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PRÁCTICAS RESTRICTIVAS DE LA COMPETENCIA

El artículo 333 de la Constitución Política, describe nuestro modelo económico y


dentro del mismo se señala que “la libre competencia económica es un derecho de
todos que supone responsabilidades”.
Cabe preguntarnos entonces ¿qué es libre competencia?
En principio, este concepto implica que cualquier persona es libre de incursionar
en el mercado, siempre y cuando cumpla con los presupuestos que para ello
establezca la ley, especialmente en los casos de algunas actividades que se
encuentran reguladas por el Estado. Pero, además de la libre iniciativa privada,
implica que los distintos intervinientes en el mercado gocen de los mismos
derechos y estén sometidos a las mismas obligaciones, de tal manera que todos
tengan las mismas oportunidades para ofrecer sus bienes y servicios y en
consecuencia la posición que logren alcanzar en ese mercado debe estar basada
en que ofrecen mejores productos, mejores previos, mejores servicios asociados
como la atención posventa etc, más no por prácticas contrarias a la buena fe
mercantil que tiendan a desviar la elección de los consumidores.
Como lo señalan las presentaciones que encuentran en el curso, lo ideal en una
economía de mercado propia de regímenes neoliberales como el nuestro, es una
competencia eficiente, es decir que logre mantener un equilibrio entre oferta y
demanda que beneficie tanto a productores como destinatarios finales.
Se dijo en la presentación que:
• «La competencia libre hasta el extremo, en su faceta feroz y destructiva, no es
admisible, pero el proteccionismo excesivo del Estado que restringe el libre acceso
al mercado tratando de defender la competencia por el método de impedir todo
tipo de alianza, tampoco”

Lo anterior debe interpretarse en el sentido de que no es conveniente que se deje


a los intervinientes en el mercado, en libertad absoluta para actuar dentro del
mismo puesto que ello conllevaría serios perjuicios para quienes tienen una poca
participación, es decir los pequeños empresarios. Pero, el otro extremo tampoco
es aconsejable, es decir, una intervención estatal extrema ya que puede conllevar
a una parálisis económica y una ralentización de las operaciones mercantiles. El
secreto entonces, está en encontrar un punto de equilibrio entre estos dos
extremos de tal manera que los empresarios puedan actuar con cierta libertad
frente a su participación en el mercado, pero sin desbordar los límites que el
Estado impone.
Es ahí donde cobran importancia, las normas que regulan las prácticas restrictivas
de la competencia ya que su finalidad es mantener ese equilibrio del que
hablamos, buscando una competencia eficaz, en decir que permita que la
economía avance, pero resguardando los derechos de los pequeños empresarios.
Ya en la semana anterior, explicamos las diferencias entre prácticas restrictivas a
la competencia y competencia desleal por lo que no volveremos sobre el tema.
Los diferentes sistemas jurídicos, entre ellos el nuestro, distinguen como prácticas
restrictivas de la competencia, las siguientes:
1. MONOPOLIO.

Es el caso más extremo en materia de competencia, ya que implica la eliminación total de


la misma. En efecto, se habla de monopolio cuando una sola empresa produce o
distribuye un determinado bien, es decir es la única oferente frente a la demanda de los
consumidores.
Esto implica que se encuentra en una posición dominante en el mercado, razón por la cual
no es deseable y lleva al estado a ejercer una vigilancia constante sobre su operación a
fin de que no se abuse de esta posición, manipulando precios, rebajando calidad etc, en
perjuicio de los consumidores.
Ahora bien, puede llegarse a una situación de monopolio de manera natural o de manera
artificial. En el primer caso, pensemos en una sola empresa que cuente con la tecnología
para ofrecer un determinado servicio. Esta empresa no ha buscado llegar a esta situación,
sino que se ve abocada a ella, al ser la única que ha incursionado en ese campo del
mercado. Por el contrario, el monopolio es artificial cuando se busca llegar a esta
situación, eliminando legítima o ilegítimamente a sus competidores hasta llegar a ser la
única en ese extremo de la relación de mercado.
Debe decirse, no obstante, que el monopolio por sí solo no es malo, ya que, si la empresa
en esta situación no abusa de su posición dominante, no tiene por qué causarse perjuicio
a la oferta y demanda.
Hay también monopolios estatales, es decir, cuando el Estado es el único autorizado para
ofrecer determinados bienes y servicios como ocurre con el monopolio en la distribución
de armas o el monopolio de algunos licores.

2. MONOPSONIO.

En el extremo opuesta de estas prácticas encontramos esta figura que se presenta,


cuando un solo consumidor se enfrenta a muchos productores o distribuidores.
Sobre esta práctica puede hacerse las mismas reflexiones efectuadas anteriormente
frente al monopolio. Es decir, la práctica en sí mismo no es mala, lo malo es abusar de
esa posición de dominio que da, el ser el único en disposición de comprar una
determinada materia prima o un determinado producto. Por muchos años, Bavaria se situó
en una posición de monopsonio frente a los cultivadores de cebada, pues era la única
productora de cerveza y por ende, la única empresa que podía comprar las cosechas de
este producto base de la misma.
3. OLIGOPOLIO Y OLIGOPSONIO.

Estas dos figuras se ubican en un punto intermedio entre las dos anteriores.
En efecto, se está en una situación de Oligopolio cuando son pocos los empresarios
frente a muchos consumidores. En estos casos, es frecuente que se presenten acuerdos
entre estos pocos empresarios para manejar el mercado, distorsionando de esta manera
la competencia, razón por la cual no es una figura deseable y se trata de evitar impidiendo
en muchos casos la concentración empresarial. Como ejemplo de esta figura,
encontramos las empresas de telefonía móvil en el país; como son pocas, pueden influir
en los precios y características de los servicios que ofrecen, por lo que se hace necesaria
la constante vigilancia por parte del estado.
Por el contrario, una situación de oligopsonio se presenta, cuando pocos consumidores se
colocan ante muchos productores o distribuidores. Al igual que la figura anterior, se presta
para acuerdos anticompetitivos lo que obliga a una supervisión estrecha de los entes
administrativos estatales, específicamente la Superintendencia de Industria y Comercio.

4. Cártel.

Se habla de Cártel (derivada del alemán Kartell), para referirse a los acuerdos
anticompetitivos que se mencionaban anteriormente. Es decir, existe un Cártel cuando las
empresas de un determinado sector llegan a acuerdos para falsear la competencia, es
decir no obran independientemente en el mercado para ofrecer diferentes precios o
calidades del producto, sino que obran conforme a acuerdos previos que impiden que el
consumidor tenga una libre elección al momento de adquirir el producto o servicio.
Hay diferentes clases de Cártel:

a. Cártel de precios. Cuando las empresas involucradas en el mismo


acuerdan unos precios mínimos que no están dados por el costo de
producción sino por el acuerdo al que han llegado. Es tal vez el acuerdo
más común y más sancionado en nuestro país. Han sido famosas las
sanciones impuestas por el Cártel del papel higiénico, el Cártel del pañal,
de la azúcar etc.
b. Cártel sin fijación de contingentes de venta o compra, en donde las
empresas se dividen el territorio, de tal manera que cada una queda en
situación de monopolio en un territorio determinado.
c. Cártel con fijación de contingentes de venta o compra, que consiste en el
acuerdo a que llegan diferentes empresas para no comprar o vender más
allá de un tope determinado en el acuerdo, lo que permite controlar los
precios de un determinado producto o servicio.
d. Colusión de licitaciones. Es una práctica actual que consiste en acuerdos
anticompetitivos a que llegan determinadas empresas para presentarse a
una licitación, de tal manera que acuerdan cuál es la que está en turno para
ganar la misma y las restantes se presentan, pero conociendo de antemano
la propuesta ganadora para así formular propuestas más gravosas lo que
va a garantizar que el resultado de la licitación se acomoda al acuerdo
previo al que han llegado.
Ahora bien, para que se hable de cártel, indudablemente debemos contar con mínimos
dos empresas que celebran el acuerdo. Sobre el mismo, es difícil que se haga de una
manera formal puesto que tratándose de una actividad ilícita no se quiere dejar prueba.
En esa medida este tipo de concertaciones se hacen de manera verbal sin evidencia
ninguna. O, puede tratarse de acuerdos inconscientes, que son escasos, pero pueden
presentarse. Suceden cuando no hay acuerdo entre las empresas, pero obran de acuerdo
con la acción de la otra. Si una sube el precio en un 10%, la otra lo hace igualmente y así
sucesivamente.
Ahora bien, en todos estos casos lo difícil es la prueba, por lo que cobra importancia el
llamado proceso de delación.
En efecto, como lo dijéramos en semana anterior, en estos eventos, la Superintendencia
de Industria y Comercia obra en estos actos como autoridad administrativa y por ende las
sanciones que impone son de carácter administrativo y mediante el proceso administrativo
sancionador cuyas etapas se incluyen en una presentación anexa al curso a título
informativo.
Estas investigaciones, pueden iniciar de oficio o por denuncia. En el primer caso, muchas
veces no se tiene noticia clara del acuerdo, pero el efecto anticompetitivo es evidente de
tal medida que pone en alerta al ente administrativo. Dado el carácter oculto de los
acuerdos, la Superintendencia se encuentra en muchos casos en dificultades para
acreditar el mismo, por lo que las normas de competencia admiten la llamada delación
que se presenta cuando uno de los implicados en el acuerdo, acepta colaborar con la
investigación, delatando a los otros intervinientes, y a cambio obtiene la rebaja total o
parcial de la multa a la que se haría acreedor de ser sancionado.
Es una práctica que causa cierto reproche pero en ocasiones ha sido el único instrumento
para desmantelar este tipo de acuerdos.

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