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CAPITULO 12

LA INERRANCIA DE LA BIBLIA

Los ataques contra la inerrancia de la Biblia no son nuevos y parecen ser


algo cíclicos. Sin embargo, el debate contemporáneo parece ser interno; es
decir, entre evangélicos, en vez de entre los liberales y los conservadores.
Tal vez esto lo hace aún más significativo, pues el debate ha trazado líneas
entre los evangélicos que era necesario que se delinearan. También ha
servido para agudizar las distinciones que rodean el concepto de la
inerrancia.

I. LA IMPORTANCIA DE LA INERRANCIA

A. Su importancia afirmada
¿Puede uno ser evangélico y negar el concepto pleno de la inerrancia? La
respuesta es sí, simplemente porque algunos evangélicos lo hacen.
Hablando estrictamente, un evangélico es uno que cree el Evangelio.
¿Puede uno ser cristiano y no aceptar el concepto de la inerrancia? Por
supuesto, y sin duda muchos caen en esa categoría. Ser cristiano significa
estar relacionado correctamente con Cristo. ¿Puede uno ser bíblico y negar
la inerrancia? No, si es que la Biblia enseña su propia inerrancia.

Entonces, ¿cuán importante es esta doctrina? Si es una enseñanza


bíblica, entonces el negarla es negar parte de la veracidad de la Biblia. Pero
considere esto: Si la Biblia contiene algunos errores, ya sean pocos o
muchos, ¿cómo puede uno estar seguro de que su entendimiento de Cristo
es correcto? Quizás uno de esos errores concierne a algo de la vida de
Cristo. No sería imposible que pudiera haber un error en un asunto tan
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crucial como Su muerte y resurrección. ¿Qué, entonces, le ocurriría a la
cristología de uno? Se cambiaría, quizás, aun tan drásticamente que no
habría fe cristiana alguna que aceptar.

O suponga que la enseñanza bíblica sobre el Espíritu Santo fuese


incorrecta. Esto pudiera afectar la doctrina cardinal de la Trinidad, lo cual
a su vez pudiera también afectar seriamente la cristología, la soteriología
y la santificación. Aun si los errores son en asuntos supuestamente
“menores”, cualquier error expone la Biblia a sospecha en otros puntos que
puede que no sean tan “menores”. Si la inerrancia cae, otras doctrinas
caerán también.

Cuando se niega la inerrancia, uno puede esperar algunas


consecuencias tanto en las áreas doctrinales como en las prácticas.

Algunos asuntos doctrinales que pueden ser afectados por negar la


inerrancia, incluyen los siguientes:

(1) Una negación de la caída histórica de Adán.

(2) Una negación de los hechos de las experiencias del profeta Jonás.

(3) Que se quiten algunos de los milagros tanto del Antiguo Testamento
como del Nuevo basándose en cualquier explicación.

(4) Una negación de la paternidad literaria mosaica del Pentateuco.

(5) Una creencia en dos o más autores para el libro de Isaías.

(6) Un flirtear con la teología de la liberación o aceptación de ella con


su redefinición del pecado (como social en vez de individual) y de la
salvación (como política y temporal en vez de espiritual y eterna).

Algunos errores de estilo de vida que pueden seguir a una negación de


la inerrancia, incluyen los siguientes.

(1) Un punto de vista licencioso sobre la seriedad del adulterio.

(2) Un punto de vista licencioso sobre la seriedad del homosexualismo.

(3) Un punto de vista licencioso sobre el divorcio y nuevo matrimonio.


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(4) Una reinterpretación “cultural” de algunas de las enseñanzas de la
Biblia (e.g., sobre las mujeres, sobre la obediencia civil).

(5) Una tendencia a mirar la Biblia a través de una rejilla psicológica


moderna.

La inerrancia es una doctrina importante, cuya negación o dilución


puede resultar en errores serios en doctrina y conducta.

B. Su importancia diluida
Todavía muchos insisten en que la inerrancia es insignificante, inaplicable
o innecesaria para la fe. Por lo tanto, todo el furor que se ha levantado
sobre ésta es meramente una tempestad en un vaso de agua, y aquellos que
insisten en ella están perturbando la paz de la iglesia.

Pero esto simplemente no es el caso. La inerrancia es una cuestión


crucial, pues si la Biblia no está completamente libre de error, entonces
tiene que contener por lo menos un error. Ahora bien, si todos pudiéramos
llegar a un acuerdo acerca dónde está ese error, entonces es concebible que
se pudiera tolerar el problema, pero si la literatura actual sirviera de pauta,
entonces existirían como veinte candidatos para ese solo error, y eso
significa que pudiera haber a lo menos veinte errores. Y si existieran unos
veinte errores, entonces la cuestión llega a ser: ¿Cómo puedo yo confiar en
la Biblia después de todo? Así que la inerrancia no es algo insignificante.

Comúnmente se ofrecen varias razones para concluir que la inerrancia


no es una doctrina esencial.

Aquellos que se oponen o que quieren restarle importancia a la


inerrancia, declaran a menudo: “Puesto que la Biblia no enseña la
inerrancia claramente, tampoco podemos nosotros hacerlo”. A lo menos
esto coloca a los que insisten en la importancia de la inerrancia en la
posición de insistir en más de lo que insiste la Biblia. A lo más, implica o
afirma que la inerrancia no es una doctrina bíblica.

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Pero para que la declaración sea verdadera requiere (a) que podamos
demostrar que la Biblia claramente no enseña la inerrancia, y (b) que si no
la enseña (en el sentido de proveer textos de comprobación), no podemos
afirmar la inerrancia sobre la base de un estudio inductivo de la evidencia.
Examinemos estas declaraciones:

¿Enseña la Biblia la inerrancia claramente? La respuesta dependerá de


lo que queramos decir por claramente”. Si por claramente uno se refiere a
textos de comprobación, tales como los que están presentes en la Biblia
para la expiación por sustitución, por ejemplo (Mateo 20:28), entonces es
verdad que no hay esa clase de evidencia “clara” para la inerrancia. Pero
los evangélicos aceptan muchas doctrinas como claramente enseñadas en
las Escrituras para las cuales no hay textos de comprobación. La doctrina
de la Trinidad provee el mejor ejemplo de esto. Es justo decir que la Biblia
no enseña claramente la doctrina de la Trinidad, si por claramente uno
quiere decir que hay textos de comprobación para la doctrina. De hecho,
no hay siquiera un texto de comprobación, si por texto de comprobación
queremos decir un versículo o un pasaje que “claramente” declare que
solamente hay un Dios el cual existe en tres personas.

¿Cómo entonces llegamos a la doctrina clara de la Trinidad?


Simplemente por aceptar dos líneas de evidencia en la Biblia: (a)
declaraciones claras que enseñan que solamente hay un Dios; y (b)
declaraciones igualmente claras de que hay Alguien llamado Jesús y
Alguien nombrado el Espíritu Santo quienes, además de Dios el Padre,
alegaron ser Dios. Semejante evidencia permite una de dos conclusiones:
o Jesús y el Espíritu Santo no son divinos, o Dios existe como una
Triunidad. Los cristianos ortodoxos nunca se han alejado apenados de la
segunda conclusión, aunque la evidencia es de diferente nivel de claridad
que aquella que proveen los textos de comprobación.

Para dar otro ejemplo, muchos niegan que Jesús es Dios, porque, dicen
ellos, no hay evidencia “clara” de que El alguna vez afirmara ser divino.

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Robert S. Alley, en ese entonces de la Universidad de Richmond, levantó
un furor entre los Bautistas del Sur cuando afirmó que Jesús “nunca en
realidad dijo ser Dios ni estar relacionado con El” (“Some Theologians
Question Factual Truth of Gospels”, The Richmond News Leader, 17 de
julio de 1978, p. 1). Aun cuando tenía la misma evidencia de la Biblia que
aquellos que concluyen que Jesús sí declaró ser Dios, él llegó a una
conclusión completamente diferente. Semejante herejía indigna a los
creyentes ortodoxos, y con razón.

Aunque yo no he tratado todavía de la evidencia para la clara enseñanza


de la Biblia sobre su propia inerrancia, vamos a admitir por el momento
que sí la enseña claramente, aunque no necesariamente por medio de
textos de comprobación. Si es así, ¿están los errantistas pidiendo de la
Biblia una norma más alta de claridad para comprobar la inerrancia, que
la que ellos requieren para comprobar la deidad de Cristo o la Trinidad?
En otras palabras, ¿no tienen ellos un criterio para comprobar claramente
la doctrina de la Trinidad y otro para la inerrancia?

Las ilustraciones anteriores comprueban el error de deducir que si algo


no está comprobado por medio de textos de comprobación en la Biblia, no
podemos enseñar claramente los resultados de un estudio inductivo o
llegar a conclusiones lógicas obtenidas de la evidencia que sí está allí. Si
fuese así, yo nunca pudiera enseñar las doctrinas de la Trinidad, la deidad
de Cristo o la deidad del Espíritu Santo, o aun las formas de gobierno de la
iglesia.

A menudo he oído a personas decir: “Yo solamente llego hasta el punto


donde llegue la Biblia”. Esto puede ser una buena norma, porque nosotros
nunca le queremos agregar a lo que enseña la Biblia. Pero tampoco
queremos omitir algo que enseña, ya sea por medio de textos de
comprobación, deducción, inducción, implicación, lógica, o principios. La
alegación de que no se quiere ir más allá de lo que la Biblia enseña puede
ser meramente una excusa para no enfrentar las implicaciones de lo que sí

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enseña. Y temo que para algunos esto ha sido su excusa por no querer
enfrentar lo que la Biblia dice acerca de la propia inerrancia.

La segunda excusa para diluir la importancia de la inerrancia es que,


puesto que no poseemos ninguno de los manuscritos originales de la
Biblia, y puesto que la inerrancia está relacionada solamente con los
originales, la doctrina de la inerrancia solamente es teórica y, por lo tanto,
no es esencial. Nosotros no poseemos ninguno de los manuscritos
originales de la Biblia, y la doctrina de la inerrancia, como la de la
inspiración, se le atribuye solamente a los manuscritos originales, y no a
ninguna de las copias. Las dos premisas anteriores están correctas, pero
esas premisas particulares no comprueban en ninguna manera que la
inerrancia sea una doctrina no esencial.

Obviamente, la inerrancia se puede afirmar solamente con relación a


los manuscritos originales, porque sólo ellos vinieron directamente de
Dios bajo la inspiración. La primera copia de una carta de Pablo, por
ejemplo, fue en realidad solamente una copia, y no la original que Pablo
mismo escribió o dictó. Tanto la inspiración como la inerrancia se
atribuyen solamente a los originales. Pero ¿reclamaría un errantista que la
inspiración es una doctrina no esencial basándose en que no tiene los
originales y que no le atribuye la inspiración a las copias? Yo creo que no.
Entonces, ¿por qué lo dice de la inerrancia?

Otro argumento es que la inerrancia es una doctrina reciente que no le


preocupaba a la iglesia anteriormente; por lo tanto, tampoco tenemos que
preocuparnos de ella hoy en día.

El argumento de la historia de la iglesia parece asomar su cabeza casi


cada vez que se discute cualquier doctrina. Si la doctrina se enseñó en
tiempos antiguos, esto supuestamente la hace más aceptable. Si, por otro
lado, no ha sido enseñada hasta los años más recientes, entonces se
cuestiona.

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Por supuesto, el argumento mismo no es válido. La veracidad o no
veracidad de cualquier doctrina no depende de si fue enseñada en la
historia de la iglesia o no. Su veracidad depende solamente de si la Biblia
la enseña o no. Ahora bien, admitimos que una enseñanza que nunca se ha
oído pudiera levantar sospecha; pero, la Biblia, no la historia de la iglesia,
es la norma por la cual todas las enseñanzas se tienen que medir.

Aun así, la excusa de la historia persiste con la doctrina de la inerrancia.


Es reciente, dicen ellos; por lo tanto, el debate debe cesar.

Algunos dicen que la inerrancia se originó con B.B. Warfield, en


Princeton, hacia fines del siglo diecinueve. Otros alegan que Turretin, un
teólogo luterano, la inició justamente después de la Reforma.

En realidad, ninguno de los dos hombres la inició. Nosotros creemos


que Cristo enseñó la inerrancia, y lo mismo hizo el apóstol Pablo. Además,
Agustín, Tomás de Aquino, los reformadores, y otros grandes hombres la
sostuvieron a través de la historia de la iglesia. Admitimos que tal
evidencia de la historia no valida la doctrina (las enseñanzas de Cristo y de
Pablo sí lo hacen, y examinaremos esto más adelante), pero sí invalida la
alegación de que la inerrancia es un invento reciente.

Por ejemplo, Agustín (354–430) claramente declaró que “las


consecuencias más desastrosas tienen que seguir a nuestro creer que
cualquier cosa falsa se encuentre en los libros sagrados. Esto es decir que
los hombres por medio de los cuales la Escritura nos ha sido dada y a
quienes se les encomendó escribirlas; ellos pusieron en estos libros alguna
cosa falsa. Si usted una vez admite que haya en tan alto santuario de
autoridad una declaración falsa, no quedará ni una sola sentencia en esos
libros, que, si pareciera a cualquiera difícil de practicar o creer, no fuera,
por la misma regla fatal, refutada como una declaración en la cual el autor,
intencionalmente, declaró lo que no era verdad” (Epistula, p. 28). Aquí, en
términos antiguos, está la teoría del dominó.

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Además, Tomás de Aquino (1224–1274) dijo claramente que “nada
falso puede estar detrás del sentido literal de la Escritura” (Summa
Teológica, I, 1, 10, ad 3). También, Lutero declaró: “Las Escrituras nunca
se han equivocado” (Works of Luther, XV: 1481). Juan Wesley, el fundador
del metodismo, escribió: “No, si hay algunos errores en la Biblia, muy bien
pudiera haber mil. Si hay una falsedad en ese Libro, no provino del Dios
de la verdad” (Journal VI, 117).

¿Cómo puede cualquiera decir, entonces, que la inerrancia es un


invento reciente? Pero aun si lo fuese, todavía pudiera ser una doctrina
verdadera. Solamente la Biblia, no la historia, nos lo puede decir.

II. EL SIGNIFICADO DE LA INERRANCIA

Definiciones para la inerrancia no abundan. Los errantistas consideran


que “inerrancia” equivale a infalibilidad y, entonces, limitan su alcance a
asuntos de fe y práctica o revelacionales o al mensaje de la salvación. Un
ejemplo de esto: “La Biblia es infalible, como yo defino el término, pero no
‘inerrante’. Es decir, hay errores históricos y científicos en la Biblia, pero
no he encontrado ninguno en asuntos de fe y práctica” (Stephen T. Davis,
The Debate About the Bible [Philadelphia: Westminster Press, 1971]. A lo
menos, esta es una distinción sincera entre la infalibilidad y la inerrancia.

El Pacto de Lausana declaró a la Biblia “inerrante en todo lo que


afirma”. Sin duda, la frase es flexible; puesto que permite errores en áreas
como la creación, donde, de acuerdo a algunos intérpretes, la Biblia no está
afirmando hechos históricos. Tanto los “inerrantistas” como los
“errantistas” pudieran subscribir esa declaración.

El Concilio Internacional sobre la Inerrancia Bíblica, en su declaración


de Chicago, afirmó la inerrancia en una breve declaración que establece
que “la Escritura es sin error o defecto en toda su enseñanza…” Entonces
siguieron diecinueve artículos para describir y explicar la inerrancia.

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Esta breve declaración sería insatisfactoria para los errantistas. Si
hubiera alguna duda acerca de eso, ciertamente la elaboración de
diecinueve artículos impediría que los errantistas estuviesen de acuerdo
con ella.

El diccionario define “inerrancia”* como carecer de error. La mayoría


de las definiciones comparten esta descripción negativa. La pregunta que
surge de esta definición es: ¿Qué cosa es el error? ¿Puede la Biblia usar
aproximaciones y aun así estar sin error? ¿Puede un escritor del Nuevo
Testamento citar libremente del Antiguo y afirmar que la cita resultante
carece de error? ¿Puede un escritor bíblico usar el lenguaje de la apariencia
sin comunicar el error? ¿Pueden existir narraciones diferentes del mismo
evento, sin incluir error?

Es cierto que la información de la Escritura a menudo incluye


aproximaciones, citas libres, el lenguaje de las apariencias, y narraciones
diferentes del mismo suceso. ¿Puede esta información respaldar una
definición de la inerrancia tal como “carecer de error”? Obviamente, la
información y la definición tienen que armonizar si esa es la definición
correcta de lo que la Biblia enseña en cuanto a su propia inerrancia.

Posiblemente la tensión desapareciera si definiéramos la inerrancia


positivamente: La inerrancia de la Biblia simplemente significa que la
Biblia dice la verdad. La verdad puede incluir e incluye aproximaciones,
citas libres, el lenguaje de las apariencias, y narraciones diferentes del
mismo evento, mientras que éstos no se contradigan. Por ejemplo, si usted
me informara que un amigo nuestro tuvo ingresos de cien mil dólares el
año pasado, yo bien pudiera decir (especialmente si nunca había pensado
que él fuera un hombre rico): “¿Me estás diciendo la verdad?” Cuando
usted respondiera: “Sí”, esa sería una respuesta inerrante, aunque sus

* Ese vocablo no se halla en los diccionarios castellanos, pero es


comprensible como un derivado compuesto de “error”.

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ingresos que él declaró a los oficiales de impuestos fuera $100.537. Esa
aproximación diría la verdad. O si yo le dijese: “La salida del sol sobre el
Gran Cañón es una de las vistas más espectaculares que jamás yo haya
visto”. Y si usted respondiera: “¡De veras! ¿Es verdad eso?” A lo cual yo
diría: “Sí, eso es verdad”. Mi afirmación con el uso propio del lenguaje de
las apariencias diría la verdad, aunque el sol no sale literalmente sobre el
Gran Cañón.

¿Dice la Biblia que no mientas? Sí, dice que no mientas. ¿Es esta una
declaración verdadera? Por supuesto, aunque también es verdad (aunque
no más verdadero) decir que la Biblia dice: “No mintáis los unos a los
otros”. Pero la cita libre es verdadera.

O también, mi esposa me contó que cuando ella vio el cambio de la


guardia en el Palacio de Buckingham, un soldado se desmayó y cayó al
suelo. Pero el periódico reportó que ese mismo día tres hombres se habían
desmayado. Eso fue un informe verdadero. Si mi esposa hubiese dicho que
solamente un hombre se había desmayado, entonces su reporte hubiera
sido incorrecto. En realidad tres se desmayaron, pero ella enfocó su
atención solamente sobre el que estaba más cercano a donde ella estaba
parada. Ella aun pudiera haber notado que los otros se desmayaron, pero
simplemente no lo reportó. Sin embargo, su declaración fue verdadera.

Si 1 Corintios 10:8 dice que murieron 23.000 en un día, y Números 25:9


informa que fueron 24.000 pero sin agregar la restricción “en un día”,
entendemos que los dos están diciendo la verdad (y probablemente ambas
cifras son aproximaciones de la cantidad que murió ese día en particular y
el número de muertes adicionales después).

Si un escritor del Nuevo Testamento hace una cita libre del Antiguo
Testamento, puesto que él estaba escribiendo bajo la inspiración del
Espíritu, esa cita libre se convierte en parte del texto inspirado e
“inerrante”. El Espíritu Santo, el autor tanto del Antiguo Testamento como
del Nuevo, sin duda tiene el derecho de citarse a Sí mismo como El desee

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y usar citas con significados que nosotros como intérpretes no inspirados
posiblemente nunca hubiéramos visto.

El uso del lenguaje de las apariencias es una forma común de


comunicar, a veces más vívidamente que en el lenguaje científico.

Si Marcos y Lucas solamente hablan de un hombre ciego al cual se le da


la vista en Jericó, mientras Mateo dice que fueron dos, ambas
declaraciones son verdaderas mientras que Marcos y Lucas no digan que
fue sólo un hombre.

La mayoría de los debates sobre la verdad y el error se desvían cuando


se convierten en filosóficos y no realistas. La mayoría de las personas
comprenden clara y fácilmente que las aproximaciones, etcétera, dicen la
verdad. La Biblia es “inerrante” en el sentido de que ella dice la verdad, y
lo hace sin error en todas sus partes y con todas sus palabras.

Si no fuese así, entonces ¿cómo pudiera el Señor afirmar que el hombre


vive de toda palabra que procede de la boca de Dios (Mateo 4:4)?,
especialmente si toda la Escritura es espirada por Dios (2 Timoteo 3:16).

III. LA ENCARNACIÓN Y LA INERRANCIA

La lógica de algunos todavía insiste en que cualquier cosa que incluya a la


humanidad tiene que dejar lugar para la posibilidad del pecado. Así que,
mientras la Biblia sea un libro a la vez divino y humano, la posibilidad y la
realidad de los errores existen.

Examinemos esa premisa. ¿Es siempre inevitable que el pecado esté


presente dondequiera que esté la humanidad?

Si usted se sintió tentado a responder de modo afirmativo,


probablemente llegó enseguida a su mente una excepción. El título de esta
sección le dio la pista. La excepción es nuestro Señor Jesucristo. Él fue el
Dios-Hombre, y aun así Su humanidad no participó del pecado. Así que Él

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sirve como un ejemplo claro de una excepción a la lógica enfatizada por los
que creen en la errancia.

La doctrina genuina del Dios-Hombre declara que El poseía la completa


y perfecta naturaleza divina y la perfecta naturaleza humana, y que éstas
se unieron en una persona para siempre. Su deidad no fue disminuida en
ningún detalle; Su humanidad no era en alguna forma pecaminosa o irreal,
aunque sin pecado; y en Su singular persona Sus naturalezas estaban sin
mezcla, cambio, división o separación.

De igual manera, la Biblia es un Libro divino-humano. Aunque se


originó con Dios, fue realmente escrito por el hombre. Es la Palabra de
Dios, comunicada por el Espíritu Santo. Hombres pecaminosos
escribieron esa Palabra, pero lo hicieron sin error. Igual que en la
encarnación, Cristo tomó la humanidad, pero no fue manchado en
ninguna manera con el pecado; así la producción de la Biblia no fue
manchada con error alguno.

Permítaseme llevar la analogía un poco más lejos. En la humanidad de


Jesucristo había algunas características que no eran opcionales. Él tenía
que ser judío. El no pudo haber sido un gentil. Él tenía que ser un hombre,
no una mujer. Él tenía que ser libre de pecado, no pecaminoso. Pero sí
había algunas características de su humanidad impecable que se pudieran
clasificar opcionales. Jesús pudiera haber poseído la humanidad perfecta
dentro de una variación de algunas pulgadas en su estatura al llegar a la
madurez. Un enano o un gigante hubieran sido imperfectos. El pudiera
haber variado un poco en cuanto a su peso al llegar a la madurez y todavía
ser perfecto. Por cierto, la cantidad de pelos en su cuero cabelludo dentro
de límites pudiera haber sido una opción no pecaminosa. Sin embargo, fue
la humanidad que El exhibió la que fue, de hecho, humanidad perfecta.

Los escritores de la Biblia no fueron pasivos. Ellos escribieron al ser


guiados por el Espíritu, y en esas escrituras había algunas cosas que no se
pudieran haber dicho en ninguna otra manera. Pablo insistió en la forma

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singular en vez de plural de Gálatas 3:16. Pero, se puede entender que
había algunas otras opciones no pecaminosas como en la declaración
emocional de Pablo en Romanos 9:1–3. Aun así, la Biblia que tenemos es,
de hecho, el documento perfecto del mensaje de Dios a nosotros.

A todos nos cuesta entender la relación entre lo divino y los autores


humanos de las Escrituras. Lo divino no se puede enfatizar hasta llegar a
destruir en todo sentido práctico lo humano; y a lo humano no se le puede
permitir ser tan humano como para permitir errores en el texto.

Algo similar ocurrió en cuanto a la persona de Cristo en los primeros


siglos de la historia de la iglesia. El docetismo, una herejía del primer siglo,
enseñó que Cristo no se hizo carne realmente, sino que solamente apareció
como un hombre; robándole de esta manera Su humanidad genuina. El
docetismo era, por supuesto, un error cristológico, pero usted puede ver la
analogía con la cuestión de la doble paternidad literaria de la Biblia.
Aquellos que creen que la Biblia contiene errores, dicen que la inerrancia
sobreenfatiza la paternidad literaria divina, descuidando así su
“humanidad”. Así, la supervisión de la Biblia por Dios hasta el punto de
producir una Biblia sin error, se le clasifica como un punto de vista
docético en cuanto la inspiración. Karl Barth hizo esta misma acusación y,
más recientemente, también el teólogo holandés Berkhouwer y el profesor
Paul Jewett, de la Universidad de Fuller.

Pero si fuese verdad (lo cual no lo es) que aquellos que creen en la
inerrancia total de la Biblia se están adhiriendo a una herejía parecida al
docetismo, entonces sería igualmente cierto que aquellos que creen en
cualquier clase de errancia respaldan una doctrina análoga al ebionismo.

En el segundo siglo los ebionitas negaron la deidad de Cristo por negar


Su nacimiento virginal y Su preexistencia. Ellos consideraban a Jesús
como el hijo natural de José y María que fue elegido Hijo de Dios en Su
bautismo, pero no como el eterno Hijo de Dios. Pensaban que Jesús fue un
gran profeta y más alto que los arcángeles, pero no divino.

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Ahora bien, si la inerrancia es supuestamente una herejía como la
docética, entonces la errancia, aunque limitada, es obviamente una herejía
parecida al ebionismo; puesto que la humanidad de la Biblia tiene que
permitir errores en la Biblia. De acuerdo al punto de vista errantista, por
el hecho de que hombres genuinos tuvieron participación, no se puede
garantizar que sus escritos estén libres de error, aunque el Espíritu Santo
los dirigió y los inspiró. Eso es un error parecido al ebionismo.

Hay una doctrina ortodoxa de la persona de Cristo y hay una doctrina


ortodoxa de la Biblia. Ambas incluyen a Dios y al hombre, y ambas resultan
en un producto impecable.

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