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LA CONSTITUCIÓN DEL IMPERIO HELENÍSTICO Y LA FILOSOFÍA HELENÍSTICA

Con la constitución del Imperio Helenístico, tras las conquistas de Filipo y Alejandro Magno a partir
del 338 A.C., se producen toda una serie de cambios político-económicos pero también culturales
en la civilización griega. El tiempo de las ciudades-estado llega a su fin. Los griegos pasaran a
formar parte de un gran imperio que se extiende desde la península balcánica al norte de la India,
y también cambiarán las formas de gobierno. Las ciudades-estado helénicas tenían gobiernos
democráticos como Atenas u oligárquicos como Esparta, hacía ya mucho tiempo que, tras
intensas luchas políticas y de clases, los regímenes monárquicos habían desaparecido.

En este nuevo contexto del imperio helenístico, los griegos nuevamente se verán sometidos a un
régimen monárquico, las instituciones de la democracia griega ya no serán las que regirán el
destino de los mismos. Asimismo, entran en crisis los ideales y valores de la Grecia clásica, en
particular sus ideales políticos. Entre los griegos del período clásico, la política ocupaba un lugar
central, la misma era concebida como la búsqueda del bien común o la búsqueda de la felicidad
colectiva, el individuo solo podía realizarse en el marco de la polis a través de la acción política, su
ideal era el de un ciudadano activo comprometido con su comunidad. A quienes no se
comprometían con la misma, y solo bregaban por sus intereses individuales, los llamaban
“idiotas”, un término que sigue siendo insultante en nuestra lengua pero con un significado
diferente.

Pero estos ideales, que eran parte de un visión más amplia que concebía a la sociedad como un
todo, abrirán el paso a un ideal más individualista, y también, podríamos agregar, más
despolitizado. En el nuevo contexto, ¿qué sentido podía tener participar activamente en la polis
cuando se había pasado a formar parte de un imperio gigantesco sometido a una monarquía de
rasgos absolutistas? Situación que se prolongará después bajo la disolución y división del imperio
helenístico en diversos reinos y tras su posterior sometimiento al imperio de Roma. Empieza a
predominar entonces un espíritu mucho más individualista, un “sálvese quien pueda” donde ya no
habrá lugar para la búsqueda del bien común sino para la búsqueda de la felicidad individual.

Estos cambios repercuten en la filosofía. Surgirán tres grandes escuelas filosóficas que expresan
todas estas transformaciones y la crisis de los ideales asociados a la vida en la ciudad-estado,
ideales que representaban en forma clara tanto Platón como Aristóteles. Nacerán nuevas
tendencias filosóficas en las cuales podemos encontrar nuevos elementos pero también
elementos de continuidad con la producción filosófica anterior.

Estas tres escuelas fueron el Estoicismo, el Epicureísmo y el Escepticismo. Las tres se orientarán
hacia el fin práctico de la búsqueda de la felicidad individual, pero lo harán por caminos diversos y,
en mayor o menor medida, contrapuestos. Las tres consideran a la ataraxia (la tranquilidad del
espíritu) un componente central de la felicidad, pero ¿cómo llegar hasta esa tranquilidad del
espíritu? Ahí las visiones difieren.

Podemos encontrar un contraste entre esta idea de felicidad que compartían las tres escuelas de
la antigüedad grecoromana, uno de cuyos componentes centrales es la mencionada ataraxia, con
el ideal actual de felicidad, mucho más orientado a la acción en el marco de una sociedad
consumista. Desde una visión moderna o contemporánea, la idea de felicidad propuesta por las
escuelas helenísticas puede parecer tener un carácter demasiado pasivo.

LOS ESTOICOS

La escuela estoica fue fundada en el 300 A.C por Zenón (332-264 A.C,), proveniente de la ciudad
de Citio en Chipre. La misma recibió su nombre porque sus miembros solían reunirse en un
pórtico (Stoa en griego) de la ciudad de Atenas. Para los estoicos existe una razón universal, que
ha trazado un plan para el universo, el cual comúnmente es conocido como destino; el universo
estoico está predeterminado por esta razón que es la divinidad. Una consecuencia de esta visión
del cosmos que proponen los estoicos es la tesis de la ausencia del mal. Los hechos o acciones
que habitualmente consideramos malos no lo son desde la perspectiva de los estoicos, por el
contrario, son parte de un plan que tiende hacia el bien del todo. Si pudiéramos situarnos en la
perspectiva de la providencia, es decir de la razón universal pro-vidente, podríamos encontrar que
eso que nos parece malo también colabora con el bien del todo. Es la tesis de la “del mal”. Es por
eso que para un estoico como Cleantes debemos “amar los hechos”. Una situación muy dolorosa,
ya sea para un individuo o para un pueblo todo, es reinterpretada por los estoicos como una
prueba que Dios ha puesto para que ese individuo o pueblo se fortalezca ausencia.

¿En qué queda la libertad cuando todo está predeterminado? La libertad se restringe más que
nada a la libertad interior, yo puedo acompañar activamente el plan o rechazarlo, si lo rechazo,
igualmente el plan se impondrá. El sabio estoico aceptará el destino y vivirá “conforme a la
naturaleza”, pero debemos tener en cuenta que esto para el estoicismo significa vivir de acuerdo a
una naturaleza regida por una providencia universal, es decir por Dios, que en la visión estoica es
un dios único, contrastando con la visión politeísta de la religión griega. Muchas ideas serán
heredadas y reelaboradas a posteriori por el cristianismo, como la de un Dios único y providente,
pero entre la concepción cristiana y la estoica también nos encontramos con contrastes. Para la
religión cristiana el mal tiene un lugar fundamental, tanto por la existencia de un conjunto de
entidades sobrenaturales que son la negación de Dios y del bien, los demonios, como por la fuerte
tendencia del ser humano hacia el pecado, es decir, hacia el mal. En el cristianismo, parece existir,
además (por lo menos para algunas de sus principales corrientes y filósofos), una posibilidad de
elección mayor que en el estoicismo.

¿Cómo lograban los estoicos la ataraxia? Aceptando el plan de Dios y viviendo conforme a él, es
decir de acuerdo a la naturaleza. En el universo estoico, la asunción de este plan producía un
efecto tranquilizador: ¿que razón puedo tener para temer en un universo donde todo tiende hacia
el bien?

Algunos autores la consideran una filosofía que expresaría una visión resignada de la existencia.

La orientación filosófica de los estoicos puede ser caracterizada como idealista desde una
perspectiva como la de Friedrich Engels. Para este filósofo alemán del siglo XIX, el idealismo
considera como lo prioritario a la idea, Dios o el Espíritu, siendo la materia lo secundario, mientras
que para el materialismo, según este mismo pensador, lo prioritario es la materia y lo secundario
el espíritu o el pensamiento. Aunque, como todo en filosofía, esto es objeto de discusión, puesto
que la divinidad, la razón universal, a la cual también llamaban “logos”, no era ajena a la
naturaleza, sino que era parte de la misma. Los estoicos planteaban, para muchos intérpretes,
una visión panteísta en la cual Dios se identificaba con la naturaleza o era el alma del mundo, no
contraponiendo a Dios con la materia, por lo cual cuestionan la definición de los estoicos como
idealistas y proponen que los mismos tienen un carácter materialista. Los siguientes textos
pertenecientes a uno de los primeros estoicos (Cleantes 330-232 a.C.), y al estoico romano
Séneca (4-65 d.C.) pueden servirnos para aclarar esta cuestión:

“¡Oh, el más glorioso de los inmortales,


bajo mil nombres siempre omnipotente!
Zeus, señor de la naturaleza,
que con la ley gobiernas todas las cosas,
¡Salve!, porque tú eres a quien los mortales
tienen derecho de invocar.
De ti en efecto hemos nacido,
dotados de la imitación que ejerce la palabra.
Solos entre todos los seres que viven
y se mueven sobre la tierra.
Así te celebraré y sin pausa cantaré tu potencia.”
Himno a Zeus – Cleantes
“Condúceme, oh Zeus, y tú, Hado
a donde me ha sido asignado,
pues seguiré sin vacilar. Pero si acaso no deseo,
habiéndome vuelto malo, seguiré en todo caso.
Los destinos conducen al que quiere y empujan al que no quiere.”
Sobre el destino - Cleantes

“Me has preguntado, Lucilio, por qué, si el mundo es regido por la Providencia, les suceden
muchos males a los hombres buenos. Esto podría ser contestado fácilmente en el contexto de una
obra en la cual intentáramos demostrar que la Providencia preside el Universo y que Dios se
interesa por nosotros. Pero ya que te place desgajar del todo una pequeña parte y solucionar una
sola contradicción, dejando a un lado la discusión del conjunto, he de hacer algo que no es difícil:
defenderé la causa de los dioses. - Más que superfluo resulta demostrar en la presente ocasión
tierra y en el mar, tantas luminarias clarísimas de preordenado brillo, surge por imperio de una Ley
eterna; que este orden no es propio de la materia errante; que los cuerpos reunidos
casualmentque una obra tan grande no se conserva sin guardián; que la reunión y la separación
de los astros no constituyen movimientos fortuitos; que los productos del azar con frecuencia se
descomponen y pronto chocan entre sí; que esta insuperada velocidad que arrastratantas cosas
en lae no están con tanta sabiduría suspendidos como para que el enorme peso de la tierra
permanezca inmóvil y contemple a su alrededor lahuida del rápido cielo, como para que los mares
infiltrados en los valles ablanden las tierras y no sufran incremento alguno por los ríos, como para
que de semillas pequeñísimas nazcan enormes seres…
….Pero, en el texto que a continuación viene, he de mostrar hasta qué punto estos que
parecen males no lo son en realidad. Ahora afirmo lo siguiente: las cosas que tú llamas crueles,
odiosas y abominables, aprovechan primero a los mismos a quienes les suceden, después al
Universo, del cual se preocupan los dioses más que de los individuos. Además, aquellos a
quienes les suceden las aceptan, y dignos de verdadero mal serían si así no lo hiciesen. A esto
añadiré que tales cosas, conforme al Destino, les suceden a los buenos por la misma razón por la
cual ellos son buenos. Te convenceré luego de que nunca debes compadecer al hombre bueno:
él, en efecto, puede ser tenido por desdichado, pero no puede serlo. - De todas las proposiciones
que he presentado la más difícil de aceptar es la que expuse primero: que las cosas que nos
aterrorizan y hacen temblar redundan en provecho de los mismos a quienes les suceden.
“¿Redunda en su provecho-dirás tú- el ser desterrados, el ser reducidos a la pobreza, el ser
privados de hijos y esposa, el ser infamados y debilitados? Si te asombras de que estas cosas
puedan redundar en provecho de alguien, te asombrarás de que algunos sean curados con hierro
y fuego, no menos que con hambre y sed. Pero si pudieras advertir que a algunos, para darles
salud, se les roen los huesos, se les enrollan y extraen las venas, se les amputan los miembros
que no pueden permanecer adheridos al cuerpo sin que se produzca la perdición del todo,
también estarías de acuerdo en que ciertas desgracias redundan en bien de quienes las padecen,
tanto como ¡por Hércules! ciertos goces, que son alabados y apetecidos, resultan perjudiciales
para quienes con ellos se deleitan, a semejanza de las indigestiones, las borracheras y los demás
abusos que matan a través del placer. - Entre muchas magníficas palabras de nuestro Demetrio
cuéntase ésta, de la que tengo una impresión reciente, pues suena y vibra todavía en mis oídos:
“Nada me parece más desgraciado -dijo- que aquel a quien nunca le ha sucedido una desgracia”.
Éste, en efecto, no ha podido ponerse a prueba a sí mismo…
….Los destinos nos guían y al tiempo que a cada uno le queda lo determinó ya su hora
primera. Una causa depende de otra; una interminable serie arrastra los hechos privados y
públicos. Por tanto, hay que tolerarlo todo con valor, porque nada nos cae 1encima por casualidad,
como creemos, sino que nos viene necesariamente. Hace mucho que está determinado cuáles
serán tus alegrías y cuáles tus llantos, y aun que las vidas de los individuos parezcan
diferenciarse mucho entre sí, en conjunto todas se reducen a una sola cosa: recibimos dones
perecederos porque somos perecederos.- ¿Por qué, pues, nos indignamos? ¿Por qué nos
quejamos? Para eso hemos sido engendrados. Que la naturaleza use los cuerpos que le
pertenecen como ella quiera; nosotros, contentos con todo lo que sucede y valerosos, pensemos
1 Seneca. “Sobre la Providencia” en http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/s/Seneca%20-%20Sobre
%20la%20providencia.pdf
que nada de lo nuestro perece. ¿Qué debe hacer el hombre bueno? Brindarse al Destino. Gran
consuelo es ser arrastrado junto con el Universo: sea lo que fuere lo que nos ordena vivir y morir
de esta manera, con la misma necesidad obliga también a los dioses; un irrevocable curso
conduce al mismo tiempo las cosas humanas y las divinas. El mismo creador y rector de todas las
cosas trazó sin duda los destinos, pero los acata; obedece siempre, mandó una vez sola.”

Quienes expresarán una perspectiva claramente materialista serán los epicúreos, habiendo en
esto acuerdo entre los diferentes interpretes a diferencia del caso del estoicismo.

LOS EPICÚREOS

Esta escuela fue fundada por Epicuro (340- 271 A.C.), quien instala en Atenas su escuela que
será conocida como el Jardín de Epicuro en el 307 A.C..

Su doctrina se divide en tres partes: una Física que es una teoría de la naturaleza y una ontología
o “metafísica”, es decir una teoría general sobre el ser o lo existente; una Canónica o teoría del
conocimiento; y una Ética que es la parte más importante de su sistema.

Los postulados fundamentales de su física los podemos resumir de la siguiente forma:

1) Nada nace de la nada, lo cual significa para el epicureísmo que la materia es eterna.
2) Todo está formado por átomos que se mueven constantemente en el vacío.
3) Los átomos tienen tamaño, forma y peso, y tres tipos de movimiento posibles: en línea recta-
que sería el movimiento natural de los mismos-, el producido por el choque con otro átomo y, por
último, existe un movimiento azaroso por el cual el átomo se “desvía” de la línea recta; a este
último los epicúreos lo llamaron “declinación”.
4) Los átomos, si bien se encuentran en constante movimiento, son eternos e inmutables.
5) Los dioses son materiales (compuestos por átomos sutilísimos), inmortales y viven en una
eterna paz. No intervienen en asuntos humanos ni en la naturaleza. La naturaleza se rige a sí
misma y siempre hay que buscar una explicación naturalista de los fenómenos naturales, dejando
de lado completamente a los dioses.
6) El alma también es material y mortal, compuesta por átomos más sutiles y móviles que los que
forman otros cuerpos.

Como se puede ver, la física epicúrea constituye una teoría ontológica y una teoría de la
naturaleza consecuentemente materialista.

Su teoría del conocimiento se basará en esta teoría materialista de la naturaleza.

¿Cómo conocemos para Epicuro?

Hay cuatro cánones (criterios) que nos permiten conocer:

El primer criterio es la sensación para Epicuro, la cual es la fuente de todo conocimiento y el


criterio de verdad (en lo cual coincide con los estoicos), es decir, el criterio para distinguir lo
verdadero de lo falso.

Las sensaciones son siempre verdaderas, para los epicúreos el error no está en la sensación sino
en las nociones, interpretaciones, juicios o teorías que realizamos a partir de ellas.

Las mismas se producen por contacto directo con el objeto. ¿Cómo se produce este contacto en
el caso de las sensaciones visuales? Los objetos desprenden constantemente “simulacros”, que
son copias idénticas al objeto emisor, los mismos están formados por átomos y se desplazan en
todas direcciones, llegando hasta los órganos de los sentidos.
El segundo criterio son lo que Epicuro denominó afecciones, las mismas son las sensaciones de
placer y dolor, que, desde la perspectiva epicúrea, serán fundamentales para evitar aquello que es
doloroso y buscar lo que es placentero, placer al cual todos los seres vivos tienden naturalmente.

El tercer criterio es lo que Epicuro denominó “prolepsis”, que puede ser traducido como “opinión
anticipada”; son nociones generales o conceptos que se forman de contemplar repetidas veces un
mismo tipo de objeto o fenómeno. Por ejemplo, al ver repetidamente diferentes casas con sus
características peculiares, pero también con sus características comunes, se va formando la idea
o concepto de casa. En este proceso, el sujeto del conocimiento parece ser bastante pasivo para
Epicuro, a diferencia de otras perspectivas donde el sujeto desempeña un papel más activo en la
formación de las ideas o conceptos. Acá es donde nos podemos empezar a encontrar con el error,
el cual para Epicuro -recordemos- no se encuentra en la sensación. Es cuando la razón empieza a
actuar que puede sobrevenir el error, aunque la razón no deja por esto de ser fundamental para el
conocimiento de la verdad.

Por último, Epicuro propone un cuarto criterio al cual denomina “proyección imaginativa del
entendimiento”, por esto entiende un tipo de razonamiento por el cual se infiere lo no visible a
partir de lo visible, o un razonamiento que va de las consecuencias a las causas. Es el
razonamiento que realiza el detective cuando a partir de la escena del crimen trata de inferir que
pasó, o el médico o el psicólogo cuando a partir e los síntomas tratan de inferir cuales son las
causas de los mismos, o en la vida cotidiana cuando intentamos inferir el estado de ánimo de una
persona a partir de sus acciones. Es un tipo de razonamiento que algunos llaman abductivo. El
mismo es fundamental para la filosofía desde el punto de vista Epicuro. Si pensamos en algunos
de sus principales postulados teóricos, como es la existencia de átomos en constante movimiento
y los relativos a los átomos en general, estos no pueden ser desarrollados a partir de la
experiencia directa, sino que tienen que ser inferidos, en un razonamiento que va de lo visible a lo
no visible, razonamiento en el cual la imaginación juega también un papel fundamental.

La teoría epicúrea del conocimiento será considerada por muchos comentaristas como una
expresión de empirismo, puesto que la fuente y el criterio de verdad es la sensación, elemento
fundamental de la experiencia. Pero que la fuente de todo conocimiento sea la experiencia, no
debe llevarnos a pensar que la razón no juega ningún papel, el mismo lo podemos ver claramente
expresado en las “prolepsis” y aun más claramente en la proyección imaginativa de la razón.

El punto culminante de la doctrina epicúrea es la Ética, expuesta en la carta a Meneceo.

Todo ser humano debe buscar la felicidad para Epicuro, no importa si es joven o viejo, hombre o
mujer, y la filosofía, entendida no solo como teoría sino también como una práctica terapéutica, es
el camino para lograrla. El fin de la filosofía es lograr la salud del alma como el fin de la medicina
es lograr la salud del cuerpo, o -siendo más precisos- de la carne, puesto que el alma, como
veíamos en la física, también es corporal.

Para lograr la felicidad, uno de cuyos componentes fundamentales es la tranquilidad del espíritu,
es fundamental superar una serie de grandes miedos irracionales -basados en falsas creencias- y
buscar el placer. Esos miedos son cuatro: a los dioses, a la muerte, al destino o al futuro, y el
miedo al dolor.

El miedo a los dioses es producido por la idea de que los mismos pueden castigarnos, pero los
dioses no premian ni castigan desde la perspectiva epicúrea, por el contrario, viven en una eterna
paz sin preocuparse por los asuntos humanos ni intervenir en la naturaleza. El filósofo del Jardín,
como veíamos en la física, rechaza radicalmente toda hipótesis de intervención divina: los
fenómenos naturales debían ser explicados por causas naturales. Por eso, no tiene sentido
realizar ofrendas a los dioses para obtener algún beneficio o perjudicar a alguien. Epicuro
concebía a los dioses más que nada como modelos a los cuales intentar imitar, puesto que ellos
vivían felices en una eterna paz. No faltaron a lo largo de la historia acusaciones de ateísmo
contra Epicuro, aunque en todos sus escritos siempre afirma sin ambigüedades la existencia de
los dioses. No obstante lo cual, el carácter de los mismos -ajenos al mundo humano y natural-
puede llevar a sospechar que lo que planteó Epicuro fue una solución de compromiso para evitar
posibles reacciones adversas y castigos en una sociedad tan religiosa, dentro del mundo helénico,
como era Atenas.

El segundo miedo es a la muerte, la misma es para Epicuro la “ausencia de sensación”. En su


carta a Meneceo sostiene que “cuando nosotros estamos, la muerte no está, y cuando está la
muerte, no estamos nosotros”. No existe inmortalidad del alma, ella es también material y mortal
como el cuerpo, por tanto, no hay que temer que nada nos suceda tras la muerte, hay que
asumirla como parte de un proceso natural, sin buscarla pero tampoco temiendo a la misma en
forma obsesiva.

El tercero es el miedo al futuro, pero para los epicúreos – a diferencia de los estoicos- no hay un
futuro escrito con un carácter inevitable, por lo cual no tenemos que pensar que inevitablemente
llegará lo que no deseamos o que inevitablemente no llegará lo que deseamos. Al rechazar
Epicuro toda intervención divina, también rechaza toda idea de providencia o destino prefijado,
tenga este un fundamento idealista, como en el caso del estoicismo, o materialista, como en
algunas tendencias atomistas, para las cuales toda nuestra vida estaba determinada por el
movimiento de los átomos. Es por eso que Epicuro introduce la declinación en el movimiento de
los átomos; desde su perspectiva ni siquiera el movimiento de los átomos estaba predeterminado,
puesto que estos se desviaban, en un tiempo y lugar indeterminado, de la línea recta. Esta
declinación es el fundamento ontológico de la libertad humana. Una de las principales luchas de
Epicuro fue liberar al ser humano de todo determinismo fatalista y recuperar para el mismo la
libertad que estas concepciones negaban.

Por último, con respecto al miedo al dolor señala que si el dolor es muy intenso, dura poco, y si es
prolongado, no es intenso.

Pero no basta con superar los miedos para lograr la ataraxia y la felicidad, es necesario buscar el
placer. El mismo se produce cuando se satisface un deseo, pero no todos los deseos tienen que
ser satisfechos para Epicuro, puesto que algunos conducen a la infelicidad.

Existen tres tipos de deseos para el filósofo del Jardín:

- Naturales y necesarios – Como comer, beber, el abrigo, necesidades sexuales, etc. Los mismos
se relacionan con las necesidades biológicas y es necesario satisfacerlos para poder vivir o tener
una vida feliz.

- Naturales y no necesarios – Comer o beber algo rico. Estos no son imprescindibles para la vida,
los mismos se relacionan con lo que habitualmente llamamos “gustos” y satisfaciéndolos con
moderación contribuyen a la concreción de la felicidad.

- Ni naturales ni necesarios – Estos son deseos producidos por opiniones vanas, como el deseo
de poder, fama o riqueza ilimitada. Los mismos no conducen a la felicidad sino a la infelicidad,
puesto que, desde la perspectiva del filósofo del jardín, son deseos insaciables, que impiden al
sujeto lograr la ataraxia o tranquilidad del espíritu. Como podemos ver, para Epicuro, el ser
humano no tiende naturalmente, como plantean otros filósofos, a la búsqueda del poder o riqueza
ilimitada, esto parece ser, desde su perspectiva, una imposición social basada en falsas creencias.
La satisfacción de este tipo de deseos tiene como consecuencia lograr lo contrario a lo que
promete: la infelicidad en vez de la felicidad. Epicuro, en sintonía con esto último, recomendaba
evitar la participación activa en política y proponía como consejo “pasar desapercibido”.

Si bien el placer es para Epicuro “el principio y fin de la vida feliz”, a veces es necesario aceptar un
dolor porque ellos nos traen mayores bienes en el futuro (pensemos en algunos tratamientos
médicos por ejemplo) y evitar determinados placeres porque estos nos producen mayor dolor a
posteriori (pensemos en algunas comidas que nos pueden gustar pero que afectan nuestra salud).
Hay que realizar un cálculo de placer y dolor para poder lograr el mayor placer posible y evitar la
mayor cantidad de dolor, cálculo que solo lo puede realizar el ser humano gracias a la razón, y
que se vincula con una de las dos virtudes fundamentales que es necesario desarrollar para lograr
una vida feliz: la prudencia.

La prudencia es una virtud intelectual-práctica, intrínsecamente relacionada con el cálculo de


placer y dolor, que supone actuar reflexivamente y no por impulsos o pasiones. Ejercitar esta
virtud nos permite evitar los excesos y las acciones que nos conducen a la infelicidad.

La otra virtud es la autarquía y significa ser capaz de autoabastecerse. Se relaciona con la visión
individualista propia de la época, puesto que para Epicuro había que depender lo menos posible
de los demás. La mejor forma de poder lograr esta independencia, propia de la autarquía, era
siendo moderado y evitando los excesos, de esta forma, las necesidades serían más fáciles de
satisfacer.

Todo esto se debe complementar con el cultivo de la amistad y el conocimiento, lo cual, junto con
la superación de los miedos y la satisfacción de los deseos naturales, nos asegura el camino a la
felicidad.

ESCEPTICISMO

La tercera gran escuela que surgió en el período helenístico fue la escéptica.

Fue fundada por Pirrón de Elis (365-275 A.C.), este filósofo fue parte del ejército de Alejandro
Magno con quien llegó hasta la India. Este viaje de conquista, en el cual fue conociendo diferentes
civilizaciones, fue fundamental, según el historiador Brochard, en el desarrollo de su concepción
escéptica, puesto que en el mismo conoció diferentes religiones, valoraciones morales y estéticas,
contrastantes entre sí y con la suya propia, lo cual le permitió ver la relatividad de lo bueno y lo
malo, como así también de lo bello y lo feo. Asimismo, al llegar a la India, conocieron unos monjes
a los cuales llamaron “gimnosofistas” (sofistas desnudos sería el significado literal), los cuales
sostenían -en el marco de sus creencias religiosas- que “no se puede conocer la verdad”; esta era
una doctrina religiosa propia de algunas religiones orientales a la cual Pirrón le dio un fundamento
filosófico, basándose en la tradición filosófica griega. Algunos sostienen que el concepto de
Ataraxia habría sido introducido por Pirrón desde la India.

El nombre escepticismo proviene de la palabra griega sképsis que significa “examen”. ¿Qué es lo
que examinan los escépticos? Pirrón y los escépticos toman como objeto de análisis las
capacidades cognitivas del ser humano, los sentidos y la razón, y a partir de este estudio
concluyen que ni a través de los sentidos ni de la razón se puede conocer la verdad. Los sentidos
son inseguros, relativos, poco fiables y engañosos, y la razón se basa en la información que
aportan los sentidos, lo cual la hace menos fiable aún.

Para los escépticos, a diferencia de estoicos y epicúreos (que en esto estaban de acuerdo), la
sensación no es una expresión segura de una realidad objetiva independiente, no sabemos si las
cosas son o no como nos indican nuestras sensaciones. Los escépticos no consideran a las
sensaciones un reflejo de la realidad objetiva, ni afirman que se corresponda de alguna forma con
la misma. Los sentidos no pueden ser considerados canales de comunicación con el mundo
externo. Por eso, desde una perspectiva escéptica, no se puede decir “la miel es dulce”, sino -a lo
sumo- “la miel me parece dulce”. Las sensaciones -para los escépticos- nos dicen lo que nos
parecen las cosas, pero no lo que las cosas son objetivamente. Si damos crédito a algunas de las
anécdotas sobre los escépticos, algunos eligieron incluso practicar la afasia, es decir, dejar de
hablar, no decir nada sobre nada, para evitar cualquier aseveración.

Al no ser fiables ni los sentidos ni la razón, lo que corresponde es suspender el juicio, lo que en
griego se llamaba epojé. Esto significa que un escéptico no afirmaría cómo las cosas son o cómo
no son, señalaría, a lo sumo, como veíamos en el párrafo anterior, cómo se le aparecen. Esta
suspensión del juicio conduce a la adiáfora o indiferencia ante el conocimiento de la verdad, pero
también ante lo bueno y lo malo o lo bello y lo feo, puesto que para los escépticos no había nada
bueno o malo en sí mismo, ni tampoco nada bello o feo en sí mismo, sino que todo eso era
relativo al sujeto, y no una propiedad objetiva de los objetos, por lo cual no correspondería
tampoco decir “esto es bueno” o “esto es bello”.

Y esta suspensión del juicio -que conducía a la indiferencia- tenía como consecuencia que los
escépticos encontraron, en forma casi casual, la tranquilidad del espíritu. Como vemos, alcanzan
la ataraxia en forma muy distinta a como lo hacían estoicos y epicúreos, para estos últimos era el
conocimiento de lo que ellos consideraban verdadero lo que nos conducía a la misma, en cambio
en el escepticismo es precisamente la negación de la posibilidad de conocer la verdad y la
indiferencia lo que nos permite lograr el estado de paz espiritual.

Los escépticos intentan adaptarse a las normas de los lugares donde viven, evitando así cualquier
confrontación o problema. Una de las principales críticas que han recibido estos filósofos es que
su concepción termina en una actitud evasiva y conservadora, que deja todo como está y que es
tal vez la que más lleva al extremo el individualismo propio de la época.

Entre los escépticos posteriores destacan Carnéades (219-156 A.C.), quien proviene de la
Academia de Platón, la cual devino escéptica con Arcelislao y el mencionado filósofo, dando lugar
a un escepticismo conocido como “probabilista”, para el cual si bien hay que suspender el juicio,
existen representaciones que tienen un mayor grado de certidumbre que otras, aunque no se
pueda afirmar que son verdaderas. Carnéades critica también las pruebas de la existencia de Dios
que planteaban sobre todo los estoicos. Desde una perspectiva escéptica, no se puede probar ni
la existencia ni la inexistencia de Dios.

“Refutación de la teología estoica: a) el asentimiento universal. — Has considerado como supremo


argumento para reconocer la existencia de los dioses el que así parezca a los hombres de todos
los pueblos y de todos los géneros. De poco peso en sí mismo, es además falso. ¿De dónde
conoces las opiniones de todos los pueblos? Creo, en efecto, que existan muchos tan crueles por
ignorancia, que no haya entre ellos idea de los dioses. ¿Y qué? Diágoras, llamado el ateo, y
después Teodoro, ¿no han excluido abiertamente la divinidad? (ClCER., De la nat. de los dioses, I,
62-63). Considerabas un serio argumento que todos creyesen en los dioses inmortales... ¿Os
agrada, entonces, juzgar cosas tan graves con la opinión de los estultos, vosotros, especialmente,
que los llamáis insanos?”2

Otro filósofo escéptico fue Enesidemo (siglo I A.C.), este pensador desarrollará toda una serie de
argumentos conocidos como tropos en los cuales se intenta mostrar que la sensación es variable
y relativa, por lo cual no podía ser una fuente segura de conocimiento ni criterio de verdad, como
proponían estoicos y epicúreos.

Los argumentos son diez, aquí desarrollaremos algunos:

De los animales- La sensación varía de especie en especie. Los diferentes animales (incluido el
ser humano) perciben en forma diferente el mundo y los objetos en general, no se puede decir que
la percepción de una especie, por ejemplo el ser humano, sea superior a la de otras, incluso
algunos sentidos parecen estar más desarrollados en algunos animales, por lo cual se debe
suspender el juicio.

De los seres humanos- Los diferentes seres humanos perciben los mismos objetos de forma
diferente: lo que para unos es agradable no lo es para otros, mientras para unos hace calor para
otros hace frío o está templado, lo que para algunos es muy dulce para otros no lo es. No se
puede sostener que la percepción de un ser humano sea superior a la de otro, por lo cual se debe
suspender el juicio.

Diversificación sensorial- No sólo es variable la sensación de especie en especie y de ser humano


en ser humano, sino que diferentes sentidos de una misma persona perciben el mismo objeto en
forma diferente: el perfume que es agradable al olfato, es desagradable al gusto; objetos que

2 Cicerón citando a Carnéades en Mondolfo, Rodolfo, “EL Pensamiento Antiguo”, Ed. Losada, Buenos Aires.
parecen tener tres dimensiones a los ojos, son bidimensionales al tacto; alimentos que tienen un
olor que no es agradable al olfato, pueden ser agradables al gusto como algunos quesos, por todo
lo cual se debe suspender el juicio.

De las circunstancias- También varía la percepción de los mismos objetos según las
circunstancias en las cuales se encuentre la persona: los mismos objetos no son percibidos igual
cuando la persona está sana o enferma, deprimida o alegre, sobria o ebria, etc. Alguien que está
pasando por un muy mal momento anímico tenderá a ver todo mucho más negativo que cuando
se encuentra feliz, cuando estamos enfermos nos desagradan alimentos que nos agradan cuando
estamos sanos, etc. Esto nos conduce también a la suspensión del juicio.

De las opiniones, las leyes y las costumbres- Lo que es considerado bueno por unos pueblos no lo
es para otros, las opiniones sobre lo que es bueno y malo son de las más variables, no se puede
saber si existe algo bueno o malo en si mismo, por lo cual corresponde suspender el juicio.

El escéptico Agripa (Siglo I a.C,) sostendrá que no es posible fundamentar ninguna afirmación, por
lo cual debemos suspender el juicio. Mientras que Enesidemo se dirigía más que nada a las
sensaciones y los sentidos, Agripa apunta sus argumentos contra la razón.

Para Agripa, si intentamos fundamentar una afirmación, debemos dar una prueba, pero esta
prueba requiere a su vez otra prueba y esta otra, y esta otra...por lo cual caeríamos en un “regreso
hacia el infinito”. Pero como no es posible seguir hasta el infinito, si se le sigue exigiendo pruebas
a lo que ellos denominan dogmáticos, el mismo va dar una afirmación como verdadera sin
probarla, lo cual no es aceptable para Agripa, puesto que se toma una hipótesis como verdadera
sin probarla, por lo cual caeríamos en una falacia que el llama “de la hipótesis”. La otra posibilidad
es que caiga en un “Circulo vicioso”, por el cual la afirmación – llamémosla A - se prueba con otra
afirmación -B-, y esta Afirmación B con la A. Por lo cual, siempre que intentemos probar una
afirmación caeremos: (1) en un “regreso al infinito”, que no es posible; (2) en el argumento “de la
hipótesis”, por el cual se da como verdadera una afirmación sin probarla; o (3) en un círculo
vicioso, donde dos afirmaciones conforman una circularidad en la cual ninguna de las dos es
probada.

Por último, los escépticos decían sobre los razonamientos de tipo inductivo (que van de lo
particular a lo general y cuyas conclusiones son probables):

“Me parece que también es de fácil refutación el proceso de la inducción. Porque pretenden, en
efecto, por medio de ella, fundar lo universal partiendo de los particulares, lo harán o recurriendo a
todos los particulares, o a algunos: pero si lo hacen sólo sobre algunos, la inducción no será
segura, pudiendo contrastar a lo universal algunos de los particulares dejados de lado en la
inducción; si lo hacen sobre todos, intentarán lo imposible, siendo los casos particulares infinitos y
sin limites. De allí que en ambos modos supongo que es posible que suceda que la inducción
vacile (ib., 204).”3

Brochard, Victor, Los Escépticos, Ed Losada, Buenos Aires, 1945.

Caño Guiral, J. La filosofía Helenística. Publicaciones de la Facultad de Humanidades y Ciencias,


Montevideo, 1989.

Castany Prado, Bernat, “Breve historia del escepticismo”, España, 2007 en


http://www.konvergencias.net/castanyprado143.pdf

Epicuro, “Carta a Meneceo” en http://www.uruguaypiensa.org.uy/imgnoticias/676.pdf

3 Sexto Empirico, citado por Mondolfo Rodolfo en op. Cit., p. 509.


García Gual, Carlos y Imaz, María Jesús, “La filosofía helenística: éticas y problemas”, Ed. Cincel,
1986, Bogotá.

Gómez Espíndola, Liliana, “Primeros desarrollos de la toería estoica del destino”, Colombia, 2012
en http://www.scielo.org.co/pdf/ef/n45/n45a04.pdf

Seneca, “Sobre la providencia” en http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/s/Seneca


%20-%20Sobre%20la%20providencia.pdf

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