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RECONOCIDOS POR PARTIR EL PAN

El camino de Emaús (San Lucas 24,13-35)

Siempre seremos los caminantes de la historia que siguen los pasos de otros o dejan sus huellas
marcadas.
Y podemos caminar con alegrías y penas, con aciertos o desaciertos, con optimismo o con
esperanzas frustradas.
Pero en ese trasegar peregrino jamás estamos solos, Alguien nos acompaña en el camino,
Va a nuestro lado silencioso. Comparte nuestras angustias y consuela en el desatino.
Cada uno busca su Emaús, su refugio idealista, su descanso sereno.
Puede causar desconsuelo ver al Hijo de Dios crucificado en un madero.
Los caminantes comentan: el nazareno era nuestra esperanza, lo consideramos un fuerte
guerrero.
Hacía caminar a los paralíticos, curaba dolencias y daba vista a los ciegos.
Nos dio de comer hasta el cansancio, hartos que quedamos, y todo sin colocar un peso.
Como hace fala un tipo así, que resuelva nuestros problemas y nosotros quedarnos quietos.
Gran torpeza esta para entender lo sucedido, fueron las palabras de aquel acompañante
forastero.
Les hizo entender que cada uno debe asumir su compromiso consigo mismo y con la historia.
Que se debe aniquilar las dependencias que someten al hombre y lo convierte en escoria.
Que las luchas no se hacen con armas sino con amor en obras de misericordia.
Y Que Dios no apoya a los poderosos que oprimen y matan sino que defiende la vida de sus
hijos en muchas formas.
Con estas palabras alentadoras empezó arder de emoción el corazón de aquellos caminantes.
Todavía sin identificar al peregrino que hacía ademán de seguir adelante.
Fue en la mesa, compartiendo el pan, donde entendieron que el peregrino era el mismo
crucificado.
Ahora vivo y compañero para siempre de esta ruta que llevamos. Él crucificado ha resucitado.
Sin importar la noche vuelve la esperanza de anunciar esa feliz noticia que el mesías estaba vivo
Que es verdad que el amor siempre vence al odio y lo deja encerrado en el olvido.
Caminantes, todos seguiremos siendo caminantes de esta vida que andamos.
Tenemos la posibilidad de dejar huellas en el sendero si siempre compartimos el pan con los
hermanos.
No basta la inteligencia crítica de los hechos si no tiene acción nuestras manos.
Llegará el atardecer a nuestras vidas y ¿qué vamos a ofrecer al final del ocaso?
No pases de largo Resucitado. Mi pan es tu pan. Bendícelo y compartámoslo.
Hay demasiada hambre en la tierra y muchos mueren abandonados.
No querremos ser simples mortales indiferentes a las angustias de los necesitados.
Ahora somos los testigos de tu amor para transformar en alegría las penas de los marginados.
Gracias por tu presencia peregrino resucitado. Haz que siempre arda nuestro corazón, pero
también los pies y manos
Para que amando sin medida como tú lo enseñas a todo el que sufre sirvamos.

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