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Mientras el COVID ARRECIA

La fiesta continúa, como si la pandemia se hubiese acabado. Como si la ínfima dosis de vacunas
aplicadas hubiese tenido un efecto hipnótico sometido al virus por contagio psicológico. Pero
la triste realidad es que nada de eso ocurrió. Y con los hospitales sin camas para los pacientes
de covid ni para los demás, con las salas de cuidados intensivos colapsadas, las cifras de la
pandemia muestran un crecimiento significativo. Pero el COE nacional quedó como un ente
para dar lineamientos, sin poder coercitivo alguno. Las autoridades locales, prevalidas de quién
sabe qué estudios científicos, deciden abrir bares, discotecas y centros de tolerancia. ¿Alguien
podría creer que las actividades que se realizan en esos centros de diversión no requieren
estrictos protocolos o, mejor aún, desincentivar al covid? Así, unas 70 ciudades en 17
provincias optaron por la total libertad de decisión de los ciudadanos y abrieron las puertas
inopinadamente. Es probable que las presiones de los propietarios de los sitios de ocio y
diversión hayan sido fuertes. Es verdad que la economía de quienes viven de esos negocios no
aguanta más, pero la salud y la vida debieran estar primero y jamás resignar su protección y el
bienestar colectivo. Mientras en ciudades como Quito la autoridad local, la Policía y la
Intendencia siguen detectando fiestas clandestinas, clausurando locales, incautándose de licor
y disipando el desorden, hay otras 70 urbes en el país que parecen tierra de nadie. La realidad
es que el coronavirus sigue, que en el mundo nuevas cepas son más agresivas, que la vacuna
no llega o apenas alcanza a unos pocos, que el virus sigue siendo una amenaza para nuestra
vida y salud . Sabemos que hay que levantar la economía, el trabajo y la producción,
estimulamos la reanimación de un turismo, hostelería y restauración ordenados, con controles
sanitarios, distancia personal y suma asepsia, pero lo que sucede en el país es otra muestra
más del desorden colectivo y la falta de autoridad. Un clarín de retirada suena ante la terrible
pandemia. No está bien.

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