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Tiempo abajo
otros Guanes escalan las cinchas
se refugian en una cueva inmaterial
lanzan luego su lengua a los abismos
Y el abismo tras la lengua, ¿adónde irá?
Batalla de Palonegro
-¡Deponga las armas!
(silencio)
-¡Deponga las armas!
(silencio)
Y más silencio
conjugado en todos los tiempos
para el recuerdo de los generales
que mandan izar banderas con astas de huesos
y cómo se aplaca la ira de los clavos engastados en las rótulas
si apenas se escucha un Empujen para que se acabe esto
cuando se ven hostigados los invictos de Palonegro
Invictos todos, sí. Porque si nadie gana nadie debe doblar de nuevo las rodillas
Mas me temo que las aves aquí se cargan con horrores
y habrá catres esperando con hambre el día 9
el día 15 de la batalla
cuando recoge la muerte sus despojos
y se desliza por el cafetal
hasta el Hospital de Campo Hermoso
Habrá motín al norte y en el centro temen la fractura anunciada por los oráculos.
La zona radical ocupa a prestidigitadores de todas las profesiones. La tradición habla con
terror de las revoluciones allá. La región exige ser apaciguada antes de que se asomen las
fumarolas.
La profecía anuncia la fragmentación del país. Por ese lado se abrirá la tierra. Algunos lo
creen literal; otros piensan que es una cuestión política. Lo cierto es que la fuerza ya no
servirá para centralizar el territorio porque a la fuerza se desintegrará.
Es natural entonces que todo movimiento en el norte alerte a la dirigencia central. Los hijos
de Rionegro, los hijos del Playón y los hijos de Mogotes, los del Socorro, nacen con un
rugido por canto. Un bramido les anticipa la voz en su naturaleza.
Los del centro presumen que conocen la herida que parte en dos la nación y lo lamentan en
secreto por cientos de años. Se arman contra ello y socorren en público a las víctimas. Pero,
a la fecha, nadie sabe a ciencia cierta qué sucede 150 kilómetros adentro de la superficie
radical.
Se especula que todo se relaciona con la energía sísmica y que en un nido de fallas nacen
ejércitos rebeldes engendrados por volcanes dormidos.
El Picacho
A Marco Antonio y Gladys Teresa, en el extranjero
EL FRÍO
El frío espera en la plaza
Con un pastel blanco en las manos
Exige entrar a la casa
Y duraznos recién cortados a conservar
LA NEGOCIANTE
La comida viene con el viento norte
La sirven los dioses en el páramo
Antes piden una contribución
Que se paga en angustia
LA NEGOCIANTE
Alguien debe decirle al hambre
Que evite servir a la muerte
Todos van a la mesa sin objetar
Y beben de su avidez fatal
LA NEGOCIANTE
Y el deseo no se presta a pérdidas
Abre la boca cargado de azares
Tiene un extraño fulgor en los dientes
Que recuerda la devastación
EL FRÍO
Las manos de la suerte
Tiemblan en la intemperie
Intercambian avisos de pare y de siga
Con los aleros de la caída
LA NEGOCIANTE
Cuidados aparte la vida desfila en oleadas
El único abismo la consume de un tajo
Qué garantía tienen las crisis sino el frío
La deuda siempre cumple un término
EL ESPOSO DEL COMERCIO
El mandato marginal del día es descansar
Pero siguen los trabajos como los ríos
El tiempo no se detiene y pasa de largo
Como el anhelo afanoso de hacienda
LA NEGOCIANTE
Pero siempre sucede que la rueda gira
Y sin anunciarse sobrevienen cambios
Ajustan la ineluctable intención
Que convierte lo negro en lo blanco
LA NEGOCIANTE
El hambre no es todo también está la fiesta
Se quejan las nubes cargadas en bonanza
Neblinas se levantan cuando cede la lluvia
La dicha teme lo que ordena la gana
EL FRÍO
Dejen entrar al frío a sus repisas
Almacénenlo en tiempos de abundancia
La carencia ansía y el deseo avanza
La tumba no conoce la mesura
La Judía
Desde el mirador
un niño dice ¡Qué bonita allá!
cuando se derrama la niebla de los páramos
y las piedras en deslave caen a manteles
en pesados pliegues hacia la escarpa
En intenso desorden
corre el mundo
almacenado
Ataques dirigidos
esfuman las esquinas
La guerra es mágica
desaparece la ciudad
Entre sombras
los asaltos se apresuran
La bengala de la mañana
alumbra las bajas
y se declara inocente
la tierra amarilla
Cruza el puente
hacia la peluquería del ángel
Lo amenaza con un sentimiento
Lléveme señorita
a otra lengua
déjeme las pistas en un casete
Pasa la calle y
abraza de vez en cuando al Magdalena
que te cuida aunque lo ultrajes
con tu oscuro portazo
Pasa la calle y
abraza de vez en vez a su simiente
que se confunde con la tuya con los años
cuando ya no se sabe si los muros separaron
las vidas o sólo los camastros
Abrázalo
Deja casar a tus hijas con sus hijos
a tus hijos con sus estrellas
mira que todos los afluentes de la sangre
van a dar al mismo río
y después al mar corren animados
Abraza al Magdalena
abre la puerta a sus cariños
aprende de sus ímpetus sin control
toma algunos de sus gestos y súmate a la bonanza
con el mismo desenfado
porque el Magdalena
te trajo a las montañas un tambor
una flauta de millo, un vallenato
un delirio de amor que te enseñó a arder
un columpio de plata
un nuevo alcantarillado
Abraza al Magdalena
y antes de entrar
quítate los zapatos
De Nacimiento volátil (2009)
Cañón adentro
Sigo el camino del esternón,
busco el origen de la sed,
voy al fondo de un cañón de paredes plateadas,
sólidas merced al tiempo,
movedizas cuando el aluvión,
cuando la infancia, era glacial.
Se asoman,
desde pequeñas cuevas,
los indicios del dolor;
veloces burlan las miradas
y vuelven a ocultarse en la piel del cañón.
Tiempo de la hondura,
tiempo sin sílaba,
cuando soy sólo un sonido
en tránsito a la fatiga.
Busco un manantial
que bañe la pregunta adherida a mi historia.
Busco la vida recién nacida
y hallo la sed.
Sigo la senda del esternón.
El espejo de la sangre
En vigilia,
un rayo de furia corta las palabras
antes de que alcancen el hogar.
En duermevela,
cristales heridos caen con estrépito,
gritando: “mírate en esta superficie;
es la misma de tu sangre”.
En el sueño,
la ruptura es alimento de quimeras
y sala de visitas
donde recibo a mis muertos,
los casi muertos,
forman su imagen junto a la mía y
me recuerdan, me permiten ver lo puntiagudo,
lo cortopunzante de mi sangre brava,
en estado inconforme constante.
Llovía
Agudos nombres caían gravemente
desde arriba entonados
llamados a rodar por las aceras.
Guárdame de mí,
gran silencio leve que habitas
más allá de la sombra,
entre los tumultos del enebro
y las mentiras sabias.
Te escucho, oh Guardián,
pero no alcanzo tu clara diadema de sortilegios acechantes,
pues no perteneces a este lado de la sombra,
donde acaso te tome por un borracho en mitad de la calle.
Lo que pido
Te nombro ahora
en mi lengua materna.
Escritura tuya soy,
verbo de tu dolor.
Te oigo,
palpitas.
Esa es tu lengua primera.
Con mi silencio
te lleno hasta ensancharte.
Te haces transparente,
gritas cuando dejas pasar luz.
Te veo,
resplandeciente y posesa.
No nos odie, Capitán. Usted está tan preso como nosotros. Vamos, hagamos una cita en las
afueras del penal. A la salida usted verá que somos iguales.
Afuera hay una luz, ¿sabe? A esta luz cantaron los pensadores y poetas; ellos quisieron
despertarnos, sacarnos de acá. La luz espera por usted y por nosotros. Todos. Vamos,
ninguno es culpable, somos uno.
Nos hemos hecho uno por el impedimento. Pero, allá afuera, para todos salió el Sol,
Capitán.
Fortunas antiguas
A Simón Trinidad
Encadenado el héroe a las Montañas Rocosas, Simón, se figura que la paz lo espera más
allá de la muerte. Pero, nunca muere, fíjate. La vida es una fortuna antigua que el héroe
robó y repartió entre los hombres. Te consta que el crimen mayor es la bondad: nada más
repulsivo al tirano que respira celo con el estómago ovillado.
Esperanzado el héroe asume, Simón, la reposición de sus vísceras tras el ataque del águila.
De noche o de día hace su propia luz, que será fuente a los que escalan.
Alcanzarán al héroe las manos y las picas, lo habrán de liberar héroes más fuertes. El más
fuerte apunta al águila y la abate, Simón.
Encaminado el héroe a la liberación, detiene el paso del tiempo sobre él: esa última batalla
lo acoge como un regazo oscuro.
Acerca del reino que posees
De niña te dieron
el cuidado del pozo
Vírgenes necias somos casi todas aquí. Nos tardamos, no trajimos las lámparas, se nos
olvidó el aceite desde niñas. Alguien grita entonces, ¡Últimas! y alguna se apresura.
Sí, la última soy yo, déjenme, es mi deber. No disputo lugar alguno, la última soy yo.
Enciendan mi penacho emplumado. Llevo un mechero que no se extingue. La última y la
propulsión, ya lo saben, soy yo.
¡Últimas, últimas de ascenso en espiral! Quieren salir, vengan a bordo, tomen mi nave y
escapen, las últimas.
2 de febrero de 2011
Antes de la abolición
1
La ley,
la única ley
es la grieta,
la arruga
por la que se van
los regímenes.