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Historia de palabras con h

III Diseño gráfico.

En una aldea recóndita llamada Piedra Parada cerca de Puerto Escondido vivía una familia
admirada por todo el pueblo 8 hijos muy trabajadores.

Transcurrió el tiempo y el egoísmo se apoderó de los hijos de DOÑA Ceferina y Mariano estos
presionaban a sus padres por la herencia , los señores Ceferina y Mariano se reunieron con sus
hijos para explicarles cómo se dividirían los bienes. Estos aceptaron con gusto la resolución.

Lo que no sabía Mariano era lo que estaban pensando sus hijos.

A la semana de esta reunión los padres los llamaron para entregarles los documentos de los
bienes repartidos en partes iguales, al ver tremenda suma volaron mil pensamientos en sus
cabezas, - ¿me compraré una casa en la playa? -decía uno- ¡al fin saldré de este hoyo de aldea
mencionaba otro! - Y así fueron todos quedando hipnotizados por lograr su cometido.

Al parecer eso era lo único que les interesaba no volvieron a visitar a sus padres que con tanto
esfuerzo los criaron, la agonía de Ceferina se vio marcada por la soledad, la angustia, el deseo
vehemente de abrazar a cada uno de sus hijos. Una noche en un grito desgarrador su alma
sucumbió al firmamento invaluable en donde encontraría el amor de un Padre, Mariano no fue
suficiente para ella, dejando solo al viejo que con su entierro quedaría en la profunda
desolación. En la tumba de Ceferina yacía el epitafio-He aquí Ceferina abandonada en la
oscuridad de sus ojos, en la oscuridad de su vida, esa sombra negra ha hecho tristes sus
últimos días.

Los aldeanos le proporcionaban comida y un poco de compañía pero Don Mariano fue
extinguiéndose poco a poco, se enfermó gravemente y lo llevaron al hospital.

Gritaba en su cama los nombres de sus hijos y ninguno escuchó su ruego.

Los doctores lograron recuperarlo, pero el pobre anciano no tenía a nadie, las autoridades de
la zona lo trasladaron a un hospicio. Mariano empezó a desarrollar ciertas enfermedades como
la hemofilia , luego otra y otra flaqueza día con día, entonces practicaron exámenes,
hemogramas para destacar cualquier enfermedad más grave.

Como siempre en estas historias aparece el primo, el hermano o cualquier pariente salvador
que nunca se ha preocupado por la vida de estas personas pero que para calmar su culpa
acceden a ofrecer sus servicios samaritanos.

Este fue Julián hermano de madre y padre de Mariano lo aceptó en su hogar pues
graciosamente estaba horrorizado había tomado muchos atajos en su vida y entre ellos no
visitar nunca a su hermano. Este era dueño de un taller de balconería. La balconería Larios, era
muy próspera, con muchos empleados que se encargaban del hierro.

Doña Claminda esposa de Julián cocinaba en su hornilla y esparcía el hollín en toda la casa eso
le recordaba a Mariano los días de firmeza y Juventud de Ceferina, lejos de ser una holgazana
Ceferina cuidó a sus ochos hijos encendiendo el fuego a las 4 de la mañana para calentar agua
del café. Con esos recuerdos tan latentes Mariano empezó a trabajar en el taller, todos lo
querían, sus consejos sabios alegraban a algunos, sin embargo, para Matilde Sánchez era un
martirio escuchar su voz, el odio que sentía por él era evidente, detestaba sus consejos
absurdos de las buenas costumbres y la moral intachable.
En un temible pensamiento MATILDE siguió sigilosamente al viejo, escuchaba su respiración,
veía con odio su nariz grande, explotaba en su ser el deseo fervoroso de acuchillarlo,
estrangularlo, hacerlo pagar por todo, sin el más remordimiento posible tomó un martillo lo
elevó con fuerza, un silbido del viento se escuchó al bajar el martillo y un estruendo
desmesurado daba la señal de una conclusión devastadora.

Mariano yacía en el suelo lleno de sangre con su cabeza hecha trizas y una sonrisa leve en su
rostro.

Matilde no se arrepentía, el dolor que Mariano le provocó todos estos años, el abandono de su
padre le había ocasionado rencor, odio, resentimiento, bajos instintos que en esta ocasión se
lograron concretar a través del homicidio.

Matilde quedó siempre en el sufrimiento, sin herencia, sin padre, con las huellas marcadas en
el martillo, con el dolor de no tener lo mismo que sus hermanos. En esa horrible cárcel que
marcó su desdicha y que Mariano ayudó a conseguir.

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