos 3.23 es claro: toda persona tiene algún aspecto de
pecado en su vida. Por esto mismo es que necesitamos a Jesús. ¡No
podemos entrar en el reino de Dios sin Él!
Sin embargo, cuando usted recibe a Jesús como su Salvador, es
lavado con su sangre y la mancha de su pecado es quitada. Usted
tiene una relación restaurada, permanente y personal con el Padre.
Su pecado es incapaz de sorprender a Dios. Él le ha perdonado
en Cristo. No tiene ninguna razón para temer.
En su presencia... reciba la
dádiva del perdón de Dios.
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Apelación a la carne
Y vio la mujer que el árbol era... codiciable para
alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió.
Génesis 3.6
¿Sabía usted que Satanás conoce muy bien los deseos de su carne?
Él convenció a Eva para que comiera del árbol del conocimiento
apelando a su deseo de sabiduría. Y tal como lo hizo con ella, el
enemigo atizará sus deseos carnales a fin de seducirle para que se
destruya a sí mismo.
Como ve, una vez que el enemigo logra que peque, usted sentirá
vergüenza en la presencia de Dios y lo evadirá, tal como lo hicieron
Adán y Eva en el huerto. Se esconderá del Señor y dejará de escu-
charlo. Después de todo, el enemigo obra para hacer que se sienta
completamente alejado del Padre a fin de inutilizarlo para el reino
de Dios.
Sin embargo, usted no está aislado del Padre. ¡La poderosa san-
gre de Cristo lo ha reconciliado con Dios para siempre! El Señor
quiere que usted esté siempre con Él. Así que no le dé lugar al ene-
migo gratificando los deseos de su carne. Busque la dirección de
Dios y tenga confianza en que Él siempre tiene en mente lo que es
mejor para usted.
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En su presencia... confíe en
que Él está obrando.
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No
Declaro lo siguiente acerca del Señor:
Solo él es mi refugio, mi lugar seguro;
él es mi Dios y en él confío.
Te rescatará de toda trampa.
Salmos 91.2–3, ntv
Es difícil oír la palabra no. Usted le suplica a Dios por cierta petiti-
ción, pero esta le es negada. En especial puede sentirse confuso, des-
ilusionado e incluso cuestionar los propósitos de Dios al negársela si
la petición en cuestión era santa o positiva.
Sin embargo, debe saber que cuando su voluntad y la de Dios
se contradicen, usted llega instantaneamente a un punto decisivo.
¿Se obstinará en hacer las cosas a su manera o aceptará la dirección
de Dios? ¿Ocupará usted el trono de su vida, o reconocerá que su
Señor y Salvador es absolutamente soberano, bondadoso y sabio, y
que nunca le hará daño?
Tenga por seguro que el «no» del Padre es tanto compasivo como
bueno. Debido a su carácter santo y su amor infalible, Él siempre
procura darle la dirección absolutamente perfecta a su vida. Usted
tal vez no comprenda el porqué de su «no» en el momento, pero a
la larga la entenderá. Y con seguridad se lo agradecerá por haberle
evitado cometer un error.
En su presencia... acepte su
protección inquebrantable.
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Déjeselo a Dios
Encomienda al Señor tu camino,
confía en El, que El actuará.
Salmos 37.5, lbla
En su presencia... confíe en
Él para que le dirija.
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Un llamado al arrepentimiento
Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento
para salvación, de que no hay que arrepentirse.
2 Corintios 7.10
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