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50 Aniversario

Facultad de Humanidades y Educación / UCV

La edición de este libro ha sido financiada por el


Consejo de Estudios de Postgrado de la UCV
TOMAS IBAÑEZ GRACIA

FLUCTUACIONES CONCEPTUALES
EN TORNO A LA POSTMODERNIDAD
Y LA PSICOLOGIA
Conferencias dictadas del 15 al 25 nov. 1993

UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA


FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN
COMISION DE ESTUDIOS DE POSTGRADO
CARACAS / 1996
20 SESION 1

es el mismo método. Lo que pasa es que ese método nada tiene que ver con
el método positivo que se lia venido celebrando como lo propio de la
producción de conocimientos científicos. La diferencia no se expresa,
efectivamente, en términos de metodología sino de tipo de objeto. Si el
objeto es de tipo complejo, tanto si se aborda desde las Ciencias Físicas o
Naturales, como si se aborda desde las Ciencias Humanas, Ciencias Sociales,
requiere el mismo procedimiento de abordaje que nada tiene que ver con el
método positivo. Y si es simple, también el método es el mismo en Ciencias
Sociales y en Ciencias Naturales. Pero, si es simple, entonces recurrimos al
método científico positivo. Si no vamos más allá de Newton, nos vale el
método positivo y si no vamos más allá de Skinner también.
SESIÓN 2
Del estructuralismo al postestructuralismo,
camino de la postmodernidad

Lo que realmente me preocupa del momento presente, es la


problemática de la postmodernidad. Entiendo que si queremos hacer la
historia del presente no nos queda más remedio que prestar atención al
fenómeno de la postmodernidad, intentar problematizarla y trazar su
genealogía. En este sentido, si lo que interesa es la postmodernidad, para ser
rigurosos, habría que hacer remontar esta historia del presente hasta el siglo
XVI, con el Renacimiento, con la constitución de la ciencia moderna, pasar
por el siglo XVIII y la ideología de la Ilustración; pero hoy nos vamos a
limitar a unos antecedentes mucho más próximos y ya dejaremos lo que es
la perspectiva más global para el día que nos toque hablar concretamente de
modernidad-postmodernidad.
Estos antecedentes próximos, a mi entender, hay que hacerlos
remontar a la década de los sesenta. La década de los sesenta no es, ni mucho
menos, cuando se conceptualiza y se empieza a definir lo que es la
modernidad, pero sí es la época en la cual se empieza a fraguar, se empieza
a constituir, se van dando las precondiciones para que, en algún momento
ulterior, se pueda definir algo así como la postmodernidad y todo lo que ello
implica.
Así que, nos vamos a limitar a un período muy corto, no más de
tres décadas. Lo que marca el inicio de este período es, obviamente, la
constitución y el auge -un auge importantísimo- del estructuralismo; el
estructuralismo como algo que va a abrir caminos para la formulación de la
postmodernidad. Los va a abrir, tanto en el sentido positivo, es decir,
destruyendo obstáculos (aquello contra lo cual se constituye el
estructuralismo), como en términos negativos, levantando nuevos obstáculos
que pronto quedarán evidenciados como aquello que marca los límites del
estructuralismo, es decir, los caminos que el estructuralismo cierra
equivocadamente. Y tanto en los caminos que abre como en los que cierra
están los elementos que van a permitir, efectivamente, pasar a otro tipo de
conceptualización que insisto en llamar postmoderna.
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Esto nos lleva a detenernos, aunque sea unos segundos, sobre el


concepto de estructura. Hoy, el concepto de estructura es de un uso social
absolutamente denso, densísimo, no sólo en los medios estrictamente
académicos sino en lo que los estadounidenses llaman “la clase instruida”, o
sea, la gente con formación universitaria o semejante; pero también, en el
lenguaje de la vida cotidiana estamos utilizando el término estructura
constantemente: hablamos de estructuras, hablamos de estructuraciones,
cuando se nos entrega un trabajo, por ejemplo, decimos si está bien o mal
estructurado, hablamos de estructuras profundas, de estructuras latentes, de
infraestructuras, de estructuras de la personalidad, de la estructura del
lenguaje, de la estructura de los mitos, de la estructura de una novela, de la
estructura de una película, de la estructura de un relato y hasta hablamos de
desestructuralización, de algo que está desestructurado. Por lo tanto,
“estructura”, “estructura”, y más “estructura”, término habitual del habla
cotidiana. Esto, quizá, nos impida ver que el término estructura es un término
sumamente reciente. Hace un tiempo no tan lejano, ni se nos hubiera ocurrido
pronunciar la palabra estructura. Veamos un poco la genealogía de la palabra.
Resulta que, en un primer momento, si uno consulta los viejos diccionarios -
previos al siglo XVII, por ejemplo-, cuando aparece, cuando se define el
término “estructura” se trata de un término exclusivamente reservado al
campo de lo arquitectónico, ¿qué es una estructura?... una estructura es, cito
literalmente la definición que en aquellos tiempos se daba: “la forma en la
que un edificio está construido”. Uso técnico especializado, sólo se refiere a
lo construido y concretamente a los edificios. En el siglo XVIII, el sentido
de la palabra “estructura” se modifica, cambia, se generaliza. Se generaliza
y adquiere un nivel de mayor abstracción: la estructura se define como “la
forma según la cual las partes de un ser concreto (de cualquier ser concreto
que esté constituido por partes) se organizan (el concepto de organizar, de
organización, es clave) en un todo”. Esta es la definición que va tomando el
término estructura.
El hecho de que un término figure en un diccionario no significa -
todos lo sabemos-, que tenga una presencia efectiva en el lenguaje, en el uso
social del lenguaje; de hecho, habrá que esperar bastante tiempo para que el
término estructura penetre en los usos lingüísticos. Por ejemplo, Hegel no
utiliza nunca el término estructura. Hegel habla mucho de sistemas, el
concepto y la noción de sistema es fundamental en la obra de Hegel; pero la
palabra estructura no aparece en sus escritos -ni qué decir que no los he leído
todos, me fío de lo que me dicen los especialistas que
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han hecho las investigaciones para llegar a estas conclusiones-. Marx utiliza
muy poco el término estructura; en general, los jóvenes hegelianos -Marx
entre ellos- no utilizan mucho el término estructura. Habrá que esperar hasta
el siglo XX para que la palabra estructura sea consagrada, empiece a aparecer
en obras importantes. Quizá, una de las primeras obras importantes donde la
palabra estructura aparece -y esta obra consagra el término estructura- es el
famoso libro de Durkheim que se publica en 1895: Las Reglas del Método
Sociológico. El hecho de que sea Durkheim quien legitime y consagre el uso
del término estructura, creo que es muy interesante, pero ya veremos por qué,
un poco más adelante.
Detenernos sobre la palabra “estructura” no es suficiente..., no es
suficiente porque lo que aquí interesa es el estructuralismo y el
“estructuralismo” es un neologismo que aún tardará un poquitín más en
construirse, en aparecer. El neologismo “estructuralismo” es algo que se va
constituyendo en las dos primeras décadas de este siglo, o sea, entre 1900 y
1920. Curiosamente -y esto nos interesa aquí, muy directamente, claro, por
el tipo de profesión y estudios que tenemos- es en Psicología donde el
“estructuralismo” se empieza a configurar. Se va configurando, en oposición
a las orientaciones funcionalistas de la Psicología, en lo que todos
conoceremos como la orientación de la Gestalt, la orientación de la teoría de
la forma. El estructuralismo es una invención, es una creación de los
psicólogos, aunque no exclusivamente, claro está. En la medida en que el
estructuralismo marca profundamente la Teoría de la Gestalt, y en la medida
en que Lewin es un psicólogo gestaltista, se puede decir que la Psicología
Social será estructuralista avant la lettre, antes de que el estructuralismo
aparezca como la gran moda de la segunda mitad del siglo XX, y creo que
esto también es interesante recalcarlo. El estructuralismo marca el campo de
la Psicología pero marca, sobre todo, el campo de la Lingüística.
Es en el campo de la Lingüística donde el estructuralismo se va a
ir configurando con la mayor nitidez. De hecho, el otro punto clave después
de la obra de Durkheim y de las aportaciones de la Teoría de la Gestalt es
1915 y el Curso de Lingüística General de Ferdinand de Saussure. Este es el
punto absolutamente crucial para la emergencia de ese fenómeno socio-
cultural que será el estructuralismo. Ahora bien, Saussure no habla de
estructuralismo; utiliza, creo, el término estructura, pero con escasa
frecuencia. Lo que va a estabilizar el concepto y el uso de la palabra
“estructuralismo” no va a ser la propia obra de Saussure, sino
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las lecturas que se van a hacer de la obra de Saussure y, concretamente, la


lectura que hará de esta obra toda la escuela de Praga, con Troubetzkoy,
Jacobson, Hjelmslev, por ejemplo. El danés Hjelmslev será uno de los
primeros que hablarán en 1939 de estructuralismo como programa
fundacional, como proyecto, como un método. Por lo tanto, es a través de la
Escuela de Praga y su interés por los fonemas como irá estabilizándose el
uso del término estructuralismo y llenándose de un contenido concreto.
Sin embargo, no va a ser la Escuela de Praga ni va a ser la
Lingüística la que va a popularizar el estructuralismo. La que le va a dar una
resonancia mediática importante será la Antropología con Claude Lévy-
Strauss, quien, efectivamente, popularizará el estructuralismo y estará en el
origen, propiamente, del movimiento estructuralista. Claude Lévy-Strauss,
primero en 1949, con la publicación de su tesis: Las Estructuras Elementales
del Parentesco, pero sobre todo, con la publicación en 1955 de Tristes
Trópicos, lanzará la nave estructuralista para un corto pero intenso viaje.
Tristes Trópicos va a conocer un éxito de público absolutamente
impresionante, va a trascender el marco de lo estrictamente universitario-
académico para llegar a lo que se llama el público culto y va a estar presente
a través del éxito mediático, de la publicidad y del éxito de ventas, en la
radio, en las conferencias; va a trascender el marco puramente y propiamente
universitario y va a revertir con mayor intensidad, a través de este paso por
el público culto, en el ámbito propiamente universitario.
Es interesante remarcar una vez más cómo -y en esto vuelvo a ser
un poquitín foucaultiano- los eventos contingentes de la historia tienen unos
efectos que luego se olvida que han sido por contingencia y se ven como
necesarios. Véase por ejemplo cómo el desarrollo de la Psicología Social fue
marcado por la barbarie nazi, evento histórico y por lo tanto contingente, que
llevó a Lewin y tantos otros a Estados Unidos... Pues, bien, en referencia al
estructuralismo ocurre que Levy-Strauss se va a Estados Unidos y en Estados
Unidos se encuentra otro refugiado que es Jakobson. Entre Levy-Strauss y el
lingüista Jakobson se fragua una amistad y una relación bastante profunda,
que influirá sobre las formulaciones de Levy-Strauss permitiendo el
nacimiento del enfoque estructuralista en Antropología.
En definitiva, el estructuralismo como movimiento cultural se
gesta, efectivamente, en los primeros años cincuenta, se afirma a lo largo de
toda la década de los cincuenta -la fecha del 55, con Tristes Trópicos,
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es una fecha emblemática, clave- y se consolida en la década de los sesenta.


(Hay un año de la década de los sesenta, el año 66, que será llamado “el año
estructuralista”, marcando el apogeo de ese movimiento.). El estructuralismo
empieza su declive, en esa misma década de los sesenta, en relación con un
acontecimiento que ya mencionaba ayer y es el famoso, y para algunos
entrañable, mayo del 68. Este acontecimiento, inicia lo que va a ser el declive
del estructuralismo. Pero el estructuralismo no se va a agotar con el impacto
de mayo del 68, va a seguir brillando hasta mediados de los 70 y, a partir del
75, ya da paso a lo que se suele llamar el postestructuralismo. Tenemos, por
lo tanto, dos décadas, de 1955 hasta 1975, de zeitgeist estructuralista, de
espíritu del tiempo estructuralista. Fenómeno muy focalizado en Francia,
pero que transciende enormemente a partir de Francia; o sea, que no es un
fenómeno local, ni mucho menos. De la misma forma en que el
postmodernismo, tampoco es un fenómeno específicamente francés. Tiene o
está teniendo más eco en Estados Unidos que en la propia Francia, mucho
más. Por lo tanto, dos décadas de zeitgeist estructuralista, dos décadas
durante las cuales el estructuralismo se convierte, prácticamente, en el
movimiento de pensamiento hegemónico. Tiene una fuerza tremenda y lo
impregna todo. En aquella época, hasta los entrenadores de fútbol, se
preguntan muy seriamente si el estructuralismo, puede serles útil para sus
planteamientos tácticos. ¿Quién puede permitirse el lujo de ignorar al
estructuralismo en estas dos décadas? Prácticamente nadie. Y, ¿quién puede
resistir a dejarse impregnar, de alguna forma, por este zeitgeist cultural que
es el estructuralismo? Prácticamente nadie. Aprovecho este momento para
recordaros que el estructuralismo no me interesa en tanto que tal. Si nos
detenemos sobre él es tan solo porque anuncia otra cosa que será muy
diferente de él: la postmodernidad.
¿En qué contexto se constituye el estructuralismo? Creo que hay
que diferenciar dos cosas: por una parte, el contexto de pensamiento y, por
otra parte, lo que es el contexto más institucional de lo académico, de la
academia. En el contexto del pensamiento, lo que prima, en el momento en
el que el estructuralismo se constituye, es, evidentemente, la
fenomenología. La orientación fenomenológica, con Husserl a su cabeza, es
una orientación que se ha ido dibujando y que ha ido tomando fuerza a lo
largo de, prácticamente, toda la primera mitad de nuestro siglo;
fenomenología, Filosofía de la consciencia, por lo tanto, y existencialismo.
El existencialismo es lo que domina en Francia, allí por los inicios de los
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años 50..., Jean Paul Sartre, que no es sino una de las prolongaciones o
extensiones de la fenomenología, Merleau Ponty y toda una “movida”
fenomenologista y existencialista, que ocupa la primera plaza de la escena
de pensamiento, por lo menos, en Francia. Volveremos sobre la
fenomenología y sobre el existencialismo, más sobre la fenomenología que
sobre el existencialismo, puesto que es contra ella, contra lo cual se
constituye precisamente el estructuralismo.
El contexto académico, que también es uno de los elementos que
hay que tomar en consideración cuando algo -que luego será académico- se
constituye, se caracteriza en aquellos años por un recelo importantísimo,
contra las Ciencias Sociales. Las Ciencias Sociales, no están bien vistas
desde el establishment, desde el poder académico. A finales de los cuarenta,
principios de los sesenta en la vieja Sorbone, reinan las viejas
“Humanidades”, un enfoque filosófico, que pretende legislar sobre las
Ciencias Sociales, consideradas como género menor en relación a la
Filosofía; se afirma la Filosofía es quien puede evaluar y decir lo que tienen
que hacer las Ciencias Sociales situándolas en clara relación de
subordinación con la Filosofía. Es un punto de vista contrario al que exponía
yo ayer, al hablar de los positivistas, y no por eso, digamos, mejor. Contexto
académico también, en el cual determinados saberes son marginados,
excluidos. No tienen derecho de entrar en la universidad, en buena medida,
por ejemplo, el psicoanálisis, el marxismo -el marxismo, no la influencia
marxista en el pensamiento, no el marxismo como tal- y, tampoco la
Lingüística, la Lingüística en el sentido saussureano. Hay departamentos de
filología, de estudios literarios, de literatura, pero no de Lingüística, esto
habrá que esperar bastante tiempo para que acontezca, habrá que esperar
concretamente al 68.
El estructural ismo se constituye contra buena parte de lo que se
ha venido denominando la metafísica occidental moderna, es decir, se
constituye contra Descartes, contra Kant, contra Hegel; esto, en el plano del
pensamiento. Y en el plano académico se constituye contra los poderes
establecidos en la academia. Por lo tanto, el estructuralismo es, por una parte,
un movimiento crítico hacia los saberes académicos y una puerta abierta a
retomar aquellos saberes que han sido reprimidos por el establishment
académico. Al mismo tiempo, constituye un intento de proporcionar a las
Ciencias Sociales una legitimidad que la institución académica les negaba.
Es una defensa de las Ciencias Sociales acompañada de una exigencia de
rigor científico y metodológico que
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permita, efectivamente, que las Ciencias Sociales no aparezcan como algo


que debe estar supeditado a la Filosofía. Reivindicación de cientifícidad para
emanciparse de la tutela de la Filosofía.
Si miramos hacia las filiaciones más directas del estructuralismo,
encontramos curiosamente, una filiación comtiana, una filiación positivista,
una filiación que se manifiesta muy fuertemente a través del deseo de
cientificidad que caracteriza al estructuralismo. Deseo de cientifícidad
propiamente positivista y que podemos conectar muy directamente con las
posturas de Auguste Comte. Otra filiación, ya lo he dicho antes, la filiación
durkheimniana, filiación con la obra de Durkheim, y esto nos devuelve a
Comte, porque lo que hace Durkheim es, efectivamente, retomar de Auguste
Comte lo que va a constituir el punto de anclaje, el punto fundacional de la
Sociología, a saber, la consideración de que la sociedad es una estructura,
es un sistema, de que el todo es más que la suma de sus partes, no es
reductible a los elementos que la componen. Perspectiva, por lo tanto, holista
o globalista, que va a ser fundamental para el desarrollo de la Sociología,
perspectiva que está ya en Comte y que Durkheim va a contribuir a potenciar
muy fuertemente a principios de este siglo.
Esta es una de las filiaciones directas de las que bebe el
estructuralismo y, aunque tenga que hacer un pequeño paréntesis,
recordemos -porque en algún momento ulterior tendremos que hablar de
ello- que esa época de constitución del estructuralismo y, por lo tanto, de
reactualización de Durkheim, es también la época en la cual Moscovia
elabora su Teoría de las Representaciones Sociales. Pero, bueno, cierro el
paréntesis... para abrir inmediatamente un nuevo paréntesis. Estaremos
seguramente todos de acuerdo, en que el todo no es reductible a sus partes,
en que el todo, la totalidad, es más que la suma de sus partes. Es una
afirmación que hemos vivido a lo largo de toda nuestra cultura académica-
universitaria y sobre lo cual no tenemos dudas porque, claro, si no, no se
entenderían las propiedades emergentes, es decir aquellas propiedades que
no podemos encontrar en ninguno de los elementos que componen la
sociedad y que nacen, precisamente, de la puesta en relación de estos
elementos (no están en los elementos, están en su relación).
Pero, ¿tenemos igualmente claro que el todo es menos que la
suma de sus partes? Es una afirmación menos habitual y, sin embargo, esto
también es así. El todo, las relaciones que se establecen entre las partes,
constriñen, impiden que se puedan expresar, que puedan llegar a
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tomar “realidad” las particularidades, las propiedades de los elementos que


constituyen a ese todo. Por el hecho de entrar a formar parte de un conjunto,
de un sistema, de estar en interrelación, algunas de las características de las
partes no podrán actualizarse, no podrán expresarse, estarán constreñidas y
no aparecerán al nivel de lo que es la totalidad. Por lo tanto, sí, el todo es más
que la suma de sus partes, no nos cabe la menor duda; pero el todo es,
también, menos que la suma de sus partes y de esto no nos tiene que caber
tampoco, la menor duda. El mantener ambas afirmaciones simultáneamente
y no verlas como contradictorias, constituye precisamente, una de las
características que definen, al “paradigma de la complejidad”: el aceptar una
cosa y su contrario como igualmente válidas y en el mismo momento.
Pero, bueno, cierro el paréntesis y volvemos al estructuralismo.
Filiación comtiana, positivista -muy directamente-, filiación durkheimniana
y, como no, filiación saussureana. La filiación saussureana es tan
fundamental para el estructuralismo que lo que os sugiero es que nos
detengamos, un momento sobre ella.
¿Qué nos dice Saussure? En primer lugar, que la lengua es
sistema; que la lengua, como tal, debe ser estudiada en sí misma, por sí
misma, como sistema. En segundo lugar, que la lengua está compuesta por
unidades discretas, identificables, que son los signos. En tercer lugar, que la
lengua es autorreferencial -él no utiliza este término, por supuesto-, pero
que la lengua es algo que se cierra sobre sí misma. Esto está claro: el signo
no une a una cosa con su nombre -vieja idea que no tiene sentido-, sino que
une a un concepto -podemos llamarlo un significado si queremos-, con una
forma -podemos llamarle significante- que tiene una expresión acústica o
gráfica. Lo que une el signo no es una cosa, un referente, con su nombre, sino
un concepto con una forma acústica o gráfica. Y esta unión, dice Saussure,
es puramente arbitraria. No hay ninguna relación necesaria entre el
significado, el concepto y lo que lo expresa, el significante, la forma,
puramente arbitraria. No hay motivación, todos lo sabemos. La relación entre
el concepto de caballo y la palabra caballo o el significante caballo es tan
arbitraria como la que une la palabra caballo con el referente denotado por
esta. Por lo tanto, y esto me interesa subrayarlo aquí, la cosa, el referente, lo
que está afuera del sistema de los signos, es algo que podemos excluir, que
está excluido, de hecho, de la Lingüística. El estructuralismo es una
exclusión del referente. No necesitamos el referente para entender la lengua,
está
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afuera y es el sitio donde debe permanecer, fuera de la Lingüística, condición


para que la Lingüística se pueda desarrollar como disciplina científica.
Con esto vamos hacia una primera dicotomía: la dicotomía
significante-significado, el signo está dicotomizado: significante, por una
parte, significado, por otra, un elemento en presencia, el significante, y otro
en ausencia, el significado. Esto es importantísimo para entender el
estructuralismo: el signo, unidad constitutiva de la lengua, el signo no tiene
ningún valor en sí mismo, carece de valor positivo, no se le puede atribuir a
él, individualmente considerado, valor alguno; el valor del signo resulta de
su posición, del lugar que ocupa en relación a todos los demás signos, es una
diferencia, el signo es un elemento diferencial; esto es absolutamente
fundamental, como bien lo sabemos
¿Esto qué significa? Significa, sencillamente, que lo que no hay
que hacer es centrarse sobre los términos que están en relación; lo que
debemos hacer es centrarnos sobre las relaciones entre los términos, y es algo
totalmente distinto. ¿Resultado? Se excluyen los contenidos concretos en
favor de los aspectos formales. No es el contenido del signo lo que nos va a
preocupar, es la plaza que ocupa el signo en relación a otros signos; se
excluyen los contenidos concretos, se privilegia los aspectos formales y, por
lo tanto, se privilegia el significante sobre el significado, y este privilegiar
el significante sobre el significado es algo que el último desarrollo del
estructuralismo, y sobre todo el postestructuralismo, van a enfatizar, van a
llevar hasta sus últimas consecuencias; otra forma de decir esto es,
simplemente, que el código precede siempre al mensaje y es independiente
del mensaje, lo determinante es el código, no el mensaje.
Segunda dicotomía: la dicotomía entre la lengua y el habla, la
lengua y la palabra. El habla está determinado por la lengua, por el código;
la palabra, el habla, es tan sólo una manifestación, una concreción, una
expresión particular a partir de la lengua; pero el habla, la palabra, no aporta
absolutamente nada al fenómeno de la lengua, al sistema de la lengua y esto
significa que para entender la lengua tenemos que dejar de lado sus
manifestaciones circunstanciales, tenemos que dejar de lado la palabra. De
la palabra ya se ocuparán los psicólogos, si quieren, pero los lingüistas no,
es un asunto para psicólogos -el habla-. Lo que tiene que interesar a los
lingüistas es la lengua, no el habla. El hablante se limita a usar la lengua, no
le aporta nada (concepción de Saussure). ¿Esto qué
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significa? Que hay que excluir al sujeto para hacer una Lingüística, para
constituir una Lingüística tenemos que apartar al sujeto, el que habla.
Y, por fin, tercera dicotomía: sincronía-diacronía, creo que lo
más hablante, lo más evocador, es volver a la famosa metáfora del ajedrez.
Me parece que es el propio Saussure quien nos dice que lo que importa
cuando se está jugando al ajedrez es, para tomar una decisión, el lugar que
ocupan las piezas, con su valor diferencial, el lugar que ocupan las piezas
sobre el tablero, las combinaciones posibles entre estas piezas; es en función
de esto que tendremos que tomar una decisión. El cómo se ha llegado a esa
situación, es decir, la historia que nos ha conducido a esa situación particular
del tablero en un momento dado, y partir del cual tenemos que tomar una
decisión puede ser interesante, pero a la hora de decidir es puramente
anecdótico, ¿qué más me da el camino por el cual hemos llegado a tal
situación? Lo que tengo que hacer es analizarla como tal, y que se haya
llegado de una forma o de otra pasa a ser curiosidad, pero no algo
fundamental. Por lo tanto, hay que analizar la estructura como tal, no hay
que preocuparse por la manera en la que esta estructura se ha podido
configurar como lo que es, esto es anecdótico, y, por lo tanto, lo que hay que
hacer es excluir la diacronía, privilegiar la sincronía, excluir, muy
directamente, la historia, la historia tiene que quedar fuera.
Se excluyen, pues, una serie de cosas que son muy importantes, se
excluye el referente, se excluyen los contenidos -y no olvidemos que el
sentido es algo que es social, que no es lingüístico, pero se excluyen sin
embargo los contenidos-, se excluye el sujeto y se excluye la historia...
Muchas exclusiones, sin duda demasiadas, pero es efectivamente esta “gran
exclusión” la que recogerá y asumirá el estructuralismo, lo que el
estructuralismo va a asumir de la obra de Saussure.
El estructuralismo se constituye a partir de las filiaciones que he
mencionado pero también en contra de las orientaciones dominantes en el
pensamiento culto de los años cincuenta. En contra, por ejemplo, de la
fenomenología, ¿qué es lo que se privilegiaba en la fenomenología? Lo que
quedaba privilegiado en la fenomenología era, y esta es una frase que nos
tiene que sonar mucho, el retorno a las cosas mismas, ir directamente a las
cosas; lo que esto significaba es que existía, según la fenomenología, alguna
posibilidad de acceso inmediato, no mediatizado, a las cosas, una
experiencia directa de las cosas y también una experiencia directa de
nosotros mismos, un acceso inmediato a nosotros
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mismos, acceso no mediatizado por nada, ni por el lenguaje, ni por cualquier


otra cosa, transparencia a la consciencia. Lo que Derrida llamará más tarde
la metafísica de la presencia y denunciará como tal metafísica; metafísica
de la presencia, esta idea de que las cosas son inmediatamente presentes a
nuestra consciencia.
La fenomenología pone el acento sobre lo vivencial, sobre la
experiencia vivida, sobre la subjetividad como elemento constituyente de
nuestra experiencia de las cosas, de nuestra experiencia de nosotros mismos,
y pone el acento también sobre la descripción. Lo que tenemos que hacer es
proceder a una descripción lo más directa posible de las cosas mismas. El
acento puesto sobre la descripción, una descripción sin “presupuestos”, una
descripción que hay que descontaminar para que sea válida, descontaminarla
de todo lo que la pueda enturbiar (esto evoca sin duda las posturas de Mach,
tan fuertemente denunciadas por Lenin).
Según la fenomenología, el mundo es transparente a la consciencia
del sujeto, pero con la condición de que se tomen las precauciones
metodológicas apropiadas. Para que el mundo sea transparente (no
olvidemos que Husserl propugna un ideal de cientificidad) hay que
desembarazar la consciencia de todo aquello que la constriñe y la distorsiona.
El mundo es transparente a la consciencia del sujeto, y la consciencia del
sujeto también es transparente a sí misma, siempre con las condiciones
metodológicas adecuadas. Por ejemplo, una consciencia alienada,
obviamente no es transparente a sí misma. La transparencia de la consciencia
para la propia consciencia... la transparencia del sujeto para sí mismo, son
cuestiones que Sartre y el existencialismo enfatizaron de forma importante.
El sujeto consciente, la consciencia del sujeto y el poder de la consciencia se
encuentran situados en primer plano por la fenomenología y en esta línea, lo
que tenemos que hacer es, obviamente, interrogar la consciencia del sujeto e
interrogar nuestra propia consciencia. Es contra todo esto contra lo cual el
estructuralismo se constituye.
Lo que nos va a decir el estructuralismo es, en primer lugar, que
la consciencia es opaca para sí misma, que el sujeto y la consciencia están
constituidos, no son constituyentes. Están constituidos por el lenguaje, por
el código, por las estructuras, por la cultura, por el inconsciente, etc. Están
constituidos, por lo tanto, hay que dejar de interrogar la consciencia del
sujeto... lo que hay que interrogar es aquello que habla en el sujeto, aquello
que habla a través del sujeto y de lo cual el sujeto no tiene consciencia; no
tiene en la mayoría de los casos ni idea de
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que algo está hablando a través de él. En términos radicales, hay que
eliminar al sujeto, el sujeto de la modernidad, el sujeto de la fenomenología,
el sujeto como consciencia transparente a sí mismo, porque el sujeto es un
efecto del lenguaje, es un efecto de determinadas estructuras, es un efecto
de la cultura, es un efecto del inconsciente y, por lo tanto, interrogar su
consciencia no nos puede aportar nada.
Aquí, se dibuja ya lo que Foucault llamará metafóricamente “la
muerte del hombre”, reivindicación que desencadenará el correspondiente
escándalo... La muerte del hombre está ya en este planteamiento: hay que
eliminar radicalmente al sujeto de la modernidad.
El estructuralismo nos dirá otras cosas: nos dirá también que el
empiricismo es bueno, pero que la fenomenología es “ingenuamente”
empiricista. La descripción que pretende la fenomenología está siempre
mediatizada. No podemos limitarnos a lo que está “directamente presente”,
a aquello que se da “inmediatamente” en nuestra experiencia. Tenemos que
buscar lo que se oculta detrás de la experiencia y la posibilita, por lo tanto,
hay que indagar lo que está detrás de las apariencias, lo que engendra lo
manifiesto de las apariencias, hay que ir detrás de los datos para ver qué es
lo que los produce. Hay que buscar, por lo tanto, las estructuras latentes,
estructuras que no son visibles...
Pero, cuidado, con esto reencontramos -no voy a insistir sobre ello,
es un pequeño paréntesis- lo que algunos llaman el paradigma de la
profundidad: ir a aquello que está oculto...; paradigma de la profundidad
que es propio de la modernidad. Frente al paradigma de la profundidad, ya
veremos, que la postmodernidad plantea un paradigma de la complejidad, no
ir más a fondo, sino ir de forma más compleja.
Bien, con este planteamiento antifenomenológico, lo que se
excluye es la consciencia, lo que se excluye es el sujeto, lo que se excluye es
la presencia inmediata, lo que se excluye es el referente porque es exterior al
código, lo que se excluye es el contenido porque es secundario en relación
con el código, lo que se excluye es la palabra porque se excluye de forma
más general todo lo que son manifestaciones circunstanciales de una
estructura, se excluye la diacronía, la historia, porque lo que importa es la
situación no cómo se ha llegado a ella, lo que se excluye es el significado y
se excluye sobre todo esta vieja idea -de la cual, a veces, aún seguimos
participando- según la cual los significados estarían en nuestra cabeza...
(creemos que disponemos en nuestra mente de unos significados y que éstos
van en busca de unos significantes que
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permitan comunicarlos, que permitan transmitirlos; o sea, que el significado


es, primero, en relación con los significantes, es una idea tremenda, pero que
en alguna forma nos cuesta apartar... Lo que es primero es el significante.).
En definitiva, y esto es importante, el estructuralismo cierra el
paso al sujeto porque necesita, para poder constituirse, rechazar el
psicologismo, rechazar la fenomenología, rechazar la hermenéutica,
(hay que cerrar el paso al sujeto para todo esto). El estructuralismo también
cierra el paso a la historia, porque para poder constituirse tiene que
encontrar invariantes, tiene que encontrar estabilidades, tiene que encontrar
universales... y en el fondo cierra el paso a la historia porque el
estructuralismo es un cientismo, y todas las posturas cientistas,
obviamente, son alérgicas a todo lo que pueda ser historicidad... Y se
entiende: si el conocimiento es objetivo, entonces necesariamente es
conocimiento que transciende sus condiciones históricas de producción, que
se autonomiza en relación a ellas.
Las exclusiones a las que procede el estructuralismo tienen
implicaciones para las diferentes ciencias sociales.
Para la Sociología esto va a implicar rechazar toda la Teoría de
Acción de tipo weberiano; significa rechazar a Weber y significa privilegiar
a Durkheim frente a Weber; significa favorecer enfoques que enfatizan las
determinaciones estructurales y que minimizan el papel del agente, en esta
línea encontraremos a Bourdieu, gran sociólogo francés, que es estructura
lista en este sentido; y significa dar pie a la gran crítica que la
etnometodología ha dirigido contra este tipo de enfoque, puesto que, en
términos de Garfinkel, privilegiar las determinaciones estructurales significa
considerar al individuo, como un cultural dupe, o sea, como un idiota
cultural, imbécil cultural, autómata cultural, ignorante cultural. Bien, en la
Sociología lo que está en juego es esto, Weber-Durkheim, y lo que se
privilegia es, obviamente, Durkheim.
Para la orientación psicoanalítica el estructuralismo significará
rechazar la Psicología del Ego y toda la orientación de Psicología Humanista
que se desarrollará a partir de las orientaciones parcialmente prevalecientes
en los Estados Unidos. El estructuralismo significa volver, muy
directamente, a la ortodoxia freudiana, que consiste en dar la primacía al id,
al “ello”, y aquí pues, encontramos, obviamente, la figura importantísima de
Lacan, el retorno a Freud en este sentido.
34 SESION 2

Esto va a significar para la crítica literaria, el poner entre paréntesis


al autor -Foucault irá más lejos y hablará de “la muerte del autor”-, a sus
intenciones, porque, para la comprensión de su obra, el autor -lo que
pretendía, lo que quería y quién es- no nos es de gran ayuda.
Para la historia el estructuralismo significará que hay que acabar
con las centración sobre /' evenemenliel, sobre los acontecimientos, sobre los
personajes de la historia; que hay que ir -y es lo que hará L' école des Anales-
hacia las largas duraciones; que hay que ir hacia una congelación de los
períodos históricos y, para esto, el procedimiento es, efectivamente,
contemplar largas duraciones, donde las pequeñas cosas que se producen no
tienen gran importancia. Congelar la historia en largos tramos que se pueden
estudiar, entonces, como estructuras. Esto es lo que implicará para la historia.
¿En qué disciplinas tuvo mayor impacto el estructuralismo? En
Psicología no. La Psicología presenta una característica bastante particular -
que puede ser buena o que puede ser mala, aunque yo creo que no es buena-
, que es la de seguir con lo suyo, permaneciendo bastante impermeable a lo
que son las aventuras del pensamiento. Es muy impermeable, muy poco
influenciable, por decirlo de alguna forma..., y esto tiene su contrapartida y
es que la Psicología tampoco consigue transformarse en producto cultural,
de importancia mediática, carece de influencia, a su vez, sobre las
producciones culturales.
Dejando de lado la Psicología, el estructuralismo ha impactado
sobre la Antropología, evidentemente con Claude Lévy-Strauss, padre
fundador del estructuralismo; sobre la Lingüística, con Saussure, otro padre
fundador del estructuralismo; sobre la Sociología con Comte, Durkheim,
Bourdieu; sobre la Semiología con Greimas, estructuralista duro, y con
Barthes, estructuralista más blando y que sabrá evolucionar; sobre la
Filosofía, con Foucault, que pese a todas sus denegaciones de que él nunca
fue estructuralista, obviamente, lo fue en algún momento..., con Derrida,
importante crítico del estructuralismo, pero que en su momento lo fue y él lo
dijo sin buscar esconderse: el estructuralismo en aquel momento era lo que
se llevaba y había que ser estructuralista; sobre el Psicoanálisis, con Lacan,
obviamente; sobre el marxismo, con Althusser evidentemente. Supongo que
recordaréis aquella famosa caricatura, “el banquete estructuralista” en el cual
aparecían caricaturizados los cuatro jinetes del estructuralismo, que como
pasa con los mosqueteros que no eran tres sino cuatro, aquí tampoco eran
cuatro sino cinco..., los cuatro
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que aparecen en el banquete estructuralista: Claude Lévy-Strauss, Barthes,


Foucault, Lacan y, el quinto, Althusser. Curiosamente, algunos de éstos se
convertirán en los más feroces críticos del estructuralismo..., al punto de que
rechazarán, incluso, la etiqueta y la idea misma de que en algún momento
pudieran ser estructuralistas...; son ellos quienes en la segunda mitad de los
70 irán construyendo el postestructuralismo.
¿Cómo se ubica el estructuralismo en el dúo modernidad-
postmodernidad? El estructuralismo participa, y muy profundamente, muy
directamente, de algunos de los presupuestos fundamentales de la
modernidad; participa de la cientificidad, participa, por lo tanto, del lugar
privilegiado que se concede a la razón, y a la razón científica muy
particularmente, participa de cierto esencialismo, de cierta creencia en una
naturaleza humana, en la búsqueda de universales, participa del paradigma
de la profundidad, es decir, el buscar lo que se esconde detrás de... (lo que,
algunas veces, se ha llamado la Filosofía de la sospecha, aunque aquí
entrarían otros planteamientos que no son, precisamente, modernos...).
Pero aún participando de todos estos elementos, claramente
modernos, el estructuralismo también cuestiona algunos de los supuestos
básicos de la modernidad: concretamente, el de la idea de un sujeto
autónomo, de un sujeto creador de sí mismo y creador de la historia,
participa de la crítica al sujeto como consciencia transparente a sí misma.
Jugando en dos tableros: en el tablero de la respetabilidad
científica y en el de la crítica de modernidad, el estructuralismo va a alcanzar
un tremendo poder en el seno de la movida cultural, intelectual... Es
precisamente cuando estará en el apogeo de su reconocimiento, cuando
marcará el pensamiento de toda una época, es en ese preciso momento
cuando estallará lo que nadie, ni pensadores estructuralistas ni de otro tipo,
había conseguido prever: estallará el Mayo del 68..., que será simplemente
letal para el estructuralismo.
En primer lugar, mayo del 68 es un acontecimiento, es algo
événementiel, y como tal, es algo que el estructuralismo rechaza de principio,
es lo que queda y tiene que quedar fuera... Hay una anécdota muy
interesante: frente a las pintadas y a las manifestaciones se pretendió
restarles importancia desde dentro de la Academia, diciendo: “las
estructuras no bajan a la calle”, efectivamente las estructuras no bajaron a
la calle...; luego Lacan dio la vuelta a las cosas y dijo: “son las estructuras
las que han bajado a la calle”\... Pero, durante mayo mismo,

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