Paso 2. Identificar Los Ruidos y Hacer Silencio

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«Volveré a la casa de mi Padre» Lc 15, 18

Taller de oración de presencia

Paso 2: Identificar los ruidos y hacer silencio

Introducción:
Habiendo realizado un primer clavado en el interior nos damos cuenta fácilmente que
hay “ruidos” que no nos permiten conectar con lo más íntimo de nuestro ser y nos
obstaculizan el acceso al corazón. Estos ruidos no los tenemos que eliminar, sino que
estamos invitados a hacer silencio. Este silencio implica ordenar, integrar y armonizar
todo en Dios.

Para hacer silencio, lo primero es ser conscientes de ello. Vamos a hablar de tres posibles
ruidos que puede haber en el interior. Puede haber más, pero nos centraremos en estos.
Y veremos cómo Dios los va ordenado, suavizando, sanando y así integrando y
armonizando.

La corporeidad:
Todos nosotros tenemos una corporeidad que es vehículo para el contacto con la realidad
que nos rodea. Tenemos los 5 sentidos: vista, olfato, tacto, gusto y oído. Estos nos
permiten deleitarnos de la realidad externa. El primero paso para entrar al corazón
implica hacer uso de estos sentidos, pero de manera interior. El mundo exterior nos habla
de Dios y nos puede llevar a Él. Pero en este camino de interioridad debemos “voltear”
esos sentidos. Invitarlos a mirar hacia adentro.

Por eso es tan importante en la oración contar con toda la corporeidad. Ella tiene que
ayudar a que podamos realizar este viaje interior.

En cuanto al tacto: elegir una postura adecuada. Una postura que ayuda para esta oración
de presencia es estar alineados con nuestro eje vertical. Sentarse en un lugar en el que la
postura no se está forzando, pero a la vez que no provoque sueño. Con los pies tocar el
piso, que nos recuerda nuestra raíz, lo que somos, de dónde venimos, nuestro origen.
Con nuestra espalda recta que nos marca un camino y una dirección hacia nuestro fin y
nuestro destino, la elevación a Dios.

En cuanto a la vista: ayuda cerrar los ojos para no distraerse con el exterior. Este viaje al
interior implica dejar lo externo y descubrir la luz interior. La belleza exterior nos puede
conducir a Dios. Sin embargo, en este caso, estamos buscando descubrir a Dios desde el
interior. De esta manera, cerrando los ojos e introduciéndonos al interior descubrimos
un sentido interior que también ve, contempla y se admira de lo que encuentra dentro.

En cuanto a los oídos: ayuda hacer silencio del exterior. Voces, ruidos, incluso los más
mínimos y bellos sonidos del viento, de los pájaros, etc… ahora los dejamos fuera para
escuchar las voces interiores. Para ello ayuda concentrarse en la respiración y en los
latidos del corazón. Los ortodoxos lo sugieren para lograr adentrase en uno mismo. Estar
pendiente de los signos vitales nos ayudan a alejarnos del ruido externo y concentrarnos
en escuchar las voces interiores.

Como vemos, no es eliminar la corporeidad, sino que encausarla para que ella nos
conduzca al interior. Es aprender a descubrir unos sentidos interiores que también ven,
escuchan, tocan y gustan.

Pensamientos:
Otro elemento para tomar en cuenta son los pensamientos o juicios que surgen en este
camino hacia el interior. Los pensamientos no hay que quitarlos pensando que nos
distraen, sino que hay que suavizarlos y ordenarlos. Esos pensamientos a veces son
puntuales, a veces constantes. A veces tienen un peso muy importante para nosotros y a
veces son insignificantes. Aquellos que son más constantes e importantes suelen ser
causa de algo más profundo que lleva nuestro interior.

Al haberlos evidenciado en nuestro camino hacia el corazón hay que pedir la gracia del
Espíritu para que ablande nuestro juicio y lo coloque en su sitio. Que el Espíritu nos ayude
a postrar nuestro entendimiento y abandonarlo en Dios. No todo lo comprendemos,
entendemos o podemos resolver desde la mente. Hay que dejarlo a Dios, abandonarlo
en sus manos, él sabrá qué hacer con ello. Y cuando encontramos juicios duros, en los
que estamos aferrados, que no podemos soltar, que obstaculizan nuestro camino al
interior hay que pedir con fuerza la gracia del Espíritu para que ablande nuestros juicios
y pensamientos.

Sentimiento:
El último elemento a tomar en consideración son los sentimientos. Al introducirnos al
interior somos capaces de encontrar ahí tristeza, desolación, miedo, inseguridad, dolor,
confusión, enojo, angustia, cansancio, perplejidad o tamién sentimientos positivos de
euforia, gozo, paz, satisfacción, seguridad, confianza, tranquilidad, etc… Estos
sentimientos, al igual que los pensamientos no hay que ponerlos a un lado sino que
pedirle a Dios que los ordene.

En el caso de los sentimientos ligados a la rabia Dios nos da la gracia para bajar el nivel
de intesidad y a través de la compasión y la compasión nos abre caminos de perdón.

En el caso de los sentimientos ligados a la tristeza, Dios nos da el consuelo y el bálsamo


del alma. Nos acoge y nos llena de su cariño que va disipando toda tristeza.

En el caso de los sentimientos ligados al cansancio, Dios es el descanso del alma abatida
y decaída. La persona que ha perdido la esperanza, que está cansada de luchar, que se
siente débil, encuentra en Dios la fuerza.

En el caso de los sentimientos ligados al miedo, Dios es la seguridad y el fundamento de


aquellos que ven el futuro con incertidumbre y esto les provoca preocupación, ansiedad,
confusión y temor.
Por último, en el caso de los sentimientos ligados al dolor, Dios es aquel que cura toda
herida. Él acepta nuestras lágrimas interiores y va sanando y curando el alma destrozada
y dolida.

Silencio:
Es así como Dios, a través de la fuerza de su Espíritu va haciendo silencio interior.
Repetimos. El silencio no es quitar, eliminar o dejar a un lado nuestra corporeidad,
nuestros pensamientos o nuestros sentimientos. Sino que el silencio es ordenar todo en
Dios. Es dejar que Él, con su gracia, vaya trabajando el interior para que esto no sea
obstáculo o ruido para el encuentro con Él y para que, más adelante Él se pueda
transparentar con su luz.

En cambio el ruido es desorden, caos, oscuridad, dureza… todo aquello que confunde,
desestabiliza y por lo tanto todo lo que no deja pasar la luz de Dios ya sea de fuera hacia
adentro como de dentro hacia afuera.

Ejercicio:
Identificar los obstáculos que encuentro en mi corporeidad, pensamientos, sentimientos
e ir viendo cómo Dios va haciendo silencio. Si ayuda se puede anotar.

Subsidio:
Tabla de los sentimientos.

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