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LA MAYOR

ESPERANZA
Encuentros inolvidables

TEMAS PARA LA CAMPAÑA


BAUTISMO DE PRIMAVERA
2020
Departamento de Evangelismo.
La Unión Ecuatoriana agradece a la Unión Argentina
por la Prestación de los Derechos de este Material
para la Semana de Evangelismo de Primavera 2020

© 2020 Unión Argentina de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.


Departamento de Evangelismo.
Echeverría 1452 -B1604BL- Florida Oeste,
Provincia de Buenos Aires, República Argentina.

Coordinación general: Roque Roselot

Autor: Unión Sur Brasileña (USB)

Traducción y diseño: Arturo Krieghoff


artk@hotmail.com

Revisión: Norma Fichtenberg

Salvo que se indique lo contrario, los textos bíblicos fueron extraídos de la versión Nueva Reina-Valera 2000.

IMPRESO EN ARGENTINA.
ÍNDICE
Capítulo 1 El encuentro de Jairo, y el gran milagro ....................... 07

Capítulo 2 El encuentro del ciego Bartimeo ................................... 12

Capítulo 3 El encuentro del joven rico ............................................ 21

Capítulo 4 El encuentro de Zaqueo ................................................. 25

Capítulo 5 El encuentro en medio de una gran tormenta ................ 30

Capítulo 6 El encuentro en la casa de Pedro ................................... 36

Capítulo 7 El encuentro en el Mar de Tiberias ................................. 42

Capítulo 8 El encuentro del gadareno con Jesús ............................. 48


Apreciado Predicador.

Ha llegado una nueva oportunidad de ser Embajadores de Dios en


esta tierra. Una oportunidad de oro, por la connotación de los
acontecimientos que estamos viviendo. Sin embargo, Dios nos pide
tocar la trompeta con una nota certera, para hacer sonar en todo el
Ecuador, el mensaje que Cristo pronto volverá.

Tú has sido escogido para compartir estos mensajes que


presentamos en este Sermonario, oramos para que cada
“encuentro” sea una invitación para que te entregues al Señor una
vez más y puedas ser instrumento que Dios use, para invitar a otros
aceptar a Jesús.

Pr. Giovanny Izquierdo


Presidente
Iglesia Adventista del Séptimo Día del Ecuador

5
Apreciados Evangelistas:

Es un placer y una bendición dirigirme a ustedes.


Dios bendiga sus vidas, familias y labores grandemente.
Quiero agradecerle por unirse a todos los que compartiremos del
amor de Jesús en la Semana de Cosecha de Primavera del 19-26 de
Septiembre de 2020.

Estoy convencido que Dios lo utilizará con poder para llevar a


muchas personas a los pies de Jesús a través del bautismo.

"El fruto del justo es árbol de vida; Y el que gana almas es sabio".
Proverbios 11:30

"No Basta ser Adventista; Hay que ser Evangelista".


#PasiónPorLasAlmas

Con aprecio,

Pr. David Ayora


Director de Evangelismo
Unión Ecuatoriana

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El encuentro de
Jairo, y el gran 1
milagro

▶ TEXTO PRINCIPAL: Marcos 5:21-43.

INTRODUCCIÓN
Los cuatro evangelios registran 35 milagros de Jesús. Cada uno difie-
re de los demás en su forma y en su esencia, sin embargo, tienen algo es
común: su autor.
El milagro que analizaremos a continuación incluye elementos úni-
cos. En el ámbito teológico su estructura es conocida como “sándwich”:
arranca con una historia, luego pasa a otro relato y finalmente regresa a
la historia inicial.
En las historias de este pasaje encontramos algunas similitudes:
a. Los personajes curados son mujeres.
b. En ambos casos, la cura se realiza mediante un toque.
c. El padecimiento de la mujer y la edad de la niña: 12 años.

I. JAIRO
a. ¿QUIÉN ERA ESE PADRE? (vers. 21, 22).
Jairo era un influyente líder religioso judío, encargado de velar por
los preceptos establecidos en la Torah.
La Palabra de Dios afirma que Jairo tenía un cargo honorable en
la sinagoga. Mateo dice que era “un jefe”, aunque no explica sus
7
CAPÍTULO 1

funciones (Mat. 9:18). El término griego que utiliza Mateo tiene un


significado amplio: “gobernador”, “jefe”, “líder”, “administrador”, o
“comandante”.
En los evangelios de Marcos y Lucas aparece el término griego
archisinagogas, que define mejor el concepto: Jairo era “uno de los
principales de la sinagoga” (Mar. 5:22; Luc. 8:41). Esta palabra tam-
bién significa “jefe”, “príncipe” o “líder de la sinagoga”.
b. EL PEDIDO DE JAIRO (vers. 23, 24).
La solicitud de Jairo tuvo grandes repercusiones: generó una re-
nuncia y la pérdida de su estatus social.
La Biblia menciona a otro líder religioso que buscó a Jesús: Nico-
demo. Pero él lo buscó de noche, porque no quería que lo vieran
con el Maestro. Jairo se encontró con el Señor de día, en medio de
la multitud que lo seguía. Luego de esta acción, es probable que
haya perdido su condición de líder de la sinagoga. Los dirigentes
religiosos consideraban que Jesús era un impostor.
La solicitud de Jairo significó un reconocimiento de la divinidad
de Cristo. Él enseñó que para ganar debemos estar dispuestos a
perder. Jairo sacrificó su estatus social, y es probable que también
haya perdido su trabajo.

II. LA MUJER ENFERMA


a. SU CONDICIÓN (vers. 25-28).
“Mientras se dirigía a la casa del príncipe, Jesús había encontrado
en la muchedumbre una pobre mujer que durante doce años había
estado sufriendo de una enfermedad que hacía de su vida una car-
ga. Había gastado todos sus recursos en médicos y remedios, con
el único resultado de ser declarada incurable” (Elena de White, El
Deseado de todas las gentes, p. 311).
Los judíos consideraban inmunda a la persona que sufría flujo de
sangre. Además del padecimiento físico y la desesperanza, esta
mujer no podía participar en las festividades religiosas. Tampoco
podía quedar fuera del templo, con las otras mujeres, —y mucho
menos ingresar a la sinagoga (Lev. 15:25-33). Debía permanecer
confinada y aislada. Ni siquiera podía relacionarse con su familia,
porque todo lo que tocaba se volvía inmundo.
8
EL ENCUENTRO DE JAIRO, Y EL GRAN MILAGRO

Esta mujer no quería llamar la atención porque se sentía indigna.


Pero creía que si tocaba el manto de Cristo sanaría.
“Había llegado su áurea oportunidad. ¡Se hallaba en presencia del
gran Médico! Pero entre la confusión no podía hablarle, ni lograr
más que vislumbrar de paso su figura. Con temor de perder su úni-
ca oportunidad de alivio, se adelantó con esfuerzo, diciéndose: ‘Si
tocare tan solamente su vestido, seré salva’ ” (Ibíd., p. 311).

b. LA CURACIÓN (vers. 29-34).


Aunque Jesús se dirigía a la casa de Jairo para sanar a su hija, le
costaba avanzar porque la multitud lo oprimía. Había mucha gen-
te, pero sus corazones estaban cerrados y distantes.
“En aquel toque se concentró la fe de su vida, e instantáneamente
su dolor y debilidad fueron reemplazados por el vigor de la perfec-
ta salud” (Ibíd., p. 311).
Jesús sabía quién lo había tocado, pero pidió que lo admitiera pú-
blicamente porque quería devolverle la dignidad a esta mujer que
había sido rechazada e ignorada por la sociedad. Debemos estar
agradecidos porque el Señor no nos mira con nuestros ojos.

III. LA HIJA DE JAIRO


a. LA MUERTE (vers 35-40).
¿Por qué le dedicó Jesús ese tiempo a la mujer? Quizá Jairo haya
sido insensible al problema de la mujer, sin embargo, en ese mo-
mento demostró su fe y su carácter: aceptó la decisión de Jesús y
no interrumpió la escena.
Jairo observaba con desesperación. Apenas se alegró por la recupe-
ración de la mujer; su corazón estaba centrado en su hija enferma.
Entonces llegó un emisario y le dijo: “Tu hija ha muerto, ¿para qué
molestas aún al Maestro?”
De no haber recibido palabras de ánimo, Jairo hubiera tenido una
crisis de llanto y quizá le hubiera reprochado la tardanza en aten-
der su solicitud. Pero Jesús le dijo: “No temas, cree solamente”.
A Jairo le había resultado sencillo creer en Jesús mientras su hija
estaba viva, pero ahora estaba muerta. Cuando las circunstancias
escapan de nuestro control somos tentados a renunciar a la fe.
9
CAPÍTULO 1

Al llegar a la casa, Jesús cuestionó el alboroto diciendo: “La niña no


está muerta, sino que duerme”. En ese instante, se aproximaron dos
sentimientos antagónicos: llorar y reír.
El gentío despreció las palabras de Jesús porque parecía que había
llegado demasiado tarde. El Maestro les pidió que se fueran, llamó
a los padres de la niña y a los discípulos que lo acompañaban, e
ingresaron juntos al cuarto de la niña.
b. LA RESURRECCIÓN (vers. 41-43).
A Jesús le hubiera gustado que los presentes fueran testigos del
milagro que estaba por ocurrir; podría haberlos ayudado a creer
que Jesús es el Hijo de Dios. Pero la incredulidad manifiesta (risas)
les impidió contemplar su poder.
Los milagros nunca son para los incrédulos sino para las personas
que creen en Dios.
Entonces Jesús “la tomó de la mano y dijo: ‘¡Talita cumi!’, que signifi-
caba ‘¡Niña, levántate!’ ” La misma Palabra que dio vida en la crea-
ción le devolvió la vida a la niña.
Jesús pidió que la alimentaran. Este detalle no fue registrado por
casualidad. En aquellos días existía una creencia muy arraigada,
llamaba “gnosticismo”, que sostenía la dicotomía entre la materia
(el cuerpo) y el espíritu (o el aliento). Este pensamiento había im-
pregnado las mentes de los discípulos. Por ejemplo, cuando Jesús
apareció caminando sobre el agua a los discípulos que estaban en
la barca, pensaron que era un fantasma (Mat. 14:26).
Los gnósticos creían que ningún espíritu encarnado en el cuerpo
podía realizar una acción.

CONCLUSIÓN
a. La historia de la mujer con flujo de sangre no interrumpe la histo-
ria de Jairo por casualidad. Quizá nos ayude a comprender la acti-
tud de Jairo: ¿Fue a buscar al Señor para satisfacer su necesidad, o
porque reconocía que Jesús era Dios?
Si Jairo sólo hubiera ido a buscar al Señor por su necesidad (la sa-
nidad de su hija), al enterarse que había muerto se habría enojado
con el Señor, por la dilación en atender su caso. Jesús lo desafió a
ejercitar su fe: “cree solamente”.
10
EL ENCUENTRO DE JAIRO, Y EL GRAN MILAGRO

b. Aunque Jairo aprendió la lección con dolor, ¡fue un día grandio-


so! Salió de casa buscando la sanidad de su hija, Jesús se tomó su
tiempo, pero obtuvo la resurrección. Lo que Dios tiene para ofrecer
siempre supera a lo que pedimos.
c. Cuando llega Jesús, entra la curación, la liberación y la vida. An-
te su intervención desaparecen el lamento y la desesperación. La
muerte fue sorbida por la victoria (1 Cor. 15:54).
Sólo él puede calmar los vientos de nuestra alma, tranquilizar
nuestros corazones y generar esperanza, en medio de la deses-
peración. Deposite su causa a los pies de Jesús. Él aún camina a
nuestro lado y tiene poder en el cielo y en la tierra. “No temas, cree
solamente” (Mar. 5:36).
d. ¿Cuál fue el mayor milagro: la purificación de la mujer o en la re-
surrección de la niña? El mayor milagro ocurrió en la vida de Jairo
porque este líder judío creyó en Jesús, como su Salvador.
g. El mayor milagro no es que los cojos caminen, los ciegos vean o
los muertos resuciten, sino que sean transformados mediante un
encuentro personal con Jesús. Lo que éramos fue transformado
en la bendición de lo que somos. El mayor milagro es la salvación,
que implica la purificación y la resurrección.

APELACIÓN
a. ¿Le gustaría que Dios realice hoy el mayor milagro en su vida?
b. El pecado nos deja en una condición de degradación y muerte es-
piritual. Pero la Palabra de Dios quiere obrar en usted el mayor de
los milagros: la salvación.
c. ¿Acepta las promesas de Dios? Él nos ofrece hoy la bendición o la
maldición (Deut. 30:19). Su decisión determinará su futuro.
d. ¡Elija la bendición de experimentar el encuentro con Jesús y recibir
la salvación!

Pr. Roney Lopes.

11
El encuentro del
ciego Bartimeo 2

▶ TEXTO PRINCIPAL: Marcos 10:46-52.

INTRODUCCIÓN
Las personas siempre están dispuestas a ayudar a los ciegos que ne-
cesitan cruzar la calle. Ellos despiertan nuestra empatía y altruismo.
Sin embargo, algunos ciegos llaman la atención: los que no se acercan
a Jesús porque son incapaces de apreciar los beneficios de la gracia. Les
cuesta percibir su condición espiritual, o luchan por cambiar ellos mis-
mos sus vidas. Para este tipo de ceguera sólo existe una salida: recono-
cer humildemente su condición y caminar con valentía hacia Cristo,
ejercitando la fe, con perseverancia.
En cierta ocasión el emperador Adriano le disparó por error a uno de
sus sirvientes, provocándole la pérdida de la visión. Entristecido, Adria-
no le ofreció una compensación, pero el siervo sólo pudo decir: “Me
gustaría volver a ver”.
El texto de estudio relata la historia de un hombre que anhelaba vol-
ver a ver. Este incidente permitirá, además, descubrir los pasos que nos
llevan a Cristo.
Este episodio se encuentra registrado en los evangelios de Mateo,
Marcos y Lucas. En Marcos aparecen otros relatos entrelazados, narra-
dos en una secuencia determinada. Por ejemplo, el versículo 13 cuenta
que los discípulos reprendieron a los padres que llevaron a sus niños
12
EL ENCUENTRO DEL CIEGO BARTIMEO

para que Jesús los bendijera; el versículo 24 dice que los discípulos no
entendieron el mensaje de Jesús al joven rico; el versículo 37 afirma que
dos discípulos, los hijos de Zebedeo, le pidieron una posición de privile-
gio y el versículo 48, que algunos discípulos discriminaron y desprecia-
ron a un hombre ciego que mendigaba.
La actitud de los discípulos nos deja algunas enseñanzas:
 Los niños y el ciego eran despreciados.
 Aunque el joven rico era apreciado y valorado, los niños y el ciego
fueron ignorados.
 Los niños y el ciego no recibieron apoyo.
 El joven rico le caía bien a los discípulos.
 Los niños y el ciego no estaban obsesionados por las posesiones
materiales.
 El joven rico mostró su apego por las posesiones materiales.
 Los niños y el ciego recibieron las bendiciones de Jesús. El joven
rico se retiró triste.
Cristo siempre está dispuesto a escuchar el clamor de los necesita-
dos. Él da vista a los ciegos y libera a los que padecen algún tipo de os-
curidad. Jesús nos invita a participar en su reino, promoviendo nuestra
restauración.

I. EL PASO DE LA HUMILDAD
a. RECONOCE HUMILDEMENTE SU CONDICIÓN FÍSICA. El texto describe la con-
dición de Bartimeo: era ciego, mendigo y, aparentemente, no tenía
dónde vivir (vers. 46).
Aunque estas características pueden resultar humillantes, las va-
mos a analizar desde una óptica diferente.
La ceguera genera muchas limitaciones. Quien la padece carece de
un derecho inherente a la mayoría de los seres humanos: el de ir y
venir en forma independiente.
En la Biblia, esta deficiencia también tiene una connotación espiri-
tual: ciego es el que no quiere ver ni acepta la voluntad de Dios, el
que vive en la oscuridad moral y sólo ve la vida desde la perspec-
tiva engañosa de este mundo. Es alguien que se encuentra deses-
perado y vive en la oscuridad.
13
CAPÍTULO 2

Dios invita a este tipo de ciegos a no dejarse seducir por la oscuri-


dad imperante. Aunque el enemigo procure engañarlo, Jesús es “el
camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). Sígalo siempre.
Los judíos tenían el concepto de que ese tipo de discapacidad era
resultado de los pecados cometidos por el individuo, o por sus pa-
dres. Este pensamiento se confirma con la pregunta que le hicie-
ron los discípulos a Jesús (Juan 9:2).
No es difícil imaginar que Bartimeo era visto como alguien sobre
el que pesaba la maldición divina. Su condición física lo mantenía
bajo constante humillación. Quizá por eso los discípulos lo igno-
raron y le pidieron que se callara.
Cuando percibimos el desprecio que sufría Bartimeo, entendemos
cuánto necesitaba encontrarse con Jesús.
b. RECONOCE HUMILDEMENTE SU CONDICIÓN SOCIAL. Bartimeo era un mendigo
y dependía de la benevolencia de los demás. Siempre tenía las ma-
nos extendidas para recibir, pero no tenía nada para dar. Era feliz
cuando ganaba lo suficiente para comprar el pan pero se deprimía
cuando no recibía lo que deseaba. Procuraba que le tuvieran lásti-
ma por sus carencias. Su felicidad dependía de los demás.
Nunca debemos depositar la felicidad en manos de otras personas.
No hay camino hacia la felicidad, la felicidad es el camino —y el
camino es Jesucristo.
Bartimeo llevaba mucho tiempo en esta condición humillante. No
tenía trabajo, estaba en bancarrota y sin esperanza. Se pasaba la
vida rogando y vivía fuera de la ciudad, excluido de cualquier nú-
cleo social. A su debilidad física se sumaban los prejuicios de la
sociedad. Era despreciado y tratado con desdén; incluso los discí-
pulos le dieron la espalda.
c. RECONOCE HUMILDEMENTE SU CONDICIÓN EMOCIONAL. Bartimeo estaba sen-
tado a la vera del camino. ¿Por qué? ¿No tenía un hogar? ¿No tenía
parientes? ¿Por qué pedía limosna?
Para que una persona se encuentre equilibrada emocionalmente,
necesita sentirse aceptado —al menos, por algunos miembros de
su núcleo familiar. ¿Nadie aceptaba a Bartimeo?
Por cierto, ¿cómo se llamaba? Bartimeo es la traducción griega del
nombre arameo (Bar Tim'ay). Significa hijo de Timeo. Pero en rea-
14
EL ENCUENTRO DEL CIEGO BARTIMEO

lidad era un mendigo sin hogar, sin nombre y sin apoyo de su fa-
milia ni del estado.
En nuestros días, los ciegos pueden contar con la ayuda de enti-
dades de asistencia y seguridad social. Además, se les ofrece la
oportunidad de capacitarse e insertarse en el mercado laboral. En
aquel entonces, las cosas no eran así.
Bartimeo era un ciego pobre y humillado —pero supo aprovechar
la única oportunidad que tuvo en su vida. Cuando se enteró que
el Maestro pasaba por allí, de inmediato comenzó a gritar: “¡Jesús!
¡Hijo de David! ¡Ten compasión de mí!” Ese fue el primer paso para
encontrarse con Jesús.
El mendigo reconoció su condición y abrió su corazón para ser
salvo. Sólo los humildes pueden clamar a Jesús, aunque el mundo
no los apoye. Jesús dedicó una bendición a los humildes: “Bien-
aventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de
los cielos” (Mat. 5:3).

II. EL PASO DEL CORAJE


a. BARTIMEO CLAMÓ CON CORAJE. “El coraje es la capacidad de enfrentar el
miedo, el dolor, el peligro, la incertidumbre o la intimidación”—Aurelio.
Una persona valiente enfrenta los desafíos con confianza. Puede
que el miedo sea constante, pero el impulso lo lleva adelante.
Se necesita valor para superar los obstáculos y las tormentas de la
vida. El debió tener mucho coraje para ponerse a gritar. Dios nun-
ca queda estático. Él desea cambiar nuestra historia y escuchó a
Bartimeo, cuando comenzó a gritar.
Nuestra felicidad depende de las decisiones que tomamos. No co-
loque su vida en manos de otra persona. Atrévase a ser feliz con
Jesús, incluso si debe tomar una decisión radical.
Cuando Bartimeo escuchó que Jesús pasaba por allí comenzó a
gritar: “¡Jesús! ¡Hijo de David! ¡Ten compasión de mí! Y muchos lo re-
prendieron para que se callara” (vers. 47, 48).
Aunque Bartimeo era ciego, no era sordo. Enseguida percibió el
murmullo de la multitud y sintió que ocurría algo especial. Enton-
ces sintió un ardor en su corazón y creció su coraje porque enten-
dió que, finalmente, alguien lo podría ayudar.
15
CAPÍTULO 2

Lucas cuenta que, al escuchar a la multitud, Bartimeo, preguntó


qué estaba pasando. Entonces “le dijeron que pasaba Jesús, el Naza-
reno” (Luc. 18:35-43). Y, como percibió que su condición de ciego y
mendigo al costado del camino no era suficiente para detener al
Maestro, comenzó a gritar con todas sus fuerzas.
b. ENFRENTA A LA OPOSICIÓN CON VALENTÍA. Algunos de los presentes se sin-
tieron molestos con los gritos de Bartimeo y le pidieron que se
callara (vers. 48), pero Bartimeo no dejó que otros arruinaran la
oportunidad de su vida. Los propios seguidores de Jesús, estando
aún inmaduros, servían de escollo. Pero Bartimeo no se rindió, ni
se desanimó. Y fue recompensado por ello.
Aunque no podía ver a Jesús, Bartimeo creía en él y lo hizo mejor
que Tomás. “¡Dichosos los que no vieron y creyeron!” (Juan 20:29).
c. CORAJE EXTRA. “…pero él daba mayores voces” (vers. 48). La mayor par-
te de la multitud había permanecido en silencio pero él comenzó
a gritar, cada vez más fuerte. Su grito era el producto de una vida
sin sentido, sin dirección, sin luz. Era un grito de angustia y espe-
ranza por una nueva oportunidad, el grito de alguien que estaba
cansado de padecer tanta humillación.

III. EL PASO DE FE
a. FE PARA ABANDONAR EL PASADO. Cuando Bartimeo llamó “Maestro” a
Jesús, utilizó el término Rabbuni (vers. 51) que significa “mi Maes-
tro”. Los evangelios registran a otra persona que utilizó ese térmi-
no para referirse a Jesús: María (Juan 20:16).
El mendigo lo llamó dos veces “Hijo de David” (vers. 47), mostran-
do que lo reconocía como el Mesías prometido. Pero la palabra Ra-
bbuni demuestra que creía en él.
Jesús no respondió directamente el llamado. Le ofreció a sus dis-
cípulos la oportunidad de redimirse, enviándolos con un mensaje
de fe. “Levántate, te llama”. Nosotros te regañamos, pero él no. ¡Deja
ese banco, muévete! ¡Haz tu parte! ¡Sé valiente y constante! “¡Ten
confianza!” (vers. 49).
Nosotros somos enviados, como los discípulos, a compartir las
buenas nuevas del evangelio con los oprimidos, a animar a los
débiles y levantar a los caídos.
16
EL ENCUENTRO DEL CIEGO BARTIMEO

Ante el llamado de Jesús, Bartimeo dejó su capa —símbolo del pe-


cado que encubría su historia: las mentiras acerca de sí mismo, la
autoconmiseración, las excusas por los errores cometidos, su or-
gullo. Ese falso refugio le impedía caminar por la senda correcta.
Jesús conoce nuestros corazones y sabe quiénes somos. Podemos
disfrazarnos ante los demás, pero debemos ir a Dios reconociendo
nuestros errores y limitaciones, ser pobres de espíritu.
Bartimeo tiró su capa, que era todo lo que tenía. Hasta ese mo-
mento le había resultado útil pero, ante el llamado de Jesús, ca-
recía de valor. Ya no le importaba porque había encontrado algo
mejor y estaba dispuesto a dejar atrás su pasado.
Observe el contraste con la actitud del joven rico que, aferrado a
sus poseciones, le dio la espalda a Jesús y renunció a su reino. Bar-
timeo estaba dispuesto a dejar todo por Jesús.

b. FE PARA CAMBIAR EL PRESENTE. “Él entonces, arrojó la capa, se levantó y


vino a Jesús” (vers. 50). No alcanza con levantarse; debe dar un sal-
to y salir de usted mismo.
Bartimeo deseaba recibir el regalo; creía que lo que vendría sería
mejor. Dios ofrece algo superior a todos los que están dispuestos a
saltar de su zona de confort.
c. FE PARA VIVIR EL FUTURO. Finalmente, Bartimeo se encontró con el
Maestro. Entonces “Jesús le preguntó: ‘¿Qué quieres que te haga?’ ”
Esta pregunta sugiere lo inimaginable, un futuro mejor.
A Salomón se le hizo una propuesta similar: “Pide lo que quieras
que te dé” (1 Rey. 3:5). Salomón pidió sabiduría y recibió mucho
más de lo que pidió.
Jesús le preguntó al paralítico que se encontraba en el estanque
de Betesda: “¿Quieres ser sano?” (Juan 5:6). Este personaje no supo
responder, sólo pensó en sus limitaciones. Sin embargo fue sana-
do, porque Jesús interpretó que no entendía la pregunta.
Cuando Santiago y Juan fueron, junto a su madre, a ver a Jesús
él formuló preguntas similares: “¿Qué deseas”, “¿Qué queréis que
os haga?” (Mat. 20:21; Mar. 10:36). Entonces la madre respondió:
“Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu
derecha y otro a tu izquierda” (Mat. 20:21).
17
CAPÍTULO 2

La madre de estos discípulos no respondió con sabiduría. Este tipo


de preguntas requieren una respuesta de fe.
“El ciego respondió: ‘¡Maestro!, ¡que recobre la vista!’ Jesús le dijo: ‘Puedes
irte. Tu fe te ha sanado!’ Y en el acto recobró la vista…” (vers. 51, 52).
El único recurso que puede cambiar nuestro futuro es la fe. Aun-
que podemos inferir del texto que Bartimeo no era ciego de na-
cimiento, Jesús no se detuvo a analizar la razón de la pérdida. Le
devolvió lo que había perdido.
¿Quién realizó la curación: ¿Dios, o la fe? La fe es el conducto me-
diante el cual se realiza la curación de Dios. Existe un futuro glo-
rioso para los que tienen fe.

IV. EL PASO DE PERSEVERANCIA


a. BARTIMEO PERSEVERA, ANTES DE SER SANADO. Aunque Jesús escuchó el
primer grito del ciego, esperó para ver si era persistente. Si había
una cualidad que no le faltaba a Bartimeo, es esta. Él había queda-
do por años a la vera del camino esperando una oportunidad.
Su fe fue probada por algunos discípulos que le pidieron que se ca-
llase. Pero Bartimeo fue perseverante, pareciendo decir: ¡no dejaré
de gritar hasta que Jesús me escuche!
De Bartimeo debemos aprender la verdad que enseñó Jesús en la
parábola del juez malvado (Luc. 18:1-7). No cesó en sus ruegos has-
ta que Jesús lo escuchó.
b. PERSEVERA DURANTE LA CURACIÓN. Cuando Jesús lo mandó llamar, Bar-
timeo se levantó de un salto. Entonces Jesús le preguntó: “¿Qué
quieres que te haga?” Él respondió inmediatamente: “¡Maestro!, ¡que
recobre la vista!” Este ciego nunca había renunciado a ver porque
no estaba satisfecho con su condición.
Su mayor objetivo era volver a ver, por eso expresó el deseo en una
breve oración.
A veces hablamos mucho y decimos poco. Note que las oraciones
registradas en la Biblia suelen ser breves. Jesús nos enseña a pedir
objetivamente, sin hacer vanas repeticiones, y recomienda que no
sigamos el ejemplo de los fariseos a los que les gustaba pronunciar
largas oraciones para generar una sensación de mayor piedad (Luc.
18:9-14).
18
EL ENCUENTRO DEL CIEGO BARTIMEO

Bartimeo pidió algo que sólo Dios podía hacer —demostrando que
creía que Jesús era el Hijo de Dios. Caminó hacia él con su peti-
ción y Jesús tuvo en cuenta su perseverancia. Además de recibir la
curación física, alcanzó la restauración espiritual.
Si creemos, él puede abrir nuestros ojos para que podamos ver las
maravillas de su gracia.

c. PERSEVERA, LUEGO DE LA CURACIÓN. Cuando Bartimeo recibió la bendi-


ción de la curación, no volvió a su vida anterior; comenzó a seguir
a Jesús. Ya no viviría a la vera del camino sino en el camino. Ya no
sería un excluido sino alguien que formaba parte de la verdad y la
vida. A partir de ese momento, Jesús ocupó el centro de su exis-
tencia. No solo fue iluminado; comenzó a seguir la luz del mundo
y se convirtió en un portador de luz. Siguió con perseverancia al
benefactor de su vida.

CONCLUSIÓN
 Este relato comenzó con una escena desalentadora. Imagine cómo
sería vivir siendo ciego y mendigo, a un costado de la carretera.
 La historia arranca con un mendigo y culmina con un entusiasta
seguidor de Cristo. Se inicia con una multitud siguiendo a Jesús y
termina con un hombre que sigue a Jesús.
 Bartimeo dio cuatro pasos que cambiaron su vida. Caminó hacia
Cristo con humildad, coraje, fe y perseverancia.
► La humildad le permitió reconocer que necesitaba a Cristo.
► El coraje lo llevó a clamar por la ayuda de Jesús —incluso ante
una fuerte oposición.
► La fe lo llevó a reconocer el origen divino de Cristo y a deposi-
tar su confianza en él, descartando incluso la capa que le había
resultado tan útil hasta ese momento.
► La perseverancia lo mantuvo activo antes, durante y después
de ser sanado por Cristo.
 Este episodio ocurrió en el camino de Jericó a Jerusalén. Noso-
tros también nos encontramos en camino a Jerusalén, aunque por
ahora estamos en Jericó. Esta ciudad había sido construida sobre

19
CAPÍTULO 2

un terreno bajo; Jerusalén estaba edificada sobre un monte (Luc.


10:30). Nuestro objetivo no es quedarnos en Jericó sino ascender
hasta la Jerusalén celestial.
 Este relato nos ayuda a comprender que la vida cristiana no está
exenta de milagros. Quizá el mayor problema sea que nuestra vi-
sión sólo nos permite ver los milagros de la gloria; no alcanzamos
a percibir los milagros de la gracia.
 Los milagros de la gloria tienen que ver con la curación física,
mientras que los de la gracia se relacionan con la conversión y la
curación del alma.
 La historia de Bartimeo representa la historia de los que han vi-
vido sin ver durante algún tiempo, hasta que se encuentran con
Cristo, “la luz del mundo” (Juan 8:12).
 La humildad, el coraje, la fe y la perseverancia son los pasos deci-
sivos que deben tomar todos los que desean recibir la curación que
ofrece Jesús.
 Bartimeo necesitaba ser curado. Si usted se encuentra sentado a la
vera del camino, aferrado a sus bienes materiales, dé el salto de fe
para encontrarse con el Salvador. No se va a arrepentir.
 ¿Se encuentra dispuesto a dar hoy estos pasos?

Pr. Marcelo Dadamo Ribeiro.

20
El encuentro del
joven rico 3

▶ TEXTOS PRINCIPALES: Mateo 19:16-30; Marcos 10:17-22.

INTRODUCCIÓN
¿Se puso a pensar en la cantidad de dinero que invierten los seres
humanos en cosas innecesarias? La regla es gastar.
Aunque se dice que las mujeres gastan mucho, el deseo de tener,
comprar y ganar lo tenemos todos. Los estudios revelan que los consu-
midores procuran, más que un producto, una experiencia. Por eso las
empresas líderes han cambiado su forma de vender.
La Palabra de Dios afirma que el dinero es la fuente de todos los ma-
les, ¿verdad? ¡No! Pablo dice que el amor, o el apego al dinero es la raíz de
todo mal (1 Tim. 6:10). ¿Podría el dinero, o cualquier otra cosa, ser un
obstáculo que dificulte nuestro compromiso con Cristo?

DESARROLLO
Abra su Biblia en Mateo 19:16-30.
“Entonces un joven se acercó a Jesús y le preguntó: ‘Maestro bueno,
¿qué bien haré para tener la vida eterna?’ ” (Mat. 19:16).
El relato del encuentro del joven rico con Jesús es escueto, por lo tan-
to ofrece poca información sobre este personaje. Sin embargo, Mateo
aclara que era rico.
21
CAPÍTULO 3

Los evangelios sinópticos lo retratan como un hombre joven que te-


nía una vida ejemplar. La sociedad siempre consideró relevante la situa-
ción económica para definir las personas. Este muchacho había visto
cómo Jesús bendecía a los niños y ese gesto de amor y consideración lo
alentó para buscar al Maestro.

“Y Jesús respondió: ‘¿Por qué me preguntas acerca de lo que es bueno?


Sólo Uno es bueno. Si quieres entrar en la vida, guarda los Manda-
mientos’ ” (Mat. 19:17).
Jesús le preguntó qué significaba ese saludo inusual. Los judíos con-
sideraban que sólo Dios puede ser llamado bueno. Esta verdad es abso-
luta y su bondad se refleja cuando permitimos que nos toque.

“Él preguntó: ‘¿Cuáles?’ Jesús respondió: ‘No matarás, no cometerás


adulterio, no hurtarás, no dirás falso testimonio, honra a tu padre y a
tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo’. El joven contestó:
‘Todo esto he guardado. ¿Qué más me falta?’ ” (Mat. 19:18-20).
El joven tenía claro, de acuerdo a la educación que había recibido, que
debía procurar la perfección. Todo cristiano debe tratar de reflejar el ca-
rácter de Dios. El problema era que había colocado las leyes por encima
su esencia: el amor a Dios y al prójimo.
En un intento por descubrir qué faltaba para heredar la vida eterna,
decidió buscar a Cristo. La Ley por sí misma no salva (Gál. 2:21), ni per-
dona nuestros pecados. Sólo la aceptación de los méritos de Cristo per-
mite que alcancemos la vida eterna.

“Jesús le dijo: ‘Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, dalo a
los pobres y tendrás tesoro en el cielo. Y ven, sígueme’ ” (Mat. 19:21).
La perfección no se encuentra en la impecabilidad, o en la capacidad
de hacer lo correcto sino en el amor que manifiesta una vida trans-
formada por la gracia de Cristo. Mientras el egoísmo no sea aplastado,
nuestras buenas acciones serían intentos aislados, no el resultado de
una vida transformada.

“Al oír esta palabra, el joven se fue triste, porque tenía muchas posesio-
nes” (Mat. 19:22).
Nadie se entristece por poseer muchas propiedades. Tener dinero o
recibir un salario alto no es pecado. Sin embargo, la tristeza de este mu-
22
EL ENCUENTRO DEL JOVEN RICO

chacho radicaba justamente en lo que poseía; su corazón estaba centra-


do en las riquezas.
Pocas veces quien corrió a encontrarse con Jesús y regresó triste. Ese
era el precio por seguir a Jesús: amar a Dios y a las personas más que a
los bienes que había acumulado durante su vida.

CONCLUSIÓN
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: ‘Os aseguro que difícilmente un
rico entrará en el reino de los cielos. Repito: Es más fácil que un came-
llo entre por el ojo de una aguja, que un rico en el reino de Dios’. Al oír
esto, sus discípulos se espantaron en gran manera, y dijeron: ‘Entonces,
¿quién podrá salvarse?’ Jesús los miró, y les dijo: ‘Esto es imposible para
los hombres, pero para Dios todo es posible’. Entonces Pedro preguntó:
‘Nosotros hemos dejado todo, y te hemos seguido, ¿qué, pues, tendre-
mos?’ Jesús les dijo: ‘Os aseguro que en la regeneración, cuando el Hijo
del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis
seguido, también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce
tribus de Israel. Y todo el que deja casas, hermanos o hermanas, padre
o madre, esposa o hijos, o tierras, por mi Nombre, recibirá cien veces
más, y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y
muchos últimos serán primeros’ ” (Mat. 19:23-30).
A los discípulos les pareció que el discurso del Maestro había sido
demasiado duro, por eso le preguntaron quién podía cumplir los requi-
sitos. Entonces Jesús les aseguró que sólo Dios es capaz de lograr lo que
el hombre jamás podrá conseguir por sus propios medios: salvar del
pecado y guiarlos a su Reino.
En el encuentro con el joven rico Jesús deja claro que, lo menos que
acepta de nuestra parte es todo —un corazón sin reservas. Pero la re-
compensa final es la vida eterna.

APELACIÓN
Quizá considere que los bienes materiales no son un problema por-
que usted es fiel con los diezmos, las ofrendas y siempre ayuda a los
necesitados. Pero, ¿cómo está su vida?
¿Qué puede estar ocupando el lugar que le pertenece a Dios? Sea lo
que fuere, eso lo que Dios le está pidiendo que deje.
23
CAPÍTULO 3

Según la tradición, Policarpo era una persona muy consagrada que


había sido discípulo del apóstol Juan. En aquellos tiempos se perseguía a
los cristianos y Policarpo fue llevado al anfiteatro para ser asesinado. En
ese momento escuchó una voz del cielo que decía: “¡Sé fuerte, Policarpo!
¡Sé un hombre!”
Entonces se pidió a este cristiano, arrestado por predicar el evange-
lio, que maldijera a Cristo. Pero Policarpo respondió:
“—He servido a mi Señor Jesucristo durante 86 años y nunca me ha
causado daño alguno. ¿Cómo puedo negar a mi Rey, que hasta el mo-
mento me ha guardado de todo mal, y ha sido fiel en redimirme?”
Policarpo fue condenado a ser quemado pero, como el fuego no tenía
poder sobre él, lo mataron con la espada.
En el pasado muchos creyentes ofrecieron sus vidas por amor a Je-
sús. Entregue hoy la suya. El Señor hará maravillas.

Pr. Eduardo Machado.

24
El encuentro de
Zaqueo 4

▶ TEXTO PRINCIPAL: Lucas 19:1-10.

INTRODUCCIÓN
Lo primero que dice el texto es que Zaqueo era un recaudador de
impuestos, rico y de baja estatura. Aparentemente, se encontraba ator-
mentado por los manejos espúreos de recursos que no eran suyos. En
nuestros días muchas personas viven perdidas, acosadas por sus pen-
samientos y sentimientos, abrumadas por sus propias recriminaciones.
No encuentran paz consigo mismos, ni con Dios. Este era el caso del
publicano Zaqueo.

QUIÉNES ERAN LOS PUBLICANOS


“Jesús entró en Jericó, e iba pasando por la ciudad. Y un hombre rico,
llamado Zaqueo, jefe de los publicanos, procuró ver quién era Jesús…”
(Luc. 19:1-3).
Los publicanos se encargaban de recaudar los impuestos que debían
pagar los judíos al Imperio Romano.
Los escritores romanos consideraban que su condición social era si-
milar a las personas que trabajaban en los burdeles, a quienes los ra-
binos llamaban ladrones. Eran odiados por todos —especialmente por
ser judíos que trabajaban para el enemigo, y por defraudar tanto a sus
compatriotas como al gobierno.
25
CAPÍTULO 4

Esta historia podría ser contemporánea. La Biblia afirma que en los


últimos días las personas estarán alejadas de Dios y se enfocarán en la
satisfacción de sus deseos personales, como Zaqueo (2 Tim. 3:1, 2).
Mientras la mayoría de los trabajadores hacen lo que pueden por ga-
nar el pan para cada día, un grupo de corruptos desvían fondos, roban
y hacen que la sociedad sea aún más complicada e injusta. ¿Cuántos
publicanos existen en nuestros días?

BAJA ESTATURA
En la cultura de aquella época, las discapacidades físicas eran consi-
deradas un signo de maldición divina y se menospreciaba a quienes las
padecían. Zaqueo cargaba, además, con el estigma de ser ladrón y vivía
con su conciencia atormentada. Además, sentía que Dios lo despreciaba
por su baja estatura.
Este hombrecito no tenía, aparentemente, ninguna virtud que exhi-
bir. Por lo tanto, podría haber desistido de buscar a Jesús.
¿Cuántas veces estuvo allí? Si fuera despreciado y ofendido perma-
nentemente, sin tener la posibilidad de expresar su pensamiento, segu-
ramente sacarían conclusiones falsas sobre usted. ¡Quizá le esté suce-
diendo ahora mismo! Su familia no lo acepta, su padre lo echó de casa o
está involucrado en una relación en la que la otra persona no lo escucha
y siempre dice tener la razón.
Quizá en este momento usted sea Zaqueo: se siente desanimado y
despreciado; no logra vislumbrar una solución para su vida. Tal vez este
sea el momento de tomar medidas como Zaqueo, porque la única solu-
ción es conocer a Jesús.
“Procuró ver quién era Jesús. Pero no podía a causa de la multitud, por-
que era bajo de estatura. Corriendo, se adelantó y subió a un sicómoro
para verlo, porque Jesús iba a pasar por allí” (Luc. 19:3, 4).

TODOS NECESITAMOS CONOCER A JESÚS


El tacto cumple un papel fundamental en el bienestar emocional,
más de lo que podríamos pensar. Los estudios confirman que sin él
moriríamos. Esta situación se refleja también en la vida de los monos
bonobo, que viven en Congo. Sus crías son muy delicadas y se aferran
en la selva al cuerpo de su madre durante casi cinco años.
26
EL ENCUENTRO DE ZAQUEO

Los monos huérfanos necesitan amor y atención constantes, de lo


contrario, es muy probable que mueran. Sólo una “madre sustituta”,
(hombre o mujer) que pueda brindar atención de 8 a 10 horas diarias
puede evitar que las crías dejen de luchar por su vida. La necesidad de
contacto es más importante que la comida.
A nosotros nos pasa lo mismo: si no recibimos un toque amoroso,
moriremos rápidamente. Era eso lo que le faltaba a Zaqueo; como todos
lo despreciaban, pensó que Jesús sería su última oportunidad de ser
aceptado, amado y salvado.
Cuando se enteró que el Maestro había bendecido a los niños, que
dedicado tiempo para orientar a un joven intranquilo, curado a un ciego
en Jericó y que no discriminaba a nadie, se entusiasmó. Su baja estatura
comenzó a crecer en el camino de la fe.
Su vacío existencial estaba a punto de desaparecer. Todos necesita-
mos sentirnos amados, saber que alguien se preocupa y está dispuesto
a prestarnos atención. Cristo estaba dispuesto a ofrecer a Zaqueo su
aceptación incondicional.
Hoy también podemos encontrarnos con Jesús, tal como somos.
Cuando nos sentimos pequeños e indignos de ir a su encuentro, Cristo
se acerca con amor y nos invita a estar con él.
Zaqueo trató de ver quién era Jesús. El texto deja claro que no escati-
mó esfuerzos para estar cerca a Jesús. “Corriendo, se adelantó y subió a un
sicómoro para verlo, porque Jesús iba a pasar por allí” (v. 4).
El sicómoro es un tipo de higuera silvestre. Aunque su fruto es de
inferior calidad, este árbol resultó útil para que el publicano Zaqueo pu-
diera conocer a Jesús.
Las ramas del sicómoro brotan cerca del suelo y son bastante grue-
sas. Desde este árbol, Zaqueo podía contemplar de cerca a Jesús. Él su-
peró el obstáculo que le interpuso la multitud y alcanzó a vislumbrar al
Hijo de Dios.
Este rico y corrupto publicano deseaba ver a Jesús, conocerlo mejor
—si es que el Señor le concedía una entrevista. Se arriesgó a ser consi-
derado tonto o desubicado y subió al sicómoro.
Podríamos decir que ese día el árbol produjo su fruto más preciado:
un pequeño hombre creció en estatura cuando permitió que Cristo lo
transformara.
27
CAPÍTULO 4

ZAQUEO LUCHÓ PARA CONOCER A JESÚS


Como todos nosotros, Zaqueo necesitaba encontrar la fuente de la
verdadera felicidad. Pero este hombrecito tenía grandes obstáculos que
le impedían ver a Jesús. Uno de ellos era la gran multitud.
Quizá también haya una multitud que le impide ver a Jesús. Los en-
tretenimientos, los amigos libertinos, los negocios fraudulentos, la pros-
titución u otras causas pueden impedir que vea el reino de los cielos.
Debemos evadir la multitud y buscar la forma de contemplar a Jesús.
¿Cuáles son estas características?
 Procurar tener una vida de comunión con Dios mediante el estu-
dio diario de la Biblia.
“Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Pala-
bra” (Hech. 6:4).
 Tener una vida de oración y confiar que Dios escucha y nos res-
ponde cuando clamamos por él.
“Señor, oye mi oración, llegue mi clamor a ti” (Sal. 102:1).
“La multitud hizo lugar y Zaqueo, caminando como en sueño, se diri-
gió hacia su casa. Pero los rabinos miraban con rostros ceñudos y mur-
muraron con descontento y desdén ‘que había entrado a posar con un
hombre pecador’ [Luc. 19:7]” (Elena de White, El Deseado de todas las
gentes, p. 508).
Al trepar al árbol, Zaqueo representa estas características. Pero no al-
canza con mirar desde arriba; recién cuando aceptó el llamado de Jesús
este hombre pequeño se transformó en un gigante.
“Cuando Jesús llegó a ese lugar, miró hacia arriba, y le dijo: ‘Zaqueo, da-
te prisa, desciende, porque conviene que hoy me hospede en tu casa’ ”
(Luc. 19:5).

ZAQUEO PERMITIÓ QUE JESÚS LO ENCONTRARA


La Palabra de Dios dice que Jesús invitó a Zaqueo a tener un encuen-
tro personal con él. La propuesta del Mesías sonó como una hermosa
melodía para los oídos de este hombre. Era lo que ansiaba escuchar, y
sus palabras resonaron en su mente todo el día.
El publicano no se resistió: “Entonces él descendió aprisa, y lo recibió
gozoso” (vers. 6).
28
EL ENCUENTRO DE ZAQUEO

Zaqueo no perdió el tiempo. Mientras Jesús hablaba, su corazón latía


rápidamente con la certeza de que el vacío y la impureza serían elimi-
nados de su vida. Enseguida la convicción se apoderó de sus labios y su
rostro reflejó la alegría.
NOTA: Jesucristo desea salvarlo ahora. No lo postergue para mañana,
la semana que viene o dentro de un mes; puede ser demasiado tarde.
Observe la expresión: “conviene que hoy me hospede en tu casa”. Cristo
desea visitarlo ahora. No desaproveche esta oportunidad.
Como resultado de su obra transformadora, Cristo hizo la siguiente
afirmación: “Hoy ha venido la salvación a esta casa” (vers. 9).
“Zaqueo había sido abrumado, asombrado y reducido al silencio por
el amor y la condescendencia de Cristo al rebajarse hasta él, tan indig-
no. Ahora expresaron sus labios el amor y la alabanza que tributaba a
su recién hallado Maestro. Resolvió hacer públicos su confesión y su
arrepentimiento” (Ibíd. p. 508).
“No solamente Zaqueo fue bendecido, sino toda su familia con él.
Cristo fue a su casa para darle lecciones de verdad e instruir a su fami-
lia en las cosas del reino. Ellos habían sido expulsados de la sinagoga
por el desprecio de los rabinos y adoradores; pero ahora su casa era la
más favorecida de toda Jericó; acogían bajo su propio techo al divino
Maestro y oían por sí mismos las palabras de vida. Cuando Cristo es re-
cibido como Salvador personal, la salvación viene al alma” (Ibíd. p. 510).

CONCLUSIÓN Y APELACIÓN
Este publicano era un hombre pequeño sin valor para la sociedad.
Pero cuando conoció a Jesús se convirtió en un gigante. Superó los obs-
táculos, se acercó a Jesús y terminó alcanzando la salvación.
“Zaqueo no había recibido a Jesús meramente como a un forastero,
sino como al que moraba en el templo del alma” (Ibíd. p. 510).
Hoy tiene la oportunidad de aceptar el llamado de Cristo. Baje del
árbol y permita que hoy quede en su casa. “Porque el Hijo del Hombre
vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (vers. 10).
Oremos para que su encuentro con Jesús lo convierta en un gigante.

Pr. Gilson Soledade.

29
El encuentro en
medio de una gran 5
tormenta

▶ TEXTO PRINCIPAL: Hechos 27:4 a 28:6.


“Habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación,
porque había pasado el ayuno, Pablo les advirtió: ‘Señores, veo que la
navegación va a ser con peligro y grave daño, no sólo del cargamento y
de la nave, sino también de nuestras personas’. Pero el centurión creía
más al piloto y al patrón de la nave que a Pablo” (Hech. 27:9-11).

INTRODUCCIÓN
Según una encuesta reciente, uno de los mayores anhelos del ser hu-
mano es viajar. Se han editado muchos libros y guías de turismo, lo que
demuestra el interés de la gente por viajar.
Según el sitio Tecmundo, la frase más buscada en Google, antes de
la pandemia, era: “Cómo llegar a tal lugar”. La gente está interesada en
buscar un lugar donde ir y se ocupa de trazar planes para emprender el
viaje que se ha propuesto.
La historia del apóstol Pablo siempre nos ha impresionado. A partir
de su conversión, pasó de ser un perseguidor de cristianos a un cristia-
no perseguido. Durante los años en los que sirvió al Señor, Pablo realizó
muchos viajes como apóstol y líder de la iglesia cristiana. No es de ex-
trañar que en las últimas páginas de la mayoría de las versiones de la
Biblia aparezcan varios mapas para identificar los lugares que recorrió
en sus tres grandes viajes misioneros.
30
EL ENCUENTRO EN MEDIO DE UNA GRAN TORMENTA

El texto que acabamos de leer introduce el viaje de Pablo a Roma,


donde posteriormente sería ejecutado. Podemos elegir el destino de
nuestro viaje pero no siempre la forma como llegamos.
¿Qué podemos aprender de este viaje? ¿Qué aplicaciones haríamos
para nuestra vida, mientras transitamos como peregrinos por este pla-
neta? Lo veremos a continuación.

I. EN LAS TORMENTAS DE VIDA, DEBEMOS ESTAR ATENTOS A LAS


SEÑALES DE DIOS (Hech. 27:4-20)
Pablo no era un pasajero ordinario, viajaba como prisionero a Roma,
la capital del Imperio. Al principio, el viaje parecía seguro y tranquilo.
Las condiciones climáticas eran favorables y el barco era conducido por
una tripulación experimentada. Pero en el versículo 4 se relata que los
vientos comenzaron a soplar en sentido contrario y el apóstol sugirió
que no siguieran avanzando: “ ‘Señores, veo que la navegación va a ser con
peligro y grave daño, no sólo del cargamento y de la nave, sino también de
nuestras personas’ ” (vers. 10).
El relato bíblico agrega que el centurión no escuchó a ese hombre de
Dios: “Pero el centurión creía más al piloto y al patrón de la nave que a Pa-
blo” (vers. 11).
En el viaje de la vida necesitamos buscar consejo entre los que si-
guen los caminos del Señor. Quien desprecia los consejos de Dios sufre
grandes daños. ¿Cuántos hijos lloran porque no escucharon los consejos
de sus padres? ¿Cuántas personas se encuentran perdidas por no escu-
char el consejo de la iglesia, ni de sus líderes?
Aunque Dios reveló su voluntad para nuestra vida, la gente prefiere
escuchar a los filósofos, a la ciencia o a la razón humana. Sin embargo,
nuestro parámetro siempre debiera ser el “así dice el Señor”.
Otro aspecto a destacar es que la mayoría de los que estaban en ese
barco opinaban que deberían partir; por eso no escucharon el consejo
de Pablo. Tenga presente que la mayoría no siempre tiene la razón; por
lo general, no es capaz de discernir la voluntad de Dios. Seguir a la ma-
yoría puede generar grandes problemas.
Si repasamos la historia de Sansón, vemos que organizó una fiesta,
como acostumbraban hacer los jóvenes de la época. Allí comenzaron
sus problemas. Muchos jóvenes visitan los clubes nocturnos porque van
31
CAPÍTULO 5

la mayoría de sus amigos. Otros prueban drogas porque la mayoría lo


hace. ¡Tenga cuidado con las mayorías!
La brisa suave contribuye para que muchos confundan las circuns-
tancias de la vida (vers. 13). Al principio parecía que Pablo estaba equi-
vocado. Pero pronto llegaron el viento fuerte y un tifón (vers. 14). Enton-
ces los tripulantes perdieron el control del barco (vers. 15).
Como no habían escuchado los consejos de Pablo, tuvieron que eli-
minar la carga del barco para intentar salvar sus vidas. Hubo una gran
pérdida financiera.
Estos problemas siguen ocurriendo. Cuando se descubre que uno de
los cónyuges está teniendo una relación fuera del matrimonio, todo lo
que había construido se arruina: la pareja, la relación con los hijos, las
propiedades… Todo por una aventura intrascendente.
Quizá en este momento usted haya perdido la esperanza y siente que
pasó el punto de retorno. Está listo para tirar la toalla y renunciar a su
matrimonio, o incluso a su vida.

II. NECESITAMOS ASUMIR NUESTRO LIDERAZGO EN LAS TORMENTAS DE


LA VIDA (Hech. 27:21-44)
Cuando se disipó toda esperanza, Pablo se posicionó como un agente
de vida. Él no dijo: “¡Te lo había advertido! Ahora estamos perdidos y to-
dos moriremos”. Pablo procuró encontrar una alternativa para sortear la
crisis. Nunca busque culpables en medio de una tormenta; trate de en-
contrar la solución. ¡Cada problema trae una semilla, una oportunidad
para salir adelante!
Cuando todos estaban desesperados, en medio de la tormenta, Pablo
dijo: “Pero ahora os insto a que tengáis buen ánimo” (vers. 22). El apóstol
no fue vencido por el miedo sino por la fe. El miedo es enemigo de la
fe. Sólo aumenta la sensación de peligro, agota nuestra fuerza y nubla
nuestra visión.
Cuando nos encontramos en medio de un conflicto debemos recor-
dar que Dios está con nosotros. Él permanece a nuestro lado en medio
de la tribulación. En nuestro viaje no faltarán las tormentas, pero Dios
siempre estará presente.
Quizá debamos pasar por un horno de fuego, pero el cuarto hom-
bre estará a nuestro lado (Dan 3:25). Tendremos que enfrentarnos a los
32
EL ENCUENTRO EN MEDIO DE UNA GRAN TORMENTA

leones, pero el ángel del Señor cerrará la boca de las bestias (Dan. 6:22).
Dios no nos abandona, siempre está a nuestro lado. Debemos vivir con
la certeza que tenía Pablo cuando dijo: “Porque esta noche se me presentó
un ángel del Dios de quien soy, y a quien sirvo, y me dijo: ‘Pablo, no temas’…
Por tanto, tened buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como me
ha dicho” (vers. 23-25).
En ese momento el Señor vino a ayudar a Pablo. Quizá parezca que
tarda demasiado, pero no dejará de apoyar a los suyos y la promesa del
salmista se tornará en una realidad: “El llanto puede durar una noche,
pero a la mañana viene la alegría” (Sal. 30:5).
El texto agrega que los marinos, temiendo de ser arrojados contra
las rocas, arrojaron cuatro anclas por la borda y comenzaron a orar. En
medio de nuestras luchas también debemos arrojar nuestras anclas de
seguridad por la borda:
 EL ANCLA DE LA FE: Crea que Dios tiene el control de la tormenta. Aún
no ha sido escrito el último capítulo de su vida.
 EL ANCLA DE LA ADORACIÓN: Una cosa es adorar a Dios cuando todo va
bien y otra es hacerlo cuando las cosas van mal. Pero es en ese
momento cuando necesitamos adorar más.
 EL ANCLA DE LA ORACIÓN: Los marineros comenzaron a orar para que
amaneciera pronto. Ruegue a Dios para que su día se aclare. Estos
náufragos perdieron todo, pero llegaron a una isla. Se aferraron a
la vida, que era su mayor activo.
 EL ANCLA DE LA CERTEZA: En este relato Pablo repite varias veces “es
necesario”. En nuestras vidas no todo son alegrías. Lamentable-
mente los reveses también forman parte de nuestra existencia,
porque todavía vivimos en este mundo de pecado. Pero debemos
aprender a confiar en Dios.

III. NECESITAMOS CALENTARNOS (Hech. 28:1-6)


Luego de salvar sus vidas, los náufragos llegaron a la isla de Malta en
medio de una tormenta y con temperaturas bajas (vers. 2). Los malteses
trataron a los miembros de la tripulación y a los prisioneros con aprecio
y consideración. Les dieron la bienvenida y encendieron un fuego para
que se secaran. La ayuda muchas veces proviene de circunstancias o
personas inesperadas.
33
CAPÍTULO 5

Los isleños tuvieron una actitud amistosa y una sensibilidad espe-


cial ante la fragilidad de las personas que acababan de pasar por una
tragedia y necesitaban calentar sus cuerpos. Cuando estamos pasando
por un momento difícil, todos necesitamos acercarnos al fuego y buscar
personas que oren por nosotros, que sean más espirituales. El calor de
sus vidas nos calentará.
Ayude a levantar a los caídos, pero no camine hacia atrás por causa
de ellos. El verdadero cristiano no se deja influenciar por lo negativo, se
convierte en una luz para los demás. Procure caminar con hermanos
que están avanzando, no con los que empujan hacia abajo. Esto no sig-
nifica que debamos ignorar o evitar a los que se encuentran espiritual-
mente débiles, pero necesitamos evitar que sus problemas interfieran en
nuestra vida espiritual.
Algunas personas comienzan a luchar pero se rodean de personas
amargadas y terminan asumiendo su actitud. La lucha no es un fin, es
una escalera que nos ayuda a crecer en la fe: de fortaleza en fortaleza,
“de gloria en gloria” (2 Cor. 3:18).
Algunos no encuentran razones para adorar a Dios. No les falta nada,
pero viven alejados del Señor. Sin embargo, otros encuentran muchos
motivos para alabarlo, incluso ante el sufrimiento. Recordemos el caso
del leproso que se encontró con Jesús. A pesar de sus afecciones y de
oler mal, se postró y lo adoró. Si un leproso puede agradecer y adorar a
Dios, ¿qué podemos hacer nosotros? ¿Algo salió mal? Glorifique a Dios y
acérquese al fuego.
Mientras los demás náufragos estaban preocupados por calentarse,
Pablo salió a recoger leña para mantener el fuego encendido. A menu-
do la colaboración calienta nuestras vidas y las de quienes nos rodean.
Mantenga el fuego de su pareja encendido, felicitando a su cónyuge.
Cuide las relaciones familiares, acérquese a sus hijos. Busque a la perso-
na que ha herido —incluso si cree que usted no tuvo la culpa— y resta-
blezca la amistad perdida.

CONCLUSIÓN
Finalmente, los mismos que habían afirmado que Pablo era un ase-
sino cambiaron de opinión. Pablo no impuso su voluntad (las circuns-
tancias como un prisionero, no lo permitían), pero cuando surgieron

34
EL ENCUENTRO EN MEDIO DE UNA GRAN TORMENTA

las oportunidades para que él se convirtiera en una bendición para los


demás, no eludió su responsabilidad cristiana. A menudo Dios permite
que suceda algo, incluso una tragedia, para que esta situación se trans-
forme en una bendición y Dios sea reconocido como el único digno de
gloria y honor.
Quizá hoy necesite aprender a confiar en Dios —incluso cuando todo
parece sugerir lo contrario. En este mundo nadie está exento de proble-
mas, pero siempre podemos confiar en Dios y permitirle que controle
nuestras vidas.
Pablo vivió confiando en Dios y eso le permitió avanzar. Entendió
que esta vida era apenas un atisbo de algo mucho mayor. Gracias al sa-
crificio de Jesús podremos disfrutar de la vida eterna.
En el libro de Romanos Pablo expresó el anhelo que ardía su corazón,
una certeza que nosotros también debemos tener:
“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación o angustia? ¿Per-
secución o hambre? ¿Desnudez, peligro o espada? Está escrito: ‘Por causa de
ti afrontamos la muerte todo el día, somos estimados como ovejas de mata-
dero’ Pero Dios, que nos ama, nos ayuda a salir más que vencedores en todo.
Por eso estoy seguro que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni lo
presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada
nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”
(Rom. 8:35-39).
¿A cuántos les gustaría rendirse a Dios y confiar en él, pesar de las
dificultades, y vivir de acuerdo con su voluntad?

Pr. Marcelo Cardoso.

35
El encuentro en la
casa de Pedro 6

▶ TEXTO PRINCIPAL: Marcos 2:1-12.

INTRODUCCIÓN
Cuando estudiaba en la universidad leí un libro que marcó mi vida:
El ministerio de curación, escrito por Elena de White. Lo que más me
llamó la atención fue el capítulo “La curación del alma”. Este tema caló
tan hondo que nunca olvidé su mensaje. A partir de entonces traté de
profundizar, aplicar y compartir esta enseñanza con otros: los detalles
de la medicina que cura nuestra alma.
Desde hace mucho tiempo el mundo está procurando llenar el va-
cío del alma y darle sentido a la vida. Se ha buscado en la prosperidad,
en la restauración física, en los bienes materiales, en los placeres. Las
personas dedican sus vidas a encontrar esta cura y la búsqueda parece
interminable; nunca logran llenar su corazón porque lo que necesitamos
es una cura superior: “la curación del alma”.
Todos necesitamos recibir este mensaje.

I. EL PRINCIPIO DE LA CURACIÓN (Juan 3:16)


Quizá este sea uno de los textos más conocidos y estudiados de la
Palabra de Dios. Algunos eruditos afirman que si sólo tuviéramos este
texto podríamos resumir el plan de salvación y redención de Cristo.
Dios dio a su único hijo —el más importante, todo lo que tenía— por la
36
EL ENCUENTRO EN LA CASA DE PEDRO

prostituta, los drogadictos, el homosexual, el asesino, el adúltero, por


aquellos que ni siquiera querían responder a su amor. La salvación, el
perdón y la restauración se ofrecen a todo aquel que cree en él. En este
texto podemos encontrar perdón, amor y salvación.
Veamos cómo se aplican estos conceptos en la historia que analiza-
remos a continuación.

II. ¿POR QUÉ ESTABA PARALIZADO? (Mar 2:1-12)


Algunos nacen con esta discapacidad; otros la padecen tras sufrir un
accidente, un trauma, un disparo, y permanecen así por el resto de sus
vidas. El personaje de esta historia estaba postrado como resultado de
sus errores, fracasos y pecados.
Durante muchos años había soportado una carga en su corazón que
nadie le podía quitar. Ahora que el remordimiento y el arrepentimiento
eran grandes, deseaba deshacerse de esa carga. El paralítico se enteró
que Cristo había restaurado a otras personas y pensó que también lo
podía ayudar. Pero luego, consciente de su pasado, llegó a la conclusión
de que ni Cristo podía salvarlo.
El enemigo a menudo instala estos pensamientos. Afirma que nues-
tros pecados son demasiado grandes, que Cristo no puede escucharnos
ni perdonarnos. El enemigo es “padre de mentira” (Juan 8:44), acusador”
y engañador (Zac. 3:1, Apoc. 12:9, 10). Cuando escuchamos estas menti-
ras la carga que llevamos resulta insoportable.
¿Qué podría desear un paralítico? Por supuesto, un lisiado anhela
volver a caminar, pero el paralítico de Capernaum no quería caminar.
Y entonces, ¿por qué molestó a sus amigos? ¿Qué intención tenía para
acercarse a Jesús —incluso rompiendo un techo ajeno e interrumpiendo
una reunión?
Lo que estaba procurando era una cura mucho mayor; ansiaba ser
perdonado. Su cuerpo se estaba consumiendo por causa de la enferme-
dad y sabía que no le quedaba mucho tiempo. Entonces llamó a sus ami-
gos y les pidió que lo ayudaran a llegar a Jesús.
“El paralítico se hallaba completamente desamparado y, no viendo
perspectiva de ayuda en ninguna parte, se había sumido en la deses-
peración. Entonces oyó hablar de las obras maravillosas de Jesús. Le
contaron que otros tan pecaminosos e imposibilitados como él habían
37
CAPÍTULO 6

quedado sanos; aun leprosos habían sido limpiados. Y los amigos que
le referían estas cosas, le animaban a creer que él también podría ser
curado, si lo pudieran llevar a Jesús. Pero su esperanza decaía cuando
recordaba cómo había contraído su enfermedad. Temía que el Médico
puro no le tolerase en su presencia.
“Sin embargo, no era tanto la curación física como el alivio de su car-
ga de pecado lo que deseaba. Si podía ver a Jesús, y recibir la seguridad
del perdón y de la paz con el Cielo, estaría contento de vivir o de morir,
según fuese la voluntad de Dios” (Elena de White, El Deseado de todas las
gentes, pp. 222, 223).
Jesús se encontraba en la casa de Pedro, enseñando la Palabra. Cuan-
do llegaron los amigos con el paralítico había mucha gente dentro y
fuera de la casa. Eran curiosos, incrédulos y creyentes sinceros que im-
pedían a este grupo acercarse a Jesús. Intentaron forzar el paso, pero sus
esfuerzos fueron en vano.
Pero el paralítico decidió no rendirse: estaba demasiado cerca de la
curación. Finalmente sugirió que lo subieran a la azotea, quitaran parte
del techo y lo depositaran ante Jesús, interrumpiendo la reunión.

III. NADA IMPIDE SER CURADO


Cuando queremos ser sanados y buscamos a Dios con una motiva-
ción correcta, no hay nada que nos detenga —ni nuestra condición fí-
sica, ni nuestras finanzas, ni el mismo diablo (Rom. 8:31). El deseo de
este hombre era tan grande que, en vez de poner excusas, buscó una
solución. Se ocupó incluso de convencer a sus amigos que construyeran
una camilla y lo llevaran a Jesús.
Podemos notar que para ser curado este hombre debió persistir y ha-
cer uso de la voluntad y la fe. La verdadera fe no está exenta de la acción
humana. No es fe barata, en la que Dios hace todo y usted no mueve un
dedo. Si el paralítico no se hubiera encontrado con Cristo, nunca habría
sido sanado.
¿Creamos excusas y obstáculos, colocando toda la responsabilidad
sobre los hombros de Dios? Es cierto que él produce la curación —pero
no hay milagro si no lo buscamos, si no nos entregamos a él.
Los milagros ocurren cuando el hombre se encuentra por la fe con la
mano de Dios.
38
EL ENCUENTRO EN LA CASA DE PEDRO

IV. EL MOTIVO DE LA CURACIÓN


Jesús observó el rostro de ese hombre; sabía de su búsqueda incan-
sable por encontrar una cura. Entonces lo miró fijamente y pronunció
unas palabras que sonaron como la música en sus oídos: “Hijo, tus peca-
dos te son perdonados” (vers. 5).
El Maestro no dijo: “Hijo, levántate y anda” —como hubiera deter-
minado nuestra lógica. Jesús conocía el corazón de ese hombre y sabía
cuál era su verdadera necesidad. Su mayor anhelo no era recibir la cura
física, sino la espiritual. Esta curación hace lo que ningún médico, psi-
cólogo, pastor o iglesia puede lograr.
Muchas personas buscan a Jesús por razones equivocadas. Las igle-
sias, los hospitales y las oficinas se encuentran llenan de gente, pero
no pueden curar. La carga de pecado que llevaba el paralítico sobre sus
hombros desapareció. Ahora este hombre estaba tan feliz que no sabía
qué decir. Incluso ya no sentía dolor físico; había encontrado la paz que
tanto había anhelado.
El hombre todavía estaba paralizado, pero se sentía curado. Podía
irse feliz, incluso sin ser restaurado físicamente. Pero en ese momento
Jesús percibió que muchos se preguntaban quién era él para perdonar
los pecados. Entonces dijo: “¿Por qué pensáis así? ¿Qué es más fácil, decir
al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decirle: ‘Levántate. Toma tu
camilla y anda’? Pues, para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene auto-
ridad para perdonar pecados en la tierra —dijo al paralítico—: ‘A ti te digo:
¡Levántate! Toma tu camilla y vete a tu casa’ ” (vers. 8-11).
Jesús es Dios y posee toda la autoridad (Juan 1:1-3). Él creó el univer-
so, formó al hombre y tiene el mundo en sus manos (Col. 1:16, 17; Isa.
40:12). Es el mismo que pronunció esas palabras. El hombre sólo busca-
ba la curación de su alma, pero Dios le dio mucho más.
El apóstol Pablo lo resumió con las siguientes palabras: “Aquel que
es poderoso para hacer infinitamente más que todo cuanto pedimos o
entendemos, por el poder que opera en nosotros” (Efe. 3:20).
Cuando buscamos a Dios con una motivación correcta, podemos es-
tar seguros de que recibiremos más de lo que pedimos o imaginamos.
Cristo sabe exactamente lo que necesitamos. Nosotros pedimos lo que
creemos que es mejor, pero el que conoce el fin desde el principio (Isa.
46:10), sabe cuál es nuestra verdadera necesidad.
39
CAPÍTULO 6

Más que tener un cuerpo sano, bienes materiales y todo lo que pode-
mos aspirar para satisfacer nuestros deseos, necesitamos estar en paz
con Dios. Debemos ser sanados espiritualmente; la curación del alma
nos hará sentir completos.

APELACIÓN
Seguramente habrá visto la foto de una niña corriendo con su cuerpo
quemado por causa de los bombardeos que sufrió Vietnam, en la guerra
de 1972. Esa niña se llama Kim Phuc Phan Thi y esa foto tuvo repercu-
siones a nivel mundial. Su historia es una impresionante demostración
de superación y perdón. Ella no quedó atrapada por el pasado, tuvo un
encuentro con Dios que le quitó el resentimiento y la ira contra los que
le habían causado tanto daño.
Durante mucho tiempo Kim llevó la carga y las marcas de aquella
tragedia. Ella necesitaba recibir una cura mayor que la eliminación de
sus cicatrices.
Kim creció y fue educada por una familia que profesaba el caodaís-
mo, una religión sincrética que se practica en Vietnam. A los 19 años se
convirtió al cristianismo y ella afirma que su nueva fe le brindó paz y
un propósito para su vida.
Hoy ella es embajadora de buena voluntad de la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO)
y dirige su propia organización no gubernamental que ayuda a niños
afectados por la guerra. KIM Foundation International brinda tratamiento
y prótesis a niños heridos en diversos conflictos bélicos. Además patro-
cina la construcción y mantenimiento de hospitales, escuelas y orfana-
tos en todo el mundo.
“No quiero ver que otros Kim sufran como yo”. Esta vietnamita en-
contró, mediante su vida de oración, la forma de perdonar a los que la
habían lastimado. En 1996, se celebró una ceremonia, el Día de los Ve-
teranos de Guerra, en Washington (DC), Estados Unidos. Durante ese
evento Kim se reunió con John Plummer, uno de los oficiales estadou-
nidenses que había dirigido el ataque con napalm (nafta gelatinosa que
produce una combustión más duradera que la nafta común) en Trang
Bang. John, que ahora es pastor, le pidió perdón a la mujer que había he-
rido 24 años antes.
—“Esta todo bien. Te perdono” —respondió Kim.
40
EL ENCUENTRO EN LA CASA DE PEDRO

CONCLUSIÓN
Kim y John eran dos paralíticos modernos. La chica necesitaba elimi-
nar el rencor, la ira y el odio que llevaba en su corazón, y el comandante,
la carga de haber producido tanto daño. Los dos recibieron la curación
que tanto anhelaban: ofrecer perdón y recibir el alivio de haber sido per-
donado. Y usted, ¿también necesita ser curado?
Nunca olvide que Dios lo ama —al margen de los errores que haya
cometido. Él quiere perdonarlo, restaurar su vida y concederle la salva-
ción. Esta cura real puede ocurrir hoy mismo. No mida sus esfuerzos;
haga su parte y Dios hará la suya. La parte de Dios es hacer el milagro;
la nuestra, buscarlo de corazón (Jer. 29:13).
Los milagros pocas veces ocurren como pensamos y cuando lo tenía-
mos previsto. Sólo Dios sabe qué es mejor y maneja los tiempos. Pode-
mos vivir en paz, confiando en que sus planes siempre son mejores que
los nuestros (Jer. 29:11; Isa. 55:8-10).
Deje de lado los prejuicios, el orgullo, los miedos y el pensamiento de
que no puede ser perdonado (1 Juan 1:9). Suba al techo de la fe, la perse-
verancia y la persistencia, y encuéntrese con Jesús. Hallará la cura que
tanto estaba buscando. Su vida no volverá a ser la misma.

Pr. Clemente Pereira Junior.

41
El encuentro en el
Mar de Tiberias 7

▶ TEXTO PRINCIPAL: Juan 21:1-19.

INTRODUCCIÓN (Juan 21:1-3)


El evangelio de Juan tiene muchas singularidades. Una de ellas es
que, aunque parece terminar en el capítulo 20, de repente surge el capí-
tulo 21, con un mensaje sorprendente.
Algunos estudiosos se han preguntado si este capítulo formaba par-
te del manuscrito original. Sin embargo, luego de hacer un análisis ex-
haustivo (dentro y fuera del texto), llegaron a la conclusión de que el
capítulo 21 siempre estuvo allí.
Naturalmente, si el texto existe es porque tiene un propósito. En este
capítulo encontramos un episodio en el que nos podemos ver reflejados.
Nuestra historia puede ser semejante a la de los protagonistas. El Señor
inspiró al apóstol Juan para que registrara ese evento; sabía que nos iba
a dejar una gran enseñanza.

I. CONTEXTO
Este episodio forma parte del encuentro que tuvo el Maestro con los
discípulos, luego de su resurrección. El jueves anterior a la Pascua Jesús
había sido arrestado en el jardín de Getsemaní. Los soldados lo azotaron
y lo humillaron; posteriormente fue llevado ante los líderes del templo:
Anás y Caifás. Más tarde compareció ante Herodes y Poncio Pilato y fue
42
EL ENCUENTRO EN EL MAR DE TIBERIAS

condenado a morir en la cruz. Luego de su muerte, Jesús fue sepultado


el viernes por la tarde en la tumba de José de Arimatea. El sábado per-
maneció en la tumba y el primer día de la semana resucitó.
Luego de su resurrección, Jesús tuvo varias apariciones públicas: a las
mujeres que habían ido a visitar su tumba; en el camino a Emaús; a los
discípulos (excepto Tomás); en el aposento alto, cuando Tomás tocó sus
heridas, y en la playa del Mar de Tiberias (conocido también como Mar
Galilea, o Lago de Genesaret).

II. LOS PLANES DE DIOS SON MEJORES


Los discípulos todavía no habían entendido el significado de la
muerte y resurrección de Cristo. Siempre habían esperado que asumie-
ra el trono de David y transformara a Israel una gran nación. Creían que
Jesús era el Mesías que vendría para reinar en Israel.
En aquellos días los judíos vivían bajo el poder opresor de Roma y​​
todo el pueblo anhelaba la liberación del Imperio. No hubiera estado
mal que Jesús asumiera el trono de Israel, pero los planes de Dios eran
superiores. Jesús no vino para liberar a la gente de su época sino a todos
los seres humanos que han vivido en este plantea. Su muerte no fue una
derrota sino la mayor de las victorias.
A veces, no comprendemos los propósitos de Dios. Podemos incluso
querer cosas que parecen buenas; nuestro problema es que sólo vemos
el presente, pero Dios conoce el futuro. Él sabe lo que sucederá y utiliza
su sabiduría en nuestro favor.
Quizá usted esté enfrentando un problema y no entiende los cami-
nos del Señor. Tenga paciencia, confíe en él. Dios tiene una bendición
para usted —incluso si no alcanza a comprender los capítulos de su vida.
Confíe en él, porque su plan es siempre el mejor.

III. “VOY A PESCAR”


Los discípulos se habían reunido en el Mar de Tiberias porque espe-
raban encontrarse allí con Jesús. Se sentaron en la playa y comenzaron
a hablar acerca de lo que había acontecido en los últimos días y recorda-
ron las experiencias que habían vivido con Jesús.
Podemos imaginarlos evocando curaciones milagrosas, la multipli-
cación de los alimentos para la multitud, los muertos que habían vuelto
43
CAPÍTULO 7

a la vida y sus valiosas enseñanzas. Como no comprendían plenamente


su sacrificio, al rompecabezas le faltaban algunas piezas.
Entonces Pedro, uno de los líderes del grupo, se levantó y dijo: “Voy
a pescar”. Esta frase tenía un sentido profundo. No iba a buscar comida;
quería retornar a su oficio.

“Caminando Jesús junto al mar de Galilea, vio a Simón y a su herma-


no Andrés, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores. Y les
dijo: ‘Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres’. Al instante,
dejaron sus redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago
hijo de Zebedeo y a su hermano Juan, que estaban en la barca arre-
glando las redes. En seguida los llamó. Y ellos dejaron a su padre Zebe-
deo en la barca con los jornaleros, y siguieron a Jesús” (Mar. 1:16-20).

El encuentro de Jesús con Pedro y con algunos de sus discípulos fue


en el contexto de la pesca. Ellos habían sido llamados a abandonar la
pesca de peces para ser pescadores de hombres —instrumentos en las
manos de Dios para llevar a otros a Cristo.
Cuando Pedro dijo “Voy a pescar”, los demás lo siguieron. Estaban
abandonando lo que habían vivido con Cristo. De esta actitud podemos
extraer dos lecciones valiosas:
a. Muchos se alejan de Dios cuando llegan los problemas. Abando-
nan su fe y vuelven a su vida anterior.
Nuestra vida espiritual, ¿pende de un hilo? ¿Alguno de los presen-
tes ha seguido alguna vez al Maestro y hoy se encuentra alejado
porque decidió volver a pescar? No permita que los problemas lo
desanimen. Aférrese a Dios y él le dará la victoria. Acepte ahora
mismo el llamado que Jesús le está haciendo.
b. La Biblia cuenta que los discípulos intentaron pescar toda la noche
y no consiguieron nada. Recordemos que ellos eran profesionales,
no aficionados de fin de semana. Lo normal era que cuando salían
pescaran algo.
Algunas personas creen que si vuelven a su vieja vida, lejos de los
caminos del Señor, todo será más fácil y placentero. Esta es una de
las falacias que instala el enemigo. No caiga en vanas ilusiones.
No existe nada mejor que estar en los brazos de Jesús. Sólo en él
encontrará seguridad.
44
EL ENCUENTRO EN EL MAR DE TIBERIAS

IV. JESÚS NOS ENCUENTRA (Juan 21:4-8)


El texto bíblico cuenta que cuando amanecía Jesús estaba en la playa.
Es probable que haya pasado allí toda la noche, pero los discípulos no lo
habían visto ni lo reconocieron al amanecer.
Entonces Jesús les ordenó que echasen sus redes a la derecha. Cuan-
do lo hicieron, la red se llenó tal manera, que casi naufragan cuando la
subieron a la barca con 150 peces grandes (vers. 11). En ese momento
Juan volvió a mirar hacia la playa y lo reconoció: “Es el Señor”.
Pedro no pudo esperar. Se colocó la ropa y saltó al agua para encon-
trarse con su Maestro.
De este episodio podemos extraer algunas lecciones valiosas para
nuestras vidas:
a. Jesús estaba allí, aunque ellos no lo reconocieron. Muchas veces
pensamos que estamos solos y nos preguntamos dónde está Dios,
pero él siempre ha estado cerca. No dude, él siempre se preocupa
por usted.
b. Jesús habla nuestro idioma. Cuando pidió que lanzaran las redes
del otro lado, estaba utilizando un código conocido. Primero, por-
que él ya había realizado un milagro y segundo, porque ellos eran
pescadores entendían lo que les pedía.
Jesús siempre nos habla de un modo comprensible. Algunos pien-
san que no serán capaces de entender la Palabra de Dios. Sin em-
bargo, el evangelio es accesible para todos, y eso lo incluye a us-
ted. Si Dios lo trajo a este lugar es porque desea hablar con usted
—siempre que se lo permita. Si le abre su corazón verá, como los
discípulos, maravillas.
c. Pedro dejó todo y fue a encontrarse con Jesús. Cuando supo que el
Maestro estaba en la playa no se pudo contener; la pesca ya no era
importante para él.
Jesús es el mejor regalo. No puede hacer nada mejor que estar
siempre en su presencia. Las cosas de este mundo son pasajeras;
las espirituales son eternas. No es tan fácil abandonar el mundo y
seguir a Cristo, pero vale la pena.
¿Qué necesita dejar atrás? Hoy es el día oportuno para tomar la
decisión de abandonar el pecado y servir al Señor.
45
CAPÍTULO 7

V. JESÚS NOS RESTAURA (Juan 21:15-17)


Cuando los discípulos regresaron a la playa, desayunaron juntos. En-
tonces Jesús le habló a Pedro. Este discípulo lo había negado y todos
eran conscientes del hecho. El mayor problema no era que los demás
supieran lo que había hecho sino que él era consciente de su pecado. Esa
herida laceraba su corazón.
Sin embargo, Cristo le habló en un tono amistoso. El tema de la con-
versación fue el amor. Dios desea que lo amemos.
a. Jesús podría haber descartado a Pedro. La traición fue cruel, pero
el amor de Cristo supera cualquier barrera. Él nunca se da por ven-
cido, por eso restauró a Pedro. Su perdón curó la herida que tanto
le dolía al discípulo. Lo mismo ocurre con nosotros.
A veces pensamos que no podemos volver a los brazos de Cristo,
pero recuerde que él puede curar nuestras heridas y tiene respues-
tas para nuestras preocupaciones. Jesús nunca se da por vencido
con nosotros.
b. Jesús le habló tres veces a Pedro, como si estuviera restaurando ca-
da una de sus negaciones. Jesús está preocupado por cada detalle;
conoce todos nuestros problemas. Permita que lo ayude a resolver
sus asuntos.
c. En este texto vemos que Jesús no solo perdonó a Pedro. También
confirmó la misión que le había encomendado y le devolvió el mi-
nisterio que le había otorgado cuando lo llamó. Lo mismo ocurre
con nosotros. No lo olvidemos.
Cristo tiene un llamado para cada uno de nosotros. Él tiene un
plan para su vida. Para que este plan se materialice, sólo necesita
que acepte su intervención.
Pídale que venga y desarrolle los planes que tiene para su vida.

CONCLUSIÓN
La respuesta de Pedro nos deja una gran enseñanza. Aunque había
caído, se levantó. Cuando el Maestro se volvió a encontrar con Pedro, lo
encontró transformado.
Cristo hace la siguiente declaración: “Yo estoy a puerta y llamo. Si
alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a su casa, y cenaré con él, y
él conmigo” (Apoc. 3:21). La puerta representa a nuestro corazón.
46
EL ENCUENTRO EN EL MAR DE TIBERIAS

Esa mañana Pedro abrió la puerta de su corazón. Jesús entró y fue


a su casa. A partir de entonces la vida de Pedro fue relevante para su
tiempo y por la eternidad.
Hoy todos tenemos la oportunidad de hacer lo mismo. Jesús está lla-
mando a la puerta de su corazón. ¿Le va a contestar? ¿Le gustaría com-
prometerse con Cristo y decirle que lo ama? ¿Está dispuesto a dedicar su
vida al Señor?

Pr. Jeferson Fortes Lorenzi.

47
EL encuentro del
gadareno con 8
Jesús

▶ TEXTO PRINCIPAL: Marcos 5.

INTRODUCCIÓN
Existen diferentes tipos de esclavitud. Se estima que en nuestros
días hay más de dos millones y medio de personas sufriendo en algún
tipo de esclavitud. No es casualidad que en el inframundo de internet
se vendan esclavos, prostitutas e incluso, órganos humanos.
La mayoría de las personas que padecen esta condición son mujeres
menores de 25 años y niños. Esto se debe al tráfico de personas, ya sea
para la prostitución o la venta de órganos.
Sin embargo, hay otras formas de esclavitud: internet, las redes so-
ciales, las bebidas alcohólicas, las drogas, la pornografía, los videojue-
gos, etc. Muchos viven presos de alguna de estas adicciones y no pue-
den librarse. Es como si hubieran sido encerradas en una prisión de
máxima seguridad y no pueden escapar.

LOS ENDEMONIADOS GADARENOS


El capítulo 5 de Marcos cuenta la historia de dos hombres que vivían
como prisioneros de Satanás en una región pagana llamada Decápo-
lis. Estos endemoniados vivían en Gadara, una ciudad de la región de
Transjordania, un área montañosa con muchos bosques ubicada al este
del río Jordán.
48
EL ENCUENTRO DEL GADARENO CON JESÚS

Aunque los protagonistas son dos, Marcos destaca a uno de ellos,


probablemente debido a su furia y fuerza inusual, porque estaba total-
mente poseído. Cuando los discípulos bajaron del barco, este hombre
corrió a recibirlos.
Elena de White afirma en El Deseado de todas las gentes que, cuando
los discípulos vieron que ese hombre corría hacia ellos, se asustaron y
volvieron al barco. Jesús permaneció a su lado, levantó la mano que ha-
bía calmado la tormenta la noche anterior, y el hombre se detuvo.
Entonces el endemoniado cayó de rodillas ante Jesús y exclamó:
“¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te imploro por Dios que
no me atormentes” (vers. 7).
Lo interesante es que, aunque Jesús no era reconocido como Hijo de
Dios en su propia tierra, recibió este reconocimiento en una región pa-
gana, por parte de un demonio.
Jesús se compadeció de ese joven. En cuanto lo vio supo del dolor,
el sufrimiento y las lágrimas que había derramado porque era esclavo
de Satanás. Ese hombre vivía como un animal salvaje, aullando en las
montañas, escondiéndose junto a las tumbas, rompiendo las cadenas y
amenazando de muerte al que se atreviera a acercarse. Nadie puede ser
feliz mientras sirva a Satanás.
Jesús contempló el deprimente estado en el que se encontraba este
hombre y le formuló una pregunta: “¿Cómo te llamas?” (vers. 9). Aunque
él no necesitaba saber su nombre, lo hizo para mostrar a sus discípulos
la terrible condición en la que se encontraba. No era un simple demonio
sino una legión, un ejército de demonios que había dejado en él huellas
de crueldad y destrucción.
Ese hombre era manejado por el diablo. Pero Jesús tiene el poder de
someter a más de 6.000 demonios —la cantidad de soldados que compo-
nía una legión del ejército romano. La compañía diabólica era impotente
ante la presencia de Jesús. Con una sola palabra los expulsó y terminó
con el cautiverio al que había estado sometido el joven.
Los demonios rogaron ser arrojados a una piara de 2.000 cerdos y,
cuando Jesús los autorizó, se precipitaron al mar desde un acantilado y
murieron ahogados. Entonces los encargados de cuidar los cerdos hu-
yeron y anunciaron en la ciudad y en los campos lo que acababa de
ocurrir. Los residentes de Gadara, asombrados por la noticia, salieron
49
CAPÍTULO 8

a ver lo que sucedía, pero ya no se cruzaron con el endemoniado que


siempre andaba desnudo y vivía entre las tumbas. Ahora encontraron
a un hombre que había recuperado su juicio. El poder de Dios lo había
transformado y estaba bien vestido, en plena posesión de sus facultades
mentales, escuchando al Maestro.

LA TRANSFORMACIÓN
En el pasado ese joven había vivido desnudo, pero ahora estaba ves-
tido. Jesús había restaurado su dignidad.
Muchas personas deambulan por la vida sin identidad. Agotaron sus
energías, perdieron la esperanza y están a punto de renunciar a la vida.
Satanás robó el don más preciado que recibió el hombre: la imagen de
Dios que él colocó en sus hijos, su dignidad. Tenemos un Padre celestial
que se compadece de sus hijos.
La Biblia afirma que ahora este joven se encontraba sentado a los
pies de Jesús. Anteriormente corría de un lugar a otro sin saber a dónde
iba, sin rumbo ni esperanza. Pero ya no necesitaba correr; estaba al lado
de quien es “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). Jesús le otorgó un
nuevo significado a su vida.
Muchas personas necesitan hoy ser liberadas porque han perdido su
estilo de vida. Corren de aquí para allá procurando encontrar la verda-
dera paz y felicidad; están enfermos y no le encuentran sentido a la vi-
da. Si aceptaran la invitación de tener un encuentro personal con Cristo
y se sentaran a sus pies, encontrarían el significado de sus vidas. Jesús
cambiaría nuestra historia.
Por otra parte, la Biblia afirma que este joven estaba en su sano juicio
porque Jesús había restaurado su capacidad mental. Nuevamente era un
hombre libre y podía tomar sus propias decisiones. Todo comienza en
nuestra mente; es allí donde tomamos las mejores y las peores decisio-
nes de nuestra vida.
Cuando somos prisioneros del enemigo no logramos razonar y nues-
tro intelecto se ve afectado. Nuestra capacidad de decisión ha sido de-
bilitada, lo que se refleja en las decisiones que tomamos. Muchas veces
nos herimos y afectamos a nuestros seres queridos. Jesús lo invita a te-
ner un encuentro personal para librarlo y restaurar su capacidad mental.
Entonces podrá tomar las mejores decisiones, si permanece a su lado.
50
EL ENCUENTRO DEL GADARENO CON JESÚS

CONCLUSIÓN
Cuando Jesús libera a una persona, lo hace en forma completa; el
mayor ejemplo de esta realidad lo podemos encontrar en la historia de
este joven gadareno.
Luego de este episodio, Jesús subió al barco para regresar, junto a
sus discípulos, a la región de Galilea. Entonces este joven pidió que le
permitiera acompañarlo. Sin embargo, el Maestro tenía una idea mejor:
“Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales las grandes cosas el Señor ha hecho
contigo, y cómo tuvo compasión de ti” (vers. 19).
Este muchacho fue el primer misionero del Nuevo Testamento, en-
viado a una tierra extranjera. Y este nuevo creyente hizo un excelente
trabajo; cuando Jesús regresó a la región de Decápolis, una multitud sa-
lió a recibirlo (Mar. 7:31-8:10).
El testimonio de una persona librada del poder del enemigo es pode-
roso. Luego que este testigo realizara su labor, Jesús pudo atraer a miles
de personas. No existe un testimonio más poderoso que el de una vida
transformada, hecha a imagen del Creador.

Pr. Mitchel Urbano.

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