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AA01 Yepez Leon Serpientes y Plumas Ecua
AA01 Yepez Leon Serpientes y Plumas Ecua
Serpientes y plumas
ecuatoriano-peruanas.
Una perspectiva
desde el medio ambiente
(ca. 100 a.C.-1000 d.C.)
Alden Yépez
Elmo León
Introduccción
¿Qué tan válidos son los conceptos que nuestras universidades usan para los
cursos de pre- y post-grado cuando se habla de “arqueología ecuatoriana”
y “arqueología peruana”?, cuando sabemos que las fronteras modernas no
tuvieron validez para nuestros pobladores prehispánicos. A lo mucho, solo vemos
conceptos de tradiciones culturales (e.g. Bennett, 1948), que finalmente no
solo no incorporamos en tantos simposios sobre arqueología latinoamericana,
sino que, peor aún, no publicamos en nuestras investigaciones, deteniéndonos
en descripciones de sitios, de cultura material o ensayando interpretaciones
de rituales. Sin duda, cuando comparamos el conocimiento acumulado de
siglos de investigación de culturas clásicas del Hierro Europeo como Hallstatt
o celtas como LaTene y sus interrelaciones europeas (e.g. Krausse, 2000), se
percibe claramente el nivel incipiente aun de nuestras investigaciones en nuestro
hemisferio suramericano.
¿Es posible entonces demarcar a estas unidades geográficas como comunes
y con una historia común durante los dos últimos milenios (cuanto menos)?
¿Hay literatura disponible, cuando por ejemplo en el Handbook of South American
Archaelogy (2008), supuestamente el manual de referencia por antonomasia, los
trabajos se focalizan en regiones solas, excluyendo comúnmente parámetros
medioambientales, paleoclimáticos y desconsiderando el capítulo más importante
que nunca fue publicado: “bioarqueología sudamericana” en función de rastrear
dichas conexiones y reportar a seres humanos como gestores de sus culturas
materiales. ¿Y, cuán frecuentes son trabajos de búsqueda de conexiones de diversa
índole en regiones tan amplias después de los de Meggers (1998), hoy en día con
el potencial del uso de la arqueometría o la genética? ¿Vale la pena hacerlo?
Pues bien, es probable que al momento no se tenga respuesta categórica a
tantas preguntas, no obstante, aun con la exigua documentación arqueológica,
se puede proponer una aproximación holística a base de genética, isótopos
Serpientes y plumas ecuatoriano-peruanas - Alden Yépez y Elmo León 17
Figura 1. Zona de transición cultural de los Andes Septentrionales y los Andes Centrales.
Serpientes y plumas ecuatoriano-peruanas - Alden Yépez y Elmo León 19
200 d.C. – 600 d.C.) en el arte proto-Cañari. En este espacio también buscamos
entender la manifestación particular de estos elementos en la mitología Cañari
documentada posteriormente en el siglo XVI y que refiere a algunas montañas
del callejón interandino del Austro Ecuatoriano, provincias Cañar y Azuay, en el
marco de una geografía sacra regional.
Fase Tacalshapa II: 100 a.C. Tacalshapa II: 200/100 a.C. y los 500 d.C.
Fase Tacalshapa III (?): 300 d.C Tacalshapa III: 500 d.C. – 1100 – 1200 d.C.
Fase Cashaloma: 900 d.C.- 1450 d.C. Cashaloma: 1000 d.C. – 1200 d.C.
Las fases críticas relevantes para este estudio estriban en la fase Tacalshapa III de
Meyers y Tacalshapa II de Idrovo, aunque éstas en algún momento se sobrelapen.
Para el primer investigador, Tacalshapa III se caracteriza porque los elementos
comparables con las culturas nor-peruanas no son significativos y los estilos
“locales”, es decir el estilo Tuncahuán que viene del norte, del valle de Guano,
en la provincia de Chimborazo, alcanzan un desarrollo pleno. Para el segundo
investigador, en Tacalshapa II existen:
1. Representaciones de cántaros y recipientes globulares casi idénticos a
Moche y Gallinazo V (Idrovo, 1990-1991: 14, en: Idrovo, 2000: 55, SIC);
1 Para distinguir entre las fases Tacalshapa, Idrovo se basa en los cambios del tamaño de vasijas y no en su
forma. El autor sigue de una manera direccional el Período de Desarrollo Regional propuesto para las culturas
arqueológicas de la costa ecuatoriana (Meggers y Evans, 1966), pero no muestra relaciones con estas culturas.
20 Estudios de Antropología y Arqueología - Volumen 1
Hay que señalar además que vasijas típicas del estilo Gallinazo (Millaire,
2010), ocurren ya en Tacalshapa II, lo que corresponde bastante bien al lapso
de tiempo de ambas fases, de modo tal que hay antecedentes claros. Llama
además la atención que recientemente se haya propuesto que las bases del estado
moche se originan en Gallinazo, lo que permite sugerir la posibilidad de que
estos contactos y materiales comunes correspondan a un plan de dicho gobierno
“estatal” comandado desde la capital, la Huaca Gallinazo, que en realidad, de
acuerdo con la calibración radiocarbónica pudo haber estado en uso por más de
500 años, entre aproximadamente el 50 y 600 d.C. (Millaire, 2010) e inclusive
pudo haber albergado a una población de un máximo de 14,000 personas,
rozando a una urbe cosmopolita (Millaire y Eastaugh, 2014) un potencial de
desplazamiento externo, literalmente. Siguiendo entonces este razonamiento, se
puede especular alguna relación de contacto entre Tacalshapa II y Gallinazo, lo
que evidentemente requiere de una investigación más profunda a fin de estudiar
la naturaleza de estos potenciales contactos.
Si esto fue así, es más explicable que tanto la fase III y la IV Tacalshapa
tengan presencia Moche, y Wari- Moche, respectivamente. De este modo, para
la fase Tacalshapa IV, Meyers apunta que: “Los estilos Moche o Wari ofrecen
elementos para su ubicación cronológica” (Meyers, 1998: 185). Seguidamente
Meyers ofrece varios ejemplos que establecen una relación estilística del sur
del Ecuador con Moche y Wari- Tiwanaku: 1. botella típica (paralelo con
“Huancaco Decorated”, de filiación Moche en el valle del Virú), 2. tazas y tazones
semejantes a las escudillas grandes o medianas de Moche III-V (Ibíd.: 186- 187).
Siguiendo esta propuesta cronológica se avizora entonces una intensificación
de las relaciones del Austro ecuatoriano con la cultura Moche de la costa norte
del Perú, pero también una influencia de estilos panregionales provenientes del
altiplano y que coincidirían con la “expansión Wari” hacia el Horizonte Medio
(Ibíd.: 187).
Precisamente, este panorama de contactos sucede en el escenario planteado
por Castillo y Uceda (2008) en el cual el estado Moche se expande hacia el
norte, pero no por el litoral, sino por valles internos, lo que da más sentido a
las rutas septentrionales como estamos viendo. No es difícil especular entonces
en una exploración moche de Andes bajos, en busca de recursos (que debería
Serpientes y plumas ecuatoriano-peruanas - Alden Yépez y Elmo León 21
2 No puedo dejar de mencionar aquí que Idrovo (2000) entra en desacuerdo con las fases propuestas por
Meyers con base en la lectura de su manuscrito no publicado (Meyers, 1979), y no con la versión publicada del
mismo (Meyers, 1998). Idrovo (2000) habla de 5 fases Tacalshapas que habría sugerido Meyers en 1979, en el
marco de una conferencia en Vancouver. En efecto Idrovo (2000: 59) menciona cuatro veces que la propuesta
de Meyers establece cinco fases de la tradición Tacalshapa. Sin embargo nuestra revisión de Meyers (1998)
identifica solo cuatro fases para la tradición Tacalshapa. Justamente Meyers (1998: 173) indica: “Una primera
versión de este trabajo se presentó en el simposio sobre relaciones interregionales en los Andes organizado en el
Congreso Internacional de Americanistas de Vancouver (1979) y luego durante el primer encuentro europeo de
ecuatorianistas organizado por el Seminar für Völkerkunde de Universidad de Bonn en 1984”. Confirma esta
aseveración además el hecho de que Idrovo (2000: 52) cita el trabajo de Meyers como (no publicado [s/f]) y sin
embargo, en la bibliografía, se cita este manuscrito también como una ponencia no publicada, pero esta vez con
la fecha de su publicación 1989 (Idrovo, 2000: 333).
22 Estudios de Antropología y Arqueología - Volumen 1
3 Tacalshapa I: engobe rojo y castaño, decoraciones antropomorfas e incisiones geométricas: rombos, círculos,
“escaleras” (Meyers, 1998: Fig. 3). Tacalshapa II: decoraciones antropomorfas, decoración negativa, con
motivos geométricos (triángulos), representación plástica de cabeza animal, pintura rojo castaño sobre engobe
bayo, decoración geométrica: triángulos y rombos (Ibíd.: Fig. 4). Tacalshapa III: pintura negativa con motivos
geométricos: Triángulos, Semicírculos con líneas salientes a los costados (Ibíd.).
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A B
Figura 2. Vasijas Tacalshapa. A la izquierda y derecha figuras del tipo B. (Fuentes: Collier y Murra, 1982:
fig. 7-9 y “Museo de Culturas Aborígenes” de Cuenca, respectivamente).
(Lau, 2011: Fig. 55 J), en las piezas Tacalshapa (fase I-III) estas aparecerían como
espinas en la parte superior externa de los apéndices. Hay que considerar también
que las variedades de plasmación del arte, se ven definidas por el soporte, pues la
libertad de una superficie de una vasija cerámica es distinta a la reticulación del
arte textil.
Hay que recordar que al respecto del “animal moon” hay dos posiciones, o que
es local (Recuay) o de procedencia costera, en sus expresiones de Salinar o Gallinazo
(ca. 100-200 d.C.) (Ibíd.: 207). Es posible que algunos derroteros de explicación
puedan ser explorados bajo la nueva noción que el mismo autor sostiene, respecto
del concepto acerca de la Cultura Recuay que el viene denominando como
“commonwealth” que se define no precisamente por un grupo de población
netamente autóctona, sino más bien de carácter errante, aportando con ideas e
imaginería desde diversos territorios andinos (Ibíd.: 16). Este concepto nos permite
proponer desplazamiento de gente, dinámicamente, transportando y recreando
ideas e imaginería.
En cuanto al tiempo, el patrón de circulación iconográfica arriba detectado,
parece tener raíces más profundas, que se remontan a una época de gestación
identitaria pan-andina. Representaciones iconográficas semejantes a las que
nosotros interpretamos aquí como estilizaciones del animal de la luna (vide supra),
han sido reportadas en algunos textiles del Período Precerámico Tardío (3,000 –
2,000 a.C.) en Huaca Prieta, valle de Chicama, y en La Galgada, cuenca superior
del río Santa, y han sido interpretadas como los ancestros míticos de la deidad
suprema del arte Chavín (Burger, 1995: Fig. 16, p. 34), correspondiente al del
Período Tardío Inicial (ca. 900 AC) (Ibíd.: 128), ver figura 3.
Figura 3. Posibles orígenes de motivos decorativos pan- andinos presentes en el Precerámico Tardío, luego en el
Período Tardío Inicial y mucho más tarde en la tradición cerámica Tacalshapa (Período de Desarrollo Regional
y de Integración). (Fuentes: figura izquierda Burger, 1995: Fig. 16, p. 34; figura derecha Bird, 1963 (1): Fig.
4, p37).
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1 2
4
3
5 6
2003) o tablas oraculares (Gentile, 1998) o tablas para contar (Moscovich, 2006).
En el caso que nos compete, las “taptanas” fueron reportadas por Vernau y Ribet
en Azuay (Vernau y Ribet, 1912).
Del conjunto de taptanas arriba expuestas (figuras 4 a 5.1), encontramos
en el tablero 3 (figuras 5 y 5.1.), tallado en madera y proveniente del Sigsig, la
representación de un “monstruo” singular, cuyo ícono semejante aparece en una
botella de gollete central y asa auriculares de la fase Mochica Tardío A (Moche IV-V:
550-700 DC), ver figura 6. A éste ser se le conoce como el: pez-ciempiés de doble
cabeza (Makowski, 1994) o gusano-pez-culebra (Golte, 2009).
Figura 5.1. Tomado Vernau y Rivét, 1912: Lámina XV, foto 3 (detalle).
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Figura 6. Mochica tardío A. Pez ciempiés doble cabeza (Makowski, 1994: Fig. 89).
Como parte del ajuar funerario de una tumba saqueada de Pactete aparece en
un brazalete de oro, y como adorno a manera de apéndice sobre un costado de éste,
la representación de un “dragón de doble cabeza” (ver figura 8), con las testas en
posición invertida y en lados opuestos:
Figura 9. Playas Shingate (Sigsig, Azuay) Orejera de oro con incrustaciones de spondylus. (Catálogo de la sala
de oro, 1998, p. 29).
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Figura 10. Izquierda: “Puerta del Sol” (Tiwanaku). Tomado de Meyers, 1990: Fig. 56b. Derecha: orejeras con
representación de guerreros. Tumba 4 de Sipán (150 DC). Lambayaque. (Catálogo, 2001: Fig. 297).
Figura 11. Izquierda: Animal de la Luna, según Bässler, 1902-1903: Fig. 237. Derecha: Animal de la Luna.
Cortesía Karen Olsen Bruhns.
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Figura 12. Animales crestados de la cultura Recuay, ca. 150 – 200 BC. Cortesía Karen Olsen Bruhns.
4 Gutiérrez Usillos indica como inventario de la iconografía de la cultura Cañari (fases Tacalshapa y Cashaloma)
1.- aves strigiformes (búhos y lechuzas), psittaciformes (loros), pelecaniformes (pelícanos); 2.- cérvidos (venados) y
camélidos (alpacas). En ningún caso figuras o personajes míticos.
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Figura 13. Plancha de oro macizo con figuras de relieve pronunciado. González Suárez, 1878: Lámina 1).
Figura 14. Izquierda: Plato tallado de piedra c. 2100 cal. a.C., Tumba de Pozo, Santa Ana-La Florida. (Valdez
et al., 2005: fig. 3); Derecha: un cóndor con una serpiente en el vientre encontrado en un plato en Huaca Prieta
(3,000 – 2,000 a.C.). (Bird, 1963 (1): fig. 6, p. 38)-.
Figura 15. La laguna de Ayllón (1940). Leyenda al anverso de la foto: “Vista de la laguna, tomada desde
una eminencia”. Leyenda al reverso: “Sigsig. Provincia del Azuay. Ecuador. Laguna de Ayllón tomada desde
una de las eminencias, en la que se destaca, a mano derecha, el mascarón que adiraban los incas y desde donde
arrojaban presentes de oro y plata a la laguna. 1940” Fuente: foto 4563 del depositario fotográfico del Museo
de Pumapungo, Cuenca.
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Brunshön and
Holoceno Medio 7300 - 6500 a.C.C páramo frías y secas
Behling (2009)
Cerro Sierra Sur Brunshön and
3150 Holoceno Tardío 200 AD páramo frías y secas
Toledo Oriental Behling (2009)
Serpientes y plumas ecuatoriano-peruanas - Alden Yépez y Elmo León
Brunshön and
Holoceno Tardío 200 AD ? húmedas
Behling (2009)
37
38
Weng et al.
Holoceno Tardío 1110 AD - ? < frías y secas
(2004)
Cal No Cal
Sitio Provincia o Región N° Lab C14 Periodo Cultura Fuente
AC/AD AC/CD
1052-1221 cal
Cashapuco Morona Santiago Beta- 218554 870±40 I Cañari Ledergerber, 2008: 142
AD
1417-1455 cal
La Florida Morona Santiago Beta- 271733 460±40 I proto-Cañari Lara, 2010a: 103
AD
1442-1617 cal
Espiritu Playa Morona Santiago Beta- 271732 400±40 I proto-Cañari Lara, 2010a: 103
AD
1437-1616 cal
Buenos Aires Morona Santiago Beta- 271731 410±40 I proto-Cañari Lara, 2010a: 103
AD
Cal No Cal
Sitio Provincia o Región N° Lab C14 Periodo
AC/AD AC/CD
1257-116 cal
Playa Morona Santiago Beta- 271736 2970±40 F Lara, 2010a: 103
Estudios de Antropología y Arqueología - Volumen 1
BC
1187-1014 cal
Santa Rosa Morona Santiago Beta- 271738 2900±40 F Lara, 2010a: 103
BC
1215-1059 cal
Playa Morona Santiago Beta- 271737 2940±40 F Lara, 2010a: 103
BC
Revisemos otro ejemplo para la época tardía que puede ser ilustrativo para
nuestro propósito en la relación entre cañaris y culturas andinas peruanas.
Conclusiones
La reanimación de elementos simbólicos importados y mitos fundacionales
pudieron activarse por medio de una serie de factores, entre los cuales debería de
considerarse un posible cambio climático regional que pudo haberse manifestado
como un lapso de deshidratación o tendencia a la sequía, implicando una especie
de estrés medioambiental para las poblaciones proto- Cañari y Cañari.
Como resultado de este posible impacto climático dichas poblaciones pudieron
haberse visto forzadas a desplazarse (al menos, parcialmente, hasta que no hayan
estudios de suelo en la zona), colonizando de esta forma, nuevos nichos ecológicos,
como estrategias adaptativas y en una menor medida, implementando una posible
economía de archipiélago, en un contexto histórico particularmente agitado por el
próximo arribo de los incas en el territorio Cañari (Lara, 2010b: 129).
La hipótesis aquí expuesta que, evidentemente requiere de mayores evidencias
que documenten el cambio climático prehispánico en zona proto-cañari y Cañari,
puede abrir una línea de investigación que contribuya a esclarecer preguntas acerca
del registro arqueológico. De hecho, se impone un debate más amplio que incluya
la secuencia paleoclimática mochica, sobre todo su relación con los eventos El
Niño (ENSO) del 620 AD que ocurrió en el valle de Moche, en un marco general
de deshidratación parcial en la costa peruana que llegó incluso hasta el 700 AD y
se extendió por efectos del MWA hasta el 1000 AD.
La poca información paleoclimática relacionada al Intermedio Temprano en
la costa peruana, sugiere un escenario de progresiva depresión de la humedad,
interrumpida por precipitaciones locales, detectadas en algunos valles, pero aún
no es clara a nivel pan regional como para tener una impresión de lo general,
más aun considerando, que los Mochicas vivieron en dos zonas diferenciadas por
Serpientes y plumas ecuatoriano-peruanas - Alden Yépez y Elmo León 43
temperaturas: una septentrional, seca y más cálida (Loma Negra, Mochicas de Piura)
de una mayor cercanía con el austro ecuatoriano; y otra más meridional, adaptada
al mar frío de la corriente peruana, áreas de desiertos costeros, interrumpidos por
pequeños valles, pero sometidas eventualmente a eventos como El Niño.
Este tipo de exploración, de relación entre medioambiente y civilizaciones
prehispánicas, también puede extenderse a zonas aún más distantes, como la
colombiana en el lapso final del primer milenio de nuestra era, en el intento de
contribuir al panorama paleoclimático septentrional sudamericano y exponer este
data para contrastarlo con nuestra zona de interés. Sin duda alguna, es el momento
de integrar varias líneas independientes de análisis de grupos humanos en el pasado,
que incluyan el papel del medioambiente, en aras de una visión holística en la
reconstrucción de las relaciones y la imaginería de nuestras poblaciones ancestrales
neotropicales/andinas.
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