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Aquella madrugada...

La tarde gris, las horas corrían tras el manto de la desesperación,


Una mañana llena de sinsabores había pasado, pesada, letal.
A tras, había quedado la madrugada infernal de la entrega con un beso.
El beso de la traición.
Señal de amor, pero en este caso, señal de entrega, de engaño de resentimientos, de ira.
 
“A quién buscan”?, la respuesta resonó en el eco del silencio del olivar,
“A Jesús de Nazaret”- “Yo soy”-
Expresión de presencia, voz de responsabilidad, sonido humano y de Dios, de Dios y
humano. “Yo soy”.
Todos se estremecieron y cayeron a tierra, no era para menos; era Dios hablando, era el
Juez frente a la turba, pero era también el hombre frente a Dios.
 
Aquella madrugada de espantos, de negaciones, de llantos...
Aquella mañana de cantos de gallos anunciados...
Aquella mañana de tristes lamentos de momentos...
Aquella mañana de gritos, y desnudos al viento...
Aquella mañana de dudas y algunos contentos...
Aquella mañana de sangre, aquella mañana... se llevaron al Santo.
 
Por que te mataron Señor?
Por que digo la verdad sin tapujos,
Por amo sin reservas,
Por que perdono al enemigo,
Por que sano al enfermo,
Por que libero al oprimido,
Por que doy pan al hambriento,
Por que consuelo al triste,
Por que no comparto la injusticia,
Por ti, por tomar tu lugar, por hacerme como tu,
Para que tu seas como yo.
Anda y vive imitándome, sígueme, toma tu cruz y ven, acompáñame a morir, para que
otros vivan  muriendo y mueran viviendo.
 
 
Por Manuel Navaja H.
III Iglesia Presbiteriana de Barranquilla-Colombia.

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