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I

No puedo dejar de ver un video. Dura solo seis segundos, pero ahí está sucediendo un
evento oculto de la ciudad. La persona que lo grabó sostiene que una rata estaba
intentando comerse a una paloma viva. Uno pensaría que las ratas y las palomas no se
relacionan mucho y que no tienen muchos encuentros directos. Unas vuelan y están
siempre a la vista y las otras procuran estar escondidas viviendo en lugares subterráneos.
Esto sucede en un andén de ladrillo donde el pasto creció sin permiso en un lugar que no
parece estar particularmente sucio. Lo curioso del video es que no es asqueroso. La rata
no es muy grande ni se ve amenazadora, parece una rata joven. No solo eso: la rata se
ve hasta tierna, es un mamífero en dos patas. Después de haberlo visto repetidas veces a
lo largo de tres días yo estoy empezando a dudar si la rata se quería comer a la paloma.
Lo digo porque lo que se ve no parece un ataque vicioso y lleno de rabia sino que parece
un acto de afecto: la rata en dos patas parece abrazar suavemente con sus paticas a la
paloma enferma. Es verdad que la paloma está intentando con sus últimas fuerzas
quitarse a la rata de encima. Y en ese momento la persona que graba el video golpea su
pie contra el piso lo que asusta a la rata y la hace huir. Dicen que por estos días las ratas
se han visto cortas de alimento por el cierre de los restaurantes y por eso se han visto
obligadas a buscar comida en otros lados. Entonces tal vez esa rata flaca sí quería
comerse a la paloma vieja. Lo que esto me hace pensar es que hay una insospechada
cercanía entre el afecto y la violencia. Una cosa se confunde con la otra. O mejor, en el
afecto hay elementos de violencia y en la violencia hay elementos del afecto. Pienso por
ejemplo en las veces que me han atracado. El atraco, siendo un acto de violencia, al estar
por fuera de las convenciones sociales de lo cotidiano, requiere de un primer gesto que
nos pueda llevar a él, yo sostengo que este primer gesto es de afecto. El atracador tiene
que utilizar un gesto intimo para hacernos entender que estamos en un atraco. Hay algo
en el tono y en las palabras escogidas que tienen la textura del afecto así tengan el
propósito contrario a este. En una amenaza del tipo, “papi, quédese callado, quédese
quieto, y deme todo que nada le va a pasar”, el atracador está mostrando preocupación
por uno, está mostrando la salida a una situación sin salida.

Desde hace un par de semanas estoy esperando que llegue una rata a mi casa. Lo sé
porque a veces mi perro, sobre todo por las noches, se pone a ladrarle a un sifón que hay
en la cocina. Ese sifón tiene una tapa de metal que se puede levantar con facilidad. No se
necesita una fuerza sobrehumana (en este caso una fuerza sobre-ratuna). Precisamente
el hecho es que las ratas tienen más fuerza de la que deberían tener. La característica
fundamental de las ratas es su exceso, exceso de movimiento, exceso de fuerza, exceso
de instinto de supervivencia, exceso de apareamiento. La rata no llega y yo que tengo
fobia a las ratas desde que soy pequeño esta vez estoy deseando en secreto que llegue.
¿Por qué no? Un evento más en mi vida, algo que contar. A veces cuando estoy en
estado de vigilia empiezo a imaginar el momento: la rata subiría por fin por el sifón
levantando la tapa y el que la viera gritaría. Si mi perro la viera estaría asustado porque él
es así, él es como yo. Recientemente leí un artículo que decía que sabemos desde los
años 60 que las ratas tienen la capacidad de reírse. No solo eso, tienen un alto sentido de
la empatía en lo que se refiere a otras ratas. Esto lo demostraron por medio de un
experimento en el que si a una rata le daban comida a la otra la electrocutaban. Como las
ratas estaban en el mismo espacio una podía ver cuando electrocutaban a la otra y
después de cierto tiempo ninguna de las dos ratas quiso recibir comida. Si las ratas son
así ¿porque nos escondemos tanto de ellas? Porque no hay fundaciones o refugios para
ratas. Si estoy deseando que la rata llegue es porque estoy anhelando un encuentro con
la otredad.

II

Me contaron la historia de una estafa. Alguien creyó que estaba comprando un


amplificador por internet pero finalmente lo que le llegó fue una caja llena de piedras. Hay
algo que me gusta en esa historia y es la actitud juguetona del ladrón. Yo pienso que si
uno va a estafar a alguien basta con no entregarle nada. Me imagino al estafador
tomándose el trabajo de recolectar las piedras que de por sí ya es una actividad
sospechosa a menos que uno sea geólogo. ¿A dónde habría ido el estafador a recoger
las piedras? ¿En qué las habrá recogido? Es cierto: la persona que compró el supuesto
amplificador fue estafada. Pero no solo eso, también recibió un objeto, un artefacto, un
regalo involuntario. No es simplemente una caja llena de piedras, es una caja llena de
piedras llena de afectos. Alguna vez escuché que los mejores regalos son aquellos que
son completamente inútiles. Recuerdo que una vez le regalé a una ex novia cuando
estábamos empezando a salir un esqueleto del capullo de una uchuva. Estaba pegado a
un palito que encontré particularmente lindo. Iba caminando distraído mirando al piso, lo vi
y lo recogí: un documento de la fragilidad del amor. Se lo entregué dentro de una caja de
zapatos vacía. Al final el regalo no era el palo, el regalo era el gesto de regalarle un palo.
Puede que la intención del estafador haya sido realizar un gesto simbólico para que el
estafado se sintiera más estafado todavía. A pesar de esto la caja llena de piedras
además de piedras y cartón contenía un recorrido (el del estafador recogiendo las
piedras) y un trabajo (el de recoger las piedras, empacarlas de manera apropiada y
enviarlas al estafado). Hay un exceso semiótico en el gesto del estafador. Pienso que lo
que se puede leer entre líneas en la historia de esta estafa es, una vez más, esa relación
tácita entre el afecto y la violencia. Si el estafador se hubiera quedado con la plata y no
hubiera mandado nada al estafado, la estafa habría resultado más fría. Todo el asunto se
habría resuelto en una serie de intercambios virtuales. Yo encuentro algo de calidez en el
gesto de mandar la caja llena de piedras. Esa caja al final termina funcionando como
huella, es un registro del acontecimiento. Entonces, ¿hay maneras más entrañables de
ser robado? Lo que esta historia demuestra es que sí. Voy a poner un ejemplo de algo
que me pasó a mi para contrastar. Una vez yo fui al centro a un lugar peligroso para ver si
me podían arreglar un celular en el que tenía grabada una entrevista muy importante.
Llegué allá a un lugar lleno de gente donde era imposible distinguir a los vendedores de
los no vendedores. Un tipo me preguntó que qué necesitaba y yo le expliqué que
necesitaba una batería nueva para mi celular. Él me dijo que le diera el celular y que ya
volvía con la cotización. Nunca volvió. Yo me quedé esperando no sé cuánto tiempo hasta
que me di cuenta de que había sido estafado. Yo no recibí ninguna caja llena de piedras
que me hiciera entender lo que me acababa de pasar, en vez de una caja llena de piedras
yo recibí una amarga espera. Volviendo al otro caso lo que podemos notar es que
además de lo que ya se mencionó esa caja llena de piedras es un acto de cortesía. Es
una forma de decir “usted ha sido estafado, por favor siga con su vida”.

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