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En Bolivia existen 106 áreas reservadas para YPFB muchas de ellas con contratos de
operación en etapa de explotación, exploración o con declaratoria de fuerza mayor.
En 1996 se aprobó la nueva Ley de Hidrocarburos, con la que cambiaron todas las reglas de
juego y condiciones tributarias atractivas para el capital privado. La ley retomó el sistema de
concesiones petroleras sin limitar áreas de exploración ni el número de contratos de riesgo
compartido con YPFB.
Por eso el 2003 emergieron las movilizaciones sociales cuyo eje era la recuperación de los
recursos naturales. El 2001, la IV Marcha por los Recursos Naturales y la Vida logró la
aprobación de la Asamblea Constituyente. Se trataba también de recuperar la participación
de la población en la toma de decisiones, de manera directa. Así la Guerra del Agua echó a
una transnacional del país en pleno auge del neoliberalismo y la Guerra del Gas tumbó
presidentes sucesivamente hasta que asumió Evo Morales.
Las movilizaciones populares de mayo a junio del 2005 lograron la aprobación de la nueva
Ley de hidrocarburos, la ley 3058, durante el gobierno de Carlos Mesa. La ley establece la
refundación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), entidad a la que se le
asigna el rol principal de ejercer, a nombre del Estado, la propiedad de los hidrocarburos y
representar al mismo en la suscripción de contratos petroleros. Además se crea el Impuesto
Directo a los Hidrocarburos (IDH), con el que se incrementó considerablemente la
participación estatal en la renta petrolera.
En Enero del 2006 asumió como presidente Evo Morales, tras una serie de movilizaciones
sociales que bajo el denominativo de la Guerra del Gas, buscaban la recuperación de los
recursos naturales entregados a las empresas transnacionales. En mayo del 2006 se
promulgó el Decreto Supremo No 28701, de Nacionalización de los Hidrocarburos,
estableciendo que las empresas petroleras que hasta ese momento operaban en Bolivia bajo
contratos de riesgo compartido, debían migrar, en un plazo no mayor a 180 días, a nuevos
contratos petroleros que cumplan con los requisitos legales y constitucionales, razón por la
que en octubre de ese mismo año, el Estado boliviano suscribió 44 contratos bajo la
modalidad de contratos de operación con 15 empresas petroleras, que entraron en vigencia
a partir del 2 de mayo de 2007.
Sin embargo se habían mantenido en reserva las auditorias petroleras lideradas por el
mayor luchador e inspirador de las movilizaciones contra la capitalización, el Ing. Enrique
Mariaca. Su trabajo demostró el manejo doloso de las compañías por inversiones no
realizadas, utilidades no declaradas, venta de gas de Repsol a Petrobras, a espaldas de
YPFB y hubiera permitido suscribir los contratos en otras condiciones.
Los gobiernos progresistas de América del Sur han apostado al extractivismo para resolver
las demandas populares de acceso al agua, alimentación, crédito, servicios y consolidar su
legitimidad y apoyo social para mantenerse en el poder y continuar el proceso de cambio.
Por ello, si bien han efectuado algunos cambios como mejoras tributarias que generan
mayores ingresos fiscales, no hay modificaciones sustantivas en la actual estructura de
acumulación. El argumento es que el extractivismo es indispensable para combatir la
pobreza y promover el desarrollo. En consecuencia, el neoextractivismo mantiene y
reproduce elementos clave del extractivismo de origen colonial.