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El rigor y la precisión con que suele formularse supone, por el contrario, no sólo
ve
neración hacia el misterio que contiene, sino también respeto y consideración hacia
el intelecto y la sensibilidad del hombre que lo acepta.
No hay camino de la fe que no discurra a través de la Iglesia. Es decir, no
caben búsquedas puramente experienciales, directas, subjetivas o particulares
de las verdades de fe al margen de los dogmas. T
Tampoco caben acercamientos
inmediatos a la Sagrada Escritura, al margen de la tradición eclesial.
Los dogmas tienen un efecto liberador. Los dogmas son condición de posi
bilidad de la libertad intelectual cristiana.
. Sin dogmas (puntos de referencia doctrinales), estaríamos someti
dos a diversos condicionamientos.
Nos inventaríamos un Dios a la medida de
nuestra mentalidad de época, de cultura, de conveniencia e interés, a nuestro
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modo de ver las cosas, etc.
El dogma libera y
permite la verdad objetiva sobre Dios.
El Concilio Vaticano I declara que el dogma posee su sentido propio de una
vez para siempre y censura a quienes se apartan de ese sentido, bajo pretexto
de un conocimiento superior, del progreso de la ciencia o de una interpreta
ción más profunda de la formulación dogmática
halla implícito en la infalibilidad
de la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo.
El Espíritu hace que la Iglesia par
ticipe de la veracidad de Dios.
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Los dogmas necesitan interpretación para que la verdad que contienen se
haga cada vez más clara y explícita a la Iglesia y a todos los creyentes.
Los dogmas han de ser interpretados en la totalidad de la doctrina y vida
de la Iglesia
Hay que entender cada dogma en el conjunto de todos los demás, dado que
los dogmas no son comprensibles sino a partir de sus nexos intrínsecos y de
la «jerarquía de verdades»
El lenguaje dogmático es analógico.
Se deben excluir las concepciones puramente simbólicas,
La interpretación y comprensión de los dogmas no es una mera interpreta
ción intelectual,

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