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LA APARICIÓN MONSTRUOSA DE LA CUERPA.

APUNTES DESDE UNA


CONTEMPORANEIDAD APOCALÍPTICA
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¿Cómo adquieren existencia social lxs cuerpxs?
Es posible preguntarse lo que puede un cuerpo, cuales son sus potencias de vida cuando las
formas de aparecer en el mundo se decantan entre las redes tentaculares del capitalismo,
qué fuerzas atraviesan la cuerpa, qué la hace aparecer, incluso ante sí mismo, como una
vida viable. Solo muros de control se alzan ante las fronteras que separan y compartimentan
la vida. Supongo que ante un tiempo de crisis aguda, es precisa la agudeza de un tiempo
psíquico que invente y se repliegue en las inactualidades de una supervivencia que siempre
es sintomática, que puede llegar a manifestarse como malestar, pero también como un
desencantamiento del mundo. Actitud que reta la realidad al mejor estilo de Alonso
Quijano, cuando esta le duele y se le hace insoportable.
Desde la pervivencia de las promesas de una modernidad frustrada, fragmentaciones de
universales des-hechos y re-hechos se posan sobre la vida, definiéndola, descifrándola por
medio de signos lingüísticos. De la filosofía analítica nos podemos apropiar de su necesidad
casi enferma de una incesante autorefutación, una ampliación siempre especulativa de un
mundo a lo largo de un continuum universal, contra el agobio de fundamentalismos
recalcitrantes. Del derrumbe de los ideales modernos, el descubrimiento de una
ficcionalidad que constituye y desarma la idea de un sujeto fuerte, de un yo al que refieren
todas las representaciones, por medio de presencias solapadas que transgreden lo que se
encuentra envuelto en el aura de lo divino.
Tiempo fantasmal de la supervivencia: Lo impensado, lo anacrónico, constituyen el
desarrollo de lo que llamamos la cultura humana manifiesta en la historia; historia que se
vive como fuerzas y batallas entre lo que permanece y lo que se desvanece. Este continuum
que resiste a ser completado o llenado, y en el que habitan potencias siempre abiertas y
fragmentarias que se iluminan una a la otra, permite entrever luces y brillos que desocultan
lo que se encuentra en los abismos del cuerpo.
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Cuerpas, bultos de carne, desfragmentadas, deshechas y disueltas entre márgenes de lo
que incomoda. Cuerpo: fundamento del aparecer del otrx.
En el campo de fuerzas materiales e inmateriales, habita el centro de la gestión de la vida y
la muerte, y así mismo, el centro del misterio y de las potencias que si bien siempre
desconocidas, se encuentran también gestionadas, siempre artificiadas. Carne desgarrada de
una animalidad que ha perdido su paraíso, ya nada natural queda en ella, es más bien una
voz que no es más que el silencio de lo que sobrevive. Comunidades humanas se
encuentran arrojadas a una actualidad que deshace y revierte las ideas a la velocidad de la
necesidad de control de los Estados que afianzan e intensifican los controles en las fronteras
terrestres y del pensamiento, este último cada vez más colonizado por la operancia
mediática de las redes traducido en un afianzamiento del empobrecimiento de la propia
experiencia.
Es por esto que, cuando se enquista la potencia del pensamiento y lo que es el mundo, se
controlan las intensidades locales, y se expande las franquicias de lo divino que quiere
trascenderse en todos los rincones. El lugar desde donde se escribe: la estratificación de la
tierra: delimitada, desecada, territorializada por las fuerzas estatalizadas; se retuerce
entre fronteras que son traspasadas por la contingencia de los cuerpos. El tiempo desde el
que se escribe: un tiempo fantasmal, un tiempo que superviene que no es ideal, sino en el
que perviven tensiones bipolares: de plasticidad y no plasticidad. El cuerpo como lugar
permanente de tensiones de un devenir estético: Solo no hay determinismo donde hay
misterio, y es en el cuerpo en el que la creación de formas se hace infinita.
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Entre el misterio y el determinismo se juega la lucha de los universales, cada situación local
se encuentra conectada al continuum universal. Rompimiento con un advenimiento lineal
de la historia y las imágenes por fuerzas subrepticias en el que emerge la necesidad de crear
nuevas formas, formas que se devoran en la síntesis de expresiones que no se lamentan por
un mundo propio que ha sido perdido, sino que más bien desea timonear la creación de uno
propio. En esta creación incesante de códigos, donde se producen nudos de anacronismos
que devienen de un tiempo-espacio en el que el pasado no ha dejado de ocurrir, y un
presente que ya es otra cosa… ¿cómo devorar y recrear códigos que hagan de la ficción
política la apertura a futurabilidades posibles?. Las ideas: las formas absolutas del progreso,
la decadencia, lo que sobrevive y lo que se recrea. Formas que sobrevienen de un pasado
que supervive,
Es en el juego, en el gesto, en la exageración y la ornamentalidad de lo que se pone en
escena, lo que constituye una parte fundamental de lo que es el carácter proteico del cuerpo
y como además de gestos y posturas, se insertan técnicas de producción de lo que es ser.
Una estrategia de supervivencia es poner el cuerpo en juego, zambullirse en las formas de
teatralización de la figura, que asume la tecnificación y el carácter proteico de sus posturas
y sus gestos, siempre en movimiento, en el que las imágenes se resuelven trágicamente
porque nunca llegan a completar lo que es producto de un poder colonial.
En el concepto fundamental del barroco encontramos cómo el arte tradicional al servirse de
la transfiguración de un sistema jerarquizado y puro, lo desacraliza en un sistema en el que
lo divino y lo pagano se encuentran representados en la experiencia corporal y sensual, que
deshace la ley formal por un fundamento propio, en el que, lo que se encuentra como de
segundo orden no se sale de los modos de representación. La deglución que los pueblos
originarios han hecho de la herencia colonial sagrado se experimenta en la teatralización de
sus gestos, introducción de rasgos de procesos de mestización que se ejemplifican en la
colonización católica del trópico: una muestra de idolatría: profanación.
Puede que en los torrentes de imágenes que se imprimen en la contingencia de los cuerpos,
en la realidad de su tiempo-espacio, habite el fundamento del rechazo a una cultura en su
malestar. Soportar la realidad o hacer de ella la habitabilidad de un cuerpo que se encuentra
sumido en la aniquilación de sus propias potencias, moviliza el pensamiento a recobrar la
salud en la creación de formas imposibles que se corporizan. Lo real es ficcional, y se
escenifica y en la medida que se escenifica se desquebrajan y se aniquilan formas para dar
paso a un continuum de intensidades en el que el pasado, lo que sobrevive, no cesa de
emerger como síntoma.

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Ya no hay mundos perdidos que recuperar, no hay posturas o gestos que agoten la
multiplicidad antinatural en la que devienen las cuerpas, que se recrean en la reproducción
de una norma que se interioriza para no morir, para vivir con malestar. Aquella que se sabe
monstruo eleva su vista sobre los límites de la humanidad, en procura de la habitabilidad de
formas-de-vida. Ad portas de un futuro clausurado para la acción política, pero de una
puesta en cuestión de una promesa moderna y de la superación de la situación precaria, se
hace preciso re-hacer, hibridar, parasitar la realidad. Una realidad que en términos heroicos,
es más bien siempre trágica.
En la fracasada modernidad y sus valores morales que han definido las categorías que han
procurado la clausura de ciertas formas, haciendo de ellas algo despreciable, se liberan
fractalidades que el mismo lenguaje procura, cuando es devorado y transformado en
códigos que son traducidos de una herencia colonial. En la medida que se rehacen los
signos, se propaga un proceso de estetización que profana la vida cuando esta adviene
imperativamente. Cuando se posibilita la creación de una propia ley, se crea un fundamento
propio que otorga nuevos sentidos, que emerge en la actualización del cuerpo que no cesa
nunca de enunciarse, que embiste constantemente la plasticidad con la que el cuerpo se
recrea teatralizando, como lugar en el que la norma se cita. Al hacer pasar por otra cosa,
las pervivencias de aquellxs cuerpxs diezmados, en el ethos barroco se enuncian desde su
propia marginalidad.
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El cuerpo como organismo vivo en el que se adecuan prótesis simbólicas y materiales de lo
que puede ser, la legalidad cuestionable de la realidad, siempre es contingente y arbitraria,
y rehace la subjetividad que da sentido al mundo. Mundo que no escapa a la transmutación
de los modos de representación: un incesante performance que dispone del cuerpo, como
lugar de enunciación lingüística encarnada: juego de un signo que deviene con la libertad
de determinar lo determinado. Es preciso pues encontrar formas que no sólo se soporten,
sino que se gocen como antinaturalidad monstruosa, voluntad de poder que traduce para su
supervivencia, y se manifiesta en lo que queda de fondo, en su forma. Una forma que se
encuentra siempre al límite de la vida.
Las categorías que nos han sido heredadas desde el poder colonial y que dotan de sentido la
ideas como la feminidad o la masculinidad, limitan al cuerpo que se encuentra expuesto a
significados y narrativas, incluso muchas veces a valores que lo lastiman. Practicar
libertades de lo que ha sido negado, estimular nuevas improntas inscritas por sí mismo, sin
que, por ejemplo, el cuerpo monstruoso se encuentre obligado a pasar, o a librarse de las
tensiones, sino que es expresión de un orden diferente en que los bordes últimos de la tierra
son figurados. Bordes, marginalidades que no se encuentran al servicio de un orden mayor,
más que para parodiarlo. Práctica de auto-deconstrucción, en el que los dispositivos que nos
hacen aparecer, no solo son soportados, sino amados. Así pues, la furia del que se sabe
derrotadx, la que hace que en el cuerpo despliega sus potencias, se ha de tomar como lo
más propio para una supervivencia
La migración de las imágenes que se desplazan a lo largo del tiempo, pero también del
espacio, nunca responde a un qué esencial, sino que es más bien una función siempre ligada
a la alteridad: de la misma manera que asistimos a una guerra en el lenguaje, asistimos a
una guerra en la imagen, y lo que queda en el fondo, es el cuerpo. Lo que hace de la
biomujer algo que no se espera, como su reaccionar violento que no se reduce a la defensa
de lo que le no le pertenece, como una supuesta feminidad natural a la cual defender; las
normas morales que han embestido al género y han restringido en el imaginario lo que es el
placer en el cuerpo, la tecnifiación de los regímenes de poder actuales, han poducido al
cuerpo feminizado que carga con los estereotipos que afianzan un mito, que no es más que
una formación política e ideológica.
Bibliografía:
Didi-Huberman, Georges. El punto de vista del síntoma: Warburg hacia Freud. En La
Imagen Superviviente - Historia del arte y tiempo de los fantasmas según Andy Warburg,
pp. 247-256.
Echeverría, Bolívar. 2010. En Modernidad y blanquitud. México.
Preciado, Beatriz. Qué es la contrasexualidad?. Manifiesto contrasexual, p. 15-39

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