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Enrique tenía la esperanza que Pedro fuera una distracción para Efraín mientras

que él se encontrara ausente, puesto que no se podía mover de la cama porque


su pie estaba tan hinchado que su forma se había perdido. En esa noche de luna
llena ambos se inquietaron, ya que sabían que había llegado la época donde su
abuelo se volvía irritable.
Al siguiente día enrique se encontraba resfriado y don Santos presentía lo que iba
a pasar, sin embargo prefirió callar y preguntarse ¿quién se hará cargo del
alimento de Pascual, con ambos niños enfermos? Preocupándose más por su
cerdo que por sus dos nietos, dado que el apetito del animal iba creciendo a
medida que ganaba peso. Pero su desesperación empezó cuando al segundo día
enrique no se podía parar de la cama. Enojado empezó a gritarles improperios y
afirmaba que él podía encargarse de su animal, pero cómo sanción no les daría de
comer hasta que ellos se levanten a trabajar. Su plan de encargarse él mismo del
cerdo se vio afectado a su falta costumbre para caminar por el asfalto y al ser
demasiado lento, a tal punto que la baja policía lo atrapaba, no le quedó más que
rendirse.
Empezaron unos días angustiosos para todos, los dos infantes ya no tenían
alientos para quejarse y don Santos no hallaba que darle de comer a su animal,
así que se limitaba a caminar por los pasillos y asomarse para ver a Efraín y
Enrique cómo los culpables del hambre de Pascual, a veces cuando hacia su
almuerzo, traía de la huerta alguna lechuga o zanahoria y se las tiraba a los
jóvenes para hacer más difícil su castigo. El abuelo cansado de la situación,
apenas empezó a amanecer levantó a golpes a sus nietos para que iniciaran
nuevamente con su trabajo, a lo cual enrique insistió en ir solo, aún débil recogió
las cuatro cubetas e inició su camino dejando en casa a su amigo Pedro para que
cuide de Efraín. Cuando ya tenía lleno sus cubos emprendió el viaje a casa,
caminaba feliz entre su mundo de perros y fantasmas. Al llegar pudo notar una
extraña calma que traía consigo malos presentimientos, al entrar pudo observar al
abuelo al lado del chiquero sin inmutarse por la presencia y fue ahí cuando Efraín
le contó que Pedro había mordido al abuelo y él le pegaba con la vara y escucho
cómo el perro aulló, enrique desesperado le preguntó a don Santos por el perro, y
dirigió su mirada hacia Pascual y vio cómo estaba devorando lo que quedaba de
Pedro. Buscando respuestas tomó de la camisa a su abuelo y el reacciono
dándole una cachetada a Efraín que lo mandó al suelo. Enfurecido tomó la misma
vara con la que se le pegó a Pedro y atacó al abuelo propinándole una herida en
su pómulo. Enrique arrepentido por lo que acababa de hacer tiró la vara y don
santos dio un paso atrás y resbaló, ya que su pata de palo tocó la tierra húmeda,
cayendo de espaldas al chiquero. Enrique se acercó para observarlo y notó su
pata de palo quebrada, su boca abierta y sus ojos desesperados buscando a
Pascual. Lentamente se fue alejando para ir a buscar a su hermano y aprovechar
la oportunidad e irse de ese lugar, Efraín solo se limitaba a preguntar dónde irían y
enrique sin saber la respuesta ayudó a su hermano a pararse y tomándolo de
ambos brazos salieron de ahí, dándose cuenta que la ciudad ya se encontraba
despierta.

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