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NUTRICIÓN HUMANA

UNIDAD 2: FASE 5 – PROYECTO 2

PRESENTADO POR: Ana maría villagran munar

CÓDIGO: 1072650639

GRUPO: 232019_1

PRESENTADO A: SALOMÓN GOMES

UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA Y A DISTANCIA UNAD


2018
Caso 2. Mujer de la tercera edad, con desnutrición proteico - energética, que
además presenta deficiencia en calcio

Es frecuente que las personas ancianas presenten varias enfermedades crónicas


simultáneamente, que pueden influir en el estado nutricional: diabetes,
insuficiencia cardiaca, insuficiencia respiratoria, hipertensión arterial, osteoporosis,
colelitiasis, demencia, depresión. Y enfermedades del aparato digestivo que
pueden interferir con la digestión y la absorción de los nutrientes o que producen
anorexia. También la gastrectomía, tratamiento frecuente para la úlcera péptica
hace años puede provocar desnutrición. Cuanto mayor es el número de
enfermedades que padece una persona mayor es su probabilidad de padecer
alteraciones nutricionales tanto por la enfermedad en sí como por los tratamientos
recibidos.

Polifarmacia: Los ancianos son el grupo de edad que más fármacos consumen,
aproximadamente el 50% del total del gasto farmacéutico. Existen multitud de
fármacos que pueden influir tanto en la absorción, metabolismo y excreción de
nutrientes, como en la sensación de apetito. Es preciso hacer una historia
farmacológica completa que incluya todos los medicamentos recetados por el
médico y los que el anciano toma por su cuenta (analgésicos, laxantes,
ansiolíticos…). Cuantos más fármacos se consumen más posibilidades de
presentar problemas nutricionales. (Resumen de listado de fármacos que
interfieren en la nutrición)
Digoxina: nauseas, falta de apetito, pérdida de peso, potencia la pérdida de
magnesio.
Diuréticos: aumentan la pérdida de agua, sodio, potasio y magnesio.
Antiácidos: Disminuye la absorción intestinal de hierro, vitamina B1, vitamina B12.
Laxantes: reducen la absorción de agua y de los nutrientes en general.
Hierro: altera el tránsito intestinal produciendo tanto estreñimiento como diarrea.
Antidepresivos: los ISRS disminuyen el apetito, los Tricíclicos facilitan el
estreñimiento.
Colchicina: reduce la absorción de vitamina B12, lactosa y grasas.
Colestiramina: reduce la absorción de las vitaminas A, D, E, K y del Acido Fólico.
Anticonvulsivantes: déficit de Acido Fólico, altera la mineralización ósea.
Cefalosporinas: alteran el metabolismo proteico y de las vitaminas D y K.
Tetraciclinas: disminuyen la vitamina K y la absorción intestinal de calcio.
Alcohol: aumenta las necesidades de vitamina B, magnesio y zinc, reduce la masa
ósea.
Aislamiento social: Con los cambios que se han producido en los modelos
familiares en la segunda mitad del siglo XX cada vez son más los ancianos que
viven solos. Una de las primeras actividades que descuidan los ancianos que
viven solos o los que tienen un pobre soporte social, es la nutrición. Puede ser por
pérdida de motivación para comer o por desconocimiento para preparar
adecuadamente los alimentos. Un buen ejemplo es el "escorbuto del viudo",
descrito en Inglaterra en los años cuarenta en aquellos ancianos que habían
enviudado recientemente y por desconocimiento en la preparación de los
alimentos consumían únicamente alimentos enlatados, con una baja ingesta de
vitamina C. Además el comer en compañía es esencial para mejorar el estado de
ánimo.
Problemas económicos: Con frecuencia los ancianos tienen dificultades
económicas que les impiden comprar la comida necesaria. Cuando esto ocurre,
los primeros alimentos que se evitan son los más caros que suelen ser los que
aportan la mayor cantidad de proteínas, como las carnes y los pescados.
Incapacidad física: La incapacidad física puede ser a la vez causa y consecuencia
de desnutrición en los ancianos. Una persona incapacitada (por ejemplo un
anciano hemipléjico con pobre soporte social) puede desnutrirse por no poder
comprar la comida, por no poder cocinarla, por no poder llevársela a la boca, o por
no poder tragarla adecuadamente. De la misma manera, un anciano desnutrido irá
poco a poco perdiendo su capacidad funcional hasta llegar a ser totalmente
dependiente.
Problemas en la boca, alteración del gusto y olfato: Cualquier alteración en la
estructura anatómica o en las funciones fisiológicas de la cavidad oral, que afecten
a la masticación o a la deglución, puede hacer que el anciano no siga una dieta
adecuada. Las enfermedades dentales (caries, pérdida de piezas, ausencia de
prótesis dentales o mal ajuste), periodontales (periodontitis), gingivales (gingivitis),
de la lengua o cavidad oral (micosis, úlceras, cancer), de los labios (queilitis), de la
musculatura oral (atrofia, enfermedades neurológicas que producen alteración de
la deglución), de las glándulas salivares (boca seca), de la mandíbula y la
articulación temporomandibular (dolor, limitación de la apertura de la boca), etc.
pueden favorecer la aparición de desnutrición. Además se produce una pérdida de
papilas gustativas linguales con disminución de la capacidad gustativa y una
pérdida de la capacidad olfativa: apetece más lo dulce y lo salado.
Tabaquismo: El 20% de los varones mayores de 65 años son fumadores activos,
mientras que sólo un 1% de las ancianas fuman habitualmente, aunque esta
proporción está aumentando en los últimos años. El tabaco puede producir
desnutrición principalmente al disminuir el apetito, pero también al aumentar las
necesidades de determinados nutrientes, como por ejemplo la vitamina C, se ha
descrito como los fumadores tienen unas necesidades de esta vitamina hasta 60
veces mayores que los no fumadores.
Alcoholismo: La prevalencia del consumo de alcohol entre los ancianos se sitúa
alrededor del 45%. Los ancianos son más sensibles que los jóvenes al consumo
de alcohol porque lo metabolizan de forma más lenta, por el mayor uso de
medicaciones que pueden interactuar con el alcohol y por el mayor número de
enfermedades crónicas que pueden interaccionar con él. El abuso crónico del
alcohol puede producir deterioro cognitivo, hepatopatía, insuficiencia pancreática,
miocardiopatía y empeorar enfermedades frecuentes en los ancianos como la
hipertensión arterial y la diabetes.

Las comidas más digestibles favorecen la absorción de los nutrientes.


Hacer cinco comidas al día.
Pasear.
Leche y derivados: un litro de leche al día (o equivalentes).
Cereales, patatas y legumbres: basta con 350 g./d. para los varones y 300g. para
las mujeres (aportan hidratos de carbono).
Verduras, hortalizas y frutas: presentes en cada comida.
Carnes, pescados y huevos: basta con 80 g./d. para los varones y 70 g. para las
mujeres (aportan proteínas); es preferible el pescado a las carnes magras.
Grasas vegetales: basta con 20-30 g./d.; debe usarse aceite de oliva o girasol,
evitando las grasas animales (mantequilla).
Beber al menos dos litros diarios de agua.
Aumentar el consumo de cereales y pan integral por su alto contenido en fibra.
Aumentar el consumo de frutas, preferiblemente frescas del tiempo (las frutas en
almíbar tienen un alto contenido en azúcar y en calorías).
Aumentar el consumo de verduras y legumbres por su alto contenido en vitaminas
y en fibra.
Disminuir el consumo de grasas, sobre todo las de origen animal: quitar la grasa
visible de la carne, escurrir el aceite usado para cocinar, no guisar con mantequilla
ni manteca, tomar leche desnatada, evitar la mantequilla, preparar el pescado y la
carne a la plancha mejor que frito, limitar los embutidos y las vísceras, no tomar
más de tres huevos a la semana.
Disminuir el consumo de azúcar, caramelos y pasteles, sustituyéndolos por miel y
frutas frescas.
Disminuir el consumo de sal.
Disminuir el consumo de alcohol para evitar calorías que no tienen otro valor
nutritivo.
El zumo de naranja estimula el apetito, también un consomé o caldo de carne. Por
ello es aconsejable no endulzar el zumo si se toma antes de la comida (unos 10-
15 min antes). Se presenta como un aperitivo, en cantidad reducida, en un vaso
pequeño o media taza si es de caldo o consomé. 
La leche (o bebidas que la contengan) se toma sola o de postre, no como
entrante, ni aperitivo. 
La ingesta debe realizarse aun sin apetito (excepto contraindicación). 
Las materias grasas se han de añadir a los triturados y purés si los ingredientes no
las contienen. Condimentar los alimentos durante su preparación los hará más
sabrosos. 
El momento de la ingesta es ante todo un acto de relación. Es importante procurar
que los alimentos sean vehículo de salud y que su degustación se realice dentro
de un marco de armonía.
Incluir hidratos de carbono complejos en lugar de los de absorción rápida.
Usar el limón frecuentemente (en zumo, con infusiones, como aliño, como
condimento, con otras frutas)
Saber que un alimento refinado ha perdido casi todos sus minerales.

DÉFICIENCIA DE NUTRIENTES ESPECÍFICOS CON LA EDAD:


Calcio y Fósforo: su falta de aporte genera una reducción de la masa ósea y una
desmineralización, con debilidad generalizada y dolor.
Selenio: se ha asociado a mayor mortalidad, alteraciones de la inmunidad, mayor frecuencia
de enfermedad cerebrovascular aguda.
Zinc: implicado en la curación de las heridas (como las úlceras por presión), en la función
inmune y en el mantenimiento del gusto.
Cromo: su déficit se asocia con intolerancia hidrocarbonada.
Potasio: su déficit puede producir arritmias cardiacas (sobre todo en tratamientos con
Digoxina), confusión mental, reducción del tono de la musculatura estriada y del aparato
digestivo.
Sodio: con alteración del sistema nervioso central, confusión, obnubilación, letargo, incluso
convulsiones.
Cobre: ataxia en la marcha.
Hierro: además de la anemia, sordera aguda.
Deshidratación: con fracaso renal, hipotensión ortostática, adormecimiento, confusión mental.
Vitamina E: aumenta el riesgo de infecciones y afectación extra piramidal.
Vitamina D: mayor riesgo de fracturas óseas.
Vitamina K: mayor riesgo de hemorragias.
Vitamina A: encefalopatía. Existe también el peligro de exceso por la disminución con la edad
de la capacidad de eliminación.
Vitamina B6: reducción de los linfocitos B.
Vitamina B12: anemia megaloblástica, trastornos neurológicos desde parestesias en las
extremidades hasta trastornos graves de la médula espinal.
Acido Fólico: anemia megaloblástica.

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