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Era un día caluroso del mes de enero, el termómetro marcaba 32° C en la ciudad
de Bogotá me encontraba en busca de una oportunidad laboral, averiguando en
el periódico y aplicaciones de ofertas de empleo me encontré con una oferta que
decía: “Se necesita ingeniero de telecomunicaciones con experiencia en
coordinación, supervisión y manejo de personal en campo para proyecto de
redes HFC”. Me intereso de inmediato ya que cumplía con todos los requisitos
que exigía la vacante, me dispuse a adecuar el perfil y referencias en la hoja de
vida y la envié a los diferentes contactos que indicaba la oferta. Con tan buena
suerte que me llamaron el mismo día en horas de la tarde, el mensaje que me
dejaron en el buzón de voz de mi contestadora era muy claro indicaba que me
tenía que presentar al dia siguiente a la empresa contratante. En ese momento
no sabía para que empresa iba a laborar, únicamente conocía la dirección de la
oficina y el nombre de la persona con quien me tenía que presentar; en ese
instante tuve un presentimiento que me iba a resultar el trabajo y que se
comunicaron conmigo porque les cause buena impresión con mi curriculum.
El ingeniero muy sonriente me indico, la verdad no había tenido una charla tan
natural y amena Juan, además que percibo por sus respuestas que conoce del
tema y que ha tenido experiencia en ese desarrollo; le quiero comentar que si
está interesado en la vacante es suya. Así que el filtro de la entrevista la paso
conmigo y le quiero comentar que en esta empresa la primera entrevista la hago
yo, deseando descartar a los candidatos si no conocen la parte técnica y si no
saben manejar personal. Para mí el trato con el personal es fundamental y si no
hay un supervisor competente que ayude y dirija bien a su grupo no tendremos
éxito en nuestro proyecto.