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PN-493
Rev. 1/2014
La gestión de proyectos es una actividad tan antigua como el mundo, ya que su génesis fue
el primero de todos. Seguramente por eso son muchos los que consideran la gestión
de proyectos como una cuestión de sentido común y experiencia. Sin embargo, ¿por qué
entonces tantos proyectos no cumplen con sus plazos, costes u objetivos? ¿Qué podemos
hacer mejor de cara a la gestión de nuestros próximos proyectos?
Ante este reto, el objetivo principal de la presente nota técnica es presentar una metodología de
gestión de proyectos que le sirva de guía al directivo. La nota pretende ser, por tanto, sobre
todo un documento de consulta. La metodología descrita se desarrolla a lo largo de las
principales fases del ciclo de vida de un proyecto tipo y ha sido aplicada con éxito en
numerosos casos prácticos. Complementamos la metodología con herramientas de utilidad
en las diferentes fases del ciclo de vida y ofrecemos recomendaciones prácticas para
implementar la metodología con éxito en las empresas.
1 Ello no significa que los recursos no sigan operativos (por ejemplo, los empleados), sino simplemente que se termina la configuración
del equipo responsable del proyecto con exactamente esa configuración y para ese propósito.
Nota técnica preparada por los profesores Philip G. Moscoso y Jaume Ribera. Octubre de 2013. Todo el material, ya sea en el
grueso del texto o en los anexos, es de elaboración propia a no ser que se indique lo contrario. Revisado en enero de 2014.
Esta nota técnica se ha escrito con la colaboración de la Cátedra Eurest de Excelencia en los Servicios.
Copyright © 2013 IESE. Para pedir copias de este documento diríjase a IESE Publishing a través de www.iesep.com,
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ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro o por otros medios.
Tener una duración determinada, con una fecha inicial y una final previstas.
Un proyecto tiene tres dimensiones principales: (1) un alcance (lo que incluye el proyecto y lo
que no, así como con qué calidad o especificaciones), que debe ser alcanzado en (2) un plazo
(duración máxima del proyecto), y con (3) un presupuesto (coste de la ejecución) determinado
(véase la Figura 1).
Figura 1
Principales dimensiones de la gestión de un proyecto
Decíamos que los proyectos tienen una naturaleza diferente a los procesos en algunos
aspectos, y su gestión debe tener en cuenta esas particularidades: en los proyectos, por
ejemplo, realizamos cosas por primera vez. Afortunadamente, el hecho de que cada proyecto
sea único en su configuración no significa que no haya similitudes entre ellos. El principal
beneficio de una metodología de gestión consiste, por tanto, en centrarse en las similitudes y
buscar oportunidades de mejora que sean generalizables a otros casos.
Otro aspecto relacionado que se beneficia del uso de una metodología es la interconexión de
las actividades. Esta interconexión puede ser más compleja o menos conocida que en el caso
de los procesos, por lo que una metodología ayuda a mejorar la planificación y coordinación de
los esfuerzos. Unido a ello está la importancia de una buena comunicación en la gestión
de proyectos, tanto interna como externa, y que una metodología ayuda a reforzar y
sistematizar. De modo similar, una metodología también suele mejorar el seguimiento del
avance del proyecto, tanto para los integrantes del equipo como para la dirección de la
empresa.
Un último punto a favor del uso de metodologías está ligado al resultado de los proyectos. La
mayoría de ellos buscan generar un cambio en la empresa con, por ejemplo, un nuevo
producto, una renovación de las aplicaciones informáticas o un cambio en algún proceso.
Pero sin una buena metodología de gestión que abarque hasta la correcta finalización del
proyecto, el riesgo de que los proyectos no acaben vertebrando el cambio deseado es mayor.
En segundo lugar, puede ser aconsejable empezar con dos o tres proyectos piloto para refinar
y afianzar la nueva metodología. Ello permitirá también diseminar los conocimientos de
gestión en la organización paulatinamente 2 . Eso sí: después de esta fase inicial, conviene
definir y comunicar un hito de aplicación generalizada de la nueva metodología, para que
exista claridad y unidad al respecto en la organización.
En tercer lugar, recomendamos empezar con una metodología sencilla, que se puede ir
sofisticando más adelante en la medida de lo requerido. A menudo la implantación de un
método de gestión de proyectos fracasa debido a metodologías demasiado ambiciosas (y
«burocráticas»), que son rechazadas en la organización por su alta carga de trabajo adicional.
Es importante conseguir transmitir a los futuros usuarios de una (nueva) metodología de
gestión de proyectos que ésta no es sólo beneficiosa para la empresa en su conjunto, sino que
también lo es para los propios responsables del proyecto, ya que el trabajo adicional que toda
metodología conlleva inicialmente se compensará con la mejora en la eficacia y eficiencia en
la gestión de los proyectos.
Aunque, idealmente, la metodología utilizada debe ser relativamente uniforme para toda la
organización, en algunos casos puede ser de interés, no obstante, diferenciar unos (pocos)
tipos de proyectos, con el fin de facilitar la implantación y limitar el esfuerzo organizativo
derivado. Se puede, por ejemplo, distinguir entre proyectos que solamente afectan a una
unidad organizativa y aquellos que son interdepartamentales, o diferenciar del resto de
proyectos a los que superan un determinado nivel de costes. A partir de esa diferenciación, se
puede establecer una versión reducida de la misma metodología de proyectos para aquellos
que no requieren su aplicación completa.
2 Como profesores, lógicamente, recomendamos complementar la implantación con formación a los empleados, tanto en
aspectos generales como en la metodología específica a implantar en la empresa. Dicha formación puede dirigirse de manera
diferenciada a dos colectivos: quienes habitualmente serán gestores de proyectos (o al menos integrantes de equipos de
proyectos) y el resto de empleados que se verán «afectados» por la gestión de proyectos.
En empresas que no migran por completo hacia una organización por proyectos suele ser
conveniente, de igual forma, que en los diferentes departamentos o áreas funcionales
se nombren «expertos» en gestión de proyectos, similares a los power users en informática o a
los «cinturones negros» en la gestión de calidad. Serán los responsables de velar por
el cumplimiento de la metodología establecida, resolver dudas metodológicas y supervisar que
se mantiene al día la información relacionada con los proyectos del departamento.
A las organizaciones que se plantean evolucionar hacia una mejor gestión por proyectos, a
menudo les recomendamos crear una oficina de gestión de proyectos o PMO (del inglés
project management office). Ésta puede estar formada por una sola persona con dedicación
total o parcial, o bien constituirse como una unidad completa, con muchos recursos, que sea
parte importante del organigrama de la compañía: todo depende de la misión que se le
encargue, el alcance de su autoridad y su dependencia funcional. Habitualmente los objetivos
de la oficina se pueden agrupar en tres grandes líneas: (a) la reducción de riesgos en los
proyectos, (b) la mejora de la productividad, y (c) la alineación estratégica de los proyectos.
Mientras que una oficina «ligera» habitualmente se limita a proporcionar apoyo metodológico
a los equipos de proyectos, sin dirigir directamente ninguno de ellos, las oficinas «pesadas»,
en el otro extremo, tienen una gestión directa sobre todos los proyectos importantes de la
compañía.
1. Funciones enfocadas a los proyectos concretos: por ejemplo, complementar los déficits
de conocimiento en gestión de proyectos de los miembros de los diversos equipos,
tutorizar a los directores de proyecto con menos experiencia o ejercer de consultora
ocasional sobre determinados aspectos del proyecto (por ejemplo, la contratación de
servicios externos).
un ciclo de vida, que comprende del inicio al final del proyecto y transcurre por una serie de
fases similares (véase la Figura 2).
Figura 2
Ciclo de vida de un proyecto
Es por ello que las metodologías de gestión de proyectos más establecidas se centran en la
gestión de los proyectos a lo largo de dichas fases. No obstante, existen otras metodologías
con enfoques algo diferentes, tales como las denominadas lean project management, SCRUM
o PRiSM (del inglés projects integrating sustainable methods), que pueden estar centradas en
ciertos aspectos de la gestión (por ejemplo, en el cálculo de la duración de actividades), o que
se centran en las particularidades de ciertos sectores (como el desarrollo de software). Estas
metodologías pueden ser combinadas con la aquí presentada3. A continuación revisaremos
cómo afrontar cada una de las principales fases del ciclo de vida, y qué herramientas de
gestión (por ejemplo, diagramas) nos pueden ayudar en ello.
Como veremos, las primeras tres fases de la metodología presentada suponen realmente una
preparación a la ejecución del proyecto. Ello se debe al hecho, corroborado por numerosos
estudios, de que la preparación insuficiente o inadecuada es la principal razón del fracaso de
los proyectos, incluso por encima de los errores cometidos durante la propia ejecución.
3 Incluso dentro de las metodologías centradas en las fases del ciclo de vida existen ciertas diferencias en cuanto a las fases o la
nomenclatura empleada.
4 Para más detalle, véase la nota técnica de Jaume Ribera, «El ciclo de vida del proyecto: selección», PN-459, IESE, febrero de 2011.
(Disponible en IESEP)
no están catalogados formalmente como proyectos5 y, por tanto, no son susceptibles de ser
seleccionados ni eliminados. La selección realizada teniendo a la vista todos los proyectos
candidatos al mismo tiempo es siempre más eficiente que la selección secuencial, en la que se
nos van presentando proyectos por separado y debemos decidir si cada uno se realiza o no,
sin tener conocimiento de qué otros proyectos aparecerán posteriormente.
La selección final de proyectos tiene que recaer en la dirección de la empresa, ya que implica
decidir a qué iniciativas se destinan recursos y a cuáles no 6 . El reto suele residir en que
existen más oportunidades de proyectos de las que los recursos permiten sacar adelante. Por
tanto, habrá que priorizar los esfuerzos en función del impacto (estratégico7) esperado y los
recursos (dinero y tiempo) disponibles. Gestionar demasiados proyectos a la vez no es
recomendable para la productividad de los recursos ni para los plazos de los proyectos.
Frecuentemente se tiende a querer realizar más proyectos de lo que sería factible y, además, a
asignárselos a un número reducido de responsables de proyectos (que han destacado por su
buen hacer); evidentemente, ello acaba generando a posteriori problemas derivados de la
sobrecarga de los recursos8.
Del mismo modo, tampoco es deseable tener demasiados pocos proyectos, debido a que,
como afirma la Ley de Parkinson de 1955, «el trabajo siempre se expande hasta ocupar todo
el tiempo disponible»: es decir, los recursos ociosos tienden a invertir más tiempo del
necesario para realizar sus cometidos o, en el peor de los casos, acaban dedicándose a
actividades superfluas. No debe extrañar, por tanto, que muchos de los problemas que surgen
en un proyecto tengan su origen en una selección equivocada.
5 Incluso si en una empresa existe un repositorio de proyectos, ello no es garantía de que no haya proyectos gestionados al
margen del sistema «oficial». A menudo una buena forma de identificar los proyectos activos consiste en trazar la asignación de
gastos a actividades con el fin de ver qué iniciativas pasan gastos y pueden tener carácter de proyecto.
6 Por ello, a menudo se utiliza la denominación «gestión de la cartera de proyectos».
7 Los proyectos internos son la vía principal para implantar la estrategia de una empresa. Por ello, su priorización vendrá
marcada por su contribución a este respecto.
8 Conviene recordar que, al igual que en una carretera con demasiados coches el atasco producirá el retraso de todos, cuando
seleccionamos demasiados proyectos no sólo se retrasarán los que «sobran», sino, habitualmente, todos ellos.
analizar los supuestos numéricos de cada uno, pero también puede interesar más el «B» si
conlleva el desarrollo de nuevos conocimientos para la empresa o si su probabilidad de éxito
es mayor. Dependiendo del método de priorización, a menudo será necesario recabar primero
dicha información sobre los proyectos a evaluar.
En lo que respecta a los recursos de trabajo es recomendable traducir en horas de trabajo tanto
las capacidades como los requerimientos de los proyectos. Computar las horas de trabajo
disponibles para hacer proyectos por un lado y las horas demandadas por el otro, en la práctica
no resulta tan trivial como pudiera parecer. Para empezar, es necesario estimar la cantidad de
horas que requiere una actividad que puede no haberse realizado con anterioridad, pero,
además, hay que considerar que las personas tendemos a subestimar las sobrecargas a futuro.
Si, por ejemplo, le pedimos a un compañero que dedique a un proyecto seis horas de trabajo la
semana que viene, es mucho menos probable que acepte que si se las pedimos para dentro de
dos meses; pero, en la práctica, no sólo es muy probable que dentro de dos meses le resulte
igualmente difícil dedicar dichas horas a nuestro proyecto, sino que, además, el hecho de no
haberlas «reservado en su capacidad» le ha podido llevar a prometer igualmente las mismas
horas a muchos otros proyectos, lo que a su vez le generará retrasos en otros requerimientos.
Otro aspecto a tener en cuenta es que puede resultar diferente dedicarle treinta horas a la
semana a un proyecto que dedicar diez horas a cada uno en tres proyectos diferentes. Por
ejemplo, tener dos o tres proyectos en curso simultáneamente puede mejorar el rendimiento
si ello aporta flexibilidad para asignar el tiempo en función de los avances de cada proyecto,
pero, del mismo modo, suele implicar un tiempo de cambio, al tener que retomar repetidas
veces un proyecto diferente.
La selección concluye con la configuración de una cartera de proyectos aprobados. Por tanto,
puede ser considerada como una primera compuerta de control en la gestión de proyectos.
9 Para más información, véase también la nota técnica de Alejandro Lago, Philip Moscoso y Marc Sachon, «Gestión de la
capacidad en sistemas de operaciones», PN-464, IESE, abril de 2010. (Disponible en IESEP)
Durante el desarrollo del proyecto pueden incumplirse los avances previstos o acontecer
eventos no esperados; por ello, es conveniente definir, igualmente, compuertas en las otras
fases del ciclo de vida, en las que se deberá decidir si se continúa o no con el proyecto.
Evidentemente, el objetivo radica en no invertir esfuerzos en proyectos que finalmente no se
completen con éxito, por lo que interesa desechar (o «congelar») los proyectos lo antes
posible en su ciclo de vida, de manera que el número de proyectos «vivos» se vaya
restringiendo a aquellos que parezcan ir mejor encaminados (o que, al menos, cumplen lo
previsto). De ahí que el diagrama habitualmente tenga forma de embudo (véase la Figura 3,
donde el tamaño del círculo representa a la carga de trabajo de los proyectos).
Figura 3
Embudo resultante de las compuertas de control
La «anchura» del tubo estará relacionada con la capacidad de gestionar proyectos de la unidad
organizativa o empresa, y la forma del embudo reflejará la estrategia de proyectos que se desee
implantar. El embudo tendrá una u otra forma en función de la relación entre el porcentaje de los
proyectos que se descartan en la selección y los que no pasan de la definición u otras fases, lo
cual, asimismo, deberá tener en consideración la disponibilidad de recursos en la empresa.
Empresas con un marcado carácter de I+D, por ejemplo, tienden a ser más generosas en las
primeras fases, conscientes del alto grado de incertidumbre que suelen tener sus proyectos,
mientras que en otros contextos, como la construcción, se suele preferir pasar a la fase de
definición solamente aquellos proyectos que saldrán adelante con casi total seguridad. Asimismo,
distintos tipos de proyectos (como construcción o I+D) necesitarán una diferente definición de las
compuertas.
A la izquierda del diagrama se presentan los bloques de objetivos (los objetivos de alto nivel a
los que el proyecto contribuye), propósitos (los cambios que se prevén con la consecución de
los resultados del proyecto), resultados (aquello que directamente debe conseguir el proyecto),
actividades (las tareas que se realizarán en el proyecto) y recursos (personas, materiales,
equipos, etc., necesarios para realizar las actividades del proyecto). Un repaso de estos bloques
de forma ascendente justifica el porqué del proyecto, mientras que revisados de forma
descendente explican cómo se realizará. Cada paso ascendente puede leerse como una
sentencia condicional: «Si (…), entonces (…)». Por ejemplo: «Si contratamos a un comercial y lo
dedicamos a ventas (recursos), entonces conseguiremos contactar a más clientes»;
«Si contactamos a más clientes (actividades), entonces aumentarán las ventas (resultados)»; «Si
aumentan las ventas (resultados), entonces mejorará el valor de la acción (propósitos)»; etc.
Figura 4
El marco lógico de un proyecto
entonces …
OBJETIVOS y… SUPUESTOS
Si…
PROPOSITO entonces … y… SUPUESTOS
Cómo
Si…
Por qué
Si…
ACTIVIDADES entonces … y… SUPUESTOS
RECURSOS Si…
A la derecha del diagrama aparecen los supuestos, es decir, las hipótesis sobre factores
externos inciertos que deben producirse para que se completen las relaciones lógicas. Por
ejemplo, en la cadena lógica para un curso podríamos establecer la siguiente relación: «Si el
profesor presenta los conceptos de gestión de proyectos de forma clara (actividades),
10 Para más detalle, véase la nota técnica de Jaume Ribera, «El ciclo de vida del proyecto: definición», PN-460, IESE, febrero de 2011.
(Disponible en IESEP)
Un elemento final en el marco lógico es el de la medida de éxito, ya que, por lo general, los
objetivos tienden a ser bastante ambiguos. Tan sólo cuando nos ponemos de acuerdo en cómo
los mediremos y en el valor que esperamos generar con su realización, se convierten en metas
concretas. Cada uno de los niveles del marco lógico debería, por tanto, traducirse en un
conjunto de métricas y metas de calidad, cantidad y plazo11. En resumen, el marco presentado
nos permite poner sobre el papel la lógica estratégica de un proyecto (que demasiado a menudo
tan sólo está en la mente de algunos directivos) y cuestionarnos su validez y lógica.
La fase de definición incorpora esta lógica en un documento que sirve, asimismo, como
herramienta de comunicación (dentro y fuera del proyecto) para transmitir en qué consiste
esencialmente el proyecto, dando respuesta a preguntas sobre el objetivo del proyecto, sus
entregables o los roles de cada uno de los integrantes del equipo de proyecto. Presentamos
aquí, de forma resumida, los principales apartados de la definición12:
Nombre del proyecto: idealmente el nombre tiene que reflejar el propósito del proyecto,
pero a la vez debería ser fácil de comunicar y no demasiado largo. Por ejemplo:
«Oficina de proyectos».
Alcance: corresponde a los límites del proyecto. Es crucial definir claramente lo que
entra y lo que no en un proyecto, ya que una de las principales causas de fracaso
radica en ir añadiendo poco a poco elementos nuevos al contenido del proyecto (scope
creep). Por ejemplo: «La nueva metodología se utilizará en todos los proyectos con un
coste superior a 50.000 euros o que impliquen, al menos, dos departamentos».
11 Fue Lord Kelvin (William Thomson) quien, en lenguaje muy científico, expresó lo siguiente: «Cuando puedes medir aquello de
lo que hablas, y expresarlo en números, sabes algo; si no puedes expresarlo en números, tu conocimiento es pobre y no
satisfactorio; puede ser el inicio del conocimiento, pero en tus pensamientos has avanzado muy poco en el estrado de la
ciencia». En términos más cotidianos, podría expresarse como «si no puedes medir algo, no sabes de lo que estás hablando».
12 Para más detalle, véase la nota técnica de Jaume Ribera, «El ciclo de vida del proyecto: definición», PN-460, IESE, febrero de 2011.
(Disponible en IESEP)
Criterios de éxito: se debe definir y acordar entre los diferentes stakeholders qué
debería conseguirse para que se pueda decir que el proyecto ha sido exitoso. En caso de
no existir consenso, se puede inferir que existe una falta de visión compartida respecto
al proyecto. El éxito de un proyecto se puede referir tanto a los resultados del mismo
(resultados, propósitos y objetivos en el marco lógico) como al proceso de su desarrollo
(actividades y recursos). Un ejercicio para identificar los criterios puede consistir en
imaginarse el final del proyecto y tratar de elaborar una nota de prensa sobre
el proyecto que, en unas breves líneas, explique por qué el proyecto ha sido un éxito.
Por ejemplo: “la empresa XYZ ha implementado con éxito una nueva metodología para
la gestión de proyectos que entrará en funcionamiento general a partir del día…”.
13 Término inglés que significa inteligente. Para más información, véase P. J. Meyer (2003), «What would you do if you knew you
couldn’t fail? Creating S.M.A.R.T. Goals», en Attitude is everything: If you want to succeed above and beyond, Meyer Resource Group.
Asimismo, en esta fase del proyecto debemos identificar a los principales miembros del equipo
requeridos para ejecutarlo. De modo similar a la diferenciación habitual entre conocimientos y
capacidades (o habilidades), se debe identificar aquellas dimensiones que necesitan estar
cubiertas por el equipo del proyecto debido a su naturaleza y contexto. A menudo habrá que
complementar las capacidades de carácter directivo y de gestión (por ejemplo, la gestión de
presupuestos o la relación con terceros) con la necesidad de conocimientos de naturaleza más
técnica, como los referentes a las aplicaciones IT (véase la Figura 5).
Figura 5
Perfiles del equipo de proyecto
Del mismo modo, ya que los proyectos suponen un trabajo en equipo, es deseable que existan
una serie de roles de comportamiento cubiertos entre los miembros del equipo (como el de
impulsor o coordinador). En el Anexo 3 presentamos un listado de roles que también puede
ser útil revisar de cara a la configuración del equipo del proyecto.
El objetivo final es definir para cada miembro, y de forma coordinada por el jefe del
proyecto, los roles y responsabilidades que a cada uno se le asignarán en el equipo. Aunque
no será hasta la siguiente fase (la de planificación) cuando analicemos en detalle la
dedicación que se requiere de cada integrante, sí es conveniente hacer una revisión
preliminar de la disponibilidad real de los miembros seleccionados en el periodo previsto para
la ejecución.
Los proyectos en cascada, también llamados lineales, se corresponden con aquellos que
hemos denominado «pintar por números» (véase la tercera clasificación del Anexo 1),
es decir, aquellos de los que se conoce tanto el qué como el cómo y en los que, por
tanto, lo que falta por determinar es la secuencia de tareas a realizar, para poder
después desplegarlas según se ha previsto. Así, las tareas o paquetes de trabajo se irán
desarrollando «en cascada», cada una siguiendo a la anterior de una forma más
o menos lineal.
Los proyectos iterativos se corresponden con aquellos con un alto nivel de indefinición
en el qué, en el cómo o en ambas dimensiones. En este caso tan sólo se podrá hacer
una planificación de alto nivel, sin entrar en los detalles de las distintas fases, ya que
lo que habrá que realizar, o cómo se tendrá que realizar, dependerá de los resultados
o de lo aprendido en las fases anteriores; por tanto, este nivel de detalle sólo se irá
iterando a medida que avance el proyecto.
Finalmente, los proyectos paralelos son habitualmente aquellos que se corresponden con
proyectos «extremos» por su urgencia temporal (consúltese la clasificación NTCP —del
inglés novelty, technology, complexity and pace— en el Anexo 1). Son aquellos en los
que su comienzo se produce (casi) demasiado tarde. El rescate de treinta y tres mineros
sepultados en una mina en Chile a más de setecientos metros de profundidad, o el
desarrollo de un misil atómico antes de que lo desarrolle el enemigo, son ejemplos de
este tipo de proyectos. En estos casos, el proyecto se planifica mediante unas secuencias
de actividades redundantes y en paralelo, para aumentar la probabilidad de que alguna
de ellas resulte exitosa en un plazo razonable.
En general, en todos estos casos se podrá (y se deberá) realizar la mayoría de las tareas que
describimos en esta sección, aunque su nivel de detalle y orden podrá variar en mayor o
menor medida. La Figura 6 resume en un diagrama las distintas etapas a cubrir en esta fase
de planificación, así como su interdependencia.
14 Para más detalle, véase la nota técnica de Jaume Ribera, «El ciclo de vida del proyecto: planificación», PN-461, IESE, febrero
de 2011. (Disponible en IESEP)
Figura 6
Detalle de la planificación
Partiendo de la definición del proyecto, las tareas más importantes en la fase de planificación
son:
A - Lista C - Comprar
invitados bocadillos
D - Comprar
Inicio Fin
bebida
B - Alquilar E - Montar
salón mesas
Camino crítico y cadena crítica: el camino crítico corresponde al recorrido más largo en
una red de actividades y, por tanto, determinará la duración total del proyecto. Si la
duración de una de las actividades en el camino crítico aumenta, todo el proyecto
incrementará su duración en la misma proporción. El resto de actividades no críticas,
en cambio, poseen cierta holgura (hasta alcanzar el punto en el que su incremento sea
tan grande que las convierta en críticas15). Herramientas como el diagrama de Gantt
facilitan este tipo de análisis. En la Figura 8 se muestra el diagrama de precedencias
con la duración de cada actividad (en el círculo, en horas laborables) y su diagrama de
Gantt correspondiente. Podemos ver que las actividades «Alquilar salón» y «Montar
mesas» son actividades críticas (juntas forman el camino crítico) y determinan, por
tanto, que la duración mínima del proyecto sea de seis horas.
15 Efecto similar al de los cuellos de botella en los procesos (véase la nota técnica de Alejandro Lago, Philip Moscoso y Marc
Sachon, «Gestión de la capacidad en sistemas de operaciones», PN-464, IESE, abril de 2010). (Disponible en IESEP)
Figura 8
Camino crítico del proyecto
A -Lista 1 C - Comprar 2
invitados bocadillos
D - Comprar 2
Inicio Fin
bebida
B - Alquilar E - Montar
salón 4 mesas 2
Actividades
E - Montar
mesas
D - Comprar
bebida
C - Comprar
bocadillos
B - Alquilar
salón
A - Lista
invitados
Horas
1 2 3 4 5 6 7
Obsérvese que las tareas no críticas (por ejemplo, «Comprar bocadillos») podrían demorarse o
alargarse hasta una hora (como muestra la barra más clara en el diagrama de Gantt) sin que
esto tuviera ningún impacto en la duración total del proyecto.
Si, adicionalmente, tomamos en consideración los recursos necesarios para realizar las tareas,
surgirán ocasiones en las que la secuencia de actividades asumida no será practicable.
Deberemos, entonces, proceder a eliminar los conflictos por el uso de recursos (es decir, nivelar
los recursos; por ejemplo, porque un recurso es requerido para dos actividades paralelas). La
secuencia de actividades que determina la duración una vez consideradas las precedencias
y necesidades de recursos se denomina cadena crítica. En el ejemplo de la merienda que hemos
usado hasta ahora, si quien compra los bocadillos también compra la bebida (y asumiendo que
no se pueden realizar ambas actividades en el mismo sitio), el diagrama de Gantt debería
modificarse para reflejar esta nueva información teniendo en cuenta la limitación de recursos,
lo que resultaría en una duración de siete horas y una cadena crítica compuesta por las
actividades «Lista de invitados», «Comprar bocadillos», «Comprar bebida» y «Montar mesas»,
Actividades
E - Montar
mesas
D - Comprar
bebida
C - Comprar
bocadillos
B - Alquilar
salón
A - Lista
invitados
Horas
1 2 3 4 5 6 7
Planes y presupuestos del proyecto: una vez resueltos los conflictos entre los recursos y
el tiempo, se pueden elaborar presupuestos y planes (de actuación, comunicación,
calidad, etc.) detallados para el proyecto.
Hitos: un hito es un evento que representa un logro importante en el avance del proyecto
(generalmente de interés para el conjunto de sus stakeholders). El comienzo y el final son
dos hitos fundamentales en todo proyecto. Los hitos también sirven de punto de control,
y pueden ser asociados con decisiones sobre continuar o no con el proyecto según la
valoración del cumplimiento del hito (véase el apartado sobre compuertas de control).
Todo proyecto, por muy buena que sea su gestión, se enfrenta a cierta incertidumbre y
riesgos que pueden afectar al desarrollo del mismo. Es conveniente diferenciar, al menos,
estos dos tipos de fenómenos en la gestión de proyectos:
16 Para más detalle, véase la nota técnica de Jaume Ribera, «El ciclo de vida del proyecto: la incertidumbre y la gestión del riesgo»,
PN-462, IESE, febrero de 2011. (Disponible en IESEP)
incorporar un colchón de una hora al final del proyecto para compensar las posibles
desviaciones por incertidumbre, y por tanto planificar la realización del proyecto en
ocho horas.
Riesgos: son eventos específicos que pueden ocurrir con una determinada probabilidad
y tendrán un consiguiente impacto en alguna de las características del proyecto
(duración, coste o alcance). Como se trata de eventos específicos, la actuación habitual
consiste en lo siguiente: (1) identificarlos, (2) estimar su impacto y probabilidad, y
(3) preparar planes de actuación para los más significativos. De este modo, en el
ejemplo de la merienda, podemos imaginar que ninguno de los salones que conocemos
está disponible para acogerla. En este evento, podríamos contemplar la posibilidad de
(a) cancelar la merienda, o (b) hacerla en casa, lo que requeriría un trabajo adicional
de preparación previa y de limpieza posterior.
En todos los proyectos habrá desviaciones de especificaciones (de alcance y/o de calidad),
plazos y costes. Por tanto, lo fundamental no consiste en saber si hay desviaciones, sino si
éstas son tan relevantes como para que el responsable del proyecto tenga que actuar.
El sistema de seguimiento debe, por tanto, diferenciar el ruido de la señal y detectar si la
variación requiere atención o se trata de una desviación ya cubierta con los colchones de
incertidumbre que se han considerado en la fase de planificación. Para ello es preciso
identificar en cada momento las actividades que pueden tener un mayor impacto en el
proyecto, bien porque sufran demoras, incrementen su coste o afecten a la calidad
o el alcance. A menudo se utiliza una codificación de tipo semáforo, indicando en rojo
aquellos apartados del proyecto que presentan dificultades, en amarillo los que se están
17 Para más detalle, véase la nota técnica de Jaume Ribera «El ciclo de vida del proyecto: seguimiento», PN-463, IESE, febrero
de 2011. (Disponible en IESEP)
desviando y pudieran ser rojos en un futuro cercano, y en verde los que siguen el plan
establecido. En algunas ocasiones se puede incorporar también el color azul para indicar
aquellas partes que superan ampliamente las expectativas, a fin de que también se puedan
revisar y, de este modo, se pueda aprender de ellas.
Para el seguimiento del proyecto, es útil determinar al inicio la frecuencia con la que se
deseará realizarlo (por ejemplo, con periodicidad semanal o mensual). El responsable
administrativo del proyecto deberá recopilar y sintetizar convenientemente la información
sobre el avance y los costes, así como las incidencias y variaciones acontecidas desde el
último informe de seguimiento que se realizó.
El seguimiento en especificaciones (de alcance y calidad) suele ser muy técnico y específico
para cada proyecto. Como ya hemos mencionado en la sección de planificación, para algunas
partes del proyecto en las que exista menor consenso o experiencia previa es conveniente
haber definido previamente unas métricas de calidad, que podrán ser evaluadas en el
momento del seguimiento para establecer su cumplimiento.
Figura 10
Diagrama de Gantt de seguimiento
Actividades Instante de
seguimiento
E - Montar 0%
mesas
D - Comprar 0%
bebida
C - Comprar
80%
bocadillos
B - Alquilar 100%
salón
A - Lista 100%
invitados
Horas
1 2 3 4 5 6 7
Figura 11
Diagrama de fiebre
% Uso
Colchón
100
75
H2
50 H3
25
0 H1
0 25 50 75 100
% Cadena
Crítica
Existen muchas causas de posibles conflictos en los proyectos, y algunas de ellas son
inherentes a la naturaleza de los mismos. Es muy habitual, por ejemplo, que en la
planificación se olviden actividades que luego resultan necesarias. Sin embargo, hay
bastantes conflictos que podrían ser evitados mediante una buena gestión y favoreciendo una
actitud de honestidad y apertura ante los problemas que se van encontrando. Aparte del ya
18 Para una descripción detallada de las técnicas de valor ganado, véase la nota técnica de Jaume Ribera, «El ciclo de vida del
proyecto: seguimiento», PN-463, IESE, febrero de 2011. (Disponible en IESEP)
19 El informe puede limitarse a una sola página, como se sugiere en C. Campbell y M. Campbell (2013), The new one-page
project manager, John Wiley & Sons, Nueva Jersey.
El principal antídoto para muchos de los conflictos que pueden aparecer en un proyecto
consiste en mantener reuniones periódicas en las que, de forma breve, cada miembro del
equipo informa sobre las partes bajo su responsabilidad. En estas reuniones se debe fomentar
la comunicación honesta, con la convicción de que un problema detectado a tiempo y
compartido con el resto del equipo es siempre más fácil de resolver que uno escondido.
Otra fuente de conflictos reside en las diferencias entre las expectativas de comunicación y
participación que tienen los distintos stakeholders y lo que realmente luego sucede. Muchos
directivos esperan que se les informe en detalle sobre los avances de un proyecto en el que
participen subordinados suyos, y si esta comunicación no se produce se pueden sentir
«puenteados» y, en consecuencia, pueden decidir reducir la dedicación de su gente al
proyecto. Por ello es útil planificar también las comunicaciones que generará el proyecto
(a quién, qué, cuándo, etc.).
Lo primero que hay que acometer en esta fase final es una revisión en profundidad de los
resultados alcanzados y así contrastarlos con los objetivos acordados con los stakeholders.
Hay que evaluar conjuntamente si los objetivos marcados siguen siendo válidos y en qué
medida han sido realmente alcanzados. De hecho, en ocasiones, durante la finalización se
consiguen reencauzar algunos proyectos a ojos del cliente gracias a estas revisiones
conjuntas; por ejemplo, explicando en profundidad el porqué y el cómo de modificaciones
o cambios que se hayan producido en el alcance, fecha o coste. Pero, al mismo tiempo, el
equipo del proyecto tendrá que evitar que el cliente intente aprovechar esta revisión para
añadir elementos nuevos a la definición del proyecto que no fueran acordados así al
comienzo.
1. Se concluye que el proyecto no ha cumplido los objetivos y se decide detener todas las
actividades (como ya indicamos, esto puede ocurrir en cualquier fase de la vida de un
proyecto). Esto puede significar, por ejemplo, que no se implantarán los resultados del
proyecto en la organización o que no se comercializarán los productos desarrollados.
2. El equipo del proyecto se «transfiere» a sí mismo los resultados de éste y pasa a ser
quien utiliza o vende dichos resultados (por ejemplo, en cuanto a nuevos productos o
servicios desarrollados).
En tercer lugar, esta última fase ofrece la oportunidad de resumir las lecciones aprendidas del
proyecto, lo cual debe:
Cubrir los diferentes aspectos del proyecto, tanto en relación con el «contenido» del
proyecto como con el proceso de gestión del mismo. Hay que revisar las lecciones
aprendidas, por tanto, desde la perspectiva del business case, pero también desde la
metodología de gestión empleada o el rendimiento de los integrantes del proyecto.
Tener lugar relativamente pronto, para que el proyecto siga fresco en la memoria de los
implicados. En el caso de proyectos muy largos, puede ser recomendable realizar
sesiones intercaladas durante el proyecto sobre lecciones aprendidas.
Incluir, en cierta medida, en la reflexión a todos los stakeholders que puedan aportar
reflexiones interesantes.
Finalmente, en los casos en los que se considere que el proyecto ha cumplido lo fijado,
recomendamos cerrar el proyecto con alguna celebración. Incluso en aquellos casos en los
que no todo ha salido a la perfección, si el equipo ha trabajado duro se merece un
reconocimiento en alguna forma. Celebrar el éxito genera ganas de nuevos éxitos y anima a
los empleados a realizar nuevamente un buen trabajo en el futuro, y al mismo tiempo envía
una señal positiva a otros equipos.
3. Aquellas que no son necesarias ni añaden valor: la acción de envolver los bocadillos
en la tienda de uno en uno, cuando después tendremos que desenvolverlos para
colocarlos en la bandeja en la mesa, añade tiempo y coste pero no valor para el cliente
(consumidor) final.
4. Las esperas entre actividades: esperar durante quince minutos la llamada de nuestro
compañero para que nos indique qué tipo de bocadillos hay que comprar una vez
llegamos a la tienda sería, deseablemente, algo a evitar.
Puede resultar un ejercicio útil desarrollar, dentro de una empresa, una lista (o clasificación)
específica de las mudas en la gestión de proyectos, ya que, al ser desarrollada por las propias
personas que trabajan en los proyectos, es más fácil que después identifiquen la muda y
actúen sobre ella20.
20 En esta línea es interesante citar el Manual contra el despilfarro, desarrollado por encargo de Rafael del Pino y Moreno para
la empresa Ferrovial en el año 1962 con el objetivo de guiar a sus directivos y mandos intermedios en la identificación y
eliminación de la muda en sus proyectos. Puede consultarse su reedición online en www.ferrovial.com.
21En este ejemplo de la T5 nos centramos en el proyecto de construcción, que consideramos un éxito, y no en el de la puesta en
marcha operativa, que, como el lector conocerá por la prensa, no lo fue tanto.
22 Para una información más detallada, véase el artículo de A. Davies, et al. (2009), «Innovation in megaprojects: Systems
integration at London Heathrow Terminal 5», California Management Review; o el caso de N. Gil (2008), «BAA: The T5 project
agreement», Manchester Business School.
23 Para más información sobre Reson, véase el caso de T. Vollman, et al. (2000), «Reson: Making development teams
accountable for short project cycles», IMD.
nuevos productos de tres años a tres meses. Un cambio de principios parecido se aplicó en
Novo Nordisk Engineering 24 , que pasó de construir plantas de producción de productos
farmacéuticos en plazos que oscilaban entre los treinta y los treinta y seis meses a alcanzar un
tiempo récord de once meses.
Cuando enfocamos los proyectos buscando conjuntamente formas creativas que permitan
reducir el plazo y mejorar las especificaciones controlando los costes, en lugar de ceñirnos a
cumplir las especificaciones y plazos con el menor coste, nos acercamos mucho más a lo que
genera valor para los stakeholders. Este enfoque precisa de una nueva visión de los proyectos,
ya que aporta más valor para el cliente pero, habitualmente, también mayores riesgos para el
proveedor. Ello exige, por tanto, que se definan mecanismos compensatorios que sean
satisfactorios para las diferentes partes. En este tipo de enfoque se requiere una cultura de
emprendimiento que anime a todos los participantes a proponer novedades y tomar riesgos
controlados.
Finalmente, también existen voces críticas que afirman que una sistematización de la gestión
excesivamente secuencial y por fases puede limitar negativamente la flexibilidad y la innovación
en los proyectos en entornos que requieren de ellas25 (los que, en el Anexo 1, denominamos
«perdidos en la niebla»). Personalmente, recomendamos que no se olvide el carácter de
aprendizaje organizacional que un proyecto tiene para una empresa, y asimismo aconsejamos
complementar los enfoques por fases con procesos en paralelo o iterativos, así como procesos de
exploración por prueba y error en el caso de este tipo de proyectos más innovadores. Nuestra
experiencia nos sugiere que sistemática no está reñida con creatividad e innovación.
5. Resumen y conclusiones
La gestión de proyectos es una actividad a la que muchos directivos le dedican una parte muy
importante de su tiempo, pero que, desgraciadamente, a menudo presenta una tasa de éxito
más bien baja. En la presente nota hemos presentado una metodología para la gestión de
proyectos. En primer lugar, hemos argumentado las ventajas de implantar una sistematización
así en las empresas, y a continuación hemos detallado la metodología a lo largo del ciclo de
vida tipo de un proyecto. Hemos hecho hincapié en que el éxito de un proyecto, en gran
medida, se dilucida antes de haberlo empezado siquiera a ejecutar, es decir, a partir de su
adecuada selección, definición y planificación. Asimismo, hemos detallado una serie
de herramientas que pueden facilitar en la práctica la gestión de los proyectos en cada una de
las fases.
Confiamos en que una metodología como la aquí presentada (o variantes de la misma) pueda
ayudar a los directivos a aumentar la tasa de proyectos completados con éxito. La
metodología, no obstante, sólo puede ser una ayuda a la verdadera clave para conseguir
gestionar proyectos con éxito de forma consistente y sostenible en una empresa: el desarrollo
de una buena cultura de gestión de proyectos.
24 Véase C. Cordon, et al. (2006), «Novo Nordisk Engineering: Running for fast-track project execution», IMD.
25 Véase el artículo de S. Lenfle y C. Loch (2010), «Lost roots: How project management came to emphasize control over
flexibility and novelty», California Management Review, 53(1), pp. 32-55.
Anexo 1
Clasificaciones de tipos de proyectos
Una segunda clasificación, abreviada NTCP26 (del inglés novelty, technology, complexity and
pace), tiene en consideración cuatro dimensiones:
26 Definida en D. Dvir y A. J. Shenhar (2007), Reinventing project management, Harvard Business School Press.
Anexo 1 (continuación)
d) Ritmo: la urgencia del proyecto, en comparación con lo que se entiende como su plazo
normal o natural. En esta dimensión, los proyectos son: (i) normal, cuando se dispone
de un plazo que habitualmente es considerado razonable para la ejecución del
proyecto; (ii) crítico, cuando el cumplimiento de la fecha límite es esencial para el éxito
del proyecto y una demora significa un gran problema; y (iii) extremo, cuando el
proyecto responde a una situación de crisis grave con unos plazos extremadamente
urgentes.
Tecnología
Alta
Media
Baja
Complejidad Colección Sistema Ensamble
Novedad
Crítico
Extremo
Ritmo
Finalmente, una tercera clasificación, sencilla pero útil, es la que resulta de considerar si, en
el proyecto, sabemos de partida qué se pretende conseguir y cómo se puede conseguir, tal
como se muestra en la Figura 13.
Anexo 1 (continuación)
Figura 13
Clasificación en qué y cómo
SI B A
Sabemos qué
NO D C
NO SI
Sabemos cómo
Los proyectos «A», aquellos en los que se conoce de entrada qué se va a hacer y cómo se va a
conseguir, son los más simples ya que, en este caso, se trata sólo de desplegar las actividades
ya conocidas, algo similar a «pintar uniendo números» un dibujo. Los proyectos «B»,
denominados «de búsqueda», son aquellos en los que se conoce lo que se desea pero no se sabe
aún cómo se debe realizar, por lo que, en este caso, una parte importante del proyecto consiste
en buscar la forma de realizarlo. Los proyectos «C», denominados «del síndrome del martillo»27,
consisten en descubrir una posible aplicación para una tecnología o un proceso ya existente.
Son proyectos en los que existe una «solución» y lo que se busca son problemas que se puedan
resolver con ella, como sucede habitualmente en empresas de I+D o de consultoría. Finalmente,
los proyectos «D», también llamados «perdidos en la niebla»28, son los más complejos, ya que en
ellos se debe tratar primero de definir el qué y después el cómo, o viceversa, y conllevan un
proceso iterativo de aprendizaje en el que cada fase se apoya sobre lo aprendido en la fase
anterior. Por lo general son los proyectos que representan un mayor riesgo.
27 Se denominan así porque, habitualmente, quien tiene un martillo (el cómo) se dedica a buscar clavos (el qué), y le parece que
todo puede resolverse con la herramienta de que dispone.
28 Cuando estamos perdidos en un campo con mucha niebla no sabemos qué buscamos realmente, ya que muchas cosas nos
pueden ayudar (una carretera, un pueblo, una vía de tren, una granja…), y tampoco sabemos cómo salir del problema (andando
hacia la derecha, hacia la izquierda, no movernos y esperar que alguien nos encuentre…).
Anexo 2
Planificación agregada de la carga de un proyecto. Ejemplo
200
180
160
140
120
Días de trabajo
100
Dem. Ac.
80
Cap. Ac.
60
40
20
0
0 1 2 3 4 5 6 7 8
Meses
Es importante observar que, en el caso de que las curvas acumuladas demuestren factibilidad,
ésta puede desaparecer cuando se realice el análisis en un periodo más corto (por ejemplo, la
carga promedio en un mes puede ser correcta, pero si toda se concentra en la primera semana
del mes no será factible) o cuando sea imposible avanzar trabajo (por ejemplo, si no se puede
realizar en horas disponibles en enero una carga planificada para febrero).
Anexo 3
Roles de comportamiento en el equipo
Meredith Belbin29 desarrolló a lo largo de los años una identificación de los roles de equipo,
clasificando a las personas en nueve roles de comportamiento (que no de personalidad) que
se dividen a su vez en las siguientes categorías:
Roles de acción:
Finalizador (finisher): personas con la habilidad de terminar los proyectos. Son buenas
para pulir los trabajos, localizar errores y finalizar las tareas con altos estándares de
calidad.
Roles de relación:
Roles de pensamiento:
29 Esta parte de la nota se basa en R. M. Belbin (2010), Team roles at work, Butterworth Heinemann (disponible en español bajo
el título Roles de equipo en el trabajo).
Anexo 3 (continuación)
Para determinar qué rol es el preferido y adecuado para cada persona existen cuestionarios
de autopercepción y de evaluación30. Es interesante anotar que, en su investigación, Belbin
descubrió que todos los papeles eran esenciales para conseguir el éxito de un equipo, y que la
clave reside en conseguir un buen equilibrio. Así, cuando se configura un equipo de proyecto
es importante no limitar el análisis a los conocimientos de las personas, sino también
considerar el comportamiento de sus miembros y, en caso de ser necesario, reasignar algunos
participantes para mejorar el equilibrio a este respecto.
Anexo 4
Principales errores en la gestión de proyectos
Existen infinidad de causas que pueden explicar el fracaso de un proyecto, y a menudo se
presentan en combinación. Resumimos aquí simplemente algunos errores importantes que
se presentan habitualmente en la gestión de proyectos, y referimos a otras notas técnicas para
mayor detalle.
1. Falta de rigor en el análisis del impacto estratégico de los proyectos (que lleva a
seleccionar proyectos que no se justifican realmente en relación con su consumo de
recursos).
9. Demora en el inicio de las actividades del proyecto, alargada tanto como permita el
plan («síndrome del estudiante»), que anula los posibles colchones de protección ante
la incertidumbre.
11. Seguimiento insuficiente del avance del proyecto, a menudo unido a la ausencia de
una gestión del cambio adecuada (para la evolución del proyecto).
Anexo 4 (continuación)
14. Falta de decisión para cerrar proyectos hasta que no queda más remedio.
15. Cierre inadecuado del proyecto, sin la pertinente revisión de los resultados alcanzados
y las lecciones aprendidas (y sin la aprobación por parte de los stakeholders).
16. Confianza en que, en la siguiente ocasión, todo funcionará mejor (incluso lo que no
funcionó esta vez y sin plantear cambios en el enfoque).