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Miembro de una numerosa y pobre familia campesina, Abebe Bikila se enroló en el ejército
cuando contaba 17 años, como una solución para conseguir sustento.
pronto empezó a destacar en pruebas de atletismo. Contaba que se entrenaba por el desierto
corriendo solo, cazando para no aburrirse: ningún animal aguantaba distancias tan largas. Al
lesionarse el atleta que iba a correr la maratón jugando al fútbol, fue seleccionado para el equipo
olímpico.
En Roma 1960 consiguió ganar la primera medalla para África, el oro en maratón, corriendo
descalzo, porque las zapatillas nuevas le produjeron ampollas.
Además batió el record del mundo, tras atacar al paso por el obelisco de Axum que el ejército
italiano del Duce había expoliado a Etiopía.
Se inauguraba así el dominio del continente negro en carreras de fondo que continúa hoy día.-En
Tokio 64 vuelve a ganar la maratón, esta vez con zapatillas.
Había sido operado de apendicitis 6 semanas antes.-En México 68 abandona, aquejado por el mal
de altura en el km 17. Le sustituye como ganador de la prueba otro mítico corredor etíope, Mamo
Wolde.-
En el año 69 sufre un accidente de tráfico tras el que queda parapléjico. Lo acepta con entereza,
pero finalmente muere en el 73, a los 41 años por las secuelas del traumatismo.
El ágil morenito se dedicó a bailar alrededor del polaco, puntear y fintar sin darle
posibilidades a su adversario de aplicar algún golpe. Pero, en el tercero, realizó una
verdadera exhibición abriendo la ceja y partiendo la nariz del veterano de 250 peleas.
Se trataba de Classius Clay, el boxeador que según decían "volaba en el ring como una
mariposa y tenía en sus puños el aguijón de una abeja". Un mes después de lucir la medalla
de oro, Clay, el Muhammad Alí, pasaba al profesionalismo para deslumbrar en el mundo de
los pesados, hasta ser el más grande de todos los tiempos.
Deportivamente los Juegos de 1960 tuvieron un altísimo nivel y la mayoría de los récords
olímpicos y algunos mundiales fueron superados.
Primero que nada, porque los Juegos se realizaron en la ciudad donde el emperador
Teodosio el Grande, aconsejado por las autoridades cristianas, a través de San Ambrosio,
obispo de Milán, abolió los Juegos Olímpicos de la Antigüedad por considerarlos paganos.
El segundo de los motivos lo constituyó la aparición de una juventud que no había tenido
parte activa en la Segunda Guerra Mundial y, con ella, una revolución en la relación
técnica-deporte, convirtiendo en un recuerdo la llamada preparación artesanal.
Tercero, porque el COI, que desde su fundación mantuvo una dura lucha en defensa del
amateurismo, eliminando el tenis y el fútbol profesional, da su primer signo de apertura, al
permitir el pago a los atletas de los salarios perdidos.
ESCENARIOS IMPACTANTES
Roma sabía que la organización era costosa, pero que, a la vez, tenía su rédito. Y en su caso
particular los Juegos eran la mejor propaganda para solidificar el incipiente turismo. Por si
esto fuera poco, la capital italiana ofrecía un marco incomparable para acoger el
espectáculo olímpico.
El estadio del Foro Itálico, obra de Mussolini inaugurada en 1935, fue adecuado a las
nuevas necesidades, y el aeropuerto internacional de Fiumicino dio a luz gracias a los
Juegos.
La televisión empezó a hacer sentir su poder. La red Eurovisión distribuyó la señal a toda
Europa y las cintas magnéticas grabadas se llevaron diariamente por avión a Japón y
Estados Unidos, que por enlaces terrestres hizo llegar las imágenes a México.
ETIOPÍA MÍA
Delgado, muy delgado, hasta parecía que la piel estaba pegada a sus huesos, espigado, de
largas piernas, de largos brazos, un fino bigote en ese negro rostro y los pies descalzos
imponiendo su ley sobre las antiguas calzadas de la Ciudad Eterna. La imagen del etíope
Abebe Bikila, pasando entre las antorchas encendidas de los carabinieris italianos,
impactaba fantasmagóricamente en la noche y se transformaba en una mágica visión
proveniente de otros tiempos.
Como si ese soldado de la guardia personal del emperador Haile Selassie no sólo hubiese
venido a Roma para ganar la maratón, sino para
revindicar a su pueblo en la línea de llegada, el famoso Arco de Constantino, de donde
partieron, 25 años atrás, las tropas de Mussolini para conquistar Abisinia (como se llamaba
entonces Etiopía) y su capital Addis-Abeba.
Miembro de una numerosa y pobre familia campesina, Abebe Bikila se enroló en el ejército
cuando contaba 17 años, como una solución para conseguir sustento.
El destino lo puso en manos del talentoso entrenador sueco Onni Niskanen, quien al
observar los duros recorridos de la Guardia Imperial, vio en él a un diamante en bruto y se
dispuso a transformarlo en una preciosa joya.
Sobre la base de novedosos entrenamientos, fortalecidos con baños sauna y largas carreras
en carretera, el estilo de Bikila fue evolucionando hasta convertirse en una perfecta
máquina de devorar kilómetros.
Bikila corrió descalzo no por placer. El entrenador estudió sus tiempos, tanto con zapatillas
como sin ellas, y comprobó que efectivamente Bikila era más rápido sin calzado alguno.
Este fue el hecho que asombró al mundo: un atleta del continente más pobre y en plena
descolonización ganaba descalzo la maratón olímpica. No sólo se quedaba con el oro, sino
que mejoraba en casi ocho minutos el récord olímpico. Y como si ambas cosas fuesen poco,
había perdido apenas 350 gramos de peso en los exigentes 42km195, muy por debajo del
promedio de cuatro kilos que solían perder los maratonistas de la época.
A su regreso de Roma, Bikila fue recibido como héroe nacional en su tierra natal y el
emperador le cambió la medalla de oro por un anillo de diamantes. Esta es la primera parte
de la vida de este etíope, el primer vencedor africano en los Juegos Olímpicos y
considerado el atleta que indicó el camino a los fondistas de ese continente. En Tokio 64 y
México 68 volveremos a hablar de él y de su trágico final.
Pero detrás de esa estupenda mujer se escondía el drama de su terrible niñez. Nació en un
ghetto negro en Clarksville, Tennessee. Era la vigésima descendiente de un matrimonio que
tuvo 22 hijos. Vio a luz con un poco más de dos kilos e importante deficiencias físicas.
Sobrevivió a pesar del pronóstico de los médicos. Al poco tiempo, la poliomielitis paralizó
su pierna izquierda. A la par, sufrió neumonía doble y escarlatina. En una región racista, en
que los negros no tenían acceso a ciertos hospitales, la madre y los hermanos llevaron a la
pequeña a través de varios kilómetros para salvar su vida.
Le anunciaron que no iba a volver a caminar. De los tres a los cinco años se movió en silla
de ruedas. Los permanentes masajes en los que se turnaba toda la familia y el amor que la
rodeaba le daban esperanzas a Wilma.
Le colocaron dos hierros en la pierna y comenzó a movilizarse con dificultad. La lucha era
intensa. Masajes, ejercicios y un caminar que evolucionaba. Un día, cuando ya tenía 11
años, estaba en la iglesia de su pueblo y decidió quitarse los hierros de la pierna. Ante la
alegría general, caminó normalmente. "Milagro", escuchaba, cuando en realidad era obra de
su esfuerzo y del de su familia.
En Melbourne 1956, cinco años después de aquel milagro, fue medalla de bronce en la
posta 4x100. En los Panamericanos de Chicago 1959 ganó la medalla de oro en 100 metros.
En Roma fue la reina y, en 1961, se convirtió en la recordwomen mundial de los 100
metros, con 11s2. Esa fue su corta y fructífera carrera deportiva.
Cuando regresó de los Juegos Olímpicos, al llegar a su ciudad natal se encontró con una
fiesta que por primera vez reunía a negros y blancos. Eso le indicó cual sería su futuro:
luchar por la integración racial. Cuando murió en 1994 su ataúd fue enterrado cubierto por
la bandera olímpica.
Como escribió Nancy Nikerson: "Wilma será recordada no sólo por sus medallas de oro,
sino también por su determinación para vencer sus incapacidades físicas y por cómo supo
superar el racismo y la segregación de su tiempo".
DE ROMA AL MUNDO
De entrada llamó la atención aquel boxeador negro norteamericano, de 18 años, que se
presentaba en la categoría semipesado. En los cuartos de final venció con facilidad al
soviético Gennadiy Schatkov, medalla de oro de los medianos en Melbourne y en la final se
encontró con el polaco Zbiegniew Pitrzykowski, tres veces campeón europeo.
El ágil morenito se dedicó a bailar alrededor del polaco, puntear y fintar sin darle
posibilidades a su adversario de aplicar algún golpe. Pero, en el tercero, realizó una
verdadera exhibición abriendo la ceja y partiendo la nariz del veterano de 250 peleas.
Se trataba de Classius Clay, el boxeador que según decían "volaba en el ring como una
mariposa y tenía en sus puños el aguijón de una abeja". Un mes después de lucir la medalla
de oro, Clay, el Muhammad Alí, pasaba al profesionalismo para deslumbrar en el mundo de
los pesados, hasta ser el más grande de todos los tiempos.
DATOS COMPLEMENTARIOS
Benvenuti, una figura a la sombra de Clay
Si no hubiese estado Classius Clay, el rey del boxeo de Roma hubiese sido el italiano
Giovanni "Nino" Benvenuti, que con su elegante esgrima y potente pegada destruyó al
soviético Yuri Randoyak para quedarse con la medalla de oro de los medianos.
Nino pasó al profesionalismo al año siguiente y su carrera fue brillante. Fue campeón
mundial juniors, campeón europeo y, el 17 de abril de 1967 se proclamó campeón mundial
de los medianos, al vencer al estadounidense Emile Griffith. El 28 de septiembre de ese
mismo año lo perdió ante Griffith, al que volvió a enfrentar en el 1968 para recuperarlo.
El rubio alemán Armin Hary, sospechado de adelantarse en las partidas, sobresalió en los
100 metros, junto a él sorprendieron los neozelandeses Peter Snell, en 800 metros, y
Murray Halberg, en 5.000 metros.
* Periodistas: 2.147 hombres de prensa cubrieron la información de los Juegos para diarios,
revistas, radios y televisión.
Roma 1960
Roma
Localización
Italia
Participantes
• Países 83 países
• Deportistas 5338 atletas
Ceremonias
Juramentos
• Deportista Adolfo Consolini
Llama olímpica Giancarlo Peris
Cronología
Ceremonia de apertura en 1960 Juegos Olímpicos de Verano en Stadio Olímpico de Roma, Italia
Los Juegos Olímpicos de Roma 1960, conocidos oficialmente como Juegos de la XVII
Olimpiada, se celebraron en Roma, Italia. Roma ya había sido seleccionada para acoger la
organización de los Juegos Olímpicos de 1908, pero tuvo que declinar y pasarle los honores
a Londres. Otras ciudades que competían para acoger esta edición de los Juegos fueron:
Lausana, Detroit, Budapest, Bruselas, Ciudad de México y Tokio. Participaron 5338 atletas
(4727 hombres y 611 mujeres) de 83 países.1
Índice
1 Antorcha Olímpica
2 Destacados
3 Deportes
4 Países participantes
5 Medallero
6 Véase también
7 Referencias
8 Enlaces externos
Antorcha Olímpica
El recorrido comenzó en Olimpia (Grecia) y luego pasó hasta Atenas. Desde allí, salió a
bordo del barco Americo Vespucio rumbo a Italia.
Destacados
Medallero
Artículo principal: Medallero de los Juegos Olímpicos de Roma 1960
Medallero[editar]
País organizador (Italia)
Núm
País Total
.
2 Estados Unidos (USA) 34 21 16 71
3 Italia (ITA) 13 10 13 36
5 Australia (AUS) 8 8 6 22
6 Turquía (TUR) 7 2 0 9
7 Hungría (HUN) 6 8 7 21
8 Japón (JPN) 4 7 7 18
9 Polonia (POL) 4 6 11 21
Núm
País Total
.
10 Checoslovaquia (TCH) 3 2 3 8
11 Rumania (ROU) 3 1 6 10
12 Reino Unido (GBR) 2 6 12 20
13 Dinamarca (DEN) 2 3 1 6
14 Nueva Zelanda (NZL) 2 0 1 3
15 Bulgaria (BUL) 1 3 3 7
16 Suecia (SWE) 1 2 3 6
17 Finlandia (FIN) 1 1 3 5
18 Yugoslavia (YUG) 1 1 0 2
18 Austria (AUT) 1 1 0 2
20 Pakistán (PAK) 1 0 1 2
21 Noruega (NOR) 1 0 0 1
21 Grecia (GRE) 1 0 0 1
21 Etiopía (ETH) 1 0 0 1
Núm
País Total
.
24 Suiza (SUI) 0 3 3 6
25 Francia (FRA) 0 2 3 5
26 Bélgica (BEL) 0 2 2 4
27 Irán (IRI) 0 1 3 4
28 Sudáfrica (RSA) 0 1 2 3
28 Países Bajos (NED) 0 1 2 3
30 Argentina (ARG) 0 1 1 2
32 Singapur (SIN) 0 1 0 1
32 República de China (ROC) 0 1 0 1
32 Portugal (POR) 0 1 0 1
32 Marruecos (MAR) 0 1 0 1
32 India (IND) 0 1 0 1
Núm
País Total
.
32 Ghana (GHA) 0 1 0 1
32 Canadá (CAN) 0 1 0 1
39 Brasil (BRA) 0 0 2 2
41 Venezuela (VEN) 0 0 1 1
41 México (MEX) 0 0 1 1
41 Irak (IRQ) 0 0 1 1
41 España (ESP) 0 0 1 1