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La fantasía de la individualidad.

Sobre la construcción sociohistórica del sujeto


moderno es un libro de Almudena Hernando, publicado en 2012, que realiza una
explicación sociohistórica de las diferencias que actualmente presentan las
identidades de hombres y mujeres en el mundo occidental.1

Pensamiento
La investigación histórica se desarrolla sobre la tesis de que la disociación
razón-emoción constituye la clave del orden patriarcal y de las trayectorias
identitarias de hombres y mujeres, a partir de la cual se han conformado sus
relaciones de género e identidades diferenciadas.2 Para ello, se servirá del
análisis del comportamiento de los bonobos, especie, según la autora, con la que
compartimos más rasgos que con el chimpancé común.3

Hernando defiende que la individualidad es una fantasía, ya que la razón y la


emoción van juntas. No existe el individuo si no existe la sociedad y no es posible
la racionalidad separada de la emotividad, puesto que es el sentimiento de
pertenencia a un grupo lo que da seguridad y razón de ser al individuo. El
patriarcado no forma parte del orden natural, sino que es producto de una
construcción cultural.3

La dispar trayectoria identitaria de hombres y mujeres enlaza con la afirmación de


que la disociación “razón-emoción” constituye la clave del orden patriarcal, ya que
fue la progresiva diferenciación entre la especialización de los hombres en la
racionalización del mundo y la de las mujeres en la construcción de los vínculos
emocionales la que ha dado a aquellos el poder.4

Sinopsis
La obra está estructurada en 10 capítulos más uno final, en las que da las
conclusiones derivadas de los anteriores.5

En el capítulo 1 “Planteamientos generales” habla de cómo la “fantasía de la


individualidad” se basa en la creencia de que el individuo es completamente
autónomo respecto de la comunidad y la razón es autónoma e independiente de las
emociones. Esto es una convicción falsa que, sin embargo, sostiene el orden social,
la ciencia clásica y la identidad de los hombres que rigen la sociedad. En el
capítulo 2, titulado “Sexo y género”, sostiene que el concepto de “género” alude
fundamentalmente a las diferencias en el grado de individualización de varones y
mujeres. En “El origen”, capítulo 3, busca el origen del orden patriarcal y lo
vincula al prestigio asociado a las actividades masculinas debidas a su grado de
movilidad y riesgo. El género Homo prolongó los tiempos de desarrollo de sus crías,
lo que originó la dependencia maternal. Así, paulatinamente, comenzó a haber
diferencias de poder.6

En el capítulo 4 “La identidad relacional. O la identidad cuando no se tiene poder


sobre el mundo", la autora desarrolla los tipos de identidades que se conformaron
en la historia, entre los cuales la identidad relacional resulta la propia de las
mujeres y de quienes no tienen “poder sobre el mundo”.2 Y en el capítulo 5 “La
individualidad. O la identidad cuando se posee poder sobre el mundo”, sostiene que
la identidad individual es producto, en principio, de la división sexual del
trabajo, que permitió que los hombres comenzaran a concebirse a sí mismos como
individuos. Definirá en el siguiente “La identidad relacional/identidad
individualizada. La apariencia de las cosas”, tras describir su experiencia con
comunidades indígenas americanas, la “identidad relacional”, donde la persona solo
se concibe a sí misma como parte de una totalidad más amplia, el grupo.6

En el capítulo 7 "La fantasía de la individualidad I: Mujeres e identidad de


género", explica como la adquisición de las habilidades para la lectura y la
escritura permitieron a los hombres avanzar en el proceso de individualización ya
que favorecen los procesos de abstracción. Solo algunas mujeres, pertenecientes a
las élites, las adquirieron en época premoderna y eso supuso para ellas tener que
refugiarse en los conventos para poder conservar su autonomía y libertad. También
surgió paralela a la mayor individuación del varón en la cultura patriarcal
occidental, el culto a la Virgen Inmaculada como modelo ideal de sumisión, de mujer
sin deseos sexuales propios y madre por excelencia.3

En los capítulos 8 "La fantasía de la individualidad II: La actuación


(inconsciente) de la identidad relacional por parte de los hombres" y 9
"Individualidad dependiente e individualidad independiente", analiza cómo los
hombres poseen emociones que no logran controlar o entender y que por eso las
niegan.2

En el capítulo 10, “A vueltas con el sexo y con el género”, Hernando propone una
construcción de una individualidad independiente que marque una ruptura con la
posición de subordinación de las mujeres.6

En el capítulo 11, "Conclusiones", la autora señala el fracaso de la Ilustración


para cumplir con las promesas de lograr desde la razón, un mundo más justo y
emancipado. Heredada de la Ilustración, la “fantasía de la individualidad” implica
creer que la racionalidad y la individualidad son las únicas garantes del progreso,
la libertad y la emancipación. Sin embargo, el resultado de este proyecto son
sujetos cosificados, que niegan las emociones como dimensión central de sus
identidades, y que acaban individualizados, vulnerables y necesitados de sus
comunidades.2

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