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MÓDULO: LA RENOVACIÓN CATÓLICA (II)

Tema 10:
LA REFORMA DEL CLERO, LAS NUEVAS
ÓRDENES RELIGIOSAS Y LA ESPIRITUALIDAD

HISTORIA DE LA IGLESIA MODERNA


Profª. Mª Jesús Fernández Cordero

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T 10 – Reforma del clero, órdenes religiosas, espiritualidad

Índice de contenidos

1. INTRODUCCIÓN. NOTA SOBRE LOS TÉRMINOS ........................................................................... 3


2. EL PONTIFICADO DESPUÉS DE TRENTO ...................................................................................... 4
2.1. PÍO V (1566-1572) ....................................................................................................... 5
2.2. GREGORIO XIII (1572-1585) ......................................................................................... 5
2.3. SIXTO V (1585-1590) ................................................................................................... 6
2.4. CLEMENTE VIII (1592-1605) ......................................................................................... 7
3. EL OBISPO, CLAVE DE LA REFORMA TRIDENTINA ...................................................................... 8
3.1. SAN CARLOS BORROMEO, TIPO DE OBISPO TRIDENTINO ....................................................... 8
3.2. EL OBISPO Y LA REFORMA DEL CLERO. SANTIDAD SACERDOTAL ............................................ 8
3.3. LOS SEMINARIOS ............................................................................................................ 9
4. EL SIGLO XVI: ÓRDENES RELIGIOSAS Y CORRIENTES DE ESPIRITUALIDAD .............................. 10
4.1. ESPIRITUALIDAD Y REFORMAS FRANCISCANAS .................................................................. 11
4.2. LA COMPAÑÍA DE JESÚS (1540) .................................................................................... 12
4.3. LAS CONGREGACIONES DE CLÉRIGOS REGULARES ............................................................. 14
4.4. ÓRDENES DEDICADAS A LOS ENFERMOS .......................................................................... 15
4.4.1. Los Hermanos de San Juan de Dios .................................................................. 15
4.4.2. Los Camilos o Padres de la Buena Muerte ......................................................... 15
4.5. EL ORATORIO DE SAN FELIPE NERI ................................................................................ 15
4.6. LAS ÓRDENES RELIGIOSAS FEMENINAS ............................................................................ 16
4.6.1. El impacto del concilio de Trento en el mundo religioso femenino ..................... 16
4.6.2. Santa Teresa de Jesús y la descalcez carmelita ................................................. 17
4.6.3. Las Ursulinas, orden femenina abierta .............................................................. 18
5. EL SIGLO XVII: ÓRDENES RELIGIOSAS Y MODELOS DE SANTIDAD ............................................ 19
5.1. SANTIDAD Y LAICADO: EL HUMANISMO DEVOTO DE SAN FRANCISCO DE SALES ...................... 19
5.2. LA “ESCUELA FRANCESA” DE ESPIRITUALIDAD: EL CARDENAL DE BÉRULLE Y EL MODELO
SACERDOTAL ...................................................................................................................... 19
5.3. SAN VICENTE DE PAÚL: CARIDAD Y MISIÓN ...................................................................... 20
6. RASGOS DE LA RELIGIOSIDAD POSTRIDENTINA........................................................................ 20
6.1. LA INSISTENCIA EN LA PRÁCTICA SACRAMENTAL ................................................................ 21
6.2. LA CATEQUESIS ........................................................................................................... 22
6.3. LA DIFUSIÓN DEL LIBRO DEVOTO .................................................................................... 23
6.4. LA DIFUSIÓN POR EL ARTE ............................................................................................. 24
BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................................................. 25

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T 10 – Reforma del clero, órdenes religiosas, espiritualidad

1. INTRODUCCIÓN. NOTA SOBRE LOS TÉRMINOS1


El término “Contrarreforma” comenzó a utilizarse a finales del s. XVIII
en el ámbito de la historia del Sacro Imperio Romano Germánico, sobre todo
de historia del derecho; se refería a los cambios confesionales que se habían
producido en el Imperio entre 1555 (Paz de Augsburgo) y 1648 (Paz de
Westfalia) cuando el emperador y los príncipes católicos conquistaban y
recatolizaban territorios en los que anteriormente se había impuesto la
Reforma protestante. En 1648 se definirían definitivamente las fronteras
confesionales. En el s. XIX este término ganó difusión gracias a la obra del
historiador protestante Leopold von Ranke en su historia de los papas. Ranke,
impresionado por el resurgimiento del catolicismo en la segunda mitad del s.
XVI, estuvo también influenciado por el Romanticismo.
A finales del s. XIX, los historiadores católicos comienzan a mostrarse
descontentos con las connotaciones de reacción del término “Contrarreforma”
y la sustituyen por los de “reforma católica o “restauración católica”.
Subrayaron los aspectos positivos y creativos del catolicismo del s. XVI, e
incluso su continuidad con respecto a la espiritualidad medieval. El debate se
prolonga en el s. XX. Y de parte católica se continúa manifestando el
resurgimiento de la espiritualidad en el s. XVI y de las formas de piedad y de
caridad, que no se puede reducir a mera reacción al protestantismo.
Hay que considerar que al término “Contrarreforma” se asocian las
imágenes de la “leyenda negra” elaborada por la historiografía protestante ya
en el s. XVI, en la que los Habsburgo y las armas españolas sostienen a la
Iglesia católica y suprimen la libertad de conciencia. Pero, por otra parte, es un
término resistente.
En los años 60 del s. XX, se entiende que la historiografía debe
restablecer el equilibrio confesional evitando todo tipo de prejuicios.
Además, se amplía el marco cronológico: los orígenes de la reforma católica se
perciben en la España de los Reyes Católicos, mientras que se considera que
esta etapa llega hasta el s. XVIII (con los cambios de la Revolución Francesa).
En los años 70 algunas aportaciones (Wolfgang Reinhard) consideran
que hay que superar la antítesis entre una Reforma, que se suele interpretar
como progresista y moderna, y una Contrarreforma reaccionaria, y proponen
el concepto de “edad confesional”, en la cual podrían ser estudiados en sus
desarrollos el luteranismo, el calvinismo y el catolicismo. Reinhard defiende
además la modernidad en muchos aspectos de la Contrarreforma. De este
modo, se va superando la idea que asocia la modernidad sólo a la Reforma
protestante.
No obstante, la terminología de Reforma protestante, Contrarreforma,
Reforma católica, no ha desaparecido. Últimamente, los aspectos de
Contrarreforma y Reforma católica han quedado incluidos en un más amplio
concepto, el de “Renovación católica”, que pretende abarcar los distintos
matices e ir más allá de la historia europea para tener en cuenta el
cristianismo extraeuropeo.

1 R. Po-Chi Shia, El mundo de la renovación católica, 1540-1770, Akal, Madrid 2010.


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2. EL PONTIFICADO DESPUÉS DE TRENTO


El concilio de Trento no abordó la reforma del Papado, de “la cabeza de
la Iglesia”, sino que tomó medidas orientadas a la reforma de “los miembros” y
dejó que fuera el papado el que realizara la reforma de sí mismo. Esto hizo que
una reforma del papado dependiera de la convicción personal y del grado de
ascetismo de los papas. Después de Trento, en general el tono moral de la
curia fue más ascético y más digno, e incluso un papa –Pío V- llegaría a ser
canonizado. Considerando el papado en el arco temporal de la Edad Moderna,
se pueden distinguir tres etapas2:
 El papado renacentista, con una corte papal mundanizada, contralada
por familias nobles que a menudo suscitaban escándalos, y con un
ambiente cultural renacentista muy interesado en las humanidades y el
arte.
 El papado contrarreformista, de la segunda mitad del siglo XVI, de
tono austero y ascético, volcado en las cuestiones teológicas, en el
desarrollo y la aplicación del concilio de Trento, en el control doctrinal y
la recuperación espiritual.
 El papado barroco, en el que el pontificado es detentado por miembros
de grandes familias italianas que han acumulado experiencia en la corte
papal como juristas, administradores, diplomáticos y cardenales.
El espíritu más reformista al interior del papado se vive en la época del
concilio de Trento e inmediatamente posterior. Hemos visto la elección de
papas reformadores durante el concilio (como Julio III –Juan María del Monte-
o el malogrado Marcelo II – Marcelo Cervini-, ambos legados pontificios en el
concilio), así como hombres rígidamente contrarreformistas, como Paulo IV
(Juan Pedro Caraffa). Los papas posteriores al concilio se caracterizaron por
impulsar su aplicación.
En lo que se refiere al papado mismo, a lo largo de la Edad Moderna se
resalta la continuidad de un proceso institucional que comparte con las
monarquías modernas la evolución hacia el absolutismo monárquico. No hay
que olvidar que en las manos del papa converge el gobierno de la Iglesia
universal con un carácter centralizado y una curia burocratizada y el gobierno
del Estado territorial pontificio. El papa sigue siendo el príncipe de un
Estado italiano y el pastor supremo de la Iglesia universal. Incluso
recientemente se ha afirmado que el papado moderno fue el precursor del
Estado moderno: contaba con un ejército permanente, instituyó impuestos
directos en 1543, creó el primer cuerpo permanente de diplomáticos, centralizó
la administración acabando con la autonomía local y favoreció el
mercantilismo al fomentar el comercio, la creación de industrias y la
construcción de carreteras y puertos.
Dentro de este proceso, la época postridentina (fines del s. XVI y
comienzos del XVII) supone, al hilo de la implantación del concilio, una
reestructuración en el gobierno de la Iglesia. A la muerte de Pío IV en 1565,
el papa que había culminado el concilio de Trento, se van a suceder tres papas
caracterizados por buscar la aplicación del mismo.

2 R. PO-CHIA HSIA, El mundo de la renovación católica, 126.


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2.1. PÍO V (1566-1572)


El primero de ellos es Pío V (Antonio Michele Ghiselieri), uno de los
pocos papas de origen humilde, un dominico austero, que promueve la
reforma de las costumbres en la curia y en la ciudad de Roma:
imponiendo un estilo austero en la primera, y aplicando medidas un tanto
represivas contra la inmoralidad pública respecto a la segunda (contra las
blasfemias, carnavales, espectáculos…); persiguió la usura y creó montes de
piedad. Durante su pontificado, la inquisición intensificó su actuación, al
menos en Italia.
Pero la tarea de mayor importancia consistió en la realización de los
proyectos concretos encomendados por el Concilio: la publicación del
Catecismo romano (1566), conocido también como Catecismo de Pío V o
Catecismo tridentino, compuesto por padres dominicos; del Breviario
romano (1568) y del Misal romano (1570). La implantación del Misal
romano uniformó la liturgia con exclusión de los ritos galicanos, milanés
(ambrosiano) y mozárabe (aunque San Carlos Borromeo protegió el rito
ambrosiano).
En la dimensión pastoral, el mismo Pío V realizó la visita pastoral a
las parroquias y basílicas de Roma, y envió visitadores apostólicos a las
diócesis de los Estados de la Iglesia y de Nápoles.
En el ámbito internacional, consiguió que los decretos tridentinos
fuesen admitidos en el Imperio por la dieta de Augsburgo de 1566, que el
catolicismo se afianzase en algunas regiones centroeuropeas,
especialmente en Baviera, Austria, Hungría, Bohemia y Polonia. Excomulgó
a Isabel I de Inglaterra, aunque su acto, realizado según el espíritu
medieval, tuvo el efecto de afianzar aún más el anglicanismo ligado al
patriotismo y recrudecer la persecución del catolicismo.
Fue importante también durante su pontificado la lucha contra los
turcos. Ante la amenaza de sus flotas, Pío V logró la formación de la Santa
Liga (el papa, Venecia y España), que se enfrentó a la armada turca en la
batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571).
Murió en mayo de 1572 y fue canonizado en 1712.

2.2. GREGORIO XIII (1572-1585)


Gregorio XIII, canonista italiano, había tenido un hijo en su juventud,
pero fue convertido por el influjo de san Carlos Borromeo y, elegido papa,
procuró impulsar la reforma en el mundo católico.
Destaca por haber hecho de las nunciaturas permanentes un
instrumento de difusión de la reforma tridentina: las nunciaturas nunca
habían sido instituciones exclusivamente diplomáticas, pero ahora comienzan
a cumplir funciones de índole más eclesiástica en relación con la reforma,
tanto para introducirla en los países católicos como para orientar la labor
frente al protestantismo en Alemania o Suiza.
Se suele considerar como fecha de comienzo de las “nunciaturas permanentes”
el año 1500, durante el pontificado de Alejandro VI, el papa Borgia, cuando envió a
Venecia un legado pontificio ya no para una misión específica, sino para tareas a
largo plazo; en este caso la finalidad esencial era asegurar la alianza de Venecia con el
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Papado frente a los turcos. Pero la nunciatura permanente se impuso con unas
características y ventajas: la residencia fija en su destino le permitía intervenir más
rápidamente en los asuntos, ahorraba los largos tiempos de viaje y elevados
costes de las legaciones, acumulaba una experiencia que le permitía conocer los
asuntos y ganar la confianza o al menos ser bien conocido en la corte de destino, y su
estabilidad favoreció la elaboración de procedimientos y la profesionalización
diplomática. Al principio, las nunciaturas permanentes estuvieron limitadas a Italia,
la Península Ibérica y Francia, y luego siguieron otras cortes de Europa.
Pues bien, con Gregorio XIII comienzan las que se han llamado
“nunciaturas de la Contrarreforma” (término acuñado por los historiadores),
caracterizadas por el hecho de que el nuncio ejerce desde ellas como
transmisor de la jurisdicción papal: donde hay lugar para dudar de la actitud
de los obispos en materia de fe o en el celo por la reforma eclesiástica, actúan
aplicando dicha jurisdicción. La primera nunciatura de este tipo fue la creada
en Colonia en 1584: su obispo –príncipe elector- había abjurado del
catolicismo y la intervención papal hizo posible la elección de un obispo
católico y evitó la protestantización de la ciudad, además de conseguir que los
príncipes electores siguieran siendo en su mayoría católicos, evitando la
posibilidad de la elección de un emperador protestante.
Estas nunciaturas de la Contrarreforma tuvieron un acento no tan
diplomático (aunque éste nunca lo abandonaron e intervinieron en política),
para insistir en la aplicación de la reforma eclesiástica: por eso se
considera que sus actuaciones son las propias de un organismo papal, sólo
que en el extranjero, y con amplios poderes reformadores y jurisdiccionales.
Con el tiempo, ya en el s. XVII, va decayendo su actividad reformadora y se
centran ante todo en defender la autoridad y la jurisdicción papales.
Otro aspecto importante en tiempos de Gregorio XIII fue el impulso dado
a los estudios teológicos y a la formación del clero, incluso pensando en la
formación de pastores para los territorios perdidos por el catolicismo. En
Roma, el Colegio Romano de los jesuitas, que había sido fundado por San
Ignacio, fue espléndidamente dotado por Gregorio XIII, con un nuevo edificio;
éste sería el origen de la Universidad Gregoriana. Dotó también al Colegio
Germánico, orientado a formar sacerdotes para el ámbito alemán; tanto este
colegio alemán como el inglés, que se fundó en 1579, fueron encomendados a
los jesuitas. Junto a estos, el colegio griego y el armenio cuidaban de las
partes unidas a Roma en la Iglesia oriental. Fue esta labor la que hizo de Roma
el centro no sólo de la administración eclesiástica, sino también de la ciencia
teológica y la formación sacerdotal en estos siglos.
La nota sombría de su pontificado la puso la noche de San Bartolomé
(1572): el papa ordenó la celebración de un Te Deum por haberse salvado la
vida del rey francés, interpretando en un principio que se trataba de la
represión de una sublevación.

2.3. SIXTO V (1585-1590)


Sixto V fue el tercero de los papas reformadores, y, junto con Pío V, el
otro papa de origen humilde de esta época. Franciscano y cardenal de
Montalto, poseía una amplia formación intelectual. Se orientó desde el
principio a poner orden en los Estados Pontificios, frente al bandolerismo y

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la delincuencia (con dureza en aplicación de la justicia) y con el saneamiento


de las finanzas, y obras públicas en Roma.
Su aportación principal a la reforma católica fue la reorganización de la
curia romana. Durante los pontificados anteriores se habían creado ya varias
congregaciones (la del concilio en 1564, la del Índice en 1571, la de obispos
en 1572), primero como comisiones para estos aspectos. En 1588 Sixto V creó
15 congregaciones fijas de cardenales, con competencias concretas: 6 se
ocupaban de la administración de los Estados Pontificios y el resto de asuntos
de la Iglesia universal. Son las siguientes:
1. Abastecimiento de los Estados Pontificios
2. Conservación de la Escuadra para la defensa del Estado
3. Obras Públicas
4. Recaudación de impuestos
5. Tipografía vaticana
6. Estado
7. Inquisición
8. Signatura de la gracia
9. Congregación consistorial
10. Ritos
11. Índice de libros prohibidos
12. Ejecución e interpretación de las disposiciones del concilio de Trento
13. Universidades y escuelas
14. Obispos
15. Regulares.
Esta creación y reorganización en las 15 Congregaciones contribuyó a la
centralización del poder en la persona del papa.
Introdujo también modificaciones en el colegio cardenalicio: fijó en 70
el número de cardenales (que hasta entonces no superaba los 24), y reguló la
visita de los obispos a Roma: las visitas ad limina apostolorum (a los
umbrales [de las basílicas] de los apóstoles [Pedro y Pablo]) para dar cuenta de
la marcha de la reforma, presentando informes acerca del estado de las
diócesis: para los obispos de Italia y Grecia la visita se prescribía cada 3 años;
los del Imperio, Francia y España, cada 4, los de lugares más lejanos cada 5 y
los de ultramar cada 10.

2.4. CLEMENTE VIII (1592-1605)


A la muerte de Sixto V se sucedieron tres papas en el breve espacio de
dos años (Urbano VII, que murió a los doce días de su elección; Gregorio XIV,
con diez meses de pontificado, e Inocencio IX, con dos meses de pontificado).
En 1592 fue elegido papa el cardenal Hipólito Aldobrandini, un
hombre de la curia que sintonizaba con la corriente renovadora liderada por
san Felipe Neri. Tomó el nombre de Clemente VIII. Se le considera heredero
del espíritu reformador de Sixto V, y aunque introdujo en la curia a dos
cardenales nepotes (sobrinos suyos), también se rodeó de reformadores y
hombres eminentes, como el jesuita Roberto Belarmino o el humanista César
Baronio. Favoreció la renovación de las órdenes religiosas, con los
movimientos descalzos, los jesuitas y los oratorianos, así como la renovación
de los estudios teológicos, cuya referencia fue el Colegio Romano (Gregoriana).
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3. EL OBISPO, CLAVE DE LA REFORMA TRIDENTINA


3.1. SAN CARLOS BORROMEO, TIPO DE OBISPO TRIDENTINO
Hemos mencionado ya la figura de San Carlos Borromeo (1538-1584)
sobrino del papa Pío IV, como fundamental para perfilar el tipo de obispo que
se considera “ideal” en la época postridentina. En su diócesis de Milán puso
en marcha la reforma postconciliar con todos los instrumentos indicados por
Trento: visitas pastorales, sínodos diocesanos, concilios provinciales y
fundación del Seminario mayor y seminarios menores. Su obra legislativa en
su diócesis (recopilada en las Acta Ecclesiae Mediolanensis) fue muy
difundida en la Europa católica. A ello hay que añadir la fundación de la
Congregación de sacerdotes seculares “Oblatos de San Ambrosio”: para
vivir bajo la obediencia del obispo a su plena disposición, sin ser enviados a
beneficios determinados, sino para deberes de la cura de almas.
Con todos estos instrumentos, su valor fundamental consiste en
recuperar la figura del “obispo-pastor”: el obispo que reside y está presente
en su diócesis, que no abandona, sino que asiste a sus fieles en los momentos
de especial dificultad (como en la peste de 1576, en la que organiza la atención
material y espiritual a los enfermos), y que se entrega a su ministerio pastoral.
También su espiritualidad es significativa:
 una buena cultura humanista, gran atención a los estudios bíblicos;
 importancia de la ascesis: ayunos, pobreza material, oración prolongada…;
si bien su ascesis se subordinaba a su misión pastoral. Impuso una
disciplina casi monástica a su “familia”;
 Piedad personal propia de la época tridentina: cuidado de las normas
litúrgicas, peregrinaciones, veneración de los santos.
El fuerte compromiso pastoral iba acompañado de un elevado sentido
de la autoridad episcopal, que le llevaba a ejercer la vigilancia y el control
sobre el cumplimiento de las obligaciones cristianas y la moralidad pública
(reforma de las costumbres, contra los espectáculos y el teatro) y la ortodoxia
doctrinal (lucha contra la herejía, la brujería y la superstición). Sus
actuaciones públicas en virtud de su autoridad episcopal le llevaron en
ocasiones a enfrentarse con las más altas autoridades civiles en Milán.
Su figura y la difusión de su obra legislativa le hicieron referente y
modelo de obispo tridentino, y fue canonizado en 1610.

3.2. EL OBISPO Y LA REFORMA DEL CLERO. SANTIDAD


SACERDOTAL
Borromeo comparte la idea –extendida en el movimiento de reforma del
s. XVI- de que la renovación de la vida de la Iglesia ha de partir de los
obispos y encontrar su realización en el ámbito de las diócesis: sínodos
diocesanos, visitas pastorales, celo de la jurisdicción episcopal frente al
Estado.
Este tipo de obispos tridentinos conciben la función presbiteral en la
diócesis como participación en la misión del obispo.

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T 10 – Reforma del clero, órdenes religiosas, espiritualidad

Al obispo, pero también a los párrocos y sacerdotes con cura de almas,


les corresponden los términos de “pastor”, “siervo” y “padre”. Frente a la
concepción del “obispo-señor”, Borromeo y otros como él representan el
empeño de la reforma tridentina en la figura del “obispo-pastor”: presente
(deber de residencia), aunque separado del “mundo” (frente al episcopado
mundanizado y movido por intereses seculares), preocupado de las
necesidades espirituales de los fieles, organizador y guía de la vida espiritual
del pueblo.
La reforma del clero impulsada desde estos obispos transmite un ideal
de santidad sacerdotal:
 Sentido de la dignidad sacerdotal: derivada de la doctrina de la
vinculación sacerdocio-sacrificio (Trento, Ses. XXIII) y de la reacción
contrarreformista. Borromeo inculca un altísimo sentido de la grandeza
sacerdotal, de la misión recibida, de los dones y poderes de los que son
depositarios los sacerdotes. De ello se derivan profundos imperativos
morales: vigilancia continua sobre la propia santidad, solicitud
incansable en la misión, inmenso aprecio de las almas por las que el
Señor ha vertido su sangre.
 Primado de la actividad propiamente “religiosa” sobre la pastoral: los
sacerdotes son “hombres del culto y de la oración”.
 “Ministros de la sangre de Cristo”: La meditación de la sublimidad y
responsabilidad de la misión pastoral conduce a la meditación del
Crucificado y a participar en la obra de la redención sirviendo a los
hombres por quienes Él ha derramado su sangre. Aquí radica la relación
entre culto y actividad pastoral.
 Distinción – separación del mundo:
o Distinción respecto de los métodos del mundo, con especial atención al
desprendimiento de los bienes terrenos.
o Distancia personal: en el trato con laicos.
o Distinción sacerdotal respecto de los fieles: el sacerdote es forma de los fieles y
su santidad debe superar la de los laicos: en humildad, caridad, piedad y toda
virtud.
o Importancia de la ascética en la santidad sacerdotal e intento de conformar las
costumbres del pueblo con un ideal ascético: lucha contra las diversiones, juegos,
carnavales, etc.
 Espiritualidad litúrgica y eucarística
 Virtudes sacerdotales:
o Caridad y celo apostólico.
o Oración continua: línea litúrgica y contemplativa.
o Estudio: en función de la misión (enseñanza, predicación).
o Estilo de vida retirado, separado del mundo.
o Castidad.
o Pobreza: simplicidad y austeridad de vida, desprendimiento y ayuda a
los pobres.

3.3. LOS SEMINARIOS


Según las disposiciones del concilio de Trento (Sesión XXIII, 1563), las
diócesis debían dotarse de seminarios que garantizaran la formación del clero

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T 10 – Reforma del clero, órdenes religiosas, espiritualidad

(aunque no se estableció la obligación de pasar por el seminario para todos los


que aspirasen al sacerdocio). Los primeros seminarios creados según estas
disposiciones fueron los de las ciudades italianas de Rieti (en los Estados
Pontificios), Roma y Milán, en 1564. En 1565 se crearon los de Ypres (en
Flandes) y Burgos (el más antiguo de España como seminario tridentino,
aunque hay que contar el precedente del Colegio de San Cecilio de Granada en
época pretridentina3).
Sin embargo, aunque los seminarios constituían una clave importante
de la reforma del clero, su eficacia real a lo largo de la Edad Moderna tropezó
con enormes limitaciones y dificultades, por los siguientes motivos:
 Falta de dotación económica.
 El papel desempeñado ya por las universidades y los colegios
universitarios, que muchos obispos consideraban suficientes y
adecuados para la formación del clero.4
 La oposición de los cabildos catedralicios, que no están dispuestos a
aportar rentas.
 Las carencias de profesorado.
Por otra parte, aunque en Trento los colegios de los jesuitas constituyen
un referente para la decisión de instituir seminarios, en época postridentina se
impone en ellos un estilo de vida caracterizado por la sobriedad y el retiro
del mundo (reacción contra la mundanización), en un régimen casi de
clausura y casi monacal, con una vida de piedad sostenida por una fuerte
disciplina y con carencias en la formación pastoral. La orientación del
sacerdocio hacia el culto produjo un cierto desequilibrio en este sentido,
aunque se proponían actividades concretas de caridad (visitas a enfermos y
pobres). Los más abiertos a las ideas recibidas de los jesuitas, de San Juan de
Ávila (sus colegios fueron precedentes pretridentinos) o de San Carlos
Borromeo insistieron más en la práctica de la oración mental y en las
actividades caritativas.

4. EL SIGLO XVI: ÓRDENES RELIGIOSAS Y


CORRIENTES DE ESPIRITUALIDAD
La reforma tridentina supuso para las órdenes religiosas antiguas un
refuerzo en el proceso de renovación, y para las órdenes de nueva creación,
una orientación según las directrices conciliares. Aunque hay que decir que
fueron afectadas en mayor o menor medida por las consecuencias de las
doctrinas protestantes; basten unos ejemplos:
 Los agustinos (la orden de Lutero) vieron reducidas sus fundaciones
en Alemania y en Inglaterra. Sobrevivieron a la crisis gracias al
liderazgo de Girolamo Seripando, teólogo que participó en los debates
doctrinales de Trento, cardenal y general de su orden.

3 Fundado por Fr. Hernando de Talavera en 1492, recibió sus constituciones en 1547, en
tiempo del concilio, y luego fue transformado en Seminario diocesano en 1565 según lo
establecido en Trento.
4 En España, Felipe II era partidario de que los seminarios se fundasen junto a las mejores

universidades, pero los obispos realizan sus fundaciones cerca de su palacio o catedral,
muchas veces en caserones destartalados ante la dificultad de edificar.
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T 10 – Reforma del clero, órdenes religiosas, espiritualidad

 Los benedictinos perdieron más del 25% de sus monasterios (unos


800 de los 3000 que poseían). A partir de Trento, se orientaron al
cuidado de monasterios ejemplares (como San Maur en Francia y
Valladolid en España) y fundaron una universidad benedictina en
Salzburgo en 1617.
 Los dominicos se orientaron más al terreno doctrinal; aportaron 130
obispos y teólogos al concilio de Trento; su defensa de la autoridad
papal les valió tener un número elevado de obispos; tuvieron también
un papel relevante en las universidades y en la Inquisición romana y
española.
Nos fijamos ahora en las grandes tradiciones y en las órdenes que
tuvieron un papel más importante en la época.

4.1. ESPIRITUALIDAD Y REFORMAS FRANCISCANAS


Dentro de la orden y espiritualidad franciscana son frecuentes los
movimientos de reforma que invocan la vuelta al radicalismo de la pobreza y
la humildad originarios de san Francisco de Asís, y que producen la
institucionalización de diferentes congregaciones y órdenes.
En la Italia del s. XV san Francisco de Paula formó una congregación
de eremitas, los “ermitaños de San Francisco de Asís”, que finalmente serían
conocidos como religiosos MÍNIMOS, “los más pequeños de los religiosos”, con
pobreza radical y con un espíritu de alejamiento del mundo.5
En la orden franciscana, después de los conflictos de los “espirituales”,
el movimiento de reforma se plasmó en el s. XV en el movimiento de la
OBSERVANCIA. Se inició con experiencias de carácter eremítico en Italia, que
participaban del ideal de pobreza de los espirituales, pero sin establecer
rupturas. El gran impulsor de la observancia fue San Bernardino de Siena.
Pero con el tiempo la observancia buscó también su institucionalización,
cosa que logró en 1517, con León X, distinguiéndolos claramente de los
“conventuales” (tronco tradicional de la orden), como otra rama
franciscana.
En España la reforma franciscana se inició en el círculo de Fr. Pedro
de Villacreces, en un eremitorio de La Salceda (Scala caeli, en la provincia
de Guadalajara); este círculo, conocido como los “villacrecianos”, tuvo una
espiritualidad propia, de vida sumamente austera y solitaria, y buscó
siempre “reformar sin dividir”, manteniéndose sujetos a los superiores
franciscanos; más tarde tuvieron un vicario para sus conventos, San Pedro
Regalado.
En el s. XVI, en España, hubo fuertes tensiones entre observantes y
conventuales, y fue la labor de Francisco Jiménez de Cisneros, con el
apoyo de la corona, la que hizo predominar la línea de la observancia.
En el ámbito hispano, la observancia franciscana aparece vinculada a
los orígenes de la “espiritualidad del recogimiento”6, que difunde la

5 En la actualidad sólo existen en Italia, España y Polonia.


6 El recogimiento se describe como una actitud permanente en el alma (sentido de la
trascendencia y vigilancia para vivir en Dios) y como una práctica metódica de oración mental,
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T 10 – Reforma del clero, órdenes religiosas, espiritualidad

práctica de la oración mental en la propia orden y en su irradiación al


mundo laico, con una importante literatura espiritual en la primera mitad
del s. XVI, entre la que destaca el Tercer abecedario espiritual de
Francisco de Osuna (1527).
Todavía en el s. XVI, el ámbito español conoce una radicalización de la
observancia: la descalcez. Los franciscanos descalzos, que se inician con
Fr. Juan de Guadalupe (guadalupanos) a fines del s. XV, consiguen una
mayor expansión con San Pedro de Alcántara (s. XVI), comenzando desde
Extremadura y Portugal. Los llamados también “alcantarinos” viven en una
pobreza extrema que se expresa en la descalcez (prohibición del calzado) y
ejercen una influencia espiritual en la segunda mitad del siglo: San Pedro de
Alcántara será consejero y referencia importante para Santa Teresa de Jesús
y su descalcez carmelitana. Obtendrán su reconocimiento como orden en
15627. Los llamados “franciscanos descalzos o alcantarinos” en España
tuvieron su equivalente en Italia con el nombre de “franciscanos
reformados” y en Francia con el de “franciscanos recoletos”. Así,
descalcez y recolección son equivalentes.
Como orden nueva, dentro de la espiritualidad franciscana, y con sus
orígenes en la observancia, nace la de los CAPUCHINOS, fundados por Mateo
de Bascio o Da Bassi y aprobados en 1528 por Clemente VII. Al principio
fueron designados como “Eremitas Franciscanos”, pero luego su hábito los
popularizó como capuchinos: hábito rudo con capucha, larga barba, estricta
pobreza y apostolado entre los pobres; un planteamiento riguroso del ideal
franciscano de pobreza, mendicidad y caridad. Sus comienzos están
marcados por la dificultad, pues uno de sus primeros generales, Fr.
Bernardino Ochino, se pasó a los calvinistas. Pero la orden, que por este
motivo estuvo casi a punto de ser suprimida, superó esta prueba y creció, se
extendió fuera de Italia, se dedicó especialmente a la predicación, a las
misiones populares, y a las obras de caridad (ganándose el respeto por su
atención a los apestados en Italia) y fue importante en la contrarreforma: se
puede considerar la segunda orden en importancia después de los jesuitas
en este tiempo, con un amplio impacto en los sectores más populares,
moldeando su religiosidad.

4.2. LA COMPAÑÍA DE JESÚS (1540)


Entre las nuevas órdenes religiosas, la Compañía de Jesús ocupó un
lugar fundamental. Se inició en 1534 en París, cuando (el 15 de agosto)
Ignacio de Loyola (1491-1556) y seis compañeros8 hicieron, en la capilla de
Montmartre, votos de pobreza, castidad, de trabajar por la salud de las almas
y de peregrinar a Jerusalén para predicar la conversión a los infieles. En este
momento, más que intención de fundar algo nuevo, lo que deseaban era
obligarse a la imitación de Cristo. El viaje a Jerusalén fue imposible por la
guerra entre Venecia y los turcos, de modo que y se dedicaron al servicio en los

en que la persona recoge sus sentidos, entra en sí, busca el encuentro con Dios en el silencio,
unifica su vida, y alcanza la unión con Dios.
7 En el s. XIX se producirá una reunificación de las ramas y órdenes franciscanas, quedando

los descalzos (alcantarinos) dentro de la OFM. Los capuchinos permanecen separados.


8 El saboyano Pedro Fabro, los españoles Francisco Javier, Diego Laínez, Alfonso Salmerón y

Nicolás Bobadilla, y el portugués Simón Rodríguez. La ceremonia fue en una misa presidida
por Pedro Fabro, el único de ellos que era sacerdote.
12
T 10 – Reforma del clero, órdenes religiosas, espiritualidad

hospitales durante un año en Venecia. Finalmente en 1538 se dirigieron a


Roma y se pusieron a disposición del Pontífice que era Paulo III: para ellos esta
“oblación” –antes de la fundación de la Compañía- significa disponibilidad y la
perspectiva de que los mandatos del pontífice son un “signo” para conocer la
voluntad de Dios y para acertar en su entrega al servicio de la Iglesia. Hacia
1538 comenzaron a llamar a su asociación “Compañía de Jesús”.
El papa comenzó a encomendarles tareas dentro y fuera de Roma, y
fueron solicitados por varios obispos. Fue entonces cuando se plantearon, ante
la posibilidad de separarse, vincularse para conservar su unidad espiritual,
mediante la obediencia a un superior. Fueron clarificando los fines de la
Compañía y su forma de vinculación estable como orden religiosa.
Paulo III dio su aprobación a la orden en 1540 (bula Regimini
militantis Ecclesiae), con un cuarto voto añadido a los tres clásicos de
obediencia al papa para ir a trabajar entre los infieles, los protestantes, o los
fieles.
El estilo de vida es el de clérigos regulares, con intensificación del
trabajo apostólico, sin hábito propio y sin práctica de coro, con exclusión
de las dignidades eclesiásticas salvo expreso mandato pontificio, con
centralización del gobierno en el “prepósito general” elegido de por vida
por la congregación general (formada por un vicario elegido para el período
de transición, los asistentes o consejeros del prepósito, los provinciales y dos
representantes elegidos de cada provincia).
El establecimiento de procesos de formación largos para sus
miembros, con compromisos progresivos (desde el principio se es miembro,
pero sólo tras diversas “probaciones” se llega a los cuatro votos solemnes) fue
un medio fundamental para la calidad espiritual e intelectual de los jesuitas.
El nombre de Lutero no aparece más que una vez en los escritos de
Ignacio; se da por cierto que no leyó sus obras y en sus escritos no hay indicio
de controversia teológica. No fundó su orden para responder contra el
protestantismo. Su fin principal era el servicio de Cristo, la ayuda a las
almas, la renovación de la Iglesia por medios apostólicos, entre los que
destacan los ejercicios espirituales, y su difusión por un apostolado universal.
A partir de 1550 se intensifica la dimensión educadora, al reconocer la
formación de una nueva generación como la tarea más urgente, de modo que
la fundación de colegios acompañó la expansión de la orden. El modelo de
colegios de la Compañía fue el Colegio Romano, fundado en 1551, y donde en
1553 se establecieron facultades superiores.
Otro de los aspectos importantes desde el principio fue la apertura a la
misión “entre infieles”. En 1541 Francisco Javier partió para las Indias
orientales, llegando a Goa y a Japón y quedando a las puertas de China. Otros
jesuitas partirán hacia el Congo y hacia Brasil también en la década de los
cuarenta. A finales del s. XVI sería Mateo Ricci la figura principal de las
misiones en China. La Compañía se distinguió en estas misiones por poner en
práctica lo que se conocería como “método de adaptación cultural”, tomando
nombres, vestidos y lengua de la cultura a la que se busca anunciar el
evangelio, e iniciando lentos procesos de preevangelización.

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T 10 – Reforma del clero, órdenes religiosas, espiritualidad

La Compañía adquirió una expansión muy considerable: al morir


Ignacio, en 1556, contaba la Compañía con unos 1000 miembros, y hacia
1565 (muerte de Laínez) con unos 3500, con 18 provincias.
Lo específico de la espiritualidad ignaciana es (en palabras de De
Guibert), “el servicio por amor; servicio apostólico para la mayor gloria de
Dios, en la conformidad generosa con la voluntad de Dios, en la abnegación
de todo amor propio y de todo interés personal, en seguimiento de Cristo”.
Se trata de una espiritualidad “metódica”, pero que tiene una
“mística” cristocéntrica, y cuyo mejor ejemplo son los Ejercicios
espirituales: un método de oración sistemático y progresivo, que busca
desarraigar los afectos desordenados para liberar al hombre para Dios, y
ayudarle en una “elección” de vida para la que hay que aplicar el
discernimiento: “Por ejercicios espirituales se entiende toda modo de
examinar la conciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y
de otras espirituales operaciones…; todo modo de preparar y disponer el
ánimo para quitar de sí todas las afecciones desordenadas, y después de
quitadas para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida
para la salud del ánima, se llaman ejercicios espirituales.” [EE 1]
A la muerte de Ignacio, en 1556, la Compañía contaba ya con unos 1000
miembros, y cien años más tarde llegarían a los 15000. Entre 1550 y 1650, los
jesuitas constituyeron el elemento más dinámico de la Iglesia, con una
importante tarea educativa, con diversidad de apostolados entre los que
destacan los ejercicios espirituales, con misiones en Asia y América y con
presencia en las cortes como confesores de reyes.

4.3. LAS CONGREGACIONES DE CLÉRIGOS REGULARES


También son de fundación anterior al concilio de Trento las principales
congregaciones de clérigos regulares, que buscan crear un clero reformado:
LOS TEATINOS, fundados en 1524 por san Cayetano de Thiene y
Juan Pedro Carafa9 (que luego sería el papa Paulo IV, que quiso
llevar adelante la reforma sin el concilio). Su crecimiento fue lento;
experimentó su mayor desarrollo durante el pontificado de Paulo IV
(1555-1559) y tuvieron luego una importante expansión en Italia
durante la primera mitad del s. XVII; pero nunca llegaron a tener una
gran presencia en el resto del mundo católico. Nacieron del deseo de
reforma del clero y de la Iglesia, cuidando la pobreza y la liturgia.
LOS BARNABITAS O CLÉRIGOS REGULARES DE SAN PABLO, fundados por
S. Antonio María Zaccaria en 153010. Se dedicaron a la educación
de los jóvenes y a la predicación, en misiones populares y buscando
la reforma de las costumbres. Fueron protegidos por san Carlos
Borromeo y preferidos por él como instrumento para llevar adelante
la reforma tridentina.

9 Su nombre de teatinos deriva de la ciudad de Chieti (Theate en latín), de la que era obispo
Juan Pedro Carafa. En España se llamó popularmente “teatinos” a los jesuitas, por confusión
entre ambas instituciones, al presentarse ambas como clérigos reformados.
10 Deben su nombre popular a la iglesia de San Bernabé (Barnabas) de Milán y su nombre

oficial a la referencia a San Pablo como patrono e ideal apostólico.


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T 10 – Reforma del clero, órdenes religiosas, espiritualidad

LOS CLÉRIGOS REGULARES DE SOMASCA, fundados en 1528 por san


Jerónimo Emiliani en el lugar de Somasca (Venecia). Atravesaron
muchas dificultades a la muerte de su fundador, por falta de unidad
interna, pero lograron sobrevivir con la protección de Paulo IV y
fueron transformados en orden religiosa por Pío V. Su actividad se
centró en la atención a los marginados de la sociedad urbana
(mendigos, huérfanos, enfermos y prostitutas). Con la protección de
san Carlos Borromeo se introdujeron también en la formación en los
seminarios.

4.4. ÓRDENES DEDICADAS A LOS ENFERMOS


4.4.1. Los Hermanos de San Juan de Dios
Entre las fundaciones del tiempo del Concilio hay que señalar la obra
iniciada por SAN JUAN DE DIOS. Había nacido en Evora, llevó una vida pobre y
errante, y en 1539 coincidió en Granada con San Juan de Avila, a quien oyó
predicar; en el impacto de su conversión fue tenido por loco, preso y conducido
a un hospital donde fue maltratado; de su conocimiento directo de cómo eran
tratados los enfermos, en especial los mentales y los incurables, nació su
vocación específica. Comenzó muy pobremente y fue apoyado luego por el
arzobispo de Granada Pedro Guerrero y por los jesuitas.
Murió sin haber consolidado una asociación que él entendía como de
“hermanos” dedicados al servicio de los enfermos, pero después de su
muerte su obra creció: en 1572 obtuvieron de San Pío V como “hermanos de
los enfermos” una regla y un hábito propio y en 1586 Sixto V aprobó sus
constituciones; Paulo V los declararía orden religiosa.
4.4.2. Los Camilos o Padres de la Buena Muerte
De 1586 data la fundación de los Camilos o Padres de la Buena
Muerte, de SAN CAMILO DE LELIS, un soldado herido que padeció también la
falta de cuidados adecuados a los enfermos en el Hospital de Santiago de
Roma.
Ya ordenado sacerdote comenzó la creación del nuevo instituto, que
tiene un cuarto voto de “servicio a los enfermos aun en caso de peste”,
que respondía a la realidad que se vivió a fin del s. XVI. Fundaron casas y
hospitales (aunque también podían atender a enfermos y moribundos en sus
casas particulares) en toda Italia a comienzos del s. XVII y luego se extendieron
por Hungría, España, Francia y América.

4.5. EL ORATORIO DE SAN FELIPE NERI


San Felipe Neri (1515-1595), florentino, se caracterizó desde su
juventud por la vida de piedad y el carácter alegre, suave y atractivo. Instalado
en Roma, durante dieciséis años llevó una vida pobre y oculta: atendía
enfermos y rezaba de noche en las catacumbas de San Sebastián. Formó con
quince compañeros una confraternidad que atendía al socorro de los
peregrinos pobres en Roma. Después, ordenado sacerdote, formó parte de una
asociación de sacerdotes seculares que se llamaban de San Jerónimo. Viviendo
con algunos compañeros en una residencia sacerdotal, su labor de dirección
espiritual atrajo a muchas personas.

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T 10 – Reforma del clero, órdenes religiosas, espiritualidad

Comenzó a cuidar los encuentros de oración: discípulos, laicos y


sacerdotes, que estaban en búsqueda, acudían al oratorio, donde se realizaba
la oración, lectura espiritual y discursos diversos; introdujo cantos, algunos
compuestos por él (la participación del compositor Palestrina en estos
encuentros dio lugar a la creación de género musical de los oratorios), así como
la formación en cuestiones diversas: su discípulo César Baronio explicó en
estos encuentros la historia de la Iglesia. Además de estas reuniones, quiso
que los romanos descubrieran la tradición cristiana de su ciudad, y organizó
las peregrinaciones a las siete principales iglesias de Roma.
Uniendo el ideal de reforma tridentino y la referencia fundamental a la
Iglesia primitiva, fundó una nueva sociedad sacerdotal, congregación de
sacerdotes seculares, que sería conocida como el Oratorio de San Felipe Neri,
aprobada por Gregorio XIII en 1575. Supuso un impulso muy valioso para la
reforma católica, y a él perteneció el humanista y cardenal César Baronio. No
pretendieron ser una orden en el sentido jurídico. Los Padres del Oratorio no
se ligaban con voto alguno, sino que el amor debía ser el único vínculo de la
comunidad y sus miembros, como los cristianos primitivos, contribuir a la vida
común con sus bienes. Sólo en el s. XVII redactaron estatutos.

4.6. LAS ÓRDENES RELIGIOSAS FEMENINAS


4.6.1. El impacto del concilio de Trento en el mundo
religioso femenino
En la Sesión XXV del concilio de Trento, celebrada en 1563, se aprobó
un decreto de reforma que exigía la clausura para todas las comunidades
religiosas femeninas. En 1566, la bula Circa pastoralis de Pío V reforzó este
decreto. Este mandato suscitó mucha resistencia hasta bien entrado el siglo
XVII, pues no tenía en cuenta la complejidad social que estaba detrás del
mundo religioso femenino.
 La orden de clausura tridentina obedecía al deseo de separar lo
sagrado de lo profano; se inspiraba, como todos los decretos de
reforma, en la necesidad de erradicar la mundanidad al interior
de la vida eclesiástica y religiosa. Y así como en el ámbito clerical y
religioso masculino la insistencia en el celibato fue fundamental
(tanto como reforma disciplinar y de vida como por diferenciación
respecto al mundo protestante), en el ámbito religioso femenino
iban también de la mano el apartamiento de lo mundano y la
salvaguarda de la castidad.
 Sin embargo, socialmente las familias de clase alta contaban con
el ingreso en religión de sus hijas para salvaguardar a su vez las
oportunidades económicas de otras hijas destinadas al
matrimonio. Los linajes y familias principales consideraban los
conventos como una extensión de su entorno social, y se
opusieron con fuerza a la aplicación de este decreto: las familias
querían mantener la comunicación con las monjas que eran
parientes suyos, y no gustaban de las celosías en los locutorios ni
las rejas de hierro en las ventanas.
Por otra parte, las fundadoras religiosas de esta época tuvieron que
luchar tanto con el carácter sociológico de muchas vocaciones femeninas,
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T 10 – Reforma del clero, órdenes religiosas, espiritualidad

condicionadas o determinadas por las políticas familiares, que introducían un


espíritu mundano en los conventos, así como con el riguroso control tridentino
de su carisma y espiritualidad.
En todo caso, en la Edad Moderna se produjo una transformación en la
vida religiosa femenina: el modelo bajomedieval de comunidades piadosas
abiertas, que encarnaron las beguinas del norte de Europa, fue sustituido por
el de comunidades de estricta clausura, con fuerte ordenación de los
conventos y supervisión masculina de la vida de los mismos, modelo que se
genera sobre todo en el mundo mediterráneo.
Un ejemplo de esta transformación y del control disciplinar de las
órdenes femeninas lo constituye la historia de las ANGÉLICAS DE SAN PABLO.
Esta orden, fundada en Milán en 1535 por San Antonio María Zaccaria y por
Ludovica Torelli, condesa de Guastalla, nació como rama femenina de los
Barnabitas y mantuvo estrechas relaciones con ellos, con quienes debatían y
compartían en torno a temas de espiritualidad. Las Angélicas no hacían vida
de clausura, aunque vivían en común, llevaban un vestido modesto, cubiertas
por un velo, y realizaban obras de piedad en hospicios y hospitales. Su
referencia espiritual fue la mística Paola Antonia Negri, que fue maestra de
novicias y fue conocida como “la divina madre”; su influjo carismático fue
grande y acudían a ella también clérigos varones. Semejante autoridad
espiritual le supuso problemas. Angélicas y Barnabitas fueron sometidos a
diversos procesos inquisitoriales, en un tiempo en que las líneas entre
ortodoxia y herejía eran difusas; fueron separados impidiendo toda relación
entre ellos, la “divina madre” Paola Antonia Negri fue depuesta de su
cargo, recluida en un convento franciscano y reducida al silencio, y se
impuso la clausura a las Angélicas. Las mayores persecuciones de angélicas
y barnabitas se dieron en tiempo de Juan Pedro Carafa, cuando éste fue
inquisidor y luego papa Paulo IV.
4.6.2. Santa Teresa de Jesús y la descalcez carmelita
Teresa de Cepeda (1515-1582), entró en la orden carmelitana en 1533,
donde realizó un itinerario espiritual progresivo, hasta la experiencia de la
entrega absoluta a Cristo. Abandona el monasterio de la Encarnación (en
Ávila) y funda el de San José, donde introduce la estrecha observancia, en
1562-63, que sería el primero de la reforma. Su amistad y admiración por san
Pedro de Alcántara hacen que su fundación o reforma se inscriba en el
movimiento descalzo y sea una de sus principales representantes. Se abrió
camino con grandes dificultades, obteniendo breve de aprobación
directamente del papa Pío IV en 1563 pese a la oposición de la orden, y con el
apoyo del dominico Domingo Báñez. Su vida de extrema pobreza, de
clausura y de oración le consiguió el permiso posterior del general para
fundar nuevas casas para quienes deseasen acogerse a la reforma.
Con San Juan de la Cruz inició la reforma de la rama masculina, en
una pobre casa de Duruelo. Siguieron las fundaciones, pero se enfrentaron a
una dura oposición por parte de los carmelitas, que en 1577 apresaron a
Juan de la Cruz y lo encerraron en Toledo en una cárcel conventual. Se evadió
de la cárcel y continuó trabajando en la reforma, mientras que Teresa logró el
apoyo de Felipe II, de modo que en 1580 consiguen de Gregorio XIII el
derecho a establecer una provincia con las casas reformadas.

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T 10 – Reforma del clero, órdenes religiosas, espiritualidad

A su muerte, en 1582, su obra estaba consolidada. En 1593 Clemente


VIII daría a los Carmelitas Descalzos un general propio.
La espiritualidad carmelita de Teresa hace de la oración la puerta, el
camino y la medida de todo el progreso espiritual. Orar es un acto
profundo que incluye toda la vida de relación con Dios. La oración es definida
como “trato de amistad”, y es relación íntima y continuada con Dios, en
Cristo y bajo el Espíritu. Teresa describe en sus obras todos los grados de la
oración cristiana: oración vocal, meditación, recogimiento activo, recogimiento
pasivo, quietud, unión, desposorio, matrimonio espiritual, cada uno con
múltiples matices.
Para ella la experiencia mística no es el resultado o la consecuencia
necesaria de un proceso ascético previo, sino que es un don: forma parte del
misterio de Dios que se comunica libremente; la tarea del hombre es
disponerse a acoger los dones de Dios.
Ambos, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, constituyen la cima de la
mística y la literatura espiritual española e incluso occidental (ambos doctores
de la Iglesia).
4.6.3. Las Ursulinas, orden femenina abierta
Una excepción a la clausura la constituye la Orden de las Ursulinas,
fundadas por santa Angela Merici en Brescia, en 1532. Ángela Merici era
terciaria franciscana cuando constituyó un grupo de mujeres que se reunían
para orar y oír misa. Con ellas fundó la Compañía de Santa Úrsula, que, en
hermandad mixta de cléricos y laicos, atendía hospitales, orfanatos y centros
de rehabilitación de prostitutas. Las primeras ursulinas eran mujeres
procedentes de familias de artesanos o comerciantes, se parecían mucho a
las beguinas medievales del norte de Europa, tomaron a su cargo a niñas
pobres y huérfanas, tenían pequeñas propiedades en común y vivían en ellas o
permanecían viviendo con sus familias, hacían voto simple de castidad y
vestían un hábito. Observaban unas reglas sencillas de vida. Quizá fue su
extracción humilde la que hizo posible que las ursulinas tuvieran éxito al
oponerse a la clausura cuando ésta se les quiso imponer en 1544, ya
fallecida su fundadora. Su práctica de la caridad en los hospitales y en la
docencia era difícilmente compatible con la clausura.
En Milán contaron con el apoyo de san Carlos Borromeo, que introdujo
en ellas la vida común sin excepción y los votos simples; mantuvieron en
sus conventos una petición de dote muy inferior a la de la mayoría de las
órdenes femeninas. En cambio, tuvieron que aceptar una autoridad
masculina, que fue la de los padres de la Compañía de la Paz.
Cuando se extendieron por Francia, las Ursulinas de Burdeos
adoptaron la regla de los jesuitas y se extendieron por Bélgica y Alemania.
Aunque las ursulinas de Francia tuvieron un carácter mucho más
aristocrático y tendieron a la clausura. Aunque su dedicación a la vida
apostólica las aproximaba a los jesuitas, el peso que adquirió Francia en el
conjunto de la orden hizo que se fuera adoptando la clausura.

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T 10 – Reforma del clero, órdenes religiosas, espiritualidad

5. EL SIGLO XVII: ÓRDENES RELIGIOSAS Y


MODELOS DE SANTIDAD
5.1. SANTIDAD Y LAICADO: EL HUMANISMO DEVOTO DE SAN
FRANCISCO DE SALES
SAN FRANCISCO DE SALES (1567-1662), predicador de los calivinistas y
obispo de Ginebra (desde la sede episcopal católica de la ciudad vecina de
Annecy), se caracterizó por potenciar la espiritualidad del laicado,
especialmente con su Introducción a la vida devota (1608) y su Tratado de
amor de Dios (1616). Promovió una espiritualidad muy “normal”, que tenía en
cuenta la realidad concreta, incluida la del mundo seglar, y que combinaba el
rigor que autentificaba el proceso espiritual con la suavidad y la dulzura, que
proviene de la vida en el Espíritu.
Destacó por llamar a la santidad a todos los “estados de vida”: es una
vocación universal, para personas de cualquier condición. Insistía en la “santa
indiferencia”, en el cumplimiento de los deberes y en el ejercicio de las
virtudes. La oración es un ejercicio de amor, principal en la vida espiritual, y
sigue los pasos de Teresa de Jesús.

5.2. LA “ESCUELA FRANCESA” DE ESPIRITUALIDAD: EL


CARDENAL DE BÉRULLE Y EL MODELO SACERDOTAL
El cardenal PIERRE DE BÉRULLE (1575-1629) marcó profundamente la
espiritualidad francesa del XVII: introdujo a las carmelitas descalzas en
Francia –de las que fue nombrado visitador perpetuo- y fundó una
congregación religiosa, el Oratorio de Jesús, dedicada a la dirección de
seminarios.
Difundió una espiritualidad centrada en la Encarnación del Verbo:
destaca la singularidad de este misterio, profundiza en el anonadamiento del
Verbo en la carne de Jesús de Nazaret, y en la identidad de Cristo como el
“perfecto adorador” del Padre en la tierra. El cristiano ha de vivir una
dinámica semejante de anonadamiento, entrega y adoración. Desarrolla la
meditación de los “misterios” de la vida de Cristo, procurando desvelar en
ellos los “estados” de la vida interior de Cristo, estados ontológicos y
psicológicos.
Bérulle tiene también un elevado sentido de la dignidad sacerdotal y,
derivada de ella, una fuerte exigencia de santidad sacerdotal. Si Jesucristo
es el único Sacerdote y el adorador perfecto del Padre en la tierra, los
sacerdotes son los que hacen presente a Cristo y los que, en la eucaristía,
ofrecen al Padre al mismo Cristo. Pero la función del sacerdote no es
meramente ritual, sino que, dando el cuerpo y la sangre de Jesús a los
hombres, deben hacer nacer y formar a Jesús en los corazones de los fieles.
Siendo un estado sagrado y santo en su propia institución por Cristo, el
sacerdote ha de vivir unido a Cristo, y en su vida se ha de actualizar la
renuncia a sí mismo y la ofrenda a Dios.
A partir de Bérulle y en una línea semejante se desarrolla en Francia
una fuerte corriente de ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL, con congregaciones
dedicadas a la formación sacerdotal, en las cuales se potencia una mística de
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T 10 – Reforma del clero, órdenes religiosas, espiritualidad

la unión del sacerdote con Cristo, único Sacerdote: Jean Jacques Olier
(Compañía de San Sulpicio), o San Juan Eudes (Congregación de Jesús y
María).
Esta formación sacerdotal marcará a generaciones del clero francés
hasta el s. XX, con un tipo de sacerdotes piadosos, cultos, generosos y de
vida digna y retirada; su fortaleza les ayudó a atravesar los tiempos de la
Revolución; su límite estaba en el sentido acentuadamente jerárquico y
clerical, que hacía del sacerdocio la cima y fuente de santidad en la Iglesia.

5.3. SAN VICENTE DE PAÚL: CARIDAD Y MISIÓN


SAN VICENTE DE PAÚL es un hombre de acción, centrado en el servicio
caritativo. Su acción principal se inició al formar un grupo de auxiliadoras
de los pobres, capaces de asumir tareas que, según las ideas de la época,
estaban vedadas a las mujeres de la aristocracia: así, con un origen muy
modesto en 1630, se convirtió en el germen de las Hijas de la Caridad con
SANTA LUISA DE MARILLAC: se trata de mujeres de condición humilde, la
mayoría campesinas, a las que ella acoge en su casa en 1633; en un
principio ayudarían a las damas de la Caridad en las tareas más humildes
de ayuda a los enfermos, pero poco a poco se fueron independizando. Luisa
de Marillac les va a dedicar toda su vida.
No son una orden religiosa. Visten como las campesinas de la región, y
no pronuncian más que votos anuales. Las reglas de 1655, elaboradas
progresivamente por Vicente de Paúl, Luisa de Marillac y algunas hermanas,
precisan que las Hijas de la Caridad tienen
“por monasterio las casas de los enfermos o aquella en la que reside la
superiora. Por celda, la habitación. Por capilla, la iglesia parroquial. Por
claustro, las calles de la ciudad. Por clausura, la obediencia. Por sujeción
el temor de Dios. Por velo, la santa modestia. Por profesión, la confianza
continua en la providencia, la ofrenda de todo lo que ellas son”.
Fundó también una Congregación de Sacerdotes de la Misión o
Lazaristas (1655) con votos de pobreza, castidad, obediencia y estabilidad
en el servicio a los pobres. Fueron sacerdotes itinerantes, especialmente en
los lugares rurales, pobres y apartados.

6. RASGOS DE LA RELIGIOSIDAD POSTRIDENTINA


Hay que tener en cuenta que las nuevas órdenes religiosas de la época
tridentina y postridentina, los jesuitas, los capuchinos, los obispos tridentinos
y los sacerdotes reformados, constituían una élite religiosa. A ellos se unían
laicos cultos que practicaban una vida devota y se comprometían en obras de
caridad. Así, por ejemplo, el llamado “medio devoto” de la Francia del s. XVII,
sobre todo en París, estaba constituido por gentes de la nobleza administrativa
y de la burguesía comercial, en contacto también con la élite del clero parisino
(Bérulle, Bossuet…), empeñados en renovar el catolicismo en Francia.
Pero la espiritualidad de las élites no coincidía con la religiosidad
popular, que seguía buscando mayoritariamente en la religión el alivio de sus
penas y el remedio de sus males.

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T 10 – Reforma del clero, órdenes religiosas, espiritualidad

La acción pastoral de la Iglesia tridentina se orientó hacia una doble


finalidad: por una parte, instruir, catequizar, luchar contra la ignorancia
religiosa; por otra parte, controlar, disciplinar, y encauzar la piedad popular.
Los rasgos principales de esta acción pastoral fueron:

6.1. LA INSISTENCIA EN LA PRÁCTICA SACRAMENTAL


El catolicismo tridentino insiste en la práctica de los sacramentos
como medio de salvación, y por consiguiente fueron revalorizados. Los
principales fueron:
 El bautismo: La insistencia en la necesidad del bautismo se difundió
junto con la doctrina según la cual nadie se salva si no es bautizado. Los
estatutos sinodales del siglo XVII insistirán mucho en la obligación de
bautizar dentro de los tres días siguientes al nacimiento, y se exigió a las
comadronas la formación suficiente como para bautizar al recién nacido
en peligro de muerte.
 La eucaristía: era venerada por el pueblo desde época medieval (el culto
a la forma consagrada se había desarrollado a lo largo de los siglos XIV y
XV, con grandes procesiones del Corpus, y las grandes y magníficas
custodias se difunden desde fines del gótico); pero esta veneración no
iba acompañada de la práctica regular de la comunión, y en muchos
casos se trataba de un objeto milagroso para los sectores menos
formados. Por ello, la reforma católica se esforzó en el cumplimiento del
precepto de la comunión pascual, que debía practicarse en la
parroquia ordinaria de cada fiel. En el siglo XVII se intensifican las
medidas de control, como publicar el nombre de los refractarios en la
puerta de la iglesia y amenazar con la excomunión. En la difusión de la
práctica de la comunión ha de influir la acción de los jesuitas y de
nuevas congregaciones, así como la fundación de cofradías del
Santísimo Sacramento. Fueron los misioneros franceses del siglo XVII
(eudistas, lazaristas, etc.) los que introdujeron la práctica de la primera
comunión solemne, que sólo se convirtió en costumbre a mediados del
siglo XVIII. Se realizó un esfuerzo notable por revalorizar la misa
dominical en la vida de los fieles. Todavía en el siglo XVII, antes de
que el espíritu reformador penetrara, son frecuentes las descripciones de
los abusos durante la celebración, en la manera de comportarse en la
iglesia, donde sólo nobles o burgueses tenían asegurado un banco a
cambio de una cantidad, al tiempo que muchos hombres se
conformaban con asistir desde el pórtico. Fuesen estas situaciones más
o menos frecuentes, lo cierto es que el pueblo apenas participaba de la
liturgia, y que la asistencia se había convertido en una ley. Frente a esto,
se trata de iniciar una reforma elevando el nivel del propio clero. No
obstante, durante mucho tiempo incluso los mejores autores
espirituales, como San Francisco de Sales, se contentaron con aconsejar
a los católicos que rezaran durante la misa, incluso determinando el
número de oraciones, dando preferencia al rosario. Sólo muy lentamente
se extendieron los “libros de misa”, incluso entre el público culto,
porque la jerarquía, por temor al protestantismo, condenó en muchas
ocasiones las traducciones a lengua vulgar de los libros litúrgicos; esto
ocurrió en Francia. Sólo poco a poco se abrió paso una doctrina que

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T 10 – Reforma del clero, órdenes religiosas, espiritualidad

impulsaba una participación más activa en la misa. Comenzaron a


aparecer libros sobre la manera de oír la misa (a mediados del XVII
en Francia, en el XVIII en España), en los que se aconsejaba que todas
las oraciones de los fieles cesaran durante la oración del sacerdote
ofreciendo el sacrificio por todos: había que estar atentos a su oración y
pensar en el sacrificio de Cristo allí presente, y ofrecerlo a través del
sacerdote en la unión de la Iglesia. En algunas introducciones de
misales se afirmaba que la mejor manera de participar era unirse a las
oraciones del sacerdote y que sus palabras penetren en el corazón; pero
esto topaba con la limitación de la lengua. La parte más esencial de la
misa dominical fue durante mucho tiempo la predicación desde el
púlpito, a la que se unían las plegarias públicas por el papa, el rey y el
señor del lugar.
 La confesión: fue uno de los sacramentos en los que más se insistió,
pero con un éxito moderado, salvo en las élites espirituales, para las que
el papel del confesor se fundía con el del director y consejero espiritual.
Pero mucha gente se conformaba con la confesión anual para cumplir el
precepto pascual. Con todo, era el sacramento en el que más se insistía
en las misiones populares –pues significaba la conversión, o la
aceptación del mensaje eclesiástico-, aunque también el que suponía
mayor dificultad para la mayoría de la población y con frecuencia su
imposición se asociaba a discursos culpabilizadores desde el púlpito:
lo que se ha llamado “la pastoral del miedo”, con una imagen de Dios
como juez y con insistencia en el tema del pecado. Para los estudiosos
de la sociología de la religión, el sacramento de la penitencia constituyó
en esta época un mecanismo de “disciplinamiento social”, propio del
confesionalismo y orientado a regular el comportamiento según los
principios religioso-morales del catolicismo.

6.2. LA CATEQUESIS
En el s. XVI, tanto los reformadores protestantes como los católicos,
sintieron la necesidad de una enseñanza catequética, pero sólo se difundió
muy lentamente, pues tropezó con la inercia de los pastores y de los fieles.
En la segunda mitad del s. XVI se difundieron, en muchos casos por
iniciativa de los jesuitas, las cofradías de la doctrina cristiana, que
abrieron escuelas de catecismo en las parroquias urbanas. En otros casos,
como en la diócesis de París, fueron fundaciones creadas por algunos fieles las
que permitieron instalar en las parroquias un sacerdote especialmente
dedicado a la enseñanza del catecismo. También el episcopado apremió a los
sacerdotes en esta tarea, para que fuese realizada de forma sistemática.
La enseñanza mínima del catecismo consistía en el padrenuestro, el
credo, los mandamientos y los principales misterios. Se realizaba los
domingos, y a veces se anunciaba con el toque de campana. Sin embargo, a
fines del XVII y en el XVIII eran todavía muy frecuentes las omisiones en esta
labor, o la adopción de medidas de presión respecto a los padres que no
enviaran a sus hijos (llegando incluso a la privación de la absolución y los
sacramentos).
Algunos textos de catecismos alcanzaron una difusión importante: en
España, el del P. Gaspar de Astete, de 1579, y el de Jerónimo Ripalda, de
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1591, a modo de catecismos abreviados que fueron un apoyo fundamental en


la enseñanza religiosa de las escuelas de primeras letras, en escuelas de
órdenes religiosas e incluso en casas de misericordia en que se trataba de dar
unos instrumentos doctrinales y morales a los pobres (además de asilo y
conocimiento de un oficio). En Bélgica se siguió el catecismo del jesuita Pedro
Canisio, de 1555. En Francia, se siguió la tradición de pequeños y grandes
catecismos, incluso alguno mediano para la primera comunión; uno de los
más conocidos fue el de los “tres Henry” (Henry de Laval, Henry de Barillon y
Henry Arnaud, tres obispos de tendencia jansenista, aunque no fue prohibido
por Roma).
Era frecuente la vinculación de la enseñanza catequética con la
instrucción primaria: que el maestro de escuela tuviese la obligación de dar él
mismo el catecismo o de llevar a los niños a la iglesia para recibirlo. Pero,
además, muchas congregaciones religiosas fomentaron la creación de escuelas

6.3. LA DIFUSIÓN DEL LIBRO DEVOTO


Así como la imprenta tuvo un papel decisivo en la difusión del
protestantismo, fue también esencial en el mundo de la renovación católica. La
historia del libro católico en época tridentina se desarrolla entro dos aspectos
importantes: “el control y la exuberancia”11.
Las medidas de censura y de control sobre la producción y
distribución de libros aumentaron a medida que la Iglesia católica debía
hacer frente a la extensión del protestantismo. Se creó un clima de sospecha
de herejía por el mero hecho de leer obras no autorizadas o la Biblia en
lenguas vernáculas. Aunque ya existían actuaciones y medidas de control por
parte de los obispos, en el s. XVI Roma procura controlar estas cuestiones.
Durante el pontificado de Paulo IV (Juan Pedro Carafa) apareció, en 1559, el
primer Índice romano de libros prohibidos, en el que figuraron no sólo los
protestantes, sino también Erasmo. Posteriormente, en la última etapa del
concilio de Trento, los padres conciliares rechazaron muchas de las
prohibiciones de dicho Índice, recuperaron muchas obras que habían sido
condenadas, entre ellas las de Erasmo, y permitieron la lectura de la Biblia en
lenguas vernáculas con licencia para ello. Después del concilio, en 1571, con
Pío V, se creó la Congregación del Índice, encargada de revisar la lista de
libros prohibidos, con mayor o menor dureza según los pontificados, y no
exenta de rivalidades de competencia institucional con la jurisdicción
episcopal sobre la censura de libros. En el caso de España y Portugal, la
Inquisición funcionaba al margen de Roma y ejercía una censura muy eficaz,
con listados propios de libros prohibidos; sólo a partir de 1600 la censura de
libros en España comenzó a seguir las directrices de Roma. También otras
instituciones elaboraron sus propios índices de libros prohibidos: la facultad
de teología de la Sorbona o la universidad de Lovaina. El mundo de los libreros
e impresores de los Países Bajos fue el más resistente a la represión.
Con todo, la producción del libro católico fue muy relevante. Se
caracteriza por el predominio absoluto de los autores eclesiásticos y por el
carácter internacional de la producción y la distribución. La Compañía de
Jesús fue la que aportó un mayor número de autores y obras, tanto de

11 R. PO-CHIA HSIA, o.c., 205ss.


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tratados de teología como de obras de devoción y de otros campos


intelectuales. Se aprecia igualmente la importancia internacional de autores
españoles e italianos.
El público más amplio del libro religioso se nutría de libros de
espiritualidad y meditación, con autores tan relevantes como Fr. Luis de
Granada o Santa Teresa de Jesús. También apologías de la religión, vidas de
santos, narraciones de milagros, especialmente de la Virgen, además de elogios
de la Virgen y devocionarios. La lectura del a Biblia en lengua vulgar siguió
siendo prácticamente imposible para los católicos, que sólo accedían a su
contenido a través de la predicación.

6.4. LA DIFUSIÓN POR EL ARTE


A la representación artística se le otorgó un papel importante en la
difusión de la doctrina conciliar. Es ya un tópico referirse al barroco como el
arte de la reforma católica, y en parte es cierto: son muy abundantes las
disposiciones eclesiásticas (de obispos, cabildos catedralicios y párrocos)
relativos a la talla de nuevos retablos en las iglesias, la restauración de los
existentes, la destrucción de imágenes calificadas como indecorosas; tales
disposiciones tratan de aplicar los decretos tridentinos sobre el culto debido a
los santos y sus representaciones plásticas. El concilio de Trento, en la sesión
XXV (1563) prohibía aquellas imágenes que pudieran inspirar falsas doctrinas,
exhortaba a los artistas a evitar toda impureza, e impulsaba un arte que, a la
vez que agradar, pudiera enseñar y mover a los fieles a la piedad; habían de
ser representaciones claras de la doctrina cristiana y la historia de la Iglesia.
Hubo medidas de control, pero luego los propios artistas fueron asumiendo las
líneas maestras de la Contrarreforma: los principales artistas del Barroco se
sentían identificados con la ortodoxia católica.
Frente a las acciones iconoclastas protestantes, el mundo católico
respondió con un arte exuberante, recargado y ornamental. Acentuó el valor
catequético y educativo de la obra de arte (se regularon las formas y
características de representación de cada santo), se orientó el mundo de la
sensibilidad, para suscitar la piedad, y se insistió en aquello que había sido
atacado por los protestantes: representación de los sacramentos, del papel de
la iglesia, de la victoria sobre el pecado y la herejía, de los santos…; la
apoteosis de la eucaristía fue muy representada: carros triunfales en los que la
caridad desfila como matrona, adoraciones de la eucaristía y arte relacionado
con la festividad del Corpus Christi.
Se registra también la difusión de imágenes en el ámbito doméstico, que
conocemos por los inventarios post mortem: cuadros, altares portátiles,
imágenes, relicarios, medallas...), así como los inventarios de impresores y
libreros informan del uso de estampas y grabados.

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BIBLIOGRAFÍA

DELUMEAU, J. El catolicismo de Lutero a Voltaire, Labor, Barcelona 1973.


GARCÍA-VILLOSLADA, R. Historia de la Iglesia Católica. III. Edad Nueva, BAC, Madrid
2005.
JEDIN, H. Carlo Borromeo, Roma 1971.
KRUMENACKER, Y., L’École française de spiritualité, Cerf, Paris 1999.
MÂLE, E. El arte religioso de la Contrarreforma, Encuentro, Madrid 2001.
O’MALLEY, J. W. Los primeros jesuitas, Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander 1995.
PO-CHI SHIA, R. El mundo de la renovación católica, 1540-1770, Akal, Madrid 2010.
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