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RRF24
2º Grado en Historia
“Crisis
de
la
conciencia
europea”
fue
la
expresión
acuñada
por
Paul
Hazard
(1878
–
1944)
para
definir
la
crisis
ideológica
que
detecta
en
el
ambiente
intelectual
de
la
secularizada
Europa
posterior
a
las
guerras
de
religión,
y
después
del
periodo
de
equilibrio
intelectual
que
supuso
el
clasicismo,
desde
1650
aproximadamente,
en
Europa:
corresponde
a
1680-‐1715,
y
fue
un
tramo
decisivo
para
la
posterior
ilustración.
Hazard
incluye
estos
factores
en
el
ambiente
intelectual
como
momentos
críticos:
-‐
El
paso
de
lo
antiguo
a
lo
moderno
en
la
Querella
de
los
antiguos
y
los
modernos.
-‐
La
heterodoxia
de
Pierre
Bayle,
Bossuet
y
sus
combates.
-‐
Leibniz
y
su
intento
de
unir
iglesias.
-‐
El
empirismo
de
Locke.
-‐
El
desarrollo
de
la
moral
natural,
la
idea
de
una
religión
natural.
-‐
Las
ideas
de
progreso
a
partir
de
la
ciencia.
Entre
1680
y
1705
se
produce
la
transformación
espiritual
más
importante
entre
el
Renacimiento
y
la
Revolución
Francesa.
La
podemos
dividir
en
cuatro
partes.
-‐
La
primera,
“Los
grandes
cambios
psicológicos”,
muestra
cómo
tras
el
recogimiento
espiritual
subsiguiente
al
Renacimiento
y
la
Reforma,
viene
un
ansia
de
viajes,
de
ideas
nuevas,
de
modernismo...
Aparece
ya
el
mito
del
“buen
salvaje
y
los
ideales
Pierre
Bayle,
padre
del
actual
nihilismo
moral
(Negación
de
toda
creencia
o
todo
principio
moral,
religioso,
político
o
social)
-‐
La
segunda
parte,
“Contra
las
creencias
tradicionales”,
se
perfila
claramente
el
rumbo
a
que
apunta
ese
nuevo
orden
de
ideas;
los
“libertinos”
ingleses
y
franceses
(no
olvidemos
que
la
era
hispana
ha
pasado
ya
y
que
ahora
imponen
su
sentir
la
Francia
de
Luis
XIV
y
la
Inglaterra
de
los
Orange),
esos
libertinos
a
lo
Saint-‐Evremond
(político
y
escritor
libertino
francés
16013
–
1703)
dudan
de
todo
y
con
escasa
metafísica
aplican,
sin
embargo,
el
racionalismo
cartesiano.
Porque
es
Descartes
con
Spinoza
y
con
todos
los
seguidores
del
método
racional,
los
que
van
a
imprimir
el
sello
a
la
nueva
cultura,
atacando
las
creencias
tradicionales
y
las
ideas
recibidas.
Ya
a
fines
del
siglo
XVII
se
produce,
pues,
esa
gran
conjuración
filosófica
contra
el
cristianismo,
que
para
José
de
Maistre
(teórico
político
y
filósofo
saboyano,
máximo
representante
del
pensamiento
contrarrevoluccionario,
opuesto
a
las
ideas
de
la
Ilustración
y
la
Revolución
francesa,
1753
–
1821)
define
al
siglo
XVIII.
Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
a64b0469ff35958ef4ab887a898bd50bdfbbe91a-3363213
-‐
La
parte
tercera
lleva
la
rúbrica
de
“Intento
de
reconstrucción”.
Frente
a
esa
despiadada
crítica
negativa,
cabe
colocar
los
sistemas
o
escuelas
que
buscan
un
nuevo
orden
de
afirmaciones
que
sustituya
al
antiguo:
es
el
sensualismo
de
Locke,
el
deísmo
(existencia
de
un
dios
personal,
creador
del
universo
y
primera
causa
del
mundo,
pero
niega
la
providencia
divina
y
la
religión
revelada)
y
la
religión
natural
(la
deidad
ha
sido
despojada
de
todos
sus
atributos
imaginativos,
para
ser
reducida
a
los
términos
estrictos
“de
la
razón”).
En
1624,
bastante
más
de
un
siglo
antes
de
Rousseau,
el
barón
de
Cherbury
(1583
–
1648)
proponía
una
deísta
profesión
de
fe,
que
no
tiene
nada
que
envidiar
a
la
del
vicario
saboyano,
el
“Derecho
natural”
de
Grocio
(1583
–
1645,
defensor
del
estado
absoluto)
y
su
escuela,
la
“moral
social”.
-‐
Y
la
cuarta
parte,
sobre
“Los
valores
imaginativos
y
sensibles”,
nos
habla
de
la
falta
de
poesía
de
la
época,
envenenada
ya
con
el
racionalismo.
Como
resumen
y
conclusión,
se
pone
de
manifiesto
el
parentesco
existente
entre
el
momento
de
1680-‐1715
y
el
Renacimiento:
labor
de
crítica,
glorificación
de
lo
“humano”;
En
la
segunda
mitad
del
siglo
XVII
parece
que
existe
la
mentalidad
generalizada
de
que
ya
no
hay
dioses
ni
optimismo,
ni
alegría
de
vivir.
Bayle,
Spinoza,
Locke,
Grocio,
etc.,
establecerán
un
pensamiento
nuevo,
rompedor
del
“paradigma”
anterior
e
irán
estableciendo
un
conjunto
de
ideas
novedosas.
Pero
estas
ideas
son
de
una
minoría,
necesitan
tiempo
para
que
calen
en
toda
la
estructura
social,
es
decir,
los
individuos,
el
común
de
la
gente,
de
una
forma
consciente
o
con
una
aceptación
de
las
ideas
sin
una
reflexión
que
les
lleve
a
ellas.
Por
tanto,
tardará
un
tiempo
en
que
sus
ideas
se
expandan
en
la
sociedad,
sean
aceptadas
o
seguidas
por
ella.
La
verdadera
revolución
ha
de
venir
después,
cuando
ese
racionalismo
crítico
se
infiltre
en
el
alma
popular
y
en
los
mismos
dirigentes
políticos
y
llegue
a
constituir
propiamente
la
conciencia
de
las
naciones
de
Europa.
Pero
esto
no
sucede
hasta
la
segunda
mitad
del
siglo
XVIII,
y
por
eso
se
explica
que
los
nombres
de
Montesquieu,
de
Rousseau,
etc.,
sean
citados
como
los
de
los
adalides
de
la
nueva
época.
Sus
precursores,
estudiados
por
Hazard,
quedaron
atrás
en
el
tiempo
y
son
menos
conocidos
y
sobre
todo
menos
“populares”
Las
transformaciones
sociales
no
derivan
pura
y
simplemente
de
la
doctrina
de
un
autor
o
de
los
caprichos
de
una
escuela:
responden
a
causas
mucho
más
hondas
e
impersonales,
causas
que
no
se
daban
aún
en
el
período
1680-‐1715.
Todavía
brillaba
la
luz
del
Rey
Sol,
aún
la
Iglesia
conservaba
parte
de
su
pretérito
prestigio
y
la
nobleza
un
buen
resto
de
sus
aptitudes
especiales
de
dirección
social;
aún
no
se
había
dado
el
ejemplo
de
América
ni
las
condiciones
económicas
y
sociales
de
toda
especie
habían
cambiado
lo
suficiente
para
despertar
un
sentir
común
distinto
del
hasta
entonces
imperante.
En
una
palabra,
los
factores
morales
y
materiales
de
la
vida
social,
que
son
los
que
determinan
las
reformas
y
transformaciones
de
los
países
con
preferencia
a
las
puras
“ideologías”,
no
tenían
en
ese
tiempo
a
que
se
reduce
la
obra
que
comentamos,
la
fuerza
eficaz
bastante
Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
a64b0469ff35958ef4ab887a898bd50bdfbbe91a-3363213
para
revolucionar
a
los
espíritus,
para
introducir
una
efectiva
crisis
en
la
conciencia
general
de
los
europeos.
Una
serie
de
factores
contribuirán
a
la
asimilación
de
estas
ideas
por
la
sociedad:
El
aumento
de
la
influencia
francesa
e
inglesa
en
detrimento
de
la
española;
la
expansión
social
y
aceptación,
de
la
Reforma
y
Contrarreforma:
la
expansión
de
un
nuevo
fenómeno
social
como
la
“burguesía”
frente
a
los
“caballeros”
de
la
época
anterior,
etc.
El
problema
principal
consiste
en
fijar
de
dónde
provienen
las
ideas
y
principios
a
partir
de
las
cuales
se
derivan
las
proposiciones,
los
teoremas.
Caben
dos
respuestas:
-‐Una
empirista:
los
principios,
las
ideas
y
definiciones
de
las
cuales
se
generan
las
proposiciones
científicas
provienen
de
la
experiencia
sensible,
de
la
información
que
nos
proporcionan
los
sentidos.
-‐Otra
racionalista:
el
origen
de
las
ideas
no
se
halla
en
la
experiencia
sensible,
sino
que
el
entendimiento
los
posee
en
sí
mismo
y
por
sí
mismo.
Esta
teoría
racionalista
acerca
de
la
fuente
de
las
ideas
se
llama
innatismo,
ya
que
defiende
que
las
ideas
son
innatas
o
connaturales
al
entendimiento.
Las
obras
de
Descartes
presentan
un
magnífico
muestrario
de
todas
esas
características
que
definen
al
racionalismo,
el
sistema
que
destruiría
y
reemplazaría
al
aristotelismo
aún
vigente
a
finales
del
siglo
XVI.
Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
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