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No hay matrimonios perfectos ni cónyuges perfectos. Sabemos que un buen matrimonio requiere
esfuerzo y trabajo duro. En medio del dolor de la lucha podemos olvidarnos de qué es el
matrimonio. Nos olvidamos que hemos hecho un pacto para amar en las buenas o en las malas.
En los buenos tiempos “amar” parece fácil. En los tiempos malos, a menudo, no sabemos cómo
continuar amando cuando nos sentimos enojados, lastimados, amedrentados o no sentimos el
amor.
Este libro es para ayudarte a ver tu matrimonio a través de los lentes del propósito eterno de Dios.
Dios usa las imperfecciones y pecados de tu cónyuge para ayudarte a llegar a ser más como Cristo.
Este libro te ayudará a aprender a amar cuando no sientes el amor, cuando no estás recibiendo
nada a cambio. Y también veremos por qué es bueno que aprendas esto.
Cuando hablamos de hacer lo “correcto” tenemos que tener el cuidado de entender que la
respuesta correcta para una persona en una situación matrimonial no es necesariamente la
respuesta correcta para todos. Lo que es correcto en una situación puede ser lo malo en otra.
Cuando un cónyuge comete un pecado grave contra el otro, el cónyuge ofendido puede tener que
hablar con valor y hacer entrar en vigor las consecuencias por la conducta destructiva. En otra
situación el cónyuge ofendido debe callarse y aceptar las debilidades de su pareja. Demasiadas
veces buscamos una sola solución para todo problema. No respetaríamos a un doctor que
recetara lo mismo para cada paciente. Tampoco podemos responder así.
Vivimos en una cultura más preocupada por recibir que por dar. Vez tras vez escucho en la
consejería “mis necesidades no están siendo satisfechas en mi matrimonio.” Actuar
correctamente no garantiza que un matrimonio será más satisfactorio (aunque frecuentemente
ayuda), pero empezarás a ver lo que Dios está haciendo para hacernos más como Cristo en medio
de las dificultades matrimoniales. El matrimonio es un retrato de nuestra relación de pacto con
Cristo. Él es nuestro maestro en este proceso. Él siempre actúa correctamente. Inclusive cuando
nosotros actuamos incorrectamente.
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Como actuar rectamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente
David tenía razón, nada en su matrimonio estaba cambiando. Julia seguía enojada con él por
lastimarla en años anteriores. No le respondía sexualmente, no estaba interesada en trabajar en
su propia actitud ni en el matrimonio. David se preguntó “¿Para qué seguir intentándolo?
Pudiéramos concluir con David que nada está pasando. ¿Es correcto?
Actuar correctamente cuando nuestro cónyuge actúa incorrectamente es para
nuestro bien
Las experiencias dolorosas nos provocan a preguntarle a Dios, ¿Por qué me está pasando esto a
mí? Dios nos da respuestas, aunque no siempre nos va a gustar lo que nos dice.
De niña, frecuentemente preguntaba a mi papá “¿Por qué? Y sus dos respuestas favoritas eran
“Porque yo lo digo” y “Porque es para tu bien.” La primera respuesta daba por sentado su
autoridad y mi necesidad de obedecerle, no porque le entendiera ni estuviera de acuerdo con él
sino porque él era mi padre. Quizá en ese momento yo era demasiado inmadura para entender
sus razones, solo tenía que confiar en su juicio y obedecerle.
En la Biblia la gente preguntó “¿Por qué?” y a veces Dios respondió como mi padre, “Porque yo lo
digo” (ver Is. 45:5-12, por ej.). Esta no es la repuesta de alguien que no tiene una mejor
explicación, sino es una respuesta que rebosa de verdad. Dirige nuestra atención fuera de nuestro
problema y la dirige hacia Él que tiene la autoridad para arreglar los detalles de nuestras vidas.
Dios usa las circunstancias para hacernos más conscientes de él. En lugar de preguntar “¿Por
qué?” comenzamos a preguntarnos “¿Quién es este Dios?” Dios conoce nuestra necesidad más
profunda en la situación: No es la de saber más del por qué, sino es la de conocer más de Él.
Job aprendió esto. Dejó de demandar respuestas de Dios, y lo adoró. En lugar de preguntar por
qué, podemos empezar a preguntar qué. ¿Qué podemos aprender acerca de Dios y nuestra vida en
esta experiencia?
Regresemos a la segunda respuesta de mi padre, “Porque es para tu bien”. Cuando Dios dice que
algo es para nuestro bien, ¿qué quiere decir? Esperamos que nos de felicidad o placer en una
situación difícil. Pero hay muchas cosas que son para nuestro bien que, igual que ir al dentista o
recibir una inyección, no son agradables en el momento. Heb. 12 dice que la disciplina es
desagradable pero cuando nos ha entrenado, produce el fruto de justicia.
Puedes estar pensando, “¡Espera un momento! ¿Estás diciendo que cuando mi cónyuge hace lo
malo, Dios lo utiliza para mi bien? ¡Con toda seguridad Dios no quería que Julia tratara a David
en esa manera!” Es verdad que Julia debería tratar mejor a David. No le está amando. No le está
perdonando. ¿Cómo puede Dios usar esto para bien en la vida de David?
Como pecadores, siempre somos tentados a señalar con el dedo al otro primero. David intentó
eso. Le dijo a Julia que ella estaba amargada y tenía que perdonarlo. Él quiso que ella se sintiera
mal, pero no funcionó. Entonces cambió la estrategia tratando de ser un esposo más amoroso. Le
compraba flores, lavaba los trastes, la llevaba a cenas románticas y le compró joyas. Las
estrategias de David habían cambiado pero sus motivos no habían cambiado. Sus conductas
pudieron haber parecido más amorosas pero su corazón todavía estaba motivado por su deseo de
que Julia cambiara. Sólo estaba actuando más amoroso para que Julia cambiara.
El deseo egoísta de David desde el principio del matrimonio era cambiar a Julia en la esposa que
él quería. Muchos de sus problemas iniciales en el matrimonio estaban arraigados en eso. Quería
que ella le amara, que satisficiera sus necesidades, que le atendiera. Cuando ella fallaba, él la
regañaba. Se alejaba de ella, haciendo gestos de decepción. Por fin Julia ya no lo aguantó, y se
enojó. Esto sorprendió a David. Cuando eran novios Julia se acomodaba a todos sus deseos. Se
preocupaba por su felicidad. Ahora ella le hacia caso omiso. Primero trató de esperar que el
enojo de ella pasara. No sucedió. Luego trató de ejercitar su autoridad como esposo, ordenándole
satisfacer sus necesidades, lo cual sólo aumentó el resentimiento y amargura de Julia. Por fin, en
su desesperación, intentó ser amoroso, para ganar su corazón de nuevo. Aun así, Julia no
respondía como él quería.
El propósito de Dios en el Matrimonio
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Como actuar rectamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente
Buscamos a alguien que creemos que satisfará nuestras necesidades de compañerismo, amor e
intimidad sexual. Estos son ingredientes importantes en el matrimonio, pero ¿son el propósito de
Dios en el matrimonio? ¿Qué tal si el matrimonio no fue diseñado principalmente para nuestra
felicidad sino para enseñarnos la santidad?1
¿Es posible que Dios estuviera usando los pecados de Julia para enseñar a David a ser un esposo
como Cristo? ¿Cómo lograría esto? Primero, tendría que exponer el egoísmo detrás de mucha de
la conducta de David. Mientras hablamos, David empezó darse cuenta de que se había casado con
Julia principalmente para satisfacer sus necesidades percibidas. Si somos honestos, todos
tendremos que admitir que tenemos esto como un motivo principal para casarnos.
Dios usa la relación matrimonial como un retrato de Cristo y Su novia, la Iglesia. Cristo se da a sí
mismo para satisfacer nuestras verdaderas y reales necesidades. Nunca demanda que sus
necesidades sean satisfechas a cambio. Dentro de la relación matrimonial, podemos aprender a
expresar este tipo de amor sacrificante (Ef. 5:25).
Por naturaleza, estamos más preocupados con ser servidos que por servir, con recibir que con dar.
Sacrificio, sufrimiento, y servicio son temas raramente enseñados en las clases de consejería
prematrimonial. En el caso de David, Dios le estaba enseñando lo que quiere decir morir a uno
mismo. Estaba dándole escarmientos personales en cómo crecer y llegar a ser más como Cristo,
cómo ser más amoroso aunque Julia no le correspondiera. Estaba enseñándole cómo perdonar,
inclusive cuando Julia nunca pidió perdón. Estaba mostrándole a David cómo superar lo malo
con lo bueno y cómo tener contentamiento en toda circunstancia. Estas lecciones no se aprenden
en tiempos de felicidad sino en las dificultades.
Además Dios quería que David entendiera el sufrimiento de Cristo. Jesús fue rechazado. También
David. Jesús enfrentaba gente obstinada y de corazón endurecido. También David. Jesús amaba
y servía, daba y se sacrificaba, sin recibir nada a cambio. También David. David nunca sería como
Cristo mientras sus propios deseos legítimos (de tener un buen matrimonio, de que Julia le
perdonara y le amara) le controlaran.
A través de sus problemas matrimoniales Dios estaba trabajando para edificar el carácter de
Cristo en David. El amor de Cristo debe regirnos, no nuestros deseos. David tenía que aprender a
encontrar su gozo y felicidad en Dios y no en su esposa, aunque todavía anhelara tener una
compañera amorosa.
Necesidades percibidas versus necesidades reales
Es importante aprender a discernir la diferencia entre nuestras necesidades percibidas y nuestras
necesidades reales. Nuestras necesidades percibidas se sienten tan reales y necesarias para
nuestra felicidad y bienestar, mientras nuestras necesidades reales frecuentemente pasan
inadvertidas por años. Por ejemplo, cada día siento una necesidad por un poco de chocolate. Pues,
me gusta mucho el chocolate. Pero mi necesidad es tener una dieta más saludable y dejar el
chocolate por un plátano o brócoli. Frecuentemente siento la necesidad de elogios, admiración,
aprecio o gratitud de alguien a quien he estado sirviendo, pero mi necesidad real es tener más
humildad, gentileza, y habilidad de negarme a mí mismo. Dios utiliza a nuestro cónyuge como
una ayuda idónea para satisfacer nuestras necesidades reales.
Cuando dejamos que Dios defina nuestras necesidades reales, podemos aprender a confiar en él
aun cuando no entendamos en nuestras dificultades. Para crecer, tenemos que ver el matrimonio
como algo mucho más importante que una oportunidad de satisfacer mis necesidades percibidas,
tenemos que verlo como una oportunidad de depender en Dios para satisfacer nuestras
necesidades reales. Mientras estaba encarcelado, en un estado de privación respecto a las
necesidades percibidas, Pablo escribió “Mi Dios…” (Fil. 4:19).
Es bueno para tu matrimonio
Recientemente yo tenía presiones en el trabajo y estaba actuando irritablemente en la casa. No
era sensible hacia mi esposo, Howard, y estaba completamente absorta con mis propias metas.
Además, le criticaba por no ayudar más en la casa. En lugar de reaccionar defensivamente o con
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Como actuar rectamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente
pleitos, él me preguntó qué podía hacer para ayudarme. Luego, por su propia cuenta decidió
planear el menú para toda esa semana. Fue al súper para comprar los ingredientes y cada día él
preparaba la comida. Eran comidas sencillas pero llenas de amor. Es un regalo grande para
nuestro cónyuge y al matrimonio cuando escogemos actuar rectamente aun cuando nuestro
cónyuge actúa incorrectamente.
Joanna decidió venir a verme por consejería matrimonial aunque su esposo rehusó acompañarle.
Decidió trabajar en sí misma, no para agradar a su esposo sino para conocer a Dios mejor y ser
más como Cristo. Trabajó en su obstinación, su espíritu crítico, su altivez, su temor y su ansiedad.
Ha aprendido a orar y a estudiar su Biblia y sabe que Dios le está hablando mientras la lee.
Recientemente me dijo, “Mi matrimonio no es perfecto, pero está mejor que nunca”. Invertir
tiempo para trabajar en ti para que seas una mejor pareja no garantiza que tendrás un
matrimonio mejor, pero ciertamente aumenta las posibilidades.
Es bueno para tu cónyuge
Jack siempre estaba enojado, era controlador y algo abusivo. Mary era lo opuesto: tímida,
temerosa, y alguien que quería complacer a los demás. Mientras Mary hacía lo que Jack quería,
había paz en su matrimonio. Cuando Mary fallaba, siempre había un costo que pagar. Mary creía
que una buena esposa Cristiana siempre tenía que rendirse a las demandas de su esposo. Sin
embargo, en la consejería, ella se dio cuenta de que esta perspectiva no siempre era la mejor para
Jack. Ella estaba alimentando un monstruo. Mientras más cediera Mary, más exigente y
controlador llegaría a ser Jack. Mary tenía que aprender a hacer lo correcto, lo cual en su caso era
hablar la verdad acerca de la conducta pecaminosa de Jack, no ceder. Mary aprendió a hablar la
verdad en amor claramente, confrontar la conducta de su marido, y poner límites apropiados.
Mientras aprendía esto, Jack trataba de impulsarle a regresar a sus viejos hábitos. Al principio,
Jack se enojó y la intimidó más. Mary se mantuvo firme en su decisión de amar a Jack a través de
actuar para su bien, y no ceder a él. La conducta nueva de Mary sirvió como espejo para Jack; le
dio un reflejo de cómo era vivir con él. A través de los cambios en ella, él empezó a reconocer su
propio egoísmo y enojo. Esto fue bueno para Jack.
Es bueno para tus hijos
Nuestros hijos aprenden de nosotros cómo tratarse el uno al otro. No estés sorprendido si notas
que tus hijos te tratan en la misma manera irrespetuosa que han observado que tú tratas a tu
cónyuge. Los niños no son ignorantes. No debemos maldecir a nuestro cónyuge delante de
nuestros hijos, inclusive cuando nos haya traicionado o tratado en una manera horrible. No
debemos usarlos para vengarnos del cónyuge, ni buscar su apoyo emocional en maneras
impropias. Pueden ver los pecados de sus padres—no necesitas señalárselos.
Es lo que agrada a Dios
Es bueno aprender a hacer lo correcto cuando nuestro cónyuge actúa incorrectamente (o cuando
cualquier persona actúa incorrectamente) porque es lo que agrada a Dios. Le complace cuando
confiamos en él a pesar de lo difíciles que estén las cosas, cuando siquiera queremos aprender a
hacer lo correcto. Siendo hijos de Dios, una de las declaraciones más gratas que pudiéramos
escuchar de nuestro Padre sería “¡Bien hecho, buen siervo y fiel!” (Mat. 25:23). Sin embargo,
muchos de nosotros estamos estancados, sin una visión para nuestro crecimiento en las
dificultades, porque nos enfocamos más en nuestros propios deseos y metas que en los de Dios.
Obstáculos Mentales que Impiden el Plan de Dios para Nuestra Madurez
“¡No es justo! ¿Por qué tengo yo que trabajar en mí mismo cuando mi cónyuge
rehúsa trabajar en sí mismo?”
Pensamos que la vida debe ser justa. Vivimos bajo la ilusión de que el matrimonio es 50%/50%.
No debo tener que darte más de lo que yo recibo. Estos pensamientos nos mantienen estancados
en la inmadurez o el resentimiento—o en ambos. Nunca podemos llegar a ser la persona que Dios
quiere si estamos manteniendo un registro de mis contribuciones al matrimonio en comparación
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Como actuar rectamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente
con las de mi pareja. Dios jamás nos promete que la vida será “justa,” que recibiremos tanto
como damos, que nuestro cónyuge cambiará si actuamos correctamente. Cada matrimonio
produce algo de sufrimiento, porque no recibimos lo que queremos. Tenemos que decidir si
vamos a responder al sufrimiento con enojo, venganza, o aislamiento o con la bondad de
Jesucristo. Si perdemos la vista de la meta de ser como Cristo, llegaremos a estar frustrados en
nuestros intentos de actuar correctamente cuando el cónyuge actúe incorrectamente.
Y ¿Qué de mí?
Tratar de realizarse o “hallar” nuestro “yo” es algo que hay tomar con precaución. Nadie está más
interesado en nosotros como personas que Jesús. Por eso, no podemos “buscarnos” solos. Él
advierte, “El que encuentre su vida, la perderá, y el que la pierda por mi causa, la encontrará”
(Mat. 10:39). Nota que no dice que encontraremos a Cristo, sino que encontraremos nuestra
vida. El verdadero “yo” no se encuentra aparte de Dios; sólo se encuentra en Cristo y con Cristo.
“Sólo quiero ser feliz”
Nuestro mundo nos bombardea con el mensaje de que merecemos ser felices, y que la realización
personal es nuestra meta más alta. Si no nos sentimos felices, tenemos que hacer lo que sea para
hacer que nos sintamos mejor. Esto puede incluir despojarnos de personas o cosas que impidan
nuestra felicidad actual o futura. Muchos consejeros dirán “Ya intentaste lo suficiente. Mereces
ser feliz.”
¿Cuál camino trae la felicidad verdadera? ¿El del mundo o el de Dios? A Jesús le importa nuestra
felicidad personal más que al mundo. Sin embargo, Su manera de obtenerla es opuesta a la del
mundo. Nos dice, “Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque serán saciados”
(Mat. 5:6). Jesús no enseña que la felicidad no se encuentra por medio de buscar las cosas que
pensamos que nos harán felices, tales como un matrimonio perfecto. En cambio, nos dice que la
felicidad real se encuentra cuando buscamos a él y su justicia (una relación recta con él).
Aun los Cristianos frecuentemente creen que el propósito del matrimonio es el de llenarnos y
hacernos felices. Sin embargo, Jesús nos dice que sólo él nos llenará y nos hará felices. Cuando
nos dice “Deléitate en el Señor y él te concederá los deseos de tu corazón” (Sal. 37:4), no quiere
decir que tengamos que mordernos la lengua y obedecer a Dios para que nos dé lo que queremos
realmente. Está diciendo que nos deleitemos en Dios y Sus caminos (Sal. 1:2; 35:8-10; 43:4;
112:1; Is. 61:10). Es fácil profesar deleitarnos en Dios mientras realmente creemos lo opuesto—
que buscarle es aburrido y difícil. Pero Jesús nos dice que sus principios no son restos secos de
pan sino que son el mero pan de vida, que alimentan nuestra alma. Generalmente sólo en tiempos
de dificultad buscamos el alimento espiritual más profundo. En tiempos fáciles nos contentamos
con botanas.
No es malo buscar nuestra propia felicidad, pero estamos desviados y engañados si pensamos que
la felicidad real o perdurable se encuentra aparte de conocer, amar y obedecer a Dios (Jer. 2:11-
13; 1Ped. 1:8).
“No tengo ganas/no siento como que quiero hacerlo”
“No me siento con ganas de aplicar estos principios, y no quiero ser una hipócrita,” me dijo una
esposa. Muchos creen que si no sienten como que quieren hacer algo, hacerlo no sería algo
auténtico. Pero escoger actuar correctamente cuando no tienes ganas de hacerlo no es
hipocresía; es obediencia. La decisión es más que sólo sonreír externamente mientras estamos
odiando internamente. Es una decisión de someternos al plan de Dios con nuestra mente y
voluntad, aunque nuestras emociones tarden en estar de acuerdo.
“Temo confiar en Dios plenamente”
Muchos de nosotros decimos que confiamos en Dios pero cuando realmente tenemos que hacerlo,
huimos. Yo también antes temía ceder mi vida a Dios completamente. Temía que me mandara a
África, que tuviera que sacrificar mi secadora de cabello y comer insectos. Muchas veces somos
engañados por Satanás en creer que si realmente confiamos en Dios, nuestras vidas serán
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Como actuar rectamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente
miserables. El teólogo Francois Fénelon pregunta “¿De qué tenemos miedo? ¿De seguir
demasiada bondad, de encontrar a un Dios que ame demasiado…de llegar a ser demasiado
humilde…demasiado puro, demasiado honesto…?”2
Tememos que si confiamos en Dios nos pedirá sacrificar nuestros deseos. Pablo nos dice que no
hay nada mejor que conocer a Dios y Dios nunca nos pedirá que sacrifiquemos esto. Si queremos
ser más como nuestro Señor, tendremos que aprender a hacer sacrificios en el matrimonio.
¿Sacrificar mi tiempo? ¿Mis sueños? ¿Mis deseos? ¿Mis necesidades percibidas? Sí. Es posible
que Dios te llame dejar estas cosas a veces para aprender a amar. Su plan maestro es para
nuestro bien y felicidad absolutos. Tenemos que escoger si vamos a creer y confiar en Dios para
que sigamos firmes aunque estemos trabajando fuerte, cansados y tentados a rendirnos.
Amar a Dios, amar a otros
Llegar a ser más como Jesús quiere decir amar a Dios nuestro Señor de todo corazón, alma,
mente, y fuerza, y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mc. 12:30-31). Nuestro
prójimo más cercano es nuestro cónyuge. En este proceso descubriremos que tenemos otros
amores. Tendremos que escoger cuál será primero. ¿Amamos a Jesús o amamos la felicidad, la
autorrealización, y nuestra propia voluntad? Jesús nos dice, “Donde esté tu tesoro, allí estará
también tu corazón” (Mat. 6:21). Nuestro matrimonio, más que cualquier otra relación, revela lo
que amamos. El matrimonio nos pone al descubierto, y no podemos escondernos o fingir por
mucho tiempo. El verdadero “yo”, con todos sus puntos fuertes y débiles, se derrama. Lo que
amamos y adoramos se expresará en nuestro matrimonio, especialmente cuando no recibimos lo
que queremos o lo que pensamos que necesitamos.
Capítulo 2: ¿Qué es lo que los pecados de mi cónyuge revelan de mí?
Antes de casarme, me imaginaba que yo era una persona fácil con quien llevarse. Una vez casada,
encontré otro lado de mí, que no sabía que existía y que no era atractivo. Vi cuánto me gusta que
las cosas se hagan a mi manera, y cuánto me enojaba cuando no eran así. Vi cuánto orgullo tengo
y cuánto tiempo guardaba mi sentido de ser lastimada, cuán poco perdonaba o pasaba por alto las
cosas que no me gustaban. Antes de casarme, podía terminar una relación si me sentía lastimada.
Pero como Cristiana, sabía que tenía que permanecer en la relación. Cuando me casé, amaba ser
amada, y amaba estar enamorada—pero no sabía nada de cómo amar incondicionalmente o
sacrificialmente.
Muchos dirán “No sabía que tenía problemas hasta que me casé.” ¿Cómo podemos aprender a
amar o a sacrificarnos, si vivimos solos? No podemos.
En lugar de ver los hechos malos de nuestro cónyuge contra nosotros, tenemos que re-dirigir
nuestra atención a lo que sus pecados revelan en nosotros. Por ejemplo, cuando estoy esperando
en una cola larga en la tienda y la muchacha está cobrando muy lentamente, me siento impaciente
e irritada. La muchacha no está haciéndome sentirme impaciente y enojada. Ella solo es el gatillo
que revela la impaciencia y enojo que ya estaban en mi corazón. Jesús enfatizó esto cuando dijo
“el buen hombre de su buen corazón saca lo bueno…” (Lc. 6:45). Aprender a examinarnos
primero en lugar de a nuestro cónyuge en estas situaciones nos permite quitar la viga de nuestro
propio ojo antes de intentar quitar la paja del ojo de nuestro cónyuge (Mat. 7:5).
Dios puede usar las meras acciones de tu cónyuge que te son más irritantes para revelar el
contenido de tu corazón, para que puedas crecer y cambiar.
Los pecados de nuestro cónyuge revelan la manera negativa o incorrecta que
interpretamos la vida
Es importante entender que nuestros sentimientos no son causados por la conducta de nuestro
cónyuge sino por cómo interpretamos su conducta. Cuando nuestro cónyuge hace algo que no
nos gusta, usualmente tenemos una respuesta negativa. Esta respuesta siempre es una mezcla de
nuestros pensamientos y sentimientos, la cual a menudo produce una conducta mala. Veamos
este ejemplo:
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Como actuar rectamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente
Tom regresó a casa con ganas de compartir con Sonia las buenas noticias de su ascenso en su trabajo.
Pero en cuanto entró por la puerta, Sonia depositó a la bebe en sus brazos y le informó que ya no
podía más. Necesitaba un tiempo para ella sola, y se fue a la plaza. Tom se sintió lastimado y
desanimado. Enfureciéndose, empezó a pensar, a Sonia no le preocupo. Nunca pregunta cómo fue
mi día, sólo quiere desahogarse del suyo. No aprecia lo duro que trabajo. Mientras más pensaba
Tom, más enojado y lastimado se sentía. Cuando Sonia regresó a casa, ella se sentía mucho mejor y
tenía ganas de hablar con Tom, pero Tom la ignoraba. Se sentó a su lado pero Tom se levantó y se fue
a dormir. Entonces Sonia se sintió lastimada y rechazada. Pensó, ¿Qué tiene él? ¿No se da cuenta de
qué tan duro trabajo, de qué difícil es quedarse todo el día en casa con un bebe irritable? Él resiente
tener que cuidar a nuestra hija. ¿Por qué tengo que rogarle que la cuide? Yo necesito un descanso
también.
Cuando ambos Sonia y Tom actuaba en maneras que al otro no le gustaba, los dos reaccionaban
con interpretaciones negativas. Cuando Sonia salió, Tom interpretó su conducta en cierta manera
negativa. Se dijo a sí mismo que él no le importaba a ella, que no pensaba en él y sus necesidades.
Pero ¿eran estos pensamientos correctos?
Al igual que Tom, creemos que nuestros sentimientos son causados por la situación. Pero
viéndolo más de cerca. ¿Pudo haber pensado de lo que hizo Sonia de una manera diferente? Los
sentimientos de lástima y enojo fueron originados de las interpretaciones que Tom hizo de las
acciones de Sonia, no por las acciones mismas.
Podemos ver que los pensamientos de Tom acerca de la conducta de Sonia tenían más que ver con
su respuesta emocional y subsiguiente retiro que la conducta misma de Sonia. Pero debemos
preguntarnos ¿Por qué interpretó la conducta de Sonia en esta manera negativa? Como seres
humanos pecaminosos, todos tenemos un corazón que está orientado a sus propios intereses
egoístas. Si Tom hubiera pensado más en el momento acerca de las necesidades de Sonia que en
las suyas, pudiera haber interpretado su conducta diferente. Por ejemplo, pudo haber pensado,
¡Oh! ella debió haber tenido un día difícil. Usualmente ella no actúa así. Necesito brindarle
apoyo. Puedo compartirle las buenas nuevas más tarde, después de darle un alivio. Tom pudo
haber permanecido en calma durante la noche, disfrutado el tiempo precioso con su hija, y
compartido sus buenas noticias con Sonia cuando ella regresara a casa.
Ahora consideremos los pensamientos de Sonia. Cuando Tomo se acostó sin hablar con ella, ella
también interpretó su conducta en una manera negativa. Sabía que Tom estaba enojado, pero
pensó que estaba enojado porque resentía cuidar a la beba. Aunque ésta pudiera haber sido una
interpretación razonable, sabemos que no es la verdad. Otra vez, su interpretación de por qué
Tom actuaba así tenía más que ver con sus sentimientos que con la conducta real de Tom.
Situación Pensamientos de Sonia Sentimientos Conducta
Tom se No se da cuenta qué tan duro trabajo y qué rechazo Se enfureció
acostó tan difícil puede ser quedarse en casa con
una beba irritable
Él resiente tener que cuidar a nuestra hija decepción Lloró
¿Por qué tengo que rogarle a tomarla? resentimiento Retirarse
Necesito un alivio también Ignoró a Tom un día
El primer paso para aprender a actuar correctamente cuando nuestro cónyuge actúa
incorrectamente es examinar nuestros pensamientos en situaciones específicas. Cada uno tiene
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Como actuar rectamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente
un lente interpretativo a través del cual ve sus circunstancias, o lo que está pasando en su
derredor. Para crecer, tenemos que reconocer la existencia de este lente y saber que no siempre es
un lente que dice la verdad. Otra vez, nuestras interpretaciones, y no la circunstancia misma,
causan nuestras reacciones emocionales.
Las investigaciones han demostrado que una de las peores amenazas del matrimonio es que los
cónyuges interpretan negativamente la conducta el uno del otro.3 Considera lo que tú te estás
diciendo acerca de la conducta de tu cónyuge, y pregúntate si hay otra manera de verla. 1Cor. 13
nos dice que el amor todo lo cree.
Empieza a darle a tu cónyuge el beneficio de la duda hasta que hayas podido hablar con él o ella
acerca de lo que te está molestando. Puedes descubrir que te alteraste por nada. Tom pudiera
haberse sentido decepcionado cuando Sonia corrió de la casa antes que él le pudiera compartir
sus buenas noticias. Pero si no hubiera abrigado los pensamientos negativos y no verídicos, para
cuando Sonia regresara ya se le habría pasado la decepción y hubiera podido hablarle con calma.
Si Sonia hubiera hablado con Tom, podría haber evitado el enojo y la decepción que sintió cuando
pensó que el enojo de Tom era un resentimiento hacia su hija.
A veces las acciones de nuestro cónyuge son pecaminosas, estamos interpretándolas
correctamente. Vamos a ver cómo responder cuando nuestro cónyuge peca contra nosotros.
Primero, asegurémonos que nuestras interpretaciones de su conducta no son el resultado de una
imaginación hiperactiva o pautas negativas de pensamientos provenientes de un corazón egoísta.
Los pecados de nuestro cónyuge ponen al descubierto nuestro equipaje del pasado
Stacy estaba consumida por el temor y los celos. Se enfurecía cada vez que su esposo Stan
conversaba con otra mujer o veía la televisión. Stacy trataba de observar cuánto tiempo los ojos de
Stan permanecían sobre una actriz. Le acusaba de pensamientos lujuriosos y estaba convencida
de que Stan deseaba haberse casado con otra persona. Stan negó las alegaciones de Stacy y trató
hacerle sentir segura. Veamos los pensamientos de Stacy para entender por qué se estaba
alterando tanto.
Situación Pensamientos de Stacy Sentimientos Conducta
Stan está viendo TV Él mira a las mujeres guapas celos juzgar
Él desea estar con ellas traición, asco acusar
Stan conversa Él preferiría estar con ellas lástima, rechazo llorar
amablemente con Es igual a los todos hombres furia criticar
otras mujeres No puedo confiar en él temor controlar
Con el transcurso del tiempo, Stacy empezó darse cuenta de que sus pensamientos acerca de su
marido eran irracionales y falsos, pero se sintió impotente para ponerles fin. No podía
convencerse de lo contrario, a pesar de las afirmaciones de Stan. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué
interpretaba Stacy las acciones de Stan en una manera tan negativa?
Cuando Stacy era niña, su padre tenía múltiples relaciones adúlteras. Su mamá le advertía, “Los
hombres no son confiables; sólo quieren una cosa.” La tendencia de Stacy de escoger a varones
que encajaran con esta creencia resultó en confirmarla. Después de convertirse a Cristo, Stacy
buscaba a un varón que fuera diferente. Stan era ese hombre, pensó Stacy. Fue criado en un
hogar Cristiano, tenía buenos valores morales, y la trataba respetuosamente antes de casarse.
Stacy pensó que sus problemas con los varones habían terminado—hasta que vio a Stan actuar
amablemente con otras mujeres. Concluyó que los varones Cristianos no eran diferentes a los
demás. Por consiguiente, Stan no es confiable; él sólo quiere una cosa.
Nuestras creencias forman los lentes interpretativos por los cuales vemos toda la información que
nos llega. Los lentes colorean los datos de tal manera que nuestras creencias se refuerzan, y
forman el fundamento del porqué pensamos en una manera particular acerca de una situación.
Por ejemplo, las creencias internas de Stacy le dijeron que no confiara en los varones. Cuando
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Como actuar rectamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente
Stan conversaba con otras mujeres o veía programas televisivos que mostraban mujeres
atractivas, Stacy interpretaba sus acciones de acuerdo con sus creencias internas.
Los pensamientos de Stacy (A Stan le atraen otras mujeres; él desearía no haberse casado
conmigo; sólo estaba interesado en el sexo, como todos los demás varones que he conocido)
desembocaron en sentimientos de celos, lástima, y enojo. Estos sentimientos afectaron sus
acciones. Hacía gestos, se retiraba, y acusaba a Stan de cometer adulterio o desear hacerlo. Su
conducta irracional provocó que Stan se alejara de Stacy, ¡lo cual reforzó la creencia de Stacy, que
estaba en lo correcto! Stan no quiere estar conmigo. ¡Los hombres no son confiables! ) Ve el
siguiente diagrama.)
Gatillo:
Stan está viendo TV o hablando
con una amiga atractiva
creencias
sentimientos
En las Escrituras, los amigos de Job son un buen ejemplo de cómo las creencias de uno influyen
en la interpretación de los eventos. Creían que las cosas malas sucedían a las personas malas y las
cosas buenas sucedían a las personas buenas. Razonaron que si cosas malas estaban sucediendo
en la vida de Job, Job debía haber hecho algo malo para que las mereciera. Interpretaron todas
las pruebas de Job a través de estos lentes exclusivos. Jesús desafío esta creencia (Lc. 13).
Cuando la conducta de nuestro cónyuge estimula ciertos pensamientos en nosotros, vale la pena
examinarlos para ver qué tan verdaderos son. Consideremos que nuestros pensamientos tienden
a caer en una pauta repetida. Como Stacy, podríamos descubrir creencias internas y profundas
que influyen en cómo interpretamos una situación. Si esas creencias no son verdades, tenemos
que desarraigarlas de nuestro corazón. Debemos ser transformados por la renovación de nuestra
mente (Ro. 12:2). Dios quiere transformar nuestro corazón para que creamos lo que nos dice y
nuestros pensamientos sean verdaderos. Quiere que Su Palabra—y sólo Su Palabra— sea nuestros
lentes interpretativos.
Muchos de nosotros luchamos con esto. Hay un abismo entre lo que profesamos creer como
Cristianos y lo que realmente creemos—profundamente en nuestro corazón. Por ejemplo, en
cierto nivel todos los humanos creemos que no necesitamos a Dios y podemos hacer que la vida
funcione para nosotros mismos (esta creencia es nuestra naturaleza orgullosa, pecaminosa). Dios
quiere transformarnos y renovar nuestros pensamientos para que interpretemos las cosas
correctamente.
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Como actuar rectamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente
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Como actuar rectamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente
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Como actuar rectamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente
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Como actuar rectamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente
convierta en pan (Lc. 4:3). Nos ataca cuando estamos cansados, vulnerables, hambrientos
emocionalmente. Pues tu esposo no está satisfaciendo tus necesidades de amor y aprecio. Dios
quiere que seas feliz. O, Tú también tienes derechos. ¿Por qué tienes que ser el único que esté
dando en este matrimonio? Satanás estaría encantado de engañarnos para que creamos que
cuando tenemos hambre (ya sea física, emocional o sexualmente), debemos satisfacer estas
necesidades aun cuando implique pecar. No esperes, dice, No confíes en Dios. Dios ayuda a
quien se ayuda.
Otra estrategia de Satanás es decirnos la mentira de que el pecado de nuestro cónyuge es
demasiado grande para ser perdonado. Enfrentando el pecado grave de incesto, Pablo instaba,
“les ruego que afirmen su amor hacia él…lo he perdonado por consideración a ustedes en
presencia de Cristo, para que Satanás no aproveche de nosotros, pues no ignoramos sus
artimañas” (2Co. 2:8, 10-11).
Satanás usa a otras personas para desviarnos, como intentó usar a la esposa de Potifar para tentar
a José. También a veces la gente nos dirá lo que queremos escuchar, y somos tentados a buscar
consejo precisamente de este tipo de persona.
Guarda tu corazón de los pensamientos pecaminosos
Los sentimientos de lástima, tristeza, enojo y decepción ocurren en cada matrimonio. Sin
embargo, en medio de estas emociones dolorosas Dios quiere que guardemos nuestro corazón
contra la dureza, amargura, venganza y desesperación.
Guarda tu corazón del temor y la ansiedad (Mat. 10 :29-31, Fil. 4:3-7)
Un corazón temeroso se enfocará en cómo protegerse en lugar de cómo confiar en Dios y
agradarle.
Guarda tu corazón contra el desánimo
Pedro amaba a Jesús y creía que jamás le negaría. Sin embargo, cuando Jesús no respondió a los
soldados como Pedro imaginaba, estuvo confundido y desanimado. También la decepción puede
cegarnos a nosotros. Dios no contesta nuestras oraciones tal y como le pedimos, por ejemplo no
hace que nuestro cónyuge se arrepienta. Pero, aprendemos esta lección de Pedro. Dejemos que
Dios sea Dios. Confiemos que él conoce lo que es mejor, aunque no lo entendamos.
Si quieres actuar correctamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente, tendrás que
comprometerte a no fingir que todo está bien cuando no lo está. Los problemas no desaparecen.
Cómo podemos guardar nuestro corazón
Además de estar enterados de las estrategias de Satanás, tenemos que escuchar a Dios acerca de
cómo vencerlas. Los Proverbios nos ofrecen una guía importante para nuestra protección: Pr.
2:10-12; 4:6, 13, 20-23; 16:17. Para guardar nuestro corazón no es suficiente saber lo que Dios
dice, tenemos que realmente creerlo. A.W. Tozer dijo, “La fe verdadera depende nada más del
carácter de Dios...quien no puede mentir. Es suficiente si Dios lo dice, aun si la declaración
contradice cada uno de los cinco sentidos y todas las conclusiones de la lógica, todavía el creyente
sigue creyendo.”4 Sólo podemos guardar nuestro corazón y aprender a actuar correctamente
cuando nuestro cónyuge actúa incorrectamente si creemos y confiamos en lo que Dios nos dice. Y
esto no quiere decir meramente creer en unos principios sino creer y confiar en una Persona.
Jesús es la verdad (Jn. 14:6) y nos dice la verdad.
Al concluir una sesión de consejería con oración, un cliente me dijo, “Bueno, ya me voy al mundo
real.” Le dije gentilmente, “No, Gary, acabamos de estar en el mundo real; el mundo al cual
regresas está lleno de mentiras. Es un mundo que Satanás crea para tentarte a creer que la vida y
la felicidad se encuentran allí. El mundo real es Cristo.” No podemos hacer ninguna de las cosas
de las cuales he hablado si Dios no es la pasión central en nuestra vida.
Puesto que somos Cristianos, pensamos que Dios es nuestro centro. Pero la verdad es que
tendemos a centrarnos en otras cosas, inclusive en cosas buenas como un buen matrimonio. Si
estas cosas permanecen en el centro, jamás podremos hacer lo bueno cuando sean amenazados.
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Como actuar rectamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente
Jesús lamentó, “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Mat.
15:8). Dijo, “Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mat. 6:21). Nuestro
centro es lo que buscamos para encontrar la paz, la felicidad y el refugio. Es la roca a la cual nos
aferramos en la tormenta. Tristemente, muchos nos hemos centrado en una mentira.
La mentira del egoísmo (la adoración de uno mismo)
Nacemos egoístas, este es el pecado original. Estamos inclinados a creer que nosotros somos el
centro de todo, que la vida gira alrededor de nosotros. Cuando tragamos esta mentira, nuestra
fuente de verdad llega a ser lo que queremos, lo que pensamos, lo que sentimos. Deseamos ser
adorados, amados, elogiados, y con control de todo. Algunos nos aferramos a restos de esto en
cuanto nos centramos en lo que nosotros pensamos que necesitamos para la vida en lugar de lo
que Dios dice que necesitamos.
Es por eso que muchos abandonan sus matrimonios cuando se tornan difíciles. Realmente no
creemos que Dios usará la dificultad para nuestro bien. Realmente no creemos que Él sea nuestro
gozo más profundo. En vez de eso, vivimos para el momento, para la gratificación de nuestros
deseos sensuales o para cualquier otra cosa que creemos nos llenará.
El egoísmo es natural para los pecadores. Para crecer en Cristo tenemos que escoger
concientemente a morir a nosotros mismos y centrarnos en Alguien más grande.
La mentira de centrarse en los demás (la adoración de la gente)
Susan creía esta mentira; vivía para ganar el amor y la aprobación de otros. Su esposo era su
centro—lo que definía su existencia, su razón de existir. Cuando él ya no quería estar casado con
ella, Susan se deshizo. Romanos 1 explica que hemos cambiado la verdad en mentira, que
tendemos a adorar la cosa creada en lugar de Dios, el Creador de todas las cosas. Si nos decimos
que sólo podemos estar felices cuando cierta persona “importante” nos quiere y piensa que
valemos, ¿qué pasa cuando ya no nos quiere o piensa que valgamos? ¿Quiere decir que es verdad,
que no valemos? Muchos viven en dolor y decepción perpetuos porque cierta persona no les
quiere en la manera que ellos la quieren. El temor al hombre es más fuerte que el temor a Dios
(Pr. 29:25; Is. 51:7-13; Jn. 12:43). Al fin, tenemos que escoger entre complacer a la gente o a Dios.
Otro problema destructivo es dejar que otros nos pongan al centro de sus vidas. No podemos ser
dios para nadie. Si nos centramos en Dios y aprender a amarle de todo corazón, alma, mente y
fuerzas, él nos equipa para amar a otros con un amor sobrenatural—Su amor. Amar a otros bien
emana de amar a Dios primero.
La verdad de centrarse en Dios (la adoración de Jehová)
Centrarnos en Dios quiere decir tomar nuestra confianza, deseos desordenados, emociones,
pensamientos, y problemas y someterlos todos a Dios. Podemos aprender a actuar correctamente
cuando nuestro cónyuge actúa incorrectamente porque no estamos vacíos. Somos llenos de Dios.
Él es el mejor cónyuge (Is. 54:5).
Conocer a Dios
Parte del proceso de madurar como Cristiano es convertir nuestra sabiduría intelectual en la
confianza que se sienta de corazón.
Nuestros otros amores no pueden tomar el primer lugar en nuestro corazón
Podemos querer cosas buenas, un buen matrimonio, hijos obedientes, un hogar acogedor, o la
seguridad económica. Pero cuando tenemos que tenerlas par nuestro sentido de bienestar, y nos
sentimos que Dios no es suficiente, estos deseos han llegado a ser ídolos en nuestro corazón.
Amar a Dios quiere decir que Su gloria es nuestra pasión consumidora
Si el deseo para la gloria de Dios no es la fuerza central en nuestra vida, no podremos actuar
correctamente cuando nuestro cónyuge actúe incorrectamente. Si amamos a Dios, le
obedeceremos (Jn. 14:15, 23). La obediencia es el “lenguaje de amor” para Dios. Si amamos a Dios
más que a nosotros mismos, nos cederemos a Él como sacrificio vivo para ser usado para traerle
gloria (Ro. 12:1). Así se encuentra la felicidad verdadera, sólo por medio de centrarnos en Cristo.
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El salmista vez tras ves escoge ejercitar su voluntad a pesar de sus circunstancias. Unos ejemplos
incluyen Sal. 9:1-2; 23:4; 34:1; 39:1; 56:3-4; 59:16; 63:3-5; 101:2-3)
El llamado a escoger
Si aprendes a actuar rectamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente depende en qué
escoges. ¿Escogerás escuchar a Dios y creer lo que te dice? ¿Escogerás someterte a él y
obedecerle? O ¿escogerás tu propio camino, lo que te parezca bien? Cuando nuestro cónyuge
actúa incorrectamente, podemos:
Escoger AMAR………………………………………………………en lugar de odiar.
Escoger SONREIR…………………………………………………en lugar de hacer muecas.
Escoger EDIFICAR………………………………………………..en lugar de destruir.
Escoger PERSEVERAR…………………………………………..en lugar de claudicar.
Escoger ELOGIAR………………………………………………….en lugar de chismear.
Escoger SANAR……………………………………………………..en lugar de herir.
Escoger DAR………………………………………………………….en lugar de aferrarse.
Escoger ACTUAR……………………………………………………en lugar de demorar.
Escoger PERDONAR………………………………………………en lugar de maldecir.
Escoger ORAR………………………………………………………..en lugar de desesperarnos.7
Moisés animó al pueblo con estas palabras: “Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus
descendientes” (Dt. 30:19).
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dice y lo que yo pienso? ¿En cuál versión de la realidad voy a confiar, la mía o la de Dios? Esto
es lo que escribió:
El Señor es el Padre de Luces, quien no cambia como los Dios es caprichoso, no confiable
astros ni se mueve como las sombras
El Señor da a todos los hombres generosamente y sin Dios a veces escatima las cosas buenas
reproche
Dios no puede ser tentado por la maldad, y Él mismo no Dios tiene malos motivos al permitir que
tienta a nadie cosas malas pasen a personas buenas.
Para que creciera esta hermana, no tan sólo tenía que reconocer su incredulidad, también tenía
que arrepentirse de ella. Romanos 12:2 nos dice que no seamos conformados a este mundo sino
transformados por la renovación de nuestra mente. Tenemos que entrenar nuestras mentes a
pensar diferente a lo que la cultura nos enseña y nuestra naturaleza caída nos dice. Tenemos que
entrenarnos a pensar del matrimonio desde la perspectiva de Dios. ¿Estamos entrenando
nuestras mentes a enfocarse en lo que es bueno y noble en nuestros matrimonios (Fil. 4:8) o en
todas las cosas que no nos gustan de nuestro cónyuge?
Entrenar nuestro corazón a responder como Jesús lo hacía
Estar de acuerdo intelectualmente con los principios Cristianos no es lo que agrada a Dios. Él
desea todo nuestro corazón. Nuestras respuestas vienen del corazón (Mat. 15:19). Si nuestro
corazón no es recto, tampoco lo serán nuestros hechos. Jesús enseña que amemos a Dios con todo
nuestro corazón y con todo nuestro alma y con toda nuestra fuerza y con toda nuestra mente y
que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Lc. 10:27). Como Jesús (Jn. 12:27-28),
tenemos que aprender a fijar nuestros corazones en las cosas arriba y no en las terrenales (Col.
3:2). ¿Cómo? Por medio de contemplar la gloria de Dios, la belleza de Cristo, y todo lo que él ha
hecho por nosotros.
Aprender a ser más como Jesús es un proceso de día a día
Tal y como el apóstol Pablo aprendió a estar contento en toda circunstancia (Fil. 4:12), y Jesús
aprendió la obediencia en sus sufrimientos, nosotros, también tenemos que aprender a exhibir el
carácter piadoso a través de nuestras experiencias en la vida (1Tes. 4:4; Tito 3:14). Unas de las
cosas que podríamos necesitar aprender cuando nuestro cónyuge actúa mal son paciencia,
perseverancia, humildad, cómo hablar la verdad en amor, cómo bendecir al enemigo, y cómo orar
por los que nos maltratan. Pedro nos exhorta a esforzarnos a crecer. Mientras lo hacemos, ciertas
características deben llegar a ser evidentes en nosotros. Una oración fue descubierta en la bolsa
de un soldado Confederado después de la guerra:
Pedí a Dios fuerza, para que lograra cosas;
Fui hecho débil, para que aprendiera a obedecer humildemente.
Pedí salud, para que hiciera cosas más grandes;
Me fue dada enfermedad, para que hiciera cosas mejores.
Pedí riquezas, para que yo fuera feliz;
Me fue dada pobreza, para que llegara a ser sabio.
Pedí poder, para que recibiera los elogios de los hombres;
Me fue dada debilidad, para que sintiera la necesidad de Dios.
Pedí todas las cosas, para que disfrutara la vida;
A mí fue dada la vida, para que pudiera disfrutar todas las cosas.
No Recibí nada de lo que pedí sino todo que había esperado.
Casi a pesar de mi mismo, mis oraciones no habladas fueron contestadas.
Yo, entre todos los hombres, soy ricamente bendecido.8
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había visto a su padre viendo “esos videos sucios” y le preguntó si esos son lo que él quiere que su
hijo viera en el futuro. Por fin, Diane dejo de hablar y oró que el Espíritu Santo obrara en su
conciencia. Aunque no han terminado sus problemas matrimoniales, el regalo de la verdad detuvo
el proceso de deterioro y alivió la depresión de Diane. Es importante notar que 1 Pedro 3 instruye
a las hermanas a no sermonear a sus esposos inconversos. Sin embargo, hay veces de hablar la
verdad, siempre en amor. Explotar o expresar emociones dañinas no es un regalo de la verdad. El
regalo de la verdad siempre es motivado por el amor. Decir la verdad tiene que ser para el bien de
la persona, no para desahogarnos.
El regalo de la verdad no es apreciado siempre, porque prefieren negar la realidad de su pecado.
Pero igual como demuestra más compasión el doctor que informa al paciente de su cáncer (para
que busque el tratamiento adecuado), es una expresión de compasión mostrar a un pecador su
pecado.
En el antiguo testamento, Israel prefería a los profetas que le decían lo que quisieron escuchar.
Pero Dios en su bondad les mandó profetas que le dijeron la verdad. A veces escucharon y a veces
no. Hablar la verdad a tu cónyuge puede resultar en ser burlado. Estoy animado por las palabras
de Ezequiel: Te estoy enviando a un pueblo obstinado y terco, al que deberás advertirle: “Así dice
el Señor omnipotente. Tal vez te escuchen, tal vez no, pues son un pueblo rebelde; pero al menos
sabrán que entre ellos hay un profeta” (2:4-5).
El regalo de la bondad
La bondad es un fruto del Espíritu (Gál. 5:22) y una de las definiciones del amor (1Co. 13:4). Sin
embargo, luchamos con dar este regalo cuando nuestro cónyuge nos ha lastimado. No tenemos
ganas de tratarle con bondad. Pero Dios nos dice “no te dejes vencer por el mal; al contrario,
vence el mal con el bien” (Ro. 12:21). Adam, el esposo de Joan, fue un drogadicto que gastaba
más en su vicio que en ropa para los niños. Joan le pedía salir de la casa hasta que procurara
ayuda. El siguió fuera de control y mandó menos y menos dinero para los hijos. Sin embargo,
cuando Joan se enteró que Adam estaba muy enfermo, ella le preparó una sopa y la llevó a su
departamento. Joan dio el regalo de bondad a un marido egoísta e irresponsable.
La bondad es una manera de avergonzar a nuestro enemigo (Ro. 12:20) que puede llevarle al
arrepentimiento. José trató a sus hermanos con bondad, a pesar de su crueldad hacia él (Gén. 37-
50). La bondad no quiere decir que finjas que la maldad nunca pasó, sino que no te define. No te
moldea o transforma en algo malo.
Jesús nos dice, “Amen a sus enemigos, háganles bien y denles prestado sin esperar nada a
cambio. Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con
los ingratos y malvados. Sean compasivos, así como su padre es compasivo” (Lc. 6:35-36).
Debemos ser bondadosos hacia los demás porque queremos ser como Jesús, no porque lo
merezcan. Somos representantes del Rey de reyes y el Señor de señores. Deseamos tratar a otros
con bondad y misericordia porque somos los embajadores de Dios y portadores de su imagen.
Nuestra bondad y misericordia no dependen de si la otra persona es buena o mala. Son regalos de
amor, no premios para buena conducta.
El regalo de la oración
Jesús intercede por nosotros continuamente. Para ser más como él, tenemos que aprender a
interceder por otros. Interceder por alguien que nos ha lastimado no es fácil. Si tu cónyuge te
está dañando, no estoy sugiriendo que sigas ofreciéndole la mano para que la pueda morder, sino
que estoy sugiriendo que tengas la perspectiva y compasión de Dios hacia tu cónyuge, e intercedas
por él o ella. La oración requiere mucha disciplina, especialmente la intercesión, porque está
enfocada en los demás. Podemos darle a nuestro cónyuge el regalo de amor en orar:
por su salvación
por su crecimiento y madurez espiritual
que gane sabiduría y abandone la necedad
por la convicción del Espíritu Santo
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A menudo las consecuencias vienen en formas dolorosas. El dolor nos advierte para que dejemos
de hacer algo. Una amiga mía es parapléjica. Una vez mientras se estaba rasurando las piernas,
olvidó abrir la llave de agua fría. Su pie resultó quemado. En ciertas circunstancias tenemos que
implementar consecuencias dolorosas para prevenir que nuestro cónyuge haga aun más daño. Si
estás considerando este regalo de amor, favor de pedir consejo de otra persona sabia. En medio
de nuestro dolor, puede ser que no pensamos claramente. El regalo del dolor es un último
recurso, cuando otros esfuerzos no le han influenciado para que cambie sus maneras destructivas.
Le costó a Tim admitir que su esposa Audrey era una mentirosa crónica. Sin embargo, vez tras vez
la atrapaba en mentiras. Pero ella siempre rehusaba admitirlas. Un regalo de amor que Tim le dio
fueron las consecuencias dolorosas. Dejó de hacer excusas para ella y cubrir sus mentiras. Dejó
de pagar las cuentas que ella acumulaba. Así que ella tuvo la oportunidad de experimentar el
dolor de sus elecciones y empezar a mirarse honestamente.
A veces la separación puede ser implementada como consecuencia severa por ciertas conductas
pecaminosas. A veces es el único regalo de amor que convence a un cónyuge para tomar en serio
su conducta destructiva. Las situaciones que indican esta acción drástica son, en mi opinión, la
violencia doméstica, el adulterio crónico, y las adicciones peligrosas (como las a drogas y alcohol)
que impactan la vida seriamente.
Hace tiempo me buscó Beth, la esposa de un pastor. Estaba deprimida y desesperada, y pensaba
que el suicidio era su única opción. Su esposo, el pastor de una iglesia grande, era encantador en
el púlpito pero abusivo en casa. Ella y los hijos vivían en temor de sus explosiones. Beth pensó que
nadie le creería si lo dijera. Una vez divulgó un poco de esto a otro pastor pero él le aconsejó ser
más sumisa. No sabía qué hacer. Le hablé acerca del regalo de las consecuencias. Involucré a
unos miembros de la comunidad Cristiana quienes le apoyarían a ella y actuarían como
portadores de la verdad a su marido. Lo confrontaron respetuosamente pero firmemente con las
alegaciones y mudaron a Beth y los hijos a un lugar seguro. Él se indignó y se enfureció. Sin
embargo, los hermanos le animaron a buscar ayuda; su esposa y sus hijos iban a permanecer
separados de él hasta que lo hiciera. Al principio, lo rehusó. Pero cuando se dio cuenta que Beth y
los hijos realmente no iban a regresar, empezó a arrepentirse. Después de seis semanas, empezó
a recibir consejo.
El dolor llama nuestra atención y nos advierte para dejar de hacer algo. El regalo de las
consecuencias es a veces la cosa más amorosa que puedes dar a tu cónyuge para influenciarle a
que examine su conducta.
Quiero animarte que hay grandes beneficios para ti en aprender de estos escarmientos. En
contraste con la opinión popular, tú puedes ser una persona feliz aun si estás en un matrimonio
infeliz.
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La bendición de autorespeto
La manera en que respondemos cuando alguien está actuando mal dice mucho acerca de quienes
somos. Actuar correctamente cuando nuestro cónyuge actúa incorrectamente aumenta nuestra
estima para nosotros mismos.
La esposa de Jason buscó el divorcio e hizo muchas acusaciones contra él a sus hijos y en la
iglesia. Él decidió que no iba a devolver mal por mal. Iba a vencer el mal con el bien. La trató con
respeto cuando ella lo trató irrespetuosamente. Dijo la verdad cuando ella mintió. Al fin, Jason
sabía que se había portado como hombre de Dios, y se sintió la bendición interna de autorespeto.
Las bendiciones de madurez espiritual y crecimiento
En 25 años de matrimonio, mi marido y yo hemos llegado a ser mejores personas de lo que
hubiéramos sido solos. Nos hemos afilado y pulido. No somos perfectos, pero hemos crecido.
Después de la salida de su esposo, Ruth empezó quitar la vista de los pecados de él y verse a sí
misma. Enfrentó las mentiras que creía, que era una nadie que no podría sobrevivir si su marido
ya no la quería. Encontró trabajo y descubrió que a la gente le gustaba y hacía un buen trabajo.
En lugar de ser aplastada por su esposo, creció. Antes se hubiera rendido a sus peticiones por
temor de rechazo pero ahora cuando el pidió llevar a los niños a su casa donde estaba su amante
homosexual, ella no lo permitió.
Lo que queremos producir en el proceso de sufrimiento hace una diferencia en nuestra habilidad
de aguantarlo. Si queremos producir un cambio positivo en nuestro cónyuge, podemos llegar a
estar decepcionados y enojados. Pero si queremos que se produzca el carácter de Cristo en
nosotros, podemos laborar con gozo, aun en medio de la dificultad. Este proceso de santificación
producirá la bella imagen de Cristo en nosotros.
La bendición de reflejar Jesús a otros
Hay otros premios además de las bendiciones internas que hemos visto, de aprender a actuar
correctamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente. Otras personas observan cómo
respondemos en dificultad. Nuestra conducta puede tener un efecto profundo en sus vidas
mientras miran nuestras respuestas a las preguntas de la vida. ¿Es real Dios? ¿Puedo confiar en
él? ¿Qué es la fe? ¿Cómo lidiar con la adversidad? ¿Importa el carácter?
Las bendiciones para nuestros hijos
Como mencioné anteriormente, los niños aprenden más a través de lo que hacemos que de lo que
decimos. Las elecciones que hacemos les exponen constantemente a lo que nos importa y cómo
pensamos de la vida.
Muchas veces me preguntan, “¿No sería mejor para los niños si nos divorciamos en lugar de estar
peleando siempre? Parece que la persona que hace esta pregunta cree que sólo hay dos opciones:
divorciarse o seguir peleando. Dios nos da otra opción: Aprender a actuar rectamente y dejar de
pelear. Usualmente esta es la mejor opción para ti y tus hijos. Aun si haces todo que puedes y tu
matrimonio fracasa, tus hijos pueden recibir lecciones valiosas mientras observan a Dios obrando
en tu vida.
Las bendiciones para nuestra comunidad cristiana
Todos podemos recordar el shock y horror que sentimos cuando nos enteramos que un hermano
en Cristo ha caído en pecado muy grave. Cuando un matrimonio Cristiano fracasa, lastima a
todos los creyentes. Sacude nuestra fe en el poder de Dios para transformar vidas.
Maggie estaba casada por más de 40 años con un hombre extremadamente crítico y egocéntrico.
Su compromiso a confiar en Dios y actuar correctamente cuando su marido actuaba
incorrectamente era como un faro para otras esposas que estaban luchando y tentadas a perderse
o llegar a ser naufragadas en la dificultad matrimonial. Maggie llegó a ser una bendición a otros
por causa de su matrimonio difícil, no a pesar de ello. La persona que se mantiene firme para
Cristo en medio de la dificultad atrae a otros que quieren mantenerse firmes pero están
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Como actuar rectamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente
flaqueando o débiles. Podemos ser una bendición a otros por medio de mostrarles la realidad de
una vida centrada en Dios en medio de nuestro dolor. En ser una bendición, recibimos bendición.
La bendición para los no creyentes
Todos que nos conocen también observan cómo manejamos la vida en los tiempos buenos y en los
malos. Cuando Pablo y Silas estaban encarcelados, respondieron cantando alabanzas a Dios.
¿Puedes imaginar la sorpresa para otros prisioneros que estaban escuchando? (Hc. 16:25). A
veces el matrimonio puede sentirse como una prisión. ¿Qué tipo de preso eres? ¿Qué es lo que
otros escuchan que está saliendo de tu corazón y tu boca? ¿Alabanzas o quejas?
La bendición de agradar a Dios
Con demasiada frecuencia, estamos dispuestos a cambiar estas bendiciones por un poquito de
felicidad temporal o cierto sentimiento emocional. Nos decimos que estamos siendo defraudados
porque no tenemos un matrimonio bueno. Nos olvidamos que la cosa absolutamente mejor que
pudiéramos tener en la vida no es la de enfocarse en estar feliz sino en agradar a Dios. El misterio
en todo esto es que cuando agradamos a Dios, estaremos felices y realizados (Sal. 84:12; Mt. 5:6).
Glorificamos a Dios cuando confiamos en Él a través de vivir Sus verdades en los detalles de
nuestra vida cotidiana. John Piper nos recuerda que “Dios es más glorificado en nosotros cuando
estamos más satisfechos en él.”11 Agradamos a Dios cuando le ofrecemos nuestra vida para que Él
nos use como Él quiera.
¿Estás dispuesto seguir a Dios, a aprender a actuar correctamente cuando tu cónyuge (o cualquier
otra persona) actúa incorrectamente, sea lo que sea el costo? Esta es la pregunta que Jesús nos
hace cuando nos dice que le sigamos.
Un día caminando por una senda de 5 millas llegué al fin a la vez que un ancianito. Después de
tocar el poste que marcaba el fin, él se volteó y me dijo “Llegar al fin hace que todo valga la pena.”
Me recordó que tenemos que mantener la vista fijada en el fin. Escuchar a Jesús decirnos “¡Bien
hecho, buen siervo y fiel!” (Mat. 25:23) hará que todas nuestras labores en la tierra valgan la
pena. Shun Fujimoto, después de terminar su rutina gimnástica con una rodilla fracturada en los
juegos olímpicos de 1976 dijo, “Sí, el dolor me penetraba como un cuchillo. Me dio lágrimas. Pero
ahora tengo la medalla de oro, y el dolor se ha ido.” Un día nosotros no tendremos dolor, sino
gozo y bendición sobre bendición porque hemos escogido vivir la vida en una manera que glorifica
y honra a Dios.
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Nuestra vida es un cuento en proceso. Nuestro matrimonio, nuestras relaciones familiares,
nuestro hogar, la manera de vivir, amar, jugar, lastimar, y reaccionar están todas en este libro
para que futuras generaciones observen. ¿Qué tipo de cuento estamos escribiendo? ¿Es el tipo de
cuento que quisiéramos contar? Muchos vivimos como si fuéramos víctimas pasivas dejando que
cada circunstancia nos sacuda. Nos olvidamos que somos autores de nuestro cuento. No
podemos controlar todas las cosas que nos pasan, pero podemos controlar cómo lidiamos con
ellas. ¿Estamos luchando para ser la mejor pareja posible para nuestro cónyuge? Pidamos a Dios
que nos ayude a amar nuestro cónyuge mejor de lo que nadie más pueda, y miremos las
bendiciones que resulten. Nuestra conciencia será limpia, nuestro testimonio íntegro, y quizá
mientras aprendemos a actuar correctamente, nuestro matrimonio mejorará. En todo caso la
bendición de actuar correctamente es que, algún día, nosotros también podremos decir, “Ya no
me acuerdo el dolor, pero he ganado la carrera. He vivido bien la vida y he escuchado las palabras
preciosas „Bien hecho,‟ de mi Señor.”
Y esto es más que suficiente.
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Como actuar rectamente cuando tu cónyuge actúa incorrectamente
2
Francois Fénelon, The Royal Way of the Cross: Letters and Spiritual Counsels of Francois Fénelon de Salgnac de la
Mothe-Fénelon, ed. Hal M. Helms, trans. H. Sidney Lear (Brewster, Mass.: Paraclete Press, 1982), 5.
3
John M. Gottman y Nan Silver, The Seven Principles for Making Marriage Work, (New York: Crown, 1999), 21.
4
Warren A. Weirsbe, Comp., The Best of A.W. Tozer (Grand Rapids: Baker, 1978) 169.
5
Victor Frankl, Man’s Search for Meaning: An Introduction to Logotherapy (New York> Simon & Schuster, 1984),
75.
6
Wiersbe, The Best of A.W. Tozer, 172.
7
Alice Gray, Steve Stephens, and John Van Diese, comps. Lists to Live By: For Everything that Really Matters
(Sisters, Oreg.: Multnomah, 1999), 215.
8
Ibid, p. 195.
9
Robertson McQuilkin, A Promise Kept, (Wheaton, Ill.: Tyndale, 1998) 32-3.
10
Dan B. Allender y Tremper Longman III, Bold Love (Colorado Springs: NavPress, 1992), 19.
11
John Piper, The Pleasures of God (Portland, Oreg.: Multnomah, 1991), 241.
26