Está en la página 1de 1

Tenías la vida resuelta. Quizá te faltaba un gato pero, en los hechos, estabas del otro lado.

Ahora, con las manos tras la espalda, te encuentras en la comisaría de la pequeña ciudad.
El bullicio de oficina continua impertérrito a tu presencia. Suspiras, sabes que te aguardan
todavía varias horas, antes de saber que pasará contigo. Cierras los ojos, rememoras los
hechos que te trajeron hasta aquí.

Tenías tantas ganas de desaparecer. Hiciste una importante inversión de efectivo y de


tiempo. Aprendiste una nueva profesión, conseguiste una nueva identidad y, finalmente,
cambiando un poco tu apariencia, querías reconocer algo del que fuiste cada vez que te
miraras al espejo, te esfumaste de la vida de tus conocidos. ¡Estabas tan ilusionado con este
nuevo paso! No sería la vida perfecta pero era la perfección que aspirabas a tener durante
los últimos días de tu existencia.

Todo este esfuerzo se fue por la borda con su llegada. La ves entrar al edificio. Te escondes
detrás de un pilar. No te alcanza a ver. ¿Cómo podía ser? ¿Por que estaba aquí? ¿Qué clase
de destino te persigue e impide tener otra oportunidad? Sin perderla de vista, la ves entrar en
el elevador. Sube hasta el sexto piso. Sin perder tiempo, sales.

La esperas detrás del volante. Estacionado en la contra esquina de la manzana, el espejo


retrovisor refleja la angustia de tus ojos. Tratas de recordar quienes viven en el sexto. La
pareja de ancianos, la familia obrera y los estudiantes. ¿Cuáles serán sus intenciones de
estancia? ¿Con quién estará alojada? Quizá solo sea una parada técnica, cosa de una
noche, pero ¿y si no? Tamborileas los dedos, tu futuro esta en riesgo, necesitas tomar cartas
en el asunto. Enciendes el carro, has decidido pensar las cosas fríamente y necesitas dar
una vueltas antes de ponerte investigar. Volteas a ver si no viene carro. Aceleras, no la ves
salir ni cruzar la calle. Solo sientes el impacto.

Reconoces a la mujer que es lanzada varios metros. Te detienes un instante, el pánico te


inunda, tu mente se nubla, pisas el acelerador, sientes el cuerpo debajo de las llantas. Te
pierdes entre las calles pero no tardas en ser localizado y detenido.

-Tu suerte esta echada, mi amigo. La frase te regresa a la comisaría. Frente a ti, se
encuentra tu representante.

También podría gustarte