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LA SOLEDAD DE LA GENTE TRANQUILA

El quinto punto de la Regla de vida aborda los temas centrales de nuestra espiritualidad,
tales como: comunión con Dios, contemplación, silencio y soledad. Veamos el texto:

Como nuestro objetivo es la comunión con Dios, a través de la oración contemplativa, es


necesario el silencio que nos pone en armonía con Dios. Crearemos un ambiente de silencio
en nuestros hogares, evitaremos el uso desmedido de los medios de comunicación, como
radio, televisión e internet. Si por la vista y el oído permitimos que la inutilidad entre en
nuestra mente, tendremos grandes dificultades para encontrar la paz necesaria para nuestro
estilo de vida. Buscaremos intensificar esta soledad poblada por los retiros mensuales y
anuales.

Este punto de la Regla está estrictamente ligado al primero, ya que podemos entender como
sinónimos "vivir en la presencia de Dios" y "estar en comunión con Él". Ambos términos indican el
profundo deseo del alma enamorada, que requiere presencia y comunión en el amor. En este punto,
presentaremos la importancia del silencio en esta búsqueda de comunión, sin olvidar, sin embargo,
esas iluminadoras palabras de São João da Cruz: ¿mano que tú creaste? ”. Por tanto, no olvidemos
que solo es posible entrar en comunión con Dios por puro don e iniciativa.
Sin embargo, el mismo Carmelita Místico reconoce que podemos estar dispuestos a recibir
la gracia de Dios. Es en este contexto que abordamos la importancia del silencio como medio de
escucha y sintonía con Dios. El silencio es, por excelencia, la actitud del discípulo, que se coloca a
los pies del maestro para acoger, interiorizar e incorporar sus enseñanzas en la vida diaria. El
silencio tiene muchas dimensiones. Para nuestra forma de vida, el silencio exterior no es suficiente,
aunque es una parte esencial, sin embargo, anhelamos ese silencio interior, que nos permite entrar
en comunión con el Maestro, con los hermanos y con toda la creación.
Quizás, aprender a silenciar es una de las cosas más difíciles de nuestro tiempo, ya que la
abundante oferta de comunicación a través de dispositivos electrónicos, en general, nos lleva a la
dispersión y fragmentación. Por eso, podemos hablar de un “silencio terapéutico” que devuelve al
ser humano a sí mismo y le permite la unidad interior.
No en vano todas las tradiciones contemplativas apuntan al silencio como recurso
indispensable en el camino del misticismo. Sin embargo, el aspecto cristiano encuentra en el
silencio una presencia amorosa que se comunica a todos los que la acogen. São João da Cruz utilizó
la expresión “soledad poblada” para hablar de ese silencio que nos abre a la presencia del Amado.
Así, el silencio interior que anhelamos es un instrumento para que alcancemos la conciencia de esta
presencia amorosa de Dios en todas las cosas.
Quien encontró este tesoro, que es el "silencio interior", identifica fácilmente las huellas del
creador en toda la creación. Dios ha cubierto todas las cosas en su belleza y el contemplativo es
quien percibe esta belleza en todo lo creado, también en sí mismo, ya que se reconoce como criatura
de Dios. La vida contemplativa nos pone en contacto con la plenitud para la que fuimos creados y
que está en germen dentro de cada uno de nosotros, de forma oculta y velada.
Santa Teresa dejará este descubrimiento de que “no somos huecos por dentro”, sino que
Dios habita dentro de la alegoría del castillo interior. Por eso, el silencio es el medio que nos
permite reconocer esta presencia de Dios en el más íntimo de nosotros. El silencio es lo que permite
un trato personal e íntimo con Aquel que sabemos que nos ama.
Nuestra vocación contemplativa en el mundo se convertirá en una luz para nuestros
contemporáneos al dar testimonio de una vida de silencio. Consideramos indispensable el
ascetismo, que nos ayuda a liberarnos de todo aquello que nos impide llegar a ese silencio interior.
Sin orientar nuestros sentidos, sobre todo oír y ver hacia las realidades trascendentes, no podremos
vivir plenamente nuestra vocación contemplativa.
Dedicaremos momentos concretos para vivir con más intensidad el “don del silencio”. Por
eso aconsejamos que cada uno busque realizar los retiros mensuales y anuales. Serán como oasis en
el curso de nuestras actividades. Sin embargo, sin olvidar que el espíritu de retiro y silencio,
necesario para la contemplación, debe impregnar todas nuestras actividades diarias.

** Haz tu momento de silencio y meditación **

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