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CORAZÓN OSCURO

Ella…
Existen mil maneras para definirla…
Ella era tan oscura como el cielo nocturno en una noche sin luna ni estrellas.
Ella era tan fría como el glacial más antiguo de Antártida.
Ella era tan hermosa, cínica e inteligente como la más salvaje de las víboras pero más allá
de todo… Yo estaba metido en un gran lío pues le pertenecía.
CAPÍTULO 1
Ethan, 3 años de edad:
Oscuridad…
Eso era lo único que mi vista aún humana captaba a mí alrededor pero yo sabía que allí,
en aquella fría y oscura habitación a la que mis padres, estando aterrados y pálidos como
el papel, me habían arrastrado, había otra persona.
Tal vez físicamente solo tuviese tres años de edad pero la mentalidad de mi especie era
mucho más avanzada que la de un humano y yo no era tonto. Mis padres estaban
aterrados por la persona que se encontraba en aquella habitación cobijada bajo el manto
de las más fúnebres tinieblas y yo solo pensaba en qué demonios estaba haciendo allí.
-Calla tus pensamientos, niño, es molesto- resonó en la habitación logrando que me
sobresaltara al escuchar una voz distorsionada que no me permitía apreciar si mi
acompañante era hombre o mujer pero presentía que pronto lo averiguaría.
Aquella voz, a pesar de sonar gentil, me transmitió un sentimiento escalofriante y eso fue
confirmado cuando un aura oscura y poderosa comenzó a cernirse sobre mí de forma
posesiva y agresiva.
Curiosamente, me sentí atraído hacia esa oscura aura como si algo muy dentro de mí
deseara fundirse con el dueño o la dueña de aquella voz escalofriante. Mi corazón dio un
vuelco antes de proseguir con latidos acelerados deseando algo sin saber qué
exactamente mientras un ligero olor a frutos rojos llegaba hasta mis fosas nasales como
un perfume fragante del que deseaba más y más.
-¿Quién eres?- pregunté estúpidamente con la voz tan suave como la de cualquier infante
de mi edad y por alguna razón un escalofrío recorrió mi columna vertebral de tal forma
que me estremecí fuertemente.
-Confórmate con saber que me perteneces, niño- habló de manera pausada como si
quisiera que me grabara aquellas palabras a fuego, pero entonces, me molesté y sin
embargo, muy en el fondo, me gustó que esa persona afirmara tal hecho.
Estaba sumamente confundido y ese olor dulce me tenía atontado.
-No te pertenezco- le debatí rápidamente y pronto me sentí ahogado.
Era como si un gran peso cayera sobre mí de sopetón mientras una mano suave de finos
dedos se enroscaba en mi cuello para apretarlo hasta anhelar el oxígeno y patalear
porque me soltara.
Una mujer. Aquella persona que me acompañaba en la habitación era una mujer y lo sabía
gracias a su mano de finos dedos y a esas largas uñas que se enterraban en mi piel hasta
que un líquido espeso y caliente comenzó a esparcirse por mi pecho.
-Eso no lo decides tú- escupió enojada y en ese momento sentí un terror tan arrasador que
heló mi sangre de manera inmediata.- Yo desearía que nunca hubieses nacido pero aquí
estás, como una maldita broma pesada- yo estaba aún más confundido, eso sin duda,
pero no tenía tiempo para pensar en ello cuando ella aún apretaba mi cuello con fuerza
logrando levantarme del suelo con una gran facilidad.- Recuerda esto, niño: apártate de
tus amigos o morirán frente a tus ojos.
-No- balbuceé como pude y me volví a estremecer al escuchar su cínica risa.
-Odio compartir- me ronroneó a oído y quise gritar cuando un dolor agudo comenzó a
recorrer mi cuerpo centrándose en la parte izquierda de mi cadera en tanto el crujido de la
tela me daba aviso de que había sido víctima de las garras de aquella mujer. Lloraba,
gemía y gritaba debido al dolor tan agonizante que sentía con el paso de los segundos y
que se incrementaba cada vez más hasta llevarme al borde de la inconsciencia.- No lo
olvides. Eres mío y lo que me pertenece lo vigilo con gran recelo.
Pronto me di cuenta de que había sucumbido ante la penumbra de la inconsciencia.
¿Quién demonios era esa mujer? No tenía idea pero algo muy dentro de mí me decía que
no pasaría mucho para que lo descubriera y por muy extraño que sonara quería volver a
encontrarme con ella.
****
Ethan, 6 años de edad:
Lloraba desconsoladamente frente al féretro color perla que contenía el cuerpo de mi
mejor amiga luego de ser destrozada por, según los médicos, un animal salvaje.
Ellos no sabían nada.
La muerte de mi mejor amiga pesaba en mi alma pues yo le había pedido que me
acompañase al bosque para recoger frutos silvestres pero en cierto momento, uno que
había esperado por mucho tiempo, al fin me atreví a dejar mi primer beso en los labios de
la niña que tanto me gustaba, sin embargo, antes de poder besarla sentí que era
arrebatada con gran fuerza de mi brazos y me quedé paralizado al ver una figura
aterradora que sin importar los gritos desesperados de Amalia rasgaba la carne y esparcía
su sangre frente a mí con gran entusiasmo. Era como si hacer aquello excitara sus
sentidos.
-Te lo advertí, niño-escuché a mis espaldas y me giré aterrado sin importar que las
lágrimas bajaran por mis mejillas- me perteneces solo a mí.
Y entonces… me desmayé.

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