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Malaquías - Introducción 1:1-3

Comenzamos hoy, queridos amigos, un nuevo estudio bíblico basado en el


libro del profeta Malaquías, que es el último libro del Antiguo Testamento.
Malaquías es quien cierra el telón en el Antiguo Testamento y tiene, valga la
expresión, "la última palabra". Él es el último de una larga sucesión de
profetas que predijeron la venida del Mesías. Aunque tengamos que
retroceder hasta mil años antes de la llegada de Jesús, podemos ver que, a
través de los siglos, Dios comunicó de manera insistente la futura venida del
Mesías; y la última de estas voces que sirvió como canal de comunicación
de Dios hacia los hombres fue, precisamente, la de voz del profeta
Malaquías.
Las profecías de Malaquías, el mensaje de este profeta, es un llamado a los
apóstatas. El diálogo divino, en la profecía de Malaquías está diseñado
como un llamado a "romper la barrera de la incredulidad, el desengaño y el
desaliento del pueblo de Israel". Dios muestra su constante amor, a pesar
del letargo y adormecimiento espiritual de Israel. Y el oráculo o profecía que
Malaquías tenía que comunicar de parte de Dios, era para que el pueblo, y
los sacerdotes, se detengan y comprendan que la falta de bendiciones no
ha sido provocada por la despreocupación de Dios, sino por su falta de
obediencia a la Ley del Pacto.
En definitiva, este último libro del Antiguo Testamento concluirá, como
veremos, con una dramática profecía de la venida del Mesías y de Juan el
Bautista: "Yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de
mí" (3,1).
Después de Malaquías vinieron 400 largos años de silencio profético,
durante los cuales Dios no volvió a hacer revelación alguna a los hombres.
Pero pasados esos años, se cumplió el tiempo, y el cielo rompió en cantos
de alabanza ante la venida del Mesías.
Aunque no sabemos mucho sobre Malaquías, a través de su libro podremos
conocer a una persona muy interesante y con un fino sentido del humor. Si
usted, estimado amigo oyente, aún no ha descubierto el sentido del humor
que manifestaron numerosos personajes de la Biblia, le invitamos a que nos
acompañe en este estudio y lo descubra por usted mismo.
¿Cuál fue el contexto histórico de Malaquías?
Malaquías fue dirigido a la nación de Israel unos cien años después del
retorno del pueblo de su cautiverio y esclavitud en Babilonia. Al principio, la
gente se había entusiasmado con la idea de reedificar Jerusalén y el
Templo, así como restaurar el antiguo sistema del culto. Pero su celo e
interés inicial pronto decayeron y comenzaron a cuestionarse, una vez más,
la providencia de Dios, mientras su fe degeneraba rápidamente en cinismo.
Al igual que todos los profetas, Malaquías fue un mensajero de Dios. Su
nombre significa, precisamente, "Mi mensajero". La versión de la Biblia
septuaginta, que es la traducción más antigua y popular del Antiguo
Testamento al griego, traduce su nombre "un ángel". Y, como hemos visto
en numerosas ocasiones al estudiar la Biblia, los ángeles son mensajeros
de Dios.
Y aunque no sabemos mucho acerca de la persona de Malaquías, esto no
debe detenernos en nuestro estudio de sus profecías. Nos debe interesar,
de hecho, mucho más el mensaje, que el mensajero. Nuestra preocupación
está enfocada en su mensaje, que viene de parte de Dios, y no en su
historia biográfica. Al igual sucedería si usted recibiese un certificado de
Correos en su domicilio: usted lo abriría sin dilación alguna y no se
entretendrá con preguntas y cavilaciones acerca de la vida del cartero, sus
antepasados, su pueblo natal o su contexto familiar.
Así que, Malaquías podría ser un nombre propio, el del profeta, o
simplemente significar "mensajero". En realidad, el Espíritu de Dios usó ese
mismo método en el evangelio según Marcos. Usted ya se ha dado cuenta
que los cuatro Evangelios representan a Cristo desde diferentes
perspectivas. Mateo lo presenta como "el Rey". Y si Él era el Rey, entonces
tenía que, forzosamente, pertenecer al linaje del antiguo rey David. Y es así
como comienza el evangelio de Mateo: El libro de las generaciones de
Jesucristo, hijo de David. Y lo hace así, porque esa declaración era lo
importante, que Él fuera identificado como descendiente de David. En
cambio, cuando leemos el evangelio de Marcos, éste le presenta como "el
Siervo de Dios", por lo cual el evangelista no se preocupó en cuanto a Su
genealogía. Porque la característica más importante en un siervo es, si éste
puede hacer su trabajo. Y Marcos tenía la certeza que el Señor Jesucristo
hizo bien su trabajo, y que fue el "perfecto Siervo". Así es que, aquí, en
Malaquías, su nombre se utiliza del mismo modo.
En cuanto a la fecha, el peso de la tradición supone que fue escrito unos mil
años después de Moisés, el primer profeta y escritor bíblico, es decir, en
torno al año 450 a.C. Malaquías fue profeta en la época de Nehemías, como
Hageo y Zacarías fueron los profetas en la época de Esdras, Zorobabel y
Josué. Así es que Malaquías profetizó durante el tiempo del liderazgo de
Nehemías o casi inmediatamente después.
Ahora bien, ya hemos mencionado que Malaquías fue un mensajero, y que
lo importante del mensajero, no es su persona, sino su mensaje. Y
deseamos añadir algo antes de entrar de lleno en este estudio. El mismo
profeta utiliza esta expresión de mensajero en 3 ocasiones a lo largo de
este libro, haciendo 3 referencias muy significativas a otros mensajes. Por
ejemplo, en el segundo capítulo, versículo 7, Malaquías se refiere a Leví, a
la tribu de Leví, como los mensajeros del Señor: "Porque los labios del
sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la
ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos". Estas palabras nos
sugieren que cada mensajero, cada testigo, o cada maestro de la Palabra
es, o actúa, como un ángel del Señor, y que él es un mensajero del Señor.
De la misma manera sucede en el libro de Apocalipsis, donde hay un
mensaje para cada una de las siete iglesias, comenzando cada uno de
ellos: Al ángel de la iglesia en Éfeso. Y creemos que el ángel o mensajero
de cada iglesia no era meramente una figura divina, sino un mensajero
humano: el pastor de la iglesia.
La segunda ocasión en la que el profeta utilizó la expresión de mensajero
fue cuando anunció la venida de Juan el Bautista como "mi mensajero". En
el capítulo 3, versículo 1, leemos: "He aquí, yo envío mi mensajero, el cual
preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el
Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto". Hay un tercer
mensajero, y es una referencia a Cristo, como el Mensajero del pacto.
Antes mencionamos que Malaquías hizo gala de un maravilloso sentido del
humor. Su método de enseñanza o de transmisión era un método de
preguntas y respuestas. Lo primero que él hacía, era citar una declaración,
una pregunta que Dios realizaba a Israel. Y posteriormente, él emitía la
respuesta de manera breve y sarcástica. Más de un oyente de su época
habrá tildado a Malaquías de arrogante, presuntuoso e incluso, insultante.
Ya tendremos oportunidad de verlo cuando analicemos el texto que
tenemos ante nosotros. Porque Malaquías tenía unas buenas respuestas de
parte del Señor. Y ya que eran las respuestas del Señor, podemos afirmar
,fuera de toda duda, que Señor posee un afinado sentido del humor. Y
esperamos que usted, amigo oyente, pueda disfrutar de este libro tanto
como nosotros.
Comencemos en este momento nuestro estudio del libro del profeta
Malaquías leyendo el primer versículo del primer capítulo, que dice así:
"Profecía de la palabra del Señor contra Israel, por medio de Malaquías."
En los primeros dos capítulos del libro, Malaquías comunicó el mensaje de
Dios en el que se denunciaba el pecado que imperaba en el pueblo de
Israel. Y como podemos observar, la primera palabra de todo el libro es,
precisamente, "profecía", que algunas versiones bíblicas traducen por
"carga", aludiendo así a una sentencia agobiante que el profeta tuvo que
pronunciar.
¿Por qué utiliza Malaquías una expresión tan severa como la que acabamos
de leer?: "Profecía de la palabra del Señor contra Israel..". Porque el profeta
va a lidiar con los mismos problemas y dificultades con que trató el líder
hebreo Nehemías, como por ejemplo, los numerosos pecados de los
sacerdotes, el casamiento de judíos con esposas extranjeras y paganas,
acompañado en ocasiones, con el divorcio de sus propias mujeres
israelitas. Pero Dios, estimado oyente, va a hablar de manera muy clara y
directa sobre estos pecados.
Otro de los pecados comunes era, que la gente estaba demostrando
negligencia en cuanto al mandamiento del "diezmo en sus ofrendas". Y aquí
tendremos nuevamente una reprensión dura y severa de parte de Dios.
Tras estas áridas palabras, el versículo 2 comienza, sin embargo, de una
forma realmente dulce y maravillosa: Yo os he amado, dice el Señor. Y
dijisteis, ¿En qué nos amaste?
¿Qué le parece, amigo oyente? ¿Puede usted imaginarse que esta gente
tuviera la audacia de hablarle a Dios de esa manera? ¿En qué nos amaste?
Quizá haya personas que hablen de la misma manera, dentro o fuera de la
iglesia y digan: "Mirad lo que nos está sucediendo hoy. ¿Cómo podéis decir
que Dios nos ama?" Resulta interesante notar que, en ocasiones, al leer la
Biblia, pudiera parecernos que el amor de Dios "brilla por su ausencia". Por
ejemplo, si retrocedemos al libro de Deuteronomio, al período en que el
pueblo hebreo estaba deambulado por el desierto durante 40 años, sería
muy difícil hacerle creer a alguna persona, que Dios amaba a Su pueblo con
locura. Pero en el capítulo 10 de Deuteronomio, versículo 15, podemos leer
lo que Dios les dijo: Solamente de tus padres se agradó el Señor para
amarlos. Y esta es una declaración asombrosa, porque anteriormente Dios
no había realizado una afirmación como esta. Dios nunca le dijo a Abraham
que le amaba, aunque realmente le amaba. Lo que queremos señalar,
amigo oyente, es que Dios no tenía por qué afirmar a la humanidad Su amor
por nosotros. Pero aquí Él dijo: Solamente de tus padres se agradó el Señor
para amarlos, y escogió su descendencia después de ellos, a vosotros, de
entre todos los pueblos, como en este día. Volvamos a nuestro estudio y
leamos ahora los versículos 2 y 3 de Malaquías, capítulo 1:
"Yo os he amado, dice el Señor; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era
Esaú hermano de Jacob? dice el Señor. Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí,
y convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los
chacales del desierto."
Esta es una declaración extraordinaria de Dios hacia la nación de Israel. El
pueblo estaba haciéndose preguntas sobre la autenticidad del amor de Dios
hacia ellos. Por eso, Dios les recordó aquí el origen de Su nación.
El gran privilegio de Israel como pueblo amado de Dios se presenta aquí de
manera enfática, al comparar la nación escogida, con la de Edom. En
respuesta a la afirmación del amor del Señor por ellos, el pueblo se había
limitado a fijarse en su condición de debilidad, y en todo lo que había
perdido desde el cautiverio. Porque no sólo habían expresado incredulidad y
dudas acerca del amor de Dios, sino que llegaron a rechazarlo con
violencia. A pesar de eso, Dios reafirmó Su amor por ellos y les recordó que
conforme a Su pacto había preferido a Jacob por encima de Esaú, padre de
los Edomitas, habitantes de Edom. Así, en este libro final del Antiguo
Testamento, el amor divino, inmerecido y persistente hacia Israel es
reiterado una y otra vez por el Señor, e ilustrado por su elección de Jacob,
padre de todos los judíos. Por elección divina, Dios escogió a Jacob y sus
descendientes para que se convirtieran en herederos de su promesa.
Y Dios dice en la epístola a los Romanos, capítulo 9, versículo 13: Como
está escrito, a Jacob amé, y a Esaú aborrecí. Y quiere decir que aunque
esta nación había fracasado y ninguno de ellos merecía el amor de Dios,
aún así Dios continuaba amando a Jacob y a sus descendientes.
¿Por qué aborreció el Señor a Esaú? Aunque el libro del Génesis no
menciona odio alguno hacia Esaú, la profecía de Abdías más de mil años
después indicó que el Señor aborreció la idolatría de los descendientes de
Esaú. De la misma forma, el amor del Señor hacia Jacob se refiere a sus
descendientes, quienes fueron Su pueblo por elección divina, a través del
cual vendría el Redentor del mundo.
¿Sabe, amigo oyente, que el amor y la misericordia de Dios no excluye Su
aborrecimiento hacia lo malo, lo impuro? De hecho, muchos grandes
pensadores y poetas se han hecho eco de esta idea: uno no puede amar,
sin aborrecer. Amor y aborrecimiento u odio, van siempre de la mano. Quien
ama a alguien, odia su ausencia o su lejanía. Quien odia a alguien, ama lo
contrario que esa persona representa. Amor y odio son eternos
compañeros. Y si Dios ama lo bueno, entonces, naturalmente, Él aborrece
lo malo. No puede ser de otra manera.
Por ello, nos sorprende cuando escuchamos que el amor de Dios excluye
Su castigo para con los hombres, pues eso implicaría un Dios malo, sin
escrúpulos. Querido oyente, nada más lejano de la realidad. Según la
Palabra de Dios, Él ama apasionadamente al hombre, pues es creación
Suya, pero aborrece, y odia intensamente el pecado. Dios creó al hombre a
Su imagen y semejanza y lo hizo con sentimientos, porque Él tiene
sentimientos: la Biblia nos habla que Él ama, se enfada, en ocasiones se
pone celoso, tiene paciencia, tiene ira, etc., y dice la Palabra que Él siempre
nos ama, tanto que envió a Su Hijo para morir, en lugar nuestro, para que
nosotros no tuviéramos que hacerlo. ¿Daría usted, amigo oyente, la vida de
su hijo, por la de otra persona? Dios sí lo hizo. Porque le ama más
intensamente de lo que usted puede imaginarse. Dios le ama de manera
apasionada e incondicional. Pero, aborrece sus pecados, sus malas obras,
sus malos pensamientos, su frialdad espiritual, su adormecimiento moral, su
falta de prioridades a la hora de escoger entre lo bueno y lo mejor, siendo lo
bueno las cosas sanas de la vida, y lo mejor, Él mismo.
Permítanos que le hablemos sin tapujos, claramente, aunque con todo
respeto y cariño. La Biblia, estimado oyente, no nos fue dada por Dios para
aumentar nuestro conocimiento. Nos fue dada para cambiar nuestra vida.
Jesús no murió para que nos convirtiéramos en eruditos de la Palabra, ni en
teólogos, ni siquiera en aficionados a su lectura. Jesús murió para que usted
pudiera vivir eternamente, y que Su muerte en la tierra no fuera el final, sino
el principio de la vida verdadera; plena, intensa, sin dolor, ni enfermedades,
ni problemas, una vida tal y como Él la diseñó antes de que el pecado
entrara en el mundo.
Malaquías, el profeta al cual acompañaremos a lo largo de nuestros
próximos programas, nos enseñará que el amor de Dios es persistente y
perseverante para conquistar nuestras vidas. Pero que, al igual que sucedió
con el pueblo de Israel, nuestra desobediencia hará que el Espíritu Santo
retenga las bendiciones que Él nos ha prometido. Y de la misma manera
que la historia de Israel se puede dividir de acuerdo a la obediencia y
desobediencia hacia Dios, en nuestras vidas podremos experimentar las
bendiciones de Dios, si obedecemos, y la destrucción, si desobedecemos.
¿Destrucción de qué? De nosotros mismos, de nuestra autoestima, de
nuestras relaciones familiares y de pareja, de nuestros proyectos futuros,
etc.
Bien, estimado amigo oyente, terminamos aquí nuestra cita de hoy y nos
despedimos de usted hasta nuestro próximo encuentro. Hasta entonces,
que Dios le bendiga abundantemente por medio de la Lectura diaria y
habitual de su Palabra, la Biblia.
Malaquías 1:4 - 8
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por el libro de Malaquías, un
profeta que Dios usó para comunicar Su mensaje en la ciudad de Jerusalén
en torno al año 450 a.C.
Recordemos que nuestro estudio se centra en el último libro del Antiguo
Testamento, tras el cual, Dios no volvió a hablar al hombre por un largo
periodo de silencio de 400 años. Este aparente vacío silencioso de la voz de
Dios finalizó con la aparición, profetizada cientos de años antes, de Juan el
Bautista, quien preparó el terreno para la llegada del Mesías, Jesús de
Nazaret. Los profetas de la Biblia, cuyos 17 libros usted puede encontrar
agrupados al final del Antiguo Testamento, eran portavoces divinamente
elegidos que recibían y comunicaban el mensaje de Dios.
Ya comentamos en nuestro programa anterior, que nada sabemos de este
personaje, del profeta Malaquías, salvo que Dios lo dirigió a profetizar a la
nación de Israel unos cien años después de haber regresado del exilio en
Babilonia. Si bien, tras el retorno a su país, el pueblo se había
entusiasmado con la idea de reedificar Jerusalén y su templo, como también
restaurar el sistema antiguo de culto, pero, su celo pronto comenzó a
desvanecerse. Comenzaron a cuestionarse la providencia de Dios y su fe
degeneró, poco a poco, en un crudo cinismo y una profunda apatía
espiritual.
También adelantamos en nuestro anterior programa que el profeta
Malaquías poseía un afilado sentido del humor. Su método de preguntas y
respuestas persigue despertar las cauterizadas conciencias de sus
hermanos de sangre. Las cuestiones que, en tono valiente y desafiante
plantea a sus oyente, tienen como objeto colocar un espejo ante sus ojos,
para que puedan observar la imagen que éstos tienen ante Dios.
Releamos el versículo 2, que dice así:
"Yo os he amado, dice el Señor; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era
Esaú hermano de Jacob? dice el Señor. Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí,
y convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los
chacales del desierto."
Y continuando con nuestra lectura a partir del versículo 4:
"Cuando Edom dijere: Nos hemos empobrecido, pero volveremos a edificar
lo arruinado; así ha dicho el Señor de los ejércitos: Ellos edificarán, y yo
destruiré; y les llamarán territorio de impiedad, y pueblo contra el cual el
Señor está indignado para siempre. Y vuestros ojos lo verán, y diréis: Sea
el Señor engrandecido más allá de los límites de Israel."
Mediante estas palabras Dios les recuerda claramente su gran privilegio
como nación escogida sobre todas las demás. Utilizó el antiguo reino de
Edom, como comparación, así como las figuras de Jacob, antiguo patriarca
hebreo, nieto de Abraham, y Esaú, al cual el Señor aborreció a favor del
primero.
La historia nos cuenta que aunque los edomitas trataron de reconstruir
sobre sus propias ruinas, Dios frustró sus esfuerzos. Por otro lado, Israel
sería restaurado, y aunque la restauración completa ha tardado en llegar,
será una realidad y la nación dará testimonio de la gracia de Dios para
gobernarlos, tanto desde dentro, como más allá de sus fronteras.
Dice el versículo 6 de este capítulo 1 de Malaquías:
"El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, si,
pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi
temor? dice el Señor de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que
menospreciáis mi nombre."
Malaquías se refiere primero a los sacerdotes, porque ellos debían ser los
que dieran ejemplo de una vida íntegra hacia Dios. Pero, en lugar de esto,
ellos eran los primeros en menospreciar el Santo nombre del Señor, aunque
su pregunta permite entrever el sarcasmo de Malaquías, pues está
formulada de manera que parece una negación de su malvada actitud hacia
Dios.
Resulta importante recalcar aquí que en este y en posteriores versículos, la
afirmación de un amor incondicional del Señor no sirve para absolver de
culpa, y por eso Malaquías pronunció esta acusación contra los sacerdotes,
los supuestos líderes espirituales de la nación. Les demostró, como
veremos más adelante, que habían desdeñado los sacrificios a Dios, su
gloria y su ley.
"En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo."
Eso era lo que ellos estaban haciendo. La mención de un pan inmundo hace
referencia a los sacrificios de animales, tal y como lo expresa el siguiente
versículo. Los sacerdotes ofrecían sacrificios que tenían impurezas y
manchas ceremoniales, los cuáles habían sido expresamente prohibidos por
Dios. Sin embargo, ellos no querían aceptar esto porque preguntaban:
"¿En qué te hemos deshonrado?"
De nuevo, los sacerdotes, sorprendidos y seguramente ofendidos con la
acusación de Malaquías, cuestionaron con hipocresía esta denuncia e
hicieron un evidente menosprecio a Dios ofrendando animales con toda
clase de taras y defectos: cojera, ceguera, enfermedades, etc.
"En que pensáis que la mesa del Señor es despreciable."
Aquí se refiere a la mesa de sacrificios utilizada por los sacerdotes en sus
rituales. Leamos todo el versículo 7 de este capítulo 1 de Malaquías para
apreciar todas estas ideas en conjunto:
"En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos
deshonrado? En que pensáis que la mesa del Señor es despreciable."
Con sus viles actos de impureza y ausencia total de respecto y temor al
Señor, convirtieron sus sacrificios en una ofensa para Dios, y el altar, en
despreciable para Él. Ello demostraba una profunda ausencia de respeto y
veneración por su oficio y por su Dios. Sus corazones estaban manchados
de inmundicia. Continua diciendo el versículo 8 de Malaquías, capítulo 1,:
"Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo?
Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo,
pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice el
Señor de los ejércitos."
¿Por qué era tan importante ofrecer animales puros para ser sacrificados en
el templo? Recordemos que en la época previa al cristianismo, los judíos
debían realizar constantes sacrificios a Dios. Animales, vegetales e incienso
eran diariamente sacrificados en el Templo por los sacerdotes. La Ley
prescribía que debían ofrecerse los primeros frutos de la tierra y los
primeros nacidos de los animales. Los sacrificios humanos, sin embargo,
estaban expresamente prohibidos pues se consideraban una profanación
del nombre de Dios. Ahora bien, existían numerosas regulaciones en cuanto
al sexo, edad, raza y características de las víctimas, pero el criterio
preponderante era que todo, siempre, debían ser perfecto, sin mancha o
malformación alguna, pues la idea subyacente es que Dios merece sólo lo
mejor.
Los sacerdotes de la época de Malaquías estaban contraviniendo, de
manera reiterada y voluntaria, la normativa de pureza ritual, demostrando
así una desidia por su labor y un desprecio hacia Dios.
Para comprender mejor esta situación imaginémonos lo siguiente, y quizá
entre nuestros oyentes alguien esté pensando en este preciso instante:
"Bueno, jamás he llevado a un animal enfermo para ofrecérselo a Dios en
sacrificio". Notemos que, con un fino sentido del humor, Dios dice aquí:
"¿Por qué no toma usted esa vaca enferma y se la entrega a la Agencia
Tributaria como pago de sus impuestos?" Dios dice: Preséntalo, pues, a tu
príncipe; ¿Acaso se agradará de ti, o le serás acepto? Es una buena
pregunta.
Una vez más encontramos que la Palabra de Dios sigue resultando
absolutamente válida hoy en día y aplicable a nuestras vidas. Porque de lo
que estamos hablando aquí es de pureza y santidad. Es lo que los
cristianos denominamos "santificación", que es el proceso por el cual un
cristiano vive cada día más santamente, porque quiere reflejar y parecerse
cada día más a Cristo.
La Biblia dice que los que hemos nacido de nuevo, es decir, los que hemos
aceptado y creído por fe que Jesús es el Hijo de Dios, que vino a este
mundo para morir por nuestros pecados y así salvarnos de la muerte eterna,
comenzamos a andar un nuevo camino en el que diariamente nos
enfrentaremos con problemas, a pruebas y dificultades que pondrán a
prueba los cimiento de nuestra fe. Aún así, hasta el mejor de los cristianos,
es un santo que peca, pues sólo en el cielo podremos culminar este proceso
de ser perfectos como Cristo. Y por ello, el mejor de los hombres, sea o no
cristiano, siempre tendrá pequeñas manchas impuras, pequeñas faltas, que
ensucian su nombre y su moralidad. Y esos pequeños defectos,
insignificantes ante los ojos de los hombres, constituyen, a pesar de su
tamaño, una ofensa para Dios, que siendo Santo y puro, no puede aceptar
nuestros sacrificios hacia Él.
Por ello, por buenas que sean nuestras obras, nunca serán lo
suficientemente buenas para salvarnos. Por eso decimos que la salvación
se obtiene como un regalo, sola y exclusivamente por la fe en Jesucristo, y
nunca por nuestros propios esfuerzos, sacrificios o méritos.
Hace unos 2.500 años, Malaquías se enfrentó con el mismo problema:
comunicar a unas personas que se creían santas y puras que sus sacrificios
ocultaban pequeñas manchas o defectos que constituían una afrenta hacia
un Dios perfecto, Santo y Puro. Afortunadamente, hoy en día los cristianos
no tenemos que realizar sacrificios de animales, pues este hábito se terminó
cuando Jesús fue sacrificado por todos nosotros. Sin embargo, bien es
cierto, que si hoy en día Malaquías entrase en cualquiera de nuestras
iglesias, volvería a ver esas pequeñas manchas y defectos que
ensombrecen nuestras vidas y nos roban el gozo de vivir una vida cristiana
plena, saludable, feliz y transparente.
¿Cuáles son sus manchas, estimado oyente? ¿Qué defectos hay en su vida
que le están robando disfrutar de una relación más íntima y perfecta con el
Señor? Tal vez hoy Malaquías está anunciándonos el mismo mensaje que
los sacerdotes judíos escucharon 2.500 años atrás.
Leamos nuevamente el versículo 8 del primer capítulo de Malaquías:
"Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo?
Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo,
pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice el
Señor de los ejércitos."
Malaquías lanzó aquí una acusación directa a los máximos dirigentes
espirituales de su nación: los sacerdotes se habían atrevido a ofrecer a Dios
lo que su príncipe o gobernador jamás habría aceptado como pago de sus
impuestos. Tenían, de hecho, más temor al rechazo de su príncipe, que al
de Dios.
Y nuestra reflexión es la siguiente: ¿Le está dando usted al Señor, a Dios,
un "animal enfermo", mientras que a su comunidad, a su país, al gobierno
de la nación y a su trabajo le está pagando, o devolviendo, con lo mejor que
usted tiene? No deseamos molestarle con esta pregunta pero, como ya
habrá notado, la Biblia es, en ocasiones, un libro sumamente "molesto",
debido a sus preguntas claras, directas y honestas.
Si usted desea entregarse a la lectura de un libro mucho más complaciente,
entretenido, divertido, menos provocativo y más tolerante ... le sugerimos a
que no lea la Biblia, sino los Grandes Clásicos Populares, el último Best
Seller, o quizá un buen Manual de Auto ayuda. Pero no lea la Biblia. Porque
la Biblia, estimado amigo, no ha sido por casualidad el libro más vendido,
más difundido, más atacado y más perseguido de la historia: porque es un
libro que molesta e incómoda al ser humano en tanto en cuanto que le
recuerda que hay alguien que le ama más que nadie (Dios, su creador), que
la vida tiene un comienzo y un final, y que sólo si usted acepta creer por fe
en Jesús, como su Salvador personal y el Señor de sus vida, podrá disfrutar
de una vida eterna en compañía de Dios, con Jesucristo, sus ángeles y
todos aquellos que han tomado la misma decisión que usted.
El Señor Jesucristo, cuando observó lo que la gente estaba ofrendando en
el tesoro del Templo, vio cuánto daban los ricos "generosamente" de
aquello que les sobraba. Pero Él no los aplaudió, ni felicitó. Él no los elogió
debido a que ellos también se guardaban mucho más para sí mismos. Y a
continuación, Jesús vio a una pobre viuda que, acercándose a la caja de las
ofrendas, dio todo lo que tenía, sólo dos monedas, las dos de menos valor
en aquella época. Y para el Señor Jesucristo esas dos monedas significaron
mucho más que las ofrendas anteriores, pues había sido realizada de todo
corazón y entrega. Y Él dijo que esta pobre viuda había dado mucho más
que cualquier otra persona.
Ese era el problema de los religiosos hipócritas de la época de Jesús, el
problema de los sacerdotes de los tiempos de Malaquías, y el problema que
hoy tenemos en bastantes iglesias: que ofrendamos al Señor sólo del
tiempo, del dinero y de los recursos "que nos sobran". En lenguaje de
Malaquías, ofrendamos animales manchados y enfermos, esperando que
Dios, que merece lo mejor de todos nosotros, los acepte contento y
agradecido, como si realmente fueran lo mejor que podríamos haberle dado.
Alguien, en tono poco "serio" comentó en alguna ocasión que la billetera y
sus tarjetas de crédito son lo último que uno entregaba a Cristo. Porque, si
hay algo que aún nos duele, es dar dinero a otra persona, o a la iglesia. Y
hasta que no aprendamos que nuestra actitud debe ser como la de la pobre
viuda, que dio todo lo que tenía, en vez de dar de aquello que le sobraba,
no habremos comprendido una parte importante de nuestra vida como
cristianos. Nos faltará mayordomía o capacidad para administrar
responsablemente los bienes con lo que el Señor nos bendice, aquello que
Él nos permite disfrutar, y que Él nos ha confiado para su correcta
administración. Y con ello perderemos parte de las bendiciones que Dios
tiene para nuestra vida.
Bien, estimado amigo oyentes. Esperamos no haber herido u ofendido
ninguna conciencia sensible en este programa; si es así, lo lamentamos,
pero tenemos que reiterar que la Biblia, la Palabra de Dios, no fue escrita
para aumentar su conocimiento, ni su cultura general; sino para transformar
su vida. Y a lo largo de todos estos programas estamos pretendiendo
acercarle las Escrituras, por lo que resultará inevitable realizar algunas
preguntas poderosas que podrán remover ideas, pensamientos y
sentimientos dentro de usted. Pero vaya por delante que siempre lo
haremos desde el máximo respeto, el cariño y comprensión.
Hasta nuestro próximo Programa, estimado amigo, y esperamos que nos
acompañe nuevamente. Pedimos a Dios que bendiga Su Palabra y que
produzca luz y vida en su alma.

Malaquías 1:8 - 13
Continuamos hoy, estimado amigo oyente, nuestro estudio del libro del
profeta Malaquías, alrededor del año 450 a.C. en la ciudad de Jerusalén.
Estamos ante un pequeño libro muy dinámico, de prosa brillante y
argumento sumamente interesante. Después de la época de Malaquías
sucedieron muchas eventos en el pueblo de Israel, pero Dios no volvió a
comunicarse con Su pueblo durante un largo periodo de 400 años, que
finalizó con la aparición, profetizada cientos de años antes, de Juan el
Bautista, quien preparó el terreno para la llegada del Mesías, Jesús de
Nazaret.
En nuestro programa anterior comentamos que nada sabemos de este
personaje llamado Malaquías, salvo que Dios lo dirigió a profetizar a la
nación de Israel unos cien años después de haber regresado del exilio en
Babilonia. Si bien, tras el retorno a su país, el pueblo se había
entusiasmado con la idea de reedificar Jerusalén, de levantar el Templo y
restaurar el sistema antiguo de culto, su celo pronto comenzó a
desvanecerse. Empezaron a cuestionarse la providencia de Dios y su fe
degeneró, poco a poco, en cinismo y apatía espiritual.
Como comentamos en anteriores programas, hacía ya unos 100 años que
el pueblo había regresado a su país. Lejos habían quedado ya la
experiencia de la esclavitud y la cautividad en la imponente Babilonia. Poco
a poco y a base de mucho esfuerzo, los judíos habían vuelto a habitar
Jerusalén y sus alrededores, a comerciar y a prosperar. Su templo, ya
reconstruido, había retomado los ritos y ceremoniales de antaño. Sin
embargo, sus corazones se llenaron con incredulidad y de apatía, llegando
hasta el cinismo de ofrecer sus ofrendas en rituales impuros que resultaba
una dolorosa e inaceptable afrenta para Dios.
Recordemos algo que ya mencionamos en nuestro programa anterior,
veamos como muestra, el diálogo divino que tiene lugar al comienzo del
libro. En el capítulo 1 versículo 2, Dios les dice: Yo os he amado, dice el
Señor. A lo que ellos le responden: ¿en qué nos amaste?, es decir,
"Nosotros no creemos que Tú nos hayas amado realmente". Esa es la
misma frase que podemos escuchar con cierta frecuencia hoy, en nuestros
días, en la actualidad, tanto de labios de personas que asisten a una iglesia
y se consideran cristianos, como también de aquellos que no conocen a
Dios, ni quieren saber nada de Él. En un contexto religioso cristiano se
menciona a menudo que "Dios es amor", lo cual supone una afirmación
bastante abstracta. Aquí, Dios no les dice al pueblo de Israel que Él es
amor. Sino que les dice: Yo os he amado. "Yo lo he demostrado".
Y si miramos la historia del pueblo israelita, podremos apreciar que es más
que evidente que Dios amó y cuidó a la nación judía desde sus comienzos.
Y la elección del patriarca judío Jacob sobre su hermano Esaú, revela cómo
Dios aborrecía los descendientes de este último a causa de su idolatría,
hasta tal punto que Dios la hizo desaparecer de la faz de la tierra. Pero los
israelitas no parecían apreciar esta elección divina. Dios, acercándose
nuevamente a ellos, les dice: El hijo honra al padre. (Malaquías 1:6). Él usa
esta ilustración: El hijo honra al Padre, y el siervo a su señor. "No me estáis
honrando", estaba diciéndoles Dios, porque el pueblo se había vuelto
arrogante, egoísta, egocéntrico y confiaba en sus propios recursos.
Nos preguntamos: Y no es esta misma actitud la que encontramos en
numerosas personas? Personas que no desean escuchar, no quieren ser
incomodadas y mucho menos, cambiar de rumbo sus vidas, porque eso
implicaría un cambio de hábitos y un estilo de vida diferente.
Más adelante, en la lectura del profeta, podemos ver cómo continúa el
diálogo entre Dios y los israelitas: Vosotros menospreciáis mi nombre.
(Malaquías 1:6). La respuesta de ellos es de rechazo, mostrándose heridos
y lastimados, seguros de que sus numerosos sacrificios y complejos rituales
podían, de algún modo, agradar y aplacar la ira de Dios. Pero Dios, que no
mira las apariencias sino los corazones, sabía que la aparente religiosidad
de Sus hijos ocultaba un profundo desprecio y desconfianza hacia Dios,
envuelta en una falsa espiritualidad. Una vez más Dios asiste, con dolor e
ira, al alejamiento y frialdad de Su pueblo.
Pero Dios, con infinita paciencia, intenta hacerles reflexionar: ¿cómo
pueden ellos menospreciar Su nombre en su propio Templo, al cual acuden
regularmente para ofrendar y hacer sacrificios en Su nombre? Dios les
reprocha, sin embargo, su mala actitud: mientras invocan Su nombre,
ofrecen en sacrificio pan inmundo, siendo éste una alusión a todo sacrificio
que se colocaba sobre el altar. Por todo ello, Dios les dice:
"Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo,
pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice el
Señor de los ejércitos."
Dios continúa su discurso: Sus hijos temen más a los hombres poderosos,
como los príncipes, a quiénes jamás se les ocurrirían ofrendarle cosas
defectuosas, que lo estaban haciendo con Él. Con una pregunta llena de
ironía, Malaquías, por mandato de Dios, les reprocha que no tienen reparo
alguno en realizar ofrendas "defectuosas" o impuras al mismísimo Dios,
pero serían capaces de entregar lo mejor de sus bienes a los gobernantes.
Leamos lo que Dios dictó a su pueblo en el libro de Levítico, capítulo 22,
versículos 20 al 23: Ninguna cosa en que haya defecto ofreceréis, porque
no será acepto por vosotros. Así mismo, cuando alguno ofreciere sacrificio
en ofrenda de paz al Señor para cumplir un voto, o como ofrenda voluntaria,
sea de vacas o de ovejas, para que sea aceptado, será sin defecto Ciego,
perniquebrado, mutilado, verrugoso, sarnoso o roñoso, no ofreceréis estos
al Señor, ni de ellos pondréis ofrenda encendida sobre el altar del Señor.
Buey o carnero que tenga de más o de menos, podrás ofrecer por ofrenda
voluntaria; pero en pago de voto no será acepto.
Dios, perfecto, puro y tres veces santo, no puede aceptar sacrificios u
ofrendas impuras. Y cada sacrificio que le ofrecían sus propios hijos
representaba un doloroso e inaceptable insulto hacia Él. De la misma
manera, hoy día hay personas que ofrecen recursos a sus iglesias de
manera incorrecta, es decir, con un corazón no entregado o alejado de Dios;
y a la hora de ofrendar diezmos, ofrendas o limosnas, dan "de lo que les
sobra", de lo que no necesitan, como un mero formulismo, para lavar su
conciencia ante Dios. Pero Dios no ve las apariencias; Dios mira el corazón.
Dicen las Escrituras que Dios ama al dador alegre, y una ofrenda hecha con
el corazón en un acto de adoración a Dios, en el que Él se complace y la
persona es bendecida.
De la misma manera, podemos leer en el capítulo 15 de Deuteronomio,
versículo 21: Y si hubiere en él defecto, si fuere ciego, o cojo, o hubiere en
él cualquier falta, no lo sacrificarás al Señor tu Dios.
¿Cuántas de nuestras ofrendas son aceptables ante Dios? Gracias a
Jesucristo, que fue sacrificado en la cruz por nosotros ya no tenemos que
ofrecer sacrificios de animales a Dios para aplacar Su ira, Su justicia. Sin
embargo, la palabra "sacrificio" implica que la persona que "sacrifica algo"
está renunciando a algo que le pertenecía, y de alguna manera ello implica
un esfuerzo: de ahí la expresión "me estoy sacrificando para lograr esto o lo
otro", implica una renuncia.
Por ello, le invitamos a preguntarse si lo que usted ofrenda, sea tiempo,
dinero, etc. le está o no suponiendo "un sacrificio". Y en caso negativo, tal
vez debería preguntarse si está usted dando de aquello que le sobra y no
necesita, con lo cual su ofrenda es incompleta, parcial e inconclusa: Si
ofrendar no le supone un coste, tal vez la ofrenda no es un sacrificio para
usted.
Sigamos adelante con nuestra lectura, en el versículo 9 de este capítulo 1
de Malaquías, dice:
"Ahora, pues, orad por el favor de Dios, para que tenga piedad de nosotros.
Pero ¿cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas? dice el Señor de los
ejércitos."
Esta invitación al arrepentimiento debe entenderse en sentido irónico:
¿Cómo podían esperar que Dios extendiera Su gracia y perdón mientras
ellos lo insultaban con sacrificios inaceptables? Leamos el versículo 10:
"¿Quién también hay de vosotros que cierre las puertas o alumbre mi altar
de balde? Yo no tengo complacencia en vosotros, dice el Señor de los
ejércitos, ni de vuestra mano aceptaré ofrenda."
Dios habla aquí en primera persona y expresa su deseo de que alguien
cierre las puertas del templo para impedir la presentación inútil e hipócrita
de sacrificios. Parece mejor interrumpir todos los sacrificios que presentar
ofrendas fingidas. Dios dice: "Todos vuestros rituales son vanos y no tienen
valor alguno para mí; no los acepto". Y continúa diciendo el versículo 11:
"Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi
nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso
y ofrenda limpia, porque grande es mi nombre entre las naciones, dice el
Señor de los ejércitos."
De manera consciente y voluntaria, Israel estaba desprestigiando el nombre
de Dios, por la forma en que Le estaban sirviendo. Nada más lejos, que el
esplendor ceremonial y los corazones llenos de gratitud de los rituales que,
años atrás, presenció la reina de Saba en su visita a Salomón, la cual quedó
gratamente impresionada por su devoción a Dios.
Ahora, en cambio, todo resultaba en un frío y vacío formalismo y Dios dice,
dos veces en el mismo versículo: Es grande mi nombre entre las naciones.
Dios alude a Su poder sobre toda la tierra, como indica en la siguiente frase:
"En todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia", que parece
referirse al futuro reino milenial de Cristo en la tierra, en Su Segunda
Venida. El celo de Malaquías por los sacrificios de Israel, al lado de la
actitud negativa hacia los extranjeros y sus dioses, apunta a esta era
milenaria, al Reino del Milenio, cuando los judíos adorarán en su templo
reconstruido y presentarán tanto ofrendas, como incienso. En aquel tiempo,
y no antes, el Señor recibirá adoración sincera a lo largo y ancho del
mundo, y Su nombre será adorado en todas partes.
Y en los versículos 12 y 13 leemos lo siguiente:
"Y vosotros lo habéis profanado cuando decís: Inmunda es la mesa del
Señor, y cuando decís que su alimento es despreciable. Habéis además
dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto! y me despreciáis, dice el Señor de los
ejércitos"
Malaquías repite aquí la reprensión de los versículos anteriores 7 y 8: los
sacerdotes se habían cansado de cumplir los requisitos exactos de los
sacrificios y, aunque no habían expresado de forma literal que la mesa del
Señor (el altar de los sacrificios) era una ceremonia anticuada, obsoleta o
sin sentido, los expresaron en la práctica, porque rehusaron dirigir al pueblo
a ser reverentes y ofrecer lo mejor de sí al Señor. En consecuencia, su
ejemplo, su actitud y sus acciones profanaban el altar y eran un insulto para
el Señor, razón por la cual sus ofrendas fueron rechazadas por Él.
¿Qué actitud tenían los sacerdotes, los supuestos líderes espirituales de la
nación, hacia el culto a su Dios? Dice Miqueas que era la siguiente: Habéis
además dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto! ¿Cuándo sucede este tipo de
actitud y de pensamientos? Cuando uno no tiene el corazón puesto en lo
que hace, todo llega a parecerle fastidioso, cansino y aburrido. Es como
cuando uno se fija en las caras de las personas que se dirigen al trabajo un
lunes por la mañana: caras largas, tristes, sombrías, somnolientas, llenas de
fastidio, por tener que ir a trabajar. Porque lo peor que le puede pasar a una
persona es tener que realizar una tarea que no le gusta hacer. Las horas
pasan lentamente y la jornada laborar parece hacerse eterna. ¿No hemos
tenido todos esta misma sensación, en algún momento de nuestras vidas?
Por otro lado, sucede lo contrario cuando realizamos tareas y funciones que
nos gustan, que nos "llenan", que nos resultan interesantes. Y en este tipo
de trabajos ponemos no sólo nuestra mente, sino también nuestro corazón;
y lo realizamos con cuidado y mimo, con calidad y excelencia.
Y de la misma manera, para algunas personas, ir a la iglesia resulta tan
apasionante como una visita al dentista. Y lo peor es que es ¡sin anestesia!
Por esta razón, en numerosas iglesias sus líderes se devanan los sesos
intentando diseñar programas interesantes y atractivos, con el fin de atraer
a más personas. Porque la triste realidad es que mucha gente acudirá a la
iglesia para participar en un programa atractivo, cuando en realidad, Jesús
es lo más atractivo que podrían encontrar para sí. ¿Qué busca usted,
estimado amigo oyente en una iglesia? ¿Un buen ambiente de
compañerismo con otros cristianos, sesudos estudios bíblicos, atractivos
programas para niños, una excelente música? ¿O acude buscando a
Jesús? ¿Tiene usted hambre de Jesús o sólo de las bendiciones de Jesús?
¿Busca usted la presencia de Dios, o el bolsillo lleno de "regalos" de Dios,
como si se tratara de un papa Noel?
Discúlpenos estas provocativas reflexiones, pero ya comentamos en
nuestro anterior programa que la Palabra de Dios está llena de reflexiones
que no dejan a nadie indiferente. Y Malaquías era un profeta que no dejaba
indiferente a nadie: su mensaje fue claro, honesto y directo: Dios no espera
ritos de usted, Él espera todo de usted. Dios no quiere sus ofrendas. Lo
quiere TODO de usted. Dios no se conforma con que le dedique el domingo.
Quiere los siete días de la semana; los 365 días del año. Dios no se
conforma con "los restos", con lo que le sobra, con lo que no le supone
sacrificio alguno. Porque Dios anhela tener el 100% de nosotros, y no se va
a conformar con menos. ¿Cuánto anhela usted tener de Dios? ¿Se
conformará con guardar las apariencias, tal y como hicieron los sacerdotes
de la época de Malaquías? ¿Se conformará usted con alimentarse de las
migajas que caen de Su mesa o, por el contrario, luchará por tener una
comunión íntima y privilegiada con su Dios y sentarse junto a Él en Su mesa
y comer de Su pan y beber de su vino?
¿Piensa usted que Dios es aburrido, lejano y que no se interesa por usted?
Si usted piensa esto, querido amigo, está muy equivocado, pues en
realidad, sucede todo lo contrario: Dios es apasionado, y por eso anhela
desesperadamente mantener una relación de amor con usted, una relación
de íntima amistad, tal y como la tuvo con Moisés, o con Noé. La Biblia
entera habla de esto; la Biblia, de principio hasta el final, es una declaración
de amor de Dios hacia el hombre y la mujer.
En el pasado, los cristianos puritanos acostumbraban a sentarse en troncos
de árboles y allí escuchaban la Palabra durante dos horas seguidas. Hoy los
amantes del deporte son capaces de esperar, haciendo cola por unas
entradas, por tres horas, o de estar dos horas saltando y gritando durante
un partido de fútbol. Los fans pasan frío o calor, aguantan sin comer ni
beber, se mojan con la lluvia o pagan una buena cantidad de dinero, con tal
de ver, sentir y disfrutar un buen encuentro deportivo.
Pero, no aguantan los 90 minutos de un culto en una iglesia. O apenas
ofrendan dinero para el mantenimiento del local. O se quejan del coste de
un evento organizado.
¿Dónde están nuestras prioridades, estimado amigo? ¿En qué momento de
nuestra vida dejamos de ser "fans" de Jesús para convertirnos en "fans
fanáticos" del mando a distancia, de un programa de la televisión o de un
equipo deportivo? ¿Dónde están sus prioridades, querido amigo? Porque la
buena noticia es que aunque usted no lo sea, o no lo crea, Jesús sigue
siendo un fan suyo. Tanto, que murió en una cruz por usted. Tanto, que lo
dio todo por pasar toda la Eternidad junto, a usted. ¿Dónde están sus
prioridades? Porque donde estén sus prioridades, allí estará su corazón.
Bien, vamos a detenernos aquí por hoy. Deseamos que el programa de hoy
le haya servido como motivo de reflexión para acercare más a Dios y a Su
Palabra, la Biblia, que es palabra de vida. Que Dios le bendiga
abundantemente y esperamos encontrarnos con usted en nuestro próximo
programa.
Malaquías 1:14 - 2:2
Proseguimos hoy, estimado amigo oyente, nuestro estudio por el libro del
profeta Malaquías, el último libro del Antiguo Testamento.
A modo de repaso, y como recodarán nuestros estimados amigos oyentes
que habitualmente nos acompañan, este profeta habla al pueblo de Israel,
después de su regreso de la cautividad sufrida durante el imperio
babilónico.
Nada espectacular está sucediendo. Ellos estaban sencillamente
disfrutando un período de paz, las cosas marchaban bien, y la vida tenía
una rutina, en la cual trabajaban, iban al reconstruido Templo a adorar, y
prosperaban en sus negocios; esa calma prolongada era inusual, fuera de lo
común, para esta nación.
El pueblo, en multitudes, iba al templo todos los día, para cumplir con sus
habituales obligaciones religiosas. Se podría pensar que esa práctica
habitual de acudir y cumplir con todos los preceptos establecido por Dios los
había convertido en gente profundamente espiritual, deseosa en agradar a
Dios, y así mostrar a las naciones circundantes que el Dios de Israel era
diferente. Ciertamente, eran religiosos, pero sus corazones estaban lejos de
Dios, como veremos más adelante.
Malaquías, por mandato de Dios, les habló severamente. El pueblo estaba
quejoso, insatisfecho. Las quejas que el profeta recogió en su libro revelan
la condición lamentable del corazón del pueblo. Dios les dijo muy
directamente: "Yo les amo". Pero ellos se mostraron muy arrogantes y
despectivos y decían: "nosotros no creemos eso. ¿Cómo sabemos que Tú
nos amas?" Y Dios, por medio de Malaquías, les hizo recordar su historia,
como Su pueblo, el pueblo con el que había hecho un Pacto, y al que Él
había demostrado reiteradamente Su amor y misericordia, desde el
llamamiento de Abraham, el padre de la nación hebrea, hasta su condición
presente.
Hemos visto en nuestro programa anterior que, a pesar de cumplir con los
ritos establecidos por la Ley, el pueblo los realizaban por costumbre, por
tradición, pero no había un sentir genuino de amor o respeto a Dios. Aunque
practicaban los ritos dados por Dios mismo, ellos los estaban quebrantando
continuamente. Se habían acostumbrado a ofrecer a Dios, animales
enfermos y cojos; ovejas mutiladas, inválidos y enfermos, un sacrificio
totalmente inadecuado que ofendía el corazón de Dios y desvirtuaba
totalmente el profundo sentido de los sacrificios que debían ofrendar a Dios.
Los sacerdotes, los supuestos líderes espirituales del pueblo habían bajado
el listón de la perfección exigida por Dios en las leyes específicas que al
respecto les había dado en los tiempos de Moisés.
El sentir espiritual en general se había diluido; todos creían que "con total
de cumplir" era suficiente, que Dios al fin y al cabo, no era tan exigente. Y
nada más lejos de la verdad. Dios, por medio de sus profetas,
reiteradamente, les hizo saber que Él rechazaba sus sacrificios, y no
aceptaba esa burla de ofrendas baratas de animales defectuosos, que eran
una grave afrenta a Su santidad.
Dios había dicho que ese sacrificio que debían realizar periódicamente
señalaba o representaba simbólicamente la futura venida del Mesías, de
Cristo, el Cordero de Dios, sin mancha, perfecto, que quitaría el pecado del
mundo. Y cuando ellos ofrecían un sacrificio de un animal enfermo, o que
sufría algún defecto, esto no representaba a Cristo. El profundo sentido del
sacrificio no se cumplía, porque tenía que ser un animal sin mancha, sin
defecto alguno. Todo el pueblo había perdido su sensibilidad espiritual, y ya
no tenían ningún concepto de la adoración a Dios.
A esa frialdad espiritual había que sumarle un hastío por el cumplimiento de
las leyes de Dios, porque entre ellos decían: "¡Ah, que fastidio es esto!"
Ellos se quejaban de tener que cumplir con ciertos ritos y ceremonias;
tenían apariencia de piedad, pero estaban negando el poder y el amor de
Dios. Veamos pues, lo que nos dicen los versículos 13 y 14 de este primer
capítulo de Malaquías:
"Habéis además dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto! y me despreciáis, dice el
Señor de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y
presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? Dice el Señor.
Maldito el que engaña, el que teniendo machos en su rebaño, promete, y
sacrifica al Señor lo dañado. Porque yo soy Gran Rey, dice el Señor de los
ejércitos, y mi nombre es temible entre las naciones."
Y así es como será algún día, amigo oyente. Tristemente, lo que más ha
dañado la reputación o la honra de Dios, ha sido y es el comportamiento, la
vida y las acciones de los que dicen ser "cristianos", creyentes, seguidores
de Jesucristo. Bueno, el Señor Jesucristo les dijo esto de una manera muy
clara y directa a los líderes religiosos de su día, a los fariseos. Él les llamó,
sin ningún tipo de diplomacia, "sepulcros blanqueados". Jesucristo los
comparó a una hermosa tumba, blanca y limpia por fuera, pero que por
dentro guardaba la descomposición de los muertos. Jesucristo llamó a esas
personas cumplidoras, "hipócritas".
Ahora, hablemos claramente y de manera directa. ¿Profesamos alguna
religión, alguna fe, estimado amigo oyente? ¿Tiene usted a Cristo en su
corazón, en su vida? ¿Estamos siendo honrados y honestos cuanto
afirmamos que no somos como ese pueblo hebreo, que no somos hipócritas
cuando vamos a una iglesia, porque todo lo que hacemos, es por la fe que
profesamos? ¿Es la religión, la fe, como un traje dominguero que nos
quitamos durante el resto de la semana? ¿Somos genuinamente piadosos,
o solamente nos entretenemos con algunas trivialidades piadosas, para
quedar bien con la familia, los amigos, con el círculo social al que
pertenecemos? ¿Es verdaderamente alguien real para usted? ¿Cuán real
es Él para usted, amigo oyente? ¿ Es un mero personaje histórico, fue una
buena persona que fue ejemplar, un revolucionario, un héroe, un
embaucador? Son preguntas muy importantes que no debe pasar por alto,
requieren una respuesta honesta.
Esta gente, el pueblo de Israel que rodeaba a Malaquías, había olvidado la
razón de su existencia, por lo que su fe se había acomodado a su situación
tranquila y pacífica. Eso les llevó a cuestionarse la vigencia de las leyes
dadas por Dios, restar importancia a la fe de sus antepasados, y así, poco a
poco entre ellos se instaló la incredulidad. Hasta sus sacerdotes no eran
consecuentes con su ministerio, porque permitieron el sacrificio de animales
que no cumplían los requisitos mínimos que Dios había establecido por ley.
La frialdad que reinaba se hizo patente cuando comenzaron a decir que las
prácticas religiosas eran un fastidio. Estaban hartos de ir al templo,
cansados de los rituales de sacrificios, hastiados de llevar ofrendas o las
primicias a la casa de Dios; sabían que debían cumplir, pero se habían
olvidado el por qué, el para qué, y del cómo se debía uno presentarse ante
Dios.
El Dr. J. Vernon McGee, autor de estos estudios bíblicos, decía que por un
período de 21 años fue Pastor de una gran iglesia donde el promedio de
asistencia a los estudios bíblicos los días jueves por la noche, era de unas
mil quinientas personas. El Dr. McGee siempre daba gracias a Dios por eso,
pero cuando alguna persona se acercaba, le daba unas palmadas en la
espalda y le felicitaba por ese éxito de audiencia, él siempre hacía lo mismo:
llevaba a esa persona afuera del edificio, para que contemplara la ciudad,
donde vivían más de doscientas mil personas, y le comentaba que con esa
numerosa población "nuestro promedio no es muy alto, ¿verdad?"
La mayoría de los habitantes de esa ciudad eran miembros de alguna
iglesia. La mayoría iba al menos una vez al año a su iglesia, pero más
veces acudían a los estadios donde se celebraban apasionados encuentros
de fútbol. Ahora, esta gente podía pasar el tiempo en el estadio los
domingos por la tarde, hacer cola, gastar dinero en las entradas, pero era
prácticamente imposible verlos en la iglesia más veces al año. Pero, nos
llamamos "cristianos" y por supuesto esperamos que Dios acuda cuando lo
necesitamos. A ese estilo de vida se le denomina "un cristianismo light" sin
fuerza ni credibilidad. Hay muchas personas a las que les gusta "jugar" o
"pretender" ser cristianos, pero todo se queda en un mero juego. Y hay
muchas personas que se divierten jugando a ir a la iglesia.
El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee, contaba que
cuando él terminó sus estudios de Teología y se recibió como "ministro del
evangelio", la persona que le otorgó su titulación, destacó en su
intervención tres obstáculos que todo cristiano que quiere llevar ese título
con honra, y que quiere crecer y llegar a ser un cristiano maduro, debe
vencer: Bueno, el número uno es la pereza. Por qué? Porque nos
acomodamos con los conocimientos más básicos que hemos aprendido y
creemos que con eso ya hemos cumplido, pero no tenemos suficiente amor
por el estudio de la Palabra de Dios. Y es necesario que uno ame la Palabra
de Dios. Esa es la razón por la cual la Biblia es un Libro diferente a
cualquier otro libro. A cualquier otro libro uno tiene que leerlo, o al menos
comprenderlo, antes de poder amarlo. Pero, amigo oyente, es necesario
amar la Palabra de Dios antes de poder comprenderla. Él Espíritu de Dios
no la enseña a personas perezosas.
Ahora, el segundo obstáculo para el crecimiento adecuado de un cristiano
es el orgullo espiritual. El orgullo puede manifestarse de muchas formas
diferentes, y entre ellas está la soberbia, la autosuficiencia y la codicia. La
soberbia y la auto suficiencia espiritual son características de una gran
inmadurez espiritual, como también lo es el codiciar conocimientos con el
simple propósito de adquirir fama de ser un buen conocedor de la Palabra
de Dios, el de tener o pretender tener todas las respuestas.
Ahora, el tercer obstáculo para nuestro crecimiento espiritual y el de los que
nos rodean es proyectar con nuestras actitudes y nuestro estilo de vida de
que el verdadero cristianismo es monótono y aburrido. No necesitamos
tener un carisma especial, pero no hay ninguna excusa para ser una
persona apática, ser demasiado prosaico, sin color y sin brillo. Pensemos en
este ejemplo: un gran escritor de obras teatrales no escribe nada sin
pensar, sin tomarse el debido tiempo en meditar la trama, los personajes, el
ritmo, el vocabulario, etc. Podemos pensar en un gran escritor como
Cervantes, por ejemplo. Él no escribió sus obras sin dedicarles tiempo. Fue
en realidad un genio de la pluma. Y cuando asistimos a una representación
de una obra teatral, comprobamos que todos los actores conocen el texto
de su obra de memoria. Están repitiendo todo lo que el escritor ha intentado
comunicar al escribir esa obra. Los actores trabajan mucho tiempo,
practican, se esfuerzan en aprender todos los matices que su personaje
debe reflejar, y las representan como si ellos mismos fueran la encarnación
de esos personajes. ¿Por qué? Porque han trabajado mucho, han
practicado mucho, y entonces pueden dar una buena representación.
Estimado amigo oyente, si un actor puede dedicar todo este tiempo a su
tarea, a su vocación ¿por qué no podemos nosotros dedicar el máximo de
tiempo a la Palabra de Dios? Dios está diciendo aquí, en nuestro estudio de
hoy, que la gente le despreciaba cuando trataba los temas espirituales con
tanta ligereza, con frivolidad y dejadez. Volviendo ahora a Malaquías vemos
que en el versículo 14 de este capítulo 1, dice:
"Maldito el que engaña, el que teniendo machos en su rebaño, promete, y
sacrifica al Señor lo dañado. Porque yo soy Gran Rey, dice el Señor Jehová
de los ejércitos, y mi nombre es temible entre las naciones."
Aquí tenemos un asunto muy delicado y muy negativo. La gente en el
tiempo de Malaquías, el pueblo de Israel, hacía promesas a Dios. Quizá
usted recuerda que enfatizamos este tema cuando estudiamos el libro de
Levítico, y volvimos a mencionarlo cuando meditábamos en el libro de
Proverbios. Dios no quiere que Le prometamos algo, a no ser que lo
vayamos a cumplir. Si usted le promete algo a Dios, es mejor que lo cumpla,
estimado amigo oyente, porque Dios toma las promesas muy en serio. Si
usted le promete dar algo a Dios, hágalo sin demora. Dios no nos pide que
Le hagamos una promesa. Una promesa es algo voluntario, surge de uno
mismo. Así que, cuando usted le promete algo a Dios, es mejor que lo
cumpla, amigo oyente.
Hay personas que hacen promesas de esta manera, y dicen: "Bueno,
vamos a tener una buena cosecha este año, o, voy a tener un aumento de
mi salario; Le voy a dar más al Señor, no sólo el diezmo, sino que voy a dar
algo más, como ofrenda al Señor". Pero cuando llega el tiempo de la
cosecha, y ésta viene en abundancia, cuando llega el esperado aumento de
sueldo, y en lugar de dar lo que han prometieron, se lo guardan para sí
mismos, eso es como robar a Dios. Tengamos mucho cuidado con lo que
prometemos al Señor, a menos que hayamos decidió cumplir nuestra
promesa.
Bien, con esto llegamos al fin del capítulo 1, y tenemos tiempo solamente
para poner nuestro pie en el umbral del capítulo 2. Pero, antes de llegar a
esa sección, quisiéramos mencionar algo sobre los dos últimos versículos
del capítulo 1. El versículo 13, dice:
"Habéis además dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto!"
Esta manera de expresarse y de sentirse hastiados y hartos agravaba
mucho más aún la triste condición espiritual en la que el pueblo de Dios se
encontraban. Lo que la gente decía en realidad era, que Dios les fastidiaba.
Cuando el corazón, los sentimientos y las emociones no son auténticos, y
por obligación hay que fingir una devoción que no es real, entonces
cualquier manifestación espiritual se convierte en un gran estorbo, en un
enorme fastidio. Curiosamente esa gente pensaba que algo le pasaba a
Dios. Nunca se les ocurrió pensar que lo malo estaba en ellos, dentro de
ellos. Tenían apariencia de piedad, pero estaban negando la eficacia de esa
piedad, trayendo lo hurtado, o cojo, o enfermo a la presencia de Dios en el
Templo.
Observemos el versículo 14, que describe la pobre situación espiritual era la
causante que les cegaba a las realidad de la santidad de Dios, al ofrecerle
aquello que no estaba en perfectas condiciones, como Dios lo demandaba.
Leamos una vez más el versículo 14 de este capítulo 1 de Malaquías:
"Maldito el que engaña, el que teniendo machos en su rebaño, promete, y
sacrifica al Señor lo dañado. Porque yo soy Gran Rey, dice el Señor Jehová
de los ejércitos, y mi nombre es temible entre las naciones."
Y bien, llegamos ahora sí al capítulo 2, y tenemos otra sección, que
continúa tratando con los sacerdotes. Ellos habían sido reprendidos por
Malaquías, por su profanación de las ceremonias, de los sacrificios, de la
interpretación ligera de La Ley. Ahora, la palabra "profano" proviene de
"fanus" que significa "templo". Pro - para o por el templo, o también contra el
templo. Así es que, en realidad, en lugar de estar sirviendo a Dios, ellos
estaban fomentando el desprecio hacia Dios, humillando a Dios en cada
ceremonia, en cada sacrificio que realizaban en el Templo. Veamos lo que
nos dicen los primeros dos versículos del capítulo 2 de Malaquías:
"Ahora, pues, oh sacerdotes, para vosotros es este mandamiento. Si no
oyereis, y si no decidís de corazón dar gloria a mi nombre, ha dicho el
Señor de los ejércitos, enviaré maldición sobre vosotros, y maldeciré
vuestras bendiciones; y aun las he maldecido, porque no os habéis decidido
de corazón."
Es decir, que ellos, los sacerdotes, los supuestos líderes espirituales del
pueblo hebreo no estaban tomando su profesión en serio. Por ello, Dios va
a juzgarlo de una manera mucho más severa que al resto de la gente. ¿Por
qué? Porque estaban ocupando un lugar de responsabilidad, y porque
estaban permitiendo que existiera esta condición tan sórdida. Ellos estaban
cerrando sus ojos al hecho de que la gente estaba ofreciendo estos
sacrificios de animales enfermos, aunque Dios les había dado a ellos la ley
de la verdad. Ellos tenían el privilegio de servirle y de transmitir el mensaje
de Dios, pero estaban fallando con desidia y abandono en sus
responsabilidades.
Bien, estimado amigo oyente, vamos a detenernos aquí. Continuaremos en
nuestro próximo programa y nos permitimos sugerirle que lea todo el
capítulo 2 del libro del profeta Malaquías para interiorizarse de los
pormenores y así comprender mejor las profundas enseñanzas de amor de
parte de Dios. Continuamos pidiendo la bendición y la luz del Señor sobre
cada estimado oyente que nos ha acompañado.
Malaquías 2:1 - 9
Retomamos hoy nuestro estudio del libro del profeta Malaquías, profeta de
Dios ante su pueblo alrededor por el año 450 a.C. en la ciudad de
Jerusalén. Para los estimados oyentes que hoy nos escuchan por primera
vez les queremos aclarar que estamos estudiando el último libro del Antiguo
Testamento, que es la primera parte de las Sagradas Escrituras, la Biblia.
En nuestro programa anterior estudiamos una sección en particular dirigida
especialmente a los sacerdotes que estaban sirviendo en el templo de
Jerusalén. Anteriormente, en el capítulo 1, versículo 6, Dios les había dicho,
por boca del profeta: "Oh, sacerdotes, que menospreciáis mi nombre".
¿Por qué habló Malaquías a los sacerdotes de esta manera? Malaquías se
dirigió, en primer lugar a los sacerdotes del templo, porque se suponía que
ellos eran los que en primera instancia debía servir de ejemplo para el resto
de la nación. Sin embargo, en vez de reflejar con sus vidas la integridad y
pureza de Dios, fueron los primeros en menospreciar Su nombre, ofreciendo
un culto impuro, contaminado, contrario a las leyes que Dios había
ordenado.
Retomando ahora nuestra lectura desde el inicio del capítulo 2, leemos en el
primer versículo cómo Malaquías vuelve de nuevo su atención hacia los
sacerdotes de Dios:
"Ahora, pues, oh sacerdotes, para vosotros es este mandamiento."
Y continúa el versículo 2:
"Si no oyereis, y si no decidís de corazón dar gloria a mi nombre, ha dicho
el Señor de los ejércitos, enviaré maldición sobre vosotros, y maldeciré
vuestras bendiciones; y aun las he maldecido, porque no os habéis decidido
de corazón."
¿Cuál sería el resultado de no glorificar a Dios "de corazón"? El resultado
sería una maldición enviada sobre ellos. Y ese es, estimado oyente, un
tema recurrente a lo largo de todo el Antiguo Testamento: Bendición por
obediencia y maldición por desobediencia: Dios bendice cuando Le
obedecemos y no lo hace cuando lo desobedecemos. Así de sencillo, así de
claro. Cuando el Señor dice "maldeciré vuestras bendiciones" se refiere no
sólo a las bendiciones materiales sino también a todos los beneficios de la
gracia de Dios y que incluían, en este caso, las bendiciones pronunciadas
por los sacerdotes sobre el pueblo de Israel.
¿Cuál constituía entonces el pecado de los sacerdotes? El pecado principal
de los sacerdotes era su evidente desprecio al nombre de Dios. Y en
segundo lugar, que, abiertamente y sin disimulo alguno, desobedecían
sistemáticamente a Dios. Su actitud ante el pueblo era de pública rebeldía
hacia Dios, así como de abierto enfrentamiento hacia su Señor.
Recordemos que muestra inequívoca de su negativa actitud hacia su Dios
era el incumplimiento de la pureza de los rituales en los actos de ofrenda y
sacrificio, contra lo establecido por el Señor muchos años atrás. Su osadía
llegaba incluso a profanar la ley de sacrificar únicamente aquellos animales
absolutamente puros y libres de todo defecto, o imperfección. Los
sacerdotes se contentaban así ofreciendo a Dios mercancía de segunda,
mientras que a los reyes, príncipes y gobernantes terrenales ofrecían sólo lo
mejor y de primera calidad.
Amigo oyente, nuestro Dios es un Dios misericordioso y amoroso, pero
también es justo y celoso. Y Él castiga el pecado y no tolera la idolatría.
Como Dios es justo, tiene el deber de juzgar el pecado. Y como Dios celoso,
no tolerará que nadie ajeno a Él reciba culto o adoración. Dios desea ser
adorado. Desea ser glorificado. Y no aceptará ser el segundo en ninguna
escala de prioridades. Y si lo recuerda, programas atrás, le lanzamos a
usted la pregunta retadora de ¿qué lugar ocupa Dios en su escala de
prioridades? ¿Es Dios su segunda opción en alguna de sus listas de tareas
pendientes?
Recuerde, amigo oyente, que Dios no desea una parte de su tiempo: lo
desea todo. Dios no anhela un día dominical de comunión con usted; anhela
tener sus 24 hs. al día, 365 días al año. Dios no desea sus ofrendas; le
desea usted. Usted es su ofrenda. Si usted quiere, claro. Porque Dios le ha
dado a usted la libertad de escoger entre ser un "sacrificio vivo" o,
simplemente, poder vivir como bien le plazca. Suya es la elección. Pero
¿sabe una cosa? Normalmente los sacrificios, cuando llegaban al altar, ya
estaban muertos, sin vida. ¿Y sabe lo que implica ser, como dice la Biblia,
un "sacrificio vivo para Dios"? ¡Que al estar vivo puede escaparse y huir del
altar! Por eso, ser un "sacrificio vivo" para Dios significa renunciar a todo y
sacrificar al 100% las propias aspiraciones y deseos, aún legítimos, por los
de Dios, y permanecer quietos en el altar.
Leamos ahora el versículo 3:
"He aquí, yo os dañaré la sementera, y os echaré al rostro el estiércol, el
estiércol de vuestros animales sacrificados, y seréis arrojados juntamente
con él."
¿Qué es lo que quiere decir el profeta Malaquías con esto? Este lenguaje
tan gráfico muestra cómo veía Dios a los sacerdotes infieles, quienes para
Él eran dignos de la humillación más insólita. Normalmente, los desechos
de animales eran llevados fuera del campamento para ser quemados. Dios
anuncia que de esta manera, los sacerdotes serían desechados y sufrirían
humillación además de la pérdida de su cargo. Como podemos ver, el
propósito de Dios era sacudir sus anestesiadas conciencias para que
abandonaran su complacencia.
Y Dios dice: Yo os dañaré la sementera. En esa época en particular los
israelitas estaban disfrutando de unas abundantes cosechas. Y como usted
recordará, los sacerdotes recibían un diezmo de cada cosecha, ya fuera en
trigo o en cebada o, en verano, en forma de viñas. Y Dios dice: Yo os
dañaré la sementera. No recibiréis el diezmo que habéis estado recibiendo.
Vuestra abundante provisión se terminada. He aquí, yo os dañaré la
sementera, y os echaré al rostro el estiércol. Debemos recordar que se
daba a los sacerdotes todas las entrañas de los sacrificios, incluyendo los
intestinos, llenos de estiércol. Esta materia inmunda no podía ser utilizada
en el sacrificio, y por eso se apartaba. Y lo que Dios decía era, que iba a
arrojar dicho estiércol a sus rostros. De esta manera tan gráfica Dios les
declara que ellos están tan inmundos como el estiércol, y que no podrán
disfrutar de su presencia en el altar sagrado del templo. Y añade: El
estiércol de vuestros animales sacrificados, y seréis arrojados juntamente
con él.
Continúa el versículo 4:
"Y sabréis que yo os envié este mandamiento, para que fuese mi pacto con
Leví, ha dicho el Señor de los ejércitos."
Es decir, los sacerdotes sabrían finalmente cuál sería el precio de la
desobediencia, con la más amarga de las experiencias.
Vamos a analizar brevemente este pacto con Leví. Pero antes leeremos los
versículos 5 y 6 de este capítulo segundo de Malaquías:
"Mi pacto con él fue de vida y de paz, las cuales cosas yo le di para que me
temiera; y tuvo temor de mí, y delante de mi nombre estuvo humillado. La
ley de verdad estuvo en su boca, e iniquidad no fue hallada en sus labios;
en paz y en justicia anduvo conmigo, y a muchos hizo apartar de la
iniquidad."
Veamos ahora la razón por la cual Dios escogió a la tribu israelita de Leví
para servir como sacerdotes en su templo. La Biblia nos aclara que Leví era
uno de los hijos de Jacob. Cuando Jacob estaba en su lecho de muerte,
mandó llamar a sus 12 hijos y cuando estuvieron en su presencia, profetizó
sobre cada uno de ellos. Y se refirió a dos de ellos, Simeón y Leví, de
manera conjunta. En Génesis 49, versículos 5 y 6, leemos: "Simeón y Leví
son hermanos; armas de iniquidad sus armas. En su consejo no entre mi
alma, ni mi espíritu se junte en su compañía. Porque en su furor mataron
hombres, y en su temeridad desjarretaron toros".
Ahora, en el versículo 7, del mismo capítulo 49 de Génesis, leemos: Maldito
su furor, que fue fiero; y su ira, que fue dura. Yo los apartaré en Jacob, y los
esparciré en Israel. Ahora, ¿cómo esparcirá a Leví? Llegando a ser la tribu
sacerdotal, la denominada tribu de Leví.
Ahora bien, cuando leemos la vida del patriarca judío Moisés, nos
encontramos con algo completamente diferente. Moisés, en su lecho de
muerte, reunió a las tribus a su alrededor, y lo que en el momento de la
muerte de Jacob fueron sólo 12 hombres, ahora eran probablemente en
torno a un millón de israelitas, que estaban alrededor de Moisés. Y en
Deuteronomio, capítulo 33, versículos 8 al 11, leemos: A Leví dijo: Tu Tumin
y tu Urim sean para tu varón piadoso, a quien probaste en Masah, con quien
contendiste en las aguas de Meriba, quien dijo de su padre y de su madre:
Nunca los he visto; y no reconoció a sus hermanos, ni a sus hijos conoció;
pues ellos guardaron tus palabras, y cumplieron tu pacto. Ellos enseñarán
tus juicios a Jacob, y tu ley a Israel. Es decir, de esta manera, Dios los
constituye como la tribu sacerdotal del pueblo, con la especial y sagrada
misión de enseñar a Israel la ley de Dios). Y continúa: Pondrán el incienso
delante de ti. O sea que, ellos ofrecerán una oración por los hijos de Israel,
y sigue: Y el holocausto sobre tu altar. Bendice, oh Señor, lo que hicieren, y
recibe con agrado la obra de sus manos; hiere los lomos de sus enemigos,
y de los que lo aborrecieren, para que nunca se levanten.
Este es el pacto que Dios hizo con Leví. Pero tras 70 años de cautividad,
Leví no ha aprendido aún la lección. Y en el versículo 5 de este capítulo 2
de Malaquías, leemos:
"Mi pacto con él fue de vida y de paz, las cuales cosas yo le di para que me
temiera; y tuvo temor de mí, y delante de mi nombre estuvo humillado."
Este pacto consistía en responsabilidad mutua, porque Dios esperaba la
reverencia de ellos a cambio de vida y paz para los sacerdotes. Y como
podemos ver, los sacerdotes judíos del tiempo de Malaquías se habían
engañado a sí mismos al reclamar los privilegios del pacto, mientras
desobedecían sus condiciones. Como si Dios estuviera en la obligación de
bendecirlos, aunque ellos rechacen el deber de servirlos. Y en el versículo
6, Dios dice:
"En paz y en justicia anduvo conmigo, y a muchos hizo apartar de la
iniquidad."
Es decir, a diferencia de los sacerdotes del tiempo de Malaquías, Aarón, el
sacerdote y hermano de Moisés, y los suyos, cumplieron su
responsabilidad, temiendo, reverenciando y viviendo una vida piadosa para
Dios.
Continuemos con nuestra lectura a partir del versículo 7 de este capítulo 2
de Malaquías:
"Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca
el pueblo buscará la ley; porque mensajero es del Señor de los ejércitos."
Nuevamente nos encontramos con la palabra "mensajero" o ángel. Los
sacerdotes eran los mensajeros de Dios en Israel. Y su responsabilidad era
doble, ya que no sólo debían representar al pueblo ante Dios, sino que
también eran responsables de representar a Dios ante el pueblo mediante la
enseñanza de la Ley de Moisés a la Nación.
Continuemos leyendo los versículos 8 y 9 de este capítulo 2 de Malaquías,
que dicen así:
"Mas vosotros os habéis apartado del camino; habéis hecho tropezar a
muchos en la ley; habéis corrompido el pacto de Leví, dice el Señor de los
ejércitos. Por tanto, yo también os he hecho viles y bajos ante todo el
pueblo, así como vosotros no habéis guardado mis caminos, y en la ley
hacéis acepción de personas."
Desde luego, amigo oyente, las palabras de Dios no dejan lugar a ninguna
duda. Eran un serio aviso hacia aquellos sacerdotes que se habían
apartado totalmente de los parámetros originales de comportamiento que
Dios le dio a Leví, y por medio de éste, a todos sus descendientes, que
representaban el oficio de sacerdotes. Lo que podría considerarse como
agravante es la situación mencionada por Dios respecto a que , con su mal
ejemplo y falsa interpretación de la Ley, la vergüenza y la degradación más
infame cayó sobre ellos.
Queremos despedirnos hoy con una sencilla reflexión, pero que fue olvidada
por los sacerdotes de la época de Malaquías: Servimos a Dios, sirviendo a
los demás. Aunque el mundo define la grandeza en términos de poder,
posición, diseño y fama, Jesús midió la grandeza en términos de servicio y
no de estatus. Los sacerdotes de Jerusalén no sirvieron ni a Dios, ni a Su
pueblo.
¿Está usted dispuesto a servir al Señor, a Dios, y a Sus hijos? Dios
determinará su grandeza, estimado oyente, por el número de personas a la
que sirve y no por las que están a su servicio. En las librerías podemos
comprobar que hay miles de libros que se han escrito sobre el liderazgo,
sobre cómo llegar a ser una persona influyente, fuerte, con éxito, pero son
muy pocos que hablan acerca del servicio tal y como Dios lo entiende. Todo
el mundo quiere dirigir, ser un líder, un jefe, una persona influyente y
poderosa, pero nadie desea ser siervo. Y a menudo Dios probará nuestros
corazones pidiéndonos que sirvamos en ciertas maneras que no habíamos
planeado, ni esperado. De usted dependerá, querido oyente, si desea servir
o ser servido.
Hasta, queridos amigos, nuestro programa de hoy. Esperamos encontrarle
nuevamente para retomar juntos nuestro estudio del profeta Malaquías, un
hombre que tuvo un mensaje claro de parte de Dios para Su pueblo y que,
como estamos constatando, resulta igualmente válido para el hombre y la
mujer del siglo XXI.
Si usted quisiera acercarse y conocer más a Dios, pero no sabe cómo
hacerlo, porque considera que Dios no está interesado en usted, o que no
ha hecho suficiente méritos para ser atendido por Dios, que ha vivido
demasiado alejado de Él, o que voluntariamente se ha apartado de Sus
mandamientos y vivido "a su manera", entonces tenemos "buenas noticias"
para usted.
Dios ya ha recorrido el camino que le distancia de usted; Dios le conoce a
usted por nombre, como también a sus circunstancias; Dios le ama, así, de
la manera como usted se encuentra en este momento; Dios no rechaza a
nadie, muy al contrario, le ama y anhela apasionadamente tener una
relación estrecha y cercana, con cada una de Sus creaturas, y usted ¡es
una creación original de Él!
Dios hoy le invita a comenzar una relación de Padre e hijo. Lo maravilloso
del amor de Dios es que es incondicional, fiel, y eterno. Pero, para disfrutar
de ese amor que protege, que abriga, que sostiene, que guía, hay sólo un
requisito: usted tiene que reconocer que es pecador, que necesita el perdón
de todos sus pecados y de sus errores.
Según la Biblia, no hay nada con que podamos saldar esa deuda con Dios,
excepto, y esta es la BUENA NOTICIA, aceptar y creer, que alguien ya pagó
por nosotros, y ese fue Jesucristo en la cruz. "Si confesamos nuestros
pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de
toda maldad, y la sangre de Jesucristo si Hijo nos limpia de todo pecado".
Lo puede leer en la primera epístola de Juan, versículos 7 al 9.
Amigo oyente, no espere más. Hable con Dios, con sus propias palabras,
dígalo todo lo que hay en su interior, confiésele todo aquello que le pesa, y
pida Su perdón. Usted puede vivir la experiencia más grandiosa de su vida:
puede sentir el perdón de Dios, sentirse libre de cualquier carga, y podrá
comenzar una nueva vida con Jesucristo.
Estimado amigo oyente, si tiene alguna duda o pregunta respecto a este
tema, le animamos a que se ponga en contacto con nosotros, y con mucho
gusto intentaremos ayudarle. Es nuestra más ferviente oración que el
Espíritu de Dios siga conmoviendo a cada persona que se acerca con
corazón sincero a la Palabra de Dios, y que ésta hale eco en su espíritu y
alma.
Malaquías 2:10 - 15
Proseguimos, estimados oyentes, nuestro recorrido por el libro del profeta
Malaquías, el último libro del Antiguo Testamento, que es una sección de
Las Sagradas Escrituras.
Vamos a comenzar y retomamos nuestra lectura a partir de donde lo
dejamos en el anterior programa, el versículo 10 del segundo capítulo, que
dice así:
"¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios?
¿Por qué, pues, nos portamos deslealmente el uno contra el otro,
profanando el pacto de nuestros padres?"
En nuestro anterior programa vimos cómo los líderes espirituales de Israel
habían cometido pecados ignominiosos e indujeron al pueblo a hacer lo
mismo. Los sacerdotes eran los mensajeros de Dios en Israel. No sólo
debían representar al pueblo ante Dios, sino que también eran responsables
de representar a Dios delante el pueblo, por medio de la enseñanza de la
Ley de Moisés ("la Biblia de esa época"), que se aplicaba a todas las
esferas de la vida del pueblo. Sin embargo, los sacerdotes del tiempo de
Malaquías se apartaron por completo de los parámetros originales de
conducta que Dios estableció para Leví y su gente, la denominada "tribu de
Leví", escogidos para representar el sagrado oficio de sacerdotes. Su mala
conducta hizo que muchos del pueblo tropezaran por su mal ejemplo y su
interpretación falsa de la Ley. ¿Cuál fue la consecuencia? La consecuencia
resultó en el envío de un profeta de Dios que les advirtió que de persistir en
su mala actitud, la vergüenza y degradación más infame caería sobre ellos.
Como veremos en nuestro programa de hoy, los líderes espirituales de
Israel cometieron, como hemos visto, pecados graves y dirigieron al pueblo
a imitar su modelo de conducta. También quebrantaron los requisitos de la
Ley de Dios al profanar la institución del sacerdocio establecido en el libro
de Levítico porque decidieron casarse con mujeres extranjeras,
divorciándose de las esposas judías de su juventud. Leamos nuevamente el
versículo 10, que decía así:
"¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios?
¿Por qué, pues, nos portamos deslealmente el uno contra el otro,
profanando el pacto de nuestros padres?"
Aunque Dios es el padre de todos como Creador universal, aquí el enfoque
se dirige a Dios como padre de Israel, del pueblo de Su pacto. Y continúa el
versículo 11:
"Prevaricó Judá, y en Israel y en Jerusalén se ha cometido abominación;
porque Judá ha profanado el santuario del Señor que él amó, y se casó con
hija de dios extraño."
Malaquías se refiere aquí a un espinoso asunto que estaba manchando las
manos y el corazón de los líderes espirituales del pueblo de Israel; nos
referimos al matrimonio de los sacerdotes con esposas paganas, es decir,
no israelitas, e idólatras, es decir, adoradores de otros dioses distintos al
Dios de Israel.
¿Cómo entró la idolatría en Israel? Para responder esta pregunta debemos
retroceder unos cuatro siglos en la historia de Israel, hasta el año 918 a. C,
fecha en la que Acab, séptimo rey de Israel ocupó el trono. Acab cometió el
error de tomar en matrimonio a una mujer llamada Jezabel, hija del Rey de
la ciudad de Tiro, una mujer ambiciosa e idólatra que indujo a su marido al
asesinato, y por cuya influencia entró la idolatría en el reino de Israel
mediante el culto a Baal y Astoret.
Acab llegó incluso a construir un templo en la ciudad de Samaria dedicado a
Baal y se dedicó a perseguir a los profetas de Dios, y dice la Biblia que hizo
más para provocar la ira del Señor que todos los reyes anteriores a él. Por
causa de Acab, Dios castigó a Israel con tres años de sequía y hambre,
hasta que el profeta Elías desafió y eliminó a los sacerdotes de Baal en el
Monte Carmelo. Finalmente, cuando el profeta Miqueas predijo su muerte,
Acab, intentando burlar el cumplimiento de tan dramática profecía, se
disfrazó, procurando no llamar la atención; pero, un soldado del ejército
enemigo, tirando al azar, hirió de muerte al Rey y, según había profetizado
Elías años antes, su sangre fue lavada sobre su carro en un estanque de
Samaria y los perros la lamieron.
Tal y como Malaquías estaba denunciando, el divorcio era moneda de
cambio común de los israelitas, que comenzaron a codiciar la belleza y
juventud de las mujeres extranjeras.
Continuemos con nuestra lectura y veamos lo que nos dicen los versículos
12 al 15:
"El Señor cortará de las tiendas de Jacob al hombre que hiciere esto, al que
vela y al que responde, y al que ofrece ofrenda al Señor de los ejércitos. Y
esta otra vez haréis cubrir el altar del Señor de lágrimas, de llanto, y de
clamor; así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de
vuestra mano. Mas diréis: ¿Por qué? Porque el Señor ha atestiguado entre
ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu
compañera, y la mujer de tu pacto. ¿No hizo él uno, habiendo en él
abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una
descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis
desleales para con la mujer de vuestra juventud."
Todos estos versículos hablan del concepto de deslealtad, un concepto
clave dado que la lealtad es esencial para el cumplimiento de los pactos
entre Dios y los hombres. Y aquí se refiere a la violación de la voluntad de
Dios con el divorcio de las esposas judías y la unión con mujeres
extranjeras. Dios es el Padre que dio vida a Israel, pero ellos introdujeron la
separación al mezclarse con mujeres idólatras de otros pueblos, que
adoraban a sus dioses particulares. De ese modo violaron el pacto que Él
hizo con sus antepasados para preservar la pureza de un pueblo apartado,
por y para Dios.
En la época de Malaquías, cualquier persona que adorara a un ídolo era
considerado como un hijo de esa divinidad. A no ser que se convirtieran en
seguidoras verdaderas del judaísmo, las mujeres paganas solían llevar a
sus esposos a la idolatría; y con esa mezcla de prácticas, rindiendo culto a
los dioses de sus nuevas esposas, pero también al Señor, contaminaron la
adoración de los israelitas. Los judíos que obraron así, con un casamiento
con estas otras mujeres, profanaron el Templo de Dios y su pacto con Él.
De hecho, la violación de esta ley por parte del Rey Salomón, el hijo del rey
David, dio entrada libre a la idolatría en Judá. Y profetas como Esdras y
Nehemías, al igual que Malaquías, tuvieron que enfrentar esta situación de
pecado flagrante.
Ahora, estimados oyentes, el problema que existía en Israel en aquella
época, es similar al nuestro hoy en día: el divorcio sigue siendo una
verdadera lacra social, porque significa el fracaso de una relación ente dos
personas. Hoy en día, en muchos países, las estadísticas revelan que se
celebran al año más divorcios que matrimonios. Y las iglesias cristianas no
han sido ajenas a esta verdadera epidemia social, ante la cual se han
suscitado las más encontradas posiciones y las más encendidas
discusiones.
La verdad es que entre los cristianos no existe una única posición respecto
a la interpretación de lo que la Biblia dice al respecto. El Señor Jesucristo
dejó en claro dos aspectos al respecto: una, que Moisés había permitido el
divorcio "a causa de la dureza del corazón" de las gentes. Y que una base
muy clara para el divorcio era la fornicación, es decir, la infidelidad por parte
del hombre o de la mujer.
Veamos lo que dice un conocido pasaje del Nuevo Testamento. El capítulo
19 del evangelio según Mateo, versículos 3 al 5: "Entonces vinieron a Él los
fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer
por cualquier causa? Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que
los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre
dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola
carne?"
Sigamos ahora leyendo lo que nos dice el capítulo 19 del evangelio según
Mateo, y en los versículos 6 al 8, leemos: "Así que no son ya más dos, sino
una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Le
dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?
Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón - es decir, por la pecaminosa
naturaleza del hombre, el divorcio estaba permitido. Y añade lo siguiente:
Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras
mujeres; mas al principio no fue así". Y el versículo 9 añade: "Y Yo os digo
que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se
casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera".
Lo importante, para nosotros, es que Cristo dijo que sólo existía una base
para el divorcio, y esta era la fornicación, es decir, el adulterio.
El Apóstol Pablo atacó el pecado de la fornicación de una manera muy clara
y directa, y lo demuestra uno de los problemas que se le presentó en la
iglesia en Corinto. Veamos lo que nos dice en su Primera epístola a los
Corintios, capítulo 7. Según algunos, es bastante probable que el Apóstol
Pablo fuera viudo y no se hubiera vuelto a casar. En el versículo 9, del
capítulo 7 de la Primera Epístola a los Corintios, él dice: "Pero si no tienen
don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse
quemando". En el versículo 10, él agrega: "Pero a los que están unidos en
matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del
marido". Es decir, si una mujer estaba casada con un hombre incrédulo o no
creyente, bien porque cuando ambos se casaron no eran cristianos, bien
porque ella o él se habían hecho cristianos, el apóstol añade: Y si se
separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no
abandone a su mujer. Y luego, continúa: Y a los demás, yo digo, no el
Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente
en vivir con él, no la abandone.
La mujer o marido no creyente podría decir: "Bueno, yo no soy cristiana
como lo eres tú, y si tú quieres ir y reunirte con los demás cristianos, eso
está bien. Pero yo te amo y quiero permanecer contigo". Y Pablo apuntó
que un arreglo como este estaba bien. Y luego añadió en el versículo 14:
"Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula
en el marido; pues de otra manera, vuestros hijos serían inmundos,
mientras que ahora son santos. Pero si el incrédulo se separa, sepárese".
Pensamos que esto quiere decir que si el incrédulo quiere irse, y dice: "A mí
no me gusta este tipo de matrimonio", y se marcha, sea que se case o no,
en una situación así, entonces, nosotros creemos que el hombre o la mujer
estaría libre de casarse otra vez.
Y continúa el Apóstol Pablo: Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues
no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso.
¿A qué servidumbre se refiere Pablo? A los votos matrimoniales. "Sino que
a paz nos llamó Dios".
Nuestra opinión es que si el hogar conyugal es un escenario en el que, en
lugar de paz hay guerra constante, una solución transitoria podría ser la
separación, como un tiempo en el que ambos cónyuges puedan reflexionar
en paz, por separado, para posteriormente, y con la ayuda del pastor de su
iglesia o un buen consejero matrimonial cristiano, intentar reconstruir su
relación y salvar su matrimonio y su familia. ¿Y por qué no se practica más
a menudo esta "opción" porque muchos matrimonios eligen no luchar y
directamente actúan y tramitan el denominado "divorcio Express". Pero el
divorcio, estimados oyentes, según la Biblia, e insistimos que, según
nuestra interpretación, no entra en los planes divinos y sólo puede tener una
justificación, la infidelidad o adulterio.
Dios nos ha llamado a vivir en paz, a buscar la paz y a promover la paz:
somos pacificadores, no boxeadores en un cuadrilátero, tal y como
tristemente sucede en algunos hogares. El hogar no es un lugar para
ejercitar la dialéctica agresiva, la pelea verbal, y mucho menos, para
cualquier agresión con actos violentos. El hogar debe ser un refugio, una
isla en la que todos los miembros puedan sentirse abrigados, resguardados,
protegidos, y en donde se ejerce, se disfruta y se enseña el amor, la
paciencia y la paz, elementos indispensables para una convivencia en
armonía, en respeto y mutuo entendimiento y tolerancia, que son valores
que enriquecen a la sociedad. ¡Cuán diferente sería si en el mundo
existieran más hogares que pudieran aportar y comunicar esos valores que
Dios ya había tenido en Su mente y Su corazón!
¿Qué estableció el patriarca judío Moisés respecto al divorcio? Podemos
encontrarlo en el capítulo 24 de Deuteronomio, donde en el versículo 1
leemos lo siguiente: "Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si
no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente". Esto
significa que si el hombre encontraba que su esposa le había engañado y
no era virgen, él podría recurrir al divorcio. Y añade: "Le escribirá carta de
divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa". Sin
embargo, hoy en día, no hace falta exponer causa alguna para recurrir al
divorcio, más que algún motivo general, como incompatibilidad, inmadurez,
ignorancia, etc. Y cualquier motivo puede ser el detonante de un divorcio. Y
muchos de los rabinos, los sacerdotes, estaban enseñando con sus
palabras y ejemplo, con mucha ligereza, y falta de compromiso las leyes de
Dios.
Ahora, ¿cuál es el idea que Dios tuvo en Su mente, con respecto al
hombre? Dios nunca tuvo la intención de que se practicara el divorcio, pero,
fue a causa del pecado del hombre que lo permitió. Veamos lo que nos dice
Génesis 2:20: Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos, y a
todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él.
Como podemos ver, entre toda la creación de Dios, nada había sido creado
como para que pudiera completar al hombre. Hasta que llegó Eva, Adán se
sintió solo, a pesar de tener a su exclusiva disposición todo lo creado.
En el versículo 21 de este capítulo 2 de Génesis, leemos: "Entonces el
señor hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó
una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar". Ahora, ¿por qué hizo Dios
esto? ¿Por qué no formó a la mujer del polvo de la tierra, tal y como hizo
con Adán? Porque ella, aunque diferente, sería como él. Alguien dijo una
vez: "Dios no tomó a Eva de la cabeza de Adán para que fuera superior; ni
de su pie para que fuera su sirviente, su sierva, sino que la tomó de su
costado, de su punto medio, cercano a su corazón para que fuera igual a él,
y para que estuviera con él". Y la Escritura no expresa ideal alguno respecto
a "la liberación de la mujer", por la sencilla razón de que para Dios, ¡la mujer
ya era un ser totalmente libre, e igual al hombre! Para la Biblia la mujer no
necesita ser liberada, porque ya es libre. Y no tenemos más que mirar a
Jesús y ver el respeto y el cariño con que trataba a las mujeres.
¿Por qué nos hemos apartado del libro de Malaquías? Porque teníamos la
intención de mostrarle cómo, por medio de Malaquías, Dios reiteró
nuevamente su compromiso con la defensa de la mujer, hasta tal punto que
en un pasaje donde Él está tratando de corregir el mal ejemplo de los
líderes espirituales de Israel, dedica varios versículos para hablar en
exclusiva de este tema: el divorcio y abandono de la mujer judía no era una
opción válida.
Bien, estimados amigos, hasta aquí nuestro programa de hoy. Le invitamos
a acompañarnos en nuestro próximo programa en el que estudiaremos más
acerca de los mensajes que Dios había encomendado transmitir al profeta
Malaquías. Hasta entonces, le deseamos que Dios le bendiga
abundantemente mediante la lectura diaria de la Palabra de Dios, la Biblia,
pues solo ella es la única, verdadera y auténtica Fuente de Vida eterna,
para usted y su familia.
Malaquías 2:13 - 15
Continuamos hoy, estimado amigo oyente, nuestro recorrido por el libro del
profeta Malaquías. Recordamos que este libro es el último del Antiguo
Testamento, que constituye una parte importante de La Biblia, las Sagradas
Escrituras, la Palabra de Dios.
Regresamos hoy al capítulo 2, a una sección donde Dios, por medio del
profeta, está reprendiendo a Su pueblo escogido; al pueblo de Israel, a
causa de sus pecados sociales. Más adelante Él les reprenderá por sus
pecados religiosos. Pero aquí, Él trata con los pecados de sus relaciones
sociales que tienen que ver con el hogar y con la familia.
Y de manera específica, Dios les acusa, en el versículo 11 de este capítulo
2: Prevaricó Judá, y en Israel y en Jerusalén se ha cometido abominación;
porque Judá ha profanado el santuario del Señor que Él amó.
¿Qué fue lo que hicieron ellos para encender la ira y la reprensión de Dios?
Bueno, aquí se nos presenta, de una manera llana y clara, que no deja lugar
a dudas, en la segunda parte de este mismo versículo 11, dice:
"Y se casó con hija de dios extraño."
Es decir, que no era extraño el casamiento entre israelitas con mujeres que
no pertenecían al pueblo de Dios; se estaban formando matrimonios mixtos,
porque llegó a ser una práctica muy normal el casarse con mujeres
paganas. Ahora, ¿qué pasaban con sus propias esposas? El Señor les dice
aquí en el versículo 13 del capítulo 2 de Malaquías que estamos
estudiando:
"Y esta otra vez haréis cubrir el altar del Señor de lágrimas, de llanto, y de
clamor; así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de
vuestra mano."
La indiferencia y la apatía espiritual habían llegado a tal punto que se
practicaba abiertamente el abandono o el repudio de sus propias esposas,
se divorciaban de ellas, para casarse con las muchachas paganas de otros
pueblos. A pesar de esta situación, la gente continuaba yendo al Templo
para adorar y llevar sacrificios al altar. Y Dios dice: "Así que no miraré más a
la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano". Continuamos con el
versículo 14:
"Mas diréis: ¿Por qué?"
Otra vez observamos que la gente del pueblo levanta la voz, quizá
asombrados o perplejo cuestionando la causa de esa amonestación tan
severa de parte de Dios. Mas diréis: ¿Por qué?" Todos se veían como muy
cumplidores de la ley, se creían, como se dice "buena gente". ¡Vamos al
templo a adorar! Y entonces, el profeta explica claramente el pensamiento
de Dios, en este versículo 14, y vamos a leerlo en su totalidad:
"Mas diréis: ¿Por qué? Porque el Señor ha atestiguado entre ti y la mujer de
tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la
mujer de tu pacto."
El profeta, al decir la mujer de tu juventud, se refiere claramente a la primera
esposa, la abandonada, repudiada o divorciada para lograr un consiguiente
casamiento con otra mujer, que no pertenecía al pueblo de Dios.
Algunos expositores bíblicos consideran que el siguiente versículo, el
versículo 15 de este capítulo 2 de Malaquías, es el más difícil de todo el
libro. La primera parte del versículo 15 comienza con una pregunta:
"¿No hizo él uno?"
Es decir, ¿de qué se estaba hablando, de un hombre, de una mujer?
Leamos todo el versículo 15 que dice:
"¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno?
Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro
espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud."
Dios, clara y explícitamente les declaró que Su disgusto fue provocado por
el cambio de comportamiento y en el estilo de vida que el pueblo había
adoptado, contrario al sistema que Él mismo había instaurado como el
modelo de sociedad. Él estaba rechazando sus sacrificios, porque se
habían producido graves problemas dentro de las familias que minaban las
leyes espirituales, morales, y sociales que el Pueblo de Dios debía
observar. Había llegado a ser una práctica muy común el dejar a la esposa,
"la mujer de su juventud" para poder casarse con mujeres paganas, de
pueblos ajenos, que veneraban a dioses ajenos.
En nuestro programa anterior comentamos lo que el Señor Jesucristo dijo y
señaló como una razón definitiva y específica para el divorcio. Y esa razón,
no era otra que "a causa de la dureza del corazón de los hombres y las
mujeres", debido al pecado que había entrado al mundo, pervirtiendo los
valores iniciales.
El Apóstol Pablo presentó claramente el tema relacionado de un matrimonio
entre un creyente y un incrédulo. El Señor no estaba hablando sobre la
situación de un matrimonio mixto, sino que estaba hablando a personas que
eran de la misma raza, de un mismo pueblo, y todos se supone, adoraban al
mismo Dios. Pero el Apóstol Pablo estaba hablando para los creyentes de
Corinto, ya que algunos se habían convertido a Jesucristo cuando ya
estaban casados. ¿Y qué es lo que ellos debían hacer? Bueno, si el
incrédulo deseaba permanecer con el cónyuge creyente, y juntos deseaban
construir un hogar donde reine la paz y armonía, entonces debían continuar.
Pero si eso no era posible, si el incrédulo, el no creyente, decidiera
apartarse y separarse del creyente, éste no estaba bajo ninguna obligación.
Y por esa razón, nosotros creemos que en ese caso se permitiría el
divorcio.
Ahora, este pasaje del profeta Malaquías es el pasaje más extenso que
tenemos en el Antiguo Testamento sobre el tema del divorcio. Dios no ha
dado una base muy amplia para el divorcio bajo la ley, como pudimos
observar en nuestro programa anterior, en el capítulo 24 de Deuteronomio.
El argumento que Dios presentó en ese capítulo está basado sobre la
apreciación, por parte del esposo, si éste encontraba algo indecentes,
indecoroso, algo que le desagradaba de su esposa. Esa es sin embargo
una expresión genérica que incluye tanto al hombre, como a la mujer. Es
decir, que si la mujer encontraba algo indecente en el esposo, también sería
aplicable el mismo principio. El divorcio, tan común hoy en día es una
experiencia traumática, difícil y muy triste. Muchos sueños y esperanzas se
truncan, y se destruyen expectativas, anhelos de amar y ser amado. Un
divorcio siempre marca, aunque los protagonistas no siempre lo
manifiesten. Nadie toma el paso del matrimonio pensando en un futuro
divorcio, pero muchas veces ese resultado negativo casi es previsible.
Cuantas experiencias dolorosas se podrían evitar si la futura pareja hubiera
escuchado los consejos de advertencia sobre las posibles
incompatibilidades, o se hubieran preparado, antes de tomar una decisión
tan trascendental.
El matrimonio es una institución que nació en el corazón de Dios, y un
matrimonio sano, fuerte y unido es un testimonio que honra el concepto que
Dios "inventó" como unidad base para una sociedad equilibrada, compasiva,
amorosa y respetuosa.
Regresamos al versículo 15, de este capítulo 2, donde Malaquías pregunta:
"¿No hizo Él uno?" Adán y Eva eran uno, por creación y diseño de Dios
Creador.
En nuestro programa anterior comentamos que no había ayuda ni compañía
idónea para Adán. Él se sentía solo, y no tenía ninguna ayuda del mundo
inferior, es decir, del mundo animal. Tampoco pudo encontrar compañía
entre los ángeles. Como pudimos ver, Dios tomó entonces una costilla de
Adán según el relato bíblico. Pero, ¿por qué no hizo Dios a la mujer del
polvo de la tierra como lo había formado a Adán, el hombre? Porque Él
quiere enseñarle al hombre que la mujer es parte del hombre. El hombre es
sólo una mitad de hombre, sin la mujer. Como alguien comentó
poéticamente: la mujer no fue formada con alguna parte de su cabeza, para
que fuese superior; tampoco fue sacada de sus pies, para que fuese su
sierva. Ella ha sido tomada de su costado, cerca de su corazón, para que
fuese su compañera. Eva fue creada para ser su ayuda; juntos, ambos, iban
a ser "no solo". Ahora, ¿cómo puede uno más uno, ser igual a uno? Bueno,
esa es la aritmética de Dios.
Ahora, en el versículo 23 del capítulo 2 de Génesis, leemos: "Dijo entonces
Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; esta será
llamada Varona, porque del varón fue tomada. En Hebreo la palabra para
hombre es "Ish", y para mujer es "Isha". Nosotros le llamamos masculino y
femenino. Pero es sencillamente la otra mitad de él, del hombre. Él dijo:
Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada
varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su
padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán uno y cuando estaban
ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban. Esto era antes
de sola carne.
Cada matrimonio es una nueva creación, en la que no deben intervenir, ni
interferir, los padres o demás familiares o amigos. Serán una sola carne. En
realidad, lo que tenemos aquí es que uno más uno es igual a uno. La
creación de Eva hizo de Adán un hombre completo. Y la presencia de Adán
hizo de Eva una mujer, una mujer completa.
El Apóstol Pablo, escribiendo a los Efesios unos pensamientos relacionados
con el testimonio de un hogar cristiano, con recomendaciones para tener
una vida llena del Espíritu, dice en el capítulo 5, el versículo 18: No os
embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien, sed llenos del
Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos
espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando
siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo. Y luego, el Apóstol Pablo, sigue diciendo en el versículo 21:
Someteos unos a otros en el temor de Dios. Y luego, pasando al versículo
22, dice: Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor.
Ahora, él no está hablando de "obediencia", él está hablando de que la
esposa tiene que responder a su marido, "dar cuenta" al hombre. Ella es la
otra parte del hombre, pero por necesidad de dirección, el hombre es la
cabeza de la mujer. Y sigue diciendo el Apóstol: Así como Cristo es cabeza
de la iglesia, la cual es su cuerpo, y Él es Su salvador. Así que, como la
iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos
en todo. Y esto está basado en el siguiente mandamiento: Maridos, amad a
vuestras mujeres. Esta es la clase de esposo al cual ella no tendrá ningún
problema en responder, o dar cuenta de sí. El hombre, el creyente, tiene
que ser el primero en decirle a la esposa: "Yo te amo". Y entonces, ella
responderá: "Yo te amo también". Si ella tiene el esposo apropiado,
entonces responderá a ese hombre que la tratará de la manera correcta.
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó la iglesia, y se
entregó a sí mismo por ella. Creemos que los jóvenes de hoy necesitan
mucha más instrucción que la que están recibiendo, y no nos referimos
solamente sobre temas relacionados con el sexo, sino también sobre el
respeto, la consideración, la diferencia emocional entre un hombre y una
mujer, el compartir las tareas del hogar, la educación de los hijos, la
economía familiar, etc. En el presente hay una obsesión por el sexo que es
aterrador y muy alarmante.
A nuestro alrededor se puede escuchar las voces de personas que, en
nombre de la libertad de expresión y la libertad de decisión sobre nuestro
cuerpo, señalan que una disciplina y una contención de nuestros instintos
nos llevan a tener una personalidad neurótica, inmadura, desconocedora de
quién somos o qué necesitamos para ser más felices y realizados. En todas
las revistas para adolescentes encontramos columnas de consejos y
comentarios sobre cómo deben comportarse y qué cosas deben hacer o
evitar.
Se hace la acusación falsa de que la Biblia y la Iglesia han desaprobado el
sexo y lo tratan como si fuera un tabú. Hay estudios acerca del aterrador
aumento de los divorcios, y los fracasos estrepitosos de los matrimonios.
Las causas son varias, dicen, y los argumentos son muy diversos:
inmadurez, ignorancia, falta de experiencia, el feminismo, el machismo, la
presencia de hijos, la ausencia de los mismos, el trabajo de la mujer fuera
de casa, el desempleo de él, etc. Pero pocas veces se lee algo acerca del
costoso, desinteresado, reiterado, trabajoso cultivo del amor: como mimarlo
y mantener fresca la llama del sentimiento que es más fuerte que la muerte:
el amor.
¿Quién fue el que creó el sexo? No fue Hollywood, con sus películas y
músicas románticas, aunque quizá ellos piensan que tuvieran mucho que
ver. Pero, estimado amigo oyente, fue Dios mismo quien pensó que en este
aspecto tan importante del ser humano. Sin embargo, amigo oyente, a
pesar de todo el énfasis que se hace sobre el sexo, los divorcios continúan
aumentando, y ya es habitual escuchar la historia de la tragedia del
matrimonio moderno.
En una publicación se dijo: "Uno de los problemas en este mundo es que la
gente confunde al sexo con el amor; al dinero con la inteligencia; y a la radio
de transistores con la civilización". Un resumen sencillo, pero elocuente.
La Palabra de Dios trata el tema del sexo con franqueza, y de una manera
directa. Nunca ha sido considerado como un tema tabú, sucio, o inmundo.
La Biblia es directa y habla trata el sexo usando un lenguaje respetuoso y
hasta sublime. Esta es la razón por la cual le hemos dedicado este tiempo,
como un paréntesis, al estudiara el libro de Malaquías.
Pensamos que ya es hora de que se escuche a Dios, a lo que Dios tiene
que decir sobre este tema, para colocarlo en su lugar correcto. En el
principio fue Dios mismo quien creó al hombre y a la mujer. Fue quien trajo
la mujer al hombre. Dios los bendijo, y el matrimonio llegó a ser sagrado,
santo y puro. Y, amigo oyente, esa es la única relación entre un hombre y
una mujer que Dios bendice en esta tierra. Su proyecto era que el
matrimonio fuese una unidad de complemento, de ayuda, de una fortaleza
mutua, que fuese un refugio cálido y en donde los hijos pudieran crecer
salvos y en seguridad, viendo un modelo de compromiso y entrega mutua
entre los padres, que ellos a su vez quisieran imitar en sus propias vidas.
Ese era Su plan y proyecto al crear al hombre y a la mujer.
Dios quiere que Sus hijos sean felices en sus matrimonios. Él desea cumplir
Sus promesas en nuestras vidas, en cada uno de nosotros, si solamente
quisiéramos escuchar y confiar en lo que Él nos dice. Permítanos referirnos
a un versículo de las Escrituras aquí, y con esto vamos a concluir nuestro
programa de hoy. Queremos terminar diciendo esto: Pero tengo contra ti,
que has dejado tu primer amor. (Apocalipsis 2:4).
Y aquí nos detenemos por hoy, confiando en que nos encontremos en el
próximo programa. ¡Que Dios llene su corazón con Su Palabra y Su verdad,
y que usted desee conocer más de cerca a Aquel que le ama más que
nadie en todo el universo, a Jesucristo, nuestro Señor, y Salvador!
Malaquías 2:15
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por el libro de Malaquías,
último profeta del Antiguo Testamento, en Las Sagradas Escrituras, la
Biblia.
Hoy vamos a centrarnos en un único versículo, el versículo 15 del capítulo
segundo de Malaquías, que dice así:
"¿No hizo Él uno, habiendo en Él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno?
Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro
espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud."
Hoy vamos a detenernos en este único versículo porque alude a un tema al
cual Dios otorga una gran importancia: el matrimonio como base de una
vida sana, equilibrada y feliz. Vamos a ver el matrimonio a través de los ojos
de Dios, y cómo Él repudia el adulterio y el divorcio, al considerarlos como
una ruptura esencial del orden y armonía creada.
¿Cuál era el contexto en el cual el profeta Malaquías lanzó sus reprimendas
contra el adulterio de los israelitas? Las acciones de adulterio de los
israelitas respecto a las "esposas de su juventud", al unirse con mujeres
paganas, ocasionaron la pérdida de derechos y privilegios en la comunidad
de Israel. Dios dejó de aceptar las hipócritas ofrendas de sus hijos, que
simulaban una aparente religiosidad en su templo mientras cometían
adulterio en sus casas. Además, por boca de Malaquías, Dios advierte a su
pueblo que sus posteriores llantos y lamentos no serían escuchados,
porque sus pecados habían cerrado la puerta de acceso a Dios. Ellos
habían violado sus votos matrimoniales y la separación total de los ídolos
que Dios requería. Su deslealtad era, pues, doble, convirtiendo sus ofrendas
en una burla hipócrita.
En la época de Malaquías las esposas israelitas contraían matrimonio muy
jóvenes, en muchos casos en torno a los quince años de edad. Y en este
versículo 15, Malaquías volvió a llamar la atención sobre la institución
original del matrimonio por parte de Dios, tal y como se menciona en el libro
del Génesis 2:24, en la cual convirtió a dos, en uno. De esta manera les
recordó que Dios sólo provee y permite una mujer para cada hombre. Y
aunque Él tenía el poder para haber dado a Adán varias esposas, Dios creó
una sola para él, con el propósito de levantar "una descendencia para Dios".
La poligamia, el divorcio y el matrimonio con mujeres idólatras eran
situaciones destructivas para el establecimiento de un remanente piadoso
en el linaje del futuro Mesías prometido. Sólo si el padre y la madre se
mantienen fieles a sus votos matrimoniales, podrán los hijos recibir la
seguridad que suministra la base para una vida conforme a la voluntad de
Dios. Y debido a que esta institución divina y fundamental del matrimonio se
veía amenazada, Malaquías urgió a los esposos a que no actuaran con
deslealtad hacia sus esposas.
Como podrá recordar, en nuestro anterior programa estuvimos tratando el
delicado asunto del divorcio. Como usted puede ver, la Biblia es el libro más
práctico del mundo. Y si bien, lo más fácil para los autores bíblicos hubiera
sido soslayar todo tipo de temas espinosos, centrándose sólo en los
espirituales, vemos que, por el contrario, la Biblia aborda todo tipo de
problemas que acontecen al hombre y a la mujer. La Biblia es un buen libro
para tener cerca y consultar habitualmente. De hecho, es el mejor libro,
dado que es la voluntad de Dios para su vida, la cual es, como dicen las
Escrituras, "buena, agradable y perfecta" para usted. Es por esta razón, por
lo que le animamos a leer diariamente la Biblia, la Palabra de Dios, porque
al igual que un vaso de agua fresca, será de ánimo, consejo, dirección y
esperanza para su vida y la de su familia.
En nuestro anterior encuentro ya comentamos que el matrimonio es una
institución importantísima para nuestra sociedad actual. Y por lo tanto, para
nuestras iglesias. Sin embargo, el matrimonio está hoy en día sometido a
todo tipo de dificultades y ataques, ante los cuáles debe prevenirse y
protegerse. Hasta tal punto que, o ambos cónyuges trabajan por y para
mantener su matrimonio, o este está abocado al fracaso. Porque hacen falta
dos para que la pareja funcione, pero sólo uno para destruirla. Y el
matrimonio es hoy uno de los blancos predilectos de Satanás; bien sabe el
diablo que destruido el matrimonio, la familia será separada, sus miembros
sufrirán y la propia iglesia se resentirá en gran manera. Satanás sabe que
destrozando la familia contribuirá activamente a socavar la iglesia de Dios
en la tierra. Y hoy en día hay, en muchos lugares, más divorcios que
casamientos, siendo una triste realidad que nuestras iglesias no han
quedado al margen de este problema.
En nuestro programa anterior comentamos que el Señor Jesucristo le dijo a
una de las grandes iglesias de la antigüedad, la iglesia de Éfeso, según
leemos en el libro de Apocalipsis, capítulo 2, versículo 4: "Tengo contra ti
que has dejado tu primer amor". La palabra original griega que hemos
traducido por primer amor es "protón", y significa lo mejor. Es la misma
palabra que el Señor Jesucristo utilizó en la parábola del hijo pródigo, donde
el padre coloca sobre su hijo la ropa "protón", es decir, la mejor ropa. Y a los
creyentes en Éfeso, Cristo les habla del mejor amor. La Biblia nos dice que
esta iglesia estaba encaminándose hacia una peligrosa frialdad espiritual,
por lo que Cristo le dice: "Pero tengo contra ti, que estás dejando", no que
has dejado, sino que "estás dejando tu primer amor", es decir, "tu mejor
amor". Y es que, estimado oyente, la Biblia compara muchas veces la
salvación del hombre y de la mujer como un romance. La pregunta que el
Señor Jesucristo nos hace es: "¿Me amas?" Él no nos está preguntando:
"¿Vas a serme fiel?, ¿Vas a ir como misionero al tercer mundo? o ¿Vas a
hacer algo increíble y único por Mi?" Sino que Él pregunta: "¿Me Amas?" Y
una vez le hayamos respondido, Él nos dirá: "Si me amáis, guardad mis
mandamientos". (Juan 14:15).
También comentamos en nuestro programa anterior otro asunto relativo al
mencionado por el Apóstol Pablo en el versículo 22 del capítulo 5 de la
epístola a los Efesios, que dice así: "Las casadas estén sujetas a sus
propios maridos, como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer,
así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y Él es su
Salvador".
Puede que este sea uno de los pasajes más deficientemente interpretados
de todo el Nuevo Testamento, pues siempre ha habido quien ha utilizado las
Escrituras como apoyo para sus propios fines, realizando interpretaciones
parciales o falsas de pasajes extraídos de forma aislada de su contexto.
Estas personas son valedoras del viejo dicho que dice así: "Un pasaje fuera
de contexto, es sólo un pretexto."
En numerosas ocasiones se ha descolocado totalmente el énfasis de este
pasaje, y se ve como si estuviera enfocado sobre la subordinación de la
mujer al marido. La frase: "El marido es la cabeza de la mujer", se cita a
menudo aisladamente. Pero la base de este pasaje no es el dominio, sino el
amor. El Apóstol Pablo menciona ciertos aspectos acerca del amor que
debe tenerle un marido a su mujer. En primer lugar, debe ser un amor
sacrificial, es decir, que debe amarla como Cristo amó a la iglesia, lo que
significa, entregándose por ella sin egoísmo alguno. En segundo lugar, debe
ser un amor que cuida; es decir, que el hombre debe amar a su mujer como
ama su propio cuerpo. Porque el verdadero amor no ama para obtener
servicios a cambio, ni para satisfacer necesidades físicas, sino que se
preocupa por la persona amada. Y en tercer lugar, es un amor en cuyo
centro está el Señor. En el hogar cristiano, Jesús debe ser el huésped
siempre presente, aunque invisible. En un matrimonio cristiano no están
implicadas dos personas, sino tres - y la tercera es Cristo.
En las ceremonias matrimoniales antiguas el novio dirigía a su novia la
siguiente promesa: "Con mi cuerpo te adoraré". En la novia, el novio podía
encontrar todo aquello que era digno. Él debía amarla tanto que estaba
dispuesto a morir por ella. Y la Biblia es muy expresiva, tal y como podemos
leer en un libro de la Biblia llamado el Cantar de los Cantares, del rey
Salomón, donde dice: "He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; he aquí
eres bella. Tus ojos son como palomas. Como el lirio entre los espinos, así
es mi amiga entre las doncellas. (Can. 1:16; 2:2) Y aquí tenemos las
palabras de la esposa: "Mi amado es mío, y yo suya; él apacienta entre
lirios" (Can 2:16).
Ahora, permítanos realizar una pregunta para nuestros oyentes, tanto del
sexo masculino, como del femenino: ¿Es usted la clase de hombre o de
mujer por la cual alguien moriría por estar con usted? ¿Se preocupa usted
más de su apariencia externa que de moldear su carácter conforme al
ejemplo de Cristo?, ¿Posee usted la ambición de servir a Dios, de ser de
utilidad en su comunidad o en su iglesia?
En la región occidental de los Estados Unidos, se han erigido algunos
monumentos en honor a la mujer y madre pionera. Una de esas estatuas
representa a una mujer pionera, una esposa, una madre, muy hermosa, con
su cabeza cubierta con un sombrero para protegerse del sol. Los hijos la
rodean, asidos a su largo vestido. Y nos imaginamos que por numerosos
que fueran sus problemas y dificultades, tampoco pudo permitirse acudir a
un psiquiatra o consejero matrimonial. Simplemente sacó adelante a su
familia a costa de su sacrificio y sufrimiento personal. Muchas veces con la
ayuda de su marido, otras muchas, en soledad. Pero ese tipo de mujeres
fueron las que forjaron la leyenda de la mujer pionera, llamada en la Biblia
"la mujer virtuosa."
Ahora nos dirigimos a los jóvenes solteros, chicos y chicas. Resulta
evidente que hay que preocuparse por el aspecto físico, pero lo que
realmente te hará irresistible no tu figura, ni un caro perfume francés, ni
estar vestido a la última moda. Lo que te convertirá en un apersona
irresistible será tu carácter, tu belleza interna. Y eso no se compra; eso hay
que trabajarlo, con esfuerzo y disciplina.
En un mundo unisex, donde las barreras de la feminidad y de la
masculinidad se han desdibujado, nada resulta más atractivo que un
hombre de verdad, y una mujer de verdad; ambos reflejan a Cristo, en sus
valores, en su ética, en su comportamiento, en su carácter. Y ambos son
maravillosamente diferentes. ¿Quién dijo que éramos iguales? Somos
increíblemente diferentes, tanto a nivel físico como emocional, pero
espiritualmente, iguales. Y Dios nos considera absolutamente iguales,
aunque nos asigne roles o papeles diferentes o complementarios. ¿Quién
es más importante ante Dios? Ambos. Por eso afirman los eruditos que el
Cristianismo fue la religión que más contribuyó a lograr la igualdad de la
mujer, una igualdad con plenos derechos.
Nos viene a la memoria la historia de un erudito bíblico llamado Mathew
Henry, que vivió en la Inglaterra del siglo XVIII y escribió uno de los
comentarios de la Biblia más famosos del mundo. Se cuenta que cuando él
llegó a la ciudad de Londres, siendo muy joven, conoció a una muchacha
muy rica, perteneciente a la nobleza. Ambos se enamoraron mutua y
apasionadamente. Cuando ella acudió a su padre para decirle que estaba
enamorada de este joven, su padre intentó desanimarla diciéndole: "Ese
joven ni siquiera tiene un curriculum conocido. Ni siquiera sabes de dónde
proviene". A lo cual ella respondió: "Tienes razón, no sé de dónde viene,
pero si sé a dónde va". Y agregó: "Y yo voy a ir con él". Y así lo hizo.
Otra historia, en la que una mujer marcó la diferencia, fue la acontecida al
famoso escritor norteamericano Natanael Hawthorne, un simple empleado
del servicio de aduanas en la ciudad de Nueva York, que pasaba
absolutamente desapercibido, salvo por su pésimo desempeño, motivo por
el cual fue finalmente despedido. Cuando regresó a su hogar, se sentó en
una silla, deprimido y desanimado, completamente derrotado. Su esposa se
le acercó, y colocó delante de él una pluma y papel, y abrazándole le dijo:
"Ahora, Natanael, tú puedes hacer lo que siempre has querido hacer.
Puedes escribir". Y las dos novelas más famosas que él escribió fueron: "La
Letra Escarlata", y "La Casa de Los Siete Tejados". Y su logro se debió,
como el mismo reconoció, a la actitud de comprensión, fortaleza y ánimo de
su esposa, la cual le sirvió de inspiración. Cuando tras muchos años falleció
el escritor, su esposa escribió: "Yo tengo una eternidad, gracias a Dios, en
la cual puedo conocerle más y más; si no fuera así, moriría de
desesperación."
La Biblia está repleta de historias fascinantes que le animamos a descubrir.
Éstas incluyen batallas, conquistas, guerras, amores apasionados, amores
no correspondidos, romances, historias de hombres y mujeres, con
problemas comunes, como los de hoy en día. Porque en poco han
cambiado la naturaleza de nuestros problemas. Ahora, seguimos teniendo
los mismos problemas de comunicación, de lucha por el poder, de egoísmo,
de falta de entrega por el otro. Por ello la Biblia, el libro que hemos
nominado muchas veces como el más práctico del mundo, ofrece múltiples
soluciones a este respecto. Pero estamos hablando de hechos, amigo
oyente.
Regresemos a los principios, a los comienzos. Dijo el Apóstol Pablo: "Así
también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos
cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. (Efe. 5:28) Si usted
ama a su mujer, amigo oyente, ella es su otra parte, es su "media naranja";
Ella es usted, Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la
sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos
miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el
hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una
sola carne. (Efe. 5:29-31)
Amigo oyente, Eva fue creada para ser ayuda idónea para Adán, una ayuda
perfecta para él. Ella fue formada a partir de su costilla, para que fuera
como él, para que le pudiera completar y complementar. Dice el libro del
Génesis, capítulo 2, versículos 23 y 24: Dijo entonces Adán: Esto es ahora
hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona,
porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su
madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne".
Veamos ahora otra historia: la historia de Abelardo y Eloísa, que tuvo lugar
hace algunos siglos. Abelardo era un joven filósofo y eclesiástico francés,
que llegó a ser un gran profesor y predicador de la universidad de París. Un
canónigo de París llamado Fulberto tenía una sobrina que se llamaba
Eloísa, a la cual envió a que estudiara con Abelardo. Cuando surgió el amor
entre ambos, la férrea oposición de su tío convirtió en un martirio la relación
entre ambos amantes. Tampoco se les permitió casarse, dado que el
matrimonio de un sacerdote era un auténtico escándalo. Un escritor llamado
Juan Lord escribió una obra titulada "Sus Grandes Mujeres", en cual
nombra a Eloísa como el ejemplo del amor matrimonial. En la introducción a
su libro, él escribió algo verdaderamente hermoso, que queremos compartir
con usted, dice: "Cuando Adán y Eva fueron expulsados del paraíso, ellos
aún podían encontrar flores en cualquier lugar a donde se dirigieran.
Floreciendo en perpetua belleza, la flor representa una gran certidumbre sin
la cual muy pocos podían ser felices. Sutil, misteriosa, inexplicable, todos
los poetas, moralistas, paganos o cristianos, la identifican con la felicidad,
con la existencia humana, con el alma en su más elevada aspiración. Aliada
con lo transitorio, y lo mortal, aun con lo débil y lo corrupto, no es inmortal.
Es, al mismo tiempo, una pasión, un sentimiento y una inspiración."
Abelardo y Eloísa se habían enamorado intensamente, pero la iglesia no les
permitió casarse. Por ello, se unieron secretamente en matrimonio gracias a
los oficios de un amigo de Abelardo. Sin embargo, la traición de un sirviente
de la pareja dio al traste con los planes de felicidad conyugal. Ella fue
obligada a internarse de por vida en un convento. Nunca se le permitió
volver a ver a Abelardo. Él tenía 20 años más que ella y cuando al cabo de
muchos años él estaba moribundo en su lecho, suplicó que la permitieran
visitarle, para que le cuidara. Pero aún eso le fue prohibido. Entonces él
escribió: "Cuando te plazca, oh Señor, y si te agrada, Tú nos uniste y Tú nos
separaste. Ahora, lo que Tú en Tu misericordia has hecho, en Tu
misericordia, completa. Y después de habernos separado en este mundo,
únenos eternamente en el cielo."
Y amigo oyente, si usted tiene una esposa a quien ama; o, amiga oyente, si
usted tiene un marido a quien ama de veras, entréguese completamente a
él, ámelo, dedíquele tiempo, atención y esfuerzo; no escatime cumplidos,
muestras de cariño y respeto; porque el matrimonio es el pilar de su familia,
el cual es el pilar de la sociedad, y de la iglesia de Cristo.
Vamos a detenernos aquí por hoy. Continuaremos con nuestro estudio del
profeta Malaquías en nuestro próximo programa. Esperamos contar con su
presencia a través de las ondas, para seguir descubriendo todos los tesoros
que Dios nos ofrece por medio de Su Palabra, la cual es fuente de vida
eterna para usted. Hasta entonces, que Dios le bendiga abundantemente
mediante la lectura diaria de la Biblia, la cual le dará fuerza, equilibrio y una
perspectiva eterna sobre las cosas que suceden en su vida y en nuestro
mundo.
Malaquías 2:10 - 17
En nuestro programa de hoy, estimados oyentes, continuaremos con
nuestro viaje por el libro del profeta Malaquías. Hoy volveremos al inicio del
capítulo segundo, desde el versículo 10 hasta el 17, repasando algunos
versículos importantes que ya tratamos en programas anteriores. Le
invitamos a que abra su Biblia y nos acompañe en este particular viaje.
En nuestro anterior encuentro comentamos cómo Malaquías, mensajero de
Dios, amonestó al pueblo por quebrantar el pacto sagrado del matrimonio
mediante el divorcio de sus esposas judías para contraer matrimonio con
mujeres paganas, que adoraban a otros dioses y que estaban induciendo a
sus marido a hacer lo mismo.
También comentamos que el divorcio ha sido un problema social a lo largo
de toda la historia de la humanidad, porque destruye el núcleo de nuestra
sociedad, la familia. Por ello Dios habló firmemente al pueblo y a sus
máximos responsables espirituales, los sacerdotes, cuyo mal ejemplo y
negligencia en el culto estaba siendo un pésimo modelo para el pueblo. Sin
líderes espirituales, la nación de Israel estaba a punto de volver a caer en el
pecado que motivó su último castigo por parte de Dios: el destierro, exilio y
esclavitud por 70 años en la ciudad de Babilonia, capital del imperio invasor.
Dice así la primera parte del versículo 10:
"¿No tenemos todos un mismo padre?"
Algunos eruditos sostienen que aquí Malaquías se está refiriendo al
patriarca Abraham. Pero la siguiente pregunta que podemos leer en este
texto nos aclara mucho de lo que aquí Dios está diciendo: ¿No nos ha
creado un mismo Dios? Aquí, pues, no nos cabe duda de que está
presentando a Dios como el Padre. Dios fue el Padre de la creación, pero el
hombre perdió, por su pecado y desobediencia, todos sus potenciales
privilegios de hijo. Adán fue el hijo de Dios, y tras su caída y expulsión del
paraíso, tuvo su propio hijo, pero fue un hijo a su propia semejanza, no a la
semejanza de Dios, sino a la semejanza de su naturaleza caída y
pecaminosa.
Y cuando Él se dirige y habla a la nación de Israel, no lo hace a nivel
particular e individual de Padre a hijo, sino que lo hace de Padre a la Nación
de sus hijos; su relación no es personal, sino distante, hacia la nación
entera de Israel. Él dice, como expresa Isaías: "Israel, mi hijo". Incluso dos
hombres muy destacados en el Antiguo Testamento como lo fueron David y
Moisés, no fueron llamados hijos, sino que se llamaba a Moisés, "mi siervo",
y a David, "mi siervo", y nunca: "Moisés, mi hijo; o David, mi hijo". Y
nosotros, los que no somos judíos, hemos llegado a ser los hijos de Dios
por medio de la fe en el Señor Jesucristo. Ahora, aquí dice el texto: ¿No
tenemos todos un mismo padre?
La Biblia dice que todos somos criaturas de Dios, pero no todos somos hijos
de Dios. Para ser hijo suyo y poder llamarle "padre" tenemos que haber
aceptado una verdad que cambiará nuestra perspectiva de vivir: Jesús fue
nuestro Salvador y ahora es nuestro Señor, es decir, quien dirige, y
gobierna nuestra vida.
Dice la última parte del versículo 10:
"¿Por qué, pues, nos portamos deslealmente el uno contra el otro,
profanando el pacto de nuestros padres?"
Aquí se nos presenta cómo el pueblo que había sido escogido por el mismo
Dios para ser Su nación, estaba quebrantando, una vez más, su pacto de
Dios. Tal y como aquí dice, se estaban portando deslealmente con Él. No
caminaban ni con Dios, ni en su misma dirección. Lo mismo sucede en
nuestro mundo actual, ¿verdad? Hay algunas personas, cristianas o no
cristianas, de las cuales uno no puede fiarse. ¿Por qué? Porque se
comportan deslealmente. Y no hay nada que perjudique más la causa de
Cristo en el presente que el comportamiento de algunos de Sus hijos. Dice
un refrán español: "De tal palo tal astilla". Y siguiendo este popular dicho,
¿no pensarán acaso que nuestro Padre es igual que nosotros, nos
comportemos bien o mal? Los cristianos somos auténticos embajadores de
Cristo, por lo cual nuestro deber es ser ciudadanos ejemplares, atentos
vecinos, trabajadores y empleados excepcionales, estudiantes aplicados y
buenos padres y madres de familia.
Usted y su vida son el mayor evangelista de su entorno, no lo olvide. Y esta
responsabilidad no se puede delegar en nadie más. Si usted es desleal con
sus deberes como cristiano, estará siendo desleal con Dios. Continúa el
versículo 11, diciendo así:
"Prevaricó Judá"
Aquí se refiere a Judá, a Jerusalén y a Israel, por lo que incluye a las 12
tribus, siendo Jerusalén su capital. Y dice el versículo completo:
"Prevaricó Judá, y en Israel y en Jerusalén se ha cometido abominación;
porque Judá ha profanado el santuario del Señor que él amó, y se casó con
hija de dios extraño."
Dios es un Dios santo, y Él ama la santidad. Dios no ama el pecado. Él
aborrece el pecado. ¿Pero a qué clase de pecado se estaba refiriendo Dios
aquí? Prestemos atención a estas palabras: "Y se casó con hija de dios
extraño".
Ya hemos mencionado este asunto. Los hombres, seducidos por hermosas
muchachas extranjeras, estaban abandonando a sus propias esposas,
divorciándose de ellas para volverse a casar con esas muchachas, aunque
estas jóvenes estaban sirviendo a deidades paganas. Ellas fueron las que
introdujeron la idolatría a Israel, ante la pasividad e inacción de sus
enamorados nuevos maridos.
¿No está sucediendo acaso la misma historia hoy en día? ¡Cuántos
matrimonios mixtos tenemos entre nuestros jóvenes, los cuales se casan
con personas totalmente incrédulas respecto a Dios? ¿Y que suele suceder
con el nuevo matrimonio? Normalmente dejan ambos de asistir a la iglesia,
cambian su escala de prioridades y comienzan a apartarse de la voluntad
de Dios, que, según la Biblia es buena, agradable y perfecta para nosotros.
Por ello decimos desde aquí que un cristiano no debe casarse con un no
cristiano. Dice la Biblia, ¿acaso puede tener la luz comunión con las
tinieblas? Cualquier muchacha o joven que hace esto ante Dios,
desobedeciendo instrucciones y mandamientos muy claros respecto a esto,
se está metiendo voluntariamente en graves dificultades.
Leamos ahora el versículo 12 de este capítulo 2 de Malaquías:
"El Señor cortará de las tiendas de Jacob al hombre que hiciere esto, al que
vela y al que responde, y al que ofrece ofrenda al Señor de los ejércitos."
"Las tiendas de Jacob" era una expresión utilizada para referirse a la
Comunidad. La práctica religiosa no podía servir para cubrir las faltas
cometidas al casarse con un pagano. La expresión "al que vela y al que
responde" se refería a dos clases de personas: el "vigía activo", que vela y
está despierto a la realidad, y al "oyente pasivo", que espera antes de
responder. Al parecer, esta frase se originó en los pueblos nómadas que
tenían guardias alrededor de sus tiendas para velar y arrestar a los demás
en caso de peligro. Esto alude al juicio de exterminación en contra de todos
aquellos que cometan pecado de idolatría con semejante insolencia.
Continuando con la lectura de la Palabra, dice así el versículo 13 de
Malaquías:
"Y esta otra vez haréis cubrir el altar del Señor de lágrimas, de llanto, y de
clamor; así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de
vuestra mano."
¿Qué era lo que estaba sucediendo? Que el llanto y clamor de los israelitas
iban a ser en vano, dado que Dios no iba a responder a sus lamentos. Al
haber violado sus votos matrimoniales y aceptado adoración a falsas
deidades, el Señor cortó toda vía de acceso a Él. Y el Señor les avisa que
no aceptará ofrenda alguna que intente aplacar su ira: "Así que no miraré
más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano". Dios no
puede aceptar ofrendas hipócritas que lo único que pretenden no es realizar
una sincera demostración de amor hacia Dios, sino un mero pago o soborno
para evitar un castigo divino, aunque éste se haga con un sincero
sentimiento de culpa o remordimientos. Leemos a continuación, en la
primera parte del versículo 14 :
"Mas diréis: ¿Por qué?"
Ellos se presentaron ante Dios con fingida sorpresa y dolor, argumentando:
"¿Cómo es posible que Dios no se digne a aceptar nuestra sincera ofrenda?
Traje un hermoso cordero para ofrecerlo a Dios... y Él no se digna a
aceptarlo" Sin embargo Dios dice que en la vida de este hombre hay
pecado de hipocresía y que no está dispuesto a aceptarla. Y cuando ellos
preguntan a Dios el por qué de su rechazo, Él se lo explica claramente para
que no haya malentendido alguno. Leamos el versículo 14 de este capítulo
2 de Malaquías, que dice así:
"Mas diréis: ¿Por qué? Porque el Señor ha atestiguado entre ti y la mujer de
tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la
mujer de tu pacto."
Aquí el profeta acentuó el carácter ofensivo de la infidelidad al mencionar
los aspectos legales y obligatorios del contrato matrimonial, un pacto hecho
ante Dios como testigo. Y el versículo 15 dice:
"¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno?
Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro
espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud."
"¿Y por qué uno?" Malaquías resaltó que por medio del matrimonio, Dios
convertía a dos seres en uno solo, por lo que la poligamia, el divorcio y el
matrimonio con mujeres idólatras eran situaciones destructivas para el
establecimiento de un pueblo santo del cual nacería el Mesías, el Salvador
del mundo.
Y si usted, estimado amigo o amiga, es un cristiano y está a punto de
contraer matrimonio con un "no cristiano", y aún cree que tras su matrimonio
tiempo habrá para que su pareja comparta su fe y su esperanza, debemos
decirle que, por lo general, suele suceder más bien lo contrario: que es el
cristiano el que abandona sus esfuerzos iniciales y deja enfriar su fe hasta
el punto de congelación; deja de asistir y participar en la iglesia y no insiste
en la futura educación cristiana de sus hijos. Es por ello que usted tiene que
ganarle para Cristo antes del casamiento, porque después es muy posible
que nunca suceda, lo cual podrá o bien ocasionarle bastantes problemas y
dificultades, poniendo en peligro el mismo matrimonio, o bien podrá
causarle un debilitamiento de su fe cristiana, hasta el punto de abandonar
su compromiso y obediencia con el Señor. "Guardaos, pues, en vuestro
espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud".
Dios aquí manifiesta rotundamente que este era el matrimonio que Él había
honrado. Él no podía bendecir a aquellos que han quebrantado o destruido
los votos matrimoniales casándose con estas mujeres extrañas. Dios había
prohibido los matrimonios mixtos, con los gentiles fuera de su Pacto.
Cuando estudiamos el libro de Nehemías, vimos que después de haber
edificado los destruidos muros de Jerusalén, él tuvo que regresar a su
trabajo en la capital de Media y de Persia, donde servía al rey, ya que era
su copero. Después de haber estado allí por algún tiempo, Nehemías salió
de vacaciones, y en su viaje él se encontró con que Tobías, el enemigo de
Dios, había preparado una habitación en los atrios de la casa de Dios, del
templo, porque el hijo del sumo sacerdote se había casado con la hija de
Tobías. Quizá usted recuerde lo que hizo Nehemías. El profeta fue al
Templo, arrojó todos los muebles a la calle, hizo que limpiaran el lugar, y
volvieran a colocar allí los utensilios sagrados de la casa de Dios. Quizá
pensamos que esa actitud era muy dura y poco diplomática , pero la
santidad de la Casa del Señor no podía seguir contaminada con objetos no
autorizados ni santificados por Dios. Continuamos, en el versículo 16 de
este capítulo 2 de Malaquías, leemos:
"Porque el Señor, Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al
que cubre de iniquidad su vestido, dijo el Señor de los ejércitos. Guardaos,
pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales."
Una de las tradiciones más hermosas y significativas en una ceremonia
nupcial en el Antiguo Testamento es el momento cuando el novio toma su
capa y la coloca sobre la novia. Eso simbolizaba su intención de protegerla,
de que él era ahora su protector. Esta costumbre se describe en el hermoso
libro de Rut. Rut era una joven viuda, y según la ley mosaica, ella podía
reclamar al soltero Booz, como pariente cercano de su suegra, para que él
la "redimiera". Él no podía pedirle a ella en matrimonio; según la costumbre,
regulada por la ley, era ella la que tenía que reclamar ese derecho. Así es
que, Noemí, su suegra la envía a la era, al campo de Booz, con la
recomendación: " Y cuando él se acueste, notarás el lugar donde se
acuesta, e irás y descubrirás sus pies, y te acostarás allí; y él te dirá lo que
hayas de hacer. Y aconteció que a la medianoche se estremeció aquel
hombre, y se volvió; y he aquí, una mujer estaba acostada a sus pies.
Entonces él dijo: ¿Quién eres? Y ella respondió: Yo soy Rut tu sierva;
extiende el borde de tu capa sobre tu sierva. Es decir que ella, la viuda Rut,
le estaba pidiendo a él su protección como pariente que le pudiera redimir.
O sea, que le estaba pidiendo que se casara con ella. Y eso es lo que el
hombre le ofrece a una mujer en el matrimonio ante Dios: su protección y su
amor. Y ella, la esposa, delante de Dios, le ofrece su amor y su vida. Ese es
el cuadro que tenemos de Cristo y la iglesia. Ahora, en el versículo 17, el
último versículo del capítulo 2 de Malaquías, dice:
"Habéis hecho cansar al Señor con vuestras palabras."
Dios dice: "Estoy tan cansado de esas oraciones largas y presuntamente
piadosas, estoy tan cansado de la mucha retórica.
Quizá usted recordará, estimado amigo oyente, que fueron ellos, el pueblo
de Israel el que habían manifestado a Dios que estaban cansados de
cumplir ritos y ceremonias, que no veían utilidad en cumplir las leyes. Y
entonces, Dios les contesta, por medio del profeta Malaquías que Él estaba
más cansado que ellos, que ellos le habían hartado y ofendido con los
servicios hipócritas que llevaban a cabo, supuestamente para Dios.
Malaquías tuvo una misión difícil, porque Dios le había encargado un trabajo
poco agradable. Pero a medida que continuamos nuestra lectura de este
libro profético, comprendemos que este mensajero era fiel a su misión y su
denuncia era como una estocada al centro mismo de los males de su
pueblo.
Y por hoy, vamos a detenernos aquí. Dios mediante, continuaremos en
nuestro próximo programa con el estudio del capítulo 3, el último capítulo de
este libro de Malaquías. Nos permitimos sugerirle que lea el capítulo 3 de
Malaquías, y se familiarice con su contenido, porque facilitará la
comprensión del texto que trataremos. Que Dios bendiga Su Palabra y que
Su Espíritu ilumine su alma para desear cada día más la presencia real y
transformadora de Dios en su vida, estimado amigo oyente. Esa es nuestra
oración, y nuestro más ferviente deseo para cada oyente de este espacio
radiofónico.
Será, pues, hasta nuestro próximo programa, ¡que Dios le bendiga es
nuestra ferviente oración!
Malaquías 2:17 - 3:4
Continuamos hoy, estimado amigo oyente, nuestro recorrido por el libro del
profeta Malaquías, el último del Antiguo Testamento de la Biblia, tras el cual
Dios no volvería hablar al hombre, al ser humano, hasta el nacimiento del
Mesías, 400 años después, por medio de Juan el Bautista. Le invitamos,
pues, a que abra su Biblia y nos acompañe en este viaje.
Comenzaremos regresando al versículo 17 del segundo capítulo, que es el
último versículo que consideramos en nuestro programa anterior.
Continuaremos nuestro viaje adentrándonos en los primeros versículos del
capítulo tercero, lo cuáles nos darán respuesta a la pregunta formulada en
este último versículo del capítulo segundo. Veremos así mismo, cómo en
estos tres primeros versículos, hay una especie de paréntesis muy parecido
a los que pudimos encontrar en los libros de los profetas Hageo y Zacarías.
En ambos libros, un interludio histórico interrumpía la trama para retomarla
tiempo después, tres años en el caso de Zacarías, por ejemplo. En el caso
de Malaquías, se tratará de la predicción de dos mensajeros por medio de
los cuales Dios provee su respuesta a su pueblo.
Si usted es un oyente habitual de nuestro programa, usted recordará, cómo
Malaquías, mensajero de Dios, amonestó al pueblo por quebrantar el pacto
sagrado del matrimonio mediante el divorcio de sus esposas judías, para
contraer matrimonio con mujeres paganas, que adoraban a otros dioses y
que estaban induciendo a sus maridos a hacer lo mismo.
Retomamos nuestra lectura a partir del versículo 17 del segundo capítulo de
Malaquías. Este versículo es muy importante porque constituye la
introducción del resto de libro. La denuncia de los pecados de Israel va
seguida por una declaración del juicio que caerá sobre los que no se
arrepientan, así como la bendición subsiguiente sobre el remanente fiel, un
pequeño grupo que continuaba observando los mandamientos de Dios, pero
que lo hacían de corazón.
Los israelitas a los que Malaquías se dirige, algunos de los cuáles oficiaba
como sacerdotes, eran personas infieles y desobedientes a las leyes y
mandamientos del Señor. Con sus pecados habían agotado la paciencia de
Dios, y su escepticismo acerca de la fidelidad de Dios hacia ellos, y la
actitud de constante queja y auto-justificación, fueron la razón por la cual el
juicio vendría sobre ellos.
Leamos ya la primera parte del versículo 17, en el capítulo 2 de Malaquías,
que dice así:
"Habéis hecho cansar al Señor con vuestras palabras. Y decís: ¿En qué le
hemos cansado?"
¿Qué le parece a usted, estimado oyente, escuchar a estos israelitas
dirigirse a Dios con un tono inocente y herido y absolutamente carente de
culpa o remordimiento? Casi podemos intuir, entre líneas, un ligero matiz de
ofensa e indignación ante el hecho de que Dios se atreviera siquiera a
dirigirse a ellos en semejante tono. Y ellos se preguntan: "¿En qué le hemos
cansado?" Sin embargo, Dios tiene la respuesta, hasta a esa pregunta
insolente. Él tiene una respuesta para todas nuestras preguntas. Y la
reacción de Dios es: "Vosotros me cansáis. Y decís: "¿En qué le hemos
cansado?" Leamos ahora la segunda parte del versículo 17:
"En que decís: Cualquiera que hace mal agrada al Señor, y en los tales se
complace; o si no, ¿dónde está el Dios de justicia?"
Vinculemos estas palabras al entorno en el cual Malaquías pronunció estas
palabras. Tras la ansiada reconstrucción del templo, vino la desilusión. La
presencia de Dios no había venido aún al nuevo Templo y el pueblo
comenzó a vivir con indiferencia ante Dios. Endurecido y sin apenas
discernimiento espiritual, el pueblo persistió en sus expresiones cínicas de
inocencia. Habían abandonado toda intención de tomar en serio las
diferencias entre el bien el mal. Y dominados hasta tal punto por la
complacencia de creerse justos en su propia opinión, tuvieron el descaro de
cuestionar con insolencia al Señor, y hasta llegaron a comentar que Él
parecía favorecer a los malvados, y no interesarse mucho por los justos. Sin
embargo, el profeta los confrontó con la realidad del juicio inminente de Dios
y les dijo que Él, Dios, sí se había puesto en el camino, pero no como ellos
querían, o esperaron, sino para refinar y purificar.
Prestemos atención a las palabras del Rey israelita David, que en su Salmo
73:2-3 dice así: "En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco
resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la
prosperidad de los impíos".
Y eso es precisamente lo que estaba sucediendo en los días de Malaquías.
Una nueva moralidad se estaba instalando en las mentes y en los
corazones del pueblo del Señor. Una nueva moralidad cuyos límites entre lo
bueno y lo malo estaban desdibujados, en la que todo era relativo, en la que
las normas y leyes de Dios eran re interpretables según la intención de cada
uno. Por este motivo podían decir sin remordimiento alguno: "Cualquiera
que hace mal agrada a Jehová". Tal y como profetizó Isaías unos 200 años
antes: "Llegará el día en que llamarán al bien mal y al mal bien". Y dado que
no veían las consecuencias de su mala conducta, llegaron a engañarse y tal
vez pensaron: "A Dios no le importa lo que hagamos, mientras acudamos a
nuestro templo y le ofrezcamos nuestras ofrendas y sacrificios.
¡Cuan equivocados estaban, queridos oyentes! Ya lo hemos mencionado en
alguna ocasión, ¿verdad? Dios no desea sacrificios: Dios le desea a usted.
Dios no desea sus ofrendas porque usted es su ofrenda, viva y grata para
Él. Dios no desea su adoración el día que acude a la iglesia: desea que
usted le adore las 24 horas del día durante los 365 días del año. ¿Pero
cómo es posible esto? -se preguntará-. Con su conducta diaria. Porque
adorar a Dios es mucho más que cantarle canciones u orar. Adorar es que
todo lo que usted haga, lo haga como si fuera para Dios. Decía el
reformador protestante Martín Lutero que hasta una lechera ordeñando a
una vaca puede ser un acto de adoración, si ésta hace como para Dios. ¡Ahí
está el secreto querido amigo y amiga! Hacer todo como para Dios. ¿Y por
qué? -puede usted estar preguntándose-. Porque la Biblia dice que usted
fue planeado para agradar a Dios. En Apocalipsis 4:11 leemos (en la
versión de la Biblia parafraseada): "Porque tú creaste todas las cosas;
existen y fueron creadas para ser de tu agrado". Y en el Salmo 149:4 (NVI)
leemos: "Porque el Señor se complace en su pueblo". Y en la Biblia,
agradar a Dios se conoce como "adoración".
Por ello, el primer propósito de su vida debiera ser agradar a Dios por medio
de su propia vida, vivir para complacerlo. Y cuando logre entender
completamente esta verdad, sentirse insignificante o poco importante nunca
volverá a ser un problema para usted. Imagínese lo importante que es usted
para Dios que Él lo considera lo suficientemente valioso para que lo
acompañe por la eternidad.
Pero, ¿cuántas veces nos comportamos como si olvidáramos lo importante
que nuestros actos, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos son para
Dios? Uno de los mayores males de la "religión" es que nos da una imagen
distorsionada de Dios: Un Dios distante a nosotros e indiferente a nuestros
problemas. ¡Nada más falso, querido amigo! Dios está interesado en todos
los aspectos y detalles de su vida, y la Biblia está llena de historias que así
lo atestiguan, como la que estamos leyendo en Malaquías, en la que el Dios
todopoderoso y creador del Universo se interesa por la situación en la que
quedan las mujeres judías al ser abandonadas por sus maridos.
Por otro lado, ¿no es verdad que a veces nos comportamos como si
nuestros actos no pudieran interesarle a Dios, especialmente los "malos", y
pretendemos sacudirnos como el polvo nuestra culpa asistiendo a la iglesia,
como si el simple acto de acudir allí nos limpiara de nuestras faltas. De
nuevo, nada más falso, querido amigo y amiga; Dios no mira las formas,
mira los corazones. Si usted se comporta de esta manera, estará replicando
la conducta que tanto disgustó a Dios en los tiempos de Malaquías: el
pueblo, con una mano de adoraba y ofrendaba y con la otra pecaba,
adulando a falsos dioses y contrayendo nuevos matrimonios con mujeres
paganas.
El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee, contaba que
cuando él era pequeño, robaba la fruta de sus vecinos. Y cada vez que él
iba a robar la fruta, pensaba que iba a caer un rayo del cielo, y que moriría
en ese instante. Pero a pesar de ello, el continuaba robando la fruta de sus
vecinos, porque así es la terquedad y la obstinación del corazón humano. Y
aunque pensaba que algún día Dios le iba a juzgar, decidió seguir actuando
mal. Y, amigo oyente, no pensamos que Dios actúe de esa manera. En el
libro de los Proverbios leemos: "El corazón del hombre continúa en la
maldad". Y de la misma manera, los israelitas persistían obstinadamente en
su actitud de satisfacer sus deseos y no los de Dios, y al ver que "nada malo
sucedía", quizá pensaban "si Dios no me ha castigado, a lo mejor no está
tan mal lo que estoy haciendo" o "A Dios le es indiferente si yo hago mi
voluntad". Pero Dios nunca permanece indiferente a los que usted hace; y
todos nuestros actos tendrán siempre una repercusión eterna.
Leamos a continuación la respuesta que Dios provee en el versículo 1 del
capítulo 3, que dice así:
"He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí;
y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el
ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho el Señor
de los ejércitos."
En este versículo Malaquías profetiza a dos mensajeros. El primero es Juan
el Bautista. El segundo es el mensajero del pacto, el Señor Jesucristo. El
primer mensajero que tenía que ir delante de Él para preparar el camino era
Juan el Bautista, citado en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento. Sin
embargo, el ángel o mensajero del pacto no se cita en parte alguna de los
evangelios. ¿Sabe por qué, amigo oyente? Porque este mensajero del
pacto aquí mencionado es el Señor Jesucristo. Es importante, además,
destacar que Él no vino en la primera ocasión para juzgar. Usted recuerda
que Él dijo a un hombre, una vez: ¿Quién me ha puesto sobre vosotros
como juez? Él no ha vino a juzgar aún. Él vino a salvar. Él vino a traer
gracia, no gobierno. Él vino como Aquel que es Salvador y no como
soberano, ni como rey. Por ello, cuando Él regrese a la tierra, lo hará como
el Ángel o Mensajero del pacto, para ejecutar la justicia y juicio sobre la
tierra.
Los reyes del Cercano Oriente tenían la costumbre de enviar mensajeros
antes de ellos para quitar obstáculos de cualquier tipo para su visita. El
Señor mismo empleó un juego de palabras con el nombre de Malaquías
(que significa "el mensajero del Señor"), para anunciar que enviaba a uno
que iba a preparar "el camino delante de Él". Esta fue la voz que "clama en
el desierto" (Isaías 40:3), así como el anunciado por el profeta Elías de 4:5,
quien viene delante del Señor.
Veamos algunos pasajes más referidos a este personaje, conocido como
Juan el Bautista. El primero se encuentra en el evangelio según San Mateo,
capítulo 11, versículos 9 y 10, que dicen: Pero ¿qué salisteis a ver?, ¿A un
profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Porque éste es de quien está
escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará
tu camino delante de ti". Leamos ahora en el evangelio según San Marcos,
capítulo 1, versículo 2, que dice así: "Como está escrito en Isaías el profeta:
He aquí yo envió mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu
camino delante de ti".
En el evangelio según San Lucas, capítulo 7, versículo 27, dice: "Éste es de
quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual
preparará tu camino delante de ti". En el evangelio de San Juan, capítulo 1,
versículo 23, leemos: "Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto:
Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías". Y Malaquías
también se refiere a este mensajero.
Querido amigo y amiga que me escucha, ¿cree usted realmente que Dios
no tiene ninguna intención de juzgar el pecado, y que Él tiene la intención
de permitir a los pecadores que se salgan con la suya, y que la injusticia
quedará impune? Dios va a juzgar a la humanidad. Y quien no lo tenga
como Salvador, lo tendrá como juez. Él dice que el Padre le ha entregado
todo el juicio en Sus manos - en las manos del Hijo. Y en el libro de
Apocalipsis, que estudiaremos muy pronto, veremos el Gran Trono Blanco,
y cómo Él está sentado en dicho trono. Y no pretendemos con estas duras
palabras lanzar un mensaje negativo o amenazador. Pero debemos
comunicarle lo que la Biblia dice sobre el pasado, el presente y el futuro. Y
realmente las Escrituras son extremadamente claras al indicar que sólo hay
dos caminos: uno de vida y otro de perdición. Es nuestra decisión por dónde
transitamos a estas alturas de la vida. Es su decisión, ni siquiera la de Dios,
que aunque soberano absoluto, le ha otorgado a usted la plena libertad de
elegir.
Ahora, aquí en este libro de Malaquías, leemos: "Y vendrá súbitamente a su
templo el Señor a quien vosotros buscáis". Esto no significa que vendrá de
inmediato, sino de forma instantánea y sin ser anunciado. Por lo general,
este tipo de expresiones en la Biblia se refieren a un acontecimiento lleno
de calamidad. Al terminar todos los preparativos, el Señor vendrá pero no al
templo de Zorobabel, sino de manera definitiva a aquel templo mencionado
por el profeta Ezequiel (cap. 40 al 48). De esta manera referida por
Malaquías, la llegada inesperada de Cristo que se cumplió en parte con su
primera venida se hará por completo realidad en su segunda venida.
A quien deseáis vosotros (Malaquías 3:1)
Esta frase pudiera estar cargada de ironía, porque el pueblo, pecador, no se
deleitaba en Dios en aquel tiempo y tampoco lo harían cuando Él viniera a
juzgar su culto hipócrita y a purificar el templo. Apocalipsis 19:11 dice que
todos los impíos serán destruidos en su regreso a la tierra.
Leamos el versículo 2 del capítulo 3 de Malaquías:
"¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿o quién podrá estar en
pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como
jabón de lavadores."
Él va a purificarlo todo, amigo oyente. Él nos va a limpiar. Va a purificar y a
limpiar. Y ya no habrá ninguna impureza cuando Él establezca el milenio
sobre la tierra. En su venida Él quitará todas las impurezas. Ninguno
escapará de esta purificación, y es importante matizar que Él vendrá a
purificar y a limpiar, y no necesariamente para destruir. Ahora, en la primera
parte del versículo 3, leemos:
"Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de
Leví, los afinará como a oro y como a plata"
Puesto que los sacerdotes del pacto levítico fueron responsables en gran
medida por el extravío de la nación y se requería un nuevo grupo de
sacerdotes puros para el ministerio en el templo milenario, la limpieza de la
nación iba a comenzar con ellos. De esa manera, ellos podrán traer ofrenda
justa al Señor, conforme a lo que se refiere a los sacrificios en el milenio. Y
la segunda parte del versículo 3 dice:
"Y traerán al Señor ofrenda en justicia."
Sus ofrendas procederán de un corazón limpio y una condición íntegra
delante de Dios, por esa razón serán traídas en justicia. Estos sacrificios
durante el milenio tendrán el propósito de que la nación redimida de Israel
conmemore el sacrificio que Cristo hizo en el Calvario. Y en el versículo 4,
leemos:
"Y será grata al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días
pasados, y como en los años antiguos."
Dios dice que sólo después de que el sacerdocio sea purificado y su pueblo
limpiado, podrán ellos ofrecer lo que agrada al Señor como en los mejores
días del Rey Salomón.
Vamos a detenernos aquí por hoy. Le invitamos a acompañarnos
nuevamente en nuestro próximo programa, en el cual continuaremos con
nuestro estudio del profeta Malaquías. Esperamos, junto a usted, seguir
descubriendo todos los tesoros que Dios nos ofrece por medio de Su
Palabra, la cual es fuente de vida eterna para usted, y para todo aquel que
se acerca con sed de verdad y paz. Hasta entonces, que Dios le bendiga
abundantemente mediante la lectura diaria de la Biblia, la cual le dará
nuevas fuerzas cada mañana, consejos con sabiduría de Dios para enfocar
sus problemas, consuelo en tiempo de aflicción y, especialmente, certeza;
Certeza de que usted y yo podemos comenzar a disfrutar, hoy mismo, de
todas las riquezas que Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador, nos ha
prometido.
Malaquías 3:4 - 7
Retomamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por el libro bíblico de
Malaquías, analizando sus profecías y cómo éstas impactaron su sociedad,
así como también la aplicación práctica que podemos extraer para nuestra
vida.
Retomamos pues nuestra lectura en el capítulo 3, cuyo comienzo, según
comentamos en nuestro programa anterior, se inicia con el mensaje de
Malaquías en el que se mencionan a dos mensajeros que harían su
aparición en algún momento del futuro.
El primer mensajero debía preparar el camino para el segundo. El primer
mensajero, como ya mencionamos, fue Juan, el Bautista. El segundo,
denominado "mensajero del Pacto", sería el mismo Señor Jesucristo.
También apuntamos, si usted lo recuerda, que los cuatro evangelios del
Nuevo Testamento, es decir, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, coinciden
absolutamente al personificar en Juan el Bautista el cumplimiento de la
profecía relativa al "primer mensajero". Sin embargo, ninguno de ellos cita al
así llamado "mensajero del Pacto" como algo que había tenido
cumplimiento en la primera venida de Cristo. ¿Por qué? Porque Jesús vino
a la Tierra como Redentor y Salvador, pero este segundo mensajero que
hace su aparición en este versículo no viene a traer "gracia", sino "juicio".
Malaquías anunció que este segundo mensajero vendría como juez, para
establecer Su reino y a pacificar la tierra. "Y vendrá súbitamente a su
templo", dice el versículo 1. No pronto, sino súbitamente, Él vendrá, es
decir, sin aviso previo. "El ángel del pacto, a quien deseáis vosotros, he aquí
viene, ha dicho el Señor de los ejércitos". (Versículo 1 del capítulo 3 de
Malaquías).
Por todo ello, los versículos que mencionamos al concluir nuestro anterior
programa revelaban que tenían que ver con la segunda venida de Cristo.
Porque, por ejemplo, a Él aquí se le llama "Señor". Y a Él pertenece el
templo. Y aquí se nos decía: "Ha dicho el Señor de los ejércitos". De modo
que, definitivamente todo ello alude al Señor Jesucristo en Su Segunda
venida. Y en el versículo 3 se dice de Él: "Y se sentará para afinar y limpiar
la plata". O en otras palabras, todos aquellos que vayan a entrar en el Reino
deberán ser limpiados. Porque Él es quien purifica. Él es quien refina. Él
quita toda la escoria del mineral de hierro, porque cuando éste es calentado
al rojo vivo, al derretirse, se puede separar la escoria del metal refinado. Él
es pues, en este sentido, el refinador, el purificador de la plata.
Hasta aquí hemos retomado algunas ideas que ya mencionamos en nuestro
anterior programa. Leamos pues a partir del versículo 4, que dice así:
"Y será grata al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días
pasados, y como en los años antiguos."
Con estas palabras, Malaquías anuncia que sólo después de que el
sacerdocio fuese purificado y su pueblo limpiado, el pueblo volvería a poder
ofrecer lo que agrada al Señor, como en los mejores días de su pasada
historia.
¿Y por qué agradarán al Señor dichas ofrendas? Porque las personas que
las ofrezcan habrán sido limpiadas y purificadas. Y este versículo implica
que Dios no tiene ningún interés en que usted le ofrezca rituales u ofrendas
de cualquier tipo si su corazón no está sintonizado con el suyo. ¿Qué puede
interrumpir esta conexión entre usted y Dios? El pecado, que, aunque es
una palabra no demasiado popular, hoy en día significa "errar el blanco", es
decir, "no dar en el blanco". Para que se entienda mejor, a lo que aludimos
es, "errar el centro de una diana". Según la Biblia, esto ocurre cuando le
damos la espalda a Dios para hacer nuestra propia voluntad, en lugar de la
Suya. Cuando le desobedecemos, estamos fallando en nuestro compromiso
con Él, y como consecuencia, nuestra relación se deteriora y se interrumpe
nuestra conexión espiritual con Él. Dios, que es Santo, no puede tolerar en
Su presencia el pecado, la impureza moral, la desobediencia. Dios no
acepta esa clase de actitudes o acciones.
Continuemos con nuestra lectura en la primera parte del versículo 5, que
dice así:
"Y vendré a vosotros para juicio; y seré pronto testigo contra los hechiceros
y adúlteros"
Nuevamente, el profeta Malaquías enfrenta la situación creada por la
práctica que se había generalizado por todo el pueblo de Israel, con los
divorcios, el adulterio y el matrimonio con mujeres paganas. Éstas fueron
las cuales introdujeron en Israel el culto a sus otros falsos dioses, ante la
pasividad de sus nuevos maridos hebreos y la desidia y dejadez de los
sacerdotes.
Y dice la última parte del versículo 5:
"Contra los que juran mentira, y los que defraudan en su salario al jornalero,
a la viuda y al huérfano, y los que hacen injusticia al extranjero, no teniendo
temor de mí, dice el Señor de los ejércitos."
Escuchando estas palabras, podemos pensar: ¿qué testimonio estaban
ofreciendo los propios israelitas a las naciones extranjeras acerca de su
fidelidad a Dios? ¿Cómo podrían otros pueblos respetar la fe en el Señor si
los propios hebreos no lo hacían, contraviniendo públicamente las normas
dictadas por Éste?
Toda la conducta pecaminosa que acabamos de leer en este versículo
evidencia que está dirigido contra personas que no tienen ningún temor de
Dios. Las prácticas ocultistas estaban prohibidas desde hacía mil años, en
los tiempos del Éxodo judío de Egipto, en torno al año 1.445 A.C, cuando
los israelitas salieron libres, tras 430 años de esclavitud. Sin embargo, estas
prácticas siguieron realizándose hasta los tiempos del Nuevo Testamento.
El adulterio, así mismo, era una transgresión de la Ley de Dios, al igual que
el perjurio (mentir en un juicio), la extorsión y la opresión.
Finalicemos ahora la lectura de este versículo 5, que dice así:
"No teniendo temor de mí, dice el Señor de los ejércitos."
Y continuando con la lectura del versículo 6:
"Porque yo el Señor no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido
consumidos."
Bien, llegamos ahora, amigo oyente, a la denominada sexta denuncia que el
profeta Malaquías hace hacia su pueblo. De alguna manera, es como si
Dios estuviera siguiendo un esquema de preguntas y respuestas, es decir,
Dios hace una declaración y, a continuación, ellos, el pueblo, le retan a Él,
para que les dé pruebas. Los israelitas deseaban conocer la respuesta a
sus preguntas.
De esta manera, en esta especie de diálogo divino, Dios, presenta ocho
cargos contra la nación y el pueblo le replica realizando 8 preguntas, en las
cuáles podemos detectar cierto tono de desvergüenza y osadía. Dios
responderá de forma bastante diplomática, pero muy firme, intentando
persuadirles de continuar recorriendo por un camino que les podría acabar
llevando a la destrucción total.
Mirando hacia atrás es fácil preguntarse cómo fue posible que el propio
pueblo de Dios hubiera pensado que Él se había vuelto injusto, o que había
actuado en contra de Israel. A pesar de todas sus rebeliones contra su Dios,
la historia de este pueblo se debía a la inmutabilidad de la voluntad de Dios
y a Su fidelidad hacia el "pacto" que acordó con los patriarcas de Israel:
Abraham, Isaac y Jacob. La verdad, estimado oyente, es que Dios no ha
cambiado, ni ellos tampoco. Él seguía siendo tan fiel y justo como siempre;
y ellos tan infieles e injustos como de costumbre.
Si recordamos la historia de aquellas gentes, tras haber sufrido un periodo
de esclavitud y cautividad de 70 años, un pequeño grupo o remanente había
regresado a su hogar, a Palestina. Una vez en casa, comenzaron a
restaurar, con no demasiado entusiasmo, la ciudad de Jerusalén, así como
a reedificar su antiguo Templo, que había quedado semidestruido. La
nación israelita había ya sufrido en sus propias carnes los rigores del
sufrimiento de la esclavitud, como la de sus antepasados, en Egipto y
cuando regresaron a sus hogares, encontraron nuevas dificultades, severas
persecuciones, desaliento y una desmoralización generalizada. Quizá, más
de uno pensó que el regreso implicaría una nueva y merecida vida fácil,
cómoda y feliz, tal vez una recompensa divida después de tanto y tan
inmerecido sufrimiento en las tierras del destierro.
Pero no sucedió así. Tanto la experiencia del destierro, como la del difícil
retorno, constituyeron métodos de disciplina de parte Dios para corregir su
mala conducta. Sin embargo, el pueblo, lejos de arrepentirse, endureció su
corazón. Este fue el terreno de abono de muchas de las actitudes hipócritas
que enfrentaría Jesús cuando 400 años después viniera a este mundo.
Por eso Dios, mediante los mensajes de los profetas, intentó de muchas
maneras y en numerosas ocasiones, que Su pueblo se volviera hacia Él,
siempre con escasa y poco entusiasta respuesta. El profeta Malaquías, tal y
como estamos viendo, presentará ante el pueblo estas ocho denuncias o
acusaciones. Y la respuesta que observamos en ellos nos habla mucho de
la verdadera actitud de su corazón: hay una negación de las imputaciones
que Dios les hace, sorpresa, frustración, resentimiento, etc. Veamos ahora
la sexta acusación de Dios por medio de Malaquías.
Dios no se había vuelto injusto, ni había actuado contra Israel. Lo que los
judíos habían calificado como "injusticias de Dios" no se debían a que Él
fuera injusto o arbitrario, sino a Su gran paciencia y misericordia. En el
siguiente versículo, el 7, veremos un llamado genuino al arrepentimiento.
Aquí encontramos que el pueblo está siendo reprendido por sus pecados de
una religiosidad falsa e hipócrita. Y esta es la sexta pregunta sarcástica que
el pueblo hace a Dios, ante Su acusación. Y Dios va a llamarles a hacer
algo. Y aquí concluimos, con este breve paréntesis que teníamos sobre la
profecía de los dos mensajeros. Veamos pues qué nos dice el versículo 7
de este capítulo 3 de Malaquías:
"Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no
las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho el Señor
de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos?"
Como vemos, su actitud hacia Dios era desafiante, descarada y de desafío.
Seguramente ellos pensaban: "Tú dices que nosotros debemos regresar a
Ti y ni siquiera sabíamos que nos habíamos alejado. Hemos ido al templo, a
todas las reuniones y ceremonias. Hemos cumplido, hemos dado nuestro
diezmo. ¡A qué te estás refiriendo, que no te entendemos, Oh Dios?"
Como podemos ver, estimados amigos oyentes, tan alejado estaba su
corazón de Dios que ni siquiera entendían Su mensaje. No se daban
cuenta, y no tenía conciencia de su verdadera situación. De la misma
manera, este mensaje de Malaquías nos resulta familiar en nuestros propios
tiempos. Porque, ¿no es verdad que algunas iglesias están más
preocupadas en el ritualismo, es decir, el culto al propio ritual, que al mismo
Dios? Pero Dios les dice: "Volveos porque os habéis apartado de mí".
Ahora, ¿qué quiere decir Dios con la expresión de que se vuelvan a Él?
Quiere decir, que se arrepientan. Pero, ¿qué es el arrepentimiento? Esta
palabra deriva del griego "metánoia", que quiere decir, "cambiar la forma de
pensar". Quiere decir, el darse cuenta de que uno está caminando en la
dirección equivocada y que debe dar un cambio de sentido hacia la
dirección opuesta. Se trata de ir en la dirección correcta.
Sin embargo, los cristianos solemos cometer el error al pensar que este
llamado al arrepentimiento está dirigido sola y exclusivamente a los
incrédulos, es decir, a aquellos que no creen en Dios, ni en la obra de
Jesús. Y por supuesto que es así, pero principalmente este llamado es para
los propios cristianos, tal y como podemos ver a lo largo de todo el Nuevo
Testamento, y en especial en el llamado de Dios al arrepentimiento de las
Iglesias en el libro del Apocalipsis.
A los incrédulos se les pide, principalmente, que crean; a los cristianos, que
se arrepientan. Por ejemplo, consideremos el mensaje del Apóstol Pablo en
la epístola a los Tesalonicenses, que está en el Nuevo Testamento de la
Biblia. Él dijo: "Y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al
Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo". Cuando el Apóstol
Pablo fue a la ciudad de Tesalónica, no les predicó contra la idolatría, que
estaba muy extendida, ni contra los malos hábitos, o los vicios, como por
ejemplo, el alcoholismo. Nuestro mensaje hoy al mundo es el que Pablo le
presentó al carcelero de Filipos hace casi 2.000 años: "Cree en el Señor
Jesucristo y serás salvo". (Hechos 16:31). Pues, bien, en la Palabra creer se
encuentra comprendido todo el arrepentimiento que una persona necesita.
El Apóstol Pablo en Tesalónica, ¿qué fue lo que predicó? ¿Arrepentimiento?
¡No, estimado amigo oyente! Él predicó a Cristo y les dijo: "Yo quiero
decirles algo en cuanto al Señor Jesucristo y la forma en la que Él murió por
nuestros pecados". Y entonces ellos se volvieron a Jesucristo. Y cuando se
volvieron a Él, le dieron la espalda a los ídolos. Y ese "dar la espalda, el
volverse de los ídolos, fue su expresión de su arrepentimiento. Por ello,
decirle a alguien: "arrepiéntase", no es suficiente.
Y hoy en día, hay muchos hijos de Dios, muchos creyentes que están en
una situación muy similar a la del "hijo pródigo", una de las parábolas más
conocidas de Jesucristo. Hay muchos que hoy están apartados, alejados del
corazón de Dios. A estos Él les llama la atención y les dice que hoy tienen la
oportunidad de arrepentirse y regresar a Su hogar, a la Familia de Dios. Y
no nos estamos refiriendo a las personas agnósticas, a aquellas que se
denominan ateas, ni a los incrédulos, sino a todos aquellos cristianos que, al
igual que una de las siete Iglesias del Apocalipsis, han "perdido su primer
amor" hacia Cristo. Para ellos, Jesús ya no es una prioridad. Tal vez acudan
regularmente a la iglesia, pero más por costumbre que por un intenso deseo
de reencontrarse cara a cara con Él en su templo. Dios dice: "Volveos a mí,
y yo me volveré a vosotros".
Y de la misma manera que el Hijo Pródigo no recibió un castigo cuando
regresó al hogar, sino que tuvo un gran recibimiento, incluso le organizaron
una gran fiesta, así Dios le está esperando a usted, amigo y amiga, que nos
escucha. Dios le espera con los brazos abiertos y un inmenso anhelo de
mantener con usted una verdadera historia de amor, personal e íntima, de
Padre a hijo.
Estimado oyente: Dios le ama, esa es la Verdad. Si usted ya es cristiano,
aproveche esta ocasión para renovar su relación con Él, su compromiso con
Él, su Amor por Él y su fidelidad a Él.
Si, por el contrario, usted no es cristiano, sólo debe saber que Dios le está
esperando a que usted decida tomar la mayor decisión de su vida:
acercarse a Él y comenzar a disfrutar de una vida diferente, de una vida
mejor, una vida plena, satisfecha, plenamente realizada.
Y aquí nos detenemos por hoy. Esperamos volver a encontrarle en nuestro
próximo programa, donde seguiremos profundizando en este interesante
libro del profeta Malaquías. Hasta entonces, que Dios le bendiga
abundantemente.
Malaquías 3:8
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio en este interesante y
práctico libro del profeta Malaquías. Este libro es el último libro del Antiguo
Testamento, que es la primera parte de la Biblia.
Antes de entrar a considerar el versículo 8 del capítulo 3, quisiéramos
recalcar un tema que se ha presentado en el primer versículo de este
capítulo. Nuestros oyentes habituales recordarán que el profeta menciona
"al mensajero del pacto".
En el programa anterior no mencionábamos de qué pacto se habla. Muchos
han pensado que era "el nuevo pacto" que se encuentra en el Nuevo
Testamento. Pero en realidad, no contiene referencia a la primera venida de
Cristo. Se trata más bien del pacto que Dios ha hecho con Su pueblo, el
pueblo de Israel. Vamos a mencionar algunos textos bíblicos: por ejemplo,
en el capítulo 26 de Levítico, podemos leer un pasaje en ese capítulo, los
versículos 9 hasta el 13, que claramente menciona este pacto, el mensajero
del pacto. Allí se nos dice: Porque yo me volveré a vosotros, y os haré
crecer, y os multiplicaré, y afirmaré mi pacto con vosotros. Comeréis lo
añejo de mucho tiempo, y pondréis fuera lo añejo para guardar lo nuevo. Y
pondré mi morada en medio de vosotros, y mi alma no os abominará; y
andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.
Yo Jehová, el Señor vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto, para
que no fueseis sus siervos, y rompí las coyundas de vuestro yugo, y os he
hecho andar con el rostro erguido.
Este fue "el pacto" que Dios hizo con ellos. Y Él lo volvió a confirmar en el
libro de Deuteronomio, porque Deuteronomio es una confirmación de la ley,
después de haber vivido bajo esas leyes por 40 años. En este libro, en el
capítulo 4, y en el versículo 23, leemos: "Guardaos, no os olvidéis del pacto
de Jehová el Señor vuestro Dios, que Él estableció con vosotros, y no os
hagáis escultura o imagen de ninguna cosa que Jehová el Señor tu Dios te
ha prohibido". El pueblo sin embargo no obedeció; había llegado a adoptar
a los dioses ajenos de los pueblos cercanos, y con cuyas mujeres se habían
casado. También pecaron gravemente al practicar diversas clases de
ocultismo. Toda esta sección está relacionada con el tema del mensajero
del pacto que vendrá algún día. Esa es la razón por la que el profeta habla
en la primera parte de este capítulo, sobre la limpieza y la purificación,
porque Dios no podrá estar entre ellos, a no ser que comenzaran a ser
obedientes para que Él pueda limpiar y purificar a Su rebelde pero muy
amado pueblo. El mismo principio rige también hoy en día para nosotros.
Ahora, en nuestro programa anterior hemos podido estudiar la sexta de las
ocho expresiones irónicas, sarcásticas, que la gente del tiempo de
Malaquías se atrevía a formular a Dios. Ellos se creían inocentes de todos
los cargos que Dios tenía contra ellos. Eran hipócritas y superficiales,
cumplían sólo con los requisitos mínimos, y su corazón era rebelde. Dios,
por medio de los profetas les pidió reiteradamente que regresaran a Él, que
se arrepintieran, porque Él los amaba. Pero el pueblo se sentía justificado
por cumplir los ritos y las ceremonias establecidas, como leímos en el
versículo 7. Sin embargo, amigo oyente, Dios les responde, por el profeta
Malaquías, que cumplir con la ley no significaba que automáticamente Él
estaba satisfecho con ellos, por la sencilla razón que el corazón de Su
pueblo estaba alejado de Él".
Y hablando honestamente, amigo oyente, creemos que este principio
también es aplicable a muchas personas que se llaman a sí mismas
"cristianas", o creyentes. Si se cumplen con algunos requisitos morales y
éticos, somos pacíficos, aunque nos rebelamos ante las injusticias; si
practicamos ciertas obras de caridad, damos algo de lo que nos sobra a la
iglesia a la cual asistimos, todo ello nos hace creer que somos "buenas
personas", que no hacemos daño a nadie, y respetamos a todos. ¿Verdad
que hemos escuchado ese argumento con frecuencia? Una auto-
justificación, que nos hace sentir "bien", y no vemos ninguna necesidad de
arrepentirnos, porque "somos buenas personas". Pero lo cierto es que Dios
nos va a pedir a todos que nos arrepintamos. Realmente, cuánto más cerca
estamos del Señor, Su poderosa luz nos iluminará y nos mostrará todas las
áreas de nuestra vida que están sucias y contaminadas.
Cuando el pueblo le preguntó a Dios, por medio del profeta Malaquías,
cómo deberían volver a Él, Dios puso el dedo en la llaga. En asuntos
espirituales que tienen que ver con nuestra alma eterna, es necesario que
sepamos la verdad, aunque no nos agrade y nos duela. Si realmente
anhelamos a conocer más a Dios, estar cerca de Él, experimentar Sus
Promesas, Su cuidado y Su protección como un verdadero hijo de Su
familia, entonces, estimado amigo oyente, Dios nos confrontará con la
verdad sobre nosotros mismos. Es sanador conocer la verdad sobre
nosotros mismos, aunque sea doloroso, pero eso nos dará la oportunidad
de arrepentirnos y recibir el pleno perdón del Señor, que nunca se cansa en
escucharnos y en responder a los anhelos de nuestro corazón.
Cuando el pueblo preguntó: ¿En qué hemos de volvernos?, Dios les
respondió en el versículo 8, y aquí encontramos la séptima declaración
sarcástica de esta gente. Recordemos, amigo oyente, que esta gente hizo
ocho afirmaciones sarcásticas a los reproches de Dios. Ocho veces
rechazaron las acusaciones, ocho veces ellos trataron de evadir los
reproches del Señor, aparentando ignorancia. En ocho ocasiones evadieron
una respuesta concreta fingiendo ser espirituales y piadosos. Leamos lo que
nos dice el versículo 8 del capítulo 3 de Malaquías:
"¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis:
¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas."
¡Qué acusación terrible! Dios les acusaba de robarle a Él, al dueño de todo.
Dios fue claro y preciso en su afirmación En vuestros diezmos y ofrendas,
me habéis robado. Dios no es un contable usurero que está en el cielo
tratando de quitarles algo a Sus hijos. Lo que Dios en realidad estaba
afirmando era una bendición: "Voy a permitir que se queden con nueve
décimas partes, y sólo me vais a devolver una décima parte". Pero hay
varios aspectos que necesitamos comentados al respecto.
Para comenzar, el pueblo de Israel no daba diezmo. Para una mayor
comprensión vamos al citar al Dr. Feinberg que escribió en su excelente
libro sobre Malaquías, lo siguiente: "La ofrenda en Israel eran las primicias
de sus cosechas. Es decir, una sexta parte de su trigo, del vino y del aceite",
como se especifica en Deuteronomio, capítulo 18, versículo 4. Ahora, había
varias clases de "diezmos". El Dr. Feinberg, quien es un erudito en el idioma
hebreo, ha encontrado cuatro clases: como primero, el diezmo, del sobrante
que quedaba después de ser entregadas las primicias; esta cantidad estaba
destinada "a los levitas para su sostenimiento" (Levítico, capítulo 27,
versículos 30 al 33). La segunda clase de diezmo era entregado "por los
levitas a los sacerdotes" (Números capítulo 18, versículos 26 al 28). La
tercera clase era otro diezmo pagado por la congregación "para suplir las
necesidades de los levitas y de sus propias familias en el tabernáculo"
(Deuteronomio, capítulo 12, versículo 18). Luego había un cuarto diezmo
que sólo se entregaba cada tercer año "para los pobres". (Deuteronomio,
capítulo 14, versículos 28 y 29). Vamos a leer ese pasaje, porque es un
texto bíblico sobre el cual debemos reflexionar: Al fin de cada tres años
sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año, y lo guardarás en tus
ciudades. Y vendrá el levita, que no tiene parte ni heredad contigo, y el
extranjero, el huérfano y la viuda que hubiere en tus poblaciones, y comerán
y serán saciados; para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que tus
manos hicieren.
Las instrucciones de Dios eran que cada tres años se debía entregar un
diezmo extra, de modo que cuando se menciona que Dios requería un
diezmo, queremos aclarar que había varias clases de diezmos. Otro tema
que creemos necesario mencionar, es una rectificación del pensamiento de
que los cristianos vivimos "bajo la Gracia, y no bajo La Ley"; por lo tanto los
cristianos, los creyentes, no necesitan observar el mandato del diezmo.
Hoy, vivimos bajo la Gracia de Dios, y la forma de dar de los creyentes,
tiene una base completamente diferente. No creemos que la iglesia está
bajo el sistema legal del diezmo, pero eso no quiere decir que no
deberíamos dar el diezmo al Señor. Observemos la forma de ofrendas, de la
primera iglesia. El Apóstol Pablo mencionó a los creyentes de Macedonia
como un ejemplo cuando él escribió a la iglesia en Corinto, en su segunda
epístola a los Corintios, capítulo 8, versículo 2: Que en grande prueba de
tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en
riquezas de su generosidad. Ellos eran muy pobres, y aun así, daban
generosamente. Ahora, a continuación, el siguiente versículo 3 dice: Pues
doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun
más allá de sus fuerzas. O sea que ellos daban más allá de lo que en
realidad podían. Ellos ni siquiera pensaban en sus carencias, en su falta de
recursos, en si llegaban a fin de mes, o si se endeudaban, y por supuesto,
no pensaban en un "diezmo", porque daban mucho más que la décima
parte de sus ingresos. Ellos daban sus ofrendas generosamente motivados
por el amor que sentían por el Señor Jesús. Y en el versículo 4, leemos:
Pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de
participar en este servicio para los santos. Como usted puede deducir,
estimado amigo oyente, el "dar" es tener comunión y participación, en la
obra de Dios, con la iglesia, y hasta el ofrendar es parte de nuestra
adoración a Dios. Estos creyentes practicaban esto, "no como lo
esperábamos, - dice Pablo en el versículo 5 - sino que a sí mismos se
dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios".
Permítanos comentarle, estimado amigo oyente, que sólo las personas
creyentes pueden ofrendar con pleno conocimiento de que ofrendan a Dios
por el discernimiento que les ha dado el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo.
El cristiano auténtico, el creyente, sabe que nunca, jamás, podrá devolverle
a Dios lo que ya perteneces a Él, porque absolutamente TODO le
pertenece, todo es de Él. Y ese conocimiento sólo podemos tener los que
hemos aceptado a Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador,
pero también como EL SEÑOR de nuestras vidas, dueño de nuestro ser,
por el precio que Él pago en la cruz. Somos Sus pertenencias, Su
propiedad, aceptamos voluntariamente que Él sea el Señor de nuestra
alma, de nuestra vida, de nuestro tiempo, de nuestros sentimientos,
nuestros talentos y dones, de nuestras finanzas, absolutamente de todo y
cada uno de los aspectos de nuestra vida.
Dios les pide a Sus propios hijos que den, y no a aquellos que no Le
conocen, ni Le reconocen. Probablemente usted recordará, si es un oyente
habitual, cuando estudiamos los textos relacionados con los años que el
pueblo de Dios, el pueblo hebreo pasó en el Desierto en su viaje hacia la
Tierra Prometida. Recordará que el Arca de la Alianza, del Pacto de Dios,
era llevada sobre los hombros de los sacerdotes. Ahora, el Señor podría
haber llamado a cualquiera otra persona para que llevara esa preciosa
carga. O podría haber ordenado que fuese el Arca fuese llevado encima de
un carro, sobre ruedas, pero no fue así; eso nos habla de Cristo.
Y si usted, estimado amigo oyente, desea compartir el mensaje de
Jesucristo, quisiera llevar Su mensaje de amor, compasión y perdón, es
decir, lo que Él ha hecho por usted, ese mensaje tiene que ser llevado sobre
los hombros de aquellos que son Sus sacerdotes, aquellos que son Suyos.
Dios no pide ni espera ofrendas de los que no creen, de los que no son
creyentes. En este programa nunca hemos pedido ninguna contribución, y
nunca hemos solicitado ayuda, ni siquiera para cubrir los costos de todo el
material que enviamos a aquellos oyentes que lo solicitan. Creemos que
ofrendar, es decir, "el dar", sale de un corazón agradecido y entregado a
Dios, porque reconoce lo que Dios ha hecho y está haciendo en su vida
particular, y porque desea compartir y tener comunión con la obra que Dios
está haciendo a través de este programa. Es por eso que el Apóstol Pablo,
dice en su Segunda epístola a los Corintios, capítulo 8, versículo 8: No
hablo como quien manda, sino para poner a prueba, por medio de la
diligencia de otros, también la sinceridad del amor vuestro.
El dar es una prueba de nuestro amor por Cristo, amigo oyente. Hay un
conocido himno cuya letra dice: "Mi vida di por ti, ¿qué has dado tú por mí?"
Bueno, la letra de este himno no tiene ninguna base en las Escrituras,
porque Jesucristo nunca pide nada para sí, a cambio de haber dado Su vida
por nuestros pecados. Jesús dijo: "Si me amáis, guardad mis
mandamientos". (Juan 14:15).
El versículo 9 de ese capítulo 8 de la Segunda epístola a los Corintios, dice:
Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a
vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con Su pobreza
fueseis enriquecidos".
Dios dice en Su Palabra que Él ama al dador alegre. Pero en muchas partes
los hijos de Dios no entienden esa afirmación. El autor de este estudio
bíblico, el Dr. McGee contó en alguna ocasión que en uno de sus viajes a
Israel, el guía turístico en la capital de Jerusalén le mostró el edificio que
aloja el ministerio de Hacienda, las oficinas que recolecciona los impuestos
y lo llamó "El Nuevo Muro de los Lamentos". Y, amigo oyente, cuando se
recoge la ofrenda en la iglesia, muchas veces se parece a esa descripción
"como si llegáramos a un muro de lamentos". Casi es audible el
pensamiento: ¡vaya! Ya llega el momento más desagradable, ahora van a
recoger la ofrenda". Pero nosotros pensamos, amigo oyente, que debería
ser un momento de alegría, de gozo, de gratitud. Si usted no puede dar
alegremente, entonces no debería dar, porque no le va a hacer ningún bien,
de eso estamos seguros. Por eso el Apóstol Pablo continúa hablando en los
siguientes versículos, y también en el capítulo 9 de su Segunda epístola a
los Corintios los detalles de este texto. Pero ésta es la base sobre la cual
deben dar los creyentes. Es por esto que nosotros pensamos que los
creyentes hoy, la mayoría que vivimos en una sociedad de abundancia,
deberíamos estar dando más de lo que significaría un diezmo. Israel
siempre había dado más de un diezmo, porque como vimos, Dios les
ordenó dar hasta cuatro diezmos.
El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee, contaba que
cuando él era pastor de una iglesia en Texas, en los Estados Unidos,
durante la época de la Gran Depresión financiera en ese país, había en su
iglesia un miembro que tenía algunas responsabilidades. Posiblemente era
la única persona que ganaba dinero en su negocio. Este hombre tenía una
gran finca y acostumbraba invitar al Dr. McGee a cazar y a pescar en su
propiedad. Cierto día estaban pescando, y este hombre le preguntó: "Dr.
McGee, ¿por qué usted no predica más sobre el diezmo?" Y Dr. McGee le
contestó: "Porque no creo en esa práctica". Este hombre creía y ofrendaba
su diezmo. Y cada vez que se juntaban le preguntaba sobre el mismo tema.
Finalmente, el Dr. McGee se cansó, y le dijo lo siguiente: "Hay muchos
creyentes que podrían y deberían estar dando más del diezmo. Por ejemplo,
en nuestra iglesia usted probablemente está ganando más dinero que
cualquiera otra persona". Lo cierto era que esta persona daba mucho
dinero. Pero cuando el Dr. McGee le dijo esto, el hombre le miró fijamente e
hizo una mueca de desagrado. Después de esa conversación, contaba el
Dr. McGee, que nunca más le volvió a preguntar acerca del diezmo. ¿Por
qué? Porque estaba muy conforme en dar su diezmo y tranquilizaba así su
conciencia; pensaba que eso era todo lo que debería dar.
Hay muchas personas que deberían estar dando más de un diezmo, amigo
oyente. Pero, cuando decimos que deberían hacerlo, también queremos
recalcar que no se debería ofrendar a menos que se haga por un
sentimiento de amor hacia el Señor. Recordamos que el Señor Jesucristo
preguntó: ¿Robará el hombre a Dios? ¿Qué es lo que piensa usted en
realidad?
Bueno, como dijimos hace un momento, al finalizar el servicio religioso,
todos deberíamos salir felices por haber tenido el privilegio de ofrendar, por
haber podido ofrecer a Dios lo que creemos sinceramente en nuestro
corazón es una expresión de nuestro amor y gratitud por todo el Amor que
recibimos de Él, nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Bueno, todo,
absolutamente TODO le pertenece a Él.
Por experiencia podemos afirmar que Dios ha bendecido y sigue
bendiciendo a todo dador alegre, y Él nunca es "deudor" de nadie. Siempre
Él nos devuelve más de lo que podemos entregarle a Él. Pero Dios siempre
mira el fondo de nuestro corazón, y sabe perfectamente la motivación que
impulsa nuestro dar, nuestra ofrenda. Lo único válido para Dios es nuestro
amor, y no es el monto de la ofrenda; es el amor con el que se la ofrecimos,
lo que cuenta en la Eternidad. Esa es la única forma en que Él acepta una
ofrenda.
Bien, amigo oyente, vamos a detenernos hoy aquí. Continuaremos con este
mismo tema en nuestro próximo programa. Esperamos contar con su
presencia, y nos permitimos sugerirle que lea todo el capítulo 3, para así
poder comprender en profundidad el tema que trataremos. Seguimos
pidiendo al Señor Su presencia, cercana y real en su vida, para que también
usted pueda experimentar la dulzura de Su amor, la paz de Su perdón, y la
guía para el camino de su vida.
Será pues, hasta nuestro próximo programa, amigo oyente, ¡que Dios le
bendiga es nuestra ferviente oración!
Malaquías 3:9 - 16
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestra travesía por el libro del profeta
Malaquías.
En nuestro anterior programa comentábamos que cualquier persona que
echara un vistazo a la historia de Israel podría fácilmente constatar el
cuidado, la fidelidad y el amor que Dios ha demostrado por su pueblo,
Israel. Y tal y como podemos leer en Malaquías, aunque esta nación
opinaba exactamente lo contrario, Dios ni se había vuelto injusto, ni había
actuado en su contra. Dios no había cambiado. Y ellos, tampoco, dado que
Él seguía siendo tan justo como siempre y ellos tan injustos como de
costumbre.
También vimos cómo a partir del versículo 8 y hasta el 12, Dios les
respondió a la insolente pregunta sobre Su acusación de que se habían
desviado del camino que les había trazado y les urgía volver a Él.
Malaquías presentó una ilustración de la deslealtad espiritual de su pueblo,
la cual era bastante evidente e innegable. El Señor les recordó que no
habían traído los diezmos y ofrendas que se requerían para financiar el
templo y sostener así a los levitas, celebrar las fiestas religiosas y dar
limosnas a los pobres. De esta manera, al no pagar sus impuestos y
literalmente robar a Dios de esta manera, también ellos se habían
perjudicado a sí mismos, porque Dios había tenido que interrumpir su
bendición.
Dios preguntó por medio del profeta: "¿Robará el hombre a Dios?" Y la
respuesta afirmativa, fue respondida por Dios mismo, tan clara, que no deja
lugar a dudas: "Vosotros me habéis robado". Pero ellos, el pueblo amado y
escogido por Dios, negando semejante imputación, se ofendieron y con
gran descaro preguntaron: ¿En qué te hemos robado? Ante lo cual, Dios,
respondió: "En vuestros diezmos y ofrendas".
Retomemos ahora nuestra lectura a partir del el versículo 9 de este capítulo
3 de Malaquías, que dice:
"Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis
robado."
Ellos habían robado a Dios y este pecado, lejos de ser un hecho aislado y
puntual, era flagrante y generalizado. La nación entera había robado a Dios
lo que era Suyo, conforme a la Ley divina. Pero antes de levantar nuestro
dedo acusador hacia la nación israelita, veamos por un momento qué es lo
que sucede hoy en día. La realidad es que muchas de nuestras iglesias
apenas pueden mantenerse cubriendo sus gastos y pocas son las que
pueden reunir bastante dinero como para pagar un salario digno a su
pastor, el cual suele verse abocado a compatibilizar su ministerio a tiempo
completo a cambio de un salario parcial.
Estimado amigo oyente, cualquier persona que da ofrendas, diezmos y
limosnas recibirá bendiciones de parte de Dios, sean o no, de tipo material.
En Efesios 1:3 leemos: "Nos bendijo con toda bendición espiritual en los
lugares celestiales en Cristo. Y Dios bendecirá de una forma misericordiosa
a aquellos que son generosos con Él. El que siembra ricamente, cosechará
abundantemente. Y el que cosecha miserablemente, recogerá pobremente.
Si nosotros abrimos nuestro corazón a Dios, Él nos colmará de bendiciones.
No necesariamente bendiciones materiales, sino más bien, mediante
bendiciones espirituales. Él le prometió bendiciones materiales a Su pueblo,
pero a nosotros nos garantizó bendiciones espirituales en los lugares
celestiales. Y Dios siempre fue fiel para cumplir sus promesas para con Su
pueblo. Por ejemplo, durante la época del Rey Ezequías, tuvo lugar un gran
avivamiento espiritual. Y en el segundo libro de Crónicas, capítulo 31,
versículo 10, leemos: "Y el sumo sacerdote Azarías, de la casa de Sadoc, le
contestó: Desde que comenzaron a traer las ofrendas a la casa del Señor,,
hemos comido y nos hemos saciado, y nos ha sobrado mucho, porque el
Señor ha bendecido a Su pueblo; y ha quedado esta abundancia de
provisiones".
Como podemos ver, el pueblo estaba dando más que abundantemente. De
la misma manera, muchos años antes, cuando se construyó el Tabernáculo,
o Templo, para Dios en el desierto, en los días de Moisés, éste lanzó un
llamamiento al pueblo para que trajera sus joyas con el fin de tener
suficientes materiales preciosos para construirlo. ¿Qué sucedió? Moisés
tuvo que detener a la gente, porque estaba ofrendando demasiado, y ya no
sabían que hacer con tantas joyas, oro y plata. Literalmente, había
demasiado. El pueblo había ofrendado en exceso. Regresando al capítulo 3
de Malaquías leemos el versículo 10 que dice así:
"Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme
ahora en esto, dice el Señor de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de
los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde."
Resulta sorprendente ver cómo aquí, contrariamente al patrón bíblico
habitual, el pueblo recibió la invitación de poner a Dios a prueba. Si ellos le
honraban, dejaban de robar y traían lo que Él requería en una demostración
de arrepentimiento verdadero, Él haría llover sobre ellos una abundancia
excesiva, los protegería de las temibles langostas, aquí denominadas "el
devorador" y serían bienaventurados y deseables entre las naciones del
mundo.
¿Por qué daba tanto énfasis Dios en el pago de diezmos? Porque cuando
éstos no eran pagados, los sacerdotes se veían obligados a abandonar su
ministerio y a convertirse en agricultores; la vida religiosa de la nación se
paralizaba y las viudas, los pobres y los extranjeros sufrían. Sin embargo, el
pecado principal no era este, sino el robo a Dios y la desobediencia hacia
Él, quien era el verdadero rey de la llamada teocracia o gobierno de Dios en
Israel.
¿Qué quiere decir la expresión "traed todos los diezmos al alfolí y haya
alimento en mi casa". El alfolí era un cuarto en el templo donde el pueblo
traía los diezmos de sus animales y cosechas. Este era el tesoro del templo,
y una de las tareas de el profeta Nehemías consistió en asegurar que las
provisiones necesarias para el sustento del ministerio en el templo no
faltaran, tal y como sucedió durante su ausencia.
Cuando Nehemías regresó a Jerusalén, descubrió que un hombre llamado
Tobías, un declarado enemigo de Dios, estaba viviendo en una de las
recámaras del Templo que había sido limpiada y acondicionada. ¿Por qué
sucedió esto? Porque el pueblo no estaba ofrendando generosamente, así
que reconvirtieron una habitación destinada a las ofrendas en un cuarto
para dormir. Pero Nehemías limpió ese lugar, y arrojando los enseres de
Tobías por la ventana, le dijo que se marchara de la ciudad. Poco después
el pueblo comenzó a traer de nuevo sus ofrendas y a llenar esas
habitaciones o depósitos.
Así es como se ofrendaba en Israel en aquéllos días. Si usted ha leído la
Biblia recordará la ley en cuanto a las ofrendas. Dios ordenó dar ciertas
partes de los animales que eran llevados como ofrendas para la
alimentación y sustento de los sacerdotes. Les ordenó comerla allí mismo,
dado que por aquel entonces no existía sistema de refrigeración alguno, y
de no seguir esta recomendación, los alimentos, pronto se estropearían con
el calor de esa tierra. No debían guardarlo pero, si alguno no cumplía con
ese mandato, iba a tener problema. Ese es el cuadro que se nos presenta
aquí.
Continuemos nuestra lectura con el versículo 11, que dice así:
"Reprenderé también por vosotros al devorador"
Si ellos llevaban diezmos generosamente, Él les había prometido que
abriría las ventanas de los cielos y derramaría sobre ellos bendiciones hasta
que sobreabunde. Y en este versículo añade que reprendería al devorador,
que tal y como hemos adelantado anteriormente, representa una clara
alusión al mayor terror de los agricultores de la época: la langosta, cuyo
insaciable y voraz apetito le permite comer todo lo que encuentra a su paso.
Por eso Dios afirma: Reprenderé también por vosotros al devorador.
En numerosas ocasiones observamos en las Escrituras cómo el juicio de
Dios cae sobre una nación cuando la gente Le rechaza. Este juicio puede
venir en forma de hambre, sequía, guerra, problemas económicos, etc. Así
ha sucedido en el pasado y posiblemente suceda en el futuro. En este
versículo 11 leemos, entonces:
"Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de
la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice el Señor de los
ejércitos."
Es decir, que la vid producirá en abundancia. Y continúa en el versículo 12,
diciendo:
"Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra
deseable, dice el Señor de los ejércitos."
Cuando ellos estaban en buena armonía con Dios, el pueblo de Israel llegó
a ser una bendición para las demás naciones del mundo. Amigo oyente,
aquí se habla de honradez con Dios, y no puede tener "santidad" si no se
actúa con transparencia con Él.
Recientemente finalizamos nuestro estudio del libro del profeta Zacarías, y
queremos leer algo que se dice en el capítulo 8 de ese libro, versículo
13,que dice: Y sucederá que como fuisteis maldición entre las naciones, oh
casa de Judá y casa de Israel, así os salvaré y seréis bendición. No temáis,
mas esfuércense vuestras manos. Zacarías miraba hacia delante, a un día
futuro. Pero Dios dijo entonces: Os haré bendición para todas las naciones.
Cuando Israel sirve a Dios, llega a ser una gran bendición para las otras
naciones.
Veamos ahora lo que nos dice el versículo 13, y aquí llegamos a la octava
declaración sarcástica que ellos dirigen a Dios. Ya hemos visto siete de
estas declaraciones irónicas y despectivas que el pueblo dirigió a Dios, en
respuesta a Sus acusaciones. El versículo 13, entonces, de este capítulo 3
de Malaquías, dice:
"Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice el Señor. Y dijisteis:
¿Qué hemos hablado contra ti?"
"Nosotros no nos acordamos de haber hablado nada en contra ti", dijeron
insolentemente a Dios, pero Él les respondió de forma directa en cada una
de estas ocasiones. El versículo 14 dice:
"Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que
guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia del Señor de los
ejércitos?"
Ellos decían: "¿Qué hay de bueno en servir a Dios? No vale la pena
hacerlo". Toda práctica y cumplimiento les resultaba una pesada carga, ya
no tenía sentido ni trascendencia, porque en sus corazones no estaban
convencidos de la necesidad ni de la utilidad de cumplir con unas leyes
dadas tantos siglos atrás. Y ya que sus corazones se había enfriado, y con
su vida y actos se habían apartado de Su presencia, Dios no los bendijo. Y
como consecuencia de esa frialdad espiritual llegaron a acusar a Dios por la
situación en que se encontraban. Decían: "Por demás es servir a Dios".
Honestamente, delante de Dios no podemos disimular, Él ve y sabe todo, y
con Su mirada escudriña hasta los rincones más oscuros de nuestra alma.
Dios sabe perfectamente si acudimos a un culto religioso, un estudio bíblico,
o a una reunión en una iglesia por obligación moral, por conformar nuestra
conciencia o evitar alguna presión familiar. Dios también conoce nuestro
corazón y percibe si acudimos a Su presencia sólo por intereses
personales, para implorar Su ayuda, o si estamos allí por el amor que
sentimos por Él, el Dios Altísimo. Hay personas en las iglesias los domingos
por la mañana que llenan los bancos, con rostros aburridos, cansados, y
que obviamente desearían estar en cualquier otro sitio, menos en ese lugar.
Hay personas que asisten sólo para criticar, lo que ven y oyen, y se
abstienen de cualquier participación y compromiso fuera de ese breve
tiempo de culto. Si en nuestro corazón no hay gratitud y amor, entonces,
estimado amigo oyente, no habrá deseos de alabar y adorar a Dios, y todo
lo que hagamos, aunque sea entregar una generosa ofrenda, no tiene valor
ante Dios.
Jesucristo dijo a la mujer samaritana, sentado en el pozo donde ella estaba
sacando agua: "Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte
ni en Jerusalén adoraréis al Padre". (Juan 4:21). Los samaritanos ofrecían
sus sacrificios en ese monte, pero Jesucristo le aclaró que: Ni en Jerusalén.
Jerusalén, la capital, con su Templo, tampoco iba a ser en un futuro el lugar
para adorar a Dios. Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad". (Juan 4:23). Cierto hombre le comentó a un amigo
creyente en una ocasión: "Bueno, yo creo que voy a ir a parar al infierno
porque juego al golf los domingos". Y su amigo creyente le respondió:
"Usted no va a ir a parar al infierno porque juega golf los domingos, sino
porque ha rechazado al Señor Jesucristo, el deporte no tiene nada que ver
con esto". Asistir a un culto pero con un corazón alejado, interesado en
otros asuntos, no vale nada, porque no se "está adorando en espíritu y en
verdad". Amigo oyente, toda la religiosidad externa no conduce a nada, no
es válida; lo que es de valor ante Dios es la condición de su corazón y su
relación con Jesucristo. Y en este versículo 14 del capítulo 3 de Malaquías,
leemos:
"Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que
guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia del Señor de los
ejércitos?"
Su cuestionamiento de la observancia de la Ley, el aburrimiento de estar en
la Presencia santa de Dios demuestra cuan alejados estaban
espiritualmente. No sólo se justificaban, sino también encontraban
argumentos para seguir sus caminos deseosos de desligarse de cualquier
presión que sus conciencia pudieran despertar en ellos. Continuamos con el
versículo 15 de este capítulo 3 de Malaquías, leemos:
"Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen
impiedad no sólo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon."
¿Cómo es posible que este pueblo que había visto maravillas, prodigios,
milagros y pruebas del gran amor que Dios tenía por ellos, cómo era posible
que pudieran tentar a Dios con tal soberbia, y salirse con la suya? El profeta
Habacuc cuyo libro hemos estudiado hace algún tiempo, también había
percibido el actuar de Dios, juzgando la vida de la nación, y que ese juicio
iba a caer sobre Su pueblo amado, pero rebelde, obstinado, indiferente.
¡Cuán doloroso resulta para un padre la actitud despectiva, indiferente, o
rebelde de un hijo! Y Dios, como Padre Celestial, también se sintió dolido,
ofendido y despreciado. Y ahora, en el versículo 16 de este capítulo 3 de
Malaquías, leemos:
"Entonces los que temían al Señor Jehová hablaron cada uno a su
compañero; y el Señor escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria
delante de él para los que temen al Señor, y para los que piensan en su
nombre."
Encontramos que había un pequeño remanente, un reducido grupo de
gente que amaba a Dios, se reunía y temía al Señor. Hablaba el uno con el
otro, en unidad, en la comunión que practicaba, Y Jehová escuchó y oyó.
Para ajustarnos al tiempo de este estudio no podemos extendernos sobre el
pensamiento que encontramos a través de toda la Escritura de que Dios
"escribe lo que sucede". No creemos que se refiera a un libro en el sentido
literal. Dios tiene una memoria eterna, por lo tanto, Él no padece de olvidos,
ni necesita un registro o una agenda para recordar. Cuando lleguemos a
nuestro estudio del libro de Apocalipsis, el último libro de la Biblia
estudiaremos este tema, porque existen diferentes registros, o libros.
Vamos a detenernos aquí por hoy. Le animamos a continuar con este
estudio del profeta Malaquías que contiene tantas lecciones prácticas
aplicables también para nuestro tiempo, en este siglo XXI. Continuamos
rogando a Dios por nuestros oyentes, para que Su Palabra encuentre eco
en cada alma, y se despierte una profunda sed y hambre en la búsqueda de
LA VERDAD que cada ser humano tiene en lo más profundo de su ser.
¡Permita que Dios le bendiga abundantemente, pero primero, usted debe
acercarse a Él, para restablecer la comunicación y la comunión que Él tanto
anhela, y usted y yo necesitamos! Hasta nuestro próximo programa.
Malaquías 3:16 - 4:6
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por el libro de Malaquías, y
nos encontramos en el capítulo 3. Recordemos que estamos estudiando el
último libro del Antiguo Testamento, que es una parte, la primera, de Las
Sagradas Escrituras, la Biblia.
En el programa anterior, llegamos a esta sección donde se menciona la
octava pregunta sarcástica que el pueblo de Israel presenta al Señor. Ellos
se sentían ofendidos, heridos en su amor propio, ante las amonestaciones y
las acusaciones de deslealtad, de incredulidad y frialdad de Dios. Dios les
dijo en el versículo 13: Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice
el Señor. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti? Y Dios les contestó de
una manera directa: Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué
aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de
Jehová, el Señor de los ejércitos? Este es un tema recurrente, lo pudimos
comprobar al estudiar anteriormente el libro del profeta Zacarías.
Continuaba aun en la época del Señor Jesucristo, cuando Él estuvo en esta
Tierra; la mayor parte del pueblo continuaba con una actitud hipócrita
llevaban a cabo los ritos y ceremonias, pero su corazón era incrédulo e
indiferente. Estaban los fariseos y los saduceos, los herodianos y los
escribas, todos llevando a cabo las formalidades requeridas por la práctica
religiosa. Dios sólo veía una apariencia de piedad.
Quizá usted, estimado amigo oyente se pregunte: "¿y cuál es la actitud que
Dios requiere o desea que observemos al acercarnos a Él?,¿ cuál es la
verdadera adoración?" En las Escrituras se nos presenta una muy buena
definición. Está en el Antiguo Testamento, en el libro del profeta Isaías, en
el capítulo 58, versículo 3. Leemos: ¿Por qué, dicen, ayunamos y no hiciste
caso, humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? He aquí que
en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos
vuestros trabajadores. Encontramos el mismo problema en el libro de
Isaías. El pueblo ayunaba y humillaba sus almas. Pero Dios no lo tomó en
cuenta. Escuchemos ahora, lo que dice una parte del versículo 4 de ese
mismo capítulo 58 de Isaías: He aquí que para contiendas y debates
ayunáis. Ellos solamente querían tener un argumento religioso, y Dios les
dijo que a Él no estaba interesado ni impresionado por sus ayunos.
Lo que Dios está diciendo es que si deseamos entrar en comunión con Él y
aprender a adorarle "en espíritu y verdad", debemos estar seguros de que
nuestra vida es coherente, y que no solamente sea un gesto, sino el
producto de nuestro amor y gratitud por quién Él es, y por lo que Él hace.
Esa es la verdadera adoración, que nuestra vida llegue a ser como un
perfume agradable ante Su presencia. Los ritos en sí no tienen ningún valor,
a no ser que nuestro corazón está en paz con Dios. Ahora, volviendo al libro
del profeta Malaquías que nos ocupa, continuemos con el versículo 16 del
capítulo 3, que dice:
"Entonces los que temían a Jehová el Señor hablaron cada uno a su
compañero; y el Señor escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria
delante de él para los que temen al Señor, y para los que piensan en su
nombre."
El profeta dijo: Y fue escrito libro de memoria delante de él. Este tema sobre
el libro que aquí y en otras partes de la Biblia se menciona lo trataremos
algo más adelante, cuando estudiemos en detalle el último libro de La Biblia,
el Apocalipsis.
En nuestro programa anterior ya mencionamos algo brevemente que enlaza
con el libro de Apocalipsis, porque allí se menciona en el capítulo 3,
versículo: El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré
su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre,
y delante de sus ángeles.
Si usted piensa que Dios ha preparado un libro allá arriba en los Cielos
donde está apuntando todo, bueno, no creemos que eso sea así, estimado
amigo oyente. La única forma en que podamos comprender este tema es
que es una expresión retórica. Es entendible, y comprensible que Dios
anota en el libro de la vida a aquellos que son salvos, así lo hemos leído.
También es comprensible, para nuestras mentes humanas, que Dios tenga
memoria y escriba en un libro el nombre de aquellos que recibirán una
recompensa, algún reconocimiento. Pero no creemos que esa sea una
expresión literal, que Dios tenga un libro que sea un compendio de hojas. Lo
que sí nos dice en la última parte del libro de Apocalipsis, cuando los
incrédulos sean llevados ante el Gran Trono Blanco, los libros -en plural-
serán abiertos. Por ello podemos deducir que Dios tiene varios "libros", y en
uno en particular estarán anotados todos los que creyeron y fueron salvos
en el nombre de Jesucristo, que es "el único camino, la verdad y la vida, y
nadie viene al Padre, si no es por Él".
Ahora, para poder estar registrado en "el Libro de la Vida del Cordero", se
debe aceptar a Cristo como su Salvador personal. Y de ese libro, nunca
jamás será borrado.
Estimado amigo oyente, ¿ya está su nombre anotado en el Cielo, apuntado
por el dedo del Padre Celestial que espera el regreso de todos los hijos
pródigos extraviados, a todos los que se arrepienten de su vida alejada de
Dios, que no le conocen y no tiene paz en su alma, en su espíritu? Nosotros
sabemos que si Dios nos llamara a Su presencia en este momento,
partiríamos a la Eternidad, a Su presencia, confiadamente, porque ya
hemos recibido la salvación, el regalo gratuito
También se menciona que Dios, en una de las siete cartas que
encontramos en Apocalipsis, concretamente a la iglesia de Sardis, les dice
que habrá nombres que serán quitados, borrados, del Libro de la Vida. Dios
está hablando de las obras de los cristianos en esa iglesia. El Apóstol Pablo
nos indica en una de sus cartas que nuestras obras van a ser probadas,
examinadas, por el fuego, para comprobar la calidad de las mismas. Si las
obras son halladas como "el heno y hojarasca", y el fuego las consume,
¿será salvo esa alma? El Apóstol Pablo responde con un rotundo "sí", será
salvo "como por fuego". ¡Qué tristeza será presentarse ante nuestro
Creador, nuestro Padre Celestial, ante Jesucristo quien murió por nosotros,
y no presentar nada más que "manos vacías", porque de lo que hemos
hecho, nada valió a los ojos de Dios!
Dios TODO lo recuerda, aunque así lo dicen varios libros en Las Escrituras,
como lo mencionó el profeta Malaquías: Y fue escrito libro de memoria
delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su
nombre
Es cierto que la salvación es gratis, es un regalo, es por fe, y no es por
obras. Sin embargo, después de que aceptado ese don, ese regalo,
entonces sí es cuando las obras adquieren valor y tienen su importancia,
porque serán una consecuencia de nuestro amor y gratitud por tan
inmerecido y inmenso favor de Dios. Esa es la razón por la cual hemos
dedicado algún tiempo en este estudio.
El tema de los registros y los libros, y de la memoria de Dios también se
mencionan en otros textos del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en el
Salmo 56, versículo 8, podemos leer: Mis huidas tú has contado. Dios
conoce exactamente donde hemos estado todo el tiempo de nuestra vida.
Quizá su familia, sus vecinos, los miembros de su iglesia, o su pastor no lo
sepa, pero Dios sí lo sabe, y la oscuridad y las tinieblas no pueden esconder
ningún secreto, todo es como luz para Él. Él sabe dónde ha estado usted. Él
sabe lo que usted ha hecho.
"Mis huidas tú has contado; pon mis lágrimas en tu redoma", escribió el
salmista. Una redoma es una botella, una vasija de cristal. Estimado amigo
oyente, cuando pensamos en una madre piadosa que llora a causa de un
hijo que anda por malos caminos, creemos que Dios coloca estas
angustiosas lágrimas en Su vasija. ¡Qué hermoso es pensar que Dios es tan
paternal, tan tierno, tan detallista que hasta recoge nuestras lágrimas, Él las
tome en cuenta, le importan, y las atesora. Dios dice: He puesto tus
lágrimas en mi redoma. ¿No están ellas en Tu libro?
En los Cielos habrá un libro que registra nuestras vidas, amigo oyente. Para
que nuestra mente lo pueda comprender nos lo imaginamos como si fuese
una película en la que veremos nuestra vida, desde nuestro nacimiento
hasta la muerte. Todo estará allí. Probablemente no será como lo que se
diga en nuestro funeral, lo bueno y maravillosos que hemos sido, y todo lo
que a los ojos de la sociedad y nuestra familia habremos realizado. Dios
presentará nuestra vida tal cual fue.
Regresando a Malaquías, leemos en el capítulo 3, versículo 17, ahora:
"Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová, el Señor de los ejércitos,
en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a
su hijo que le sirve."
Es así como Dios actúa con Sus hijos, Sus joyas. Porque la iglesia lo será,
la iglesia es la Perla de Gran Precio. Israel nunca valoró realmente el ser
escogida como a la perla de Dios. Los gentiles, los que no pertenecemos a
Su Pueblo, por no haber nacido como judíos, ahora también somos Su
Perla de Gran Precio, porque pertenecemos a su familia, a Su Reino, a Su
Iglesia. Y Dios va a guardar Sus joyas como especial tesoro, y habrá
muchas de ellas. Y este versículo 17 dice:
"Y serán para mí especial tesoro, ha dicho el Señor de los ejércitos, en el
día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo
que le sirve."
Este será el remanente, el grupo fiel y dedicado, que sinceramente y de
corazón adoran al Señor, en espíritu y en verdad. El versículo 18 continúa
diciendo:
"Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo,
entre el que sirve a Dios y el que no le sirve."
Llegamos ahora al capítulo 4 de Malaquías. Aunque el cuarto capítulo no se
encuentra en el Hebreo, sino que es el final del capítulo 3. Este capítulo
consta de sólo 6 versículos, en los que encontramos la predicción del "día
del Señor", y "el sol de justicia" que lo introduce. En el primer versículo,
encontramos una descripción muy vívida y dramática sobre el período de la
Gran Tribulación, leemos:
"Porque he aquí, viene el día"
¿A qué se refiere esta frase? Es el día del Señor del cual hemos estado
hablando. Leamos el versículo 1 del capítulo 4 de Malaquías, que dice:
"Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios
y todos los que hacen maldad serán estopa"
Vamos a hablar más en detalle cuando lleguemos al libro de Apocalipsis,
porque allí leeremos que será aniquilada, repentinamente, de un golpe, una
cuarta parte de la población del mundo. Y continúa este versículo 1
diciendo:
"Aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová el Señor de los
ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama."
Hay personas que piensan que con la muerte se ha acabado la vida. La
Biblia sin embargo no enseña esto, estimado amigo oyente. El cuerpo físico
terminará en una tumba, ya sea el cuerpo de un cristiano o no. Pero la
esencia de la vida, nuestra alma y nuestro espíritu llegará a algún lugar en
la eternidad. Lo que acabamos de leer enseña que los no creyentes serán
juzgados en el período de la Gran Tribulación, y serán quitados de la
escena terrenal. Y en el versículo 2 de este capítulo 4 de Malaquías,
leemos:
"Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en
sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la
manada."
No vamos a considerar los detalles de este versículo hoy, en este programa,
porque lo vamos a tratar, en el próximo que será el último estudio de este
libro de Malaquías. Hablaremos del "Sol de Justicia", en el Antiguo
Testamento, que es la misma persona que se presenta en el Nuevo
Testamento como la "Estrella de la mañana". A Cristo nunca se le llama el
"Sol de justicia" en el Nuevo Testamento. Y nunca se le llama la "Estrella de
la mañana" en el Antiguo Testamento. Y la razón para ello, la veremos
también en nuestro próximo programa. Ahora, continuando con el versículo
3 de este capítulo 4 de Malaquías, leemos:
"Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros
pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová el Señor de los ejércitos."
Es decir, que cuando Él venga a esta tierra a establecer Su Reino, los
malos, los impíos, serán dominados. El Señor los quebrantará como a un
vaso de alfarero. Ese es el lenguaje de las Escrituras. Ahora, el versículo 4
de este capítulo 4 de Malaquías, dice:
"Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb
ordenanzas y leyes para todo Israel."
En ese momento de Malaquías, Israel está a punto de entrar en un período
de 4 siglos durante el cual el Señor no les volverá a hablar. Aparecerá otro
Zacarías, 400 años más tarde, que estará sirviendo como sacerdote en el
Templo en Jerusalén. El evangelio de Lucas nos cuenta que un ángel se le
aparece al sacerdote Zacarías, para anunciarle el nacimiento de su primer y
anhelado hijo, Juan, al que llamamos "el Bautista". Y con esa intervención
asombrosa y sobrenatural, terminan los 400 años de silencio de Dios.
Ahora, mientras tanto, ellos deberán recordar la ley de Moisés. Esa será su
norma de vida, que deberían permanecer bajo la ley de Moisés, bajo el
sistema instaurado por Él, el Señor. Y luego, en el versículo 5, leemos:
"He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día del Señor,
grande y terrible."
Dos testigos aparecerán en los "días postreros", y eso lo estudiaremos al
llegar próximamente al libro del Apocalipsis. Creemos que uno de esos dos
testigos mencionados, será el profeta Elías.
En la fiesta de la Pascua, en el hogar de un judío ortodoxo, se acerca una
silla a la mesa, pero que no es ocupada. Esa silla es en recuerdo a esa
promesa del retorno del profeta Elías. Cuando se llegó a conocer el
ministerio de Juan el Bautista, la gente pensaba que era la encarnación de
Elías. Pero Juan el Bautista no era Elías, y él lo sabía y así se lo
comunicaba a la gente.
Juan el Bautista no era Elías, porque él estaba anunciando definitivamente
al Mesías, al Salvador del mundo. Él dijo: "He aquí el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo". (Juan 1:29). Y eso está muy lejos de anunciar
ese "día de Jehová el Señor, grande y terrible". Y ahora, en el versículo final
de este capítulo 4 de Malaquías, el versículo 6, dice:
"El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los
hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición."
El Antiguo Testamento concluye con una maldición. Revela el hecho de que
la maldición que comenzó con la rebelión de Adán y Eva en el jardín del
Edén, que fue la entrada del pecado en la raza humana, no había sido
quitada; y no será quitada hasta cuando el Señor Jesucristo regrese a esta
Tierra por segunda vez.
En nuestro próximo programa finalizaremos el estudio de este práctico libro
del profeta Malaquías. Continua nuestra oración por usted, estimado amigo,
amiga, para que el Espíritu de Dios le revele las preciosas verdades de Su
Palabra, y se haga plena luz en su alma y en su corazón, para que, si
todavía no ha hallado la paz y el perdón de Dios, pueda obtener ese regalo
hoy mismo. ¡Dios le bendiga!
Malaquías 4:1 - 6
Llegamos hoy, amigo oyente, al último estudio del libro del profeta
Malaquías, que es el último libro de La Biblia, las Sagradas Escrituras.
En nuestro programa anterior estuvimos comentando lo que decía el último
versículo de este libro: ·"No sea que yo venga y hiera la tierra con
maldición". La maldición de Dios vino originalmente a la tierra cuando Adán
y Eva se rebelaron contra Dios en el jardín del Edén. A causa de su decisión
de desobedecer al Creador, Dios decidió que la Tierra iba a sufrir las
consecuencias de ese desacato deliberado, esa duda acerca de la
soberanía del Autor de la Vida, y ese deseo de ser como Él. Y Dios maldijo
a su propia creación. ¿Y cuál era esta maldición? El pecado. El pecado, que
no es otra cosa que la desobediencia deliberada del hombre, su deseo de
vivir ignorando a Dios y Sus leyes, y hacer lo que nos place, que rara vez es
lo mejor para nosotros, nuestras vidas y las de los que nos rodean. Y
comentamos, en anteriores programas, que el pecado significa en su idioma
original, "errar en el blanco". Y "erramos en el blanco" cuando no
apuntamos bien a la diana, porque nos dejamos distraer y apartamos
nuestra atención de Él. Comentábamos alguna vez que una tribu de
indígenas en Australia entiende "el pecado", y así lo traduce, como
"quedarse corto". ¡Qué imagen más descriptiva, ¿verdad? Uno se "queda
corto" cuando no llega a la meta, lo cual sucede cuando no tenemos
fuerzas, o hemos escogido nuestra propia meta, que generalmente, no es la
de Dios.
Por ello, y aunque suene "políticamente incorrecto" expresarlo así, creemos
que "el pecado", se encuentra absolutamente vivo y presente en la familia,
en la pareja, en el ámbito laboral y personal, en la sociedad de cualquier
cultura, en todos las facetas de la vida humana.
Sólo tenemos que levantar la vista y observar lo que sucede a nuestro
alrededor. Todos, absolutamente todos los males que aquejan a este
mundo son causa del pecado del hombre, de que el hombre no ha hecho
bien las cosas, que se ha desviado del blanco, y en muchas de sus
decisiones, "se ha quedado corto."
El último versículo con el cual finaliza el Antiguo Testamento nos parece
bastante triste, bastante desesperanzador para el hombre, para la mujer, es
decir, para toda la raza humana. Pero gracias a Dios, las Sagradas
Escrituras no acaban ahí; hay un Nuevo Testamento, o un "nuevo pacto",
que Dios ofreció al hombre. Dios, a pesar de todo y sobre todo, a pesar de
nosotros mismos, dio una nueva oportunidad al mundo que Él mismo creó
con las mejores de las expectativas. Y esta esperanza se llamó Jesucristo,
que nació, vivió y murió por usted y por mí, en una cruz hace algo más de
2.000 años. Jesús, el Hijo de Dios, por medio del cual fuimos salvados,
perdonados y aceptados nuevamente en la presencia de Dios.
Tal vez, estimado amigo, el énfasis de todo este libro debiera estar en lo
que dice Malaquías, en su versículo 2 de este capítulo 4:
"Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en
sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la
manada."
Es una referencia clara al Mesías, quien es el Señor, "el sol, quien es
justicia nuestra".
En este versículo vemos cómo, mientras que los malvados serán devorador
por el ardor de Su ira, aquellos que le temen tendrán una cálida sensación
de sanidad o "salvación" a través de sus rayos o "Sus alas". Cuando dice "y
en su" sanidad"), no se refiere sólo a la recuperación física del daño hecho
por los malvados. Esta enfermedad está ligada de modo inexorable al
pecado, porque nuestra sanidad, en todos sus aspectos, sólo viene a través
del sufrimiento del Siervo, es decir, Jesús.
¿Qué significa la mención "y saltaréis como becerros de la manada"? Esta
imagen descrita por el profeta evoca una vida gozosa, vigorosa y
despreocupada. Los becerros, al estar confinados en un establo durante
periodos extensos, saltan llenos den vitalidad, y de fuerza al ser soltados
bajo la luz del sol.
Ahora, el Antiguo Testamento no concluye con una maldición, y
anteriormente ya aludíamos a este tema. Finaliza este libro con la gran
esperanza de que, aunque el sol se ha puesto y que hay tinieblas, se acerca
un nuevo día, que aún no ha llegado, pero finalmente llegará el amanecer.
Se acercará un día cuando la justicia se levantará y la luz se hará sobre
este pequeño planeta Tierra en medio del vasto universo. Nos estamos
refiriendo a la luz espiritual, por supuesto.
¿Quién es el "Sol de Justicia" mencionado en este versículo? No es otro
que el Señor Jesucristo. En el Antiguo Testamento, Cristo es presentado
como el "Sol de Justicia."
En el Nuevo Testamento, Él es presentado de una forma completamente
diferente, como la "Estrella resplandeciente de la mañana". Escuchemos lo
que dice el versículo 16 del capítulo 22 de Apocalipsis: Yo Jesús he enviado
mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz
y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana. Aquí Él dice:
Yo soy la raíz y el linaje de David. Eso quiere decir que Él es rey, que Él va
a reinar sobre esta tierra. Pero Él también es algo más. La estrella
resplandeciente de la mañana.
Ahora bien, suele decirse que la astronomía es la ciencia más antigua que
el hombre conoce. La astronomía, tal y como la conocemos en el presente,
tuvo en realidad su origen en la astrología, la cual está llena de superstición.
Y que, como muchas otras ciencias, tuvo su origen en el ocultismo y en la
superstición, en lo místico y en lo mitológico. Estos son los antecedentes de
la astronomía. De la misma manera, otras ciencias han tenido un origen
similar, como por ejemplo, las ciencias químicas, que proceden de la
alquimia, la cual nació como un intento por cambiar a los metales básicos
en metales más perfectos, como el oro, por ejemplo. Y alguien podría
pensar: "Bueno, así es como se pensaba en la era del oscurantismo. Los
hombres eran muy supersticiosos por aquel entonces, pero hoy en día,
tenemos más ciencia y conocimiento, hemos avanzado mucho".
Pero, ¿realmente hemos avanzado tanto? No nos referimos al avance
científico, que resulta innegable, sino el hombre con respecto a la ciencia y
la fe. Quizá, estimado oyente se pregunte por qué realizamos este
planteamiento.
Esta es la cuestión, amigo oyente, ¿nos hemos superado de veras? En
primer lugar, quisiéramos decir que probablemente existan más personas
interesadas en el horóscopo y en las predicciones basadas en los signos del
zodiaco que aquellos que están interesados en las profecías de la Biblia, la
Palabra de Dios. Y en nuestra humilde opinión, estimado oyente, las
personas que juegan, creen y actúan de acuerdo con los signos astrales del
zodíaco están realizando, ignorantemente, actividades cercanas al
ocultismo. Resulta ilustrativo conocer el impresionante aumento de la
demanda de temas espiritual, cada cual más exótico, que es el caldo de
cultivo de numerosas sectas y religiones, algunas de ellas incluso de tintes
espiritistas y hasta satánicos. Es llamativo conocer las estadísticas que
declaran que unos cuantos años atrás un porcentaje mayor de la población
creía en Dios y un menor en la existencia del diablo o Satanás. Sin
embargo, estas cifras han cambiado sustancialmente.
Por otro lado, también debemos destacar que las Escrituras tratan de llamar
la atención del hombre repetidas veces para que observe los cielos. El
versículo 13 del Salmo 8 dice: Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la
luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que
tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? La
respuesta a esto es que todo hombre y mujer son, por naturaleza, se
sienten atraídos por la grandeza y los misterios que encierra el Universo. Se
puede observar gran parte del Universo desde los modernos telescopios
actuales, pero su grandeza es tal que los científicos, los astrónomos, no han
podido desentrañar más que algunos conceptos teóricos sobre la expansión
o la retracción del Universo. Pero, "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el
firmamento anuncia la obra de Sus manos". (Salmo 19:1). Y Dios le dijo a
Abraham: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar
(Génesis 15:5).
Ahora, el Antiguo Testamento concluye con las palabras de Dios induciendo
al hombre a que mire hacia los cielos, que mire hacia arriba. Y aquí
Malaquías concluye con un verdadero golpe de efecto: " No sea que yo
venga y hiera la tierra con maldición".
Leamos de nuevo el versículo 2 del capítulo 4 de Malaquías, que dice así:
"Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en
sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la
manada."
Esta es la promesa de "un nuevo amanecer" para la raza humana, en donde
reine la justicia, la paz, el amor y la fraternidad entre los seres humanos.
Todos anhelamos un mundo mejor, un mundo diferente, y la iglesia no sólo
espera la llegada de ese "nuevo amanecer", la Iglesia tiene el privilegio, y es
su misión, anunciar que habrá "un nuevo amanecer", para todo aquel que
cree en el Señor Jesucristo.
Ahora, quisiéramos compartir con usted lo que escribió el salmista en el
Salmo 84, versículo 11, que dice así: "Porque sol y escudo es El Señor
Dios; gracia y gloria dará El Señor. No quitará el bien a los que andan en
integridad". Y en el libro del profeta Isaías, capítulo 60, versículo 19, leemos
lo siguiente: "El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor
de la luna te alumbrará, sino que El Señor te será por luz perpetua, y el Dios
tuyo por tu gloria
El Nuevo Testamento concluye, en cambio, con una esperanza diferente.
Ya hemos leído anteriormente este versículo, y nos resulta maravilloso,
porque dice: Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas
cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella
resplandeciente de la mañana. Jesucristo proclama que es del linaje de
David, y por lo tanto es el "Sol de Justicia". Pero también, Él es la "Estrella
resplandeciente de la mañana."
Y aquí tenemos algo que resulta interesante. El Nuevo Testamento no
comienza con el "Sol de Justicia". El primer anuncio público del Mesías en
el Nuevo Testamento fue hecho de manera privada a Zacarías, el
sacerdote. Se le comunicó la venida de un precursor del Mesías, de un
heraldo, de su hijo quien se llamaría Juan, el Bautista. Los magos del
oriente acudieron a Jerusalén, ¿qué buscaban? Ellos mismos afirmaron:
Hemos visto Su estrella en el oriente, y venimos a adorarle. No es una
estrella oriental. Si ellos hubieran seguido una estrella oriental, hubieran
terminado su peregrinaje en la zona de la actual China. La estrella estaba
en el occidente, según lo que nos relata la Biblia, y ellos vinieron en esa
dirección. ¿No le parece interesante, amigo oyente que, aunque el sol sale
por el Oriente, esta estrella estaba situada en el occidente?
Ahora bien ¿cómo asociaron estos magos la venida de Cristo a esta Tierra,
con dicha estrella? Es necesario conocer lo que dice el libro de Números,
donde se relata que un profeta pagano del Oriente de Moab expuso esta
profecía que encontramos en el capítulo 24, versículo 17, donde dice así:
"Lo veré, mas no ahora; lo miraré, mas no de cerca; saldrá ESTRELLA de
Jacob, y se levantará cetro de Israel, y herirá las sienes de Moab, y
destruirá a todos los hijos de Set".
Los dos varones, de vestiduras blancas que se aparecieron a los apóstoles
mientras el Señor Jesucristo ascendió al cielo, dijeron: "Este mismo Jesús
que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir
al cielo". (Hechos 1:11). Ya hemos visto en el libro del profeta Zacarías que
los pies de Jesucristo tocarán nuevamente esta tierra, en el monte de los
Olivos, cercano a la ciudad de Jerusalén. La estrella, por tanto, es la señal
de Su primera venida para llevarse a Su iglesia. Sin embargo, cuando esto
suceda, Él aún no vendrá a la Tierra. Cuando Él vino por primera vez, no lo
hizo como el "Sol de Justicia". El énfasis no es sobre Su nacimiento, sino a
Su muerte. Y resulta muy interesante recordar que Él, Jesucristo, no
ordenó, ni rogó a nadie para que se recuerde Su nacimiento, sino Su
muerte.
Se cuenta una historia de la época de la segunda guerra mundial en la que
un niño caminaba con su padre por la calle. El muchacho observó que de
vez en cuando había una estrella de color azul en algunas ventanas. En
otras, en cambio, se podían ver estrellas de oro. El padre le explicó que
esas señales indicaban que en esos hogares, las familias habían perdido a
su hijo en la guerra; esas familias, -le comentaba su padre-, "habían dado a
su hijo por nuestro país, por nosotros". Algo más tarde, cuando apenas se
vislumbraban ya los últimos rayos de sol del día, el niño señaló la estrella
vespertina en el horizonte. Y entonces, le dijo a su papá: "Mira, papá, Dios
ha dado a Su Hijo". Y así es, querido amigo, Dios nos ha dado a Su Hijo, y
Su estrella nos lo recuerda. Ese niño de la historia, tenía toda la razón. Por
muchos años, líderes de muchas naciones han estado persiguiendo con
denuedo la paz para el mundo, la seguridad y prosperidad para el mundo,
pero no ha habido un resultado positivo hasta ahora. En la "guerra contra el
pecado", Cristo murió, y murió para dar vida a los hombres y a las mujeres,
liberándolos de la ignorancia del pecado, y para lograr la victoria sobre la
tumba y la muerte. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh
sepulcro, tu victoria? (1 Corintios 15:55), dijo el Apóstol Pablo.
Amigo oyente, el futuro no está escrito en las estrellas. En una famosa obra
de Shakespeare, el asesino romano Bruto le dice a Marco Antonio: "No está
en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos que somos los seguidores".
Su futuro, amigo oyente, no está en las estrellas, ni tampoco lo está su
presente. Si usted desea ayuda y guía para el presente, amigo oyente,
desde aquí le recomendamos experimentar una vida con una nueva meta:
la vida eterna, y un nuevo modelo a seguir: Jesucristo. Él dice: Estas cosas
os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción;
pero confiad, yo he vencido al mundo". (Juan 16:33) ¿Se siente usted
desanimado o con temor, por los tiempos que nos toca vivir? No hay ayuda
para usted en las estrellas, amigo y amiga que nos escucha. Pero sí la hay
en Jesucristo. Jesús no es una fórmula o una varita mágica, no es un
talismán para la buena suerte, no es la receta del éxito económico, ni de
una vida sin problemas ni dificultades. El mismo Jesús tuvo que lidiar con
numerosas dificultades. Y desde aquí afirmamos que creer en Jesús no es
superstición, ni una falsa sensación de seguridad ante una vida incierta.
Creer en Jesús es una elección excelente; es, de hecho, la mejor elección
que usted podrá jamás hacer. Porque Jesús no le promete abundancia,
pero le promete vida en abundancia; Jesús no le promete una vida en paz;
pero en Él, usted podrá encontrar esa paz; no le promete una vida segura;
pero en Él usted podrá encontrarse completamente seguro; no le promete
felicidad, pero sí gozo, que es alegría en cualquier tipo de situación y
circunstancia.
Si en usted conviven hábitos contradictorios, tanto buenos como malos; si
su vida está determinada por su status social, su casa, o el modelo de su
vehículo, o por la adicción a los tranquilizantes y antidepresivos, por el sexo
o la mentira. Si usted está buscando "algo diferente" que le ayude a
recuperar la orientación y la meta en su vida, si desea rescatar a ese hijo o
hija que se han perdido, a ese marido o esposa que parece haberse
convertido en su enemigo; ¡Cristo en una solución que le invitamos a
probar! Le invitamos a que le dé, a Jesucristo, una oportunidad, al menos
para ver si todo lo que estamos transmitiendo a lo largo de estos programas
es real o es simplemente una quimera.
Recuerde amigo, amiga, que la Biblia no nos fue confiada por Dios para
aumentar nuestro conocimiento, sino para que Su Palabra transforme
nuestras vidas.
De modo que, en el día de hoy, amigo oyente, continuamos esperando que
esa "Estrella resplandeciente de la mañana" aparezca. Porque la Biblia dice
que Él, Jesucristo, es esa Estrella resplandeciente de la mañana para la
iglesia en el presente. Es importante que notemos eso. Leamos lo que dice
el Apóstol Pedro, en su segunda epístola, capítulo 1, versículo 19, para
ilustrar lo que estamos diciendo: "Tenemos también la palabra profética más
segura, a la cual hacéis bien en estar atentos, como a una antorcha que
alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la
mañana salga en vuestros corazones". " El lucero de la mañana" habla del
traslado a los cielos de la iglesia, el rapto o el arrebatamiento, como lo
llaman algunas versiones bíblicas, cuando Él venga a sacar a Su iglesia de
este mundo. Y eso puede tener lugar en cualquier momento, no habrá
ninguna clase de señal que previamente nos ponga sobre aviso. El gran
predicador cristiano Juan Wesley lo expresó de la siguiente manera: "Él
aparecerá como aparece la luz del día, de las alturas, antes de la luz de la
mañana".
Amigo oyente, con estas palabras nos despedimos del Antiguo Testamento
de la Biblia, con la esperanza de la futura venida de Cristo a la Tierra para
establecer Su Reino; esa es la esperanza del Antiguo Testamento.
Bien, amigo oyente, concluimos así nuestro estudio del libro del profeta
Malaquías. Y con él finalizamos también nuestro estudio del Antiguo
Testamento. Esperamos que este apasionante recorrido por las Sagradas
Escrituras, y el estudio de los libros del Antiguo Testamento hayan
fortalecido su fe o, al menos, despertado en usted un renovado deseo de
leer la Biblia para descubrir todas sus riquezas y sabiduría.
En nuestro próximo programa, nos adentraremos en uno de los libros más
polémicos, interesantes y controvertidos de todos los tiempos: el
Apocalipsis, donde se describe el final del mundo, tal y como hoy lo
conocemos. Como siempre, le invitamos a que se una a nosotros en este
fascinante viaje y descubra, por usted mismo, la voluntad de Dios para su
vida, mediante Su Palabra, que es la única y verdadera "fuente de vida".
¡Que Dios le bendiga a usted y a su familia, es nuestra oración!

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