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BUEN PASO EN SANACIÓN

Cerrar los ojos a un mundo conocido. Días, meses, años. Abrirlos a


una nueva realidad. Cada cerebro es único, cada paciente también.
La causa, la duración y los sistemas dañados son los que
determinan cómo vivir después de un coma. Diferentes casos que
suponen la alegría de empezar un duro camino para el paciente y
su familia.

Un trayecto que comienza con el roce de una mano conocida o las


notas de una música al final del pasillo. La respuesta a un estímulo
es la primera señal de que el cerebro empieza a despertar de su
letargo. A partir de este momento se inicia la evaluación de las
secuelas del coma, en función de su duración y origen.

Causas que el neurólogo y vocal de la Sociedad Española de


Neurología (SEN), José Manuel Moltó, relaciona con traumatismos,
enfermedades cerebrovasculares, situaciones de falta oxígeno o
metabólicas y medicamentos con capacidad para disminuir la
respiración.

Principios de un tiempo en volver, que cuanto mayor sea, menores


son las probabilidades de recobrar funciones básicas. Por ello, tras
el primer sentir, escuchar, oler o hablar comienza la evaluación de
la recuperación espontánea y de los sistemas de cognición.

En función de las alteraciones observadas se establecen objetivos.


Pequeñas metas cuyo fin es rehabilitar la funcionalidad del
paciente.

“Trabajamos para que llegue a hacer una vida cada vez más
independiente”, explica Pablo Duque, Vocal del Grupo de Estudio
de Neuropsicología de la SEN.

Antes, durante y en el después de esa nueva vida, al lado del


paciente se encuentra la familia. Personas “que tienen que
mantener la seguridad de que va a poder superarlo”, afirma José
Elias Fernández, psicólogo sanitario experto en humor y optimismo.

Notar no poder…

Antes de entrar en coma se puede hablar de obnubilación o


tendencia al sueño y de estupor, donde esa tendencia se acentúa y
donde sólo se consigue una respuesta con una estimulación
enérgica.

Sin embargo, “este estado supone la falta de respuesta absoluta a


los estímulos exteriores y la ausencia de un ritmo de vigilia y
sueño”, indica el doctor Moltó.

Según la causa, el coma puede ser repentino o fruto de la pérdida


de respuestas. Primero el habla, luego el sentir, finalmente, sólo se
responde a un fuerte estímulo.

Por ello, ante un coma farmacológico que es como un dormirse, se


puede utilizar un antídoto que contrarreste el efecto del
medicamento o droga. “la cuestión es llegar a tiempo”, remarca el
neurólogo.

Días, meses o años en los que sólo cabe una larga espera que se
puede alterar con diversas estimulaciones. La música, el tacto
familiar, olores del pasado…todo ello son terapias que ayudan, sin
llegar a ser una solución definitiva.

Un final a un estado que no se debe confundir con el síndrome del


enclaustrado, donde el paciente recibe sensaciones del exterior sin
poder comunicarse, o el estado vegetativo, que se produce cuando
continua la inconexión con el mundo, pero se recupera el ritmo de
vigilia y sueño.

Despertar y volver a…

Regresar a la realidad no siempre supone volver a un mundo


conocido. El paso del tiempo en coma puede mermar las funciones
perceptivas, el sistema atencional, el lenguaje o la memoria.

Para determinar cuál es el punto de partida a seguir en la


neurorehabilitación, tras la recuperación espontánea se analizan los
sistemas básicos de cognición. Por ejemplo, si la alteración afecta a
la memoria, la exploración clínica se realiza a partir de la capacidad
del paciente para memorizar palabras, textos o imágenes.

“Siempre trabajamos con lo que conserva, nunca lo que tiene


perdido, para dar mayor calidad a los procesos deficitarios”, señala
Pablo Duque.
El conseguir una vida cotidiana independiente y con calidad se
puede ver favorecido o perjudicado por múltiples factores. El
paciente es el fundamental. Un perfil psicológico adaptativo permite
afrontar mejor una nueva realidad, mientras que la desconfianza
ante médicos y familiares puede llevar a un comportamiento
psicótico.

Actitudes compresibles ante una situación extraordinaria. Quién


sabría cómo actuar ante casos como el expuesto por el doctor
Duque, en el que la paciente “tiene una amnesia de tres años y su
pareja la conoció hace algo más de dos, por lo que la mira como un
extraño”.

Un visitante le toma una fotografía a la obra “El Despertar”


de J. L. Seward Johnson, en Washington D.C. (EEUU)

“Lo básico es tomar conciencia del déficit”, añade.

Tras el primer paso, el segundo es apoyar la recuperación del


cerebro con rehabilitación. El tercero iniciar un proceso de ganancia
de funciones cotidianas. El cuarto, no perderlas por desuso. Sin
embargo, estos avances no son una regla matemática, cada
paciente es único.
Mientras estabas dormido yo…

Esperar a que responda, a que el médico traiga buenas noticias, a


que reconozca tu voz, al fin y al cabo, esperar. Tras superar fechas
claves como la quincena o el mes, los familiares deben de reforzar
su seguridad sobre un resultado positivo.

“Se piensa que un buen estado de ánimo en una mala situación es


ser inconsciente, pero cuanto mejor sea, mejor se verá la realidad”,
señala José Elias.

La relajación y el recuerdo del pasado son dos de los métodos


utilizados para llegar a una idea: el familiar puede salir del coma,
hay mucha gente que lo ha conseguido antes que él.

Aunque es fácil decirlo, pasados treinta días, la esperanza empieza


a decaer. Después de superar esta primera fase, el familiar se
enfrenta a una meseta emocional, donde los sentimientos se
mantienen estancados. Si el tiempo sigue pasando, las fuerzas
vuelven a recaer.

Son esos dos momentos claves, en los que la confianza no es la


misma que al principio, cuando es necesario el apoyo de la red
social o el trabajo psicológico.

Mantener un estado de ánimo estable es importante “para


transmitirlo en el hospital, pues no podemos hacer ver aquello que
no tenemos”, explica el psicólogo.

Tras el despertar, pacientes y familiares tienen que reaprender una


nueva situación. A veces, cuando se ha perdido la memoria, no es
fácil. Por ello, “hay que mantener los mecanismos psicólogicos
puestos en marcha para, una vez conseguido, no sentir que no se
debe hace más y caer en la depresión”, concluye.

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