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Del recorrido anterior por las temáticas que vinculan globalización y territorios con la teoría y

práctica del desarrollo, surgen algunas conclusiones que es necesario destacar. En primer
lugar, se pone en evidencia que se trata de una temática nueva, en la cual las transformaciones
del mundo real preceden e interpelan a la teoría. Las respuestas desde la teoría, aún
incipientes, convergen en el intento de construir una comprensión interdisciplinaria de los
nuevos procesos, ante la inutilidad de las lecturas reduccionistas. La globalización es un
cambio sistémico que abarca todas las dimensiones de la sociedad: económica, sociocultural,
política. Los efectos directos de la globalización se perciben en la emergencia de un conjunto
de sistemas globales, que operan en un espacio mundial de flujos y comunicación, bajo la
lógica de la descentralización integrada. La reestructuración es la resultante compleja del
impacto de los sistemas globales sobre los territorios, del ascenso de los sistemas de
producción y regulación flexible y de la expansión de la condición cultural postmoderna. Este
conjunto de impactos se superponen, mezclan y/o sustituyen a las estructuras territoriales
preexistentes, dando como resultado un nuevo espacio «de geometría variable». El debate
contemporáneo, más allá de visiones que pueden resultar ingenuas o reduccionistas, conduce
a establecer con claridad que en la reestructuración global de la economía coinciden, en el
mismo tiempo histórico, procesos que obedecen a lógicas diferentes, dando como resultado
una geografía económica más compleja y diversificada. A la complejidad de los procesos de
reestructuración corresponde también una complejidad de los efectos y manifestaciones
territoriales. El modo de desarrollo territorial se sitúa así en la encrucijada de los megaprocesos
y las historias y estrategias locales. El diseño de estrategias en la fase de transición asume un
alto valor político, en la medida en que está en juego un abanico de opciones, y no un mero
determinismo tecnológico. La globalización puede leerse como una amenaza para el desarrollo
de los territorios concretos. Amenaza de consagrar el subdesarrollo, de consolidar la exclusión,
o de propiciar un «maldesarrollo» contrario a los intereses de la sociedad local. En particular, la
globalización amenaza a las viejas unidades territoriales, países, regiones o ciudades, con
inducir la fragmentación, el desmembramiento, la desintegración económica y social. Esta
fragmentación es una consecuencia potencial de la diferente inscripción en el sistema global
alcanzada por distintas partes del territorio y por distintos sectores sociales. Pero la
globalización, asociada con el tránsito entre paradigmas tecno-productivos, puede también ser
vista como una oportunidad para el desarrollo de los territorios: por un lado la globalización
permite a ciertos territorios un acceso más abierto a recursos y oportunidades globales, en
relación con tecnología, capital y mercados; por otro, la globalización y la transición en los
modos de desarrollo supone para ciertos territorios una valorización o revalorización de
recursos endógenos latentes de fuerte inscripción territorial, y les permite reposicionarse en el
espacio global; y finalmente la globalización abre nuevas posibilidades para la formación o
acceso a redes interterritorios (redes de ciudades, regiones virtuales) por parte de las entidades
subnacionales. Hay una fuerte revaloración de las relaciones sociedad-cultura-economía-
territorio, que habían sido descuidadas por la ortodoxia de la planificación en el ciclo
ascendente del fordismo. Se jerarquizan la cultura y de la organización social como factores y
metas claves para el desarrollo territorial, asociadas a la construcción o reforzamiento de un
medio innovador, como formación territorial capaz de proveer el contexto de las redes
interempresariales que protagonizan la innovación tecno-económica. El mesonivel
socioterritorial se concibe precisamente como una trama de relaciones localizada y socialmente
construida, mediante procesos cuyo éxito no está garantizado de antemano para cualquier
tiempo y lugar. En el mesonivel se establece una relación sinérgica entre redes
interempresariales (concepto funcional-organizativo) y medios de innovación (formación
territorial histórica). Las redes de ciudades y las regiones virtuales constituyen dispositivos
privilegiados de la nueva geografía económica en el espacio globalizado, verdaderos
«territorios discontinuos» en los que predominan las relaciones de cooperación en beneficio de
la inserción global de cada componente. En conjunto, las nuevas orientaciones estratégicas
suponen una revalorización de la oferta territorial específica, y a la vez un impulso al
protagonismo del sistema de actores local y regional. La competitividad tiene una base
territorial específica, y se construye socialmente mediante la articulación de los niveles local y
global dentro de cada país, lo que requiere de las políticas una atención específica a las
estructuras y dinámicas interinstitucionales en el nivel meso. El impulso dado a la planificación
y gestión estratégica, como método capaz de sustentar el diseño de estrategias en un entorno
crecientemente complejo e incierto, apoyado en la prospectiva y en la concertación público-
privada, surge como uno de los rasgos más característicos del planeamiento territorial más
reciente. La prospectiva es una herramienta central para el diseño estratégico. Su finalidad no
es predecir el futuro, sino explorar futuros posibles a efectos de clarificar decisiones y
prioridades presentes. Además la prospectiva contribuye a la «construcción del futuro» que
comienza con su imaginación técnica, social y política. Las estrategias territoriales requieren
fundarse en estudios prospectivos realizados desde los territorios y para los territorios, abiertos
a la comprensión de las dinámicas, restricciones y oportunidades globales. . La práctica de la
planificación estratégica, partiendo de una evaluación cuidadosa de las condiciones del entorno
y de un análisis de las fortalezas y debilidades de la organización (en este caso un «territorio
organizado»), conduce a la identificación de los desafíos clave para el diseño de estrategias. La
planificación y gestión estratégica suponen también un proceso de definición y construcción del
sujeto territorial (necesariamente socio-gubernamental y públicoprivado), a partir de procesos
de concertación y negociación, no ajenos al conflicto sobre metas, protagonismos y acciones.
Finalmente, la principal conclusión sustantiva es que los territorios en la globalización no son
menos sino más importantes, como factor de desarrollo, aunque se trate a menudo de
territorios a reinventar y a reconstruir. La contrapartida es la necesidad más urgente que nunca
de estrategias territoriales que sean en sí mismas innovadoras y asuman los nuevos desafíos
del escenario globalizado.

En el desarrollo de la relación entre las categorías de “territorio” y “ambiental” desde la


perspectiva trasversal del componente ambiental para su tratamiento interdisciplinario,
unificó conceptualmente la terminología que permitió construir las propiedades y
dimensiones donde emergen las acciones/interacciones humanas de los espacios
pasivos como productos de la producción, el territorio es supraordenado de las
propiedades geográfica, política y económica, es así que los ecosistemas no conocen
de fronteras geopolíticas. El planteamiento inicial de análisis se centraba en el POT de
Bucaramanga de 2008, pero cuando se desarrollaba la investigación surge el POT de
segunda generación de 2014, lo que genera una indagación paralela entre los dos
instrumentos de planeación del municipio de Bucaramanga, tomando como ejes del
proceso los sistemas estructurantes del territorio y la estructura ecológica. El sistema
estructurante del territorio no diferencia la transversalidad del componente ambiental,
evidenciado en la efectividad de la gestión ambiental regional, debido al aislamiento
institucional de las autoridades ambientales, la desarticulación con actores regionales y
falta de estudios e investigaciones ambientales adecuadas a las necesidades de los
ciudadanos. La evolución de formación de espacios lleva a la “dignificación del espacio
público” migrando de la calidad ambiental al equilibrio de espacios público/construidos;
tomándose el municipio de Bucaramanga como eje estructurante del territorio
abrogando a los demás municipios del AMB, en pro de la inclusión de escarpas como
suelos rurales, las cuales son parte del DRMI. Se presenta dentro de los instrumentos
articuladores de POT 2014, las dos leyes planteadas por Aprile-Gniset (1992), la de
planificación del espacio social desde la visión autoritaria normativa y la del cambio
violento dado por los asentamientos humanos. El componente ambiental del POT y la
realidad del territorio en su proceso de desarrollo urbanístico: estudio de caso
Bucaramanga 90 La investigación arroja la necesidad de armonizar el sistema
estructurante de espacio público, en la dimensión red de parques, en especial la
categoría axial a escala metropolitana, puesto que en este aspecto se continúa
mezclando el tratamiento urbanístico con el manejo ambiental y la clasificación del
Territorio. Se resalta el hecho de la desarticulación institucional, que va en contravía del
principio de colaboración armónica para el logro de los fines máximos del Estado, en
contravía del código deontológico de la administración pública en materia ambiental
dado en el principio de precaución. Desde el análisis planteado emerge la propuesta
del sistema de indicadores socio-ambientales para Bucaramanga, que permite
operativizar el SIGAM de Bucaramanga y sus elementos estructurales: Plan Ambiental
de Bucaramanga – PAB y la Agenda Ambiental de Bucaramanga – AAB, generando la
construcción de categorías socio-ambientales y las acciones e interacciones de las
tendencias ambientales urbanas y capacidades de la participación ciudadana que
generan planes reales dinámicos de gestión del POT en pro de la sostenibilidad y el
estado de la calidad de vida de los habitantes del área metropolitana de Bucaramanga.
El modelo propuesto plantea la difusión inicial, y el análisis, desagregación y selección
de los indicadores y su validación, tomando como soporte los indicadores desarrollados
en la Agenda ambiental municipal de Bucaramanga. El desarrollo se establece en dos
fases estructurales y articuladas por la Secretaría de Salud y Medio Ambiente de
Bucaramanga. La primera fase aglutina a la AMB y CDMB, que ya cuentan con algunos
indicadores del SINA mediado por un protocolo de flujo de información. Igualmente
vincula a la sociedad civil en medición de percepción ciudadana, como el programa
Cómo Vamos, con el objeto de seguimiento y evaluación a la calidad de vida en las
ciudades, lo cual contribuirá al desarrollo de gobiernos efectivos, transparentes, de
ciudadanías más informadas, responsables y participativas. La segunda en el
establecimiento de una visión futura de los fenómenos sometidos al análisis donde se
manejan las categorías axiales que serán objeto de los ambientales en los espacios
activos y pasivos del municipio. El componente ambiental del POT y la realidad del
territorio en su proceso de desarrollo urbanístico: estudio de caso Bucaramanga 91 El
sistemas de indicadores socio-ambientales para Bucaramanga, permitirá una
oportunidad de dignificación del espacio dentro del componente ambiental del POT y la
realidad del territorio en su proceso de desarrollo urbanístico; en tal sentido se
cumplirían las disposiciones constitucionales del rompimiento de la matriz órgano-
función dando alcance al principio de colaboración armónica entre entidades del Estado
y el bloque de constitucionalidad en materia ambiental en sus máximos axiológicos

1……Comprender la situación de Colombia en materia de ordenamiento, considerando


que este es un país agobiado por una violencia histórica enfocada hacia el control y
dominio territorial, ya sea por afán de lucro o simplemente por control político, es un
proceso que debe realizarse consustancialmente con los hechos históricos que la
acción humana desarrolla en su afán de adaptabilidad territorial, y que a través del
tiempo lo construye social, política y culturalmente en la búsqueda de un modelo
equilibrado.
2……..Como ya dijimos, nuestra especie, Homo sapiens, pertenece al grupo de los
primates, que han estado asociados con las selvas de tipo tropical casi desde su origen
en el Cretácico, hace más de 65 millones de años, donde aparecieron algunos
pequeños mamíferos que vivían en los árboles. A los humanos se nos clasifica entre
los hominoideos, donde se incluyen los llamados simios antropomorfos (de forma
humana) como los chimpancés, los gorilas, los orangutanes y los gibones. De éstos,
nuestros parientes más cercanos son los chimpancés, luego los gorilas, y mucho más
alejados los orangutanes y gibones. Los hominoideos florecieron en el Mioceno, entre
25 y 5 millones de años atrás. Nuestro antepasado más antiguo, que fue descubierto
apenas en 1994, Australopithecus ramidus, apareció entre cinco y siete millones de
años atrás en África, y marca la separación de nuestro linaje del de los chimpancé

3……La complejidad de los movimientos humanos en África hace de los mismos un


elemento determinante en la evolución de las sociedades del continente del Sur. Los
desplazamientos ancestrales bajo un marcado tinte tradicional, intrínseco al modo de
vida africano, desaparecen para dejar paso a otros de carácter no voluntario, cuando
no forzoso, marcado por el instinto de supervivencia ante crisis agudas. El continente
africano queda redefi nido por la distribución poblacional no natural que desobedece las
reglas del mercado. En este contexto actual y precisamente porque las cuestiones
poblacionales —la incorrecta gestión de la población y sus recursos— encierran las
principales causas de la inestabilidad en África, esto es: de su pobreza y de gran parte
de sus confl ictos recurrentes; el presente capítulo quiere revelar algunas claves de la
movilidad humana del continente que ayuden al lector a proyectar escenarios futuros
de confrontación y, sobre todo, a delimitar la inestabilidad regional a partir del análisis
de un fenómeno que no siempre ha sido tratado globalmente. Así pues, el centro de
gravedad y punto de mira de la inestabilidad regional lo ostentan aquí las dinámicas
poblacionales y, en particular, las migraciones africanas .
.2 Descentralización en Colombia

Para entender cómo han operado estas trasformaciones en el caso colombiano, se tiene
como punto de partida los últimos años de la década de 1970, momento en el que se
pusieron en marcha los procesos de descentralización administrativa para modernizar
el aparato estatal y reducir las disparidades regionales. Este proceso tuvo su punto
máximo mediante la apertura económica llevada a cabo en el país a comienzos de la
década de 1990. El objetivo fundamental de este proceso fue democratizar el acceso al
poder y darle vida a las expresiones políticas de carácter regional, elementos
fundamentales del pacto constituyente de 1991 que fundó las bases para integrar las
regiones (Restrepo, 2004).

Restrepo (2004) resalta que la descentralización implicó aciertos en materia de


política social, específicamente en salud y educación, empero, enfatiza que tras 20
años de apertura han aumentado las disparidades regionales, es decir, que se
fortalecieron las principales ciudades capitales en detrimento de aquellas cuyo papel
regional era marginal.

Al referirse a la descentralización, Restrepo (2014) explica que las formas espaciales


que adquiere el Estado en el territorio condensan las contradicciones entre este y la
sociedad, así como las pugnas por el poder político regional. Lo anterior, permite
entender cuál ha sido el papel del proceso de apertura económica y de la
descentralización en Colombia, pues, por una lado aparece el Estado desregulando los
mercados, privatizando las instituciones y los bienes comunes, y flexibilizando el
empleo y, por el otro se configuran las resistencias sociales que están en el territorio y
que reaccionan a las acciones del Estado.

La descentralización fue, en principio, una forma de democratizar los escenarios


políticos dando paso a una pluralidad de actores, lamentablemente, estos procesos
fueron cooptados rápidamente por la fuerza del conflicto armado que, de la mano de
la élite política de las regiones, se adaptó a la nueva dinámica de poder regional,
específicamente de la mano, tanto de actores subversivos, como antisubversivos
(Restrepo, 2004).

Además de esto, el modelo fallido de ordenamiento territorial que se intentó


establecer con la Constitución de 1991 dejó un vació normativo que, sumado a la
debilidad institucional en las regiones, consolidó, de la mano del capital transnacional,
las elites regionales y los actores armados, un modelo de ordenamiento territorial de
facto que organizó las relaciones espaciales del país en función de los procesos
agroindustriales latifundistas, ganaderos y extractivos de gran envergadura (Centro
Nacional de Memoria Histórica, 2013).

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