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Arendt ¿Qué es la política?

Por lo tanto, si esperar milagros es un rasgo del callejón sin salida a que ha ido a parar nuestro
mundo, de ninguna manera esta esperanza nos saca del ámbito político originario. Si el sentido de
la política es la libertad, es en este espacio —y no en ningún otro— donde tenemos el derecho a
esperar milagros. No porque creamos en ellos sino porque los hombres, en la medida en que
pueden actuar, son capaces de llevar a cabo lo improbable e imprevisible y de llevarlo a cabo
continuamente, lo sepan o no. La pregunta de si la política tiene todavía algún sentido, aun cuando
acabe en la fe en milagros —y ¿dónde debería acabar, si no?—, nos conduce inevitablemente de
nuevo a la pregunta por el sentido de la política. P. 66

Ser libre y vivir en una polis eran en cierto sentido uno y lo mismo. Pero sólo en cierto sentido;
pues para poder vivir en una polis, el hombre ya debía ser libre en otro aspecto: como esclavo, no
podía estar sometido a la coacción de ningún otro ni, como laborante, a la necesidad de ganarse el
pan diario. Para ser libre, el hombre debía ser liberado o liberarse él mismo y este estar libre de las
obligaciones necesarias para vivir era el sentido propio del griego schole o del romano otium, el
ocio, como decimos hoy. Esta liberación, a diferencia de la libertad, era un fin que podía y debía
conseguirse a través de determinados medios. El decisivo era el esclavismo, p. 69

La más importante de estas ideas, que también para nosotros pertenece todavía irrecusablemente
al concepto de política en general, y que por eso ha sobrevivido a todos los virajes de la historia y a
todas las transformaciones teóricas, es sin duda la idea de la libertad. Que política y libertad van
unidas y que la tiranía es la peor de todas las formas de estado, la más propiamente antipolítica,
recorre como un hilo rojo el pensamiento p. 71

Este espacio público sólo llega a ser político cuando se establece en una ciudad, cuando se liga a
un sitio concreto que sobreviva tanto a las gestas memorables como a los nombres de sus autores,
y los transmita a la posteridad en la sucesión de las generaciones. P. 74

Algo bien distinto ocurre con la libertad de hablar los unos con los otros, que en definitiva sólo es
posible en el trato con los demás. ´p. 79

Sin embargo, lo decisivo entonces como hoy no es de ninguna manera que cada cual pudiera decir
lo que quiera, o que cada hombre tenga el derecho inherente a expresarse tal como sea. Aquí de
lo que se trata más bien es de darse cuenta de que nadie comprende adecuadamente por sí
mismo y sin sus iguales lo que es objetivo en su plena realidad porque se le muestra y manifiesta
siempre en una perspectiva que se ajusta a su posición en el mundo y le es inherente. Sólo puede
ver y experimentar el mundo tal como éste es «realmente» al entenderlo como algo que es común
a muchos, que yace entre ellos, que los separa y los une, que se muestra distinto a cada uno de
ellos y que, por este motivo, únicamente es comprensible en la medida en que muchos, hablando
entre sí sobre él, intercambian sus perspectivas. Solamente en la libertad del conversar surge en
su objetividad visible desde todos lados el mundo del que se habla. P. 79

En este sentido política y libertad son idénticas y donde no hay esta última tampoco hay espacio
propiamente político. Por otro lado los medios con que se funda este espacio político y se protege
su existencia no son siempre ni necesariamente medios políticos. P. 79
. Del mismo modo que la liberación de la labor y de la preocupación por la vida eran presupuesto
necesario para la libertad de lo político, la liberación de la política lo era para la libertad de lo
académico. P. 81

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