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~ 3 = a 9 _ Qo w = uv ac} ° = = o ‘c e om Y a _ WD 5 WY = St 2 hy a 8 5 eS wa) yeln Primera catedral de estilo gético lis En ella se encarnan las concepeiones m ‘uya comprensién exige penctrar en el corazén de su universo simbélico. Titus Burckhardt nos ofrece ve in viva y fiel del contexto espiritual y cultural que permi e c giosa arquitectura de las catedrales gotic 1 100 pecs 9 Wasa bias José J. de Olan d Serie BIBLIOTECA TITUS BURCKHARDT Titus BURCKHARDT (Clave espiritaal de la astrologia musulmana segdin Mohyiddin Iba Arabi ae Chartres Canas de un maestro sufi, Shaykh Al-“Arabi Ad-Durguwi Traducidas del érabe y anotadas poe T. Burckhardt Ensayos see ef conocimieesosigrado y el nacimiento de la catedral Espejo del imelecto Principios y métodos del Arte Sagrado fRez, Giadad del [slam Tradwecian Siena, ciudad de ta Virgen de Esteve Sera EL BARQUERO Nagas pee en pees peerier ea Sree 6 eed ees ee se age sede a er demten gem © 1999, Edick: Benckbank PROLOGO Esta obra no ha sido concebida como wn estu- dio de historia del arte ni como una comtribucién original a la investigacidn cientifica. Su objetivo es la evocacitin mis fiel posible del ambiente espi- ritual que permitid la eclosidn de esas «ciudades del espiritu» que sen las catedrales. Para ello, se apoyard principalmente en los testimonios con- temporaneos. Intentaremos mostrar todos los aspectos que vinculan la catedral gética a una larga wadicidn. de la que ella fue el ultimo flordén. Primera cate- dral de estilo géaico cldsico, Chartres es su ejem- plo candénico, el prototipo, y en este aspecto es el centro de nuestro estudio, aun cuando no haya sido posible agotar su riqueza formal dentro de los limites de esta obra. Las ideas directrices de este libro ya han sido expuestas en el marco més amplio de una obra anterior, Principes et Méthodes de l'art sacré'. Se han visto confirmadas y en muchos cases enri- quecidas con el estudio de las fuentes y la lectu- 4a de obras recientes, en particular The Gothic Car- hedral*, de Otto von Simson, y Die Entstehung der Kathedrale*, de Hans Sedimayr. He encon- trado asimismo numerosas indicaciones valiosas en la obra ya clasica de Emile Male, L’Art reii- siews du XIN€ siécle en France, asi como preci- siones sobre cuestiones generales de Ia historia de Ta arquitectura en Ewropédische Kunstgeschichte *, de Peter Meyer. Quiero. expresar mi agradecimiento muy par- ticularmente a Monsefior Roger Michon, obispo de Chartres, que puso a mi disposiciém sus foto- grafias en color de las vidrieras de la catedral, asi 1. Ties Barcithandt, Prin- cipes et méthodes de Var socré, Dervy-Liv- res, Paris, 1987. Winges Sesies, XLVI, Nueva York, 1956 [Trad. cast: Lacatedinal gética, Alianza Editorial, Ma- rid, 1980]. 3, Hans Sedimayr, Die Exestebang der Kathe- dale, Zusich, 1950. 4. Peter Meyer. Ean Paische Ramstpesckichte, Bd 1, Zerich, 1967. 5 como al seftor John Fitchen, que me ha autoriza- do a publicar aqui varios dibujos procedentes de su libro sobre la construccidn de las catedrales. B Los hombres de la Edad Media, vistos desde nuestra época agitada y febril, pueden, en ciertos aspectos, parecernos ingenuos, infantiles, des- provistos de complejidad psicolégica, lo que nos induce equivocadamente a tomarlos por seres. mas instintivos y menos conscientes que nosotros. De hecho, toda su actividad creadora estaba sosteni- da por la Idea, es decir, por una concepcién espi- ritual de la vida, mucho mds que en el caso del hombre moderno. Y es precisamente en esta wer- dad eterna, que estaba en el centro de su vida, donde su amor y su gozo creador podian extracr la fuerza unificadora que admiramos en sus obras. «Estaban mas cerca que nosotros tanto del cielo como de la tierra», se ha podido decir con mucha razén a propésito de ellos. En el hombre mroderno, Ja situacién es en general inversa: fe mueven sentimientos que jus- tifica mediante todo un aparato conceptual, una ideologia, de modo que las pasiones personales quedan relegadas a un segundo término y el pen- samiento racional ocupa todo el primer plano. Se puede concebir el recurso a la psicologia para llegar a la comprensidn del hombre modermo: com- prender al hombre de la Edad Media pasa por el descubrimiento de sus metas mids elevadas. sin tener miedo de penetrar en cl corazdn de su uni- verso simbélico, en lo que encierra de verdad eter- fa y universal. LOS MODELOS EL TERMINO DE CATEDRAL evoca de entrada los grandes edificios religiosos de los sighos XII y XH que son Ja flor de la arquitectura gética. Y se trata realmente de «catedrales» en sentido Propto, puesto que esas iglesias fueron erigidas a titulo de sedes episcopales. La primera catedral latina stricto sensu es la de San Pedro de Roma, ya que encierra la cathedra Petri, la silla de manos, cdtedra del jefe de los apéstoles y por ello prefi- guracién y modelo de todos los tronos episcopa- les. En la época de las primeras catedrales géai- cas, esta cdtedra se encontraba todavia en el dbside de la antigua basilica, construida durante el rei- nado de Constantino y apenas modificada poste- Tionmente. Sdlo en el momento de Ja reconstruc~ cidn de Ja iglesia fue incorporada la cdtedra al gigantesco trono de mdrmol de Bemini_ Esta basilica sirvid de referencia a todo el Occidente cristiano, mo tanto por los detalles de ‘SU arquitectura come por su disposicidn, que obe- decia a un plano muy claborado, de acuerdo con la Fiturgia. Este plano, cuyos esbozos. nos son des- conocidos, se impuso de entrada, desde las pri- meras construcciones de iglesias piblicas, y en lo sucesive no dejd de poseer autoridad. En cuanto a la antigua iglesia de San Pedro (por lo que sabe- mos de ella segdn las primeras represemtaciones}, $e parecia, con sus hileras de columnas clasicas y sus arquivoltas horizontales, a las grandes basili- eas del Imperio romano (a la vez mercados y tri- bunales}: para nosotros, su aspecto tiene algo de pagano o de todavia no cristiano. Esto se debe al hecho de que el arte cristiano, en sus inicios, en particular la arquitectura religiosa, todavia no rh J 4 habia claborado su propio lenguaje. Sin embargo, hay otra razdn, positiva, para fa imitacidn arqui- tecténica de edificios «regios» por su nombre (abasilikos» significa «regio» en griego) pero civi- les por su uso: para los cristianos, la iglesia tenia que ser Ja imagen de Ja ciudad divina; y puesto que san Agustin, en un escrito célebre, habia opues- to el estado terrenal en la forma emblemitica de la ciudad romana, la civitas, a la «Jerusalén celes— tial», la ciudad de Dios, era natural que la arqui- tectura religiosa paleocristiana se refiriera al tipo de ciudad representado por la basilica civil impe- rial. En cuanto al templo romano precristiano, no podia servir de modelo arquitecténico para la nueva religidn, aunque sélo fuera por el hecho de que no estaba concebido para acoger a una comuni- dad: era la morada de on dios y, lo que es mas, de una multitud de dioses. Silo resultaba repre- sentative el orden civil estatal, orden que el cris- tianismo, victoriose a su vez, transpondrd al nivel espiritual, a riesgo de introducir en su propio campo Ja vieja antinomia entre «ciudad terrenal» y «ciu- dad celestial». En su estructura, una basilica es comparable a una calle cubierta, con vanos abiertos regular- mente en los muros y bordeada de arcadas; en el corazon de las ciudades romanas. las basilicas pare- cian, asi, calles dispuestas como mercados. Por Jo demas, todavia hoy, en los paises latinos, la calle bordeada de arcadas caracteriza el centro de Ja ciudad o ef pweblo*. A veoes los pasadizos laterales estaban dota- dos de galerias, situadas al mismo nivel que los pisos de las casas adyacentes. La antigua basilica de San Pedro no tenia tales galerias, de modo que los muros que se elevaban por encima de las hile- ras de columnas de Ja nave central ofrecian, hasta los techos en cobertizo, vastas superficies para la decoracién de mosaicos. dejando todavia suficien- le espacio para las ventanas. Si mos imaginamos esta construccida en su forma primitiva —un mer- cado de madera cuyos pilares eran simples tron- cos escuadrados, y en el que La nave central, en el lugar donde se elevaba por encima de las otras dos. dejaba penetrar la luz por cada lado— obtenemos un modelo tan simple como perfecto. Facil de rea- lizar en madera, slo lo seri tardiamente en pie- dra, cuando se construyan los primeros edificios géticos de pilares, de los que Chartres sera de entra- da una concrecidén tan ligera como luminosa. $)- Lothar Kizschelt, Die frihehrassliche Basilite als Darseiiung des hiram. fischer Jerwsaler, Mo nich, 1939. Mestracide 6. La «foemie de ta Pid, re- comstitnids sagin dibujes de bos sighas XV y NW Plamia de a basilica com- tastiniana de San Pedro. 10 El templo de pilares ya existia en el Egipto antiguo, y la basilica paleocristiana comparte con él la caracteristica de sera la vez via de acceso y santuario. Cuando se considera el plano de con- junto de la antigua basilica de San Pedro, la seme- janza con una calle que lleva a un punto resulta ewidente: ademas de la iglesia, este plano com- prendia on atrio, el atrium, que tenia por funcién disponer una transicida entre el mundo exterior y el santuario propiamente dicho. En este atrio rodeado de colummatas habia, en ell origen, cipre- ses, laureles, rosales u otras plantas omamenta- Jes, cuya belleza hacia de él la réplica del parai- 30 terrenal, y de ahi su nombre de «paraisom. En su centro se encontraba la famosa «fuente de la Pifia», gigantesca pita de bronce cuyas escamas dejaban escapar hilillos de agua que recogia uma pila de porfirio adormada de grifos: todo ello esta~ ba cubierto por un baldaquino con frontones deco- rados con parejas de pavos reales y, en los dngu- los, delfines saltarines a modo de saledizos_ Puede ser que esta fuente formara parte ante- rionmente de un edificio precristiano: en todo caso, estos simbolos, de origen mas bien oriental que grecorromano, habian sido perfectamente asimi- lados. por los cristianos, puesto que estos moti- wos se encuentran abundantemente en Jas cata- cumbas, en sarcdfages del primer periodo y en los mosaicos. Como en la antigua Mesopotamia, la pifia evoca el 4rbol siempre werde del que brota el agua de vida. Segin la leyenda, esta fuente de: vida surge de lo mas profundo del universo, alli donde echa raices el arbol del mundo y donde vive también el pavo real, portador de la rueda celeste constelada de mil ojos. En el zodiaco de la antigua Asia, el pavo real parece designar el signo que se encuentra en cl nadir, aque! en que: el sol, entre su descenso y la reanudacidn de su curso ascendente, muere y luego renace*. Para bos cristianos, el sol, la «luz que brilla em las tinke- blas», es, naturalmente, Cristo. Es él, igualmen- te, el que evoca el grifo, ese animal solar cuya doble naturaleza tiene algo del dguila y del leén al mismo tiempo. Y también se refiere a él el del- fin, pez sagrado que antaio se asociaba al signi- ficado espiritual del solsticio de inviermo: al igual que el delfin salta hacia la luz desde el fondo del mar oscuro, también ell sol, después de: haber ame- nagado con desaparecer en el punto mas bajo de la ecliptica, reanuda su ascensidn en el solsticio. Todos estos simbolos remiten al tema del rena- cimiento y por consiguiente al bautismo, que per- mite recuperar el estado de inocencia del parai- so terrenal. Por esta razén los catecimenas (los creyentes ain no bawtizados) permanecian en el atrio durante la celebracién de la misa. El propio bautismo, antes de que se construyera un baptis- lerio especialmente con este fin, sin duda era admi- nistrade bajo el porche de la iglesia. Desde el atrio se accedia a la nave, compues- ta por una nave central y cuatro naves laterales. La nave central terminaba en el «arco de triunfo», que marcaba el limite del transepto. En el fondo, delan- te del dbside, se emcontraba el altar en posicién mas elevada, colocado encima de la tumba del apdstol. Una serie de columnas saloménicas, adomadas de zarcillos que representaban una vid, formaba una pantalla y disimulaba la tumba y el altar. El transepto, que parece detener el impulso de la nave como el trazo transversal de la letra T, estaba cubierto con una cortina en la anchura de Ja nave y representaba para los fieles el santuario propiamente dicho. El atrio, la nave y el transepto simbolizaban las tres etapas de la vida cristiana de tas que hablan los Padres de la Iglesia: la purificacién, la ilu- 6+ Wéase baties Schwa- be. Archersp umd Ther- kein, Basiica, 1951. 11 12 minacién y la unidn con Dios, a las que corres- ponden respectivamente el bautismo, la ensefian- za sagrada y la santa Cena. EI abside, donde se situaba ell obispo, suce- sor del apdstol y representante de Cristo, ewoca- ba el cielo no sélo por su forma redondeada y abovedada, sino también por el tema de su deco- racién, que representaba, en la semicipula. a ‘Cris- to en majestad en el cielo. Ya en los lugares de culto precristiano, en los templos mitriacos por ejemplo, el nicho abovedado significaba el lugar de la manifestacién divina; sentido perdido en la Roma pagana (donde la exedra servia de escena al poder del estado), pero restituido a su valor original por la arquitectura cristiama. Los constructores de La basilica constantinia- na de San Pedro habian tenido empefo em poner en evidencia las etapas del camino espiritual (desde el Portico del atrio hasta el sanctasanctéram), tanto mds claramente cuanto que la iglesia, accesible a todos, se abria por primera vez a la multitud y era imperative mantener los misterios fuera del alcan- ce de los profanos; ésta es la razdm por la que el altar estaba cerrado y rematado por un baldaquino, el ciborio, cuyas costinas. podian correrse. La propia Iglesia representa naturalmente un camino, del mundo a Dios, 0 de la tierra hacia el cielo, gracias al lazo intima que la une a Cristo, el cual se designé a si mismo como el camino. En cuanto camino establecido por Dios y abier- toa todos, la [glesia se oponia particularmente a las escuelas de los filésofos grecorromanos, que tendian al conocimiento de Dios sdlo por los. méri- tos de Ja especulacidn y la ascesis personal. A ellos responde san Agustin: «Es un grande y muy Taro privilegio elevarse gracias a un esfuerze wigo- roso de Ja inteligencia por encima de todas las criaturas corporales e incorporales, despwés de haber observado y reconocide su mutabilidad, para alcanzar la inmutable substancia de Dios y apren- der de El mismo que toda criatura distinta de EI no tiene otro autor que El. Entonces, en efecto. Dios no habla al hombre mediante una criatura corporal [...], tampoco se sirve de esas imagenes espirituales que toman la forma y la similitud de los cuerpos, como ocurre en los suciios y em todo lo que se les parece [...J, sino que habla por la werdad misma [...]. Asi, habla a lo que, en el hom- ‘bre, es la parte mas excelente y que no tiene mas superior que Dios mismo. [Pues el hombre dis- pone naturalmente de una facultad que lo liga a Dios, a saber, el espiritu contemplativo, liberado ide todo concepto mental - Nota del autor]. Pero la propia parte mental, sede natural de la razdn vy de la inteligencia, est4 demasiado debilitada por Jos vicios inveterados que la ofuscan para adhe- rirse a la luz inmutable y gozar de ella, o inclu- so para soportar su brillo, hasta el momento en que, renovada y curada dia tras dia, Ilegue a ser capaz de felicidad tan grande: era necesario, por tanto, que primero fuera purificada por ta fe. Por eso, para que en esta fe avance com mayor con- fianza hacia la verdad, la Verdad misma, el Dios Hijo de Dios, asumiendo el hombre sin consumir el Dios, establecié y constituyd esta misma fe con miras a abrir al hombre el camino que. a través del Hombre-Dios, conduce al Dios del hombre. He aqui, pues, al mediador entre Dios y los hom- bres, el hombre Jesucristo. Pues si es Mediador, Jo es como hombre; como tal también, es la wia. Si hay un camino entre aquel que tiende y el fin hacia el que tiende, hay esperanza de Iegar: si falta la via, de qué sirve conocer el fin? Ahora bien, para tener la Ginica via plemamente protegi- da de todos los errores, es necesario aquel que es al mismo tiempo Dios y hombre: Dios, el fin hacia 13 7- Sam Agustin, La Ciu: dad de Dios. Citado poe In ereduce#éa francesa: Saint Awgustin, La Cisé de Diew, wad. G Com bes. Bibbothiqee ange timienne, Desclée dé 02 five el que se wa; el hombre, el camino por el que se vam, (La Ciudad de Dios, X1, 2)". El coro de fa antigua basilica de San Pedro, al igual que el edificio entero, estaba orientado hacia el oeste. Esta disposicidn, aparentemente en contradiccién con la regia, se explica por el hecho de que el sacerdote, cuando celebraba fa misa_ tba del coro al altar y tenia, por consiguiente, ef rosira vuelto hacia los fieles, o sea hacia el este. El altar estaba colocado, como lo esta todavia hoy, justo encima de la mumba de san Pedro, que se levantaba bajo el suelo de la iglesia y tenia una ventana en direcciGn a la nave. La disposicién del atrio (e) «paraisos), al este del edificio, correspondia a Ia que la Biblia atri- buye al Paraiso terrenal. Se podria deducir de ello que el dbside, situado en el oro extremo dell «cami- no», com la represemtaciin del Juez supremo, debia evocar el fin de los tiempos. Si el oeste comesponde al fin del mundo, ta aparicién de Dios en el Juicio final debe mani- festarse en el este, como la salida del sol. A este simbotismo se refieren casi todas las iglesias pos- teriores al orientar su coro hacia el este, de modo que sacerdote y fieles oraban todos en la misma direcciém. En el mismo orden de ideas, el trono episcopal se vio desplazado del fondo del coro al lado def altar, y este ultimo fue ocupando pro- gresivamente su lugar. Esta permutacién no tuvo lugar en todas partes, ni de la misma manera, pero estaba anunciada simbélicamente por la asimila- cidn del altar al trono de Dios. En los mosaicos de Ravena, asi como en tos iconos mds tardios, Jas imagenes del «trono preparado» y del altar Son intercambiables. De becho, ell altar, sobre el que se efectiia la transubstanciacién, es en cierto modo la sede de la presencia divina: sedes et cor- Poris et sanguinis Christi. Segiin el testimonio de san Basilio y de otros Padres de Ja Iglesia, la costumbre de orar vuel- tos hacia el Oriente se remonta a los tiempos apos- idlicos. El sol que sale exactamente por el este la mafiana de Pascua era, para bos primeros cris- tianos, la representacidn natural del Salvador libe- rado de la muerte y resucitado. Las Constinecio- nes apostolicas, redactadas alrededor del afio 400, estipulan que «la casa de la comunidad debe ser ide forma alargada, semejante a un baroo, y orien- tada hacia el este». Los textos linirgicos poste- riores afiaden que ef punto preciso donde sale el sol em el momento del equinoccie debe servir de referencia. Si la nave estd orientada de oeste a este, el transepto fo estard de norte a sur: la interseccidin de fos dos cuerpos del edificio corresponde: asi a la de los ejes del cielo. La arquitectura de las iglesias perpetiia un uso ancestral cuyo origen se remonta a las fuentes mas antiguas. La arquitec- tura cristiana hereddé probablemente este uso de los romanos, al mismo tiempo que sus técnicas de construccién. En efecto, éstos orientaban segiin Jos ejes césmicos no sélo los templos, sino tam- Hurtracide &. Laigiesn ol alma. en fe made Barco. Geafite de fas catacumnias de: Rotea.

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