Está en la página 1de 25

CAPITULO IX

INTERPRETACION

E INTEGRACION DE LA LEY

A. Interpretación de la ley

131. Concepto.- La interpretación de la ley es el proceso encaminado


a captar y determinar el exacto sentido de ella.

Dicho sentido cabe determinarlo, por un lado, considerando la ley en


general, en sí misma y abstractamente y, por otro, procede
determinarlo frente a situaciones concretas a las cuales pretende
aplicarse.

Ejemplo de la interpretación de la ley considerada en sí misma sería


una disposición legal que aludiera a la familia, sin que esta noción
aparezca definida en el ordenamiento jurídico; habría que indagar a
qué personas se quiso comprender en la mencionada expresión, si
sólo a los cónyuges y sus hijos o, también a otros parientes cercanos.

La aplicación de la ley supone siempre una interpretación previa para


ver si el caso concreto de que se trata queda comprendido en la
hipótesis de la ley a cuya regulación se pretende someterlo.

Hay leyes claras en su texto abstracto, pero que enfrentadas a


situaciones concretas de la vida real se tornan oscuras con relación a
tales situaciones. Al respecto suele darse un ejemplo clásico.
Supóngase que tres amigos, Primus, Secundus y Tertus, se pasean a
orillas de un río. De repente Primus ve en la orilla opuesta asomar un
objeto desde el subsuelo; se lo comunica a sus amigos; Secundus
entonces llama al perro de Terius y lo envía a buscar el objeto; el
animal desentierra éste, lo trae entre los dientes y se lo presenta a su
amo Tertius. La cosa resulta ser una bolsa pequeña llena de monedas
valiosas; se trata de un tesoro. Si la ley dice que el tesoro corresponde
al primero que lo descubre, el texto es claro; todos saben lo que
significa "primero" y "descubrir". Pero, en la hipótesis, ¿Quién es el
descubridor? ¿El que primero vio asomar el objeto? ¿El que lo hizo
desenterrar? ¿O el que, después de tomar la cosa presentada por el
perro, se percató de que realmente se estaba en presencia de un
tesoro y no de un objeto perdido?
132. Voluntad de la ley y voluntad del legislador.- La actividad
interpretativa se orienta a captar y determinar la voluntad de la ley,
objetivamente manifestado en su texto, y no la del legislador. Así lo
ponen en evidencia los casos en que el legislador exteriorizó, por error,
no su verdadero pensamiento sino otro, debiendo estarse,
naturalmente, al del texto. Una vez elaborada la ley adquiere vida
autónoma, se independiza de su creador, de la voluntad de éste. Por
eso el intérprete busca el querer actual de la ley. Pero esto no significa
que la voluntad del legislador no deba considerarse cuando, a través
de la historia de la ley, se busca el sentido de ella.

133. Hermenéutica legal y sistemas de interpretación.- La


hermenéutica es el arte de interpretar textos para fijar su verdadero
sentido. Primitivamente se contraía a la interpretación de la Biblia
(hermenéutica sagrada); más tarde la noción fue ampliada a cualquier
texto que necesite explicación. Si el arte de interpretar se refiere a los
textos legales se habla de hermenéutica legal. Pero dentro de esta
esfera la hemenéutica puede no limitarse a los textos, es decir, a los
documentos escritos, pues la costumbre también es susceptible de
interpretación.

La interpretación se realiza, no arbitrariamente, según el puro arbitrio o


sentimiento del que la hace, sino obedeciendo a ciertos criterios o
principios directrices. Cuando estos criterios o principios los señala el
legislador, el sistema de interpretación se llama reglado; de lo
contrario, no reglado. El Código Civil chileno consagra el primer
sistema; los de Francia y Alemania, el segundo.

134. Diversidad de criterios interpretativos en las diferentes ramas


del Derecho.- El sistema reglado de interpretación está contenido,
entre nosotros, en el Título Preliminar del Código Civil y ordinariamente
se han considerado como normas universales no exclusivas del
Derecho privado ni específicamente del Civil. "Pero –se ha observado
(1)– ni las normas legales ni las doctrinales de interpretación tienen
igual aplicación en todas las ramas del derecho ni son siempre
idénticas en cada una de éstas. La interpretación en cuanto se sirve de
medios y ele-mentos diversos para averiguar el contenido de la norma
debe inspirarse en criterios distintos, según la naturaleza particular de
la rama del Derecho a que la norma pertenece. En verdad, no pueden
ser iguales los criterios interpretativos en el Derecho privado que en el
público por la diversidad de fines y funciones que ambos tienen, y que
si corrientemente las reglas generales son aplicables, a veces no lo
son o no lo son a todas sus ramas. Así, por ejemplo, la interpretación
analógica que se admite por regla general, no es aplicable al Derecho
penal y a todas aquellas leyes que restringen el libre ejercicio de los
derechos. La interpretación evolutiva o progresiva a la que se debe
gran parte del desarrollo del Derecho civil y mercantil es inadmisible en
el Derecho procesal, donde las formas que en él imperan no
consienten interpretaciones evolutivas. En el mismo campo del
Derecho público la interpretación puede y debe ser diversa, según las
varias disciplinas del mismo; más rigurosa en el penal y en el procesal,
y menos rígidas en las leyes en que predomina el elemento político y
es por tal razón más variable en las relaciones y en los conceptos".

Cabe preguntarse si las normas de interpretación que señala nuestro


Código Civil son o no de aplicación a toda clase de leyes. En sus notas
al Proyecto Inédito de Código Civil, don Andrés Bello escribió el
siguiente comentario: "Este Título debe considerarse como una
introducción, no sólo al presente Código Civil, sino a la legislación
toda; cualquiera que sea, por ejemplo, la ley que se trata de
interpretar, ya pertenezca al presente Código, ya a los Códigos que
sucesivamente se publiquen, es necesario observar en su
interpretación las reglas contenidas en el párrafo 4º de este Título
Preliminar". (2) En una nota al artículo 20 afirma expresamente la
aplicabilidad de las normas interpretativas del Código Civil a la
inteligencia de las leyes penales; dice: "En las leyes penales, se
adopta siempre la interpretación restrictiva: si falta la razón de la ley,
no se aplica la pena, aunque el caso esté comprendido en la letra de la
disposición". (3)

Por último, nadie puede creer que las reglas de interpretación


señaladas por el Código agotan los medios para descubrir el
verdadero y exacto sentido de la ley. En muchos casos será necesario
emplear criterios no encerrados en el catálogo legal. Este, por lo
demás, enuncia criterios tan generales que son valederos para toda la
legislación y pueden por lo mismo ser complementados por otros más
especiales sin temor a que modifiquen a aquéllos.

135. Clases de interpretación según sus fuentes: Doctrinal y de


Autoridad.- Según de quien emane, la interpretación es doctrinal o
privada y de autoridad o pública.

La doctrinal o privada es la efectuada por los particulares (tratadistas,


profesores, abogados); la de autoridad o pública, del legislador, de los
tribunales y de los órganos administrativos.

La interpretación de autoridad obliga con mayor o menor amplitud; la


particular no obliga.
La interpretación de autoridad se divide en judicial, legal y
administrativa.

El artículo 3º del Código Civil marca la extensión obligatoria de la


interpretación legal o auténtica y la de la judicial; dice: "Sólo toca al
legislador explicar o interpretar la ley de un modo generalmente
obligatorio. Las sentencias judiciales no tienen fuerza obligatoria sino
respecto de las causas en que actualmente se pronunciaren".

En cuanto a las interpretaciones de los órganos administrativos, ellas


no obligan a los tribunales de justicia, según veremos en otro lugar.

136. Elementos de la interpretación judicial.- Los elementos que


constituyen la interpretación realizada por el juez y que, a su vez
representan los medios de que el intérprete se sirve son
sustancialmente cuatro: gramatical o filológico, lógico, histórico y
sistemático. Estas designaciones no indican cuatro clases de
interpretación, entre las cuales cada uno pueda escoger según su
gusto; son cuatro operaciones diversas que deben actuar juntas si la
interpretación pretende acertar. (1)

El elemento gramatical tiene por objeto la palabra, la cual sirve de


medio de comunicación entre el pensamiento del legislador y el
nuestro. La interpretación de las palabras de la ley debe tener lugar
según las reglas del lenguaje; de ahí que se le denomine interpretación
gramatical. (2)

El elemento lógico busca la intención o espíritu de la ley o las


relaciones lógicas que unen sus diversas partes. Dirígese a investigar
la ratio legis, es decir, el propósito perseguido por la ley, la razón que
la justifica, y la occasio legis, o sea, las circunstancias particulares del
momento histórico que determinaron su dictación. La ratio es más
importante, y hasta el punto, que se ha llegado a decir que si cesa la
razón de la ley, cesa la ley misma. Obsérvase, también, que la ratio
legis puede adquirir con el tiempo función diversa; y se la concibe
como una "fuerza viviente y móvil". En tal punto de vista se basa la
denominada interpretación evolutiva (1).

El elemento histórico tiene por objeto la indagación del estado del


derecho existente sobre la materia a la época de la confección de la
ley y el estudio de los antecedentes que tomó en cuenta el legislador
antes de dictar la ley que se trata de interpretar. Si consideramos que
todas las instituciones del presente llevan gérmenes de las del pasado,
podemos comprender el valor del elemento que nos ocupa. La
búsqueda de los antepasados de la ley, si así pudiéramos decir, nos
permitirá precisar las analogías y las diferencias de la norma de ayer
con respecto a la de hoy, descubriéndose así el sentido de esta última.

El conocimiento de los antecedentes o de la historia fidedigna del


establecimiento de la ley, que es el que resulta del estudio de los
proyectos, actas de las comisiones legislativas, debates en las
Cámaras, preámbulos y exposición de motivos con que se acompañan
los proyectos, tiene, por lo general, apreciable valor porque trasunta el
pensamiento legislativo.

El elemento sistemático se basa en la interna conexión que enlaza a


todas las instituciones jurídicas y normas en una gran unidad; esta
conexión, como la histórica, ha estado viva en la mente del legislador,
y sólo podemos conocer en forma perfecta su pensamiento si llegamos
a ver con claridad la relación entre la ley y el conjunto del sistema
legal, así como cuál es el influjo que, en dicho sistema, quiere ejercer
(2).

"Los cuatro elementos de la interpretación indicados, pueden reducirse


a dos: el gramatical y el lógico. El segundo empieza donde el primero
acaba; pues cualquiera interpretación que emplea medios distintos de
la mera explicación de las palabras, es interpretación lógica" (3).

137. La legislación comparada como moderno elemento de


interpretación.- "Los civilistas modernos han puesto de relieve la
importancia de la legislación comparada, sobre todo la de las
legislaciones parecidas que nos muestran las conclusiones a que otras
han llegado mediante preceptos idénticos o análogos, y señalan así
ejemplos a seguir; y que, por otra parte, nos revela las directrices
fundamentales del derecho de nuestro tiempo, a las que ningún país,
en definitiva, puede sustraerse" (1).

138. Especies de interpretación en cuanto a los resultados.- Por el


resultado a que conduzca la interpretación, ésta puede ser declarativa,
restrictiva y extensiva.

En efecto, si el proceso interpretativo consiste en la investigación de la


voluntad de la ley expresada en una fórmula, que puede ser
inadecuada, el resultado de la indagación será necesariamente uno de
estos tres: o reconoce que la fórmula o términos literales coinciden
exactamente con el pensamiento legislativo, es decir, que lo exterioriza
con fidelidad y acierto (interpretación declarativa), o en comprobar que
expresan menos de lo que fue querido (interpretación extensiva), o que
expresan más (interpretación restrictiva).
Según la primera especie de interpretación la ley se aplicará a todos
los casos que expresan sus términos, ni a más ni a menos; de acuerdo
con la interpretación extensiva, la ley se aplicará a más número de
casos que los que parecen comprender los términos literales de la ley;
conforme a la interpretación restrictiva no se extenderá la aplicación de
la ley a un caso que, considerando las palabras literales de la ley,
parecería estar comprendido en la misma.

Necesario es hacer un alcance en torno al nombre de interpretación


declarativa. No hay duda que "toda interpretación puede considerarse
declarativa, porque la finalidad del proceso interpretativo es justamente
declarar el contenido efectivo de la norma; pero si se tiene en cuenta el
resultado final a que se arriba en los dos últimos casos de dar a la
fórmula del precepto un contenido más amplio o más restringido del
que la letra revela, bien se puede, para distinguirla, designar como
aquella en la que tal fenómeno no se verifica y esta es la interpretación
que normalmente tiene lugar, pues casi siempre quien legisla cuida
mucho de la elección de las palabras y de las expresiones técnicas
para que ellas resulten adecuadas al concepto y éste quede completo
al indicar todos los casos considerados por el legislador". (1)

Ejemplos:

a) Interpretación declarativa, o sea, aquella que se limita a comprobar


que la letra de la ley corresponde al pensamiento de ella. Una
disposición establece que "la existencia legal de toda persona principia
al nacer, esto es, al separarse completamente de su madre" ( C. Civil,
art. 74, inc. 1º). La inteligencia de la norma quedará fijada simplemente
con explicar los conceptos que denotan las palabras "separarse
completamente de su madre".

b) Interpretación extensiva, es decir, aquella que establece que el


pensamiento de la ley es más amplio que lo que dicen las palabras en
que lo ha expresado. Un artículo del Código Civil, ubicado en el título
del mutuo o préstamo de consumo, permite estipular intereses en
dinero o cosas fungibles (artículo 2205). Se ha entendido que por esta
disposición se permite pactar intereses no sólo en el contrato de
mutuo, sino en todo contrato que implique crédito de dinero a favor de
otro, como la compraventa en que el comprador anticipa el precio o, al
revés, en que lo queda debiendo. Y esto porque en todos los casos la
razón es la misma: el derecho a obtener frutos civiles del propio dinero
que, en una u otra forma, se facilita por un tiempo a otra persona.

Hay normas que no deben interpretarse extensivamente, como son las


que regulan o complementan las normas constitucionales que
consagran las garantías individuales. Vedado está interpretar aquéllas
de un modo extensivo que conspire contra la amplitud de estas
últimas. Así se desprende del artículo 19 número 26 de la Constitución
Política del Estado. (2)

c) Interpretación restrictiva, esto es, aquella en que se concluye que el


pensamiento de la ley es más estrecho que el que significan sus
palabras. Un célebre jurista del siglo XVIII el alemán Juan Teófilo
Heinecke, llamado en latín Heinecio, ponía este ejemplo: "En Bolonia
había una ley que condenaba a muerte a todo el que derramase
sangre en la plaza pública. Habiendo dado a cierto individuo una
hemiplejía en la plaza pública, le sangró allí mismo un barbero; ¿había
éste incurrido en la pena? No, por cierto, aun cuando estaba
comprendido en las palabras generales de la ley. La razón de ésta era
la seguridad pública, la cual no se turbaba por la picadura de la vena"
(1).

139. Métodos de interpretación.- Hay diversos métodos de


interpretación de la ley. Pueden agruparse en dos categorías: por un
lado, el método lógico tradicional, y por otro, los llamados métodos
modernos de interpretación.

140. a) Método lógico tradicional.- Este método pretende sobre todo


acertar la voluntad de la ley al momento de ser redactada y
promulgada. Concentra la búsqueda de la intención del legislador en
los textos legales, en sus palabras, antecedentes y motivos y también
en la ilación lógica o racional de sus diversas disposiciones y del
principio o los principios que las inspiran. Su grito de combate es ¡Los
textos ante todo!

Para encontrar el pensamiento del legislador se vale de diversos


medios, principalmente de los que a continuación se indican.

141. b) Métodos modernos.- Son muchos los métodos modernos de


interpretación y difieren bastante entre sí; pero todos tienen de común
el mayor o menor repudio al método clásico. De inmediato se
enunciarán algunos de esos métodos.

142. Método histórico evolutivo.- Según este método, la ley no debe


concebirse como la voluntad de su autor; una vez dictada, se
independiza de éste, adquiere existencia autónoma y pasa a vivir su
propia vida, cuyo destino es satisfacer un presente siempre renovado.
El intérprete está llamado a hacer cumplir ese destino: respetando la
letra de la ley, puede atribuirle un significado diverso del originario, que
responda a las nuevas necesidades de la vida social. Ha de darse a la
ley, no el sentido que tuvo al tiempo de dictarse, sino el que pueda
tener al momento de ser aplicada. No hay que indagar lo que habría
pensado el legislador en su época, sino que es necesario esforzarse
para hacer decir al texto legal lo que conviene a las exigencias
actuales. Al lenguaje del tiempo de las carretas y los coches de posta,
hay que darle significaciones de la hora interplanetaria. La consigna es
"por el Código Civil, pero más allá del Código Civil".

143. Método estructuralista.- Este método abandona la historia y


retorna al texto, pero éste se considera como un conjunto. Mientras que
el método tradicional basa el sentido de la ley en la intención subjetiva de
los autores de ella y aun en el espíritu general de la legislación, noción
elástica, el método de estructuralista se esfuerza por descubrirlo en la
estructura rígida del texto. Piensa que la frecuencia del empleo de un
vocablo, la conexión entre dos términos, la concordancia de las palabras
y las frases, la simetría o asimetría de las disposiciones pueden revelar
determinado sentido, porque la estructura no es casual sino intencional.

144. Método de la libre investigación científica.- Este método más


franco y respetuoso que el histórico evolutivo, hace entrar en juego la
interpretación sólo cuando hay dudas sobre el sentido de la norma. Tal
sentido se determina de acuerdo con la intención del legislador que
revela las circunstancias dominantes a la época de la dictación de la
ley y no a la de su aplicación. El intérprete debe reconstruir el
pensamiento legislativo considerando el que habría tenido
verosímilmente el legislador en su época si hubiera conocido la
dificultad que se presenta ahora. Por cierto, no se atiende a los
tiempos del legislador en los casos en que concurren nociones
variables por su propia naturaleza, como las buenas costumbres y el
orden público. Pero en esta hipótesis no se tergiversa el sentido ni la
intención de la ley, porque ella misma reconoce la variabilidad de esos
elementos que, obviamente, quedan sujetos a la apreciación del
intérprete de cada época. Hasta aquí hay cierta coincidencia sustancial
con el método clásico. La discrepancia comienza frente a las
oscuridades insalvables de la ley y a los vacíos o lagunas de ésta. En
semejantes extremos, según el método de la libre investigación
científica, inútil resulta buscar una intención legislativa que no ha
existido y es artificioso torturar y deformar el texto legal. El intérprete
debe, entonces, sortear la dificultad creando él mismo la solución
adecuada al caso; ha de tomar como criterio general de orientación la
idea de justicia y se fundará en la naturaleza real de las cosas. El
conocimiento de la naturaleza real de las cosas se lo dan los datos
históricos (que lo instruirán sobre la dirección en que evolucionan las
instituciones), racionales (principio de razón, postulados del derecho
natural), ideales (aspiraciones y tendencias que señalan rumbos en el
proceso del derecho), utilitarios (condiciones económicas) y
sentimentales. Estos elementos objetivos han de ser la base de la
labor creadora del intérprete. La investigación de éste es libre y
científica: libre, porque se encuentra sustraída a la autoridad positiva
de las fuentes del derecho; científica, al mismo tiempo, porque se
apoya en elementos objetivos que sólo la ciencia puede revelar
(historia, sociología, psicología, moral, economía política y privada,
estadística, derecho comparado, etc.).

Conforme a una de las tendencias de este método, la menos


avanzada, la libertad del intérprete estaría condicionada por el espíritu
o la filosofía del ordenamiento jurídico imperante; en consecuencia, la
solución que él formule debe estar impregnada de ese espíritu o
filosofía, y no en contraste.

145. Método positivo teleológico.- Según el método positivo


teleológico, las normas jurídicas tienen un fin práctico, y éste es el que
debe indagar el intérprete y no la voluntad o intención del legislador,
que es subjetiva y puede no coincidir con aquel fin. Si el caso o la
relación jurídica no están regulados por la ley, deben solucionarse con
la norma que se encuentre más adecuada. Esta se deducirá de las
necesidades mismas, de la observancia objetiva y positiva de los
hechos, de la ponderación de las exigencias reales y de las utilidades
prácticas.

146. Método de la jurisprudencia de los intereses.- Según muchos,


el método de la jurisprudencia de los intereses no es sino la versión
más moderna del método teleológico. Parte de la base de que las
leyes son la resultante de los intereses materiales, nacionales,
religiosos y éticos que luchan dentro de una comunidad jurídica.
Consecuentemente, el intérprete, para resolver una cuestión, debe
investigar y ponderar los intereses en conflicto y dar preferencia al que
la ley valore más. Y para este efecto, su inspiración y guía deben ser
los intereses que son causa de la ley, dejando de lado la letra de ésta
y los pensamientos subjetivos del autor de la misma; a la solución del
caso, el intérprete y el juez deben adecuar el texto legal mediante una
interpretación restrictiva, extensiva y hasta correctiva, si el nuevo
orden social o político así lo reclama.

147-148. Método de la escuela del derecho libre.- La escuela del


derecho libre o de la jurisprudencia libre no es un simple método de
interpretación de las normas jurídicas; sus planteamientos son mucho
más vastos: abarcan en general la elaboración y la creación del
Derecho. Sustenta ideas difíciles de ser comentadas, sea por el
carácter difuso que presentan algunas, sea por la carencia de
unanimidad de pareceres que sobre otras tienen sus partidarios. Con
todo, se reseñarán a continuación los pensamientos centrales y más
compartidos.

a) Las primeras fuentes del derecho no son las del Estado u oficiales
(llamadas fuentes formales, porque están expresadas o referidas en
una fórmula: ley, costumbre), sino las reales, constituidas por los
hechos y fenómenos que se generan en la realidad social, en la
sociedad toda o en los grupos en que ésta se divide. Las fuentes
formales, elemento estático del Derecho, se limitan a comprobar las
fuentes reales, elemento dinámico. El derecho que emana de estas
últimas es un derecho libre, surge espontáneamente de la conciencia
social y espontáneamente también es aplicado. La autoridad de las
fuentes formales está subordinada a su conformidad con las fuentes
primarias o reales; de ahí que una ley o un decreto con toda su fuerza
obligatoria pierden valor jurídico si permanecen sin aplicación; por eso
también una costumbre pierde su valor si cae en desuso.

b) Por lo general, el derecho libre está en la conciencia colectiva del


grupo social en que se genera y el juez se limita a descubrirlo
mediante la investigación de las circunstancias reales que le dan
nacimiento. Pero en algunos casos el derecho libre puede ser
precisado únicamente por el sentimiento individual; en tal extremo
surge propiamente una creación de ese derecho por el juez.

c) Todos los partidarios de esta escuela están de acuerdo en que el


intérprete y el juez deben prescindir de la ley cuando su texto no es
claro y cuando adquieren el convencimiento de que el legislador no
habría resuelto el conflicto presente en el sentido que le dio a la ley.
Para establecer su solución el juez debe gozar de toda la "libertad"
posible. En lo que discrepan los partidarios de la escuela del derecho
libre es en la actitud del juez frente a los textos legales claros: algunos
afirman que está autorizado para desentenderse de ellos cuando las
fuentes reales –subsuelo de las formales– llevan a una solución
distinta de la ley; otros, sin embargo, estiman que el juez debe respetar
la letra del texto legal, acomodando a ella el sentido que fluye de la
equidad, la realidad social, el sentimiento jurídico general o personal
(ingredientes todos estos de las fuentes reales).

d) Naturalmente, la escuela del derecho libre combate la tesis de la


plenitud hermética del orden jurídico. De acuerdo con ella, el
ordenamiento legal, en virtud de su fuerza orgánica, se basta y se
completa a sí mismo; tiene capacidad para solucionar todos los casos
que se presentan en la vida práctica sin necesidad de recurrir a
elementos externos o extraños. Por ejemplo, si surge un caso no
previsto por la legislación, mediante la analogía se le aplica la ley
correspondiente a uno previsto y análogo, sin que sea admisible
buscar la solución en un factor ajeno a las normas del ordenamiento
jurídico, como sería el concepto personal que de lo justo tuviera el
juez. La escuela de derecho libre lanza sus dardos contra esta tesis;
desprecia la anología, la interpretación extensiva, las ficciones, los
razonamientos basados en el pretendido espíritu de la ley, etc., y
afirma que el juez, persiguiendo como fin último la realización de la
justicia, debe, ante las fallas de la ley, crear libremente, la solución del
caso concreto sometido a su conocimiento.

149. Conclusión general.- Doctrinariamente, cada uno puede


inclinarse por el método interpretativo que estime más adecuado. En
todo caso, sin embargo, nadie puede dejar de conocer a fondo los
procedimientos del método lógico tradicional, pues son los que
permiten comprender los textos legales, captar sus matices y espíritu.

Desde el punto de vista de la legislación positiva chilena, y dentro


del ámbito en que se reconozca imperio a las reglas de interpretación
de la ley que señala el Código Civil, el método lógico tradicional debe
ser acatado por el intérprete, porque en él se fundan esas reglas
positivas que, según la mayoría de los comentaristas, constituyen
mandatos obligatorios y no meros consejos dados por el legislador al
juez. Los demás métodos pueden utilizarse como coadyuvantes.

150. Interpretación doctrinal.- Llámase interpretación doctrinal de la


ley o de las normas jurídicas en general la que hacen los juristas, sean
autores de obras de derecho, profesores o abogados. Esta
interpretación se manifiesta en los tratados, en las revistas jurídicas y
en la cátedra. El producto así elaborado recibe el nombre de doctrina,
palabra que también denota el conjunto de personas que participan en
la tarea o labor de interpretación privada, no oficial. Resulta, pues, que
un mismo vocablo, doctrina, sirve para designar la obra y los autores
de ella.

La interpretación privada no tiene fuerza obligaroria alguna; su valor


depende del prestigio del intérprete y de la solidez de los fundamentos
y argumentos que la sustentan.

La doctrina se desarrolla libremente y no se detiene a enfocar


cuestiones aisladas sino que examina los problemas en toda su
amplitud. Por eso presta grandes servicios al desarrollo y evolución del
derecho; orienta e inspira a jueces y legisladores.
Por lo que hace a la doctrina chilena, sus interpretaciones de la ley
eran, antaño, estrechas y de poco vuelo, pues rendían excesivo culto a
la letra de las normas jurídicas, como todos los que seguían los
principios del llamado método exegético que para interpretar las
normas atiende sobre todo al significado de las palabras empleadas
por el legislador. Pero hoy nuestros autores y maestros han
evolucionado y sus interpretaciones legales aplican criterios modernos
y de perspectivas más amplias.

151. Interpretación de autoridad y primeramente de la


interpretación judicial.- Interpretación de autoridad es la que
desarrollan los tribunales de justicia en sus sentencias (interpretación
judicial) y el legislador en las llamadas leyes interpretativas
(interpretación legal).

Comenzaremos por la interpretación judicial. Su fuerza obligatoria es


muy limitada, sólo alcanza a los litigantes.

La regla general deriva del artículo 3º del Código Civil según el cual
"sólo toca al legislador explicar o interpretar la ley de un modo
generalmente obligatorio. Las sentencias judiciales no tienen fuerza
obligatoria sino respecto de las causas en que actualmente se
pronunciaren". Las excepciones que amplían la fuerza obligatoria de
las sentencias a todo el mundo son las que en cada caso
expresamente señala la ley, como el fallo judicial que declara
verdadera o falsa la legitimidad del hijo, no sólo vale respecto de las
personas que han intervenido en el juicio, sino respecto de todos,
relativamente a los efectos que dicha legitimidad acarrea; la misma
regla se aplica al fallo que declara ser verdadera o falsa una
maternidad que se impugna (C. Civil, art. 315). Pero nótese bien que la
interpretación que en estos casos excepcionales hace el juez de la ley
no tiene valor general; sólo lo tiene la declaración de legitimidad o la
maternidad.

La interpretación judicial no obliga ni siquiera al mismo juez que falla el


conflicto en que hizo la interpretación; puede dicho juez, en casos
análogos, interpretar la ley y resolver los otros juicios en forma diversa.
En este sentido se cita la interpretación que hizo la Corte Suprema del
artículo 688 del Código Civil antes de sentar la doctrina definitiva:
interpretó esa norma en cinco formas distintas.

Aunque la interpretación de ningún tribunal obliga, ocurre que cuando


reiteradamente la Corte Suprema interpreta una disposición legal en el
mismo sentido, los tribunales siguen la huella, aunque no tienen
obligación alguna de hacerlo; pero la práctica, en cierto modo se
explica, porque los tribunales que dependen de la Corte Suprema se
exponen a que ésta les case, es decir, anule sus sentencias. Con todo,
no son pocas las veces en que las Cortes de Apelaciones se apartan
de las interpretaciones del más alto tribunal de la República e incluso
éste, haciendo un giro loable, llega a adoptarlas.

152. Reglas del Código Civil para la interpretación judicial.- El


Código Civil da a los jueces una serie de normas esenciales para la
interpretación de las leyes (artículo 19 a 24).

Considera varios elementos: gramatical, lógico, histórico, sistemático,


equidad.

153. a) Elemento gramatical.- Quizá con mayor precisión podría


hablarse del elemento semántico, que se refiere al significado de las
voces y de sus combinaciones o enlaces. Este elemento el Código
Civil lo considera al declarar que "cuando el sentido de la ley es claro
no se desatenderá su tenor literal, a pretexto de consultar su espíritu"
(artículo 19, inciso 1º).

¿Cuándo debe estimarse claro el sentido de la ley? No sólo cuando los


términos que emplea no son oscuros, sino cuando, al mismo tiempo,
son cabales y no ambiguos: no ambiguos o inequívocos porque
aparecen usados en un significado que no admite dudas; cabales,
porque comprenden exactamente, ni más ni menos, lo que la ley quiso
regular. Cuando la claridad así entendida impera en los términos de la
ley que le dan sentido, quiere decir que en ellos está patente la
voluntad de la ley y, en consecuencia, no es dable eludir el tenor literal
de ella a pretexto de consultar su espíritu. De lo contrario, si las
palabras, expresiones o términos son oscuros, ambiguos o al parecer
no cabales, habrá que buscar la voluntad o espíritu verdadero de la ley
a través de otro elemento de interpretación.

Dada la importancia que tiene el significado de las palabras en la


interpretación, el Código precisa que "las palabras de la ley se
entenderán en su sentido natural y obvio, según el uso general de las
mismas palabras; pero cuando el legislador las haya definido
expresamente para ciertas materias, se les dará en éstas su
significado legal" (artículo 20).

De esta disposición resulta que tratándose de palabras no definidas


expresamente por el legislador, las demás (siempre que no sean
técnicas) el legislador las emplea en su sentido natural y obvio, según
el uso general de las mismas palabras.
Ordinariamente, el sentido que a las palabras da el uso general de
ellas una comunidad coincide con alguna de las acepciones que
señala el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, el
cual registra incluso los significados que otorgan a los vocablos los
diversos pueblos que hablan en castellano; de ahí que cuando se
constata dicha coincidencia los tribunales citen, para precisar en forma
más acabada, el significado que puntualiza el Diccionario Oficial. (1)

Pero, como afirma una sentencia de la Corte Suprema, cuando es


necesario atenerse al sentido natural y obvio, no es forzoso recurrir al
registro de voces que contiene el Diccionario Oficial, y así, en un caso,
es legítimo acudir al significado que, en las circunstancias en que se
dictó la ley, tenían las palabras expresivas del concepto que se trata
de esclarecer, porque el sentido natural de una palabra o frase es el
que se le atribuye en el medio en que se emplea y que conoce lo
designado por ella. (2)

La ley, a veces, emplea palabras técnicas de una ciencia o arte. Estas


deben tomarse en el sentido que les dan los que profesan la misma
ciencia o arte, salvo que aparezcan claramente que se han tomado en
sentido diverso (C. Civil, artículo 21).

Por ejemplo, si una disposición legal alude a la concepción de las


criaturas humanas, debemos darle a la voz concepción el significado
que le atribuyen los biólogos; y si en otras normas se habla de sector
privado y sector público, sin que estas locuciones estén definidas por
el legislador ni aparezcan claramente que las ha tomado en un sentido
diverso del técnico, debemos atribuirles el sentido que les dan los
economistas. Para ellos, sector privado es aquella parte del sistema
económico independiente del control gubernamental, y sector público
es aquella parte de las actividades económicas de una nación que
están dentro de la esfera gubernamental, incluyendo los seguros
sociales, las autoridades locales, las industrias nacionalizadas y otras
entidades públicas.

Si una palabra técnica aparece tomada claramente en la ley en un


sentido diverso de los que le atribuyen los que profesan la respectiva
ciencia o el arte correspondiente, es claro que habrá que atenerse a la
inteligencia que a dicha expresión le confiere el legislador. El Código
Civil entiende que demente es el enfermo mental que, por la gravedad
de su trastorno psíquico, debe estimarse incapaz e inimputable, y así
habremos de entenderlo todos, aunque la psiquiatría le dé a la palabra
en cuestión otro significado o la declare hoy totalmente obsoleta.
154. b) Elementos lógico e histórico.- Estos elementos están
contenidos en dos disposiciones del Código Civil (artículo 19 inciso 2º
y 22 inciso 1º).

Una ley puede contener expresiones oscuras, o sea, carentes de


claridad por ser poco inteligibles o ambiguas, esto es, susceptibles de
entenderse de modos diferentes. En todos estos casos, la voluntad de
la ley puede buscarse a través de los elementos lógico e histórico de
interpretación.

Conforme al lógico, las expresiones oscuras pueden aclararse


determinando la intención o espíritu de la ley claramente manifestado
en ella misma (C. Civil, art. 19 primera parte del inciso 2º).

Otra pauta del elemento lógico que contribuye a precisar la voluntad de


la ley es la regla del contexto. Por contexto en general se entiende el
conjunto del texto que rodea una frase citada, y del que depende la
verdadera significación de ésta (1). Al respecto nuestro Código Civil
dispone que "el contexto de la ley servirá para ilustrar el sentido de
cada una de sus partes, de manera que haya entre todas ellas la
debida correspondencia y armonía" (art. 22, inciso 1º). Esta norma se
funda en que todas las partes de una ley forman una unidad y
responden a una misma intención o espíritu y es natural entonces que
guarden armonía y no contradicción. Por tanto, si en un artículo de una
determinada ley cierta expresión puede ser tomada en dos sentidos y
en todos los demás artículos se considera uno de dichos sentidos, a la
expresión ambigua habrá que atribuirle este sentido que demuestra ser
el de la voluntad de la ley.

El diccionario oficial dice que contexto es el entorno lingüístico del cual


depende el sentido y el valor de una palabra, frase o fragmento
considerado.

El elemento histórico, la historia fidedigna de la ley, también sirve, en


los casos en análisis, para recurrir a la intención o espíritu de aquélla a
fin de determinar su sentido (C. Civil, art. 19, inciso 2º, parte final).

La historia fidedigna de la ley la constituyen las circunstancias


existentes a la época de elaborarse el proyecto de ella, el texto de ese
proyecto enviado al Congreso Nacional, el Mensaje del Ejecutivo que
lo acompaña, las actas de las Comisiones parlamentarias que
examinan e informan el proyecto, las explicaciones y discusiones
habidas en ambas Cámaras hasta su aprobación. Cuando el proyecto
antes de ser presentado al Congreso ha sido elaborado por un hombre
o por una Comisión de especialistas, también, por cierto, forman parte
de la historia fidedigna de la ley todas las opiniones de sus autores de
las cuales se deja constancia en actas oficiales.

155. c) Elemento sistemático.- Considerando que todas las leyes de


un país forman un sistema y se hermanan por obedecer a ciertos
principios superiores, el Código Civil dispone que "los pasajes oscuros
de una ley pueden ser ilustrados por medio de otras leyes,
particularmente si versan sobre el mismo asunto" (art. 22 inciso 2º).

El elemento sistemático también se encuentra presente en la norma


del Código Civil, según la cual "en los casos a que no pudieren
aplicarse las reglas de interpretación precedentes, se interpretarán los
pasajes oscuros o contradictorios del modo que más conforme parezca
al espíritu general de la legislación y a la equidad natural" (art. 24).

Nótese que el último peldaño de la interpretación, el espíritu general de


la legislación y la equidad, lo forman ambos elementos conjunta y no
alternativamente, que nunca se conciben discordantes; la equidad
debe estar en consonancia con el espíritu general de la legislación.

156. Espíritu general de la legislación y equidad natural.- El


espíritu general de la legislación es el principio o idea central de toda
ella o de todas las normas que integran cada institución. Espíritu
general de la legislación es, por ejemplo, dar amplias garantías a los
intereses de los menores de edad, facilitar la circulación de los bienes
y capitales, evitar que los terceros sean perjudicados por actos que no
hayan conocido ni debido conocer, llevados a cabo por otras personas.

La equidad es el sentimiento seguro y espontáneo de lo justo y lo


injusto que deriva de la sola naturaleza humana, con prescindencia del
derecho positivo. Espontáneamente permite distinguir lo justo de lo
injusto, del mismo modo que distinguimos entre el bien y el mal, lo
verdadero y lo falso, lo hermoso y lo feo.

La equidad suele mirarse también como el cuerpo o conjunto de


principios extraídos de dicho sentimiento universal. Los anteriores
conceptos de equidad natural son los que cabe considerar al hablar de
la interpretación de las normas jurídicas. Pero en otra acepción se
define como la justicia del caso singular o concreto, pues busca para
éste la justicia adecuada al caso, incluso desentendiéndose de la
norma general abstracta cuando su aplicación en la especie repugna a
la justicia natural. En este sentido se opone al derecho rígido y estricto.
157. El principio de la especialidad.- Este principio consiste en hacer
prevalecer las leyes especiales sobre las generales. Su fundamento
estriba en el pensamiento de que si el legislador dicta una ley sobre
determinada materia es porque desea sustraerla o exceptuarla de la
regulación de la ley general.

El Código Civil reconoce el mencionado principio en dos preceptos


distintos.

Conforme a uno de ellos, las disposiciones contenidas en los Códigos


de Comercio, de Minería, del Ejército y Armada, y demás especiales,
deben aplicarse con preferencia a las del Código Civil (art. 4º).

El artículo transcrito alude a disposiciones de cuerpos legales distintos;


el otro a las de un mismo cuerpo legal y ordena que las disposiciones
de una ley relativas a cosas o negocios particulares, prevalecerán
sobre las disposiciones generales de la misma ley, cuando entre las
unas y las otras hubiere oposición (art. 13).

158. Interpretación derogadora.- Cuando dos normas coetáneas,


como las de un mismo cuerpo legal son contradictorias, sin que la una
pueda estimarse especial respecto de la otra, procede lo que algunos
autores llaman interpretación derogadora. Según ella, el intérprete
debe dar preferencia a la que más se conforme con los principios
generales, estimando no impuesta la que menos adhiere a esos
principios o discuerda con ellos. Tal interpretación cabe dentro de la
investigación sistemática.

159. Lo favorable u odioso de las disposiciones y la interpretación


de ellas.- El Código Civil preceptúa que "lo favorable u odioso de una
disposición no se tomará en cuenta para ampliar o restringir su
interpretación. La extensión que deba darse a toda ley, se determinará
por su genuino sentido y según las reglas de interpretación
precedentes" (art. 23).

Esta norma como todas las del párrafo sobre interpretación de la ley
que contiene el Código Civil se aplica en todas las ramas del derecho,
a menos que haya una manifestación legal expresa en contrario.

160. Carácter de las normas del Código Civil sobre la


interpretación de las leyes y el recurso de casación.- Las normas
de interpretación de la ley no son meros consejos dados al juez sino
criterios obligatorios que debe seguir para desentrañar la voluntad de
la ley.

Toca relacionar esas normas de interpretación con el recurso de


casación en el fondo. Este recurso tiende a invalidar determinadas
sentencias cuando se han pronunciado con infracción de la ley que
influye sustancialmente en lo dispositivo del fallo. Ahora bien, para que
pueda prosperar ese recurso extraordinario no basta por dar
transgredidas normas de interpretación de la ley, si al mismo tiempo no
se determinan los preceptos sustanciales que habrían sido objeto de la
interpretación viciosa y que haya influido en la decisión de la litis. Así si
se acusa la infracción del artículo 19 del Código Civil, debe precisarse
la disposición sustancial que el fallo recurrido aplicó desatendiendo su
tenor literal.

De lo contrario no se cumple con el requisito, indispensable para la


concesión del recurso, de hacer mención expresa y determinada de la
forma en que se ha producido la violación de la ley (1).

161. Preponderancia de la interpretación judicial sobre la de los


órganos administrativos.- Reiteradamente los tribunales de justicia
han declarado que las interpretaciones que hacen los organismos
administrativos (Contraloría General de la República, Superintendencia
de Seguridad Social, Dirección Nacional de Impuestos Internos) a
través de sus dictámenes o circulares no obligan, en cuanto a sus
conclusiones, a los jueces, y si éstos consideran que dichas
conclusiones se apartan de la ley o la interpretan erróneamente
pueden dar a las normas jurídicas otra inteligencia y arribar a
conclusiones distintas (1).

162. Publicación de las interpretaciones judiciales.- Las


interpretaciones que de la ley hacen los tribunales se llama
jurisprudencia, nombre que también en un sentido más restringido, se
aplica a la interpretación uniforme, concordante que, sobre un
problema jurídico hace una serie de sentencias.

Las sentencias que contienen doctrinas de cierto valor, es decir,


interpretaciones estimables de las leyes aplicadas en la decisión del
respectivo juicio, se publican en revistas de aparición periódica, y
generalmente son las de los tribunales superiores (Corte de
Apelaciones, Corte Suprema). Después, a menudo, se recopilan las
doctrinas en los llamados repertorios o códigos anotados.
En Chile, las principales publicaciones sobre jurisprudencia son la
Gaceta de los Tribunales, que se editó desde el año 1841 hasta 1950,
la Revista de Derecho y Jurisprudencia (hoy refundida con esa
Gaceta), los Fallos del Mes y la Gaceta Jurídica, sin contar otras
revistas publicadas por universidades y otros organismos.

En cuanto a los repertorios, no puede dejar de mencionarse el


Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas. Agrupa
sistemáticamente, bajo cada artículo del respectivo Código o ley, la
doctrina judicial correspondiente.

Numerosas publicaciones hay sobre la jurisprudencia de materias


determinadas, algunas con comentarios y otras sin ellos.

163. Interpretación legal o auténtica.- Después de exponer la


interpretación judicial, toca hablar de la otra clase de interpretación de
autoridad pública u oficial: la interpretación legal o auténtica.

Esta es la que hace una ley de otra anterior cuyo sentido es oscuro,
ambiguo o controvertible, la interpretativa viene a fijar el verdadero,
genuino o auténtico sentido de la ley interpretada.

A diferencia de la interpretación judicial que sólo obliga a las partes del


juicio en que el tribunal hizo su pronunciamiento, la interpretación del
legislador obliga a toda la sociedad (C. Civil, art. 3º).

La ley interpretativa se entiende incorporada en la interpretada (C.


Civil, art. 9º, inciso 2º, primera parte). Por tanto, los efectos obligatorios
de la ley interpretativa rigen no desde su fecha, sino desde el día que
entró en vigencia la ley interpretada. O sea, la ley interpretativa en
realidad es retroactiva, porque sus efectos alcanzan a situaciones o
relaciones jurídicas surgidas antes de su entrada en vigor. Si, por
ejemplo, una persona vende a otra una sustancia que, conforme a la
ley de la época del contrato, parecía no estar entre las de comercio
prohibido y una ley posterior, interpretativa, declara que sí lo estaba, el
contrato deberá estimarse nulo.

También puede suceder que un fallo judicial se pronuncie conforme a


determinado sentido de una ley, y más tarde una ley declara que el
genuino sentido de dicha ley era otro ¿deberá rectificarse el
mencionado fallo? No; expresamente dispone el Código Civil que las
leyes interpretativas "no afectarán" en manera alguna los efectos de
las sentencias judiciales ejecutoriadas en el tiempo intermedio entre la
vigencia de la ley interpretada y la interpretativa (art. 9º inciso 2º, parte
final).

Más adelante, al hablar de los efectos de la ley en el tiempo,


volveremos sobre el alcance retroactivo de las leyes interpretativas.

164. Reglas prácticas de interpretación.- Aparte de los preceptos del


Código se emplean en la interpretación de las leyes diversos aforismos
jurídicos, formados en la práctica del foro universal, y que a menudo
hacen uso de ellos la doctrina y la jurisprudencia. Generalmente se los
cita en las fórmulas latinas, que los antiguos juristas moldearon.
Ninguno de ellos es concluyente o de valor absoluto y ninguno debe
ser empleado de modo exclusivo. A continuación citamos los
principales.

a) Argumento de analogía o a pari. Este argumento se expresa en el


adagio "Donde existe la misma razón, debe existir la misma
disposición" (Ubi eadem est legis ratio, ibi eadem est legis dispositio).

La analogía es un razonamiento que nos lleva a concluir que un caso


no previsto por la ley, ni en su letra ni es su espíritu, se resuelve
conforme a otro semejante o análogo previsto por ella, o uno previsto
pero cuya ley aplicable no tiene un sentido claro a su respecto. En el
primer extremo, el del caso no previsto por la ley, estamos en
presencia de un vacío o laguna de la misma, y la analogía es un medio
de integración del derecho; en el segundo, de interpretación.

Ejemplo de la analogía como medio de integración del derecho es el


que ocurría antes de la formación del derecho aeronáutico; muchos
problemas que suscitaba la navegación aérea se resolvían, en virtud
de la semejanza, aplicándoles, las pertinentes normas de la
navegación marítima.

El uso de la analogía como medio interpretativo se da respecto de las


leyes oscuras o ambiguas. Si una ley, por ejemplo, puede tomarse en
dos sentidos distintos, y otras leyes sobre materias similares tienen
todas claramente uno de esos sentidos, el juez al darle éste a la ley
ambigua considerando el preciso sentido de las otras, lo que hace es
interpretar la ley por analogía.

El Código Civil contempla la analogía como medio interpretativo al


disponer que "los pasajes oscuros de una ley pueden ser ilustrados (es
decir, aclarados) por medio de otras leyes, particularmente si versan
sobre el mismo asunto" (art. 22 inciso 2º).
Hay casos en que expresamente se prohíbe recurrir a la analogía; pero
aun sin tal prohibición se entiende universalmente que no pueden
aplicarse por analogía las leyes excepcionales, las que establecen
sanciones y las que restringen el ejercicio de los derechos.

Distinción entre la analogía y la interpretación extensiva. No debe


confundirse la analogía con la interpretación extensiva. Por esta última,
una norma se aplica a casos no comprendidos en su letra pero sí en
su espíritu, en su intención, en su razón de ser, en la finalidad social a
que se dirige (ratio legis). Como esos casos corresponden al supuesto
que se ha querido regular, se considera que el legislador por omisión,
inadvertencia o cualquiera otra causa ha dicho menos de lo que quería
(minus dixit quam volit), y se estima natural y lícito extender a esos
hechos la aplicación de la norma. En buenas cuentas, la amplitud de la
ley se mide por su intención y no por las palabras en que está
expresada. Heinecio ponía este ejemplo: "Si prohibiere el príncipe,
bajo la pena de confiscación de bienes, que nadie extrajese trigo de su
reino, y un comerciante, movido por el interés, exportase el trigo en
harinas, incurrirá en la pena, aun cuando la ley no hablase una palabra
de las harinas. Porque siendo el objeto del legislador que no se viese
el reino afligido por la carestía del trigo, sufriría lo mismo extraído éste
que extraída la harina". (1)

La diferencia entre la analogía y la interpretación extensiva radica en


que la primera busca la solución del caso concreto en otras normas,
sea por que éste no las tenga, sea por que la que tiene no presenta un
sentido claro e indubitable a su respecto; la interpretación extensiva,
en cambio, halla la solución del caso en su propia norma, que no se ve
en el cuerpo de ésta pero sí en su espíritu.

La importancia práctica de la diferenciación toma relieve frente al


llamado derecho sigular o de excepción, que es aquel que está en
contradicción con los principios generales del ordenamiento jurídico,
representando una excepción a los mismos. No debe confundirse el
derecho excepcional, llamado también singular, anómalo o irregular,
con el derecho especial (como el derecho comercial y otros), que
respetan los principios generales y comunes, aunque los aplican de
otra manera que el derecho común. Ahora bien, según una opinión, la
tradicional, el derecho singular repugna de la aplicación analógica y
también de la interpretación extensiva, conforme a otra doctrina, más
moderna, esta última tiene cabida en las leyes excepcionales, pero no
la analogía. La interpretación extensiva, en cualquier hipótesis, se
limita a aplicar la voluntad del legislador, pues opera cuando es
manifiesto que éste dijo menos de lo que quiso, no pudiendo dejar de
considerarse en su mente el caso que no tradujo en palabras. La
analogía, en cambio, no cabe por otra razón: porque los casos no
previstos por la letra ni el espíritu de las leyes excepcionales deben
estimarse del dominio del Derecho regular o común y no arrancados
de éste por el derecho singular o excepcional; siendo así, el
fundamento de la analogía que colma las lagunas, la carencia de una
norma aplicable, no se da, como quiera que estaría en el derecho
común. Claro que cuando la analogía se emplea sólo para aclarar el
sentido de una ley, no habría inconveniente en aplicarla también en el
reino de las normas excepcionales, supuesto que la ley esclarecedora
sea similar a la esclarecida o de la misma especie.

Tipos de analogía. Algunos autores distinguen dos tipos de analogía:

a) la analogía legal (analogía legis), que busca la solución aplicable en


otra disposición legal o en un conjunto de disposiciones legales, y

b) la analogía jurídica o de derecho (analogía iuris), que deriva la


solución de todo el conjunto de la legislación vigente, o sea, del
sistema legal todo. En verdad, este último tipo no es sino el espíritu
general de la legislación o los principios generales del ordenamiento
jurídico vigente en determinado momento histórico, principios que, a
pesar de no estar escritos, están implícitos como supuestos lógicos del
derecho positivo (1),

b) Argumento de contradicción "a contrario sensu". Parte de la


voluntad expresada en el caso previsto por el legislador para suponerle
en todos los otros casos una voluntad contraria. Ordinariamente, se
formula en estas frases: "incluida una cosa se entienden excluidas las
demás", "quien dice lo uno niega de los otros". Este argumento "es las
más veces peligroso y falso. El silencio del legislador por sí solo nada
prueba. Si la ley es una declaración de voluntad, es necesario que el
legislador haya hablado para que pueda decir que quiere alguna cosa.
Cuando la ley no dice ni sí ni no, su silencio tan sólo puede hacer
suponer que quiere lo contrario en un caso de lo que ha dicho en otro;
pero esta suposición puede ser absolutamente gratuita, porque el
silencio del legislador puede ser explicado de muchas otras maneras.
Por lo general, el argumento a contrario sólo es útil cuando, partiendo
de una disposición excepcional, permite volver al derecho común que
recupera su imperio y por esta razón debe ser empleado con mucha
cautela y discreción". (1)

c) Argumento "a fortiori". En su virtud se extiende la disposición de la


ley a un caso no previsto por ella, pero en el cual concurren razones
más poderosas para aplicarla que en el mismo caso previsto. Se
sintetiza en dos fórmulas:

1) "quien puede lo más, puede lo menos" (argumentum a maiori ad


minus);

2) "al que le está prohibido lo menos, con mayor razón le está


prohibido lo más" (argumentum a minori ad maius).

d) Argumento de no distinción. Se expresa con el adagio: "Donde la ley


no distingue, tampoco nosotros debemos distinguir" (Ubi lex non
distinguit, nec nos distinguire debemus). Este principio es cierto si la
ley no distingue ni en su letra ni en su espíritu; pero puede suceder
que no distinga en aquélla y sí en éste.

e) El absurdo. Debe rechazarse toda interpretación que conduzca al


absurdo, esto es, cualquiera conclusión contraria a las reglas de la
lógica, del buen sentido o de la razón.

B Integración de la ley

165. Concepto.- Por muy acucioso que sea el legislador no puede


prever todos, absolutamente todos, los casos que la realidad social
actual presenta y menos los que pueden surgir en el futuro a
consecuencia de las transformaciones técnicas, sociales, económicas
que se suceden con mayor o menor rapidez en la vida de los pueblos.
En estos casos en que no hay ley aplicable, ni clara ni oscura, no se
está frente a un problema solucionable con la interpretación de la ley,
sino con la integración de la misma que tiende a llenar sus vacíos o
lagunas.

166. Lagunas de la ley y lagunas del Derecho.- Esta distinción la


hacen algunos autores. Llaman vacíos o lagunas de la ley los casos de
la vida real que no encuentran una norma específicamente adecuada
para ser resueltos por ella. Si esos casos no pueden solucionarse ni
aun por todo el ordenamiento jurídico entero, hablan de laguna del
derecho.

Parece muy dudosa la existencia de lagunas del derecho; en la


doctrina prevalece la opinión de que sólo pueden existir lagunas de la
ley, pero no en el ordenamiento jurídico tomado en su conjunto, porque
cualquier caso que se presente es susceptible de resolverse, en último
término, de acuerdo con las orientacones marcadas por el mismo
ordenamiento; las lagunas formales pueden colmarse con el espíritu
de éste.
167. Las lagunas de la ley en el Derecho chileno.- Nuestro derecho
positivo prevé las lagunas de la ley. Al respecto dispone que reclamada la
intervención de los tribunales en forma legal y en negocios de su
competencia, no pueden excusarse de ejercer su autoridad ni aun por
falta de ley que resuelva la contienda sometida a su decisión (C.
Orgánico de Tribunales, art. 10 inciso 2º).

La legislación nuestra contempla en forma expresa la equidad como


medio de llenar las lagunas de la ley, pues dice que en defecto de las
leyes las sentencias definitivas deben contener los principios de equidad
con arreglo a los cuales se pronuncia el fallo (C. de Procedimiento Civil,
art. 170, Nº 5).

¿Podría emplearse la analogía para llenar los vacíos o lagunas de la


ley? ¿Un caso no previsto ni en la letra ni en el espíritu de ley alguna,
sería dable resolverlo conforme a la ley que regula casos análogos? En el
sentir de algunos, sólo sería posible si hubiera una declaración expresa
del legislador. Otros consideran superflua tal exigencia; el recurso a la
analogía parece natural y habría que estimarlo implícitamente admitido en
todo ordenamiento jurídico, si se tiene como premisa que ningún
legislador puede prever todos los casos de la realidad presente y futura, y
siendo así lo más lógico es regular los casos sin solución legal expresa
de acuerdo con la ley que rige casos semejantes.

Por el contrario, se sostiene que para no dar curso a la analogía es


necesaria una prohibición expresa, prohibición que no hace falta
tratándose de leyes que consagran excepciones, sanciones y
restricciones al ejercicio de los derechos. Universalmente se estima que
ninguna de ellas puede aplicarse por analogía.

Esta última y el espíritu general de la legislación, afirma la doctrina


nacional, proceden para llenar las lagunas de la ley, porque si dichos
elementos están contemplados por nuestro Código Civil para interpretar
las leyes oscuras o contradictorias, (artículo 22 inciso segundo y 24) con
mayor razón son valederos para solucionar un caso en que no hay ley
que lo contemple en su letra ni en su espíritu.

En el derecho comercial cuando no hay ley aplicable rigen las costumbres


mercantiles; y sólo si éstas tampoco son aplicables a un caso dado,
caben las consideraciones anteriores. Así resulta de la disposición del
Código de Comercio, según la cual "en los casos que no estén
especialmente resueltos por este Código, se aplicarán las disposiciones
del Código Civil" (art. 2º). Y como la hipótesis de la falta de ley y de
costumbre aplicables no está prevista por el Código de Comercio, debe,
por tanto, resolverse la cuestión atendiendo a las reglas del Código Civil.
En el derecho penal no existe el problema de las lagunas, porque reina el
principio "no hay delito sin ley; no hay pena sin ley" (Nullum crimen sine
lege, nulla poena sine lege).

También podría gustarte