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Miles de familias y jóvenes en Centroamérica se ven obligados a huir de la violencia e inseguridad crónicas en sus países, realizando peligrosos viajes para encontrar refugio. Además de las personas lesbianas, gays, transgénero e intersexuales que huyen de la persecución. Aunque algunos han podido comenzar nuevas vidas gracias a políticas de regularización, la creciente afluencia está sobrepasando la capacidad de acogida local. Organizaciones humanitarias brindan apoyo vital
Miles de familias y jóvenes en Centroamérica se ven obligados a huir de la violencia e inseguridad crónicas en sus países, realizando peligrosos viajes para encontrar refugio. Además de las personas lesbianas, gays, transgénero e intersexuales que huyen de la persecución. Aunque algunos han podido comenzar nuevas vidas gracias a políticas de regularización, la creciente afluencia está sobrepasando la capacidad de acogida local. Organizaciones humanitarias brindan apoyo vital
Miles de familias y jóvenes en Centroamérica se ven obligados a huir de la violencia e inseguridad crónicas en sus países, realizando peligrosos viajes para encontrar refugio. Además de las personas lesbianas, gays, transgénero e intersexuales que huyen de la persecución. Aunque algunos han podido comenzar nuevas vidas gracias a políticas de regularización, la creciente afluencia está sobrepasando la capacidad de acogida local. Organizaciones humanitarias brindan apoyo vital
La difícil decisión que deben tomar miles de familias y jóvenes en Centroamérica es
huir o morir. Ellos se ven obligados a dejar sus hogares y poner sus vidas en riesgo al realizar peligrosos recorridos, solo para poder encontrar a un lugar seguro para vivir. A menudo llevan solamente la ropa que tienen puesta, cargando serios traumas y con urgente necesidad de recibir apoyo. Un creciente número de personas de Centroamérica se están viendo obligadas a dejar sus hogares. Las personas lesbianas, gays, transgénero, e intersex, conocidas colectivamente como LGBTI, también están huyendo de la persecución. Muchas otras personas se desplazan dentro de su propio país o han sido deportadas de vuelta a sus países, a menudo llegando a situaciones de peligro. En mi opinión con nuevas políticas regularizaran su estadía y permitir su rápida integración, miles de personas han podido comenzar de nuevo sus vidas. Sin embargo, el creciente número de personas en busca de un lugar seguro está sobrepasando la capacidad de las comunidades de acogida, lo que limita los servicios, ya sobrecargados, que también sirven a la población local. Pero por otro lado la creciente situación de violencia e inseguridad crónicas, junto a restricciones relacionadas al COVID19, están exacerbando las dificultades y la persecución para decenas de miles de personas en América Central, quienes ahora tienen limitadas oportunidades de encontrar protección y cubrir sus necesidades básicas. Toda persona tiene derecho a vivir en condiciones de seguridad. Nadie debe ser obligado a dejar todo atrás, a enfrentar tragedias insondables o incluso a perder su vida, para encontrar un lugar seguro. Quienes temen la violencia y la persecución en su país de origen tienen derecho a buscar asilo, y trabajamos incansablemente en Centroamérica para que puedan hacerlo. El hecho de que otras agencias humanitarias y de desarrollo lleguen a todas las personas en los países de origen, incluso a través de programas que buscan capacitar a las personas desplazadas internas, niños, mujeres, deportados con necesidades de protección, personas LGTBI y otras personas afectadas por la violencia es una acto que brinda apoyo vital y subsidios en efectivo para ayudar a las personas desplazadas a sobrellevar la situación. Además, la integración local de los refugiados y solicitantes de asilo en sus países de acogida y les ayuda a utilizar sus habilidades o aprender otras nuevas. También estamos invirtiendo en esfuerzos para frenar la xenofobia y promover la convivencia pacífica entre los desplazados y quienes les acogen.